Diario de Recuerdos
fic colectivo, Club Sorato
"El divorcio"
Por Fogadramon
Aiko suspiró profundamente, impactada por las últimas palabras que había podido leer en el pequeño diario de su madre. Recordaba muchos de aquellos sucesos, como que sus padres estuvieron separados un tiempo, pero no había podido apreciar todo lo que había pasado en su hogar. Entonces era demasiado pequeña para entender el por qué de las cosas, nunca pudo imaginar que la tierna de su abuela pudiera ser tan... ¿jodidamente impertinente? Se sintió un tanto avergonzada por pensar así, incluso pudo notar un pequeño rubor. Por fortuna, según contaba Sora de su puño y letra, todo había terminado bien. Además, en otras visitas ocasionales, su madre y su abuela no habían tenido discusiones o problemas, al menos no que ella supiera… ¿Encontraría más historias tan impresionantes como aquella en el diario de Sora?
Abrió de nuevo el diario, ansiosa por descubrir más acerca de sus padres. Ojeó las siguientes páginas y pudo encontrar varios dibujos de niño. Se sonrió sorprendida y dio varias vueltas a la libreta, intentando encontrarle sentido a aquellos garabatos, los cuales no tenían forma definida. La gran mayoría eran intensos rallones de colores. Soltó una gran carcajada, identificando algunos de ellos como suyos y otros tantos probablemente fueran de su hermano. Algunas de sus primeras palabras escritas estaban allí también: Mamá. Papá. Aiko… y contiguo a las páginas coloreadas, nuevas confesiones de su madre:
"Querido Diario,
¡Por fin te he encontrado! Has estado desaparecido durante tanto tiempo. No puedo creer que todo el tiempo estuvieras escondido en el baúl de juegos de los niños… bueno, mas bien no puedo creer que tu desaparición me acarreara tantísimos problemas para después terminar encontrándote en el lugar más bobo, y que ahora me correspondiera pedir disculpas a Yamato, después de todo lo que hemos pasado. Lo cierto es que no tenía claro si debía alegrarme de encontrarte o no, puesto que me sentía humillada y avergonzada solo de imaginar que debía disculparme ante mi marido tras aquellas discusiones, pero por fortuna Yamato es como es, y no me lo ha echado en cara. ¡Le quiero tanto! Qué alivio he sentido al disculparme y ver que él me perdonaba con sinceridad. Me ha dado un beso y me ha agradecido tener el valor como para contarle la verdad, ¿no es el mejor del mundo? ¡Oh! Incluso me ha regalado una cajita musical preciosa para poder guardar mis secretos.
Han pasado algunos años desde entonces, pero aún puedo sentir el miedo como si hubiera sucedido ayer mismo.
La historia se está volviendo un poco caótica, quizá debería empezar a contarla desde el principio…
No consigo recordar bien cómo empezó todo, quizá sea porque nunca me di cuenta de en qué momento Yamato llegó a sentir celos de Jim. Ah, claro, aun no he podido presentarte a Jim. Es nuestro vecino.
A los pocos meses de nacer mi precioso Yuu, que tantos dibujos me ha dedicado en esta misma libreta, Yamato tuvo que viajar a Estados Unidos a presentar un proyecto conjunto de la NASA con la JAXA. Cuando me quedé embarazada por segunda vez decidió no volver a salir de misiones de larga duración por un tiempo, para no perder la infancia de los niños… pero aún así debía mantener su trabajo, así que se puso al frente de una importantísima serie de proyectos que ni entiendo ni pedí a Yamato que me explicase, y fue durante algunos días a la lejana América.
