Han pasado poquito más de 8 años desde que comencé a publicar este fic. Mi vida ha pasado por tantos altibajos que una montaña rusa se quedaría corta.
A todos los que me han seguido desde entonces, a los que apenas se acercaron a este fic, gracias.
Gracias a todos ustedes por estos años, por todas las palabras recibidas, por todas la amenazas que me hicieron reír, por las palabras que me hicieron emocionarme.
Muchas gracias.

-o-o- cambio de escena en el mismo lugar

-/-/-/- cambio de escena total

Pensamientos

-Diálogos.-

"Recuerdos mega rápidos, no flash back"

-f-f-f-f- inicia-termina flashback, cambio de escena en flashback

"Cosas en carteles o cartas"

(Aclaraciones)

.S. Empieza sueño/cambio de escena en sueño
-S- termina sueño

(N/A: notas de autora)

Los diálogos no son muy fieles al juego porque:
a) se me olvidaron.
b) me dio hueva verlos de nuevo ¬¬
c) los cambié porque se me dio la gana ;w;

-Disclaimer: Los personajes son de sus respectivos autores, hago esto sin fines de lucro. Sólo lo hago porque soy una fan enamorada de la Saga de Zelda (y el ZeLink ;D).

-o-o-

Advertencia: descripciones algo gráficas de violencia.

Capítulo XXXII

Link estaba boquiabierto ante la imagen frente a sus ojos.
De la nada habían aparecido en una estancia negra, el suelo resplandecía en una ligera luz dorada y agua que, si bien no lo mojaba, sentía cómo le hacía recuperar sus fuerzas.

La joven princesa de Hyrule se encontraba a varios metros de él. Sus ojos cerrados y manos en el pecho. Alargó sus manos hacia el frente, alrededor de ella surgieron del agua dorada los cuatro espíritus de luz a los que ellos habían ayudado durante su travesía.

Lanayru, Eldin, Faron y Ordona se hincaron ante la soberana. Las esferas luminosas que celosamente cuidaban flotaron hacia la hyliana y en un flash de luz decenas de finas flechas doradas descendieron en los brazos de la chica.

Ella hizo un conjuro simple y desaparecieron, probablemente guardándolas en su bolso encantado. Los espíritus volvieron a hacer una reverencia y desaparecieron en el agua, tal y como habían venido.

Link seguía boquiabierto al observar a la joven, que caminaba lentamente hacia él. En su rostro podía verse el cansancio, pero sobre todo, tristeza.

Ella se sentía acongojada y avergonzada, de todo lo que había pasado recientemente. Al llegar hasta el joven de verde, cerró sus ojos, tomó una gran bocanada de aire y le sonrió dulcemente.

-¡Link, héroe elegido!- tomó un corto paso hacia atrás- ¡Por favor, préstanos lo que queda de tu poder!-con la mano en el corazón hizo una reverencia ante él.

Ojalá tuviera más palabras para expresar todo lo que sentía por el joven, pero su cerebro sólo podía funcionar en modo automático/formal ahora.

Link se ruborizó, incómodo se llevó una mano a la nuca, pasó el peso de su cuerpo de un pie al otro. No hallaba las palabras para responderle a la princesa. No quería verla agachar su cabeza ante él. Alargó una mano frente a ella, sonriéndole.

Zelda levantó la mirada, primero hacia la mano del joven y después a su cara. Sintió un infinito pesar caer sobre ella. De ser tan egoísta hasta el final. Posó su mano sobre la de él.
Él le apretó la mano levemente.

-Por usted haré lo que sea, Su Alteza. Soy el Elegido por las Diosas, portador de la trifuerza del valor. Siempre la protegeré-

-...Gracias- le sonrió ampliamente, a la par que la enorme estancia negra se desaparecía en una brillante luz blanca.

-/-/-/-

Ashei y Rusl junto con varios de los soldados protegían a aquellos con habilidades mágicas mientras levantaban una barrera sobre lo que quedaba del castillo.

Los monstruos aumentaron en número y de repente dejaron de avanzar. Aniquilaron a los que quedaban y una vez erigida la barrera pudieron reagruparse.

-¡Alguien está peleando en el campo de Eldin! Uno de los gorones ha visto varios jinetes peleando- corrió uno de los soldados más jóvenes a avisarle a Auru que, apurado, comenzó a correr hacia la salida Oeste.

Ashei se lo impidió, interponiéndose en su camino.

-Quédate con Rusl, Shad y yo iremos a investigar, ¿entendido? Te ves muy cansado-

-¿Y si es la princesa?-

-Vendremos por ti en dado caso de que sean ella y Link- se dirigió a Shad que recuperaba el aliento con ambas manos en las rodillas- ¡Apúrate, afeminado!-

Él rodó sus ojos al cielo y comenzó a trotar hacia su caballo.

-o-o-

No llegaron muy lejos en el campo de Eldin. Los caballos simplemente no querían avanzar.

