Capitulo 13. Aquel hermoso día de primavera.
Los días en la mansión Bonaparte pasaron tranquilos y relajados, rodeados por un flujo constante de ires y venires, visitas, arreglos, decoración, ect...
Se estaba preparando la que sería la boda del siglo entre los dos personajes más destacados del momento: la bellísima e inalcanzable Kagome Boticelli y el frío general Sesshômaru Bonaparte.
La novia en cuestión se encontraba terriblemente angustiada ante la idea de casarse delante de tantísima gente, pero no podía hacer nada al respecto y lo sabía. Intentó relajarse mientras Sonomi, Sango y Rin la ayudaban a ultimar los detalles de su vestido de novia.
Las semanas habían pasado volando desde que su padre aceptara el matrimonio entre los jóvenes y ya era el día de la boda.
Una entusiasta Sango apretó mas de lo necesario uno de los lazos de su vestido y no pudo sino quejarse.
-Sango, se que estas deseando que me case, pero te juro que pienso devolverte todos y cada uno de tus apretones el día de tu boda, que por cierto, te recuerdo que no esta muy lejano.
Sango se limito a sonreír, si, era cierto que se iba a casar con Miroku y por ello podía comprender el estado de tensión y nerviosismo de Kagome, pero aun y así no podía evitar divertirse con los rebotes de su amiga, que además, la ayudaban a descargar tensión. De manera que volvió a darle un apretón al nudo.
Mientras, en el otro lado, Sesshômaru estaba aun de peor humor que Kagome, si es que se podía.
Inuyasha y Miroku lo había arrastrado en su "despedida de soltero" por los cuchitriles de Paris, impidiendo que durmiese en toda la noche y encima teniendo que sacarlos de algún que otro lío en que se metieron, definitivamente esperaba devolverles el favor muy pronto.
Se acabo de vestir, sabía que nadie notaria que no había dormido, como Inuyasha y Miroku, en el ejercito, durante las horas de vigía, se habían acostumbrado muy bien a la falta de sueño.
Se dirigió a la puerta principal, en donde lo esperaba un elegante carruaje que lo guiaría hasta la catedral.
El trayecto duro aproximadamente 15 minutos. Cuando entro por las hermosas y enormes puertas de la catedral, todos los invitados se pusieron en pie.
Avanzo con elegante soltura hacia el altar y una vez allí, todos se sentaron y se dispusieron a esperar a la novia.
La susodicha novia tardo como 30 minutos más, para desesperación de los presentes. Cuando ya muchos se preguntaban si realmente iba a aparecer, hizo su entrada, tomada del brazo de su padre, Saitô.
La mayoría se quedo si habla. Estaba increíblemente hermosa y aquella visión les perseguiría en sueños durante el resto de su vida.
La novia avanzo segura hasta el altar, en donde uno de los más importantes cardenales franceses la iba a unir en matrimonio con el hombre de su vida.
-Hijos míos, hoy nos hemos reunido aquí para celebrar la unión entre Sesshômaru Bonaparte y Kagome Boticelli, pueden tomar asiento.
Todos los presentes se sentaron en los bancos y los novios se arrodillaron ante el altar.
-En el pasaje en treinta y seis de la Biblia, Dios dijo...
Kagome no escuchaba nada, y Sesshômaru tampoco. Mientras el sacerdote pronunciaba palabras sin valor para ellos, ambos evocaban los recuerdos de toda su relación.
La primera mirada, una noche de 1798, mientras tras ellos una prisión ardía en llamas. El primer beso, robado tras una discusión, momentos de confusión, más besos, la primera vez que miraron sus cuerpos, sin llegar a consumar su amor. Los largos años de espera y soledad, mentiras, traiciones... El reencuentro, su unión...
Su vida había sido difícil, pero su amor casi imposible. A pesar de todo lo ocurrido, seguían queriéndose, a pesar del tiempo y los años, la distancia no había sido nada para ellos o tal vez había sido demasiado.
No querían volver a separarse y nunca más lo harían.
Volvieron a la realidad justo para oír las palabras que los unirían eternamente.
-Sesshômaru Napoleón Bonaparte, ¿juráis amar y respetar, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza a la señorita Boticelli hasta que la muerte os separe?
-Lo juro, y juro también no permitir que nadie vuelva a hacerla sufrir, ni alejarme de su lado jamás.
-Kagome Josefina Boticelli- Sesshômaru se altero un poco al descubrir que Kagome también tenia un segundo nombre, pero se repuso enseguida- ¿juráis amar y respetar, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza al señor Bonaparte hasta que la muerte os separe?