El día que conocí a Jim había hecho la compra. Había sido un día de perros, Yuu apenas había dormido y yo estaba agotada. Llevaba a mi bebe bien seguro con el brazo derecho, una gran y pesada bolsa de compra en el brazo izquierdo y a la pequeña Aiko sujeta de mis vaqueros como podía. Como siempre le había pedido que no se soltara, porque necesitaba sentirla para saber que no se había alejado de mí, pero tenerla correteando entre mis piernas me ponía nerviosa y me hacía perder el equilibrio. Cuando llegamos a la puerta del jardín hice malabares con el niño y la bolsa para poder alcanzar la llave que tenía en mi bolsillo, pero con tan mala suerte que toda la compra se volcó y se esparció por el suelo. Jim llegó antes de que me diera tiempo a pensar en recogerlo. Amablemente volvió a colocarlo todo dentro de la bolsa de papel y se presentó como nuestro nuevo vecino. Jim… amable, simpático, bueno con los niños, joven y, no tiene por qué estar mal que lo diga, muy atractivo.
Vivía solo por aquel entonces, ahora vive con su novia Angela, una chica encantadora extranjera cuya historia ahora no concierne; lo importante es que cuando Yamato regresó a casa se topó con el guapo vecino soltero sentado a la mesa compartiendo té conmigo. Ahora entiendo que tras varios días de continuadas visitas de Jim, incluso cuando él estaba trabajando – yo estaba de baja por maternidad – imaginara al pobre chico como una amenaza. Aún me enfada que se provocaran celos en Yamato, porque da la impresión de que no confiaba en mí, pero tras mucho pensarlo entiendo que se sintiera dolido, pues él tenía que pasar mucho tiempo fuera para mantener un sueldo decente mientras un extraño jugaba con sus hijos y disfrutaba de bastante tiempo libre con su mujer. Pobre de mi Yamato. Él mismo me confesó después haber temido que Yuu y Aiko le tomaran más cariño a Jim que a su propio padre. ¡Pobre de mi Yamato!Su inseguridad me enternece, pero qué tonto es…
Los primeros indicios de celos llegaron con pequeños comentarios sarcásticos que me hicieron sufrir mucho. Yamato no paraba de dejarme claro que pasaba demasiado tiempo con Jim y, lo peor de todo, le fastidiaba que disfrutara. Yo me enfadaba mucho, ¿acaso no podía tener amigos que no fueran comunes con los suyos?
Taichi y los demás procuraban no ponerse de parte de ninguno. Preferían mantenerse aparte de nuestra pequeña guerra fría pues no querían vernos discutir y creían que todo pasaría… pero estaban equivocados. Un día Yamato decidió que había aguantado bastante. Contaré lo que pasó lo mejor que pueda.
Ese día llegué tarde a casa, la noche había caído hacía varias horas. Yamato había vuelto del trabajo y me estaba esperando bastante preocupado. No había conseguido localizarme al móvil, puesto que se había quedado sin batería. Me preguntó con seriedad – y conociendo la respuesta – dónde había estado y tuve que confesar admito que con temor, como si tuviera la sensación de haber estado haciendo algo malo a pesar de saber que no era así. Había salido con Jim y nos habíamos retrasado por un atasco. ¡Cómo explotó Yamato! Su enfado se volvió un tanto violento y empezó a gritarme que no entendía cómo podía hacerle eso. Había llamado a todo el mundo y así había descubierto que los niños estaban en casa de mis padres, pero que nadie supo responder con seguridad a la pregunta de dónde estaba yo. Callé y suspiré, pues había pasado una tarde muy agradable y no tenía ganas de pelear… y quizá eso enfureció más a Yamato. Es entonces cuando dijo la frase. La frase que lo insinuó todo sin decir nada. "Te has ido, sin los niños. ¿A solas con él?"
Juro, y no en vano, que jamás hice o tuve ideas o intenciones de ver a Jim como algo más que un amigo. Aquel día me había llevado a una nueva cafetería, donde me había asegurado que había unos deliciosos brownies de chocolate. A mi forma de verlo, simplemente era alguien cercano y de confianza con suficiente tiempo libre como para pasar tiempo conmigo y ayudarme con mis hijos. Los demás siempre tenían cosas que hacer y no podía reprochar a Yamato que pasara tanto tiempo fuera de casa, ni tan siquiera me lo planteé, pues sabía que hacía grandes esfuerzos y sacrificios para sacar la familia adelante. Y tengo total seguridad de que habría dado todo y mucho más por pasar más tiempo con nosotros. Pero a pesar de todo, al entender que Yamato no confiaba en mí, yo también comencé a gritar.