Shad bajó del caballo y caminó hacia el oeste, su mano se posó sobre una barrera transparente.

-Esta barrera es... extremadamente fuerte- miró hacia todos lados buscando algo- No... no puedo ver dónde termina-

-¿Es maligna?-

-No... no... no se siente maligna. Es como si fuera una barrera protectora en todo el campo de Eldin-

Ashei soltó un chiflido, entrecerró los ojos intentando ver más allá en los campos.

-Se ven dos caballos... varias luces ir y venir entre ellos... ¿es ésa Epona? Tiene la crin blanca-

-Maldición Ashei, yo no puedo ver tan lejos-

-¿Crees que sea magia de la princesa?-

-Probablemente. Creo que están luchando allá y ella no dejará que nadie se interponga-

-¿Crees que Link esté allá?-

Shad observó a su compañera de tantos viajes, viendo hacia el horizonte con la mirada puesta en un objetivo totalmente inalcanzable. Suspiró y se acomodó los lentes.

-¿Qué te hace pensar que no?-

-o-o-

La flecha dorada se incrustó en el cuello del corcel oscuro que soltó un relinchido de dolor y trastabilló, cayendo al suelo junto con su jinete, que blasfemó a todo pulmón.

Link dirigió a Epona del otro lado, esquivando al jinete fantasmal que aún los seguía.

Habían pasado casi angustiosa media hora batallando con los jinetes espectrales y el mismísimo Ganondorf en una carrera a costa de la pobre de Epona.

Zelda, apoyando sus rodillas en la espalda de él, se encargaba de lanzar flechas sagradas en cada oportunidad que veía, sujetándose cada que sentía que se iba a caer. Jadeaba cansada, cada flecha gastando su energía poco a poco; la barrera que había comenzado a conjurar una vez que Link comenzó a moverse por todo el campo con Epona debería estar activa ya, pues temía que alguno de sus soldados o hasta el mismísimo Auru fueran a entrometerse.

No iba a dejar que nadie más se sacrificara.

Link asestaba golpes con la espada cada que tenía a algún objetivo cerca, él se encargó de destruir a cuatro de los jinetes, la Espada Maestra los desvanecía en el acto.
Mientras Zelda intentaba apuntar al escurridizo gerudo.

Una vez que una de las flechas al fin hizo contacto con uno de sus hombros, el demonio rugió furioso, dirigiendo su caballo hacia ellos.

Link se preparó, gritándole a la princesa que se sentara y sujetara fuerte a él. Epona aumentó su velocidad, el caballo oscuro también; Link preparó su escudo y justo cuando estaban a punto de chocar, Link desvió a Epona ligeramente y chocó espadas con Ganondorf, que fue herido en el brazo con la que sujetaba la espada luminosa.

Maldiciendo se alejó, para volver a arremeter contra ellos, fue cuando la princesa eliminó a su caballo. Al caer al suelo se agachó y rodó, quedando de rodillas, apoyándose en la espada.
Con un movimiento de su mano el jinete fantasmal que los perseguía desapareció, absorbiendo su poder mágico de nuevo.

Escupió al suelo, el caballo oscuro se deshizo en humo negro.

-¡Atáquenme, sabandijas!-

Link detuvo a Epona en seco, lejos de él. No había ni terminado de detener a la yegua cuando Zelda conjuró otro hechizo, bloqueando una esfera de energía oscura que el gerudo les había lanzado.

-Zelda, quédate aquí. Cuida a Epona – le dijo el rubio al tiempo que bajaba de la yegua de un salto.

-¡Link estás loco! Yo iré conti- -

-¡No! ¡Necesitas recuperarte! Has estado usando magia todo este tiempo, descansa, cuida a Epona- no la dejó continuar pues se lanzó corriendo hacia el enorme gerudo, chocando espadas contra él.

La princesa de Hyrule parpadeó un par de veces ante la acción del espadachín, bajó de Epona con un saltito, el pesado vestido impidiéndole moverse más rápido. ¿Qué se creía ese idiota? ¿Qué se iba a quedar sentada observando!?
Levantó sus brazos hacia la yegua, que relinchó cansada. Conjuró un escudo mágico simple, le sonrió dulcemente.

-Lo siento, bonita. Necesito ir a ayudar a tu tonto dueño- se volteó y desenvainando su rapier de la funda que llevaba a la cintura comenzó a avanzar hacia los dos hombres que luchaban...

Y se topó con una barrera ámbar.

-o-o-

La fuerza de los golpes de Ganondorf hacía que todos sus huesos se estremecieran. No sabía cómo aún seguía de pie. Bloqueaba con el escudo los golpes que venían de la derecha, contraatacaba con su espada que soltaba chispas ante el extraño metal luminoso del que estaba hecha la espada del gerudo.

