Cap. 61
Leones y serpientes
La orden del fénix finalmente se reunía de nueva cuenta en la oficina de Dumbledore, cada uno cargando noticias que podían o no ser tranquilizadoras, pues el grupo se había dedicado a revisar prácticamente cada centímetro del castillo y no habían encontrado absolutamente nada.
- Tiene que haber algo…
- Pero no lo hay Albus.
Argumentó Arthur Weasley sintiéndose realmente aliviado, después de todo, sus hijos se encontraban en aquél castillo, y una batalla en aquél lugar pondría indudablemente sus vidas en riesgo. Ya habían sobrevivido una vez en el inicio de curso, y no deseaba tentar a la suerte intentándolo una segunda ocasión.
- Albus, dudo mucho que Voldemort ataque el castillo justo ahora, si lo piensas detenidamente, no vale la pena.
Dumbledore observó a Kingsley, el cual se aclaró la garganta antes de continuar.
- Sabemos que lo que a ese monstruo le gusta es que le presten atención y que todo el mundo se entere de lo que es capaz de hacer. Estamos en vacaciones navideñas, y no hay prácticamente nadie en el castillo. No le sirve de nada.
El anciano se mantuvo en silencio, hasta finalmente suspirar y aceptar vagamente con la cabeza.
Sin embargo, él había estado tan seguro de que algo había ocurrido… ¿Era posible que se hubiera equivocado?
En la enfermería, la puerta se abrió y apareció una consternada Madame Pomfrey, la cual observó como los muchachos se ponían inmediatamente de pié y la rodeaban, obviamente desesperados por alguna noticias.
- Ay muchachos…
Aquellas palabras por si solas eran completamente perturbadoras, por lo que el grupo presintió la peor de las noticias.
- Vamos, entren… entren…
Obedecieron de inmediato reprimiendo con todas sus fuerzas las preguntas que deseaban hacer, sin embargo, solo sus miradas bastaban para interrogar a la enfermera sobre el estado de salud de su compañera.
- La señorita Granger no reacciona, y su magia se debilita.
- ¿Se pondrá bien?
La enfermera suspiró.
- Con cada minuto que pasa, su debilidad aumenta. Un cuerpo mágico no puede sobrevivir sin magia, no si le es arrancada de golpe.
- ¿Por qué está desapareciendo su magia?
- No es tanto que esté desapareciendo, más bien… está ausente… fuera de su cuerpo en algún lugar.
- ¿Su magia se salió de su cuerpo?
Preguntó Ginny con la incredulidad pintada en el rostro, pero ante el asentimiento de la enfermera, no le quedó otra que creer aquél prácticamente imposible diagnóstico.
- Necesito que la llamen.
- ¿Cómo dijo?
- Ustedes son sus amigos, su mente debe de escucharlos, y si sus voces llegan hasta ella y sabe que debe despertar, su magia será obligada a regresar a su cuerpo.
- ¿Eso la salvará?
- Es solo una teoría…
Ante tan baja esperanza, los jóvenes no tuvieron otra opción que aferrarse a ella. Harry fue el primero en alcanzar a su compañera, tomando sus manos heladas entre las suyas.
- Está mas fría que hace rato…
- ¿Qué pasará si no la traemos de vuelta?
El silencio fue la única respuesta que recibieron, y aquella era mas clara que cualquier palabra.
- Hermione… Hermione…
Era, por supuesto, imposible que la joven reaccionase a la primera mención de su nombre, por lo que Harry no se desanimó y continuó llamándole con suavidad, sin embargo, la joven no daba señal alguna de estarle escuchando.
Aquello era demasiado parecido a aquella ocasión en la que la habían observado petrificada, y el corazón del joven se hundió dolorosamente.
Odiaba ese sentimiento de culpabilidad, pensando una y otra vez que si Hermione no fuese su amiga, no le ocurrirían cosas malas… pero permitiéndose ser egoísta, prefería mil veces tenerla a su lado, pues siempre habían salido adelante, a pesar de los problemas.
- Hermione…
Aquél susurro fue lo último que pudo decir Harry antes de convertirse en presa absoluta del pánico cuando el cuerpo de la joven comenzó a convulsionarse con violencia.
Retrocedió obviamente espantado para luego intentar inútilmente de socorrerla de alguna forma, sin embargo, la mano de la enfermera en su hombro le obligó a retroceder.
- ¡Por Merlín, señorita Granger, tiene que reaccionar!
La palidez de la joven se incrementó hasta hacerla perder el último vestigio de color, dejándola mortalmente pálida. Dada la gravedad y complejidad de aquello, la enfermera no pudo más que descubrir que el cuerpo de la joven estaba falleciendo debido a la falta de su magia.
- ¡Hermione!
Chilló Ginny horrorizada tratando de acercarse, sin embargo, Harry le detuvo, sabiendo perfectamente que ellos nada podían hacer en aquél instante.
- ¡No está regresando! ¡Su cuerpo se muere y su magia no regresa a socorrerle!
Ron se cubrió los labios mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de impotencia. No quería realmente creer que aquello estuviese ocurriendo, ¡Hermione no podía morir frente a sus ojos sin que él hiciera nada!
