Capítulo 6
-Platónico-
Oliver besa cien veces mejor cuando está borracho. Pero eso él no lo sabe y Hermione tampoco se ha molestado en decírselo.
Mientras mira cómo lloran las ventanas por culpa de una llovizna veraniega, se pregunta si eso que escucha es el traqueteo del tren o se trata del latir de su corazón. Traca, traca, traca, traca… Decide entonces que debe ser el tren porque, de lo contrario, estaría a punto de sufrir un infarto.
Fling le mira, le mira raro. Sus ojos se encuentran de vez en cuando y se separan una y otra vez igual de rápido. Su amigo sabe que está nervioso; es evidente porque Oliver nunca se come las uñas y ahora no deja de meterse en la boca su pulgar derecho, muerde que muerde, roye que roye.
-¿La has visto? –le pregunta.
-No.
-¿Has hablado con ella?
-No –responde Oliver. El pulgar en la boca, mirándole de soslayo, por las esquinas de sus ojos.
-¿Alguna carta?
-Pocas.
-¿Está en el tren?
-Supongo…
Fling lleva las manos al cielo en un gesto que dice "¡No puedo creerlo!". -¿Y a qué esperas para ir a verla? –se ha levantado de su asiento y lo ha hecho tan rápido que se ha dado un fuerte golpe contra la balda en la que ha depositado su maleta-. ¡Auch!
-¿Quieres hacer el favor de bajar la voz? –le suplica Oliver-. ¿O quieres que todo el tren se entere?
Fling se ha vuelto a sentar. Mira a los lados y ve que sus compañeros de compartimiento están entretenidos leyendo o contándose las batallas del verano. Nadie les está prestando atención porque hoy los dos amigos están especialmente aburridos: apenas han hablado y ambos tienen cara mustia, como si les molestara regresar al colegio.
-Yo sólo digo que –Fling convierte su voz en un susurro y se inclina hacia delante para que sea Oliver el único que le escucha- si estáis saliendo, lo normal sería que fueras a saludarla. ¡Es tu novia, por el amor de Merlín!
-Sssssssssssssssssssssssssssssssh.
Oliver le hace gestos con las manos para que modere el volumen, pero Fling sólo pone los ojos en blanco, como dando a su amigo por un caso perdido. Aprieta la espalda contra el respaldo de su asiento y abre una revista de Quidditch airadamente para hundir la cabeza en ella. Así que Oliver ya puede volver a mirar la ventana, a seguir las gotas que resbalan por ella y recordar lo que ha pasado antes del verano. Ni siquiera él sabe en qué se han convertido.
¿Era su novia? A lo mejor sí… A lo mejor no… A lo mejor lo que ocurre es que ambos han caído en ese terrible juego de niños en el que ninguno se ha atrevido a hablar de lo que ha pasado. No han querido etiquetarlo ni darle un nombre a su estatus, y Oliver tenía demasiado miedo para preguntarle cómo era posible que cada día se las arreglaran para encontrarse, pero todavía no supieran qué estaba ocurriendo entre ellos.
Fue después de aquel beso cuando llegó el desconcierto. Cuando Hermione abrió los ojos, empezó a aporrearle quejumbrosamente en la pechera de su túnica; con los dos puños cerrados, golpeando su pecho, y el ceño fruncido en señal de enfado.
-¡Te dije que no lo hicieras! –protestó ella.
Oliver, que todavía estaba en una nube tras haberla besado, se quedó un momento en silencio, pero luego dijo:
-Y yo te dije que me pararas si querías. Y no lo has hecho, ¿verdad?
Oh, Hermione odiaba que le hicieran esto. Hermione odiaba que los demás tuvieran razón y ella no. Odiaba aún más que Oliver le hubiera desarmado por completo, hasta el punto de que su labio inferior empezó a temblar como si quisiera decir algo aunque no encontrara palabras que espetarle con enfado.
-Tienes razón: ha sido culpa mía por no haberte parado. Pero esto se queda aquí. Tiene que quedarse aquí, ¿comprendido? Y ahora tengo que irme –concluyó con orgullo y testarudez.