Entonces fue cuando Yamato de entrometió en mi preciado diario. Estaba convencido – o al menos así me lo hizo ver aunque no fuera cierto – de que en mi diario probablemente tendría mucho escrito sobre Jim. Admito que me sorprendí mucho de que nombrara mi libreta, la cual dedico por entero a escribir sobre mi relación con él. Me ofendió profundamente que pensara que escribía sobre Jim como amante en el diario que Yamato me regaló, y creo que él mismo ardía en rabia con tan solo imaginarlo. Nunca le había visto tan celoso. "¡Si leyera ahora mismo encontraría montones de cosas sobre ese bastardo!" Sus palabras han quedado marcadas en mí para siempre.
No puedo recordar una discusión tan intensa con Yamato como aquella. Nos gritamos, mucho. Yo terminé llorando y ahí lo dejamos. Para más inri, Yamato durmió en el sofá (y temí que fuese así para siempre). Fue nuestra discusión más intensa pero no la más dolorosa… la que vino al día siguiente fue mucho peor, definitivamente marcó un antes y un después en nuestra relación.
Al despertar por la mañana y comprobar que Yamato ni tan siquiera se había acercado a nuestra cama, sentí la necesidad de desahogarme y busqué mi diario para poder escribir en él. Fui al cajón pero no estaba. En un flash imaginé que Yamato lo había cogido para comprobar si realmente había escrito sobre Jim, pero intenté apartarlo de mi cabeza y busqué desesperada por todos lados. Revolví el resto de cajones, puse patas arriba el armario y miré en todos los rincones de mi escritorio. Fui a toda prisa hasta el despacho, donde tenía mi mesa de dibujo. Busqué entre todos mis bocetos y carpetas… pero nada. La idea inicial regresó a mi cabeza: Yamato había leído mi diario.
A toda prisa me dirigí hasta el salón, donde encontré a mi marido sentado en el sofá, mirando a la nada. Me planté entre él y el más allá, cortando su conexión con el infinito. Nos miramos a los ojos y me duele escribir que no hubo amor en ellos. Yamato estaba muy apagado, aún enfadado, pero a mí no me dio tiempo ni de percatarme de ello. Le pregunté por la libreta y él se sonrió arqueando una ceja. Dijo que no lo sabía. ¡Me estaba mintiendo! Él sabía perfectamente dónde lo guardaba, me había visto guardarlo en el primer cajón de la cómoda más de una vez. Le exigí que me lo devolviera y al no recibir más que una nueva risotada de burla tomé un cojín y le golpeé con él.
Entonces no pude comprender que si Yamato seguía enfadado conmigo era porque no había leído la libreta. Si lo hubiera hecho habría descubierto cada una de las palabras que he dedicado a todo cuanto siento por él. Ahora me siento muy estúpida.
Le grité desesperada que me la diera, que no podía perdonarle que se hubiera entrometido en mis cosas personales. Él parecía sorprendido, pero empezó a preguntarme si no quería que leyese el diario porque tenía miedo de que descubriera lo que había escrito de Jim en él. ¡Le odié con todas mis fuerzas! Nos dijimos cosas horribles que probablemente ninguno de los dos pensaba realmente. Ya llevaba mucho rato llorando cuando me di cuenta de que estaba bañada en lágrimas. Dejé de gritarle para tomar aliento, él también descansó.
Ahora no queda ni un solo resto de aquellos sentimientos, pero en esos momentos le odié más que a nada. Había invadido mi intimidad, había jugado con mi confianza y yo ya no podía pensar más que en una cosa: necesitaba dejar de verle por un tiempo. Y así se lo hice saber.