Las palabras de la enfermera hicieron eco en su mente. La magia de Hermione se encontraba ausente y totalmente negada a regresar al cuerpo… tal vez y era estúpido, pero ¿Dónde podía encontrarse su magia que se negaba a regresar?
- Tal vez y alguien pueda entrar a buscarla.
Aventuró Luna, quien aparentaba ser la persona mas calmada de aquella habitación, recibiendo a cambio de sus palabras una mirada totalmente incrédula por parte de la enfermera.
- Ese alguien tendría que seguir su rastro… es una tarea demasiado riesgosa…
Hermione se calmó de repente, quedando totalmente lánguida e inerte, muerta en apariencia.
- ¡Traeré a Dumbledore inmediatamente!
La súbita desaparición de la enfermera a través de las llamas y el horror de ver a la Gryffindor en aquél estado, provocó un inevitable descuido en Harry, el cual soltó a su novia, misma que no tardó más que un par de segundos en encontrarse sacudiendo con violencia a su mejor amiga.
- ¡DESPIERTA, VAMOS!! ¡DESPIERTA!!
- ¡Ginny, espera!
- ¡DESPIERTA!!
Hubo un instante de silencio en el que no hubo respuesta alguna, por lo que la joven se sostuvo de los hombros de la joven, comenzando a sollozar lastimeramente.
- Hermione… Hermione…
La joven hija de muggles frunció muy apenas el ceño, aparentemente molesta por aquella voz que le llamaba.
- ¡Hermione!
Repitió ella, y el gesto se repitió de manera mas marcada.
- ¡HERMIONE!!!
Los ojos de la joven se abrieron de golpe mientras exhalaba una honda bocanada de aire y su espalda se arqueaba hasta dejar de tocar la cama, cayendo lánguida solamente un momento después.
La joven no tuvo demasiado tiempo de ubicarse antes de que los brazos de Ginny se cerrasen en torno a su cuello prácticamente asfixiándole. Sus ojos se cerraron con fuerza debido a la intensidad de la luz que se colaba por los altos ventanales, y las lágrimas de la pelirroja empaparon su mejilla.
- ¡Hermione, estábamos tan preocupados por ti!
- ¿Gi… Ginny?
Los ojos de Hermione trataron de enfocar a Ginny, sin embargo, la luz era demasiada, por lo que tuvo que cerrar sus párpados nuevamente.
- ¿Qué…?
Estaba confundida y mareada, además de terriblemente débil. Su cabeza cayó a un costado ya que era incapaz de mantenerla en su sitio por si misma, lo que le permitió descubrir a los ahí presentes, entre ellos, una persona a la que definitivamente no esperaba encontrar.
- Ma… ¿Malfoy?
El muchacho levantó la cabeza al escuchar su nombre, para luego desatenderse de cualquier vínculo con aquella escena. Normalmente, Hermione habría indagado lo que fuera que ocurría a su alrededor, sin embargo, en medio de su maraña de confusión, solo había una cosa que tenía clara.
Trató de levantarse, pero su cuerpo le falló miserablemente, así como sus fuerzas, ya que un suave empuje de parte de Ginny fue suficiente para detenerle.
- Herms, la enfermera dijo que debías descansar.
Aquello era mentira, la enfermera se había marchado insegura siquiera de si la joven viviría, sin embargo, si algo sabía la más joven de los Weasley, era que su amiga obedecería cualquier orden de un superior.
- Se-Severus…
El grupo guardó silencio ante la mención de aquél nombre, mientras al fondo, Malfoy prestaba repentinamente atención a las palabras de Hermione.
- Severus… ¿Dónde está?
Las miradas se giraron hacia Malfoy, pero este se encontraba totalmente desinformado. A un par de metros, Ron gruñó audiblemente.
- Hermione, no tienes que apurarte por Snape.
El apellido del profesor fue dicho con un marcado tono de desprecio que Hermione no pudo percibir en su estado de debilidad, así como apenas era consiente del momento en que el pelirrojo le tomó de la mano en un vano intento de distraerla de aquél tema.
- Aquí estamos Mione… contigo.
Susurró él tratando de sonreírle de alguna manera especial, buscando en si mismo la sonrisa que había logrado enamorarla tiempo atrás, sin embargo, la joven no le prestó atención alguna.
Sus párpados se cerraron lentamente, y sus labios se abrieron en una última palabra.
- Severus…
La nueva caída en la inconciencia fue desapercibida por el grupo debido al rugir de las llamas, de las cuales emergió la figura de Albus Dumbledore, seguido a los pocos segundos de la enfermera.
Ambos se acercaron a la cama realmente preocupados, sin embargo, los solos rostros de los chicos ahí presentes les era suficiente para saber que algo había ocurrido durante la ausencia de Madame Pomfrey.
- Despertó.
Anunció Ginny con una sonrisa mientras se limpiaba un par de lágrimas con el dorso de la mano.
- Fueron solo unos segundos…
La enfermera no perdió tiempo y procedió a revisar a la joven, la cual aún continuaba mortalmente pálida y sin energías, sin embargo, su cuerpo había recuperado unos cuantos grados de temperatura, señal de que cuerpo y magia se habían reunido de nuevo.
- ¿Les dijo algo?