-Si, lo juro.
Ambos cruzaron una mirada y Kagome se sonrojo un poco al comprender lo que pasaba por la cabeza de su ya inminente marido en esos momentos.
-Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. Podéis besar a la novia.
El cardenal siempre se arrepentiría de haber pronunciado esas últimas palabras, pues Sesshômaru se abalanzo sobre Kagome como quien tras tres días en el desierto al fin bebe agua.
Fue un beso que debería estar prohibido. Sesshômaru ignoro totalmente a los presentes y aun más el hecho de que entre ellos había muchos de los pretendientes de Kagome y la beso con una pasión innata, haciéndola estremecer y no quedando satisfecho hasta que ella, roja de la vergüenza, le devolvió el beso con la misma fuerza.
Después se dijo ¿para que perder el tiempo? Y tomando a Kagome cogida en brazos, la saco corriendo de la Iglesia, mientras un divertido Miroku hacía lo propio con Sango e Inuyasha raptaba a Kikyô y se metía con ella en uno de los confesionarios, para horror del cura.
El banquete nupcial, fue el mas comentado de los últimos años y sería recordado para la posterioridad por la cantidad de incidentes que se produjeron.
El primero fue que los novios llegaron dos horas más tarde que los invitados y solo había que ver el estado de sus ropas para entender que habían estado haciendo.
El segundo que Inuyasha anuncio su compromiso con Kikyô, que, por desgracia, estaba casada con un tan Onigumo. Resultado de la bromita: un duelo entre Inuyasha y Onigumo en plena boda que acabo con la muerte del segundo.
El tercer incidente fue la confesión de Kikyô a Kagome de que no la odiaba, si no que su marido la obligaba a maltratarle y, de hecho, le daba enormes palizas a ella. Resultado de las confesiones: Kagome, Sango, Rin y Kikyô trabaron una amistad que duraría años.
El cuarto incidente fue la muerte del hermano de Onigumo también en plena boda. No se le ocurrió mejor idea que tratar de tomar a Kagome a la fuerza ante los baños del banquete, para que alguien los viera y Sesshômaru se divorciara, creyéndose deshonrado. El truco podría haber funcionado si no fuera por que el que lo vio fue Sesshômaru y no se lo planteo dos veces a la hora de hundirle un sable en las costillas a Naraku.
Y el sexto y último incidente fue cuando Miroku anuncio que Sango estaba embarazada de él, antes de que se casaran. Logro evitar un duelo con el padre de Sango gracias a la intervención de su hija, por que si no...
Por lo demás, la gente se fue satisfecha y feliz por los nuevos cotilleos que tendría para comentar al menos durante los próximos meses acerca de esa boda.
Al fin, todo termino. Sesshômaru y Kagome se retiraron a la mansión en la que a partir de ese preciso instante vivirían ambos.
NIARO
Amanecía. El Sol salía lentamente por el horizonte, creando un clima confuso de rayos anaranjados y rojizos.
Kagome se encontraba tumbada en la cama, desnuda, cubierta apenas con una fina sabana de seda color plata. A su lado, Sesshômaru dormía placidamente.
Recordo los detalles de la boda y, un poco avergonzada, los del carruaje y la noche de bodas.
Había sido...Especial, desde luego.
Sintió un leve movimiento a su lado y vio como Sesshômaru abría los ojos despacio, parpadeaba un par de veces y se la quedaba mirando fijamente. Se incomodo un poco con su mirada y trato de decir algo. Al final solamente logro susurrar con cariño:
-Hola...
-Hola.
-Se hace un poco raro desertarse con otra persona al lado.
-Si, pero no es "otra persona" la que esta a tu lado, si no tu marido.
-Sesshômaru yo...
-Shhh- le cubrió la boca con un dedo- Lo sé.
Él comenzó a lamerle el cuello lentamente.
-Otr... ¿Otra vez?
Sesshômaru ascendió de su cuello hacia su oído, mientras susurraba algo que hizo enrojecer a la chica.
-Hoy no vamos a salir de la cama...
-¿Co...Como?
Él sonrió, la atrajo contra su pecho y comenzó a recorrerle la espalda con sus manos.
A Kagome aquello le encantaba.
-¿Te gusta la idea?
Sus manos comenzaron a acariciar mas abajo, en los rincones secretos de ella.
-Si...Ah...
-Bien.
Mientras sus manos la acariciaban, su boca atrapo la de su ahora esposa y unió sus cuerpos una vez más. Una de tantas por venir.
Fin