Hola. Aquí el IV y último capítulo de este fic. Debo confesar que me encantó esta pareja, me enamoré de los Merodeadores y, sobretodo, amo a James (bueno, ya amaba a Harry, así que no hay tanta diferencia).

Espero que les guste.

Ember...

Pastel Soñado

Capítulo IV: Devorar.

Estaba nervioso, más nervioso de lo que quería aceptar

Estaba nervioso, más nervioso de lo que quería aceptar. Su mirada cafesosa se dirigía cada ciertos intervalos de tiempo hacia la escalera que subía para los dormitorios de las chicas, y su corazón latía más fuerte cuando un pie se asomaba, aunque nunca era ella.

Remus sonreía sobre su libro, mirando los gestos preocupado de su amigo, que eran más notorios de lo que él mismo se atrevía a pensar. James parecía un león enjaulado, mientras esperaba a la primera chica que sería una "cita seria" para él.

Los minutos pasaban, corrían y se mostraban en el reloj que adosaba la pared de la Sala Común. Y ella parecía haberse olvidado de que más de cinco minutos habían pasado para la hora señalada… ¡más de cinco!

- James, recuerda que las mujeres siempre son impuntuales- le señaló Remus, intentando disimular la sonrisa de su rostro demacrado… se acercaba la luna llena, y eso siempre lo hacía ver de peor aspecto.

Su amigo se volteó a verlo, y alzó una ceja… incrédulo.

- ¿Siempre?- le preguntó dubitativo… las mujeres solían ser más que puntuales cuando se trataba de él.

El prefecto asintió.

- Si estás así por una cita, no quiero ni imaginar cómo será cuando te cases- murmuró como un gruñido, que fue demasiado perceptible para el buscador- Ahí se demoran incluso horas en llegar a la ceremonia-.

James quedó estático, con su boca semiabierta y se irguió un poco en el sillón.

- ¡¿Horas?!- gritó, olvidándose que en la Sala aún quedaban alumnos- ¿Estás diciendo que Lily se demorará horas en llegar para nuestro matrimonio?-.

El licántropo no pudo evitar romper en una carcajada al escuchar ello, y no quiso ni pensar qué habría dicho Sirius de escuchar esa verborrea de sinceridad por parte de su amigo.

Pero incluso algo mejor pasó en ese momento, y un comentario dulce se escuchó desde el final de la escalera.

- ¿Cuándo nos casemos, Potter?- preguntó una coqueta Lily, mirando a su cita- No pensé que fueras un hombre tan serio-.

El aludido se tornó morado tras darse cuenta que su comentario había sido oído por la muchacha pelirroja que esperaba, y se volteó abochornado a verla, sin estar seguro si quería proseguir con aquella cita que, aún sin empezar, se veía destinada al fracaso.

Su boca se abrió al fijar sus ojos en ella, y decidió que seguiría… aunque todo pareciera salir mal. No podía dejar que esa chica se escapara de sus brazos.

Lily Evans iba vestida casual, con unos jeans ajustados propios de la moda muggle que tanta sensación causaban. Su torso estaba cubierto por una camiseta ligera de un tono verde, tan verde como sus ojos. Y sus labios estaban levemente maquillados con un brillo que hacía centellear su sonrisa espectacular.

Se levantó de la silla, anonadado y algo confuso, y caminó unos pasos hacia ella, sin saber cómo actuar a continuación.

- Ehm… pues…- ¡James, ya empezaste a titubear!, ¿qué te enseñó Sirius?, un león, el rey de la selva… eso tienes que ser- Te ves hermosa-.

El simple comentario, muy cliché, provocó un notorio azoramiento en las mejillas pecosas de la chica, que pestañeó exageradamente. Remus miró divertido como la pareja se asemejaban dos tórtolos prontos a desmayarse frente a la sola presencia de uno junto al otro.

- Ya se deberían ir, o sino tendrán que hacer a pie todo el camino- les recordó, tomando nuevamente su libro sobre "Transmutación" y hundiendo sus ojos lobunos en el.