Un golpe particularmente fuerte lo hizo retroceder varios centímetros, casi trastabillando. El enorme hombre gerudo soltó una carcajada.

-No eres tan valiente cuando estás aquí solo contra mí-

El joven sólo le dirigió una mirada enfurecida y llena de odio.

Notó que el sujeto no doblaba muy bien el brazo que llevaba su espada, producto de una herida anterior. Debía aprovechar eso a su favor. Saltó hacia la izquierda rápidamente girando en el suelo, dándole vuelta al gerudo que intentó ponérsele de frente, pero el chico rodó más rápido y tajó en un movimiento uno de los costados de Ganondorf que, siseando de dolor, lo pateó directamente en el estómago mandándolo a volar unos metros.

Sin aire en los pulmones, pero aún sujetando su espada y escudo con fuerza, quedó de espaldas, tratando de regular su respiración. Su boca se abrió en un silencioso grito cuando la pesada bota metálica del gerudo chocó con el escudo en su pecho una y otra vez. Ganondorf lo pateaba con fuerza, clavando la punta de su espada en una punta de las orejas del joven, que no podía soltar quejido alguno por la falta de aire. El hombre rió, entretenido al verlo sufrir.

Un chispazo de luz se estrelló en su espalda.

Ganondorf se dio la vuelta para encontrar a la heredera del trono al lado de la barrera que él había erigido, observándolo amenazante.
Sonrió de lado, pateando al joven que rodó un metro lejos de él, y con un movimiento de su mano libre la barrera desapareció.

-¿Quieres enfrentarte a mí, ramera sin valor?-

La princesa Zelda avanzó hacia él sin miedo, determinada y decidida a darle una paliza.

-Creo que querrás saber qué le hice a tu cuerpo mientras dormías-

-Cálmate, sólo te está tratando de sacar de quicio. No le hagas caso-

-Tuve mucho trabajo qué hacer después de lo deshecha que te dejó Zant-

-No le hagas caso. Zant no te hizo nada. Él no te hizo nada-

-No fue divertido tomarte mientras estabas inconsciente, pero no te preocupes, no te mataré ahora mismo para poder merecerte como es debido- una siniestra sonrisa adornó su rostro, caminando hacia ella, preparando su espada - Eres y siempre serás mía-

Sus sentidos se nublaron con la furia innata que tomó control de sus acciones. No era muy buena con la espada pero no le importaba en ese momento, iba a apuntar directo al corazón del gerudo. Acabar con todo esto y al fin librar al mundo de semejante demonio.

-Estás marcada para siempre-

-¡CÁLLATE!- se lanzó hacia él, la espada de los sabios soltó chispas contra la rapier de la princesa, Ganondorf movió su brazo hacia arriba haciendo que la fina hoja de la espada de la chica se deslizara rápidamente hacia abajo, utilizando el moméntum del movimiento la tomó por el cuello con su mano libre apretando lo suficiente para aturdirla.

La espada de Zelda cayó al suelo, el pasto acalló cualquier sonido metálico que pudiese hacer.
Ambas manos enguantadas se aferraron a la muñeca del gerudo en un intento por liberarse. Demasiado débil por la falta de magia, energía y aire se maldijo mil veces por ser tan estúpida y confiarse de más.

-¿Sabes qué, ramera? Creo que cambié de opinión. Te mataré ahora- concluyó Ganondorf sonriendo ante la debilidad de la joven y empuñando su espada luminosa en un simple movimiento apuñaló a la princesa de Hyrule por el estómago, un corte limpio y lineal, sin romper la espina dorsal pues la falló por un centímetro, la hoja de la espada salió del otro lado empapada en carmesí.

Su mano dejó el cuello de la chica mientras observaba con gusto cómo su cuerpo sólo era sostenido por la hoja de la espada. Orbes celestes se posaron sobre los de él, sin parpadear. Movió su brazo hacia la derecha, cortando lo que quedaba del cuerpo de la chica que cayó hacia el suelo pesadamente, de lado.

-Observa cómo muere el héroe, observa cómo vuela su cabeza y tomo su parte de la trifuerza. Después vendré a ver cómo te terminas de desangrar y cortaré tu cuerpo en pedazos- se volteó rápidamente, la raída capa de terciopelo agitándose detrás suyo, se dirigió hacia Link.

Él, hincado sobre una rodilla y su espada en el suelo, apoyándose y recuperando el aire: no pudo gritar al ver a la soberana de Hyrule ser herida por el gerudo.
Sólo la vio caer, el pasto a su alrededor manchándose de carmín rápidamente.

Con un grito feral se lanzó hacia el demonio que, riendo, recibió todos sus golpes inducidos por la rabia.

-o-o-

La había hecho buena. Ahora sí que la había hecho buena. Ni en un momento como éste podía dejar de menospreciarse.