Los muchachos ahí presentes comenzaron a balbucear frases sobre las pocas palabras que Hermione había logrado articular, entremezcladas con preguntas sobre su estado de salud y si se pondría bien.
La mano del hombre se alzó en el aire pidiendo silencio, mientras en sus labios se posaba una sonrisa.
- Así que… ella habló de Severus.
Todos respondieron afirmativamente, cada quien a su manera a aquella pregunta, acentuando así la sonrisa del anciano, el cual pudo comprender aquello que acababa de sentir.
Una magia que se marchaba, atravesando las barreras del castillo para irse al encuentro de otra, misma magia que había regresado de golpe mientras hablaba con Madame Pomfrey un par de minutos atrás.
Se había tratado de Hermione… y del enorme amor que sentía por Severus, a pesar de que parecía haberlo olvidado.
La mirada del anciano se paseó por los juveniles rostros de los ahí presentes, alzando las cejas con evidente sorpresa al encontrarse con Draco, provocando que el joven se mostrase realmente incómodo al ser el blanco de todas las miradas por lo increíblemente raro de su presencia en aquella situación.
Aunque tampoco podía culparles… él mismo estaba sorprendido.
Muy lejos de aquél lugar, el cuerpo de Severus se arqueó violentamente mientras su boca se abría desesperadamente para poder obtener un poco de aire.
Sin embargo, a diferencia de Hermione, el espía no dio ninguna otra muestra de vida, pues continuó totalmente inerte, apenas subiendo un par de grados la temperatura de su piel, la cual parecía haberse vuelto permanentemente fría debido a sus escasas ropas en aquella época invernal.
- ¿Sev?... ¿Sev?
Lucius golpeó suavemente la cetrina mejilla pero no obtuvo ninguna respuesta.
Quien antes fuera un importante aristócrata y fiel mortífago, mostró una mueca de turbación la cual le era imposible esconder.
Después de haber sido abusado hasta la saciedad por el señor oscuro, su compañero había sido botado como si no fuera otra cosa más que un trozo de basura.
Malfoy había cuidado desde entonces de él, sintiéndose cada vez mas desesperado al darse cuenta de que su compañero parecía estarse muriendo en sus propios brazos, y sin embargo, nada le era posible hacer.
Winky no se encontraba en la mansión, pues había partido rumbo a Gringotts para entregar el nuevo mensaje de Severus para la orden del Fénix, y él no podía hacer otra cosa que quedarse ahí, observándole como une estúpido, ya que aquella habitación poseía dos hechizos que realmente lo desquiciaban.
Uno, era un encantamiento silenciador. No importaba cuanto gritara por ayuda, nadie le escucharía, y otro que le impedía salir del cuarto, convirtiéndolo de aquella sencilla manera en su celda.
- Sev…
Observarle tener aquella reacción tan violenta fue un alivio, ya que le permitió darse cuenta de que su compañero aún continuaba con vida después de tantas horas sumido en la muerte aparente, sin embargo, parecía haber quedado nuevamente inconsciente.
Aunque también era posible que estuviera atravesando un nuevo episodio de locura. Otra cosa que mortificaba terriblemente al rubio, a pesar de que le costara admitirlo, pues cuando Severus se perdía dentro de su propio cerebro, duraba sin dar respuesta alguna durante días enteros, podía caminar, y reaccionar hacia la dirección en la que le estaban llevando, pero no demostraba absolutamente nada mas.
Lucius se mordió los labios deseando que su compañero despertase de una vez, permitiéndole saber que mejoraría.
La puerta se abrió de golpe en aquél instante, y los brazos de Lucius atrajeron inconcientemente el cuerpo inerte de su compañero, resguardándole del inminente peligro del cual nunca era capaz de salvarle.
Se sentía estúpido con aquella acción, pero le era inevitable.
Voldemort entró en la habitación y se dirigió a la pareja de traidores. Sus pupilas carmesíes se dilataron al contemplar a su forzado amante en aquél deplorable estado, sin embargo, poco le importaba.
- Entrégamelo.
- M-Mi lord, Severus no…
Los ojos del monstruo se abrieron con una furia indescriptible al escuchar aquellas palabras, por lo que Lucius se apresuró a corregirse a si mismo.
- E-El amo Gildor…
- Entrégamelo ahora, escoria.
- Por favor, no…
La voz del aristócrata había brotado quebrada y suplicante, sorprendiéndole incluso a él mismo, que nunca se había escuchado hablar de esa manera, sin embargo, no logró ninguna diferencia.
Una de las manos de Voldemort se cerró sobre los cabellos negros de su pareja, jalándole con la brutalidad necesaria para poder arrancarle de los brazos de Malfoy, sin embargo, detuvo su movimiento al encontrarse con un peso muerto colgando entre sus dedos.
Se sintió confundido como pocas ocasiones, por lo que soltó a Snape y le dejó caer al suelo, agachándose para poder revisarle.
Lucius sintió un escalofrío recorrer su piel al contemplar aquella mirada.
Voldemort, estaba… ¿Preocupado?... ¿Realmente le importaba como se encontrara Snape?
El cuerpo del rubio se estremeció ante el solo pensamiento, ya que este podía proporcionarle la respuesta a su más grande interrogante, la cual era la razón por la cual el señor oscuro aún tenía a su lado al que fuera el mayor traidor en sus filas.