Ambos asintieron nerviosos, dirigiéndose esas miradas propias de niños pequeños que están próximos a cometer alguna travesura.

Y él suspiró, dándose fuerza como macho recio que era - ¡Vamos, un merodeador… siempre es un merodeador!- y decidido, estiró su mano hacia Lily.

- ¿Vamos?- le preguntó, en un tono algo más áspero por la saliva que pasaba espesamente a través de su garganta. Ella sonrió, con aquella sonrisa de cuento de hadas que a él tanto le fascinaba, y entrelazó su mano pequeña con la de él… y juntos salieron por el retrato.

- Tan complicados que son…- se dijo Remus- No se dan cuenta que son el uno para el otro… que siempre lo han sido-.

OoOoOoO

¿Quién lo diría?, llevaban ya un buen rato de cita… y parecía mejor de lo que habían creído en un principio.

James era un caballero, no sólo cuidaba de que no se fuera a caer y siempre le cedía el lugar hacia el interior de la vereda, sino que tenía un sentido del humor bastante menos sucio de lo que ella imaginaba.

A su vez, James opinaba de forma parecida… No había ni huella del "Huracán Evans" que tanto le desagradaba, más bien había una chica dulce, inteligente y con una gran personalidad que lo estaba cautivando, como ninguna otra lo había hecho con anterioridad.

Cada vez que se acercaba a ella entre los estantes de la librería que habían ido a visitar, o cuando le decía un comentario ingenioso en el oído, acercándose sutilmente a ella frente a una vitrina… sentía ese aroma a chocolate que tanto le gustaba, y cuando llegaba a rozar su nariz con su cuello pálido podía percibir el clavo de olor que completaba esa mezcla deliciosa.

Lily se sonrojaba con esas palabras que le dedicaba. Eran frases pícaras y tiernas que la hacían enrojecer.

- Sabes, Lily…- le comentó, entre los estantes de la librería mientras ella buscaba la edición que necesitaba para la clase de Pociones- Aquella noche que te vi entrar por el retrato de la Gorda, cuando te entregué tu tarea, ¿recuerdas?-.

Ella asintió, sorprendida por como la había llamado, aunque considerando que estaba en una cita lo lógico era que la llamara por su nombre. Mas actuó como si no lo estuviera tomando muy en cuenta y lo miró de reojo, mientras hacía como que leía la contratapa de un libro.

- Esa noche entendí porque el Avada Kedabra es de color verde-.

La muchacha no entendió el comentario y dejó el libro sobre el mesón en el que estaba, para luego mirar al chico con una ceja alzada.

- Ya…. ¿y?- ¿Estará titubeando de nuevo?

Él sonrió, y tomó una de sus manos con cuidado, queriendo retener ese rostro en su retina por siempre…

- Al igual que tus ojos… aquel verde es para matar-.

Un torrente de sangre subió hacia las mejillas de la chica, sin poder evitar una risa ridícula que se escapó de sus labios. James ahí vio su oportunidad para atacar… y se lanzó hacia esos labios semiabiertos, seguro que ahora no sería rechazado.

Mas se equivocó, y Lily corrió su rostro con un ademán coqueto.

- Lo siento, James- le respondió, saboreando las sílabas de su nombre con un toque de picardía- pero te hace falta un poco más de esfuerzo… para conseguir lo que quieres-.

Y se alejó de él, rozando casualmente con su mano el torso del chico, para ir a pagar el libro que había encontrado.

Una vez salieron de la librería, con todas las compras necesarias ya hechas, James se atrevió a rodear con su mano la pequeña cintura de Lily. Ella se lo permitió, sin decir nada al respecto… aunque él creyó sentir un leve tiritón en el cuerpo de la chica al aproximarla a él.

- ¿Vamos a tomar algo?- la invitó, rogando que no le pidiera ir donde Madame Tudipié, nada peor que un local rosa para apagar todas sus ganas de seguir una cita.

Ella pareció razonar tal posibilidad, no estando segura si el lugar al que prefería ir era la mejor opción… después de todo estaría rompiendo una de las tantas tradiciones de las parejas en Hogwarts, y romper tradiciones siempre conllevaba a la mala suerte.

