Disclaimer: Ningún personaje es mío. Tampoco los escenarios. Yo solo pongo el drama.
Otoño. Noviembre de 1971.
Al terminar la última clase del día, Severus se rezagó un poco más y dejó irse a los de su casa para esperarla.
Era algo a lo que todavía tendría que acostumbrarse un poco más, y ella también, pero merecía la pena. Por mucho que dijesen que slytherins y gryffindors no podían ser amigos, nada había cambiado entre Lily y él. La Selección había sido una sorpresa, sí, pero los dos se habían prometido que no se separarían por una tontería como ésa, por mucho que todos los mirasen con recelo o desconcierto al verlos juntos, incluyendo a los profesores.
Pociones era la única asignatura en la que se sentaban juntos. Por lo general, los profesores preferían no sentar mezcladas a las dos casas y, en todas las demás clases, les había tocado sentarse por orden alfabético entre de los suyos. Slughorn, en cambio, consideraba que, siendo sus dos mejores alumnos, no habría ningún problema en que se interrelacionasen entre sí. Había intentado que el resto de los alumnos siguiese la misma iniciativa, pero al final lo había dejado por imposible.
Slughorn adoraba a Lily. A Snape no le hacía falta que nadie se lo dijera, bastaba con ver cómo la trataba para saber que era la niña de sus ojos. Y Lily encontraba a Slughorn bastante arrogante, pero gracioso a su manera. Además, los unía su amor por las Pociones. Severus también era de los favoritos del profesor, pero sin llegar al mismo nivel que la chica. Para él era algo perfectamente comprensible: Lily no sólo era inteligente y educada, sino que además poseía aquel aspecto inocente y dulce que tanto gustaba al profesorado en general.
Cuando por fin la pelirroja pudo escabullirse de la conversación que la había retenido en el aula, se unió a él para dirigirse al Gran Comedor. Si Slughorn no la hubiese retenido tanto tiempo les habría dado tiempo a dejar las mochilas en sus respectivas habitaciones, pero ahora ya sólo les quedaba ir directamente al Gran Comedor para disfrutar de la cena.
- Estoy agotada – comentó ella nada más echar a andar.
- Sí, aguantar tanto tiempo a mi Jefe de Casa debe de ser insoportable.
Lily esbozó una sonrisa divertida.
- No lo decía por eso. Lo único que quiero es irme pronto a la cama y dormir hasta que cumpla los dieciocho. Creo que me levanté demasiado temprano para repasar esa redacción de Encantamientos.
- Te estás pasando un poco, ¿no crees? – observó Severus – Todavía estamos en octubre. Queda un año muy largo por delante como para que ya empieces a estresarte.
- Pero…
- Lily, tienes una media de diez en todos los trabajos que hemos entregado hasta ahora. Relájate.
- Vale – asintió ella – Vale, lo intentaré. Pero es que… no quiero fastidiarlo ahora que estoy aquí.
- Aunque tu media bajase a un nueve todo el mundo seguiría encontrándote perfecta. – dijo él despreocupadamente.
- Gracias – sonrió ella y decidió cambiar de tema - ¿Por qué tenías esa cara después de la comida? Con todo el rollo que nos ha explicado Slughorn no me acordé de preguntarte.
- Ah, no era nada – contestó él, tratando de sonar seguro. Obviamente la vacilación no le pasó desapercibida a la chica.
- Venga, Sev, sabes que me lo puedes contar.
Él la miró, como pensándoselo, y terminó por encogerse de hombros. Después de todo, a ella también la afectaba.
- Los de mi cuarto estuvieron hablando conmigo acerca de las… compañías. Me dijeron que pasaba mucho tiempo contigo y que… bueno, que no estaba bien que se me viese con una… una…
- ¿Una qué exactamente? – preguntó Lily, con aspecto serio y preocupado.
- Una sangre sucia.
Terminaron de subir las escaleras y se detuvieron en el rellano del recibidor. El ruido de voces y risas del Gran Comedor les llegó distante, y Lily pudo ver cómo un par de chicas de tercer curso de su misma casa les lanzaban miradas de asqueada incredulidad que le resultaron bastante insultantes.
- Lily, yo les dije que a mí me da igual, que eras mi amiga y todo eso, pero ellos no pueden entender que tú y yo nos llevemos bien.
Ella no respondió. Se sentía ligeramente herida. Severus siempre le reafirmaba su amistad cuando alguien decía o insinuaba lo que sus compañeros habían afirmado tan claramente, pero nunca había replicado que ella no era ninguna sangre sucia. Era la tercera vez que pasaba algo así y, esta vez, Lily recordó las palabras de James Potter el primer día que los vio juntos tras las clases: Cuidado con las compañías, Evans. No todas son lo que parecen.
Severus era su mejor amigo desde hacía bastante tiempo, desde que se dio cuenta de que, lo que era, sólo podía comprenderlo él. Ahora que había conocido a más gente como ella se preguntaba, pocas veces pero suficientes, si aquella amistad que todo el mundo consideraba imposible e impensable no sería fruto de una falta de opciones.
- Está bien, Sev, no te preocupes. – terminó asegurando ella. – Quizás debamos relacionarnos más con los de nuestras propias casas también. No hay necesidad ni de cerrarnos ni de dejar de ser amigos.
- ¿Seguro? – preguntó él, dudoso.
Y Lily esbozó una de sus sonrisas dulces y tranquilizadoras.
- Seguro. Y ahora vete entrando al Comedor, que yo tengo que ir al baño y Rosier se estará preguntando que habrá sido de ti.
Severus asintió, más tranquilo, y entró directo a su mesa. Lily, en cambio, no fue al baño, sino que esperó unos minutos sola en el recibidor y luego entró para sentarse en la suya. Remus Lupin, un chico de su clase, de pelo claro, le hizo hueco junto a él y la recibió con una sonrisa. Su asiento quedaba justo de frente a la mesa de Slytherin. Pudo ver a Severus mirándola disimuladamente. Cruzaron una sonrisa fugaz y algo en el estómago de Lily se revolvió.
Nada iba a cambiar.
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