Cayendo sobre su costado derecho, gruñó de dolor. Sus brazos automáticamente colocándose sobre la herida profusa y amplia. Con su antebrazo derecho sintió partes de ella suaves y mojadas en sangre que se supone nunca debieron haber salido a la luz en primer lugar. Un dolor indescriptible la inundó y aún así, levantó una mano manchada de rojo hacia las dos figuras que batallaban a unos metros de ella.

Si se iba a morir, se iba a morir luchando.

-o-o-

Un chispazo de luz ocurrió en la cara de Ganondorf, cegándolo por instantes. Link aprovechó esa oportunidad, impulsado por el odio que nublaba sus nervios impidiéndole sentir dolor a todas las cortadas y golpes recibidos en la batalla, chocó su escudo contra el hombre que cayó hacia el suelo levantando polvo.

El héroe elegido por las Diosas rápidamente se situó frente a él saltando y encajando su espada en la herida luminosa del pecho del ladrón demonio gerudo. Un grito ensordecedor llenó el valle de Eldin.

-Si crees... que esto se acabó... estás muy equivocado...- murmuró el gerudo levantándose ante un atónito joven, la espada maestra aún clavada firmemente en su pecho, sobresaliendo por detrás - La historia de... la luz y la oscuridad se escribirá en... sangre- levantó su mano derecha, dando a ver el símbolo de la trifuerza del poder brillando en su mano.

El chico retrocedió, jadeando cansado, asustado, implorando a cualquiera de las Diosas que terminaran con esto.

Como si la Din misma hubiera escuchado sus súplicas, el fragmento de poder que tanto celaba el gerudo se apagó en su mano. Los ojos del hombre se pusieron blancos y, escupiendo borbotones de sangre, cayó de cara al suelo, encajándose más la Espada Maestra.

Muerto al fin.

Link no tuvo tiempo de detenerse a sopesar sobre la vida y la inminente derrota del legendario demonio gerudo. Corrió hacia la joven herida, que había quedado de lado, con una mano extendida.

Todo a su alrededor era rojo.

Se hincó frente a ella, llamándola por su nombre. Cada vez más fuerte. La tomó entre sus brazos, buscó a su yegua con la mirada, estaba muy lejos.
Sus ojos buscaron la herida, horrorizado encontró el enorme tajo en su estómago, el vestido ahora rojo era adornado por vísceras cortadas que se asomaban grotescamente por el corte.

-¡Zelda!- gritó a todo pulmón, entrando en pánico.

Los ojos de la chica se movieron con pereza. Parpadeó dos veces lentamente y levantó la mirada hacia él. Intentó sonreír al sentirse aliviada de verlo con vida, pero sólo líquido con sabor metálico salió de su boca.

-¡Resiste! ¡Voy por ayuda! ¡Resiste, por favor!-

Negó con la cabeza muy lentamente y casi sin moverla.

Ya no sentía dolor, ya no sentía su cuerpo debajo de los hombros.
Reunió todas las fuerzas que le quedaban y levantó una de sus manos, dirigiéndola hacia la cara del joven. Él la tomó con fuerza, guiándola hacia su mejilla, mojada por las lágrimas de impotencia y horror.

-Quédate... conmigo- quiso decirle, pero no podía articular palabra ya.

-Lo lamento- le dijo él entre sollozos.

-No fue tu culpa. Me alegra haberte podido ayudar- esperaba que el débil agarre de su mano le hiciera entender lo que sentía.

-No mueras, por favor- suplicó una y otra vez, sintiendo cómo la herida dejaba de sangrar, pues ya no tenía con qué.

La princesa de Hyrule tenía un color enfermizo y pálido y aún así, el joven la encontraba tan bonita como la primera vez que la vio, encerrada en el castillo.

-Gra...cias- un respiro, una exhalación.

-No, no, no. No te vayas, por favor. ¡Resiste!- gritó presa del pánico, sin saber qué hacer.

Ella cerró sus ojos lentamente, embargada por un sueño muy profundo y lejano.

Otro grito llenó el valle de Eldin esa tarde.

-o-o-

-Ashei, la barrera se ha roto- informó el escolar a la guerrera que había vuelto con refuerzos.

-¡Andando! Tenemos que ir a ayudar al zopenco-

-o-o-

Link se encontraba deshecho, tanto física como emocionalmente. No había podido hacer nada por ella, de nuevo. Apretaba el cuerpo de la joven contra él mientras temblaba al llorar.

No se percató de las suaves pisadas que llegaron hasta él, enfrente de ellos se hincó alguien.
Lo primero que vio al abrir los ojos fueron dos pies descalzos, uno grisáceo y otro negro, un adorno metálico en uno de ellos, ropajes negros con runas guindas y blancas, siguió levantando la mirada hasta que se encontró con los ojos rojos y córneas amarillas de una mujer altísima, grisácea y con cabellos anaranjados que refulgían aún más en la luz del ocaso tan inminente en el que se encontraban.

