Sí, sí, subiendo otro fic más y todavía queda uno que prometí de caballeros n.n. Este fic es algo complejo y costará algo de entender, además de tener muchos secretos que serán resultos según vayan adelantando los capítulos. El título, gracias a Jacky por ayudarme con él n.n, es AMOR CRUZADO, O CROSSED LOVE.

Notas:

-OOC: Seguramente, sí tendrá OOC, intentaré ir modelandolo y cambiándolo, pero será imposible que de vez en cuando tenga.

-Temas: UA, DRAMA, ROMANCE, MISTERIO Y ALGUNOS TOQUES DE HUMOR Y VIOLENCIA.(Aunque esto último no será explicito, creo).

-Parejas: Hetero. AVISO SOBRE ESTO ANTES DE LEER: El fic comenzará con la pareja de Tomoka y Ryoma, pero por favor, antes de comerme (entiéndase matarme), denle tiempo al fic. NO sera un TomoRyo.

-Se actualizará después de: De la "a" a la "z".

-Capítulos en totalidad: no lo sé. Los hago al instante que toca el fic, pero ya tengo las ideas, parejas y demás, decidido.

-LEMON: En su momento. Y si no hay Lemon, habrá roces. (aún está por decidir) (lo digo porque ultimamente parece que solo leen mis historias porque hago lemon T.T. Me deprimi mucho T-T)

Resumen:

La vida perdida. Hundida en una nuve cruel y una única persona será quien la saque de el tormento. ¿Conseguirá superar el cruze al amor y ahuyentar el pasado para poder vivir adelante?

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Prólogo.

Recuerdo inquieto.

Lo recuerdo bien. La lluvia caía sobre mi cuerpo sin molestarse en preguntar si mis heridas arderían debajo de sus frías gotas. Tampoco los coches parecían detenerse para evitar que los charcos que pisaban no me mojaran. Los adultos caminaban hacia mí, sin importarles si me golpeaban o no. Me sentía inútil, vacía. Lo único que demostraba que estaba viva eran los moretones que palpitaban en mis brazos y las heridas que aún sangraban.

Mis piernas sentían la necesidad de ceder al peso, pero me negaba a tal cosa. No, mientras hubiera tanta gente. No iba a flaquear. Y todo, ¿por qué? Por decir que sería maravilloso viajar a aquel lugar. Tenía la esperanza de ver aquel lugar que tanto me gustaba y que extrañamente, parecía llamarme. Quizás aquello ofendió a mi madre y a mi padre. Quizás por eso me merecía el castigo. No lo sé.

Sin darme cuenta, con mi poca orientación, llegué al barrio donde anteriormente vivíamos. Antes de que mi padre gastara todo el dinero en apuestas y absurdeces. Antes de que todo comenzara. Quizás, buscaba a Tomoka. Un refugio donde quedarme, sin embargo, detenida ante la gran puerta de cristales macizos y tras un frustrado llamamiento al timbre sin respuesta, me di cuenta de cuan sola me encontraba.

Dejé a mis piernas hacer lo que ansiaban y ni siquiera me inmuté cuando mi cuerpo chocó contra la pared de la entrada. Me quedé ahí sentada, observando la lluvia mojar mis zapatos. Los coches que pasaban rápidamente, mareándome en el intento inútil de seguirles. Tosí, intentando cubrir con mis manos mis labios hinchados y cerré los ojos al notar el dolor en ellos. Jadee al sentir el frio calarse finalmente por mi cuerpo.

Aquello era lo malo de cuando me daba cuenta de lo que sucedía en la realidad. Cuando mi mente se recuperaba de el shock y permitía a mi cuerpo ser consciente de lo que había sucedido y sucedía en esos instantes. Froté con mis temblorosas manos mi cuerpo e intenté por todos los medios darme un atisbo de calor, pero este no llegaba y fue ahí cuando me di cuenta de que, aun debajo de la entrada a los grandes pisos, seguía lloviendo sobre mí.

Sin embargo, la lluvia se detuvo. Observé los pies con deportivas que se habían detenido a mi lado y parpadee, intentando apartar uno de los sucios mechones largos de mí cabello, con la esperanza de ver quien se había tomado la molestia de cubrirme con un paraguas, impidiendo que fuera más mojada. Mas solo mi boca pudo abrirse con asombro y entrecerrar los párpados antes de llorar.

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La única persona que se había dado cuenta de su problema.