- Claro, pero no quiero un café- aclaró de inmediato, ante el gesto dubitativo de su acompañante- Quiero una cerveza de manteca en "Las tres escobas", ¿te parece?-.

El cielo pareció iluminarse tras aquella propuesta, y James sonrió ampliamente… sin poder evitar acercarse a la chica y besar su mejilla en un gesto espontáneo… tan cariñosos que solían ser los Gryffindor.

¿Habrá otra igual a ella?... ¡no!, imposible. ¿Cómo es que nunca me atreví a invitarla a salir antes?

Lily sonrió y se adelantó un par de pasos.

- Vamos entonces- lo apuró, y caminaron hacia el local siempre tan repleto de gente.

Las personas se apretaban alrededor de las mesas del concurrido lugar. Muchos alumnos estaban ya con cerveza en mano disfrutando de risas, relajo y una que otra entretenida conversación.

La prefecta pudo avistar una pequeña mesa desocupada en uno de los rincones, corriendo hacia ella para evitar que alguien la fuera ocupar… no quería esperar a que James echara a alguien para usar su mesa. Y sí, estaba segura que él sería capaz de hacerlo.

Apenas se sentó dejó sus compras a su lado, y esperó a que el chico tomara asiento frente a ella, sintiendo como muchas de las miradas se clavaban en ellos, para luego escuchar todos los murmullos que se elevaban acerca de su "incipiente relación".

- Buenas tarde- saludó la Srta Rosmerta, una muchachita con un cuerpo realmente envidiable- ¿Qué desean ordenar?-.

James no pudo evitar mirar a la mesera con un leve gesto pícaro y sonrió. Ella era una de las razones por las que le encantaba ese local.

- Dos cervezas de manteca- respondió Lily, sin poder evitar un tono de reproche al responder la pregunta de la mesera.

Pero ella no se dio cuenta y sonrió, anotando en una libreta.

- Se los traigo de inmediato- aclaró, mirando al chico sin el menor deseo de esconder esa sonrisa coqueta- terroncito- finalizó acariciando la mejilla de James en un notorio flirteo, y se volteó meneando sus redondas caderas.

- Parece que te gusta bastante- comentó Lily, frunciendo el ceño aún en contra de su intención. No le gustaba mostrase celosa, menos aún en la primera cita… era para espantar a cualquiera.

Él sonrió, halagado por la reacción de la pelirroja.

- ¿Celosa acaso?- la pregunta no era necesaria, pero el tono que usó al hacerla provocó un leve sonrojo por parte de la chica.

Lily se encorvó sobre la mesa y se acercó a él, hablando en un mínimo susurro:

- ¿Debería?-.

El muchacho también se inclinó, llevando a que su mano rozara la ella, la cual no se inmutó frente a tal caricia que quería pasar desapercibida.

- No te confíes, Lily- la amenaza sonaba seductora y la sonrisa que acompañó la última sílaba fue la guinda de la torta.

Los ojos verdes de la pelirroja parecieron refulgir y se acercó un tramo más, un palmo más hacia el rostro de James.

- No me confío, James- aclaró, con aquel susurro rítmico y cautivante- Recuerda que el que tiene que luchar en esta batalla… eres tú-.

Una risa fría se escapó de sus labios, y pegó en la nariz pecosa de la muchacha. Sus ojos brillaban, conquistando, arriesgando… pareciendo jugar a una partida de estrategia que llevaría a ambos a la cima.

Él aspiró ese dulce aroma que expiraba de la respiración pausada de la pelirroja, y se sumergió en ese mar de olores que lo llevaban a recordar sus maravillosos días infantiles, con juegos frente a la tibia chimenea.

Lily Evans era asombrosa. Y era sólo ella la que lo llevaba a pensar una y otra vez en su familia… en su hogar.

- Lo sé…- fue un murmullo, un olvidado murmullo que chocó contra los labios rosa de la chica que veía como un beso iba a ser arrebatado de sus labios… y de su corazón.

