Este es el primer fanfic que subo en esta página. Ojalá y todo salga bien.
La idea surgió tras ver el capítulo 29 (La sangre maldita) en el que se encuentran en París. Sentía la necesidad de hablar por Saya y
de expresar todo aquello que yo, poniéndome en su lugar, sentí.
Sin más, espero que les guste.
Saya se encontraba tumbada en la cama de su cuarto
Saya se encontraba tumbada en la cama de su cuarto. Abrió un poco los ojos con pesadez y, tras menear levemente la cabeza, comenzó a despertar. A su lado, sentado en una silla se encontraba Haji, mirándola con atención. Cuando esta se incorporó el joven se puso de pie, erguido.
-Haji- murmuró Saya, tocando su cabeza lentamente.
-¿Ocurre algo?- pero sus rasgos permanecieron firmes, inmunes a todo.
Ella calló, sintiendo una punzada en su estómago.
-… No- susurró –No importa.
Él no habló más, sólo comprendió y calló.
Saya alzó su vista y sus ojos se encontraron con los de él: tan fríos, tan distantes… y a la vez, aunque le costase reconocerlo, tan bellos. Una sensación de vacío y soledad rellenó poco a poco los huecos más profundos que habían en su cuerpo. Sintió que iba a llorar, sintió que un sentimiento iba a condensarse en forma de lágrimas. Y, por primera vez, comenzó a sentir una angustia injustificada, o eso creía ella.
Bajando su cabeza trató que Haji no se percatase de su pésimo estado. Intentó silenciar su sollozo, el primero del día pero no el último.
-Haji…- murmuró, de nuevo -¿Podrías dejarme sola, por favor?- no, no lo deseaba. No deseaba quedarse sola: necesitaba que él se quedase allí con ella.
Entonces… ¿por qué actuaba así? Lo más fácil sería esconderse en las ropas negras de su caballero, enterrar la cabeza en su pecho y llorar: llorar muy fuerte, disfrutando el único contacto físico que él le daría, un simple abrazo.
-Si es lo que deseas…- susurró.
De pronto, sin casi percatarse de ello, Haji había abandonado el cuarto, la había dejado sola, muy sola, más de lo que él se podría imaginar.
Saya alzó la vista y miró la puerta por la que él se había marchado. Poco después contempló la silla, donde él se encontraba escasos minutos atrás. Esa angustia volvió y, con ella, la anterior sensación de abandono.
¿Pero por qué se sentía así? ¿De dónde nacía todo aquello, así… de pronto?
Sus lágrimas salieron al instante, entre la rabia, la tristeza, el dolor y la pena, pena por ella misma y por su estupidez: por encontrarse en un estado que ni ella comprendía.
¿Por qué lloro? Sólo se ha ido de mi cuarto…
"Si es lo que deseas…" – recordó que le había dicho, antes de marcharse.
¿Si es lo que deseo? ¡Por supuesto que no lo deseo!
Se tumbó en la cama y tapó su cara con sus manos. Por algún motivo, al haberle dicho de marchar, ella guardaba la esperanza de que él se opusiera, que se acercara a la cama y que la abrazaba como sólo él sabía hacerlo. Que acariciara su cabeza y que le susurraba su nombre tratándola de calmar. Sí, era eso lo que necesitaba y lo sabía.
Algo rondó por su mente: la facilidad con la que Haji aceptaba todo lo que ella decía.
-De acuerdo…- pensó –Es mi caballero, él está aquí para cumplir lo que yo anhele pero…- paró -¿Acaso no le preocupa lo más mínimo que me encuentre mal? ¿No le remuerde que llore? ¿No desea lo más mínimo consolarme?- y, a esta última pregunta, sus lágrimas volvieron a brotar –… Está claro. No le importa lo más mínimo que me encuentre mal, no es capaz de saltarse lo que yo le diga y hacer lo que quiere, aunque… bah, ¿para qué querría alguien como él hacer algo así?