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El tintineo de el despertador la hizo finalmente abrir los ojos y apagarlo con rapidez. Había caído de debajo de la almohada y giraba por el suelo, creando más ruido de el que hubiera deseado. Calló, temerosa por unos instantes, pero para su suerte, ningún sonido se escuchó. Suspiró aliviada.



Miró el calendario y sonrió, tachando la fecha seleccionada. 28 de noviembre. Corrió hasta el vestidor, buscando la ropa correcta. Era fiesta y no esperaría a que sus padres se despertaran para salir de su casa y evitarse más jaleo del que necesitaba. Aquel tenía que ser un día divertido, no un día aburrido.

Cuando finalmente se halló en la salida, suspiró aliviada y sonriendo, caminó hasta el parque más cercano. Aquel día era el cumpleaños de Eiji Kikumaru, uno de sus amigos de infancia y compañero de clase. Era muy divertido y atento con ella, no podía evitar quererlo. Además, era uno de sus más puntos de apoyo, especialmente, cuando era el palo aguanta velas.

Y todo aquello, por su mejor amiga de infancia Tomoka Osakada. Hija de familia adinerada, Tomoka siempre había tenido todo lo que ansió y no dudaba en crear claridad al hecho. Sin embargo, con ella había sido buena. La había acogido muchas veces en su casa y no la miraba como los demás. Aunque muchas veces se había visto atropellada por su rapidez en hablar y valor en adentrarse en cosas que ella no haría. Quizás, por eso, había conseguido seducir al hombre misterioso.

Así era como ella lo llamaba dentro de sus pensamientos. Ryoma Echizen. EL hombre codiciado en todo el instituto y al cual también conocía desde pequeña. No era un joven muy hablador. Ni siquiera Tomoka, que no llegaba a ser su novia, si no algo verdaderamente conocido entre los típicos jóvenes como un "rollo" o "chica con derecho a roce", lo conocía bien. Seco y poco hablador. De movimientos imposibles de diferenciar y predecir. Especialmente ella.

¿Cuántas veces había evitado que fuera golpeada, engañada, herida o demás "bromas"? No podría contarlas. Igual que Eiji. Ambos jóvenes siempre parecían encontrarse en el momento oportuno, pero no podía seguir contando siempre con ellos. Especialmente, sabía que no podía seguir siendo el palo aguanta velas de Tomoka y Ryoma.

Él no era una persona que demostraba públicamente que varias veces devoraba la boca de la ruidosa mujer, pero cuando estaban sentado los tres en la entrada de la casa, esperando que fuera lo más tarde posible antes de regresar a su hogar, los dos jóvenes no detenían los deseos de besarse, aunque generalmente, quien comenzaba el enfoque, solía ser Osakada.

Y ser un palo aguanta velas, no era algo verdaderamente agradable. Más de una vez había tenido que esperar a solas durante media hora cuando ellos habían desaparecido y Osakada finalmente regresaba, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras ella apenas podía mirarles a los ojos. Por suerte, Eiji, desde que Osakada habló con él, comenzó a ir con ellos y las horas, ya no eran tan aburridas.

Precisamente, aquel día habían quedado por el cumpleaños de el pelirrojo. Sus diecisiete años finalmente. Hacía frio y quizás por eso mismo cuando llegó al parque, se encontró a Tomoka acurrucada en uno de los brazos de Echizen, mientras que éste simplemente fijo su mirada en ella, moviendo el mentón como saludo.

Agachó la cabeza levemente y apartó la mirada. Tragó saliva al darse cuenta, qué, de nuevo, había hecho aquello. Desde hacía tiempo, demasiado, especialmente desde que Tomoka y él comenzaron con sus encuentros amorosos, no podía evitar no mirarle y cada vez, eran 

mayores las veces que lo ignoraba deliberadamente. Aquello solo llevaba a una cosa, que él frunciera el ceño y estuviera de peor humor.

Quizás, no era algo que dar importancia, si no fuera porque estaba demasiado unida a él.

-¡Sakuno-chan!

La voz de Eiji interrumpió sus pensamientos y también parte de su aire cuando uno de sus efusivos abrazos la acogió por completo. No era demasiado gorda y quizás por eso, Eiji había optado por estrujarla hasta notar sus huesos clavarse contra su musculada piel. Tomoka rio divertida y no tardó en unirse, convirtiéndola en un sándwich y arrancado el último aliento de oxigeno que quedaba en su cuerpo.

-Muere- advirtió secamente Echizen.

-¿¡Eh!?- Exclamó la pareja eufórica.