Se acercaban, lentamente, armoniosamente. Se comían con la mirada, se devoraban con los ojos… y ambos sabían que era el momento, el esperado momento.

James ya podía percibir su sabor achocolatado, dulce y picante. Podía saborear esa mezcla de sensaciones que se revuelven en el estómago antes de un hecho que se anhela, que se desea con todo el corazón…

… Y cuando ya rozaba, ya creía acariciar esos afables labios con los suyos…

- Pero que pareja, justo a los dos que buscaba- interrumpió la voz de Sirius, seguido por una carcajada perruna que llevó a que ambos se separaran en el acto.

- Sirius…- murmuró James con un claro dejo de decepción. ¡Maldito Sirius!

El aludido sonrió y se sentó junto a su amigo, invitando a su acompañante- la rubia Virginia de Ravenclaw- a que se sentara frente a él, a un lado de Lily.

- ¿Cómo lo han pasado?- preguntó, mirando a una Lily notoriamente molesta.

- Bien, hasta que llegaste- le respondió la pelirroja, sin esconder la antipatía que sentía hacia el chico Black.

Sirius rió tras el comentario y miró con coquetería a Viginia, la rubia escotada que sonreía como estúpida… ¿Cómo quedó en Ravenclaw?

- Por Merlín, Evans, no hay necesidad de tanta bronca. Piensa que ahora eres como mi cuñada….- sus ojos grises brillaron frente a tal idea- ¿qué tal, cuñi?-.

Lily no pudo evitar fruncir el ceño exageradamente. Se había olvidado del mayor defecto que tenía James Potter: claro, como no, era el mejor amigo de Sirius Black.

James a su vez golpeó la espalda de su mejor amigo, y sonrió de forma nerviosa. Se le había ido ese detalle… ¿cómo haría para que Lily dejara de odiar a Sirius?, después de todo él era como el hermano que no tenía… y no le gustaría que su mujer odiara a su mejor amigo…

¿Mi mujer?... vaya….

- Creo que será mejor que ambos dejen de odiarse mutuamente- su voz sonó imperativa frente el rostro burlón de Sirius y la mirada molesta de la pelirroja- no sería bueno que se llevaran así-.

La prefecta mantuvo su ceño fruncido, pero desvió levemente la vista para dirigirse a su cita.

- ¿No?, ¿por qué?- la pregunta fue hecha sin el menor gesto de concordar con lo propuesto.

- Porque ambos son personas importantes para mí, y no me gustaría tener que escoger… nunca-.

La confesión fue hecha en forma tan casual, que Lily casi no se percata del mensaje escondido en la frase usada. Pero aquel susurro al terminar… aquel "nunca" que pareció un murmullo trazado por el viento, produjo un temblor en ella que le hizo cambiar su enojo por una sonrisa sincera y emocionada.

Sirius se irguió al escuchar las palabras dichas por su amigo. Sí, aquello que tanto lo asustaba se había hecho realidad… James se había enamorado.

Pero la tristeza que siempre pensó sentir al llegar un momento como aquel, cuando su mejor amigo se convirtiera en un enamorado empedernido, fue sustituida por una grata emoción: Si James era capaz de enamorarse, quizás él también podría lograrlo…

Sus ojos grises se dirigieron hacia la chica rubia que estaba frente a él, la ravenclaw con la que salía hace unos días, y tomó una decisión.

- Virginia, debo irme- Debo buscar mujeres menos zorras…- discúlpame.

La muchacha observó a Sirius Black levantarse con una ancha sonrisa en su rostro varonil. Parecía aliviado, como si un gran peso se hubiera esfumado de sus hombros, y caminó con su paso galante hacia la salida del local.

Virginia aún no salía de su asombro, pero cuando pudo cerrar su boca miró a la pareja… que claramente esperaba que los dejaran solos, y una vez logró comprender aquello se levantó, saliendo como un relámpago hacia la calle.

