Capítulo 8: Look for the girl of the broken smile...
(Busca a la chica de la sonrisa triste...)
En cuanto Victoire vio que no quedaba nadie más a quién Teddy tuviera que saludar, ella se abrió paso. Lo abrazó con todas sus fuerzas.
― ¡Te extrañé, Vic! ― exclamó Ted, y la soltó. Victoire se contagió de su sonrisa.
―Yo también. ¡No sabes qué aburrido es cuidar de todos los niños sola!― rió ―. ¡Tienes que contarme todo sobre Hogwarts!
― Pero, Victoire, te conté todo cuando la última vez que te escribí... ―replicó algo confundido, olvidando por un momento que él antes de entrar a Hogwarts también le pedía a Harry y a su abuela que les repitiese una y otra vez los mismos cuentos sobre el colegio.
― ¡Pues vuelve a contarlo! ― exclamó ansiosa y emocionada. Los dos rieron.
Se enfrascaron en una conversación sobre todos los detalles de Hogwarts: las clases, los profesores, los nuevos amigos de Teddy y… Roxie.
― Yo estoy de acuerdo con Carol y Dan: esa chica es una boba.
―¡Pero si ni la conoces! ―se enojó Ted―. Rox es simpática, divertida, linda…
―Entonces, ¿estás enamorado de ella? ―susurró Victoire, abriendo los ojos al máximo como si la palabra fuese alguna especie de maldición. Ted se sonrojó y su cabello cambió de color. Vic rió; sabía lo que eso significaba.
―¡No estoy enamorado! Sólo me gusta un poquito―se defendió Teddy, ofendido y enojado por haber sido tan obvio―. ¿Y qué? ¡A mí me puede gustar quién quiera!
Antes de que Victoire pudiese responderle que nadie había dicho lo contrario, James lo escuchó y se puso a gritarlo por todo Grimmauld Place. El resto de los niños se le sumó y cinco voces chillonas retumbaron por la casa:
― "A Teddy le gusta alguien, a Teddy le gusta alguien…"
Sobra decir que Teddy estaba furioso, lo que divertía aun más a los pequeños. Victoire intentaba no reír pero fracasó estrepitosamente. Pronto todo el lío se transformó en un juego (cuando Teddy pudo controlar su enojo -al menos parcialmente-).
Los niños corrían y se escondían de Teddy, que intentaba mimetizarse con el ambiente para que ellos no le vieran y, en cuanto alguno pasaba cerca, lo cazaba y le daba una buena dosis de cosquillas asesinas.
Antes, eso pasaba todas las tardes de lluvia, ya sea en su casa o en la de alguien más. Él y Victoire eran los encargados de cuidarlos y entretenerlos. Y tenían que admitir que ellos también se divertían.
Con los años, Victoire se había hecho una especialista en reconocer a Teddy, sin importar en quién estaba transformado o qué tan diferentes eran sus rasgos a los habituales. Vic siempre lo reconocía.
Cuando el juego terminó, todos estaban exhaustos. Victoire seguía riendo, contenta de que por lo menos por unos días, las cosas volvían a ser como antes. No le gustaba para nada la idea de tener que esperar otros dos años antes de entrar al colegio.
De todas formas, no se iba a torturar con eso ahora que Teddy estaba aquí y que se la estaban pasando genial.
Ahora, ante el pedido (más bien exigencia) de la audiencia -entiéndase los niños insoportables- Teddy cambiaba su aspecto al de actores famosos. Cuando se transformó en Johnny Depp (su ídolo), Victoire emitió un grito de fangirl histérica, corrió hacia él y le plantó un beso en la mejilla. Todos rieron.
Tras haber recuperado su aspecto usual, Teddy le dijo:
―Me alegro de saber que me quieres por quién soy y no por mi aspecto, Victoire ―le reprochó (medio en broma medio en serio) con la voz cargada de sarcasmo.
―¡Ya ves! ―rió Victoire―. Pero ya sabes, aunque tú eres guapo siendo tú mismo, ni te acercas a mi Johnny Depp.
Después de ese comentario Teddy quedó con su orgullo por el suelo y Vic tuvo que prometerle que le dejaría su porción de postre, y afirmarle (sin creérselo, e intentando no reír) que era muuucho más lindo que Johnny.
Esa mañana, Ted podía afirmar tres cosas sobre sí mismo en Navidad:
Primera, odiaba la Navidad y que la casa se llenase de luces de colores y villancicos (la hacía aun más espeluznante).
Segunda, odiaba que todo el mundo estuviese tan feliz -y no sabía qué tan estúpidamente eufóricos podían estar- .
Y tercero, odiaba que la gente feliz le hiciera feliz a él también, cuando sentía que debería estar lamentándose porque sus padres tendrían que estar allí y no lo estaban.
―Venga, Teddy, cariño, baja a ver los regalos ―le despertó su abuela. Ya casi había olvidado que molesto que era, pero a la vez, que tierna que sonaba su voz.
―Sí, abuela, ya bajo ―sonrió.
Aun de pijama, con cara de dormido y muy despeinado, se deslizó por la baranda de la escalera. Ojala que su abuela no se hubiese dado cuenta…
― ¡Ted Lupin! Bájese inmediatamente de ahí, jovencito, que no tengo ganas de enojarme en Navidad.
