Mai Notes: Joder, ¡al fin! ¡Al fin podré decir que este fic está terminado! HABEMUS LEMOOOON, SEÑORAS Y SEÑORITAS… xD. Me salió un 'poquito' largo el capítulo, pero es que era necesario un preámbulo considerable y un buen ambiente. Mis neuronas están fritas, porque al final tuve que rehacer tooooodo lo que ya tenía escrito, y la práctica lemonística se había esfumado… pero en fin. Salió ^^, no un lemon salvaje y grotesco, porque es la primera experiencia sexual de esta parejita en sus vidas, y también tenía que haber timidez, joder xD, pero espero de todos modos que les guste, de todo corazón.

Dedicado con todo el amor del que soy capaz: A las casi 30 o más personas que dejaron su review en el último capi de esta historia, a las personas que me siguieron mucho después, a quienes leyeron y no dejaron review, a las que votaron en la poll de mi perfil, a quienes opinaron, a quienes les gustó, a mis amigos de esta página… y al jodío del Tite, que es quien finalmente inspira todas estas estupideces, aunque nunca se entere (o no quiera enterarse XDD).

Disclaimer: Bleach es de quien lo lleva en el corazón (L). Es lo que Kubo hubiese querido…


7 DAYS OF LOVE

F I N A L D A T E.- T н e r e' s N o R u l e s B e т w e e n Y o u & M e


Ese día no era ninguno especial, tan solo una mañana cualquiera en casa de los Kurosaki. Domingo, soleado, vacaciones… vale, era un domingo más o menos destacable: hacía una semana que el estirado y cara de nada Kuchiki Byakuya había terminado su estancia en Karakura, pero no era una fecha importante en el calendario de Kurosaki Ichigo, a pesar de eso. Estamos de acuerdo en que fue una estancia muy productiva… el pijo le había ayudado en una de las cruzadas más significativas de su vida: la de conseguir a Rukia, darse cuenta de que sentía algo más por ella y envalentonarse a enfrentarlo, no todo en ese mismo orden, pero bueno… la idea está clara. Aunque se lo hizo complicado, sufrió, se comió el coco y tuvo que tragarse su orgullo, ahora en cierto modo se lo agradecía.

Y cómo se lo agradecía…

La mañana era el momento favorito de la jornada del shinigami sustituto. Adoraba revolverse en la cama y enredarse en las sábanas en el proceso, esperando. Mientras olfateaba el pan calentarse y los huevos revueltos de Yuzu en la cocina, su hecho predilecto del día se avecinaba.

Casi podía sentirlo, el cosquilleo previo de la piel, los nervios temblando de anticipación, un escalofrío descendiendo por su espina dorsal al escuchar el pomo de la puerta girar silenciosamente, como si alguien quisiera entrar de incógnita. Como una bandida en medio de la oscuridad.

Optó por hacerse el dormido, haciendo grandes esfuerzos por borrar la sonrisa de estúpido de la cara.

La puerta se abrió con un chirrido escaso, e inmediatamente se cerró. Acto seguido se oye un chasquido, señal de que la sexy bandida que se acaba de colar en su cuarto le ha puesto seguro, para que nadie les interrumpiera. Una breve cuenta regresiva, pasos que intentan no demostrar ansiedad, y tres… dos… uno…

—Despierta, dormilón…

Ichigo ronroneó algo ininteligible, haciéndose el desentendido.

Una de las cosas que había aprendido en esta semana de noviazgo con la preciosa y sexy shinigami bandida ladrona que ahora le despertaba, era que, algunas veces MUY puntuales, ignorarla podía llegar a ser un plus.

—Yuzu ya está preparando el desayuno… —susurró la chica con voz cantarina, mientras acariciaba el costado de la cara del pelinaranja con su nariz, absorbiendo su esencia. —Es tarde…

—Hmm… —siguió ignorándola un poco más y ladeó el rostro, ofreciéndole la mejilla contraria para que se la mimara.

—¿No vas a despertar? —un pequeño mordisco en su oreja…

—Hmm…mmm… —sonido de negativa.

—¿No? —un beso en el cuello…

—Mmmm…

—¿Seguro? —manos masajeando sus hombros desnudos…

Y esta vez, silencio.

