Autor: Kami-cute

Autor: Kami-cute

Summary: Él adoraba esa canción. Era una pequeña obsesión que tenía. De a poco, lo corrompía. Y ella no lo supo nunca. Fue tarde cuando se enteró. Lo que quedaba de él, no tenía ni una pizca de razón. Universo Alterno.

Advertencias: Oh sí, sí. Es una novela gore, es decir, contiene asesinatos. Al que lo impresione, por favor, le ruego no lo lea. Y si lo hace, queda claro: yo se lo advertí.

Declaimer: Naruto y sus personajes no son míos. Si lo fueran, Kiba sería mi esposo y Sasuke...Sasuke sería violado por mi persona.

Notas de autor: Estoy loca. Sí, lo sé. Pasé de lo romántico y la ligera muerte de amor a los asesinatos y los enfermos psiquiátricos. Lo sé, lo sé. Pero no, no me caí de ningún lado y quedé inconciente por un par de semanas. Nop. Simplemente, quise cambiar de aire. Sólo eso. Deben admitir que la idea no está tan mal...

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x... Mente infantil ...x

Todos lo decían. Nadie lo callaba. Y eran tan bastardos. Jamás fueron capaces de ocultarlo. Jamás fueron capaces de decir una mentira en su lugar. No, nunca. Siempre lo decían en su cara. Pero él era tan idiota. Oh, pequeña alimaña. Nunca reprochó. Nunca dijo nada. Esa pequeña boca de niño, se mantenía cerrada. Sólo sonreía. Pero sonreía como un loco y a la completa nada.

Las paredes grises a su alrededor, lo estaban atemorizando. Absolutamente todo era cubierto por ese horrible y frío gris. Y él no era feliz. Había entendido, a su corta edad, que los horfanatos sólo traen tristeza y dolor, en raciones grandes. Pero él no era un huerfano común. Oh no, nunca lo sería. Él se enfrascaba. Se encerraba en un universo alterno. Su universo, suyo y solamente suyo.

Todos creían que era un demente. Un enfermo mental. Pobre niñito. Tan pequeño y tan lindo. Pero siempre mantenía su boca cerrada. Las monjas del horfanato creían que era por lo que le había pasado. Pobre niño. Quedar huérfano a causa de un accidente automovilístico. Sin su madre ni su padre. Creían que era por eso que el pequeñito callaba. Y que sólo hablaba para cantar esa inmunda canción.

Una señora mayor, vestida con una túnica larga color negra, llevaba del brazo a un pequeño de ojos negros. A la fuerza. A lo bruto. Pero el niño no se quejaba. No decía nada. Solamente, susurraba una tonta canción. La monja entró a un cuarto, llevándo consigo al pequeño. Frente a ella, otra señora muy impresionada.

- Dígame, hermana ¿qué hago con este niño?

- Lo que hacemos con todos, hija mía, simular un hogar

- Hermana, pero éste niño no es normal...

- Hija, todos son hijos de Dios. Ante él somos todos iguales.

- ¡Éste niño es el diablo en persona!

Oh sí, la hermana Shizune conocía bien los defectos del niño. Porque desde que había llegado a ese gris y triste lugar, ella lo consentía. Lo malcriaba. Pero jamás creyó que el niño fuera una alimaña. Algo que debe exterminarse por el bien de otros. Lo supo luego del primer año que él vivía allí. Cuando lo vio matar con sus manos a ese pequeño pajarito bebé. Pero creyó que era por no entender. Y luego volvió a presenciar su maldad, al ver estrangular a un pobre cachorro. Y hoy, se asustó. Al ver como el pequeño Itachi intentaba asfixiar a uno de sus compañeros.

- Hermana, no pierda los estribos...

- No, no puedo seguir así... –explicaba la pobre hermana Shizune-. Es un monstruo. Por favor, ayúdeme.

- No creo que el niño Itachi sea tan malo como usted dice...

- ¡Quiso asfixiar a Kakashi!

Sor Tsunade colocó su mano sobre el hombro de la hermana Shizune y la miró fijo. Descubrió el miedo en sus pupilas. El terror. Y luego, dirigió su mirada al pequeño Itachi. A sus ojos negros, sin emoción alguna. Sin algún asomo de vida. Y entendió que la bestia, había renacido en él.

x...x

Los ojitos negros del pequeño Itachi asomaban al sol desde la ventana de su cuarto. Tenía prohibido ir al patio. Estrictamente prohibido. Pobre, los niños no querían jugar con él. Le tenían miedo.

Sólo una de sus tantos compañeros se quedaba a hacerle compañía. A soportar el terrible silencio. A soportar el miedo. La pequeña y dulce Sakura. De ojitos verdes y sonrisa angelical.