La respuesta era aquella mirada, y era algo realmente perturbador.
- Malfoy, ve inmediatamente por un medimago.
Los ojos plateados se abrieron con absoluta sorpresa ante aquél pedido, mientras a unos cuantos centímetros, Voldemort tomaba entre sus brazos a su pareja y le llevaba a la cama, depositándole cuidadosamente.
El rubio se sentía incapaz de moverse, al menos hasta que la mirada del señor oscuro se clavó sobre la suya, provocándole un escalofrío que lo hizo levantarse y dirigirse a la puerta, la cual no le repelió por vez primera, permitiéndole abrirla y enfrentarse al exterior.
El orgullo apareció de repente, como una serpiente que había dormitado largo tiempo en el fondo de su conciencia, y ahora le acechaba susurrando palabras muy desagradables al oído.
Llevaba demasiado tiempo encerrado en aquél lugar, que aunque no estaba sucio, tampoco era un santuario de limpieza. Solo poseía dos túnicas, y ambas estaban siempre sucias.
Aquél pensamiento amargó realmente a Malfoy, el cual recordaba perfectamente a la pequeña elfina que se había esmerado por conseguirle una túnica exactamente idéntica a la que vestía, permitiéndole cambiarse una por la otra mientras Winky las lavaba, haciéndole creer al lord oscuro que Lucius usaba siempre la misma ropa sucia.
No podía bañarse, no decentemente al menos, y lo poco que podía conseguir era lavarse con un trapo mientras ayudaba con la limpieza de Severus.
Ni siquiera había podido afeitarse, y la asquerosa barba que había cubierto parcialmente su rostro era testigo evidente de ello.
Los dedos del aristócrata se pasearon inconscientemente por su cabello, el cual había dejado de ser de un brillante rubio platinado para adquirir los tintes de la suciedad y la sangre, volviéndolo opaco y dividido en mechones de mugre que le resultaban desesperantes.
Nada de eso había importado mucho estando dentro de aquella celda, pero ahora se encontraba afuera, donde cualquiera podía verle y reconocerle para poder burlarse.
Subió la capucha de su túnica y trató de fundirse con la oscuridad, deseando no cruzarse con nadie… Maldito orgullo.
Sin embargo, no pasó demasiado antes de cruzarse con alguien, y ese alguien resultó ser una persona a la que jamás había visto, pero de la cual si había escuchado hablar.
Surgió de una puerta aún arreglándose la ropa y el cabello, evidenciando así lo que había ocurrido dentro de aquella habitación, para luego encontrarse con la espeluznante visión de aquél hombre sucio y desarreglado con una barba descuidada que le observaba como si fuera una especie de visión.
Los ojos de ella se deslizaron sobre las ropas de mortífago, y aquello fue suficiente para que su mirada se convirtiera en un claro coqueteo e invitación a una siguiente sesión de lo mismo que acababa de ocurrir.
Lucius se mantuvo quieto, observando las escasas prendas que la joven mujer vestía. Por que era joven, su cuerpo era evidencia de eso. Pero no parecía tener frío, así que debía de tener algún encantamiento de calor… o simplemente había tenido una sesión bastante buena, lo suficiente para que no tuviera necesidad alguna de temblar.
Su cuerpo se movió de manera sensual en dirección a él, sin embargo, para la entrenada mirada del mortífago, era evidente que aquello era algo un tanto reciente para ella… no era una prostituta, pero estaba obligada a serlo.
Una acompañante, sería mas apropiado, pues la joven estaba limpia y hermosa, vistiendo ropas provocativas, y su largo cabello negro caía con elegancia sobre sus hombros y su espalda, mientras sus ojos ligeramente rasgados provocaban la interrogante de la exótica belleza que se escondía detrás de la máscara.
Por que si, ella usaba una máscara, blanca y sofisticadamente adornada con un entramado negro y dorado que hacía juego con sus ropas, dejando espacio para poder observar la parte inferior de su rostro, especialmente sus labios, que tan necesarios le eran en su oficio.
La dama de Marfil… o al menos así había escuchado que le llamaban algunos mortífagos.
Severus en cambio, le había revelado que su verdadero nombre era Cho.
- El lord solicita un medimago de inmediato.
Era la segunda vez que le ocurría en tan poco tiempo, pero el tono de su propia voz extrañó a Lucius, el cual no se había escuchado a si mismo con aquella irrefutable autoridad desde hacía tiempo.
Casi había olvidado lo que era ordenar y que se te obedeciera al instante, ya que eso fue lo que hizo la joven, se inclinó brevemente y se marchó a buscar lo que Lucius le había pedido.
Estaba acostumbrada a obedecer… había sido entrenada para eso… era su nueva vocación, y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.
Mientras regresaba a la habitación del lord, Lucius no pudo evitar comparar a aquella joven con Severus, ya que ambos se encontraban en una situación bastante parecida.
Ambos eran utilizados para los mismos fines, sin embargo, la joven parecía estarlo disfrutando, mientras para Severus era un verdadero infierno. De la misma manera, ambos eran cuidados y siempre mantenidos en las más óptimas condiciones.
A Voldemort le gustaba ver a su amante limpio y hermoso. A los mortífagos les gustaba tener a su ramera lo mas bonita posible.