Recuerdo haberlo susurrado, más bien estaba preguntándome a mí misma si realmente deseaba dejar a Yamato, al menos por el momento… No tenía intenciones de que me escuchara, o quizás sí de forma inconsciente, pero lo importante es que se dio por aludido. Volvimos a mirarnos a los ojos, cabizbajos, y pude leer la incredibilidad en él. Entonces comprendí que era cierto, necesitábamos separarnos. Le dije algo parecido a "estemos separados durante un tiempo. No puedo estar con alguien que no confía en mí y menos con alguien en quien ya no puedo confiar".
Creo que lloró, pero no puedo asegurarlo porque en el mismo momento que dije esas palabras sentí la necesidad de darme la vuelta para ocultarme.
Solo pude sentir cómo tomaba el abrigo y volvía a afirmar con voz quebrada que no había leído mi diario, que nunca se atrevería. Pocos segundos después, Yamato se fue, cerrando la puerta con un suave golpe seco.
¡Rayos! Soy incapaz de describir como me sentía. Una angustia intensa me acompañó durante todo el día, en el cual no me crucé con Yamato ni una sola vez. Se marchó entonces y no regresó, y admito que tuve miedo y le eché muchísimo de menos a la par que deseaba tener unos momentos de paz, y sabía que para eso era necesario no volver a vernos. Soñaba con que todo fuera una boba pesadilla y que, al despertar, todo estuviera como antes.
Cuando fui a recoger a los niños, éstos preguntaron por él al llegar a casa y no encontrarle recibiéndoles con los brazos abiertos. No supe qué contestarles, solo sonreí y les dije que salió a dar un paseo. Las horas pasaron lentas a lo largo del día, pero recuerdo que no hice nada más que pensar. Solo tengo imágenes en mi mente de largos minutos sentada en el sofá, con la mirada perdida, teniendo dudas. Quería a Yamato, o al menos eso creía, pero por primera vez tuve dudas sobre ello, sobre si realmente podría aguantar situaciones como aquella por el resto de mi vida. Hasta entonces habíamos tenido muchas discusiones, pocas de ellas habían puesto en juego nuestra relación, pero hasta entonces no fue que realmente tuve dudas… La poca confianza en mi marido no podía soportarla.
Llegó la noche, y mandé a los pequeños a la cama. Volví a mi sofá y aguanté la respiración para contener el llanto que estaba a punto de brotar. Al fin, espiré con lentitud y decidí salir al porche a tomar aire fresco. ¡Cuán grande fue mi sorpresa al tropezar con Yamato de espaldas a la puerta! Estaba sentado en los escalones que llegaban al jardín. Cuando escuchó abrir la puerta levantó la cabeza, pero no se dio la vuelta.
No sé cuánto tiempo nos quedamos en aquella posición. Yo de pié, observando con tristeza la nuca de Yamato que me negaba su mirada. Ya que fui yo quien decidió que se marchara, me aventuré a dar el primer paso y me senté junto a él, a una distancia prudente. Yamato tenía una libreta en la mano; sé que siempre llega una encima, por si le llega la inspiración… pero parece ser que en esos momentos no había llegado, pues tenía tan solo unas pequeñas palabras escritas y otras tantas tachadas. El resto de la hoja contenía pequeños garabatos, dibujos similares a los de Aiko y Yuu.
Creí que intentaba escribirme una carta, y así se lo pregunté. Él respondió que sí. Con voz quebrada pregunté que si era de despedida, a lo que Yamato solo pudo apretar bien fuerte los labios, quizá para no echarse a llorar. Tras unos segundos en silenció, confesó que intentaba escribir una carta expresando todo lo que sentía, pero que a pesar de llevar todo el día meditando, solo había llegado a la conclusión de que no existían palabras suficientes y adecuadas para expresar cuantísimo me quería.
Precioso, pero aún así no fue capaz de mirarme y ello consiguió acongojarme aún más.
