Yey!, tarde pero aquí. =D
Tengo otro fic por ahí, ese que ya les dije que era muy elaborado y me encanta, pero me da dolores de cabeza , además que como ya se vienen la universidad otras vez TT, lo peor es que sino lo subo ants de q empiece la temporada nueva, puede que haya confusiones y líos y cosas con la copia y no es copia, es sólo que hubo unas pequeñas coincidencias, maldición xD... ah, ya me entiendo sola...
Bien, no los distraigo más, aquí está el último capítulo!
7- Quién ríe al último…
A la mañana del día siguiente, Wilson golpeaba la puerta de la casa de Cuddy, pero para su sorpresa quien abrió era House.
—No es lo que parece —fue lo primero que dijo el nefrólogo ante la cara de estupefacción de su amigo.
—¿Qué crees que me figuro? —preguntó Wilson, impresionado, convidándose a pasar. —¿No hiciste lo que te dije que no hicieras, verdad?
—No —respondió House, sentándose en el sofá a terminar su sándwich.
Wilson se afirmó en el umbral de la entrada a la sala de estar y lo observó un momento.
—¿Cuddy no se enojará con eso?
—¿Por qué boto migas en su sofá? ¡Nah! —se contestó.
—¿Dónde está Cuddy?
—En este sándwich.
—Sí, claro.
Se hizo silencio. En eso se escuchó una puerta abrirse. Wilson giró la cabeza y vio a Cuddy salir del baño envuelta en una toalla, cuando ella cerró la puerta de su habitación lo notó y lo saludó. Wilson volvió a mirar a House, quien ya había acabado su sándwich.
—¿Todavía me pedirás que no me lo figure? —preguntó Wilson señalando hacia el pasillo, anonadado.
—Sí —contestó House, tras unos segundos de falsa reflexión.
—¡No puedes ser tan descarado!
—Que ella sea limpia, no es evidencia.
—Que tú estés aquí con lagañas en los ojos, es evidencia —saltó airado.
—Y que me esté comiendo su comida —agregó House.
—Y que te pavonees por su casa.
—Y que haya dormido en este sillón.
—Y que… —Wilson se detuvo en su parlamento y lo observó al instante. —¿Es en serio?
—Aquí está la frazada que me prestó —señaló House, levantándola un poco para que la notara a su lado.
Wilson lo miró estupefacto.
—¿Por qué estás aquí? —cuestionó, ya no entendiendo nada.
—Porque estaba drogada y me sentí culpable.
—¿Te sentiste culpable? —reiteró con sorna.
—Está bien —rezongo House, algo hastiado. —Me invitó a su casa, gracias a las drogas, mi mérito sólo fue dárselas, pero se durmió en el auto. Iba a dejarla ahí, pero apareció mi Wilson interno en mi mente a falta del real, y la traje hasta acá. La dejé en su cama y como mis sentidos comenzaban a fallar para conducir, decidí quedarme aquí. Te mentí en que me prestó la frazada. Yo la tomé prestada.
—¿Y por qué sigues aquí y no escapaste a primera hora? —preguntó intentando no confundirse sólo.
—Me tengo que duchar —explicó con simpleza.
—Sí, claro —se burló Wilson. —Mejor dame mis llaves —ordenó estirando su mano.
House se acercó la chaqueta que estaba en el sofá de enfrente con el bastón, buscó las llaves en su bolsillo y se las entregó.
—Aquí está papi, para que confíes más en tu retoño querido —dijo House con su sentido del humor.
Wilson las cogió y alzó las cejas, frunciendo los labios. Se volteó para retirarse, pero recordó algo, demostrado en el movimiento que realizaba con el índice.
—Por cierto, ha llegado el papá de Pamela. Por si quieres agradecerle tener una hija que ayuda a tomar decisiones a House en su vida personal.
Y se marchó antes de que House pudiera mediar palabra.
Un minuto más tarde apareció Cuddy, desatándose el pelo.