Tocó suavemente y no obtuvo respuesta. Su mirada vagó entre los pasillos oscuros y maldijo internamente no poder largarse de ahí, se odió a si mismo por que sabía que una vez dentro de la habitación, no volvería a salir en un muy largo tiempo, pero aún así lo hizo.
Entró y abrió la boca para reportar que el médico llegaría pronto, sin embargo, enmudeció ante la escena que se desarrollaba ante sus ojos.
Severus yacía en la cama, tan inerte como la última vez que lo había visto, por lo tanto, lo único que podía haber cambiado era Voldemort.
El monstruo había adquirido una repentina apariencia casi humana debido a las acciones que realizaba en aquél momento. Estaba sentado a un lado de su obligado amante, sosteniendo su mano mientras acariciaba sus negros cabellos con algo parecido a la ternura, susurrando una y otra vez que habría de recuperarse, no importaba lo que le ocurriera.
Le susurraba que lo quería, y que no lo dejaría por nada del mundo… que era suyo, y de nadie mas…
Lucius tembló sin poder evitarlo mientras alguien tocaba a la puerta ya cerrada a sus espaldas, sacando así a Voldemort de su mundo aparte.
- ¿Mi lord? Soy el sanador…
- Adelante.
La puerta se abrió y Lucius se apresuró a hacerse a un lado. Los ojos del hombre se posaron por un instante sobre él y el rubio procuró ocultarse. No quería que lo vieran en aquél deplorable estado.
El hombre revisó a la pareja del lord mientras este se paseaba de un lado a otro por la habitación, sorprendiendo sin duda al medimago, el cual no podía evitar mirar de vez en cuando a su señor, evidentemente sorprendido por aquella actitud de preocupación hacia el paciente tendido en la cama.
Malfoy, sentado en un rincón y abrazando sus rodillas, sintió una punzada de lástima por aquél hombre. Voldemort nunca permitiría que alguien que observara una faceta débil de él saliera con vida de aquella habitación.
Tal vez y Callia, la antigua sanadora, se habría salvado de un trato así, y se hubiera marchado a salvo a pesar de haber observado al lord oscuro en aquella situación, pero ella estaba muerta.
Tal vez y llevaba demasiado tiempo conviviendo con aquél monstruo, pero Lucius a veces podía sentir cierto remordimiento por aquella muerte de parte de Voldemort, sin embargo, aquello no la regresaría a la vida, y todo quedaría relegado a una estupidez echa en un momento de ira.
Ella se habría salvado… el médico de aquél momento no iba a contar con aquella suerte.
- ¡James, James, James!
- ¿Qué, qué, qué??
Respondió el joven de ojos almendrados mientras trataba de que sus lentes no cayesen de su nariz al ser zarandeado de un lado a otro por su mejor amigo y prácticamente su hermano.
- ¡Mira para allá!
El joven de alborotados cabellos se giró en la dirección que su compañero animago señalaba, no tardando nada en encontrar la razón de la excitación de Sirius.
- No… puede ser…
Bajo uno de los arcos de piedra que daban al exterior, se encontraba ni mas ni menos que el juguete favorito del pequeño grupo, es decir, Severus Snape, el cual se encontraba en compañía de una linda chica de cuarto año, que por los colores de su uniforme, pertenecía a la casa de Ravenclaw.
Severus parecía ansioso por alguna razón, y la joven un tanto nerviosa, hasta que finalmente, aceptó con la cabeza mientras sus mejillas se sonrojaban, provocando una gran sonrisa en el rostro del muchacho, el cual lucía igualmente nervioso que ella.
El timbre los sacó de su pequeño y fantástico mundo, por lo que la joven se disculpó e hizo un amago de retirarse, sin embargo, una de las manos de Snape se cerró sobre el brazo de la chica y la detuvo, besando luego su mejilla.
Ella sonrió totalmente avergonzada y se marchó rumbo al salón de encantamientos, mientras Severus suspiraba satisfecho y echaba a correr para llegar a tiempo a pociones.
Los merodeadores, aparentemente desinteresados por llegar temprano a clases, se quedaron estáticos tras haber presenciado semejante escena, para luego echar a caminar tranquilamente.
- No me la creo.
- Snivellius se consiguió novia.
- Y tu no tienes Sirius, ¡Que vergüenza me das!
- Oh, cállate Cornamenta.
- Yo no le veo nada de malo a que Snape tenga una novia.
- Tú no opines Lunático. Tú crees que ese tipo es una buena persona, ¡Ja! Si no es una persona siquiera el muy cretino.
- Si, si, claro…
La expresión de Sirius se crispó, jalándose el cabello desesperado.
- ¡Ah diablos! ¿Le viste la cara al pequeño zopenco??
- Si, estaba feliz.
- ¡Exacto! Y si él es feliz, yo no soy feliz, y si yo no soy feliz, entonces vamos a tener grandes problemas.
- Lunático tiene razón.
- ¿Tú también James?
- No te apures Canuto, ya verás que mas tarde o mas temprano, la pobre chica se dará cuenta de que su novio es un imbécil y lo botará.
- Oh, ¡Cómo me gustaría ver su cara cuando eso ocurra!
- ¿Te imaginas si lo botara por uno de nosotros?
