Hola! Primero que nada quiero desearles una feliz navidad y segundo que disfruten del one-shot. Gracias por leer


Regalo de Navidad

A las 22:34, después de haber esperado más de cuatro horas en la bendita banca de ese andén, aparté la mirada de los documentos y la fijé en las solitarias vías del tren. Me irrité al recordar que varios trenes las habían recorrido ya; trenes de los cuales salieron cientos de personas, menos Anna.

Me había pedido (ordenado más bien) que la recogiera a eso de las 18:00 en la Estación Central de Berlín. Su petición me pareció desconsiderada tomando en cuenta que era víspera de navidad y ella en ningún momento pensó que yo podría tener cosas que hacer, fiestas a las que asistir, un pavo que hornear, o alguien a quien acompañar. Pero ¿Por qué habría de hacerlo si ella me conocía perfectamente? Sabía muy bien que como muchos otros 24 de diciembre un solitario como yo permanecería en su estudio, con un litro de cerveza y un emparedado de jamón (no me gusta el pavo). Miré mi reloj nuevamente y me maldije. ¿Por qué siempre tenía que hacer lo que ella me dictara?

Era ya 1879. Me había torturado por un poco más de 10 años y planeaba que esa fuera la última vez que le cumpliría un capricho. Ésta sí sería la última vez. Miré con desesperación el reloj de la estación y frustrado volví a perderme entre los documentos ya que no habían pasado ni cinco minutos.

Me pregunté si habría cambiado. ¿Tendría el cabello más largo? ¿O se lo habría cortado? Ese día se cumplían exactos dos años desde la última vez que la vi y no podía evitar sentirme nervioso y ansioso por verla de nuevo, aunque fuera por última vez. Y este sentimiento se incrementaba por lo que me había escrito:

-Más vale que vayas, tengo una sorpresa para ti.

A decir verdad, me intrigaba lo que tenía para mí. Tal vez me diría que se quedaría a vivir en Berlín ya que su prometido se había cansado de ella, como nunca lo hice yo. Pero ya nada de eso importa, porque no tengo pensado volver a verla después de hoy. Dieron las 22:10 y escuché vibrar los raíles. A lo lejos divisé el humo de las calderas del tren y me levanté. Estaba dispuesto a irme si Anna no salía de ese tren. Salieron una, dos, diez personas, pero Anna aún no aparecía. Me resigné y di media vuelta para ir a casa, cuando escuché su voz y quedé congelado en el primer paso.

-Sigues siendo tan impaciente como siempre. ¿No podías esperar un par de minutos más?

Giré nuevamente y ahí estaba ella. No había cambiado para nada; hasta mantenía aquel dejo irónico en su voz. Todo parecía igual, salvo que ésta vez, aparte de una maleta en su mano izquierda, traía a una pequeña niña en la derecha. Era una diminuta flor rosada con los ojos pardos más hermosos que hayan existido. No le respondí ni cuando estuvo tan cerca que tuve que bajar la vista para seguir viendo a la niña, porque nada más parecía importar.

-¿Se parece a alguien que conoces?-me susurró Anna.

Levanté a la niña y la sostuve en mis brazos; luego miré a su madre.

-A mí.- respondí sintiendo pequeños y sutiles brazos alrededor de mi cuello.

Anna sonrió son sutileza mientras sus ojos me pedían disculpas.

-Se llama Liliane y está ansiosa por conocerte. Espero que tú también lo estés por conocerla.

Sonreí como no lo hacía en dos años y abracé a la pequeña Liliane.

-Feliz navidad, Anna. Llegas tarde. Espero que me des una buena excusa de camino a casa