Oliver no se opuso. Sabía que era mejor así. Se limitó a colocarse coquetamente la pajarita, le dedicó una sonrisa pícara que a punto estuvo de hacer que Hermione se cayera de espaldas y comentó como si no la hubiera escuchado:
-Comprendido. Entonces… ¿quedamos mañana?
-Sí.
-¿Aquí?
-Sí.
-Muy bien. Mientras tanto… que disfrutes de la velada, Hermione –le regaló un caballeroso beso en el dorso de la mano, y se fue con una sonrisa tan gigantesca que cuando su amigo Fling le vio aparecer y servirse un vaso de ponche, no le hizo falta preguntar qué había ocurrido.
Se limitó a levantar su vaso para proponer un brindis al que tanto Katie como Alicia se sumaron, ajenas al motivo de celebración y completamente ignorantes de la razón por la cual había cambiado el humor del capitán de su equipo.
Hermione tuvo más problemas para disimular. Regresó con Viktor Krum, el cual no se preocupó por su tardanza ni intentó indagar el motivo de la misma.
-Estas prrrrrrrrrrrrreciosa –se limitó a decir. Sin más. Como si eso zanjara la demora.
Bailó, aguantó estoicamente la mirada asesina de su amigo Ron y, cuando la fiesta se terminó y se despidió de Krum con un beso que trató de evitar inútilmente, sufrió una mini crisis nerviosa. Porque Ron había estallado y sus reproches se convirtieron en dagas voladoras que impactaron directamente en el corazón de Hermione. Él ni siquiera la había invitado al baile, ¡no podía quejarse ahora! ¿A qué venían esos celos tontos?
Hermione trató de no darle importancia, pero el daño ya estaba hecho, y de una manera tan profunda que Oliver no tuvo ocasión de notarlo. Ni en ese momento, ni nunca.
Oliver seguía escuchando el traqueteo del tren cuando se apearon en la estación de Hogwarts. Allí estaba el tracatrá en su pecho durante el tiempo que emplearon en dejar los baúles y dirigirse hacia el comedor. Y joder si era molesto...
Estaba tan ansioso que echaba miradas furtivas por encima de su hombro, pero en ninguna de estas incursiones hacia lo que dejaba a sus espaldas atisbó la melena leonina que tanto anhelaba ver. Así que se sentó en su sitio habitual del comedor y mientras golpeaba nerviosamente la madera con su tenedor, saludó con desgana a quienes no había visto hasta ese momento.
Como Fred y George, que entraron en el Gran Comedor alzando las manos y pidiendo aplausos por su regreso.
-Sí, ¡hemos vuelto!
O Percy Weasley, que quiso pronunciar un mini discurso sobre la importancia de su último año en el colegio y los aburridos planes que tenía de cara al futuro.
También Katie, Angelina y Alicia, que saludaron cada una a su manera, acorde a sus personalidades, aunque Katie se sonrojó profundamente cuando le vio y, al estrechar su mano, a Oliver le pareció notar un ligero sudor frío que él interpretó como síntoma de respeto por su capitán…
Así las cosas, cuando Dumbledore empezó a hablar, él todavía no había percibido la presencia de Hermione entre tanto jaleo. Estaba a punto de señalar a la que parecía la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras (a ella y a su ridícula chaquetilla rosa), cuando sintió un codazo de Fling y vio que sus ojos se dirigían disimuladamente hacia un extremo de la mesa.
-….Y me gustaría presentarles a la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras…
Allí estaba ella, mirándole, ¿ruborizándose al verle? Juraría que le había dedicado una sonrisa, pero no fue capaz de constatarlo porque inmediatamente Harry la distrajo. Él, en cambio, estaba prescindiendo de todo pudor y disimulo.
Le pareció escuchar que Fling le susurraba al oído eso de "se te ve el plumero, tío, no la mires tanto", pero le dio igual. Él quería que Hermione le mirara. Él quería ver en sus ojos en qué situación estaban después de haber pasado el final de curso y el final del Torneo de los Tres Magos viéndose en secreto siempre que podían.
Entre las hileras de libros de la biblioteca. Cuando Madam Pince tronaba "¿Queda alguien? ¡Voy a cerrar la sala!" y ellos sonreían bajito, entre besos apresurados de buenas noches, incapaces de separarse.