Colagusano, pequeño y regordete, un par de pasos detrás del grupo, tiró una estridente y exagerada carcajada al escuchar aquellas palabras, tropezando sin querer con la espalda de James, el cual se había detenido súbitamente, lo mismo que Sirius a su lado.
Lupin los observó un instante y sus ojos se abrieron con horror.
- No se atrevan chicos.
No terminó de decirlo cuando Sirius ya había sacado un galeón de su bolsillo, lo lanzó al aire y lo atrapó mientras James escogía una de las caras.
Al descubrirlo, una sonrisa triunfal apareció en los labios del heredero de la familia Black.
- Yo me encargo.
Para alguien como Sirius Black, aquello era pan comido, después de todo, él era el chico guapo, cazador de Gryffindor, mientras Snape era el pobre bicho raro que siempre servía para gastar una buena broma.
¿Y la chica? La chica era una especie de chicle de dulce sabor que solo serviría para amargar la existencia de Snape. Eran pocos los respetados por aquél insolente grupo, el cual no se detenía cuando de molestar a su víctima favorita se trataba.
Cuando aquella joven salió de su clase de encantamientos, fue una verdadera sorpresa encontrarse con uno de los rostros mas cotizados de Hogwarts contemplándole con una expresión de embelesamiento absoluto, provocando un inmediato sonrojo en sus juveniles mejillas.
- ¿Podemos hablar?
Dio la impresión de que la chica se encontraba atrapada entre la emoción y el terror de encontrarse ante nada mas y nada menos que Sirius Black, sin embargo y a pesar de todos los pensamientos que se arremolinaban en su mente, la chica aceptó con timidez y siguió a aquél apuesto joven hacia un pasillo un poco alejado del bullicio y los alumnos que correteaban por los corredores.
- Oye… tu… bueno… ¿Tienes novio?
Las mejillas de ella se encendieron nuevamente y sus ojos temblaron ante semejantes palabras, las cuales podían poseer una única e inequívoca dirección.
Ella bajó la mirada ciertamente avergonzada.
- Si…
- ¿Cómo?
Preguntó él fingiendo no haberla escuchado, a pesar de haber comprendido claramente aquél tímido susurro.
- Yo… estoy saliendo con alguien.
La decepción pintada en el rostro del joven animago hizo que a la joven Ravenclaw se le partiera el corazón de vergüenza, sintiéndose culpable de lastimar a un chico tan guapo.
- L-Lo siento…
- Si bueno… lo comprendo… es decir, una chica tan linda como tú… supongo que llevan mucho saliendo, ¿Cierto?
- Ah, no… nosotros, bueno… él… él me pidió que fuéramos novios hace u-una hora.
- ¿Una hora?
Sirius se llevó las manos al rostro aparentemente víctima de una enorme sorpresa y frustración.
- ¡Sabía que debí decírtelo antes!!
- ¿Antes?
Ella le contempló con sus hermosos ojos marrones, mismos que el Gryffindor encontró realmente bonitos, razón por la que sonrió y tomó el rostro de ella entre sus manos.
- No se ni como te llamas… pero… esque… esque me encantas… en serio.
La joven Ravenclaw parecía haber enmudecido por completo. Cualquier persona en Hogwarts había escuchado hablar mil veces de las hazañas de Sirius Black, aunque claro, en aquella edad de fácil impresionismo y cerebros revueltos, las estupideces cometidas por aquél joven y sus amigos eran llamadas hazañas.
Era bien sabido que muchas eran las que habían perseguido a Sirius y pocas habían conseguido sus atenciones, pero lo que nunca se había escuchado era que el propio heredero de la casa Black hubiera buscado a una chica.
La muchacha se sintió desfallecer al llegar a aquél conocimiento, sintiendo como sus mejillas enrojecían al darse cuenta de que la distancia entre ella y aquél atractivo Gryffindor se acortaba lentamente. Sus ojos se cerraron, por lo que fue incapaz de ver el instante en que los ojos oscuros del aprendiz de animago se desviaron en busca de sus mejores amigos, captando como James le hacía desesperadas señales.
Sirius se apoderó de los rosados y suaves labios de aquella jovencita, la cual emitió un chillido de sorpresa antes de dejar caer los libros que llevaba en los brazos.
Un segundo grupo de libros cayó en aquél instante, justo al final del pasillo, donde Severus acababa de dar vuelta, dirigiéndose al aula de encantamientos.
La mirada azabache del joven se mantuvo totalmente fija en la espantosa escena frente a sus ojos, y deseó convencerse de que aquello no era verdad, sus puños se apretaron mientras avanzaba a grandes pasos dispuesto a golpear al desgraciado cretino que se estaba atreviendo a besar a su novia, y sin embargo, las manos de ella, que antes colgasen inertes, cobraron vida propia y se elevaron hasta los anchos hombros de Sirius, apretando sus cuerpos mientras le regresaba el beso con evidente devoción.
El Gryffindor soltó lentamente a la muchacha y se giró triunfante en dirección a Snape con la evidente necesidad de mostrarse orgulloso de su increíble hazaña, además de que por nada del mundo iba a perderse de la cara de aquél cretino grasiento mientras uno de sus peores enemigos se besuqueaba con su novia.
