¡Vamos, que se puede gente! ^_^


Capitulo 5

"Escarlata y Cobalto"


-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-Capitulo anterior-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-

-¡Ese maldito vampiro me disparó! – siseó bajamente.

Apretó los puños.

No sabía que hacer.

- Debo salir de aquí…- musitó reflexiva. Por unos momentos se quedó pensativa – Alucard…él puede ayudarme.

Su sirviente es el único que podía comunicarse con ella mentalmente. Debía llamarlo. Él la sacaría de ese espantoso lugar.

Tomó aire y con todas sus fuerzas gritó.

-¡ALUCARD!

Al otro lado de la mansión, un par de ojos carmesí se abrieron inesperadamente, mientras un rictus loco y brillante se apoderaba de su rostro...

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Un par de ojos carmesí se abrieron inesperadamente, mientras un rictus loco y brillante se apoderaba de su rostro. En un pestañeo ya estaba parado, junto al ataúd y en otro ya no estaba en el cuarto.

En forma de niebla se traslado por el señorío, con la mente inquieta. Sintió una vibración psíquica, débil. Muy débil, pero a la vez excesivamente familiar. Era como si un canal vedado, hubiese sido reabierto. Era ella, lo sentía en la piel y en cada tentáculo de sus sombras.

La podía escuchar lejana, pero plenamente real.

Estaba de vuelta.

En un abrir y cerrar de ojos estaba junto a la cama de su maestro. Se inclinó hasta quedar a unos centímetros de su oído. – Mi maestro… – llamó mentalmente.

Alucard, me escuchas…

-Claramente, amo. Vine en cuando me llamó. – rió burlón.

Déjate de payasadas y sácame de aquí de una maldita vez.

-No se me está permitido. – fue la seca respuesta.

¡Qué! ¡Como que no te lo permiten! ¡Explícate Alucard!

-Tsk…Siempre tan impaciente – Chasqueó la lengua con fingida desaprobación. – Ocurre, mi estimada dama, que los sellos que me atan a su familia, me impiden libertad de acción para con usted…

El tono de voz de ella se volvió frío y suspicaz ¿Qué clase de acciones en concreto son las que no te permiten realizar?

- Integra… - dijo serio, dejando toda burla y jocosidad de lado. Ella se inquietó ante el vuelco de la situación. –Tú cuerpo está gravemente dañado, esas dos balas estuvieron a punto de matarte.- hizo una pausa – Ahora, yo podría haberte traído de vuelta fácilmente desde el inicio de toda esta comedia, pero…

Pero que… ¿Cuál es el impedimento…?

-Los sellos. Para sacarte de ese estado de inconciencia tienes que beber de mi sangre. Y para eso, necesito una orden directa tuya.

Ya veo…

Silencio.

Los segundos más eternos para amo y sirviente. Por un lado y a pesar de las apariencias Alucard estaba ansioso por recibir una respuesta afirmativa. Era el primer paso, fuera del límite. Por otro, Integra se batía a duelo con las posibilidades y consecuencias que esto podría acarrearle. También era conciente que esto marcaría un cambio, que si no era excesivamente grande a los ojos de cualquiera. Sería el inicio de su aceptación hacía esa propuesta que tan insistentemente le había hecho y que siempre esquivó responder.

No existe otra salida… preguntó neutralmente. Sabía la respuesta a esa pregunta, pero la esperanza es lo último que se pierde… ¿no?

- Si, pero necesita tiempo. Tiempo del cual tú no dispones, si quieres salvar tú organización de la ruina. – enarcó una ceja serio. Estaba en sus manos, tendría que aceptar.

Otro silencio.

Bien…entonces que sea como tú dices dijo firmemente, con ese tono inalterable y frió.

Sonrió gozoso – Déme la orden maestro…- silbó oscuramente, con la victoria bailando en los ojos.

Dame tú sangre, sirviente… ordenó planamente.