Cuando al caminar por los pasillos había peligro de secuestro porque uno de ellos estiraba un brazo para tirar bruscamente del otro cuando pasaba delante de una puerta. Le hacía meterse en cualquiera aula vacía, mientras sus amigos se quedaban desconcertados al ver que se había esfumado "¿A dónde ha ido?"
Cuando fingían irse a la cama, pero sólo era una excusa para que la sala común se vaciara y ellos pudieran acurrucarse detrás del sofá, frente a la chimenea donde crepitaban las llamas previas al verano, y se besaban despacito, casi a cámara lenta, porque alguien podía bajar las escaleras y escuchar sus respiraciones entrecortadas.
Cuando Hermione apareció una mañana con un chupetón en el cuello del tamaño de una fresa y Harry y Ron se miraron desconcertados, preguntándole qué había pasado.
-Oh, ¿esto? –preguntó ella nerviosamente-. Un… un golpe. Se me olvidó borrarlo –y hacía una floritura con su varita, provocando que Oliver se atragantara con su desayuno porque ella lo había fulminado con la mirada mientras borraba por completo la marca.
Cuando él estuvo a punto de tocarle una teta y Hermione le pegó una colleja "¡¿Qué haces?!" que hizo que separara la mano rápidamente, fingiendo que no lo había intentado.
Todo eso quería ver Oliver en sus ojos y se lo encontró, por fin, cuando ella no pudo evitar mirarle y sus miradas detuvieran el mundo a su alrededor, hasta el punto de que Oliver ni siquiera se enteró de que la tal Dolores Umbridge había empezado a lanzar sapos y culebras en un discurso que no contaba con el beneplácito del director.
No se habían visto en todo el verano. Todo por culpa de un problema con Harry y una interrupción en su correo diario porque Hermione se había mudado a una casa cuyo paradero Oliver no podía conocer. Él había hecho pocas preguntas, pero la ansiedad por recibir noticias suyas casi había acabado con su salud. Tachaba los días en su calendario y su madre, como si supiera que aquellos tachones sobre los números fueran via crucis, no se había atrevido a hacer demasiadas preguntas.
-Creo que tu hijo está enamorado –le había dicho, sin embargo, a su padre, aprovechando que estaban hablando en la cama.
-Vamos, mujer, vamos. ¿Qué tontería es esa? Lo que ocurre es que está preocupado porque sabe que es su último año. Si no le ficha ningún equipo, entonces…
-…hay vida más allá del Quidditch, cariño.
-¿Ah, sí? ¿Y qué vida es esa? –bromeaba el señor Wood, echándose a reír. Las mujeres eran así. Siempre veían cosas donde no las había.
-LA vida –insistía la señora Wood.
-Bueno, pues tengas o no tengas razón, no veo motivos para preocuparse. Está enamorado, ¿y qué? Es sólo un chiquillo, se le pasará en seguida.
Su madre dio media vuelta en la cama. Se ajustó la almohada debajo de la cabeza y apagó la luz, enfadada porque su marido no comprendía la gravedad de la situación.
Ella (y no el señor Wood) era la que recogía los platos de comida que su hijo apenas había probado. Y ella era la que se lo encontraba a veces mirando a las musarañas cuando le estaba hablando. Pero, con todo, no dijo nada. La privacidad de su hijo era lo primero y quería respetarla. Así que cuando llegó el momento de despedirse, simplemente se limitó a decir "Cuídate mucho, hijo" y guardó en su corazón la esperanza de que su regreso al colegio pudiera curar su desconsuelo.
Para tranquilidad de su madre, hay que decir que aquella mirada de Hermione fue para Oliver la mejor de las medicinas: esa complicidad en sus ojos y percibir el calor que irradiaban sus mejillas compensaron toda la incertidumbre del verano.
Finalizado el banquete de bienvenida, tanto Oliver como Hermione disimularon estar interesados en el discurso que Percy les echaba a los nuevos alumnos. Mientras el Perfecto Prefecto se explayaba y deleitaba con la sonoridad de sus palabras, ellos dos estaban confundidos entre la multitud, uno al lado del otro, con los hombros pegados. Y Oliver aprovechó para cogerle la mano.
