"LA VIDA SIN TI"

CAMBIOS DE AIRE

CAPITULO UNO


Era la mañana de un típico lunes. El sol se asomaba tras las enormes montañas que parecían abrazar a la pequeña ciudad del Noreste. Los pájaros trillaban anunciando sin moderación alguna el inicio de la primavera, pese que aún se encontraba en uno que otro día cierto viento frío, seguramente perdido en las estaciones.

La televisión plasma de veinticuatro pulgadas se encendió de improvisto, en un cuarto repleto de papeles y colores tirados en el suelo, algunos dibujos se asomaban bajo la cama como queriendo salir de su prisión de papel. Las cortinas aún cerradas daban un tono lúgubre a esa pequeña estancia pintada de color beige, con algunos adornos hechos a mano tratando de imitar a un precioso árbol llamado "Palo de rosa".

Por fin, después de que algunos minutos pasaran, y algunos valientes rayos de sol se animaran a cruzar las cortinas, una pequeña mano pálida se asomo bajo las sábanas blancas rebuscando sin cesar el control del aparato encendido. Sin éxito alguno, por fin una rubia cabellera revuelta también salio de su escondite. Su dueña abrió perezosamente los ojos para visualizar como siempre al ya conocido reportero Dylan, informando noticias de primera hora, y repitiendo a cada instante que se le permitía, la hora en curso.

— ¡Las siete y veinte! —gritó Marron, alarmada mientras que, como un resorte, se paraba de la cama y se dirigía presurosa al baño en busca de su cepillo de dientes, para después dirigirse a la habitación de alado—. "K", cielo, es hora de levan… —calló al ver que la pequeña cama ubicada en el cetro del cuarto estaba vacía y se encontraba torpemente aseada.

—"K" —volvió a llamarlo, tocando ahora la puerta del baño sin tener respuesta— ¿Kuno estas ahí? —llamó nuevamente con angustia en su voz.

—Se nos hace tarde mamá, ¿aún no estás lista? —se escuchó una voz infantil en la puerta de la habitación.

Marron dio un suspiro, aliviada.

—Lo siento. Enseguida estaré lista —dijo, para después robarle una pequeña cucharada de cereal que el pequeño desayunaba y revolver un poco su rubia melena. Pese a las quejas de él.

Marron se esmeró ese día por vestirse como toda una gente de elite. Pues la directora del colegio "Petterson", una pequeña vieja cascarrabias (como ella solía llamarla) le había programado una reunión con varios maestros.

El tema, obviamente, sería su hijo de escasos siete años. Pero aun así no imaginaba que era lo que querían hablar con ella ¿Tendría algún mal comportamiento Kuno? ¿Habría agredido a alguno de sus profesores? ¿Acaso iba mal en la escuela? desechando esa última pregunta por los numerosos reconocimientos obtenidos colgados en la pequeña sala del departamento, opto por enfocarse en colocarse adecuadamente su saco verde seco y mirarse una última vez frente al espejo de arriba abajo y de abajo hacia arriba.

Hoy nada podría estar mal en ella. Pues siempre había temido que alguien la calificase de mala madre, incluso una mala imagen para su hijo. Y en determinado momento y el peor de los casos decirle que estaba incapacitada para ejercer esa labor. Ese miedo jamás lo había superado desde que Kuno había nacido, era tan joven. Y aun lo seguía siendo. Pues a sus veintiocho años su cara no reflejaba el pasar de los años y su estatura era una perfecta cómplice para que casi siempre la confundieran con una jovenzuela de veinticuatro.

Hizo sonar sus zapatillas de tacón de cuatro centímetros. Las cuales inmediatamente se quito inconforme y se coloco sus carísimas zapatillas negras con siete centímetros de altura

—Mucho mejor —se dijo tras reacomodar el cuello de su camisa blanca, y embolsar en sus jeans ajustados la nota del citatoria de la escuela.