Una sonrisa tonta de parte del pelinaranja, y aprovechando la postura y el factor sorpresa, agarró rápidamente a Rukia por el costado, rodando sobre ella para quedarle encima, en una posición ideal para darle el primer beso de la jornada. Y no el único, por supuesto, pero solía ser el más delicioso, el más osado, el más largo y el más candente. Podía recorrer a su chica tranquilamente, robarle el aliento y admirar esa figura armoniosa, de contornos suaves que esa camiseta de Chappy no hacía más que entorpecer.

Recordó que, cuando la vio puesta en ella un día, le había parecido una visión perturbadora y sabrosa, capaz de influír en el orden de sus ideas. Claramente, hoy había tenido que redefinir sus parámetros de sensualidad, sobre todo en momentos como éste, en que la shinigami paseaba sus pequeñas manos por su espalda masajeándole, apretándole, mientras su boca se movía ansiosa, sin señales de necesitar una tregua.

De pronto, una corriente poco menos que eléctrica los azotó por igual, de lado a lado, y se separaron, abochornados.

Normalmente esto pasaba cuando la frágil línea de lo prohibido se hacía borrosa, y ambos lo sabían.

¿Y prohibido por quién? Pues nada más que por el pijo hermano de la sexy shinigami que… (Diablos, su vocabulario había quedado reducido a casi nada…) bueno, por el Byakuya, ¿quién más?

Ricachón estúpido, hasta en la distancia jodía…

Ichigo se levantó un poco, mordiéndose el labio mientras Rukia recuperaba la respiración. Tenía la mirada perdida y el rostro desviado, desde luego estaba pensando en lo mismo que él.

Porque joder, una promesa es una promesa, aún en estos casos.

Él había firmado el mandamiento número 11: "No tocarás a tu sexy novia aunque te mueras de ganas, o perderás eso que te hace hombre".

Y ella, el número 12: "No te dejarás tocar por el asqueroso que elegiste como pareja".

Mentirillas blancas que a veces tiraban más para gris, o negro… porque habían mañanas más entusiastas que las otras, todo sea dicho de paso.

Y les estaba MATANDO.

—¿Cómo has dormido? —preguntó el pelinaranja, depositando un suave beso en la mejilla de Rukia y acurrucándose a su lado, apoyando su cabeza en la mano para seguir admirándola. No le gustaba perderse ni un segundo de ella.

—Bastante bien, ignorando los ronquidos de Karin y los diálogos cursi de Yuzu… —sonrió la morena, enfocando su mirada ahora en Ichigo. —¿Sabes que hablan dormidas?

—Sí, alguna vez las oí.

—¿Y que ahora sueñan con mi hermano?

Ugh… mañana estropeada. Era muy temprano para comenzar con las alabanzas y salmos al pijo, maldita sea. En momentos como éste, Ichigo odiaba a Byakuya más que nunca… conquistó a Rukia y a sus hermanas, y ahora las tres no paraban de darle la vara con él.

Coño, le agradecía, pero NUNCA para tanto.

—¿Qué te pasó? —inquirió la shinigami al ver el cambio en la cara del chico. —Pareces enfadado…

—Nada.

—Y encima me respondes mal…

—Es sólo que…

No era capaz de formular una queja en torno a la situación, pues el tema podía llegar a ser motivo de pelea. El capitán de la sexta era poco menos que un dios para Rukia por todo lo que había cambiado, por lo que había cedido y por cómo había aceptado la relación de ambos.

Una opinión mal formulada y el día podía degenerar en estropicio.

…y hablando de estropicios…

—GOOD MORNING, ICHIII… —un jaleo en la puerta distrajo a los muchachos de la incómoda situación. —¿Qué? ¿No se puede? ¿Qué es esto…? —silencio sepulcral, y… —¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAHHH, ICHIGO GAMBERRILLOOOOOO!!! TE HAS ENCERRADO CON RUKIA-CHAAAAAAAANNN…

Ichigo se puso de pie a regañadientes, quitó el seguro de la puerta y abrió la misma con toda la violencia de la que fue capaz, aplastándole la jeta a su progenitor en el proceso.

El hombre resbaló hasta caer rendido, y levantando el pulgar como pudo, susurró:

—Nice job, hijo mío… —y falleció.

Ichigo y Rukia pasaron por sobre su cadáver en dirección al desayuno, ella susurrando un tímido "Buenos días, Isshin-san" y él gruñendo, desconsolado.