-No hagas eso, Oli –le regañó ella en un susurro, frunciendo el ceño-. Alguien podría vernos.
-Te he echado de menos –le respondió él, soltándole la mano-. ¿Qué tal el verano? –preguntó en un tono más alto, aprovechando que el tema de conversación había mutado hacia algo más normal.
-Podría haber sido mejor.
-¿Ha ocurrido algo?
-Ya sabes que no te lo puedo contar. Por favor, no preguntes.
Oliver rodó los ojos con desesperación. Había temas que no podían tocar. Temas vedados. Temas de los que a él le hubiese encantado charlar con Hermione, pero lo tenía prohibido: todo lo relacionado con Harry y su misteriosa "misión" en la vida era una conversación imposible entre ellos dos. Y aunque eso le ponía de muy malas pulgas, no le quedaba más remedio que respetarlo si no quería que se convirtiera en un verdadero problema.
-Parece que ya han resuelto sus diferencias –le dijo Ron a Harry, señalando en su dirección.
-¿Quiénes?
-Oliver y Hermione.
Harry miró hacia donde su amigo le estaba indicando. Se encogió de hombros y siguió su camino.
-Ya iba siendo hora –comentó, sin darle mayor importancia.
Sin mayores cambios, los días siguieron su curso natural. Oliver sabía que era su último año, así que se deshacía en detalles y regalos con la esperanza de dejar huella en Hermione. Pero hay que decir que eran regalos un tanto torpes, casi todos ellos relacionados con las escobas y el Quidditch. Regalos que a Hermione no le interesaban en lo más mínimo, aunque Oliver albergaba la esperanza de que alguno de ellos despertara en ella el gusto por su deporte favorito.
Es cierto que de vez en cuando arrancaba alguna flor de los terrenos de Hogwarts o robaba algo del invernadero de la profesora Sprout, pensando que, a lo mejor, a Hermione le interesaban las plantas. Pero pronto ambos descubrieron que tenían más bien poco en común y el hecho de que fuera el último año de Oliver tampoco ayudó.
-…¿No sería estupendo que me fichara algún equipo?
-Sí –respondía ella con sequedad. Habían hablado de ello tropecientas veces. Eones de veces. Protones de veces. ¡Galaxias de veces! Ella había intentado apoyarle, pero tenía que reconocer que el tema ya le cansaba-. ¿Has visto esto? ¡Han publicado una reedición de Historia de la magia!
-…McGonagall me dijo que a lo mejor venía algún ojeador –pero él seguía erre que erre con el Quidditch y las escobas.
Hermione empezaba a pensar que tenía madera en la cabeza en lugar de neuronas.
Lo cierto es que lo intentó. Trató de montar con él en su escoba cuando se dieron cuenta de que ya llevaban meses saliendo a escondidas. El paseo era una especie de celebración de aniversario y por eso accedió.
Pero tampoco eso funcionó, por la sencilla razón de que pasaron volando cerca de la ventana del cuarto en el que estaban guardados los enseres de las clases de vuelo de Madam Hooch y resultó que alguien estaba allí dentro. Oliver casi se muere de la risa al ver a Ron y a Lavender Brown tan ocupados en meterse mano. Pero Hermione se revolvió tanto en la escoba que no se desequilibraron y cayeron al vacío porque Oliver la tenía bien sujeta.
Y la creación del Ejército de Dumbledore tampoco trabajaba en su favor.
-¡Pues no entiendo por qué no me dejas ir!
-Ya te lo he dicho, Oliver: eso podría levantar sospechas de lo nuestro.
-¿Y qué? ¿No crees que ya va siendo hora de que se enteren? ¿Qué problema tienes?
-¡Ninguno! –mentía ella-. Es sólo que no es buen momento. Con la llegada de Umbridge, Harry está muy…
-…a veces pienso que te preocupas más por Harry que por mí.
-¿Y ahora a qué viene eso?
-No lo entiendes, ¿verdad? ¡Quiero formar parte de tu vida! ¡Quiero que me hagas partícipe de ella! Pero hay demasiados secretos, demasiadas cosas que no sé. Siempre estás con Harry esto, Harry lo otro, esto no te lo puedo contar porque es algo de Harry…
-¡El que no lo entiendes eres tú! Tengo que estar con Harry. ¡Esto es muy importante, Oliver!