Tomo su bolso negro y tras hacer sonar nuevamente sus tacones salio de la habitación con un porte singular. Kuno la miro impresionado. Su madre estaba vestida muy diferente a lo que habituaba, no era que se vistiera mal. Pero simplemente ese día se veía… imponente bajo aquel cuidadoso maquillaje y vestimenta de marca.

Marron solo atinó a tomar una manzana del frutero, los minutos estaban escasamente contados para el trayecto rumbo al colegio. Tomó a Kuno con su otra mano para jalarlo hacia el elevador de salida, haciendo un escándalo con sus pulseras de plata cada vez que chocaban entre ellas.

— ¿No se te olvida nada? —preguntó antes de que las puertas se cerrasen detrás de ambos, y una vez en el estacionamiento volvió a preguntarle al pequeño antes de encender su automóvil.

Era casi un ritual de salida y tras recibir nuevamente la respuesta de su pequeño el cual meneaba fervientemente su cabeza en signo negativo, se encaminaron hacia el colegio "Petterson".

En el camino, Marron repasó su vida paso a paso. Su hijo la hacia sin duda feliz, pero… cómo necesitaba el apoyo de sus padres en estos momentos…Estaba tan nerviosa. Ser madre soltera era muy difícil. Al menos su empleo era una bendición, pues siendo ilustradora de libros infantiles y diseñadora independiente le permitía mover su trabajo a la hora que se le antojase, mientras que no moviera la fecha de entrega del mismo.

Pero aun así, le hacia falta los sabios consejos de su padre, y la determinación y apoyo que su madre siempre mostraba ante cualquier situación. Una lágrima desapercibida rodó por su mejilla izquierda mientras esperaba el cambio de luz en el semáforo.

Cada vez que recordaba a sus padres no podía evitarse la melancolía. Que cruel había sido la vida al arrebatárselos de una forma tan repentina. Su padre, Krillin, había sido acecinado por su único tío, el cual ahora también estaba muerto. Y su madre, Número dieciocho; una enfermedad sin síntomas la había invadido. Dando como resultado una muerte incomprensible y sorpresiva. Marron aún recordaba como su madre sonriente en el patio de la Mansión Brief se despedía de la familia para dirigirse a su casa en compañía de ella. Cuando de la nada se desvaneció. Quedando sin signos vitales.

"Hay un caso de cada cien mil personas". Recordaba Marron las palabras del Doctor.

—Una de cien mil —murmuró Marron aun sin creer su suerte.

Y la suerte de su ahora fallecida madre… Y por si fuera poco, miró a Kuno de reojo. Sin duda era un niño hermoso, muchas madres de familia se lo habían dicho, y claro, ella no estaba ciega para no darse cuenta de la elegancia y belleza de su propio hijo. El pequeño Kuno, de siete años recién cumplidos, de complexión mediana, delgado y cabello alborotado color rubio oscuro, pese a que tenía otro corte de cabello no dejaba de parecerse a "él" y más aun por la forma de sus ojos. Pese a que los tenía de color celeste y no azul como su padre no parecía, pero el simple hecho de la curvatura de sus ojos lo delataba completamente.

¿Por qué simplemente ese niño no podía ser exclusivamente suyo? ¿Por qué no pudo haber sacado otro rango hereditario menos notorio?, tal vez la forma de las manos, o las orejas, o incluso ¡los dedos de los pies! ¡Pero, no! Tenia que sacar aquellos malditos, varoniles y llamativos ojos. Los ojos de él.

Molesta aún con sus pensamientos, Marron cerró de un portazo la puerta de su automóvil una vez que hubieron llegado al colegio. Kuno había pasado desapercibo los gestos de su madre en todo el camino, pues se encontraba concentrado en su consola portátil de juegos de video.

Lamentablemente para él, tuvo que dejar la consola en el auto y entrar a las instalaciones acompañado de su madre, la cual tras varios pasillos se despidió de su hijo y se encamino a la Dirección General.

Habían pasado ya algunos minutos desde que Marron había sido pasada al área de espera. Eran cerca de las ocho y media cuando por fin la directora se desocupó y pidió que pasara a su oficina, la cual, se percató Marron, seguía siendo la misma desde la primera vez que la vio hace cuatro años. Ni siquiera aquel extraño florero adornado con caracoles había sido movido de lugar.