Se separaron a la vez y ella aprovechó la ocasión para llenar sus pulmones de aire y comenzar a buscar en su bolsa un pañuelo antes de toser. Realmente aquel día se habían pasado y suerte que no llegó a quejarse de la herida que cruzaba su espalda. Si nuevamente, uno de ellos se enterase de tal cosa, pondrían el grito en el cielo.

¡No por favor! ¡No digan nada a la policía!

¡Harán daño a mis papás!

Movió la cabeza negativamente y frunció el ceño en un suspiro, alejando cualquier pensamiento desagradable. Volver a soñar con su pasado, no fue algo agradable, pero aquel día era el cumpleaños de Eiji y habían decidido celebrarlo en casa de Tomoka, tras esperar a que el pelirrojo llegara de su entrenamiento de fútbol.

-Bueno, vamos- ordenó Tomoka tras asegurarse que se encontraba bien- Ya sabéis que hasta las doce no regresan mis padres, así que…. A divertirse.

Fue arrastrada de nuevo por ellos, al igual que un aturdido Ryoma. Era claro en su rostro que no le habían dejado dormir su acostumbrada siesta y rio divertida por los pucheros que hacía cuando tenía ganas de dormitar y Tomoka no le dejaba. Y junto a Eiji, cuando bebían un poco de más, podrían llegar a ser terribles dolores de cabezas para el joven peli verde.

Sonrió y dejó el vaso sobre la mesa cercana, sintiendo peso a su lado. Ryoma se había cansado de que le estuvieran pisando y terminó por alejarse de Tomoka. Lo miró de reojo. Sus facciones masculinas se notaban cada vez más. Sus orbes doradas eran, sin embargo, cada vez más frías. Aún incluso presa de el sueño.

-¿Dónde?- Preguntó molesto.

Ella lo miró incrédula, pero tardó poco en descubrir a qué se refería. Tragó saliva antes de responder y entrecerró los ojos.

-En… la espalda…



Un gruñido llegó por parte de él y negó con manos y cabeza, intentando tranquilizarlo y por tal de que los otros dos no escucharan su conversación.

-Pero… no fue grabe esta vez… no te preocupes… Ryoma-kun…

Los dorados ojos la observaron con atención. No sabía si era porque dudaba o no, pero al menos, ella sí estaba tranquila. La herida no necesitaba puntos y pudo escabullirse de más graves antes de que fuera peor. Aquel día había repercutido que su madre bebiera de más y su padre no pudiera controlarla. No podía contarle tanto a Ryoma.

-Ryoma-kun…- murmuró- ¿volviste… a saber algo de él?

-¿Hm?- Preguntó el joven alzando una ceja mientras entrecerraba sus ojos en necesidad de relajación.

-Kintaro-kun… desde aquel día… que no le veo…

-No- negó con leves toques de sueño.

Lo observó, para recordar el regalo que descansaba en su bolso. Se alzó con claras intenciones de agarrar el objeto, pero la herida en su espalda tiró de su piel, obligándola a caer contra el sillón. Un brazo retuvo su frente de el mueble y jadeo dolorida. Sonrió tristemente.

-Quizás… no está tan bien…- murmuró preocupada.

Tomoka y Eiji detuvieron sus saltos sobre el colchón, para mirarla con atención. Tomoka ahogó un gemido entre sus manos y corrió junto a Eiji hasta ella, sujetándola de el brazo.

-¡Sakuno, estás sangrando!

-Lo… lo siento… no quería… estropear el cumpleaños- se disculpó afligida.

-¡Tonta!- Exclamó Eiji asombrado- No estropeas nada. Tomoka…

-Sí, ahora mismo la curaré y le daré ropa limpia.

Cedió a aquello. Como siempre, Tomoka curaba sus heridas y le prestaba ropa, que después, le regalaba, sin embargo, nunca la llevó a su casa. Si su madre se enterase de que aceptaba ropa de la hija de un rico, la paliza sería irreconocible.

Esto… se tiene que denunciar…

¡No, por favor! ¡Me portaré bien!

¡Pero no culpen a mis papás!

¡Sé que ellos se pondrán bien!

-Sakuno…- Tomoka la devolvió a la realidad. Parpadeo y la miró- Deberías… de denunciarlos finalmente…



-No… Tomo-chan… solo me queda un año…. Esperaré un año y me iré con la tía a Japón… ella me lo prometió.

Tomoka suspiró y miró el reloj.