-¿Qué? Di algo. ¿Qué acaso soy tan hermosa que te quedaste sin palabras?- le sonrió de manera burlona con una voz chillona, no acorde a su apariencia.

-¿Mid...na?- murmuró sin creerlo, a lo que ella asintió.

-Sus Diosas fueron benevolentes conmigo- bajó la mirada hacia la princesa de Hyrule- Nunca podré pagarles a ellas lo que hicieron por mi- colocó una de sus manos grises y negras con brillantes runas celestes sobre el estómago de la soberana- Ahora es mi turno de intentar comenzar a pagarles- cerró sus ojos y de su cuerpo comenzó a emanar una luz dorada.

Link había visto eso antes. ¿Dónde?
Ya lo recordaba, cuando Zelda intentó dar su vida por Midna cuando Zant los había atacado. Ahora Midna hacía lo mismo que esa vez.

-¿Qué haces?- preguntó entrecortadamente, aferrando más a la joven entre sus brazos.

-Regresándole lo que me prestó- contestó tranquilamente la twili mientras la luz cubría la herida por completo y movía sus manos sobre su abdomen- y reparando daños-

-¿Cómo? ¿Porqué?-

-Tus Diosas levantaron la maldición sobre mí, ésta es mi forma actual. He recuperado mis poderes al máximo- su vista bicolor se posó sobre el confundido y aturdido muchacho- Te dije muchas veces que era muy poderosa, orejón- le guiñó un ojo para alivianar el ambiente.

Él sólo asintió, confundido. Observaba cómo esa energía mágica entraba de nuevo en la joven, que comenzaba a recuperar el color saludable de la piel.

-Midna, gracias-

-No hay de qué. Sólo regreso el mismo favor que ella hizo por mi- contestó simplemente, terminando de devolverle su energía vital, sonriendo satisfecha se levantó- No querría que pasaras por lo mismo que yo-

Link la miró unos instantes, recordando a Zant. Frunció la boca y las cejas en total resignación. Sus manos volvieron a la herida de la princesa, no había quedado rastro alguno más que la ropa rota y manchada de sangre. Dejó escapar un suspiro de alivio y con el dorso de la mano derecha se limpió la cara.

-Ha terminado, ¿verdad?- murmuró Midna observando a su alrededor, su vista fija en el cadáver del demonio gerudo a unos metros de ellos.

-Si- susurró el héroe elegido por las diosas, cansado.

-Bueno- expresó la gobernante twili estirando los brazos por encima de su cabeza- al parecer esto no se acaba aún, ¿eh? Ahí vienen todos los hylianos, mejor ve preparando una buena explicación, duende-

Link sonrió de lado, moviendo su cabeza con algo de simpatía hacia la twili.

-Eres incorregible, enana-

Ella sólo rió.

-/-/-/-

Toc Toc Toc

-Pase-

La puerta de madera se abrió dejando entrar a la alta mujer twili, que tuvo que agacharse para poder pasar.
La princesa de Hyrule reposaba en una cama, en la casa de su mentor Auru, en la ciudadela del palacio.

-Oh, Midna. ¡Hola!- le sonrió la joven castaña, incorporándose en la cama.

-Princesa, ¿cómo se encuentra?- devolvió su sonrisa mientras se sentaba en la orilla de la cama.

-Perfectamente, gracias- tomó la mano de la twili entre las suyas- Nunca podré pagarte lo que hiciste por mí, gracias-

-No es nada, en serio. Sólo te devolví el favor –le guiñó el ojo divertida- Tu mentor me estuvo preguntando tantas cosas- suspiró hondamente- Link y yo tuvimos que explicarles la mayoría de las cosas a esos entrometidos-

-Me imagino- se llevó una mano a la boca, cubriendo su risita- Link, ¿dónde se encuentra?-

-No sabíamos cuándo despertarías, llevabas poco más de dos días dormida-

-Sí, me lo dijeron en cuanto desperté-

-Link fue a visitar a su familia, me dijo que regresaría pronto-

-Oh, ya veo- hizo una pequeña pausa, pensando- ¿Has decidido qué vas a hacer ahora?-

-Sí. Debo volver a mi reino, princesa. Tengo qué ver cómo están las cosas allá. Aunque... no sé si te han comentado el pequeño inconveniente del tiempo aquí y allá-

-Auru me lo explicó cuando desperté. También me dijo de todos los destrozos que sucedieron durante ese tiempo y lo que le pasó al castillo durante la batalla que libraste con él cuando nos mandaste al campo- apretó la mano de la twili- Estábamos muy preocupados por ti. Pensamos que habías muerto-

-Sus Diosas me dieron otra oportunidad- susurró al devolverle el apretón a la hyliana- Necesito hacer las cosas bien en mi hogar-

-¿Cuándo te irás?- le preguntó con reservas después de unos minutos en silencio.