- Itachi-kun, te hará mal estar siempre frente a la ventana

Y ahí estaba de nuevo. Siempre preocupándose por él. Por su bienestar. Y aunque era algo tan tonto y simple, a Itachi le gustaba. Por eso es que dejó de mirar la ventana, para pasar a mirarla a ella. Y Sakura le sonrió.

- Ven, júguemos algo. Sino, vamos a aburrirnos mucho

Itachi descendió de la pequeña tarima que había construido para ver el mundo exterior. Caminó un par de pasos y se sentó a un lado de Sakura. Y sintió su dulce perfume infantil. No sabía si debía. Jamás lo había hecho pero—En un intento de callarse, mordió su labio. Pero no pudo contenerse.

- Hueles...bien... –dijo en una voz extremadamente suave Itachi.

- Gracias –le respondió Sakura.

No, ella no se había asustado. Mucho menos, había tomado impresión. Ella sabía que Itachi hablaría. Pero jamás supo que las palabras que diría...serían sólo para su bienestar. Por ella, nada más.

x...x

Una niña de ojos como el bosque y un niño de ojos noche estaban sentados, en el frío suelo de una habitación vacía. Ella, con un muñeco entre sus manos. Y él, sin nada qué tener. Ella le extendió sus manos, con el zorro de peluche entre ellas. Y él, no se resistió en tomarlo.

- Se llama Kyuubi –le dijo Sakura.

- Qué lindo nombre.

Quiso sonreír, para responderle a Sakura, pero ni un amago de eso salió. Le era difícil. Él no podía ser sensible. Pero Sakura era otra cosa. No era una persona. Para él, era una especie de refugio natural.

- Puedes quedártelo

- ¿En serio?

- Sí. Necesitas alguien que te haga compañía cuando no estoy y Kyuubi puede hacerlo...

- Gra—cias...

Sólo Sakura sabía cuanto le había costado decir esa corta pero gratificante palabra. Y sólo ella sabía cuanto le había costado, cuanto esfuerzo había hecho el pobre Itachi, para poder hacer una sonrisa. Pequeña, diminuta, casi insignificante, pero una sonrisa al fin. Y sólo, para la linda Sakura.

x...x

Itachi estaba sentado, en su cama, con Kyuubi entre ellas. Sus ojos negros apuntaban directo al muñeco. Lo investigaban. Lo estudiaban. Con alegría. Con cariño. Veía en él, la dulce preocupación de Sakura.

La puerta de su cuarto se abrió y él giró la vista, feliz de ver a Sakura. Pero ella no era la de siempre. Estaba derramando un extraño líquido transparente por sus ojos.

- ¿Qué pasa? –le preguntó Itachi.

- Ka-kuzu me qui—tó mi rega—lo de navida—ad –decía Sakura entre hipos del llanto

Itachi miraba fijo a Sakura llorar. Él no sabía que era eso que ella derramaba. Tampoco sabía porqué él nunca había estado en una situación así. Pero aunque no conocía la sensación de llorar y no sabía lo que era, le molestaba. Y le molestaba más que fuera Sakura la que lo hiciera.

x...x

Era invierno y estaba nevando. La nieve era hermosa. Cubría cada lugar del horfanato. Y por ser un día especial, dejaron a Itachi salir. Sakura iba con él a todas partes. Y cuando se separaban un poco, Itachi se encaminaba hacia donde ella iba. Porque hacía tanto tiempo que no salía de su cuarto que creía que se perdería y dejaría de ver a la pequeña.

Fueron al patio, a jugar en la nieve. Pero Itachi al ver a Kakuzu y recordar lo que había hecho, empezó a seguirlo. Dejó de lado a Sakura, porque tenía un pendiente. Ago que tenía que cobrar.

Siguió a Kakuzu hasta la puerta de entrada del horfanato, que tenía un gran techo empinado, con un montón de nieve acumulada. Ahí, lo acorraló.

- Déjame en paz, montruo

Kakuzu estaba realmente aterrado. Una sensación extraña recorrió el cuerpo de Itachi. Y al sentir en el aire ese nuevo aroma, el aroma a miedo. Enloqueció. Una mirada realmente sadista cayó sobre la víctima. Sobre el pobre Kakuzu. Y la canción empezó a sonar.

- Yo tenía diez perritos –cantaba Itachi.

- ¿Qué dices, monstruo? Déja de hacerte el tonto...

- Yo tenía diez perritos, uno se perdió en la nieve... –Itachi clavó sus ojos negros en los de Kakuzu y percibió el terror- ¡no me quedan más que nueve!

Itachi levantó una piedra del suelo y golpeó el techo de la entrada. Kilos de nieve cayeron sobre el cuerpo de Kakuzu. El pequeño cuerpo, que ahora, yacía bajo una sepultura helada. En el rostro de Itachi, sólo la mueca de gozo y palcer. Una sonrisa maníaca y psicópata en sus labios. Eso se había sentido tan bien. Sí, era perfecto. Y ese fue su primer asesinato.