—¿Ya se marchó? —preguntó como si hubiese querido invitarlo a tomarse un café.
—Sí, le dije que lo amaba como sólo amo al vicodín. Parece que le asustó.
—No te creyó, ¿verdad? —consultó, cruzándose de brazos, sabiendo la respuesta.
House negó con la cabeza, con cara de perrito mojado.
Se quedaron un momento en silencio.
Cuddy sonrió.
—No estaba tan drogada.
House también sonrió y la miró.
—Lo sé.
Y así se quedaron un momento.
Pamela hacía más de una hora que tenía la misma cara de fastidio, mientras arrancaba las hojas de un libro. La razón se hallaba sentada en una silla al lado de la ventana: su padre.
Unos minutos más tarde, pasado el mediodía, entró Wilson. Al verla despedazar su libro, no pudo resistirse a preguntarle qué le pasaba.
—¿Ves a ese tipo de ahí? —chilló. Wilson se exaltó por sus palabras, sin embargo, su padre ni se inmutó más que para saludar con la mano a Wilson. —Me está diciendo que me voy a Harvard.
Wilson miró a William Cuddy, éste se encogió de hombros como respuesta a la cara de interrogante de Wilson. Wilson volvió a mirar a Pamela.
—¿Y eso es malo?
—Lo consiguió por el amigo de un amigo. ¡Es un cupo fraudulento! —gritó indignada.
—¿Y así no consigues las cosas tú, acaso?
No fue Wilson quien preguntó, sino House, quién ingresaba a la habitación con Cuddy. Cuddy se dirigió hasta su hermano a saludarlo.
—¿Es verdad eso, William? —preguntó Cuddy.
—Fue una pequeña bromita —contestó él.
Cuddy se separó de él, puso los brazos en jarra y lo miró seriamente.
—¿Y esa bromita me incluía a mí? —cuestionó indignada.
—Lo siento, necesitaba enseñarle a mi hija que no siempre puede obtener lo que quiere.
—Entiendo tu filosofía —se metió House, mientras desenvolvía la venda de la cabeza de Pamela.
—Contigo obtuvo lo que quiso —ahora quien se entrometió fue Cuddy.
—¿Qué hiciste ahora, Pamela? —preguntó su padre.
—Nada —saltaron Cuddy y House al unísono. Wilson los miró sacando sus propias conclusiones.
William miró a Cuddy.
—Sí, es cierto que fastidió un poco, pero son jugarretas propias de su edad, quiere creer que tiene el poder, pero no ha hecho nada dañino. Se ha portado bien —aseguró Cuddy.
Pamela miró a House interrogante y luego sonrió burlona, House le tiró las vendas a la cara como venganza a mofarse de él. Wilson tenía su mejor cara de "de qué diablos me perdí".
—¿Qué es esto? ¿Una competencia de timos? —saltó Wilson, no pudiendo contenerse más.
—Más o menos —contestó Pamela. —Pero lo de mi papá fue maldad.
—Fue educación —la corrigió él.
—Maldad. La vejez debería dejarte reconocerla.
—Mañana nos vamos— avisó su padre, retirándose.
Cuddy vio el recorrido que hacía su hermano de salida, mientras House daba el alta a Pamela.
—¿Y no puede fingir que sigo mal, para no irme mañana? —preguntó la chica.
—No. Porque aparte de tu pequeña falta de memoria y este chichón oculto por tu cabello, no tienes nada.
—Pero, por favor —suplicó con ojos de cachorro.
—Además quiero que te vayas.
—¿¡A pesar de que lo ayudé a darse valor!? —inquirió incrédula.
—El valor es para lo estúpidos. Yo negocié.
—Negociaste, porque te mostré como irían los valores de la bolsa antes de que se publicaran.
—Pero si no hubiese aceptado, no tendrías crédito.
—Pero aceptaste, porque era demasiado buen negocio. Tengo crédito.