-Lo más pronto posible. Mi presencia en este mundo sólo hará que el equilibrio entre luz y ocaso se tambaleé-

-Pero...-

-No- exclamó mientras negaba con la cabeza- Soy un ser oscuro, del Ocaso. No puedo estar aquí. Los seres del Mundo de las Sombras no pueden vivir en la Luz...-

-Así como los seres del Mundo de la Luz no pueden vivir en las Sombras- completó la joven princesa asintiendo- Lo comprendo-

-/-/-/-

Al siguiente día, la soberana se levantó temprano. Midna había quedado de irse ese mismo día al atardecer para evitar cualquier desequilibrio entre sus mundos.

No habían pasado ni cinco minutos cuando frenéticos golpes asaltaron la puerta de la humilde morada de su mentor.

-¿Pase?-

La puerta se abrió de golpe, dejando entrar a un acalorado muchacho de ropajes verdes.

-¡SU MAJESTAD!-

Ella lo observó unos instantes sorprendida. Probablemente el pobre corrió una vez que Auru, Telma o Midna le dijo que ya estaba despierta. No pudo evitar soltar una risita al ver su cara de preocupación y bochorno, tapándose la boca con una de sus manos.

Link suspiró aliviado, cerrando la puerta detrás de sí. La sangre emigró a sus mejillas al hacer, de nuevo, el ridículo frente a ella.

-Hola, Link. ¿Cómo están todos en Ordon?- preguntó sonriendo una vez que terminó de reírse.

-¡Muy bien! ¡Todos están perfectamente! Fui a conocer a la hija de Rusl y Uli... pero les dije que no podía quedarme. Midna me pidió que la escoltara de regreso a su hogar y... no podía estar del todo tranquilo sabiendo que aún no despertaba, Su Majestad-

Ella sonrió suavemente al verlo hablar tan rápido, avergonzado. Se preguntó a sí misma el porqué ahora la trataba de usted...

-¿Puedo abrazarte?-

-¿Ah?-

-¿Puedo abrazarte?- repitió, su vista clavada al suelo, cualquiera que fuera lo que estaba bajo su bota era más importante que verla a la cara.

-...Claro-

El joven avanzó hacia ella, sentándose en la orilla de la cama, abrió sus brazos y atrajo a la joven hacia él. Zelda se quedó estática, sin saber cómo reaccionar.

-Te vi morir, una vez más- susurró cerca de su oreja.

Sintió cómo las puntas de los dedos del espadachín presionaban levemente sobre su espalda. Ella recargó su mentón sobre el hombro de él y relajó su cuerpo gradualmente.

-Lo sé. Sé porqué tenía que hacerlo. Siento si te incomodé- el abrazo se intensificó más.

-Disculpa aceptada- se alejó de ella, sonriéndole- ¿Te sientes mejor?-

Asintió con la cabeza, respondiéndole la sonrisa.

-Tengo mucho con qué ponerme al corriente. El día de ayer Auru no me dejaba ni un momento sola-

-Me imagino. Tendremos mucho trabajo-

-¿Tendremos?-

-No planeo dejarte sola-

Fijó sus ojos celestes en los azules de él. Inquisitiva, intentando descifrarlo.

-No quisiera darte más trabajo del que ya has hecho. Lo que sigue es responsabilidad mía y...-

Toc Toc

La puerta se abrió, dejando entrar a Midna.

-¿Me extrañaron? ¡Pues aprovéchenme que hoy me voy!-

-/-/-/-

La brisa fresca y polvosa del desierto chocaba contra la estructura sólida de la prisión.
La gobernante twili, parada junto al espejo maldito, terminaba de reír de algún chiste que probablemente ella había contado para aligerar la pesadez del ambiente.

Quedaron los tres en silencio, mirándose mutuamente.

-Bien... Creo que este ya es el adiós, ¿eh?-

-Así parece- le respondió la hyliana al tiempo que juntaba sus manos sobre el pecho.

-Luz y sombra no se pueden mezclar, como ya todos lo sabemos... Espero que... nunca se olviden que hay otro mundo conectado a éste-

Zelda avanzó para tomar una de las manos de Midna entre las suyas, apretándola suavemente.

-Sombra y Luz son dos lados de la misma moneda. Uno no puede existir sin el otro. Ahora sé la razón del porqué las Diosas dejaron el espejo del Crepúsculo en este mundo... era porque ellas esperaban nuestro encuentro- le dijo Zelda a la twili dulcemente.

-Seguramente eso es lo que ellas pensaban- comentó Link algo acongojado de toda la solemnidad que de repente se adueñó del ambiente.

Midna lo golpeó suavemente en el hombro.

-Zelda... tus palabras son dulces y tu corazón es honesto. Si todos en Hyrule son así... y así lo espero, entonces estarán bien- dijo alejándose un par de pasos hacia atrás, bajando su vista y volviéndola a subir durante éstas palabras.