Quien había cambiado un poco era la Directora Ester, que con el pasar de los años se encorvaba cada vez más. Pero aun así, su mente estaba tan despierta y vivaz, como una mujer madura en su sano juicio pese a tener la edad de ochenta y ocho años. La "vieja cascarrabias" como Marron la llamaba, le ofreció asiento, y tras beber un sorbo de un extraño té verdusco, el cual Marron dudaba si era algún método milagroso que le alargara la existencia, ella habló;

—Tú sabes muy bien que desapruebo completamente tu estilo de vida Marron, eso de no casarte, haber tenido un hijo fuera del matrimonio, para mí, es una aberración, en verdad dudaba de que te pudieses hacer cargo tu sola de un niño. Teniendo en ese entonces escasos veintiún años… créeme, ya he perdido la cuenta de cuantas veces he pensado llamar a la Sociedad protectora infantil. Pero, no lo hago por que a pesar de todo… Has creado un bello e inteligente niño; me siento orgullosa de ti.

Marron estaba al borde del colapso nervioso, sus manos muy bien ocultas tras el bolso temblaban sin descontrol. ¿Acaso la cita había sido una trampa para entregar a su hijo? , sin embargo ¿había escuchado bien?

— ¿Or-orgullosa? —tartamudeó Marron sin poder comprender.

—Sí, Marron, lo que escuchaste. Desde que trajiste a Kuno a esta institución, a cursar preescolar, no olvido como entraste aquí, parecías la hermana mayor de una pequeña criaturita. Y lo ocultaste muy bien, alegando que tus padres estaban ocupados tras esos ficticios negocios.

La señora regordeta hizo una pequeña pausa.

—Sin embargo, no pudiste seguir con esa mentira tras mucho tiempo, y mucho menos cuando decidí hacerte una visita sorpresiva. Entiende que la Institución "Petterson" esta formada por familias de muy buen bolsillo, impecable conducta y un alto grado de comportamiento. Obviamente tú no entrabas en esas dos ultimas cosas, lo que me llevo a preguntar ¿Por qué el colegio Petterson? habiendo tantas escuelas gubernamentales, donde podrías estar mas cómoda…

No esperó a que Marron contestara.

—Sin embargo tras haber analizado la situación llegué a mi respuesta, querías lo mejor para tu hijo, ¿no es así? Es por eso que me siento orgullosa de ti, como mujer has sabido luchar y seguir adelante, como madre estas desempeñando un muy buen papel pues tu hijo esta creciendo sano y lo que es mas importante feliz. Sin mencionar que es el alumno mas destacado de toda la institución. Creo… que con el pasar de estos años se me ha olvidado el teléfono de protección infantil —indicó la Directora Ester, guiñándole un ojo en símbolo de complicidad.

Marron estaba al borde de las lágrimas, cuatro años de vivir en el campo de guerra y por fin alguien había izado la bandera de paz.

Sintió como aquella carga pesada que sostenía su espalda bajaba y oprimía su corazón a tal grado que parecía que pronto terminaría estallando. Varias lágrimas rodaron por sus mejillas rosadas al igual que su pequeña nariz, removiendo un poco el polvo facial que se había colocado esa mañana.

—Sin embargo la reunión que te programe no era para eso.

Anunció la Directora mientras que Marron trataba de recobrar la compostura

—Verás, hace unas semanas se aplicó un examen general a toda la institución. Accidentalmente se colocaron los exámenes de segundo año en el salón de sexto y viceversa, nadie se dio cuenta hasta que nos entregaron los resultados y analizamos la lista de estudiantes.

Rodó los ojos, posiblemente sintiéndose ridiculizada o simplemente harta de repetir aquello tantas veces.