Secando sus lágrimas se levantó de la cama y se vistió. Ahora, la tristeza había dejado paso a la rabia: una rabia consentida.
Salió del cuarto cabizbaja, queriendo mostrarse afectada por lo ocurrido –pese a no ser grave-
Cerró la puerta tras entrar al salón del piso y Lewis le sonrió.
-¡Buenos días, Saya!- sonrió él rondando por la cocina.
Ella también le saludó sonriendo, fue a preguntarle algo cuando, al alzar la mirada, sus ojos chocaron con los de Haji. Este se acercó a donde ella se encontraba y la miró fijamente. Saya esperó con impaciencia un: "¿Estás mejor?" pero este no llegó, solo pudo volver a ver esos ojos serios y esas facciones rígidas y frías. Notó cómo el corazón se le encogía y por primera vez llegó a pensar que Haji era realmente un insensible.
Ante ese silencio sepulcral, Lewis habló.
-Todos han salido- rió. -Incluído Riku.
Saya se apartó con una sequedad extraña en ella de Haji, dejando de mirarle a los ojos.
-¿Kai también…?- le preguntó con una preocupación fingida
-Sí, lo que oyes- y miró por la ventana. –Con el mal tiempo que hace…- suspiró.
-¿Crees que lloverá?
Anhelaba que lloviese. Quería que lloviese, para así poder sentir el abrazo del agua, la caída de las lágrimas del cielo… Creyó que quizás de esa forma podría sentirse mejor.
-Bueeeno…- lo pensó. –Supongo que…
-Vale, gracias- le cortó, tomando un "sí" como respuesta.
De pronto se dirigió a la puerta, dispuesta a irse.
-Saya- le llamó Haji con suavidad, tratando de enterarse de por qué era necesario salir en ese mismo momento.
-¿Pero dónde vas, Saya?- le preguntó Lewis.
Sólo hizo caso a la segunda llamada, dejando a su caballero atónito, haciéndolo sentirse claramente ignorado.
-A dar una vuelta- sonrió.
No miró a Haji, pero este le siguió.
Cuando estaban en la puerta, comenzó a llover a cántaros. Saya no se quejó, es más, agradeció para sus adentros que el tiempo le regalase algo así.
-Saya…- la volvió a llamar él.
Esta se giró y le miró con frialdad, tratando de imitar sus gestos.
-Qué- le preguntó secamente.
-… Está lloviendo.
-Ya, ya sé que está lloviendo- le contestó bordemente –No estoy ciega, ¿por qué te crees que he salido si no?
"¿Qué le ocurre?"- se preguntó Haji, comenzando a temer un posible enfado en Saya.
Él se quedó mirándola, aún no sabiendo el por qué de sus actos.
-Nadie te ha dicho que vengas conmigo- le dijo seriamente –Yo me voy, si no quieres no te vengas- y, diciendo esto, se adentró en la lluvia.
Haji la siguió y comenzó también a empaparse.
Caminaron por la larga calle unos segundos y, sin poder evitarlo, la joven se giró.
-¿Qué haces? ¿Es que tú también quieres mojarte o qué?
-Ya me he mojado- comentó él.
-Tsk- se quejó Saya. –No te veía con muchas ganas de seguirme, por eso lo digo.
-Es mi obligación seguirte allá donde vayas.
El estómago de la chica se encogió: ¿Qué era… su obligación?- pensó exasperada.
¿¡No podría utilizar un término más adecuado!? ¡¡Tal como…!! ¡¡Tal como…!! ¡¡ARGH!!- y apretó su puño.
-Pues si me sigues por obligación lárgate y piérdete por ahí- y comenzó a andar enfadada.
-Pero Saya…- la llamó él, llendo tras ella.
-¡QUE NO ME SIGAS!- y apretó el paso.
Él echó a correr y la alcanzó a los segundos. Agarrándola de un brazo giró su cuerpo mientras ella se resistía con todas sus fuerzas, que no eran pocas.
