Disclaimer: Nada es mío, nada me pertenece. Si me plagias Jasper se enfadará mucho y te pateará el culo.

Nota de autora: Venga, lo sé. Me odiáis, yo también me odio. He tardado mucho y el capítulo no es precisamente algo brillante, de hecho la brillantez brilla por su ausencia. Espero que me perdonéis y que estéis pasando un buen verano, de todas formas :

Capítulo 7: Telegrama desde el otro lado.

Demasiado tarde como para poder hacer nada, Bella se dio cuenta de que era viernes y de que al día siguiente no habría clase. Durante un desquiciante minuto pensó en llamarle para avisarle de que no fuera a buscarla, pero comprendió que la única tonta había sido ella.

Desechó la idea de que él la hubiera mentido con una rapidez inusitada dada su poca confianza en sí misma, y recordó lo que él le había prometido. Que iría a buscarla. Que no desaparecería como un sueño en mitad de la noche, demasiado bueno como para ser verdad. Después de contemplar su reflejo en el espejo y darse cuenta de que había algo diferente en ella, salió del baño con el pijama puesto y bajó las escaleras con cuidado para no molestar a Charlie.

Abrió la puerta de la nevera de un tirón y sacó un cartón de leche, para luego buscar un vaso y servirse con prisas. Al comprobar que no había machado la encimera por las prisas, cogió el vaso y se giró para volver a subir cuando el teléfono resonó con estridencia en el salón.

-¿Bells? ¿Puedes cogerlo? –preguntó su padre sin darse la vuelta, demasiado entretenido viendo el partido de aquella noche.

-Sí -antes de que su padre le respondiera, la morena alargó la mano y descolgó el teléfono. -¿Diga?

-¿Bella? ¡Oh, hola Bella! –la chisporroteante voz de Alice Cullen la sorprendió al otro lado de la línea. –Estate quieto, Emmett, vas a romper eso. ¡Jasper dile algo!

A la morena se le escapó una sonrisa al oírlos reírse entre ellos y una voz, que presumió de ser la de Emmett, gritó algo como "Deja de hacerme reír, maldito".

-¡Hola Alice! ¿Ha pasado algo? –preguntó, entre nerviosa y contenta. Hacía mucho que no hablaba con la más bajita de los Cullen y en realidad la echaba mucho de menos.

-Oh, no. ¿Quieres ir de compras conmigo mañana? –preguntó, demasiado entusiasmada para darse cuenta de que alguien la miraba totalmente crispado a su lado.

-Bueno, esto… -comenzó. ¿Había quedado con Edward? –No sé, realmente porque…

-Tonta, Bella. Tengo a alguien que quiere hablar contigo. ¡Me está pegando por el teléfono! -se quejó, con un tono burlón que nunca había oído antes. Las manos de Bella temblaron mucho antes de escuchar la voz de la persona que sabía que iba a hablar con ella.

-¿Sí? ¿Soy yo o nunca has hablado delante de tu familia por teléfono? Porque me parece que se han puesto muy contentos, o algo por el estilo –apuntó la humana, demasiado divertida.

-No, lo que pasa es que les gusta humillar al prójimo siempre que tienen oportunidad –la voz de Edward Cullen sonó al otro lado de la línea, suave, aterciopelada, y sintió como si se mareara.

-Hola –murmuró, sentándose encima de la encimera y bajando la mirada, tan sonrojada que nadie hubiera pensado que hablaba con su mejor amiga por teléfono.

-Hola. –se quedó callado durante un par de segundos y luego se rió. El sonido de su risa fue maravilloso, aunque le molestó un poco haberlo oído sólo por teléfono. -¿Está Charlie por allí?

-No, ahora no. ¿Por qué?

-Me preguntaba si a tu padre le gustaría saber que su hija pasa la mayor parte del tiempo con un chico –comentó él, más animado. El jaleo que antes había a su alrededor pronto dejó de escucharse y ella se preguntó si había salido de la habitación anterior sólo para poder hablar con ella con tranquilidad.

-Aún no le he preguntado. ¿Debería de molestarle? –inquirió.

-No lo sé. ¿Debería? –volvió a preguntarse él.