—Obviamente los de sexto salieron con notas favorables, nada fuera de lo extraordinario, pero en el salón de segundo, todos reprobaron. A excepción de uno. Que para sorpresa lo hizo con una nota impecable. ¿Ya te puedes imaginar de qué va la reunión? Pese a que los exámenes contenían preguntas acorde al grado escolar, tú hijo contesto correctamente todas. Sorprendiendo al mismo sistema que aplicó el examen. Y ha decidido otorgarle una beca para estudiar en la Capital del Oeste. Cosa que si no estoy equivocada aceptarás… después de todo quieres lo mejor para tu hijo ¿No?

Pese a que no había dicho una palabra, Marron sintió como la pequeña banderita de paz se bajaba poco a poco. ¿Aceptar regresar a la capital del Oeste? ¡JAMÁS! Sin embargo, la vieja cascarrabias no había hecho otra cosa que manipular sus sentimientos y básicamente a obligarla aceptar esa beca para su hijo.

—Yo no…

—Vamos Marron, es una excelente oportunidad para Kuno, solo piénsalo, lo sacarás fuera de esta pequeña capital a conocer la imponente metrópoli del Oeste, donde estoy cien por ciento segura, que aprenderá todo lo que le plazca. Incluso podría llegar a trabajar como un gran científico. Incluso, tal vez, invente la primera cápsula no perdidiza. Eso me pasa muy seguido con mi auto —comentó más para si misma.

La mujer buscó un papel entre sus cosas, y tras unos breves segundos de anotar cierto número en un pedazo de papel, agregó—: Creo que este té hace maravillas. De repente el número de seguridad infantil se esta formando en mi mente, si no mal recuerdo el ultimo número era…

— ¡Acepto! —dijo Marron en un casi grito.

No podía creer que la viejecilla se saliera con la suya nuevamente. Y no solo eso, básicamente mataba dos pájaros de un tiro. Se deshacía de ella y le brindaba un mejor futuro a Kuno. No muy convencida le dio las gracias a la Directora por su tiempo, para después pasar a la sala de juntas donde rápidamente captó las miradas de todos los profesores ya presentes.

—Bien, ella es la Señora Marron J. —a Marron casi le atravesó una bala el corazón ante la palabra "Señora"— Es la madre de Kuno. Su padre no vino debido a que tubo que salir al extranjero —prosiguió la Directora dándole a entender a Marron que ella era la única que sabia su secreto y pecado en esa institución, ser madre soltera— Pero creo que ella bastará —dijo la Directora tras cerrar la puerta y dejarla completamente sola con aquellas caras algunas conocidas, y otras no.

La junta pasó sin preámbulos. Y tras escuchar sonoros halagos por la excelente oportunidad que le estaba dando a Kuno al mudarse a la Capital del Oeste se despidió del comité de maestros para inmediatamente recurrir a un "Walldonals" y pedir un sundey con doble galleta de chocolate. Definitivamente estaba vislumbrando como su vida se encontraba al borde de un precipicio. Tenía ¡tan solo tres semanas para reorganizar su vida y mudarse!

—Maldita vieja —maldijo por decimoctava vez. Aún no podía entender lo que a ella misma le pasaba.

¡Por Kami! ¡Tenia veintiocho años! A esas alturas sería muy difícil que le quitaran a su hijo. Además; le había brindado una buena educación, había crecido en un ambiente saludable, y si el dinero les preocupaba, pues eso no era problema, su madre la dejo muy bien parada con su testamento el cual le duraría hasta que se volviera senil.

Soltó un suspiro, no podía negarlo, tenía miedo al escándalo.

Después de todo, ser acusada por la Directora del Colegio Petterson sería una bomba para los periódicos y las televisoras. Pasarían más tiempo averiguando el por qué de la acusación he indagarían demasiado en su vida privada. Tanto, que podrían llegar a descubrir el nombre del padre de Kuno. Si, definitivamente le tenía más pavor a eso. Tomó otra cucharada de su Sunday tan solo para resignarse. Estaba completamente metida en la jaula.

— ¿Hey, por qué tan pensativa primor? —escuchó una conocida voz.

—Si Luna te escuchara seguro te golpearía —respondió abriendo uno de sus ojos solo para asegurarse.