—¿Por qué es peor Harvard que Princeton?
Todos voltearon a ver a Wilson, quien había terciado la discusión con esa pregunta.
—¡Oh, lo siento! Es que tenía esa duda —se explicó Wilson, irónico.
Ahora todos miraron a Pamela.
—Porque William me timó; y porque el amigo de William timó a William y el amigo del amigo de William timó al amigo William. Y eso, aún cuando este certificado de matrícula tenga todo en orden, sellos verdaderos, firma original y todo, es malo —aseguró mirando el papel.
—¿Sólo por una competencia? —quiso aclarar Wilson, a quien aquello no le cabía en la cabeza.
—No es sólo una competencia; tengo principios, puede que no sean los mismos tuyos. En cualquier caso, deberías estar acostumbrado —y señaló a House y a Cuddy.
Wilson notó el gesto.
—Ah, ya comprendí —asintió.
Se hizo un momento de silencio.
—¿O sea que te vas mañana? —quiso saber Cuddy.
—No es necesario el tono de congoja falsa —pidió la chica.
—No es falsa —contestó su tía, sonriendo al final.
Pamela y Wilson la miraron y luego miraron a House. Éste justo notó su pelota, la tomaría, pero Pamela fue más rápida.
—¿Puedo llevármelos para interrogarlos? —preguntó Wilson más a modo de informar que de pedir, pero fue interrumpido por las rabietas de House, por su pelota.
—Wilson, ¿por qué no la cuidaste mejor?
—Oh, vamos, hablemos y después te la devolverá.
—Sí, ve a hablar con él, después te la devuelvo —aseguró Pamela.
—No cumpliste el trato anterior.
—Eso no fue su culpa —la defendió Wilson.
—Oh, sí, en cuanto a eso… Gracias por curarme la onomatofobia, doctor House —agradeció Pamela.
House la miró un instante.
—¿No tenías principios?
—Dar las gracias cuando alguien se las merece, está dentro de ellos. Decirle a alguien que tenía razón, no —demarcó.
House se encogió de hombros.
—Quiero mi pelota.
—Mañana, cuando me vaya. Ahora vayan a hablar con el doctor Wilson… si quieres recuperar tu pelota —agregó.
—¿Qué tiene que ver Wilson? Y ¿por qué no te la contamos a ti? —curioseó House.
—Será mis oídos, a mi no me interesan los detalles —aseguró, poniendo cara de asco.
Cuddy rodó los ojos y salió. House y Wilson salieron al rato, tras que el oncólogo logró convencer a su amigo de que doblara un poquito sus principios.
Pamela estaba en casa de su tía cerrando su maleta. Sólo dejó fuera un sobre, que guardó en un bolsillo de su chaqueta y la pelota de House, que llevaba en su mano. Su padre estaba en un hotel que tenía que dejar por la tarde, así que ella aprovecharía la mañana para despedirse.
Cogió la maleta por el mango y la rodó por la casa, hasta la puerta, donde buscó la llave para cerrar. Una vez hecho esto, escondió la llave tras un farol y se dispuso a deslizar la maleta escaleras abajo y después por la vereda hasta la parada del bus.
Llegando a Princeton, compró un dulce en un negocio cercano al hospital y luego entró. Llegó hasta el despacho de su tía con su mejor tenida de turista exploradora. Allí estaba ella junto a House y Wilson quienes parecían discutir.
—¿Qué sucede? —consultó la chica apenas entró.
—Nada sólo House entrometiéndose en un caso de Wilson —explicó Cuddy poniéndose de pie y dirigiéndose hasta ella. —¿Vienes a despedirte?
—Sí —afirmó ella, soltando su maleta y dándole un abrazo.
Cuddy aceptó el abrazo y la besó en la frente. Luego la tomó por los hombros.
—Que te vaya bien.
—Gracias —Pamela se alejó un poco. —Siento si te hice pasar algún mal rato.