Alucard, con calma desabrochó el botón de la manga de la camisa, para luego descubrir su antebrazo izquierdo. Del bolsillo de su pantalón sacó una pequeña daga de oro engarzada en rubí, hizo un corte horizontal en la muñeca.

Rápidamente la sangre comenzó a fluir, no importándole mucho no apresuro sus movimientos y lentamente acercó su muñeca a los labios entreabiertos de ella. El líquido carmín entró a la boca y fluyó levemente por la comisura de los labios.

Al notar que había recibido su sangre alejó su brazo. La cortada instantáneamente desapareció. Guardó la daga nuevamente en su bolsillo y sacó un pañuelo de seda blanca. Lentamente Integra comenzó a reaccionar, bajo el atentó escrutinio de Alucard.

Movió lentamente los dedos, frunció el ceño levemente por la luz que entraba al cuarto. Automáticamente alzó la mano y la llevó a sus ojos, en un vano intentó de apartarla de su rostro. Gimió adolorida. Sentía todos los músculos del cuerpo agarrotados, intentó incorporarse en la cama, pero un repentino mareo la hizo volver a recostarse. El nosferathus la veía maravillado.

Le parecían siglos desde la última vez que la había visto moverse. – Como se siente, mi maestro. – sus labios se rizaron en una mueca afectada.

Aún recostada y con las manos sobre el rostro, respondió – Como si me hubiesen dejado caer un piano en cima.

- No se preocupe, se le quitara en un día o dos. Después de todo, su cuerpo estuvo mucho tiempo inactivo y debe habituarse nuevamente a su ritmo de vida. – abrió los ojos, con la vista algo más enfocada.

-Tenga - le extendió el pañuelo que tenía en su mano. Lo aceptó y limpio los restos de sangre en su rostro y cuello.

- Gracias…- dijo algo desorientada. Parpadeo un par de veces, con la vista clara.

Alzó las cejas complacido – Ya no necesitara las gafas, su problema a la vista junto con las graves heridas que le provocaron las balas ya no le afectaran nuevamente.

-Tú sangre regeneró los tejido y corrigió mi astigmatismo. – comentó incrédula, sin dejar de parpadear.

-Yo me regeneró. De la nada vuelvo aparecer…- se cruzó de brazos – si me trae a mi de la nada, ¿Qué más difícil será arreglar un problema visual y unas cuantas lesiones internas?

Nuevamente intentó incorporarse, y nuevamente estuvo a punto de fallar si no hubiese sido por la intervención del conde que la sostuvo, justo a tiempo, cuando un potente mareo la iba vencer nuevamente.

La tomó de los hombros y la mantuvo sentada, mientras se recomponía.

Y aprovechando que estaba de espaldas, acercó su rostro a su cabello y aspiró el suave aroma. Jamás se cansaría de sentirla con cuidado bajó hacía el cuello y sin preguntar se sentó atrás de ella, y la afirmó contra él.

Integra se quedó quieta, y sorprendida.

Nunca, su sirviente, había traspasado de manera tan evidente esa línea que los separaba. No sabía como reaccionar a todo eso que le sobrecogía y al mismo tiempo la llenaba de una extraña tranquilidad. Estaba demás decir que sus sentimiento era totalmente opuestos a lo que realmente debería sentir, es decir, Alucard era un vampiro.

Un peligroso y mortífero vampiro.

Y a pesar de esas terribles características, se sentía tan bien su cercanía. Sentir su respiración en su nuca le producía escalofríos, aún sabiendo que en realidad no le era necesario respirar.

Él, acercó su boca al oído y le susurró. – No se imagina como me complace tenerla de vuelta, condesa. – Por primera vez, Integra Hellsing, se dejó sentir. Podría deberse a su reciente vuelta al mundo real, a su estado debilitado de su cuerpo y mente. Se podrían dar millones de razones así misma, las podría respaldar y dar fe de ello, pero en el fondo bien sabía que la muralla entre ambos caería en algún momento.