Bueno, aunque sea él había tratado que no se diera cuenta. ¡Es que, hacía tanto que no hacía eso…!
―Lo siento ―se disculpó, aunque no estaba para nada arrepentido. Rápidamente se acercó al árbol de Navidad. Como siempre, había muchos regalos. De cada uno de los Weasleys, uno particularmente lindo de Victoire, otro de su abuela (muchas gracias, abuelita, me encanta), de Dan, de Carol y de Harry y Ginny. Al ver ese último (los regalos de su padrino siempre eran los mejores), no pudo evitar soltar un grito emocionado:
―¡Wow! No lo puedo creer… ―exclamó. Ni siquiera había tenido que abrirlo para descubrir qué era: era fácil reconocer el contorno de esa cosa alargada. Rápidamente, rompió el papel sin descuido.
Era una reluciente escoba voladora, mucho más nueva que la que él ya tenía. De hecho, ahora que miraba con más atención lo que decía, era una Elegancia Veloz. Teddy no cabía en sí de la emoción: esa escoba aún no estaba a la venta, era un modelo que hasta ahora solo podían acceder los verdaderos jugadores de Quidditch y aun para ellos eran carísima.
Teddy Lupin tenía en sus manos la mejor escoba de Quidditch de todos los tiempos.
Por eso, cuando, unos minutos después, Harry apareció por la chimenea de Grimmauld Place, lo primero que hizo fue lanzarse a sus brazos y abrazarlo con todas sus fuerzas.
― ¡MUCHAS GRACIAS! ―gritó, y Harry rió―. Ah, y Feliz Navidad.
― Feliz Navidad para ti también, Teddy. Feliz Navidad, Dromeda―dijo, y se acercó a saludar a la mujer―. Veo que te ha gustado nuestro regalo, Teddy.
―Es genial. ¿Puedo probarla? ― preguntó emocionado. Quizás la Navidad no fuera tan mala después de todo…
―Claro. Pero ten cuidado, que si no tu abuela me mata. Y no rompas nada que si no Andromeda nos mata a los dos―le advirtió, medio en broma medio en serio.
La mujer rió, y agarró la cámara de fotos que guardaba cuidadosamente en una cómoda.
Teddy se subió a la escoba en el medio del salón, se impulsó y despegó. No era fácil volar en un lugar tan pequeño, pero como toda casa antigua tenía techos muy altos.
Para cuando llegó Ginny con los tres niños, Teddy seguía volando. James, que no tenía ni idea del regalo de su casi-hermano (como ellos se decían) quedó alucinado al reconocer la escoba.
Al verlos Teddy bajó y les deseó feliz Navidad y le agradeció a Ginny por el regalo. Como solía hacer, despeinó al pequeño James (cosa que él detestaba).
― ¿Qué te regalaron a ti, pequeñajo? ―le preguntó Teddy.
―Una bicicleta muggle. ¡Me encanta! Aunque ahora que veo tu escoba…
―Cuando seas más grande, seguro que te la presto.
―Más te vale.
Después de Navidad, tal como le habían advertido, Andromeda partió hacia la exposición, y para su satisfacción, Teddy pasó el resto de las vacaciones en la casa de su padrino. Todos los días, sin excepción, pasaba la tarde con Victoire: ya sea estrenando su nueva escoba, entreteniendo a los más pequeños, o simplemente tomando chocolate caliente mientras miraban la nieve caer. ¡Se la pasaban tan bien juntos!
―No quiero que vuelvas a Hogwarts―confesó Victoire con voz avergonzada la tarde anterior a la vuelta a clases. Teddy la miró sorprendido: si bien sospechaba que su amiga lo pensaba desde el momento en que llegó su carta, jamás había dicho nada―. Me la paso demasiado bien contigo aquí. ¡Y no hay nada para hacer cuando tú no estás!
―Venga, Vic. No exageres… de seguro que encontraras a alguien con quién entretenerte. ¡Te escribiré todas las semanas contándote que hemos hecho en Hogwarts!
― ¿Lo prometes? ―preguntó con desconfianza. Quería ver a Teddy arreglándose con las clases, las tareas, sus amigos y sus no tan amigos, Roxie (alias la insoportable rubia teñida, según Victoire), los exámenes, y además, con tiempo para escribirle cartas todas las semanas. Por lo visto Teddy pensó lo mismo, porque frunció las cejas con disconformidad.
―Vaaale, quizás no tenga tanto tiempo. ¿Una semana cada dos?
― ¡Hecho! ―aceptó la rubia, y chocaron las manos.
Victoire, aprovechando que su amigo estaba distraído, tomó una bola de nieve entre sus manos, y se la lanzó con todas sus fuerzas y riendo a carcajadas. Teddy, como no, contraatacó, y todo se transformó en una lucha de bolas de nieve, a la que poco después se sumó James.
Pensándolo bien, Teddy lamentaba que las vacaciones de Navidad terminaran tan pronto.
Nota de la autora: ¡Hola! Los que querían a Victoire, ¡pues aquí la tienen! ¿La imaginaban así? Ya ven de que va su relación con Teddy... por ahora -y por un tiempo- amigos/primos. No se pongan ansiosos...todo llegará.
Un beso, Steph.