—¡Oh, está bien! —rió Cuddy. —Estoy acostumbrada —admitió, señalando hacia atrás con el pulgar, por el lado en el que estaba House.
Pamela se hizo espacio para hablarle a los otros dos.
—¿Te has vuelto una persona sensata? —inquirió House, burlón.
—¿Cómo estuvo la historia? —preguntó Pamela a Wilson, ignorando a House.
—Un nueve.
Pamela sonrió y le lanzó la pelota a House, quién la atrapó apenas.
—¿Necesitabas la calificación de Wilson para devolvérmela? —chilló House, incrédulo.
—Era mi rehén, podría no habértela devuelto, podría haber hecho cualquier cosa.
—La has ultrajado —palideció House, fingida y teatralmente.
—Eso y más —aseguró Pamela, abriendo mucho los ojos.
—Wilson, creo que te la prestaré un tiempo —dijo House, alcanzándosela.
—¿Por qué?
—Necesitará terapia.
Cuddy y Pamela sonrieron, Wilson rodó los ojos. House lo miraba con carita de "mírala, pobrecita, necesita de ti".
—Bueno —suspiró Pamela. —Tía, toma —habló, alcanzándole un sobre.
—¿Qué es esto? —preguntó ella.
—Un sobre —contestó Pamela.
—Sí, pero…
—Si quiere saber qué contiene, ábralo, yo no sé. Lo que es yo, ya me voy. Estoy atrasada. Adiós.
Y tras decir esto, cogiendo su maleta, se marchó.
Cuddy comenzó a abrir el sobre, lo primero que sacó fue una nota, se sentó tras su escritorio, dejando el resto del sobre encima y la leyó. House se colocó tras ella para fisgonear.
—"Ya sé que eres el amigo del amigo" —leyó House en voz alta. —Ahora entiendo toda esta serie de hechos afortunados al final. ¿Cómo lo hiciste? —preguntó, mirándola casi encima.
—Tengo un amigo.
—¿O sea que esa escena cuando ella llegó…?
—Esa escena fue real. Sólo que William me lo pidió.
—Entonces la escena de ayer.
—Sí, a lo mejor esa fue escena.
Mientras House y Cuddy discutían, Wilson revisaba qué más había en el sobre. Comenzó a reír, como sólo él sabe hacerlo, cuando ha ganado una partida de póker.
—¿Qué? —saltaron los otros dos al unísono.
—Un encargo que había hecho, llegó por este medio.
—¿Qué encargo? —preguntaron otra vez al mismo tiempo.
Wilson dio vuelta lentamente la fotografía. En ella se veía a House y Cuddy en el bus, durmiendo uno sobre el hombro del otro.
—Wilson —habló Cuddy, en tono de advertencia.
—Creo que era mi turno de timar —declaró él y salió de la oficina.
House y Cuddy se quedaron boquiabiertos en el interior.
—Haré que mi bastón haga el trabajo sucio —dijo House amenazante, haciendo ademán de salir, pero Cuddy lo detuvo.
—Lidiamos con eso a diario, ¿qué más da?
—Tiene pruebas —le señaló House.
—Que pudo haber photoshopeado. Sólo ocúpate de negarlo hasta el final.
—Como si fuera tan fácil. ¡Tengo una marca en mi cuello! —señaló.
—Yo no tengo la culpa de esa —contestó ella, con simpleza. —Cambiando de tema, ¿no te había dicho que debías escoger un equipo?
—Trabajo bien sólo —contestó terco, dirigiéndose a la salida.
—Sí, claro.
House cogió el pomo de la puerta.
—Creo que empiezo a extrañar a tu sobrina, te mantenía ocupada y lejos de mí.
—Me mantenía ocupada y cerca de ti.
—Pero eras más simpática —y salió.
—¡Quiero nombres!
Cuddy negó con la cabeza y sonrió, continuando en su trabajo.
FIN.