Y este era el principio del fin. Fin que a pesar de todo, retrasaría todo lo que pudiera. De forma inesperada, puso una de sus manos sobre las de él, correspondiendo el gesto. No había nada que decir.

Alentado por su aceptación, deslizó sus manos por sus brazos y se posesionó de su cintura y enterró su rostro en el hueco de su cuello. Lo deja hacer, por esta vez.

-Le fallé mi maestro…no estuve cuando me necesitó – su voz era un susurro bajo en su oído, un escalofrió la recorrió. Negó con la cabeza. A su manera se estaba disculpando.

-No – volteó la cabeza un poco para verlo de perfil. La miraba sin expresión. – Tú cumpliste lo que te encomendé, lo demás fue imprudencia mía. – volvió su vista al frente. De a poco los recuerdos volvieron a ella.

La lucha estaba cada vez más encarnizada. Integra sentía la adrenalina fluir por sus venas, y cada unos de sus sentidos a flor de piel.

Se sentía viva.

Los cuerpos de los ghouls caían como moscas bajo la fuerza de su espada y la potencia de su fusil, mientras se alejaba de la improvisada protección de sus oficiales. Eran tan obvias sus intenciones. Ya tendría una larga charla con la oficial Victoria acerca de sus habilidades en el campo de batalla. Quizás un enfrentamiento podría despejar sus dudas en cuanto a sus capacidades de defensa.

Sonrió.

Sin ser realmente muy conciente de ello, ya se encontraba en el otro extremo. Los cuerpos estaban regados a su alrededor y ella seguía fresca como una lechuga.

La figura adolescente de un niño se abrió camino entre los muertos, empujando y pateando a cuanto individuo se le cruzara por delante. Traía su vista fija en ella.

Integra al verlo con la decisión y el aplomo que se movía supo al instante que era el líder del grupo – la rata mayor –. Se irguió con altivez y le regalo una mirada despectiva.

El chico se cruzó de brazos frente a ella – Integra Fairbrook Wingate Hellsing, un gustó conocer a la ramera que asesina a nuestra especie – hizo una mueca de rabia.

Alzó las cejas, despreocupada – Lamento no compartir el sentimiento, ¿cual es tú nombre? – Preguntó – Claro, suponiendo que tienes uno, por supuesto – completó despectiva.

-¡Maldita perra! – Increpó – Claro que tengo nombre, Reynold Black.

-Entonces Reynold Black, deja tú parloteo innecesario a vamos a lo que nos convoca.- Alzó la espada, mientras el vampiro hizo lo propio.

Y ambos se enfrascaron en una lucha, en la que estaban igualados. A pesar de ser humana Integra tenía una gran dominio de esa arma, después de todo había sido entrenada por el ángel exterminador y por el mismo rey de la no vida. Comparado con esos dos, este chico no tenía oportunidad.

Recibió varias cortadas, pero pudo debilitarlo lo suficiente. Estaba por darle el golpe final cuando escucho el gritó de la oficial Victoria.

Giró el rostro rápidamente sin quitar la espada de la yugular del vampiro. Bufó molesta. Serás estaba en aprietos, en graves aprietos. Volvió su atención a su enemigo y sin siquiera parpadear lo eliminó.

Rápidamente se dirigió hacía el enorme oponente de la chica policía. Sin percatarse de su presencia el vampiro siguió con su perorata interminable. Apuntó hacía él y sin tomar demasiado cuidado disparó en el acto.

El cuerpo cayó estrepitosamente al suelo.

La muchacha la miró agradecida -Señor Hellsing…-murmuró atónita -…yo…- balbuceó.

No prestó demasiada atención a sus palabras, tenía un mal presentimiento -Levántate Victoria, esto no ha acabado- cortó bruscamente, mientras cambiaba el cartucho de su arma.

Dando un salto obedeció al instante.