-Quizás no, porque no eres un chico, exactamente –suspiró, sonriéndose a sí misma.

-Entonces lo más probable es que sí le moleste que su hija sea amiga de un asesino, ¿no? –el tono de su voz adquirió un leve matiz de acero, tan sutil y a la vez tan patente que ella cerró los ojos.

-No creo, porque no lo eres. Me has salvado la vida, ¿recuerdas? Los asesinos no hacen eso

-Bella… ¿Te está escuchando Charlie? No me gustaría que el jefe de policía Swan me disparase. –bromeó, intentando cambiar de tema.

-Bueno, ¿entonces tienes miedo? Porque no, no puede escucharnos, pero me imaginaba que eras del tipo de persona que resiste ante un balazo de nada.

-Te sorprendería saber que si me llegase a disparar, la bala sólo rebotaría.

-Asombroso.

-Monstruosamente asombroso –la corrigió.

-¿Estamos hablando por teléfono sobre esto, en serio? –le cortó. Odiaba que se refiera a él como si fuera un monstruo, después de todo. Él no era un monstruo. Era un vampiro, punto y final. Un vampiro bueno, que corría a salvar la vida de la gente, que no quería alimentarse de la sangre humana.

-En realidad, recordé demasiado tarde que mañana no tenemos clase. –comenzó, hablando demasiado deprisa como para entenderle.

-Ahá.

-Y querría saber si te gustaría dar un paseo o si prefieres hacer otra cosa. No me dijiste que tuvieras otros planes, pero si no te apetece salir podemos hacerlo otro día. Si quieres –repitió, enfatizando que haría lo que ella quisiera. Que de verdad le daba opción a elegir.

-¿Me estás invitando a salir? –susurró, apretando el teléfono contra su oreja con tanta fuerza que los nudillos se le volvieron blancos. Lo malo era que se había olvidado de los nudillos y de eso que hace la gente normal que es respirar con normalidad. Congelada en medio del pasillo de su casa, sin respirar y con el teléfono en la mano, esperó la respuesta.

-¿Así es como se le dice ahora? En mis tiempos se le decía algo como…

-¿Tener una cita? –repitió, en shock.

-Si quieres.

-Quiero –contestó con rapidez.

-Bella, ¿estás respirando? –se rió, sentado en su sofá de cuero. Detrás de él, Esme le miró con algo que él no supo descifrar a través del reflejo del cristal de la ventana.

-Mmm. ¿Estoy respirando? –se preguntó a sí misma. –Tranquilo, ahora respiro –contestó.

-Se me olvidaba que los humanos respiráis con mucha regularidad.

-Ahá. Se me olvidaba que tú no necesitas respirar con regularidad.

-¿Puedo ir a recogerte mañana o Charlie se molestaría? –quiso saber, girándose hacia su madre, la cual le hizo un gesto con la mano para que siguiera hablando por teléfono.

-Charlie se va temprano todas las mañanas.

-Pero mañana es sábado. –rebatió.

-Los sábados va a pescar. Puedes venir cuando quieras.

-Quizás preferirías dormir. Ya ves, yo no necesito hacerlo pero tú sí. –intentó bromear, a pesar de la nostalgia que sintió.

-Puedes venir cuando quieras –repitió ella, sonriendo de pronto. –Si tienes miedo de Charlie, puedes trepar por mi ventana.

-Te asustaría saber la de cosas que puedo hacer sin que Charlie me vea, Bella. Deberías de decirle a alguien que mañana estarás conmigo –le aconsejó. Esme se inclinó sobre el sofá, y puso una mano sobre el hombro de su hijo.

-¿Por qué? ¿Quieres que Jessica lo airee por todo el instituto o pretendes matarla de la rabieta? –bromeó, tremendamente azorada. –No tenía pensado contárselo a nadie –confesó.

-¿Por qué? –repitió, imitándola. - ¿Es que no tienes miedo? –se crispó, apretando un puño. Estaba loca y lo peor era que lo había enloquecido a él también.

-La verdad es que no. Superada la sorpresa inicial, no das nada de miedo –contestó, haciéndose la distraída.