Midna avanzó hacia la base del espejo, donde las runas se activaron y dejaron entrever el pasadizo hacia el otro mundo, las brillantes escaleras aparecieron y la gobernante twili se detuvo antes de avanzar.

-Gracias,- volteó a verlos una vez más- como dijo la Princesa... mientras el espejo esté por aquí podremos encontrarnos de nuevo-

-¡Mas te vale! Tienes que arreglar muchas cosas, Midna. Me dijiste que ibas a encargarte de todo por allá y espero que lo cumplas- le comentó Link divertido cruzándose de brazos.

-Obviamente, orejón. Soy la mejor- le guiñó un ojo. Parándose derecha, posó su vista sobre Zelda, que la miraba con tristeza. Levantó una de sus manos hacia su cara, donde una solitaria y brillante lágrima flotó hacia la punta de sus dedos bicolores- Link...- dijo al empujar la lágrima mágica hacia el espejo- Yo... los veré después-

Ambos hylianos casi saltan al ver cómo el puntito luminoso entró al espejo resquebrajándolo en miles de pedazos. Link volteó a ver a Midna que, ya sobre la plataforma de entrada al Crepúsculo, les sonrió rápidamente y volvió a poner una cara serie y solemne.

La luz del portal la iluminó y no dejó de observar a ambos hylianos mientras se desfragmentaba hacia su hogar. Al desaparecer Midna de Hyrule, el espejo explotó en miles de pedazos que se disolvieron en el aire polvoso del desierto gerudo.

La princesa hyliana juntó sus manos sobre su pecho, cerrando los ojos con tristeza, frunciendo el ceño.

-Midna, al final comprendiste que nuestro posible reencuentro pondría en peligro a ambos mundos. Que sabia has sido... aunque tu partida nos dolerá por siempre-

-...Maldita enana-

Zelda miró a Link que, enojado, apretaba uno de sus puños y no pudo evitar soltar la carcajada.

-¡Qué?! ¿Qué hice?-

-Eres imposible- dijo entre risitas y limpiándose una lágrima.

El espadachín suspiró resignado y sonriendo de buena gana le ofreció un brazo a su princesa para volver a la realidad que los esperaba.

-/-/-/-

Al día siguiente, después de viajar casi toda la noche, la soberana de Hyrule por fin pudo ponerse al corriente con todo lo que había pasado durante su encierro en el castillo, desde que Link apareció en el mapa y toda la cuenta destructiva que Ganondorf había dejado en varios lugares de Hyrule.

Capitanes, Sargentos, Coroneles, Tenientes, Soldados Rasos y todo lo que quedaba de la milicia intentaba hablar con su soberana.

Cortesanos y nobles salieron de debajo de sus piedras para pedir ayuda a lo que quedaba de la familia Real.

Plebeyos y viajeros que quedaron atrapados en el país exigían explicaciones claras de lo que habían pasado.

Auru organizó rápidamente un mitin frente a lo que quedaba de las ruinas del palacio y, después de meses, la princesa de Hyrule se presentó de nuevo ante su pueblo golpeado.

Su aspecto cansado y heridas físicas terminaron de convencer a todo aquél que decía que ella había huido al extranjero desde el inicio de toda ésta odisea que ella había luchado esta batalla también.

La joven comenzó a hablar, con voz fuerte y clara, de todo lo que había sucedido en el reino desde ese fatídico día en que todo se puso de cabeza.
Pidió la cooperación de su pueblo, su solidaridad, su fortaleza, su apoyo para poder devolver a Hyrule lo que habían perdido.

Pidió oraciones por aquellos caídos durante el conflicto, por los heridos, por todos los que quedaban en pie.

Les pidió que creyeran en ella y que si la dejaban, volvería a dejar todo mejor que como estaba antes.

Auru no se separó en ningún momento de ella, así como Link que, a su derecha, estaba muy derechito sin moverse ni un milímetro, prestando atención a lo que la muchacha hablaba con tanta firmeza.

La soberana comenzó a hablar sobre él, la resistencia y lo que habían logrado. La gente comenzó a murmurar entre ellos, varios de ellos reconociéndolo, cuchicheando, preguntando.

El nombramiento a Caballero Real lo sorprendió, más la respuesta de la gente que lo aclamó en vítores y gritos de júbilo.

La princesa terminó el encuentro pidiendo una última oración y dejando instrucciones de que en días venideros comenzarían con las labores de limpieza y reconstrucción de los lugares más críticos.

-o-o-

Durante el atardecer, Link escoltó a la princesa hacia las ruinas del castillo, lentamente avanzaban por el puente que separaba la ciudadela de lo que una vez fue el hogar de la chica. Las enormes puertas de maderas se encontraban carbonizadas y no faltaba mucho para que se desmoronaran completamente.

Zelda se detuvo frente a la entrada, observando la destrucción del área del palacio.