No sabiendo que hacer, solo atinó a bajar la mirada con gratitud y vergüenza, antes de decir -Yo…muchas gracias Sir Hellsi…

Ahí vino el sonido de los disparos. Un potente calor invadió su cuerpo, mientras sentía que sus ropas se mojaban, descendió la vista y se encontró manchada de sangre. El líquido caía, y su temperatura descendía.

Bajo la vista y se encontró con los ojos burlones del vampiro antes de auto eliminarse.

-Mal…dición – murmuró antes que sus sentidos se nublaran completamente.

Alucard asintió con comprensión. Así que eso había pasado. Maldita escoria, si hubiese sido por él, ahora estaría transformándose en la mierda de sus sirvientes.

-Así que fue eso lo que pasó…- utilizó un tono inexpresivo.

-Ciertamente fue un traspié insulso y reprochable.

-Eres fuerte, condesa…- le susurró ronco – Fuerte, orgullosa, e implacable, pero a la vez eres humana y ese es tú limitante.

- ¿Cuánto tiempo estuve dormida? – ignoró el comentario. Hoy no trataría con ese tema, más adelante quizás, ahora prefería evadirlo. Todo lo que pudiera.

La usual mueca dentuda decoró el rostro del vampiro. Su paciencia prontamente iba a ser recompensada, y sus deseos se realizarían tal como había planeado. – Aproximadamente seis meses.

-Demonios. – maldijo en voz baja. – ¿Quién ha manejado la organización en mi ausencia? – de pronto una insipiente jaqueca comenzó a afectarla. Algo le decía que no le iba a gustar la respuesta.

- La real orden de inútiles. – fue el burlón comentario.

- Alucard. – advirtió.

Sonrió divertido – Cuando te enteres lo que han hecho a tú organización, créeme que utilizaras palabras mucho coloridas para calificarlos…- rió entre dientes.

Se tensó e intentó zafarse de su agarre, con la firme intención de revisar el estado de sus asuntos y desollar al montón de ineptos que osaron cambiar algo de su herencia familiar.

- Alucard, déjame ir – ordenó fría.

-Lo siento maestro, pero usted aún no esta en condiciones de disparar a nadie…al menos por ahora.

- Muy gracioso, sirviente – siseó enojada. – Pero ahora quiero ir a mi oficina. – siguió forcejeando.

Chasqueó la lengua con reprobación – No.- la apretó más contra si – Tú cuerpo esta débil y debe recomponerse antes de enfrentar a esos buitres, condesa. – Ella se detuvo, levemente – Nunca has sido impulsiva al momento de escoger lo mejor. No es momento para comenzar ahora.

- Hay algo más de lo que deba enterarme. – fue el seco comentario.

-Sí. – e hizo una pausa y se levantó de la cama para mirarla a los ojos – pero por ahora no te lo diré. – la miró gravemente. – no hasta que tengas las fuerzas para poder salir bien librada.

- Estás tentando tú suerte, vampiro. – Su voz tomo un tinte siniestro.

-No mi estimada dama, aún no lo he hecho – sonrió enigmático y desapareció.

Integra lanzó un bufido frustrado y se dejó caer molesta en la cama. Por ahora, actuaría con recato y tomaría el concejo de su sirviente. Después de todo aún se sentía mareada e incomoda.

Sin siquiera percatarse nuevamente se quedo dormida, pero con la extraña tranquilidad de que después de todo, al fin estaba de vuelta y triunfaría por sobre la adversidad. Más que mal tenía una ayuda sobrenatural para auxiliarla.

Sonrió, tenía nada más ni nada menos que al conde Drácula para apoyarla.


Dos meses después…


-¡Por todos los demonios! – Gritó exasperada – ¡Sal de mi oficina de una maldita vez!

- Yo se que no lo dices en serio. – contradijo divertido, sentado tranquilamente en el asiento frente al escritorio de Integra con los pies sobre la mesa – No puedes vivir sin mi después de todo, amo.