La mañana le estaba resultando funesta, aún con su momento del día consumado.

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La hora del desayuno no solía ser una tortura. Más bien era un momento tranquilo, semipacífico (dentro de las absurdas posibilidades del patriarca de la familia) en que se conversaban cosas livianas para hacer más ameno el resto del día.

Pues bien, para cierto pelinaranja hoy iba a ser la excepción, puesto que todos se habían coordinado, al parecer, para rendirle culto a cierto ricachón cara de nada y ya de paso, tocarle a él los cojones con las dos manos.

Yuzu emitió un suspiro acongojado cuando puso la mesa para el desayuno. Habían vuelto a ser cinco en vez de seis…

—¡¡VAMOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSS, FAMILIAAAAAAAAAAAAAAA!! ¡¡Arriba ese animoooooooo!! —gritaba Isshin, intentando alegrar el ambiente mientras bajaba las escaleras a toda pastilla. También sentía una espina en su corazoncito cada vez que miraba el puesto vacío de Byakuya, pero más pena le daba ver a su clan tan desanimado. Así que, intentando hacer sus gracias de siempre, cogió de la mesa un rollito de jamón y otro de queso, y se los metió en la nariz. —¡¡MIIIIIIIIREN! ¡AHORA SOY UN PAPÁ DIENTES DE SABLE!!! ¡¡GROOOOOOOOAAAARRR!!!

—¿Te QUIERES callar de una puta vez, viejo enfermo? —Karin no estaba mucho por la labor, y le arreó una buena patada en la cabeza a su progenitor, enviándolo directamente al pasillo, que acababa en la puerta de calle. Allá salió gritando Isshin…

—¡¡¡OH, MASAKIIIIII… NUESTROS HIJOS YA NO ME TIENEN PACIENCIA!!!

Y se fue corriendo rumbo al Hospital, que quedaba al lado. Y no, no se había sacado los rollitos de la nariz.

Yuzu volvió a suspirar mientras servía el té a Karin, Rukia e Ichigo. Todo había vuelto a la normalidad. Ya no había que aparentar modales ante nadie.

—Rukia-chan… ¿Has sabido algo de Byakuya? —le preguntó la hermana futbolista, mirando lo triste que se veía la menor. A ver si hablando del problema se hacía más llevadero.

—Bueno… sé que está bien, trabajando mucho. Ahora hablamos todos los días, pregunta por ustedes y todo… Dice que aún conserva algunos panqueques de Yuzu… —a la aludida se le iluminó la carita con el comentario —pero parece que le quedan pocos. Me preguntó si podías hacerle más…

—¡¡Claro, no faltaba más!!

Ichigo emitió un comentario entre dientes que nadie escuchó. Dios, ¿hasta cuándo con el fanatismo?

Sorbió un trago de jugo entre berridos.

—¿Algún problema, Ichi-nii?

—Ninguno, Yuzu. Todo bien.

—Lleva así toda la mañana —aportó Rukia, feliz de hacerle la vida imposible un rato al chico. —Estoy a punto de pensar que siente celos de nii-chan.

—Oh, es probable —colaboró la hermana menor, con un leve rubor en sus mejillas. —Si Byakuya-sama es tan adorable…

—Uh, sí, como no veas —Karin también tenía un pie dentro y otro fuera del fan-club, pero al menos lo disimulaba mejor.

—Increíble. Al final, resulta que el pijo nos ama y ustedes a él. —dijo Ichigo, indiferente, mientras bebía su jugo de naranja.

—Bueno, a ti en particular te manda unos cuantos "saludos" especiales… —la shinigami le guiñó un ojo. —Tú sabrás.

—Sí, sí. Menudencias —se excusó. Claro que sabía bien a lo que se refería: No hacer llorar a Rukia ni tocarle un solo pelo, era su lacra personal. Menudencias. —Pijo bobo.

—¿Y a mí? ¿Dijo algo de mí? —preguntó Karin, con los ojitos brillando.

Rukia pareció pensarlo. ¡Por supuesto!

—Le ordenó a Renji enmarcar tu dibujo. —La chica hizo la señal del triunfo con la mano, mientras saltaba como niñita ridícula de shoujo. Yuzu la miró con pena, como diciendo "y no que la cursi era yo…" —Ahora ocupa un lugar privilegiado en su oficina.