-Ryoma dijo que hoy llegaba de Japón, ¿Por qué no bajas a verla? De paso… pídele que te quedes a dormir… Yo… no puedo ofrecerte cama- suspiró molesta- mi prima llegará esta noche y no se irá hasta mañana. Luego bajaré a verte también.

-Gracias…

-De nada- sonrió Osakada cerrando el botiquín- Le diré a Ryoma que irás con é. Por si acaso te caes o algo.

-Sí… lo siento… siempre os estoy interrumpiendo… debes de odiarme Tomoka…

-Nada que ver, mujer- negó rápidamente la otra chica- venga, arriba el ánimo, Sakuno.

Sonrió, alzándose y asegurándose que la camisa quedaba perfectamente sobrepuesta sobre las vendas y gasas. Suspiró y se miró al espejo.

-Un… año más…

-Un golpeó más- Terminó una voz áspera tras él.

-Ryoma- susurró sorprendida- Yo…

-Ya lo sé- Interrumpió de nuevo- vamos.

Afirmó. Nunca le era necesario explicarle o preguntarle si podría quedarse en su casa. Tanto Nanjiro Echizen, como Rinko, la habían acogido como una hija más. Ryoma era japonés igual que sus padres, algo que desentonaba bastante en aquel país, pero no importaba. Quizás por eso se sintió atraída por ellos.

Rinko Echizen era una excelente escritora y no hacía más que viajar de un país a otro. Había tenido la suerte de leer en primicia muchas de sus novelas más famosas, como por ejemplo "El hombre sexual" o "La mujer que navegó en el mundo masculino". Novelas eróticas que encandilaban a cualquier lector.

Por su parte, Nanjiro Echizen fue quien optó por el rol más presente de los dos padres, pero no por ello, Rinko dejó de tener el mayor respeto de su hijo. El hombre simplemente disfrutaba de sus días de descanso y realmente era alguien digno para reírse. Los apartamentos se encontraban cerca de una playa, precisamente, una de las puertas de la planta baja de la familia Echizen, daba de lleno a la mismísima playa y el hombre, se podía pasar horas largas sentado entre las sombras, observando a la gente.

Pero pese a sus diferencias, tanto de caracteres como de trabajos, eran un matrimonio bien avenido y hasta no dudaba de que gozaban de una perfecta relación. Aún recordaba cuando con trece años, junto a Ryoma y Tomoka, los encontraron enrollados bajo una simple sábana. Instantáneamente, Ryoma cerró la puerta, sintiendo arcadas.



Rio divertida mientras caminaba tras la figura masculina, que se detuvo, para mirarla con las orbes repletas de sueño y molestia, con una ceja alzada sobre ellas y la boca arrugada. Negó con la cabeza y continuo descendiendo hasta llegar a la planta baja. Ryoma empujó la puerta para entrar, pero ella se detuvo, mirando a la vieja puerta cerrada con el apellido de la placa medio rasgado. Suspiró y finalmente se adentró en el lugar.

Dos delgados brazos no tardaron en acogerla con ternura. Sakuno rio divertida y agradeció el abrazo por igual, esperando que las manos de la mujer no le diera por rozar las heridas. Mas Rinko conocía todo lo que le sucedía y no solía apretarla demasiado tiempo. Nanjiro alzó una mano como saludo y ella afirmó, sonriéndole por igual.

-¡Cuánto tiempo sin verte!- Exclamó Rinko ofreciéndole una taza de té- Mira, Sakuno, tengo nuevas páginas escritas, ¿Quieres echarles un ojo mientras el dormilón de Ryoma duerme la siesta?

La puerta de el dormitorio de el chico se cerró como respuesta y orden de "no molestar hasta que despierte". Sonrió y aceptó gustosa leer aquellas páginas, las cuales eran más de lo que ella creía. Asombrada y sonrojándose en cada una de las frases, no puedo evitar sino que maravillarse con aquello que leía.

-Tita… realmente… escribes de fábula- felicito moviéndose inquieta sobre la mesa- yo… cuando vaya a Japón, seguiré tus pasos. Quiero… ser una buena escritora.

Rinko acaricio sus largos cabellos y sonrió, besándole la cabeza con ternura. Una ternura maternal que ella solo conoció años, muchos, atrás.

-Te ayudaré a que lo seas, Sakuno- informó la mujer sonriente- cuandito que cumplas los dieciocho, te raptaré y te vendrás conmigo a Japón.