En respuesta le lanzó un cenicero de plata, que fue elegantemente esquivado, por unos cuantos milímetros, y que se estrelló estrepitosamente en el muro contrario. Dos segundos más y le hubiese dado de llenó en la cara. Lastima, hubiese sido un hermoso golpe, se consoló mentalmente.

- Tsk…tsk…tsk…- chasqueó con la lengua con desaprobación. – Hay mejores maneras de llamar mi atención. – su semblante se tomó un tinte enigmáticamente sensual, mientras alzaba las cejas divertido y sugerente.

Si hubiese sido por ella, le hubiese borrado la cara a balazos.

- ¡Maldito vampiro idiota! – Exclamó hecha una fiera, se levantó como un resorte – ¡Desaparece de una endemoniada vez, si no quieres que te vuelva a encerrar en el mugroso calabozo hasta el fin de los tiempo!

- Pero que carácter. – chasqueó la lengua con falsa molestia – Si sigue a este ritmo envejecerás más rápido.

Y esa fue la gota que derramó el vaso – ¡LARGO! – Bramó, apuntando la puerta – ¡Largo de mi oficina, ahora! Y no quiero ver tú no viva cara en un largo tiempo, uno o dos años como mínimo.

Tomándose todo el tiempo del mundo bajó los pies del escritorio con lentitud y se levantó con tranquilidad. – Pareces que estas algo ofuscada, mi dama, me retiro. – hizo una venía sarcástica y se dirigió hacía la puerta.

Aún rígida frente a su escritorio Integra respiraba entrecortadamente y tenía otro cenicero apretado firmemente en su mano. Un motivo, necesitaba un maldito motivo para utilizarlo de blanco de entrenamiento.

Frente a la puerta y con la mano puesta en el pomo; giró la cabeza y le dirigió una mirada, evaluativo. – Por cierto, nos vemos al atardecer…- le sonrió insinuante.

Ya estaba, se lo había buscado. Haciendo uso de todas sus fuerzas le lanzó el cenicero a la cabeza. Pero él desapareció detrás de la puerta con una risita baja, antes de que el objeto lo tocara.

Se incrustó con fuerza en la puerta.

Aún respirando entrecortadamente se dejó caer en su silla pesadamente. Temblando buscó en sus cajones algún puro, necesitaba urgentemente uno, mientras lo prendía, no pudo evitar que un ligero sonrojo le coloreara levemente las mejillas, con una mezcla de vergüenza y enojo.

Ese vampiro era un descarado y tenía la maldita costumbre de hablar demás, de forma explicita. Honestamente era necesario que bromeara con esos temas. ¡Por los dientes de la reina, por supuesto que no era necesario! Pero no, ahí estaba con su condenado ego y su cochino sentido del humor.

Bien, pero ya tendría su revancha. Sabía perfectamente donde le dolería más el golpe. Haber si con esto aprende a controlar sus comentarios, con una restricción indefinida a su habitación y el retraso en ciertos planes serían un escarmiento más que suficiente.

Sonrió enigmáticamente y expulsó el humo con satisfacción.

Ya con el plan trazado en la mente y con un renovado buen humor, retomó su trabajo de oficina. Sin saber que era observada por un par de ojos rojos desde las sombras, Alucard rió internamente antes de dirigirse a sus cámaras, ansioso de que llegará el atardecer rápidamente y probar la fortaleza mental y física de su condesa.

En especial la física.

Amaba sus batallas y peleas, porque las reconciliaciones eran de lo más gratificante, que podía decir lo enloquecía su testarudez, con este último pensamiento se sentó en su gran silla con copa en mano, esperando que la tarde volara de una vez, para cumplir todos sus propósitos.


Fin.Pues todo lo que inicia tiene que acabar y aquí termina esta serie…un millón de gracias a los que han leído la historia y han dejado comentarios ^^ Lamente si el final no fue espectacular ni nada, pero simplemente al final se me fue la inspiración, en fin. Ya está, saludos para todos, y les vuelvo a agradecer, su tiempo y comentarios.


Nos leemos pronto.

Saludos.

Brisa Black.-