-No deberías de haber dicho eso. Desde luego que no. –suspiró y esbozó una pequeña sonrisa. –Mañana estaré allí.

-Te esperaré –aseguró, mordiéndose el labio inferior.

-Buenas noches, Bella. –susurró, su voz llena de algo que hizo sonreír a Esme y sonrojarse a Bella.

-Buenas noches.

Ambos se quedaron callados, esperando. Bella abrió la boca para decir algo más, pero el teléfono se cortó entonces, y se quedó sentada allí un par de minutos más. Luego se levantó de un salto y apuró su vaso, pasando de estrangis detrás de su padre.

Era una suerte que Charlie fuera tan despistado.

A más de diez kilómetros de la casa de los Swan, Esme Cullen miró detenidamente a su primer hijo, mientras éste la miraba a ella sin conseguir leer sus pensamientos.

-Nunca te había visto tan… radiante –confesó, sentándose a su lado en el diván de cuero. –Siempre me pregunté si me había perdido alguna parte importante de tu adolescencia. Ya sabes, cuando Carlisle me transformó tú ya eras todo un hombre –sonrió, mesándole el pelo. –Carlisle aseguraba que era normal, aún eras joven y te faltaba mucho por ver, mucha vida por vivir. Luego llegó Rosalie, y pensé que ella sería para ti lo que Carlisle es para mí. Pero nunca te interesó y al poco tiempo llegó Emmett, y llenó la casa de risas y bromas. Jamás me involucré demasiado, era tu vida, al fin y al cabo. Después aparecieron Alice y Jasper y parecíamos una familia de verdad. Pero tú siempre has estado solo, como perdido entre una casa llena de parejas. Siempre me pregunté si en realidad eras feliz así.

-Lo era –contestó él, apretándole la mano y Esme suspiró.

-A mí no me importa si es humana, Edward. No me importa si es guapa o fea, si es inteligente o poco lúcida, ni siquiera me importa si sus dedos son palmeados o si es alguien normal. Lo único que me importa es que tú seas feliz, y por lo que veo lo eres. Y si es ella la persona a la que tú necesitas, bienvenida sea a esta familia. Lo único que te pido es que hagas lo necesario para quedarte, porque no permitiré que te vayas otra vez.

-Ella… es vida. Es calor. Se sonroja y cuando habla rápido le falta el aliento. Lo adivina todo y sus ojos son los más expresivos del mundo. He visto a muchas humanas y nunca vi nada como ella. He escuchado a muchas personas y nunca he estado con alguien como ella. Su mente es increíble, nunca sabes por dónde te va a salir, Esme. Al principio pensaba que era el demonio, convertido en mujer sólo para torturarme. Ahora sólo quiero protegerla, de mí, de nosotros, de todo lo malo.

-Tienes que presentárnosla.

-No sé si ella querrá, Esme. –contestó. –No sé qué es lo que ella quiere.

-Ella te quiere a ti.

-Eso no lo sé.

La mujer le miró, sonriendo con ternura.

-No es necesario saber leer mentes para leer el corazón, Edward –le dijo, poniendo énfasis. –Estamos muertos, ya ves, pero nadie te puede asegurar nunca que tu corazón haya muerto, porque con cada beso, con cada abrazo, con cada gesto que consideres importante, latirá con fuerza en tu pecho y seguro que lo sientes. Y ella te corresponderá, porque si no, no apostaría por ti.

-Ella es humana. Los humanos tropiezan, se levantan, se equivocan.

-Los vampiros también. Ninguno de los dos es perfecto, hasta Alice se equivoca, y ella ve el futuro. Habla con ella, si eso te ayuda. Pregúntale lo que quieres saber.

Edward entrecerró los ojos. El problema era que quizás no le gustaría saber qué era lo que Alice veía en su futuro.

- - -

Alice observaba. De lejos, de cerca. Siempre estaba atenta a todo, y evitaba dejarse atrás cualquier detalle porque gracias a su don había aprendido que los pequeños detalles eran los más importantes, los que podrían cambiarlo todo.