—¡Yess! Eso quiere decir que he sido aceptada como la hinchapelotas oficial de Byakuya. Ya que Ichi se bajó de esta noble misión… —dijo, con el ceño arrugado, viendo que su hermano no soltaba la mano de Rukia ni siquiera para desayunar.

—Coño, ¿cambiemos ya el tema? —una vena en la sien pronta a explotar…

—¿Los panqueques para cuándo, Rukia-chan? —preguntó Yuzu, ignorando olímpicamente la amable petición de su hermano.

—Mmmh… hoy en la tarde, ¿puede ser?

—¡Claro! Procuraré que le alcancen para toda la semana.

—Hey, ¿sería mucho pedir que paren YA con la pijo-secta? —gritó finalmente el pelinaranjo, harto de la situación. —Parecen tontas las tres, hablando del Byakuya como si fuera un rockstar. Ay Byakuya-sama, Byakuya-sama, fírmeme los calzones… —las imitó, poniendo vocecitas y saliendo del comedor todo airado. —Tontas…

Las niñas lo vieron salir con una ceja arriba y la otra abajo.

—Definitivamente, celoso. —dijo Karin, agarrando el balón y saliendo de la casa.

Rukia, en cambio, había agachado la mirada con tristeza.

Aún había una parte no reconciliada entre los hombres que más quería, y eso le dolía bastante.

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Después de almuerzo, Ichigo subió a su habitación y formó un escudo entre el mundo y él con la música del mp3. No iba a negarle a nadie que aun estaba un poco molesto con las situaciones de la mañana, sin contar que durante la comida, su padre había llegado del hospital a llorarle al cuadro de su madre, que echaba mucho de menos a su quinto hijo…

Todo un desastre.

Y parte de la culpa la tenía él, lo reconocía. Por prometer cosas que no iba a poder cumplir.

Y Rukia también tenía la culpa, por haberlo mantenido engañado todo este tiempo.

A él le gustaba la shinigami tal como era: bajita, chascona, mandona, enojona, peleadora, matona, etc. Y jamás pensó que una relación entre ellos conllevara cambios, ni mucho menos que esos cambios le gustaran…

…pero resulta que Rukia también sabía ser tierna, cariñosa, romántica, regalona, consentida, guapa, sexy, juguetona…

Y ahora no sabía desde cuándo, ni cómo… pero la deseaba de una manera terrible, que ni él podía controlar.

Tal vez ese deseo siempre estuvo ahí, esperando alguna señal, oculto entre las sombras, con la única vía de escape que una buena discusión y un par de gritos le proporcionaban; pero ya habían pasado esa etapa. Y desde que conoció el sabor de sus besos, el aroma de su cabello, la textura de su piel y el candor de su esencia, no veía manera de evitar llegar… un poco más lejos.

Ni siquiera se había detenido a pensar si ella también lo deseaba, porque de todos modos, Rukia no le fallaría a su hermano en una promesa tan importante. Y esa era la única razón por la cual no se había abalanzado sobre ella como si fuera un animalito salvaje.

Emitió un sonoro suspiro, al tiempo que la música se acababa y él sacaba su brillante conclusión.

Estaba pilladísimo por esa chica.

Y allí estaba él, pensando en las crueles jugarretas de la vida cuando su propósito original era todo lo contrario: intentar dormir un rato, aprovechando que no tenía nada que hacer, a ver si su mente le otorgaba el amable favor de quedarse en blanco un rato…

…cuando de pronto, una maniobra en su puerta lo distrajo de su humilde intención.

Su sexy novia había entrado a la habitación.

—¿Estabas durmiendo a esta hora, perezoso? —le espetó con una sonrisa algo ida. Parecía triste.

Ichigo miró a la shinigami detenidamente, y pudo percatarse de dos cosas de suma importancia: primero, que llevaba cierto bolso en las manos, como si pretendiera irse.

Y segundo… que ese vestido azul le quedaba demasiado bien como para ir a algún maldito lado sin él.

—¿Vas de salida? —preguntó, reprimiendo un bostezo y haciéndose el desinteresado.

Ella puso cara de cachorrito abandonado.

—Pues… voy a Soul Society.

—Ajá —dijo el pelinaranja, intuyendo que la oración de Rukia estaba incompleta, y que en verdad no quería escuchar el resto.