—No hay problema si es contigo —se escuchó una tercera vos femenina—, pero te advierto Kirito ¡nada más te escuche decírselo a alguien más y te rompo toda la cara!

—Tranquila cielo, créeme que no habrá alguien más en mi vida mas que tú… Bueno y tal vez Marron —declaró mientras se sentaba cómodamente en la mesa frente a esta.

Kirito y Luna eran los mejores amigo que Marron pudo encontrar en la capital del Noreste y que mejor, pues eran sus vecinos de apartamento o planta. Pues mientras ella se encontraba en le piso seis, Luna ocupaba el siete y Kirito el cinco.

Luna era una chica de morena cabellera, ojos almendrados y un cuerpo escultural dedicada "irónicamente" a ser modelo. Como la envidiaba, ¡pese a que comía millones de chatarra no subía ni un solo gramo!

Por otro lado se encontraba Kirito, tuvo la oportunidad de conocerlo en uno de los torneos de las Artes marciales, y si no mal recordaba había sido descalificado "irónicamente" por Trunks. A primera vista se podría pensar que era una persona sumamente reservada. Pero cual fue su sorpresa al tratarlo más a fondo al conocerlo formalmente como el novio de su amiga Luna. No había duda, hacían una pareja espectacular. Pues el también era sumamente atractivo; ojos azules, cabellera rubia, y un cuerpo digno de las artes marciales. No se le haría extraño que en cualquier momento ambos recibieran una propuesta de alguna arca famosa de ropa para posar en algunos espectaculares. Aunque pensándolo bien. Dudaba que Kirito lo aceptase.

— ¿Y a ti que te pasa? —le preguntó Luna a la rubia mientras desplazaba a su novio un poco para ser ella quien quedara frente a la ojiazul.

Normalmente su amiga siempre le seguía el juego a su novio para molestarla. Cosa la cual había superado y dejaba que ellos hicieran el ridículo a su antojo, pero ahora, Marron parecía encontrarse tras una densa capa de neblina.

Marron volvió a soltar un suspiro tratando de relajarse. Pero le era imposible, y tras contarles la odisea de esa mañana a sus vecinos acabó por explotar.

—Tranquila Marron, estás haciendo una tragedia en un vaso de agua —trató de calmarla Kirito— ¡Por dios! ¡Es la Capital de Oeste! ¿Sabes cuánta gente vive ahí? Que te encontrara sería una de las probabilidades mas bajas que te puedas imaginar. Es mas probable que lo veas aquí en una de sus vacaciones debido a nuestras famosas aguas termales, que en la capital.

—Es cierto, Kirito tiene toda la razón —habló ahora Luna, dándole la razón a su novio—. Además, ¿no se te ha olvidado lo que paso hace seis años? —añadió.

Marron soltó una sonrisa forzada. ¿Cómo olvidarlo? Pues tal como había dicho Kirito, "él" vino de vacaciones por escasos tres días. Los cuales fueron de un encierro total en su departamento al percatarse que él estaba en la ciudad. Y ¿Cómo se percató? No fue gracias a los periódicos, siquiera a las noticias que religiosamente todas las mañanas ahora veía en dado caso que sucediera algo similar. ¡No! Tuvo que ser cuando tenía que surtir la despensa y al momento de pagar la persona que estaba frente a ella le resultaba descaradamente familiar. Con tan solo oír su voz su piel se estremeció, y su pequeño hijo de apenas un año le había entrado por llorar.

—Shh —había tratado de calmarlo.

¡Seguramente llamarían la atención!, recordaba perfectamente como aquella ancha espalda se rotaba lentamente ante sus ojos incrédulos de lo que estaba pasando. Y sin más opción, tomó a Kuno entre sus brazos y se perdió en la línea de al lado, dejando el carrito lleno de víveres en el olvido.

—No me hagas recordarlo, sudo cada vez que lo recuerdo, no se que hubiera pasado si nos hubiese visto.

—Ya lo creo —se apresuró a contestarle Kirito.