-¡QUE ME SUELTES! ¿¡NO DICES QUE ME SIGUES POR OBLIGACIÓN!? ¡¡PUES ADIÓS, YA TARDAS EN IRTE!!- y sus lágrimas quisieron volver a salir, aunque por orgullo la joven no las dejó.
Haji cogió a Saya y la pegó a su cuerpo, tratando de abrazarla.
-¡NO QUIERO TUS ABRAZOS, DÉJAME!- y, dándole una bofetada, logró librarse de sus manos.
El caballero bajó su cabeza en silencio, mientras que aún podía verse la marca roja que había dejado la mano de Saya en su pálida mejilla.
La lluvia caía con fuerza, como enloquecida, sin cordura, mientras mojaba nuestros cuerpos.
Me sentí culpable por haberte pegado, por haberte hecho callar. Sé que tú sólo querías tranquilizarme pero…
-Haji…- le susurró ella. –Perdóname…
Alzaste levemente tu cara y la echaste a un lado. Cerraste tus ojos y la meneaste con pesadez, indicándome que no pasaba nada, que todo estaba bien.
-… No importa.
En aquellos segundos interminables, en aquel silencio incómodo… Sentí… No, no podía estar pasando aquello, Haji… ¿Por qué? ¿Por qué ahora mismo, en este instante…?
Me acerqué a ti y te abracé, sintiendo sobremanera lo ocurrido, recordando lo mimada y estúpida que me había comportado escasos minutos atrás.
-Perdóname… Por favor…- te repetí, cuando tú me correspondiste rodeándome con tus brazos.
-… No tiene importancia- susurraste mientras llevabas una de tus manos a acariciar mi pelo.
La lluvía seguía cayendo pero en ese momento ya no me importó estar empapada, no me importó no llegar a sentir ni una parte de mi cuerpo seca. Me intenté concentrar en ti, en tu cuerpo, en tu abrazo, en tu aroma el cuál, pese a la lluvia, podía reconocerse. El roce de mi cara en tu pecho, de mis manos en tu espalda, presionándola sobre tu ropa con la yema de mis dedos…
Quise atraversarte, quise poder colarme en ti y formar parte de tu cuerpo, Haji… Quise fundirme contigo, literalmente. Y quise que nunca cesase ese instante, que siempre nos encontrásemos así… Bajo la lluvia de París, en aquella calle insólita y oscura.
Me separé de ti tras unos minutos y, dando marcha atrás volví sobre mis pasos al piso.
-¿Dónde vas?- me preguntaste sin apenas alzar tu voz.
-De vuelta al piso…
-… ¿No querías dar una vuelta?- dijo casi en susurros.
Saya frenó en seco y agradeció a la lluvia que camuflase sus lágrimas.
-… Ya no.
Me di cuenta de que el abrazo de la lluvia no era cálido. Era más bien frío y distante, ya que sólo te rozaba y se arrastraba hasta perderse, una y otra vez. Sólo te rozaba y luego se iba… te rozaba y se iba… así, sucesivamente. Cada segundo caían miles y millones de gotas de las cuales, un alto porcentaje, rozaría tu piel. De pronto esa sensación de soledad volvió a mi: "Ni las gotas de lluvia permanecen a mi lado, todas huyen, todas mueren estrelladas contra el suelo"- y la imagen de aquellos que habían muerto delante de mí regresaron a mi mente, sólo causándome más dolor.
-Volvamos- te dije, a la par que echaba a andar.
-Entendido- comentaste tú, siguiéndome.
Me siento tan vacía, Haji…
Espero que les haya gustado n-ñ Cualquier crítica es bien recibida (no sean muy duros ;; xD)
Si tienen un rato y no es mucha molestia dejen su review :3 Así podré saber qué opinan de la historia. Se aceptan recomendaciones n-ñ
Matta ne!