Rio complacida y continuo leyendo. Justo a las ocho y media de la noche, Ryoma apareció, rascándose la cabeza de forma aburrida mientras bostezaba. La miró por un momento y antes de que le dijera nada, le mostró la lengua de forma rebelde. Sakuno parpadeo y no tardó en hacer un puchero, sin embargo, su boca se arrugó en miedo, al ver lo que venía encima al joven. Un buen pellizco en sus mejillas. Ryoma abrió los ojos desconcertado, mirando a su lado izquierdo, encontrando la sonrisa de su madre, maliciosa.

-¿Y ahora quien se supone que dormirá por la noche?- Preguntó maliciosa- Y no me vengas con, "haber intentado despertarme", porque lo he hecho. ¡Siete veces, Ryoma!- Tiró más de las mejillas y susurró- Creo que ya sabes quién debe poner la mesa, ¿Verdad?

Ryoma afirmó y sujetó las manos de su madre antes de responder.

-Ryuzaki.

Silencio. Riendo con miedo se volvió hacia la pantalla del ordenador portátil e intentó fingir ante la furia que caía sobre el peli verde, que rato después, con tres chichones, se dedicaba a poner la mesa mientras no dejaba de gruñir. La razón era simple. Hasta hacía poco tiempo, Ryoma solía dormir demasiado tiempo por las tardes y cuando llegaba la hora de dormir por 

las noches, era un verdadero terremoto. ¿Qué padre no querría que su hijo fuera a dormir para tener momentos de intimidad con su pareja?

Rinko suspiró mientras terminaba con la cena. Se levantó y caminó hasta ella con la idea de ayudarla. La mujer sonrió y miró la espalda de su hijo, entretenido en buscar las bebidas. Para Ryoma, poner la mesa era una tortura, pero peor eran los castigos de su madre. Especialmente, si estos trataban de tirar de los mofletes o castigarle con algo que le gustara.

-Por suerte- habló Rinko guiñándola un ojo- Esta noche tenemos a Sakuno aquí. Ella te hará dormir seguramente.

Enrojeció al instante. Con aquella mujer había que leer las partes pervertidas en todas las palabras de sus frases. No por nada era novelista erótica. Negó repetidas veces con la cabeza.

-no, no, tita- negó- Tomoka es quien debería de estar.

-¿Osakada?- Exclamó Rinko incrédula y miró a su hijo con el ceño fruncido- ¿Todavía sigues con ella? ¿Cuánto hace que salís?

-Un mes…- respondió Sakuno por él malhumorado joven- hace un mes.

Rinko frunció el ceño y suspiró.

-Ya veo. Al chico le pudo más los encantos de toda mujer.

Sonrió amablemente antes de ocupar un puesto en la mesa junto a los demás. Siempre se quedaba mirando el lugar momentos antes. Ansiaba guardar tales recuerdos en su memoria, para que, cuando cruzara la puerta de su casa, no le fallaran las fuerzas que no tenía.

-Vamos, Sakuno- invitó Nanjiro- la cena se enfría y antes, me la comeré.

Sakuno sonrió y finalmente, ocupó su puesto junto a la mesa. Porque sí. Aquel era su puesto desde hacía tiempo. Observó la puerta de salida. Imaginó la puerta rasgada con el paso de el tiempo, en el rostro sonriente que anteriormente siempre habitaba en él.

Seguro que él también está comiendo algo delicioso.

Entre risas, piques padre e hijo, una madre cariñosa y divertida, los observó. La puerta rompió su observación de la familia. Rinko abrió, encontrándose con Osakada dando saltos. Ryoma se acercó ante el llamado de su madre y ella se quedó a un lado, hasta que una figura se acercó hasta ellos, deseando buen provecho. La había visto otras veces. Kotoha, la prima de Tomoka.

-¿Ryuzaki Sakuno?- Preguntó parpadeando- ¿Es que vives aquí?

-No… no- negó sonriendo con nerviosismo- yo…

-¡Ey, Tomoka!- Ignoró la muchacha- si Echizen es tu novio, porqué está ella cenando como si fuera la novia. Es algo raro. Más bien parece que te esté poniendo los cuernos.



-¡Kotoha!- Exclamó Tomoka alarmada- anda, vámonos- hizo una reverencia ante todos- Perdón, nos vamos.

-Sí, hija, sí- afirmó Rinko con las cejas fruncidas y una vez la puerta cerrada- mal educada esa niña. No nos conoce, entra como perico por su casa y además, intenta poner en contra a Sakuno y Tomoka.

-Se notó-. Afirmó Nanjiro- Creo que antes debería de conocer a las personas.