Sin embargo, todo lo que Sirius encontró frente a él fue oscuridad, una oscuridad eterna en la cual él parecía ser el único ser viviente. Incluso la chica que segundos atrás había estado entre sus brazos había desaparecido.
- ¿James? ¿Remus?... ¿Petter?
No hubo respuesta y el muchacho trató de mostrarse a si mismo que no tenía miedo, sin embargo, aquella negrura era verdaderamente espeluznante.
Un sonido lo alertó y se giró esperanzado de encontrarse con los rostros amados de sus compañeros, sin embargo, lo que se encontró fue una figura oscura, doliente y cubierta de sangre la cual levantó su rostro mostrando unos ojos cubiertos por un vendaje negro mientras sus labios se abrían en un lastimero gemido que heló la sangre de Sirius.
Sirius despertó de golpe sintiendo un sudor helado bajar por su espalda ante aquella pesadilla mezcla de recuerdos.
La oscuridad en la habitación provocó un espanto parecido al que tantas veces le había acosado durante su larga y terrible estancia en Azkabán, por lo que fueron necesarios largos minutos para que su mente pudiera aclararse y darse cuenta de que nada de aquello había sido real…
Pero si había sido real…
Las manos del animago cubrieron su rostro mientras gemía audiblemente con una mezcla de frustración y cansancio.
Aquella chica… ni siquiera recordaba como se llamaba. Ahora la recordaba como la chica más dulce y buena que jamás hubiera conocido, algo así como el equivalente Ravenclaw de Lily. La había utilizado durante el tiempo que Snape sufrió, y cuando se dio cuenta de que él ya no sufría por verla, la botó inmediatamente.
Siempre había recordado aquél episodio de su vida con hilaridad, provocando las carcajadas de su público cada vez que contaba aquella anécdota, por que a pesar de ser una acción cruel, todos la aprobaban tras haber escuchado la descripción de Snape como un ser espantoso tanto física como mentalmente.
Pero… ahora observaba a aquél Slythering a quien tanto había despreciado bajo una nueva luz… no recordaba que Snape se hubiera metido con nadie nunca… jamás había molestado a nadie mas que a ellos. Estudiaba duro, no tenía vida social por poder ser competente, y según se había enterado, sobrevivía a un padre borracho y asesino sin perder la cordura…
¿Por qué nunca lo había visto?... ¿Por qué?... Ni siquiera en su vida de adulto lo había notado… una noche, poco antes de la muerte de James y Lily, lo había encontrado en las calles, temblando de dolor y de rabia por alguna razón que nunca le había interesado.
Lo había observado contemplando a unas niñas con una expresión que ahora, casi veinte años mas tarde, se daba cuenta de que era de sufrimiento absoluto, y él le había acusado a gritos de ser un maldito pedófilo y le había proporcionado unos cuantos puñetazos, de los cuales Snape no se había defendido en lo absoluto.
Sirius gimió de dolor y se hizo un ovillo en la cama.
Siempre había tachado a Snape de ser un monstruo… y ahora comenzaba a sospechar que el verdadero monstruo, había sido él…
Orgullo… un veneno que consumía todo a su paso y hacía que incluso los más imbéciles se creyeran verdaderos soberanos del universo, haciéndolos cometer una estupidez tras otra en nombre de la maldita imagen mental que poseían de si mismos.
Pero cuando el orgullo se rompía… el dolor era mas grande que cualquier maldición, y la humillación sufrida provocaba unas inmensas ganas de morir en el mismo sitio en el cual se estaba parado, sumándose a la necesidad homicida de acabar con la vida de todos y cada uno de aquellos que se burlaban de quien en antaño, fuera un hombre poderoso lleno de permitido orgullo.
Las miradas de los mortífagos ahí presentes hacían que Lucius se sintiera verdaderamente enfermo y que una furia ciega retorciera sus entrañas hasta provocarle unas terribles ganas de vomitar.
En sus brazos, Severus yacía totalmente ajeno a cualquier cosa que estuviese ocurriendo a su alrededor, totalmente inconsciente a la cadena que rodeaba el cuello de Lucius de la misma forma en que antes había rodeado el suyo.
Malfoy se mantenía en silencio maldiciendo una y otra vez al asqueroso monstruo que le había obligado a bajar la capucha de su túnica para revelar su rostro sucio y maltrecho a los ojos de los curiosos.
Voldemort hablaba con sus fieles mortífagos explicando sus prontos planes para continuar aquella guerra que estaba seguro de ganar, sin embargo, la atención de los ahí presentes estaba demasiado lejos de la voz de su señor, pues sus miradas no parecían capaces de desviarse del penoso espectáculo que ofrecían los dos traidores postrados a un lado del señor oscuro.
Solo había una persona en aquella estancia que observaba a aquellos dos con descarado interés y no hacía lo más mínimo por ocultar el gozo que le provocaba observar su sufrimiento, acentuándolo con su mueca de burla cada vez que sus ojos aguamarina se cruzaban con los plateados de Lucius, el cual gruñía audiblemente aguantando las ganas de asesinar ahí mismo a su cuñada.
Claro… que aquél pensamiento no hacía más que aumentar su desgracia, estaba encadenado y totalmente desarmado, por lo que lo único que podría lograr sería hacer uno de sus tan famosos gestos de orgulloso desprecio.