-No quiero ni imaginar cómo se encuentra la ciudad-

-Según Auru, éste fue el lugar que resultó más dañado- comentó Link avanzando hacia las puertas.

-Voy a extrañar a Midna- murmuró Zelda colocando su brazo derecho sobre el izquierdo, apretándolo fuertemente- Todo esto terminó, ¿verdad? Al fin... tomamos caminos diferentes y ahora tenemos que intentar regresar a nuestras vidas-

Link volteó a verla y asintió. Ella, con el ceño fruncido y una expresión de tristeza indescifrable.

-No me respondiste la pregunta que te hice después de la designación, ¿qué es lo que deseas de recompensa? Espero comprendas que aún no podríamos dártela por todo lo de la reconstrucción y...-

-Sólo quiero que me dejes ayudar- le interrumpió suavemente parándose frente a ella.

Zelda levantó la mirada, los tonos anaranjados del ocaso hacían que los ojos del chico se vieran de un azul más oscuro que de costumbre. Tragó saliva.

-No lo siento justo, Link. Hiciste demasiado por nosotros. Aparte del nombramiento como caballero no sé qué más ofrecerte. ¡Pídeme lo que sea y cuando pueda dártelo lo haré!- le urgió con la mirada, deseosa de pagarle algo en retribución a su heroica acción.

¿Casas? ¿Dinero? ¿Títulos? ¿Tierras? ¿Animales?

¿Qué es lo que quiere el salvador de Hyrule aparte de "ayudar"? No se le hacía justo, no le cabía en la cabeza que

-Permíteme besarte-

Esas dos palabras cortaron de tajo su línea de pensamiento, posó su vista hacia él, esperando que fuera una broma para aliviar la tensión del ambiente. Sólo encontró seriedad y determinación absolutas.

-¿Qué?-

-Si quieres darme algo a cambio... aparte del título de caballero, permíteme besarte- murmuró quedito, y Zelda observó cómo la cara del espadachín se pintaba de color carmín.

Sintió su cara arder de vergüenza. Parpadeó varias veces.

-¿Por qué?- susurró lentamente mirándolo con sorpresa.

-... Porque quiero besarte- respondió desviando su mirada.

-¿Y eso es lo único que vas a pedirme?-

-Por ahora- murmuró por lo bajo, encogiéndose de hombros.

Zelda parpadeó un par de veces incrédula y tuvo que llevarse las manos a la boca para intentar detener las risitas de nervios que brotaron desde lo más profundo de su ser. Cerró los ojos una vez se hubo calmado y dejó caer sus brazos a cada lado de su cuerpo.

-Bien-

Link tragó saliva, maldijo su valentía impulsada por estupidez. Recapacitó sus opciones, él no quería nada más a cambio. Él sólo quería ayudar, así de simple. Si ella insistía en darle algo a cambio aparte del título de caballero real pues iba a aprovecharlo ahora mismo.

Antes de que se arrepintiera.

Colocó sus manos sobre las hombreras de oro de la joven y se inclinó un poco hacia ella. Cerró los ojos a medio camino. El beso fue casto, rápido y sin arrepentimientos. Link se separó de la joven, tomando su distancia normal, tosiendo un poco en su puño cerrado.

-G-gracias-

Zelda soltó otra risita divertida, sintiendo cómo poco a poco sus mejillas se enfriaban.
Link se dijo mentalmente que le encantaba ése sonido.

-¿Estás seguro que sólo quieres eso?-

-Sí. Y que me dejes ayudarte-

-...Lo pensaré- dijo recargándose sobre la baranda de piedra del puente- Te voy a dar una misión especial, la primera como caballero real-

-¿Oh?-

-Quiero que vaya a la región de Ordon, Sir Link, y que descanse ahí lo suficiente como para venir a ayudarnos-

-Zelda...-

-Princesa Zelda por ahora- le dijo seria- por más que me agrade mucho el trato que llevamos... no podemos seguir hablándonos tan informalmente. También quiero que me prometas que vas a ir a descansar a donde sea necesario, tómate el tiempo que necesites y vuelve-

-Pero...-

-Es una orden-

Frunció el ceño ante la actitud de la joven, suspiró hondamente. Aún debía hacer varias cosas en Ordon antes de regresar a Hyrule a buscar dónde establecerse en la ciudadela, antes de saber cómo podría ayudar en la gran odisea que se avecinaba.

Debía cumplir las órdenes de la soberana, le gustara o no.

Hizo una leve reverencia.

-Como lo ordene Su Majestad-

-Váyase, Sir Link. Descanse-

La formalidad de su tono era algo divertido y agridulce a la vez.

-Volveré-

-Lo sé-

Una promesa en ciernes.

El joven caminó hacia la ciudadela dejando sola a la princesa, no por mucho, esperaba él. Mientras más pronto se fuera, más pronto regresaría.

La princesa hyliana observó al chico irse mientras el Ocaso moría, dando paso a la noche.

EL FIN