-¿Más importante que lo nuestro?
Hermione no contestó. Bajó la mirada con culpabilidad porque sabía que la respuesta a la pregunta era "sí". Y Oliver se enfadó tanto que se fue pegando un portazo y la dejó sola en la clase en la que habían quedado.
A comienzos de mayo, poco después de que hubieran arreglado sus diferencias con un par de encuentros en los que las manos de Oliver Oliver por fin habían conseguido traspasar el ecuador de su cintura, llegó una lechuza importante a la torre de Gryffindor.
El animal esperó pacientemente a que su destinatario la recibiera y cuando Oliver desenrolló el pergamino que llevaba atado a su pata, pegó tal grito de alegría que muchos estudiantes se quedaron mirando en su dirección.
-¡Estoy dentro! ¡Estoy dentro!
-¡Te han cogido! –exclamaron los gemelos Weasley al unísono.
Fling, los gemelos y Percy se acercaron corriendo para ver qué decía la carta. Cuando vieron que estaba firmada por el Puddlemore United diciéndole que estaban interesados en fichar a su capitán, los Weasley comenzaron a bailar en círculos.
Harry, Ron y Hermione, movidos por el barullo que se había formado en la torre, se acercaron a felicitarle y estrecharle la mano. Pero la cara de Oliver palideció cuando intentó abrazar a Hermione, pero ella se quedó tiesa como una estaca dentro de su abrazo. Otra vez estaba intentando disimular delante de Ron, delante de Harry. Ni siquiera una ocasión tan especial podía hacerle olvidar que en público no debían mostrarse aprecio, aunque en sus ojos hubiera una expresión con la que quería decir "más tarde".
En concreto, el "más tarde" llegó unas horas después, pero Oliver ya estaba de un humor de perros y ya ni siquiera los besos pudieron aplacar la rabia que sentía por Hermione.
-Me han dado unas entradas –le dijo aún así.
-¿Unas entradas de qué? –preguntó ella, acurrucándose en su hombro.
-Para el último partido de la temporada. Quieren que vaya a verles jugar antes de que empiece los entrenamientos. Había pensado que a lo mejor te apetecía venir conmigo…
-¿Cuándo es?
-En verano…
Hermione se quedó meditando unos segundos. No tenía ni idea de lo que iba a hacer durante las vacaciones, y pensó que no era conveniente decir que sí. Podía pasar algo. Harry podía necesitarle en cualquier momento.
-Supongo que sí –respondió entonces, dando largas-. Lo hablamos cuando llegue el momento, ¿vale?
Fue entonces cuando Oliver supo que lo suyo no tenía remedio.
¿En qué se había equivocado?, pensó los días siguientes. Todo había ido más o menos bien entre ellos. Era excitante esconderse. Era magnífico llevar una relación en secreto…. Hasta que había dejado de serlo.
Oliver se daba cuenta de que quería más y dentro de él algo le decía que se había precipitado. Quizá era porque no habían tenido ocasión de conocerse lo suficiente. Quizá era que había malinterpretado sus sentimientos y se había dejado llevar en exceso por ellos. Todo era demasiado confuso para darse respuestas rápidas y certeras. Así que dejó que el tiempo fuera pasando, tiempo en el que la situación empezó a enrarecerse entre ellos dos hasta que, a puertas de su graduación, comenzaron a sentirse incómodos en presencia del otro. Demasiados secretos, demasiadas aristas en su relación que no habían sido capaces de limar…
Durante todo ese tiempo, Fling notó que algo extraño le sucedía a su amigo, aunque él le diera largas y le asegurara que todo iba bien. Y Fling no tuvo más remedio que respetar su silencio. Ni siquiera vestido con la toga y el birrete necesarios para la ocasión dejó entrever que deseaba preguntarle qué iba mal. Se limitó a observarle recoger el título que les acreditaba como magos adultos, preparados para afrontar sus profesiones del futuro. Aplaudió cuando Oliver recibió una ovación del público porque todo el colegio sabía que había fichado por el Puddlemore United. Y miró de soslayo a Hermione cuando ella se acercó después de la ceremonia y los dos caminaron juntos, alejándose de la multitud. Se podría decir que tanto Oliver como Fling lo sabían: aquella conversación era la decisiva.