—Bueno, es una lástima que te tengas que mudar, pero ten por seguro que te visitaremos —acotó Luna, poniéndole fin al tema dándole el primer mordisco a su hamburguesa—. Deberías de llevarle una a Kuno, hoy están riquísimas —añadió mientras hacia un pausa para tomar una papa.

— ¡Cielo santo! ¿Ya es la una? Valla que vuela el tiempo, vas a ir por Kuno, o ¿quieres que valla yo? Sirve que te quedas un rato hablando con Luna, y yo podría tener al fin una plática de hombres con Kuno, tengo mucho de no jugar Videojuegos, definitivamente "Cenicienta" me tiene hasta la coronilla —expresó con indignación ante la mirada divertida de Luna y una muy confusa por parte de Marron.

—Mi hermanita Lucero se esta quedando con nosotros en lo que mis padres tarden en volver de su viaje, ya sabes como son las niñas de cinco años, llaman príncipe a "cualquier cosa" —puntualizó.

— ¡Hey! ¡Lo que estoy escuchando es agresión verbal! —recriminó Kirito. Mientras que Marron se carcajeaba a sus anchas.

—Gracias Kirito, pero quisiera pasar por él hoy, además me dejaras en banca rota sugiriéndole a mi hijo más juegos. Nos vemos más tarde —se despidió para emprender el camino nuevamente al Colegio Petterson, donde ya su hijo la esperaba en las puertas con su mochila rojo ladrillo

— ¿Qué pasa? —le preguntó al verle una enorme sonrisa en el rostro. ¡Irradiaba felicidad!

— ¿Es verdad mami? ¿Es verdad? —preguntó Kuno muy emocionado, aventando su mochila al asiento trasero.

— ¿Qué cosa, amor? —le preguntó Marron, contagiándose de la alegría de su pequeño.

— ¡De que nos mudamos a la Capital del Oeste! —gritó Kuno enérgicamente, todavía sin poderlo creer.

Marron casi frena al escuchar a su hijo ¿Qué acaso ya se lo habían dicho los maestros? ¿Por qué rayos no le habían permitido darle la noticia? ¿Qué hubiera pasado si Kuno lo hubiese tomado de otra forma?

—Sí —alcanzó a responder, no saliendo de su sorpresa.

Kuno dio un alarido de pura alegría.

— ¡Esto es lo mejor que me ha pasado en la vida! ¡Te imaginas mamá! Cuando vallamos a los parques de diversiones, o al cine tridimensional, o a la feria, o al circo fantástico, o a el parque acuático, o a el zoológico. O, o, ó —Kuno volvió a gritar de emoción— ¡Mi vida es genial! —finalizó el pequeño Kuno, mientras casi simulaba derretirse en el asiento.

Marron, por otro lado, estaba petrificada. ¡Le acababan de lavar el cerebro a su hijo! Mientras para él era lo mejor que le había pasado en su corta existencia, para ella era aproximadamente diez veces la potencia de una bomba nuclear en su cerebro. Una total y completa aniquilación a su vida. Para colmo había acabado en un embotellamiento, los ruidos de los automóviles aturdían más de lo usual, su hijo parecía tener una lista interminable de lugares por visitar en la capital del Oeste, su cabeza le daba vueltas, pensar que posiblemente se lo toparía a "él" no le agradaba mucho.

Tenia que calmarse, que controlarse, estaba rogando por paz en su cabeza. Fue cuando el videojuego portátil de su hijo golpeó su costado, cuando no pudo soportarlo más. Era suficiente.

— ¡Ya basta Trunks! —gritó molesta. Sin percatarse de su error.

— ¿Trunks? Me llamo Kuno, mamá. ¿Ya se te olvido? —aclaró el pequeño de mirada celeste tomando asiento nuevamente, pero una cosa era segura, no se quedaría con la duda— ¿Quién es Trunks mamá? —preguntó confuso, intrigado y divertido ante la confusión de su madre al llamarlo de esa forma.

Definitivamente desconocía la repercusión de la pregunta que acababa de hacer.


Disclaimer: Dragon Ball (C) Akira Toriyama, Bird Studio, Shueisha, Toei Animation.