Por eso observaba. Se mantenía alerta, intentando disipar la neblina que rodeaba a todas sus visiones. A veces trataba de extender la mano y alejarla, para protegerlos a todos, a aquellos a los que amaba. Con Edward era más fácil entrar en sintonía. Ambos tenían poderes y ambos pertenecían a la misma burbuja. Cuando él conoció a Bella, la humana también formó parte de su mundo especial, aquel en el que no hacía falta hablar para poder ayudar a su hermano.

Por eso cuando se lo encontró entrada la madrugada en el porche de la casa, sonrió ampliamente y se sentó a su lado. Levantó la mirada para ver qué era lo que tan concentrado tenía a su hermano y se rió, su risa resonando como el picar de una campanilla.

Siempre has estado rodeado de estrellas.

-Siempre –coincidió con ella, esbozando una sonrisa casi imperceptible.

La morena rodeó sus rodillas con las manos, acomodándose en los escalones del porche.

-Sólo actúa. Deja de pensar por un momento. Olvídate de lo que piensen Rosalie o Jasper, Emmett o cualquiera. Ella no es uno de nosotros, tampoco pertenece a nuestro mundo, pero puede pertenecer al tuyo y eso es lo que importa, ¿no?

-Dime qué ves, Alice –musitó, sin atreverse a mirarla.

Alice observaba. Se esforzaba en reunir todas las piezas, todas las escenas, todas las visiones, y así ver qué podría hacer ella para mejorar su futuro. Alice veía cosas que pasaban desapercibidas para los demás, nimiedades que transformaban el destino como una ráfaga de aire mina una duna en el desierto.

-La veo aquí, en nuestra casa. Emmett y Jasper ríen con ella y se siente cómoda, feliz. Esme y Carlisle están contentos de tenerla en nuestra familia y tú no dejas de protegerla en todo momento, pendiente de cualquier cosa que pueda llegar a pasar. Eres feliz. Pero también la veo rodeada de sus amigos humanos, sentada en una de las mesas de la cafetería. Entonces alguien aparece, y la visión se acaba allí. Su destino se pierde.

-¿Cómo puede perderse su destino? Eso jamás ha pasado.

-No lo sé –se encogió de hombros. –La veo como uno de nosotros, Edward. Ojos dorados, piel marmórea.

-Eso es imposible –contestó, endureciendo sus gestos. –Imposible.

-Todo es posible –le contradijo, apoyando el mentón en sus rodillas, sonriendo. -¿Vas a apostar contra mí a estas alturas? –arqueó las cejas, fingiendo estar sorprendida.

-Sí -afirmó con vehemencia. –No puedes verla transformada porque, ¿quién demonios desearía algo así y por qué?

-¿Y quién demonios escapa a tu don? –se burló, segura de lo que veía y del futuro que comenzaba a pintarse delante de sus ojos. –Ella lo hará.

-De ninguna manera.

La mirada que le dirigió a su hermano su suficiente para hacer que él se enfadara más, obstinado en no dar su brazo a torcer.

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Por la mañana aporrearon la puerta de su casa tan temprano que se puso en pie entre confundida por la hora y enfadada por el sueño. Luego recordó su conversación con Edward y bajó las escaleras corriendo, enfundada en su pijama y sus calcetines viejos.

Para variar, tropezó con el escalón que separaba la entrada de la puerta y maldijo por lo bajo su estúpida e inaudita torpeza, abriéndola de un tirón. Cuando se dio cuenta de que por mucho que abriera la puerta no cedería si no giraba el pestillo, deseó que la tierra la tragase y no la escupiera nunca.

-¿Bella? –la voz que la esperaba detrás de la entrada no era la de Edward Cullen, ni la de su hermana Alice. Jacob Black soltó una risotada al ver su aspecto, con el pelo alborotado, la cara roja por el enfado y la vergüenza y los calcetines multicolores. -¿Salías de marcha y te he molestado? –se burló.

-¿Jake? Dios mío, ¿eres tú? –se restregó los ojos, sorprendida por todo lo que había crecido su amigo en tan poco tiempo. Sorprendida, pero no intimidada.

-La última vez que me miré en el espejo era yo –aseguró, sonriendo. Dio dos pasos hacia delante y se inclinó sobre ella -¿No vas a darme un abrazo o fingir que me has echado de menos o algo?