-¡Pastelitos, caramelos, ranas de chocolateeeee! ¿Os apetece algo, muchachos?
-No, gracias, estamos llenos.
Fling miró a Oliver, que ni siquiera había prestado atención al carrito de las chucherías. Al igual que había hecho al comienzo de ese año, su amigo estaba abstraído en el paisaje que transcurría por la ventana.
-Oliver… -lo llamó para llamar su atención.
Él miró a Fling con cansancio.
-Ya sé lo que me vas a preguntar –le dijo-. Y la respuesta es que se ha acabado –Fling iba a preguntar el porqué, pero Oliver se adelantó-. No preguntes: te juro que no lo sé. Simplemente no funcionaba…
-¿Pero estás bien, tío?
-Lo estaré…
Cuando quedaban pocos minutos para que el tren llegara a la estación de Kings Cross, los estudiantes comenzaron a recoger sus baúles y bultos y a apelotonarse a los pasillos. Ellos dos también se pusieron en pie y empezaron a recoger.
-Ahora vengo –dijo Oliver de repente-. He dejado el otro baúl en el compartimento de al lado porque aquí no entraba.
Salió al pasillo y se cruzó con varios alumnos de sexto año que se despidieron de él efusivamente.
-¡Iremos a tus partidos!
-Y en cuanto tengas camiseta, yo me la compro seguro.
Se hizo paso entonces para llegar al compartimento de al lado, pero cuando levantó la cabeza vio que Hermione le estaba mirando. Al principio no supo qué hacer, pero luego le sonrió tímidamente, con tristeza pero sin rencores. Entonces pudo leer en sus labios una petición: "Escríbeme" y él comprendió que iba en serio lo que había dicho de que no perdieran el contacto. Asintió con la cabeza y ella movió la mano en señal de despedida.
Siguió caminando y al llegar al vagón contiguo, vio que estaba vacío porque el tren ya había entrado en la estación y la mayoría de la gente se arremolinaba frente a las puertas de salida.
Entró en él ligeramente derrotado. Alzó los brazos para bajar su baúl al suelo y cuando ya estaba a punto de irse se fijó en que alguien se había olvidado un libro sobre uno de los asientos del tren. Volvió a dejar el baúl en el suelo y tomó el libro entre sus manos para leer su título: Un estudio de los Diálogos de Platón.
Platón… a Oliver no le sonaba de nada, aunque le hizo mucha gracia aquel nombre tan extraño. Seguro que se trataba de un Muggle.
Interesado por descubrir si su dueño lo había marcado con alguna seña de identidad, se sentó en los sillones de color verde botella, ajeno al barullo de fondo que hacían los estudiantes que ya estaban bajando del tren. Abrió aquel libro y en la página de cortesía vio una letra femenina, algo curvada y ascendente, con la que alguien había escrito aquel nombre:
Hermione Granger
Sonrió de medio lado, fascinado por las ironías del destino, y coqueteó con la idea de levantarse rápidamente para devolvérselo. Pero la curiosidad pudo más y al abrirlo por una página completamente aleatoria comenzó a leer:
"Para muchas personas el primer amor que han sentido en su vida ha sido platónico. Es un tipo de amor que concede más importancia a lo espiritual que a lo sensual y, en teoría, se trata de la manifestación de una idea. En la vida diaria, denominamos amor platónico casi siempre a un amor inalcanzable.
Amor platónico es, pues, el amor idealizado, el de aquel que considera que sus sentidos no son capaces de percibir toda la perfección del objeto amado. Y aunque, en ocasiones, puede realizarse, es habitual descubrir que se ha idealizado al objeto amado y que por esas circunstancias ese amor no se puede materializar de una manera normal".
-¿Capitán?
Estaba tan concentrado que Oliver pegó un respingo al escuchar que alguien le hablaba. Levantó la cabeza y sus ojos se encontraron entonces con una muchacha que le observaba desde el umbral de la puerta.
-Katie… -afirmó Oliver, todavía con el libro abierto en su regazo.