Agachó la cabeza preocupada. Aquello era cierto. Ryoma y Tomoka eran pareja, no ella. Estaba abusando demasiado de la caridad de aquella familia. Se frotó la frente preocupada. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Tenía que haber venido una extraña y mostrarle lo que fallaba en aquella burbuja?

Ella no era ni un Echizen, ni la novia del hijo. No pintaba nada ahí. Debía de ser sincera. Su mundo consistía en levantarse antes que sus padres, huir de su casa, no ir a dormir por algún tiempo para que sus padres se relajasen, sufrir las torturosas bromas en el instituto y recibir palizas por parte de sus padres. Aquella vida tan divertida, estaba fuera de su mano.

-Ten.

Abrió los ojos, intentando sujetar entre sus manos la ropa lanzada por Ryoma de forma aburrida, antes de dejarse caer sobre la cama boca abajo. Una camiseta de el chico y unos pantalones. Miró el futón en el suelo y comprendió que había estado demasiado perdida en sus pensamientos una vez más. La cena había terminado y sin darse cuenta, automáticamente, había seguido al peli verde hasta su dormitorio.

Suspiro y comenzó a desnudarse, asegurándose que él no se moviera. No era la primera vez que aquello sucediera y tan solo lo hacía en aquel momento. Si Tomoka entrara en cualquier momento, confundiría las cosas, pero la situación no la tenía como para pensar claramente qué hacer.

Una vez acariciada por las telas masculinas, se acercó al interruptor de la luz y como costumbre, se agazapó dentro de las sábanas. Escuchó la tranquila respiración de Ryoma y volvió su rostro hasta la cama, más alta de altura. La mano de el chico siempre caía por aquel mismo lado y la sujetó entre las suyas. Aquellas noches, era las únicas que conseguía dormir aplaciblemente.

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Descalza, corrió hasta la persiana, abriéndola levemente para dejar ver el rostro de Tomoka, sonriente y moviendo una mano de lado a lado, junto a Eiji. Parpadeo y buscó el reloj cercano, para darse cuenta después que Ryoma había desaparecido de la cama y no la había despertado. Abrió la persiana finalmente y enfundado en el abrigo, Ryoma bostezaba mientras permanecía acomodado al lado de una farola.

-¡Sakuno te dormistes!- Exclamó Osakada sonriente- vamos, vamos.

-¿Dónde tenemos que ir?- preguntó frotándose los ojos- No quedamos en nada.



-Cerca de aquí hay una nevada enorme- presentó Eiji moviendo los brazos- ¡vayamos a jugar con las bolas de nieve!

Nieve. Miró su ropa atentamente y afirmó. Cuando salió, Rinko le extendió un pluma rojizo y un bollicao. Agradeció la comida sonriente y corrió hasta ellos. Jugar con la nieve se convirtió en un ritual entre ellos, aunque siempre, los últimos que terminaban ganando, eran Ryoma y Eiji. Quizás por ser hombres, fuertes y más grandes que ellas. Igual, deberían de dejar la pelea entre mujeres y hombres y hacer equipos más equilibrados. Pero tenía que reconocer que era una risa jugar a ellos.

¡Sakuno-chan!

¡Debes aprender a reír!

¡Reír es divertido!

Y, cuando llores, piensa que alguien siempre estará hacerte reír.

¡A carcajadas!

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Notas autora:

Bueno, como ven, aquí queda el capítulo. Ya sé que tiene mucho misterio y algo lioso, además de una pareja que no les gusta, a mi ni me va ni me viene la verdad ¬¬. Pero la necesitaba para la idea que tengo.

Sakuno tendrá muchos recuerdos de su pasado y, para los que lo dudan, sí, es maltratada por su familia. Más tarde se dará a conocer porqué y por qué lo soporta. Además, ¿Por qué tiene tantas confianzas con la familia Echizen? ¿Por qué Tomoka y Ryoma están saliendo? ¿Qué pinta Eiji entre medias? ¿Que hay tras la puerta maltratada por el tiempo? ¿Quién la ayudó en su pasado? ¿Qué tiene que ver Kintaro con ellos, que Ryoma no quiere hablar de él? ¿Conseguirá ir a Japón?

Muchas incógnitas que espero poder darles a resolver si desean que lo continúe.

Todos dependerá de sus rw, como siempre n.n.

(ya saben que yo solo los pido para saber si la historia tiene interés, que muchos no reciben apenas rw y se los continuo sin un solo fallo T.T)

Bueno, cuídense mucho n.n