Pero de orgullo no le quedaba mucho… no después de aquella espantosa humillación.
El tirón del grillete en su cuello le hizo exhalar un gemido de dolor, reaccionando casi de inmediato para poder proteger el cuerpo inerte en sus brazos. Sin embargo, el tiempo del que disponía no era mucho en realidad, pues se vio forzado a levantarse a tropezones sosteniendo a duras penas a Severus mientras era arrastrado al oscuro pasillo que conectaba con las habitaciones del lord.
El rubio apretó la mandíbula cuando sus pies descalzos se golpearon contra el piso de piedra, lastimando sus ya lacerados dedos.
- ¡MUÉVETE!
Chilló Voldemort tirando bruscamente de la cadena mientras lanzaba a Lucius dentro de la habitación, provocando así que se estrellase contra una silla en el interior, misma que le hizo perder inevitablemente el equilibrio y caer estrepitosamente.
- Cuando regrese, quiero a Gildor completamente limpio, ¿Me escuchas? Tengo planes para esta noche.
No era necesario que le aclarara aquello… él ya lo sabía.
Cuando se hubo marchado, Lucius se levantó trabajosamente del suelo, llevando a Severus a cuestas hasta el baño.
- ¿Winky?
Con el sonido característico de una detonación, la pequeña criatura apareció ante Lucius, acercándose inmediatamente para ayudar a cargar a su amo.
- Encárgate de él.
Sabía que no era necesario siquiera decirlo, aquella elfina parecía existir exclusivamente para el bienestar de Severus, sin embargo, parecía existir algo reconfortante en poder dar una orden y que aún existiera alguien que le obedeciera.
Su mirada se paseó sobre las botellas de pociones curativas, para luego descender hasta Severus, el cual continuaba pálido e inerte.
Tenía que salir de aquél maldito lugar… tenía que ir con su esposa, deseaba abrazar a su hijo, deseaba… deseaba decirle a Draco lo mucho que le amaba y como sentía nunca antes habérselo dicho.
Y para eso, era necesaria la ayuda de Albus Dumbledore y sus perros falderos de la Orden del Fénix.
Su orgullo ya había sido masacrado, y tenía la sospecha de que aquello continuaría largo tiempo… así que no importaba… no importaba de quien tuviera que depender o que tuviera que hacer… solo quería salir de aquél espantoso lugar.
Tomó entre sus manos una botella vacía y comenzó a hablar.
- Soy Lucius Malfoy… Severus no se encuentra… disponible… para transmitirles un mensaje, así que lo haré yo… comprenderé si no me creen en lo absoluto, pero tengo que intentarlo… el señor oscuro planea un ataque a un poblado de muggles a las afueras de Londres…
- Lucius…
Narcisa cerró lentamente sus ojos mientras pensaba en su marido y en lo mucho que le gustaría tenerlo a su lado en aquél instante, sin embargo…
Un sollozo escapó de sus labios mientras recordaba su estancia en aquellos horribles calabozos y el sufrimiento demencial que en ellos se vivía. Y su esposo, su muy amado esposo se encontraba atrapado en aquella horrible situación, solo por que ella se encontrase a salvo.
Estaba deprimida, y de nada serviría negarlo, llevaba varios días sin comer absolutamente nada, moviéndose apenas lo necesario en aquella cama.
Quería morirse… quería desaparecer y encontrarse al lado de Lucius…
La bella rubia no supo en que momento cayó dormida, sin embargo, al despertar, su estómago se contrajo con la apremiante necesidad de alimentos, pero su estando mental le impidió hacer algo por atenderse a si misma.
Alguien tocó con suavidad, y Narcisa decidió ignorarlo, al menos hasta que el pomo de la puerta comenzó a girar suavemente.
Sus ojos se cerraron de inmediato y fingió dormir, girándose para darle la espalda a quien fuera que había entrado en la habitación, y no detuvo su pobre farsa hasta que la puerta se hubo abierto y cerrado nuevamente, permitiéndole saber que se encontraba nuevamente sola.
La señora Malfoy echó un vistazo, apenas invadida por una insignificante curiosidad sobre la persona que había ido a molestarle, sin embargo, se llevó una sorpresa al encontrarse con una bandeja de alimentos sobre su mesa de noche adornados con una tarjeta.
Sus largos y finos dedos se cerraron en torno a la misiva, y sus ojos azules recorrieron el mensaje.
"Espero sea de su agrado… Heather"
Granger… esa mujer, esa… esa muggle…
Arrugó el papel y estuvo a punto de botarlo al suelo, sin embargo, en medio de aquella espantosa soledad, finalmente no pudo más que emitir un sonoro sollozo y apretar la corta misiva contra su pecho.
Al otro lado de la puerta, Heather Granger suspiró y se marchó lentamente, pensando en que donde quiera que se encontrase su adorada hija, ella estaría sufriendo lo mismo que aquella orgullosa mujer.
TBC…
Hola!
Hoy no hay mensaje largo, realmente me disculpo, así como me disculpo por la tardanza.
Pásensela muy bonito en estas fiestas, cuídense, y ya nos veremos.
Besos y mil gracias a todos por susreviews!!!