Lily miró a James, con aquellas verdes esmeraldas que brillaban como piedras preciosas atravesadas por un rayo de luna. Algo nuevo había nacido en ella al escuchar lo que James sentía, pensaba, con respecto al importante lugar que ella iba adoptando en aquel corazón…. Sintió un escalofrío tras la caricia que el muchacho propició en su mano, y supo que la batalla había sido ganada… y que solo faltaba el premio final.

Entre el mar de gente que los escondía. Las risas estridentes a su alrededor… Lily miró a James con un gesto nuevo, una súplica silenciosa de que aceptara todo aquel regalo que ella le quería dar. Y él pareció entender eso que se reflejaba en sus ojos, mas no así en sus palabras.

Se volvieron a acercar sin dejar de contemplarse, como si lo que fueran a vivir se asemejara al Olimpo materializado frente a sus ojos. El cabello de Lily parecía una conjunto de fuegos fatuos que enmarcaba su rostro de princesa… y los labios de James dibujaban esa sonrisa pícara que tan sexy lo hacía ver.

Un aroma dulce, como aquel del manjar más delicioso que mortal ha probado alguna vez, se coló por las fosas nasales del chico… y sus ojos se cerraron por impulso, por un llamado de los dioses a saber que la ambrosía que lo haría sobrehumano se hallaba a sólo unos milímetros de su boca.

Y sin meditarlo, sin cranear como el destino los unía por un beso para siempre… Lily y James; James y Lily… se besaron con aquella pasión propia de la adolescencia, y ese amor propio de los cantares de romance que hacía todo lo imposible posible… todo por un beso más.

La mano del muchacho se coló tras la nuca repleta de lenguas de fuego, sedosas y brillantes, aspirando ese aroma que lo podía volver loco y, a la vez, hacerlo aterrizar…

No podían existir labios más suaves, tiernos y deliciosos que aquellos de los que ahora se hacía dueño, de los que ahora era llamado a devorar. Y ese golpe de dicha, de furia, de pasión, de amor y de pasividad fue una mezcla que lo hizo elevarse y caer… caer con una sonrisa en su rostro cuando aquellos labios se separaron de los suyos.

Lily lo observaba con sus mejillas azoradas. Su piel resplandecía con un aura que la volvía casi inmaterial frente a sus ojos… como un ángel, el ángel de su salvación.

- Eres…. Maravillosa- murmuró James, todavía sumido en su asombro.

- Y tú eres Potter- él alzó una ceja, algo preocupado de que ella no sintiera lo mismo que él había sentido- Mi James Potter…-.

Y tras una risa coqueta… lo volvió a besar…

OoOoOoO

Los rayos de sol golpearon su rostro adormilado… haciéndolo despertar.

Elevó sus manos y se estiró, tal como siempre lo hacía por las mañanas. Dormir ahí era por lo que despertaba cada día, era la mayor felicidad que un hombre como él podía sentir.

Se volteó seguro de que hallaría su tesoro más importante a su lado. Y abrió sus ojos, sonriendo de antemano por su futura visión.

La pelirroja lo miraba con una sonrisa cómplice en sus labios rosa. Sus ojos verdes brillaban, cada día un poco más. Y rozó el rostro de su esposo, hipnotizada por esa sonrisa que él le dirigía.

El vientre de la chica estaba levemente abultado bajo su camisola… y James llevó una mano a el, sintiendo como su hijo debía dormir tras esa pálida piel que lo volvía loco. Sería hombre, estaba seguro, el hombre que se transformaría en el símbolo máximo del más profundo y esperado amor.

Lily se acercó a él y besó con ternura la punta de su nariz, para luego bajar a esos labios que siempre esperaban dichosos sus besos, sus maravillosos besos…

… Tal como James sabía, aquel roce le supo a chocolate, a recuerdos inolvidables… a tardes invernales que le producían nostalgia y goce, amor y tranquilidad…

Y mientras se besaban en aquella alcoba, de la casa que en Valle Godric habían comprado hace un par de meses…

James supo que lo anhelado había sido alcanzado…

…aunque nadie le advirtió que el pastel soñado podía ser tan obsesionante.

Fin

¿Tierno?. Espero que se hayan enamorado de James como yo me enamoré.

Un besote!