Con suavidad, me deslicé hasta quedar lo más cerca posible de él. Yamato no se inmutó. Para romper el hielo, dije que eran unos dibujos horribles, que los niños lo hacían mucho mejor… y entonces mi precioso Yamato por fin rió, y yo me sentí muy aliviada. Le pregunté por un pequeño círculo que tenía cuatro escasas líneas en la cabeza a modo de pelos. Sabía que era una cabeza, pero necesitaba dejarlo aún más en "ridículo", así que le pregunté que qué era. Para mi sorpresa, Yamato no contestó, se limitó a hacer otro círculo al lado, haciendo otras simples líneas en ambas cabezas semejando los cuerpos, los pies y uno de los brazos para cada uno. ¡Qué ternura daban! ¡Qué simples eran!
"Este soy yo… y ésta eres tú" fueron sus palabras exactas antes de dibujarles una amplia y hermosa sonrisa a cada uno, con los ojos abiertos de par en par, felices, ¡muy felices! Por último, añadió dos líneas más, quedando los dos personajillos unidos de la mano.
Admito que quedé sorprendida de la simplicidad de expresión. No necesitó una carta, ni una sola palabra para hacerme quedar sin aliento. Éramos él y yo. Yamato y Sora. Y éramos felices… estábamos enamorados, nos tomábamos de la mano y lo compartíamos todo, tan simple de comprender como el mismo garabato, ¿cómo podíamos estropearlo?
Ninguno dijimos nada, solo pude apoyarme en su hombro conteniendo mis deseos de comérmelo a besos. Tomé entonces aquella libreta y añadí unas pocas líneas más, solo escribí unas pocas estúpidas palabras… lo único que podía hacer en esos momentos ya que, a pesar de intentarlo, no conseguía articular ni una sola de ellas que hacía tiempo necesitaba decirle, que hacía tiempo que ambos necesitábamos escuchar… palabras que no salían a pesar de que necesitaba gritarlo para intentar que la pesadez que me comprimía el pecho saliera despedida lejos, muy lejos…
Querido diario, solo puedo decir que todo finalizó como debía. Pude sentir cómo Yamato se emocionaba al descubrir mis palabras. Me acarició el pelo y entonces nos besamos por primera vez en lo que había parecido una eternidad, como cuando Yamato volvía de sus viajes espaciales y yo me volvía loca por encontrarnos. Nos besamos como dos enamorados de la vida juntos, como dos personajes insignificantes para el mundo pero que lo son todo el uno para el otro…
Nos besamos y nos amamos, y hasta ahora no he vuelto a sentir miedo.
+.+
La mujer, inquieta, quedó mirando las últimas palabras escritas de la hoja. Dio la vuelta, buscando la continuación, pero ahogó un grito al descubrir que no había una sola letra más en toda la libreta. Dio varios repasos rápidos, pues el diario estaba a poco menos de la mitad incompleto, ¡y no entendía por qué no estaba finalizado! Sabía que había un final feliz, pues sus padres vivieron juntos y felices hasta el último de sus días, pero necesitaba continuar leyendo… ¿y qué hay de las palabras que su madre escribió en el dibujo? ¡Necesitaba saberlas!
Desesperada, hurgó entre las cartas, pero no encontró nada de interés. Volvió a dar un repaso al diario, poniendo las hojas hacia abajo – varias de aquellas estaban pegadas unas con otras, ya que la libreta llevaba demasiado tiempo cerrada – y moviéndola con frenesí, y, al fin, de entre las penúltimas hojas más presionadas, cayó un pequeño papel doblado por la mitad que hasta el momento había pasado desapercibido.
Un rayito de esperanza llegó hasta el corazón de Aiko. Tomó la hoja con cuidado y la desdobló muy emocionada, descubriendo que, efectivamente, se trataba del pequeño dibujo que sus padres compartieron aquella noche.
La cara del garabato representativo de Sora tenía una amplia sonrisa que, con la boca abierta de par en par, parecía gritar a todo el mundo unas palabras que se reflejaban en un bocadillo saliente del personaje: "aún estoy locamente enamorada de ti".
Continuará…
Volvemos después de mucho tiempo con una continuación de este fanfic, realmente le queda muy poco a la historia, lo mucho uno o dos capítulos y listo. Este capítulo fue escrito por fogadramon. Quien lo esta subiendo es L.I.T. Espero y nos sigan apoyando. Saludos.
ClubSorato