-¡Tonto! –exclamó después de que su mano le golpeara en la nuca.

Los brazos de Jacob no tardaron en rodearla, estrujándola contra su pecho. Ella le rodeó el cuello y se rió por lo bajo, reconociendo que le había echado mucho de menos, demasiado. Tanto que sus recuerdos no le hacían justicia porque estaba mucho más grande y más alegre de lo normal. Pero su sonrisa seguía siendo la misma sonrisa de siempre, pura y amplia. A Bella le gustaba a sonrisa de Jacob porque era una sonrisa sincera, sin ningún mensaje oculto o alguna implicación detrás

-¡Estás ardiendo! –se quejó, preocupada. -¿No piensas ir al médico? La última vez también tenías fiebre.

-Vale, vale –contestó, de forma condesciente. –He venido a enseñarte algo brutal. Te va a encantar.

-Oh, ¿has aprobado algo sin estudiar? –se burló, arrastrando los pies hacia el sofá más cercano mientras se iba dando cuenta poco a poco de que necesitaba darse una ducha. Con urgencia. –Eh, Jake. Voy a arreglarme, ¿has desayunado?

-No, pero no tengo hambre –contestó, tirándose en el sofá que solía ocupar Charlie.

Entonces su estómago decidió rugir tan fuerte que Bella se echó a reír con violencia.

-Claro, hombretón. ¿Por qué no te haces algo mientras yo termino? No tardaré nada –aseguró, subiendo las escaleras.

-¡Cuidado con correr! La gente como tú no debería de hacerlo –la picó, en un intento de fastidiarla. –Si yo fuera Charlie me preocuparía por la seguridad del suelo de esta casa, no por la tuya.

-La próxima vez volverás a La Push caminando, por chulo.

-O corriendo –susurró, levantándose del sofá para entrar en la cocina.

-¿Qué dices? –preguntó, su voz perdiéndose detrás de las paredes y la puerta de su habitación.

-Que te pasas –contestó. –Eh, ¿dónde tienes el mando de la tele? ¿Hay cerveza? –inquirió, intentando hacerse el mayor.

Mientras rebuscaba en la nevera, a Jacob se le ocurrió pensar que Bella se arreglaba porque iba a salir con él a alguna parte. Una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro con una lentitud extenuante, y de haber visto aquella sonrisilla idiota en el rostro de alguno de sus amigos, les habría tildado de maricas. Lástima que no tuviera un espejo a mano.

Pocos minutos después, cuando estuvo perfectamente tumbado en el sofá, con el mando de la tele en una mano y una soda a punto de terminarse en la otra, alguien tocó la puerta. El licántropo arrugó la nariz, molesto por tener que levantarse cuando estaba tan a gusto. Un cosquilleo dulzón comenzó a recorrerle la nariz mientras el corazón comenzaba a latirle más rápido. Durante una fracción de segundo sintió la sangre bobearle en la sien de una manera tan extraña que pensó que le había explotado una vena, y todo se volvió rojo.

Se volvió roja Bella, que bajó las escaleras corriendo, se volvió roja la habitación, la televisión, sus manos temblando, la puerta que se abría y el vampiro que le miraba arrugando la nariz, con una expresión entre el asco y la sorpresa.

Y luego, simplemente, estalló.

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Estoy seriamente planteándome cortarme las venas o algo XD. En fin. Vayamos por puntos a ver si no me olvido nada. El capítulo es el peor que he escrito nunca, lo sé. ¿Cuándo actualizaré algo mejor? Sinceramente no lo sé. Terminé las clases hace nada y estoy como saturadísima y me quiero tomar un respiro, pero me parece mal dejar las cosas sin acabar y sin dar noticias. Me voy de vacaciones el 19 de este mes y no sé si para entonces tendré hecho otro capítulo o qué, pero sea lo que sea os prometo que en el próximo habrá, al menos, un beso entre Edward y Bella.

Y Bella sabrá que Jacob es licántropo, pero eso era obvio ya XD.

Muchos besos y perdones para todas.

.wirhaven.