EPÍLOGO
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7.- Epílogo (o qué pasó con Blaise Zabini un mes después).
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¿Cuánto llevaban en esa posición? ¿Quince minutos? ¿Media hora? Ambos estaban hastiados y molestos, pero hacían los mayores esfuerzos para ocultarlo, aunque la paciencia no era precisamente una virtud en ellos.
El crujir de la puerta al abrirse anunció como campanillas la liberación para el par de serpientes, que poco ejercitaban la empatía a diario, alegrándose de ver del otro lado a la cabeza rubia que se asomaba.
–Traje a la caballería –anunció el recién llegado con una sonrisa burlona, con medio cuerpo fuera de la habitación–. ¿Aún sin noticias?
–Sin noticias –confirmó Theodore rodando los ojos–. Si esto no funciona, soy partidario de usar la fuerza.
Pansy asintió concordando con su amigo mientras Draco entraba de lleno al lugar, tirando de la mano a la invitada, Hermione Granger, que parecía desorientada y a la vez desconfiada de ingresar al nido de serpientes, especialmente después de la seguidilla de miradas reprobatorias que recibió desde que ingresó a las mazmorras acompañándolo.
Todavía la casa Slytherin –y por cierto, también la Gryffindor– no se acostumbraba al hecho de que ella y Draco Malfoy se pasearan libremente de la mano por el castillo, como el par de... ¿algo? que eran. "Algo" pues ninguno de los dos le había pedido noviazgo al otro y al parecer, era una lucha de poder demostrar que las etiquetas no le importaban, aunque ambos se morían por marcar territorio con una denominación.
–¿Qué estoy haciendo aquí? –preguntó la invitada.
Los tres presentes se miraron entre si, decidiendo quién explicaría ese intrincado rollo, pero fue Theodore quien alzó la voz, al ver que nadie daba el paso al frente.
–Necesitamos de tus habilidades blandas –declaró en una exhalación–. Blaise fue hechizado con la Dulcis Vindicatio y está encerrado en el baño hace una eternidad. No hemos podido sacarlo, ni siquiera bajo amenaza. Se niega a mostrarse en público.
Hermione negó con la cabeza.
–Quién diría que Zabini sería más vanidoso y llorica que Draco.
–Obviaré tu falta de respeto solo porque después me encargaré de solicitar indemnización por tus injurias de otra forma –espetó el aludido, haciéndola enrojecer notoriamente–. Y no. No lo transformaron en una bola de grasa. Lo de él es más... Complicado.
Ella alzó una ceja, intrigada.
–¿Complicado?
Nuevamente, los tres se miraron entre sí, en una mezcla de incomodidad y burla.
–Será mejor que lo veas con tus propios ojos –concluyó Theodore–. Alohomora.
La puerta del baño se abrió de sopetón a la vez Pansy y Theodore se movían del medio para permitirle el paso. Hermione los observó extrañada pero aún así ingresó, con cautela al no tener idea con qué se encontraría.
–¿Zabini? –llamó, pero el baño se veía completamente vacío–. ¿Blaise?
Pasó unos instantes antes de escuchar su voz ronca detrás de la cortina de baño.
–Aquí –respondió escuetamente.
Nerviosa, Hermione avanzó hasta la tina y corrió la tela con el corazón en la mano, quedando de piedra con la imagen que se le presentó. Sentada, con las piernas flectadas y la cabeza gacha, se encontraba una joven de su edad, de piel morena y ojos verdes, con un lacio cabello café oscuro que le llegaba a la mitad de la espalda. Usaba el uniforme de Slytherin y dibujaba en sus facciones una angustia inconmensurable.
–¿Blaise? –repitió consternada.
–Soy yo –habló la voz del muchacho en el cuerpo de esa joven–. Entiendes por qué no puedo salir, ¿verdad?
Hermione tuvo que reprimir una carcajada. Primero, por lo divertido de la situación, y segundo, porque quien sea que lo haya hechizado, modificó su cuerpo mas no su voz, lo cual era una mezcla sencillamente alucinante. Se tuvo que morder el labio por dentro para aguantar la risa que pujaba por salir.
–¿Cuál es la condición para que vuelvas a la normalidad?
Blaise enterró la cabeza entre ambas manos, como si no pudiera creer lo que le estaba pasando.
–Debo aprender a respetar a las mujeres –señaló en un murmullo–. El problema es que yo ya las respeto, entonces no entiendo qué diablos esperan de mí.
La muchacha se llevó una mano a la barbilla, pensativa.
–Quizás, se refiere a otra cosa, Blaise. Quizás debes dejar de ver a cada mujer como un trozo de carne.
Él, ahora a través de las finas facciones de la joven morena, la miró indignada.
–Yo no hago eso. Yo no las miro como un trozo de carne.
–¡Claro que sí! –corearon de inmediato sus amigos desde el otro lado de la puerta.
Hermione los mandó a callar y volvió a enfocar su atención en el afectado. En realidad, era una situación complicada, sobretodo considerando el poco sentido de realidad que siempre había ostentado el moreno en este mes que llevaba tratándolo como "algo" de Malfoy.
–¿Y si te hago pasar por una prima lejana que viene de intercambio? –ofreció–. No creo que McGonagall nos ponga problemas si yo se lo pido. Puedes dormir en nuestra habitación con Ginny pero solo si te comportas, ¿eh?. Si no, te delataré con publicidad y nunca olvidarás este episodio.
Del otro lado una voz carraspeó con molestia.
–¡No estoy de acuerdo! –expresó Draco, ofuscado de solo pensar que el pervertido de su amigo pudiera compartir habitación con su "algo".
–¡No te estoy preguntando! –respondió ella, rodando los ojos–. Además, si me trajeron fue porque querían que solucionara el tema, ¿no?. Pues bien, ésta es la solución que se me ocurre. ¿Y? ¿Qué dices Blaise?
Los ojos verdes del muchacho/muchacha parecían confundidos, pero aún así, asintió, después de todo, si se hacia pasar por otra persona, nadie sabría que estaba encerrado en el cuerpo de una mujer –una muy guapa a decir verdad–. ¿Cómo no se les había ocurrido antes esa idea?
Salió de la tina y dejó que su salvadora modificara su uniforme a Gryffindor, acompañándola en silencio hasta su Sala Común, bajo la atenta vigilancia del rubio, que le prometía el infierno si se sobrepasaba, y las muecas burlonas de sus otros dos amigos, que además, tenían una mirada cómplice. Entraron por el retrato de la Señora Gorda y subieron hasta la habitación de las chicas, donde se encontraron de lleno con la Weasley menor, que ya estaba enfundada en un ceñido pijama azul.
–Ginny, te presento a...
–Vesta –se adelantó Blaise con los ojos brillantes, disimulando su voz para parecer femenina–. Vesta Granger, prima de Hermione. Mucho gusto. Espero no importunar con mi presencia.
La pelirroja sonrío amistosa y le estrechó la mano a modo de bienvenida.
–Para nada Vesta, un gusto –contestó.
Hermione le pegó un codazo a su "prima" para que soltara la mano de su amiga, arrepintiéndose de inmediato de la solución ideada, pues el semblante de Blaise indicaba demasiado interés en Ginny, incluso ahora, estando en el cuerpo de una mujer.
"Ahora si que me metí en problemas" sentenció, observando con desconfianza cómo el muchacho actuaba demasiado bien su papel.
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Porque solo lo hacía para acercarse a Ginny Weasley.
Y quizás, con qué intenciones.
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