La muchacha no se movió de donde estaba. Le seguía mirando, con cierta urgencia en la mirada, sus ojos bailaban de un lado a otro de la moqueta ahora que los había bajado. Tenía las mejillas sonrosadas y, aunque estaba intentando decir algo, era como si tuviera un nudo muy apretado en la garganta que no le permitiera hablar con normalidad. Haciendo acopio de un valor que no tenía, de pronto Katie posó sus ojos en los de su capitán y le dijo en un murmullo casi inaudible:
-¿Nos veremos, capitán? ¿Nos veremos ahora que te vas?
Oliver se quedó estupefacto porque no esperaba en absoluto esta visita. Echó una mirada furtiva al libro que tenía sobre su regazo y de repente sintió un soplo de aire fresco, como si alguien hubiera abierto la ventana y por ella se colara una fría brisa invernal destinada a liberarle de toda pena.
Levantó entonces los ojos del libro, del párrafo que acababa de leer, y dedicó a una sonrisa tan misteriosa como aliviada, antes de afirmar:
-Claro que sí, Katie...
Oliver se levantó. Dejó el libro donde lo había encontrado y sacó su varita para levitar su baúl hasta la salida. Katie salió primero del compartimento y le esperó en el pasillo. Comenzaron a caminar juntos hacia la salida del tren, pero entonces Oliver sintió que algo sobresalía del bolsillo trasero de su pantalón. Se detuvo en seco y se llevó una mano hacia el bolsillo para palpar lo que sin duda eran dos trozos de papel, que extrajo inmediatamente. Ante los ojos de Katie aparecieron dos entradas. Oliver la miró con calidez, sonrió de oreja a oreja al notar un agradable cosquilleo en el estómago que ya conocía, y le preguntó esperanzado:
-¿Qué haces este verano? ¿Te apetece venir conmigo a un partido?
Y por la sonrisa de Katie supo inmediatamente que la respuesta iba a ser "sí".
-Fin-
NdA: Ok… final controvertido. Sé que muchas de vosotras esperabais que acabaran juntos, pero las que me conocéis ya sabéis que mis finales suelen ser bastante impredecibles y, de todos modos, debo decir que el fic se llama "Platónico" por algo. ¡¡Los amores platónicos casi nunca salen bien!! O, al menos, esa es la experiencia que tengo yo XDDD
Desde el principio sabía que ellos dos no podían acabar juntos, aunque si he decepcionado a alguien, pido disculpas adelantadas. Yo siempre lo vi como que hacen una gran pareja, algo compleja porque son muy diferentes, pero también pensé que la situación en la que se encuentra Hermione iba a hacer muy complicado que tuviera un romance serio con alguien ajeno al "trío", dado que no puede compartir con él todas sus aventuras. En fin… que espero que el encuentro final con Katie haya compensado la lectura del fic (esta pareja también me encanta) y que no queráis matarme por no haberles dado un final de "fueron felices y comieron perdices".
Ya sabéis: tomatazos y reclamaciones al "GO". Gracias por haber estado ahí y por haberlo leído.
Karlila: espero que el final te haya parecido "razonable". A lo mejor razonable no es, pero no me puedes negar que ha sido realista. Un abrazo.
Adriana: niña! Cuánto tiempo! No te he contestado porque me he olvidado completamente y siempre es más fácil contestar los reviews firmados. Me alegro de que te vaya bien la vida, jaja. Y no te pongas seria conmigo, que eso es demasiado aburrido. Un besito y gracias!
CiNtHiA: Wow es una buena expresión, sí, jajaja
Daniela: oh! Siento el retraso! Soy un desastre, pero al final siempre cumplo, tarde o temprano. Besos
Claudia: las rocas plutónicas estaban ya pensadas al comienzo del fic. Tuve hasta que buscar la explicación geológica! XDDD Oh! Lo he acabado, mujer de poca fe! Ahora ya no puedes reñirme demasiado. Un besito, como siempre.
Ly-Draco: hay días en los que los planetas parecen alinearse para que la gente actualice, verdad? Jaja. Oliver también va a ser mi nuevo amor Platonico, plutónico y plutarquico. Besitos, guapa.