—…Voy a ver a nii-chan. Tengo que llevarle unas cosas, y…

"Vale Ichigo, te vas a calmar. ¿Ya? No vas a gritar ni vas a reaccionar mal, es sólo una visita, una visitita de nada, y ya la tendrás de vuelta…"

—Oh. Bien. ¿Volverás pronto?

Se hizo el silencio. Un largo y ominoso silencio, que obligó al chico a reiterar su pregunta, no sea cosa que quede en el olvido.

—¿Rukia?

—…mañana —dijo la shinigami, tan bajito, que el grito de Ichigo sonó desproporcionadamente fuerte.

— ¿MAÑANA? JODER RUKIA, ESO ES MUCHO TIEMPO…

—Eh, son unas horitas…

—Sí, claro, ¿y yo? —era evidente que el tratamiento no sirvió de nada, al final había perdido la paciencia igual. ¿Es que esa tonta no entendía nada de nada?

¿Que ya era demasiado el no poder tenerla lo suficientemente cerca, que ahora más encima se iba?

—¿Tú? —inquirió la shinigami, con sorna. ¿Cómo podía ser tan egoísta? ¿No era capaz de entender que ella también echaba de menos a su hermano? —Tú harás cualquiera de las cosas que hacías antes de que nos liáramos. ¡No es tan complicado!

—¡¡Sí que lo es!!

—¡Lo que pasa es que eres un egoísta, Ichigo! Nii-chan es mi familia, lo extraño…

—¿Y no te importa que yo te extrañe?

—Vivimos juntos, ridículo. Te hará bien.

—No lo creo.

—Sí que te hará bien.

Se habían enzarzado en una discusión idiota, como las de antes. Sólo que ésta no estaba resultando entretenida…

Era su primera discusión de pareja.

—De hecho —aclaró la morena, acercándose al chico con decisión. —me voy ahora mismo. Venía a despedirme.

Los ojos de Ichigo se abrieron desmesuradamente. ¡Lo abandonaba, la muy maldita! ¡Lo cambiaba por el pijo cara de nada otra vez!

—Pues vete —le dijo, demasiado dolido. ¡Era una estupidez! Pero estaba dolido, y no podía ignorarlo. Sinceridad ante todo, joder.

—¿Así, sin más?

—Así, sin más. Eres tú la que quiere ir, ¿no?

"¿Estabas esperando un beso de despedida, una fiesta, un regalo? Saborea la decepción, traidora".

Rukia cogió sus bultos y se dispuso a salir de la habitación, furiosa.

—Eres un idiota, Ichigo. ¡De campeonato!

—Lo mismo digo, traidora.

—Egoísta.

—Caprichosa.

No hubo réplica. En su lugar, un portazo le dejó al pelinaranja demasiado mal sabor de boca.

Se había peleado en serio con su chica… y para una vez que él lograba quedarse con la última palabra, no se sentía orgulloso por ello.

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Gracias a todas las entidades del cielo, el infierno, Hueco Mundo y demases, el desastroso día de hoy llegaba a su fin.

La noche lucía tranquila, con sus nubarrones por aquí y por allá, las estrellas brillaban más animadas que nunca, y el viento cálido que se colaba por la ventana de la habitación de Kurosaki Ichigo, creaban un ambiente bastante agradable, que el chico no estaba dispuesto a disfrutar.

Su jornada había pasado muy lenta sin la compañía de Rukia, y ya estaba empezando a extrañarla de veras. Ahora se recriminaba, si no hubiera sido tan orgulloso, al menos se habría quedado con su beso de despedida… pero ni siquiera eso tenía.

Mientras el agua de la ducha le caía sobre la espalda, fue capaz de reconocer que él había sido el culpable de tan absurda discusión. Sus pensamientos y emociones le jugaron una mala pasada, estaba tan furioso con el Byakuya por la manera en que todos lo admiraban y amaban en su casa, y por la estúpida promesa que le hizo hacer, que le había sentado de pena que Rukia fuese a compartir algunas horas con él. Y estaba mal, después de todo, si no fuera por el pijo, ni siquiera podría pensar en Rukia de la manera en que lo estaba haciendo últimamente…

Salió del baño directo a dormir, quería que la noche pasara rápido para ver a la shinigami pronto, y decirle que lo lamentaba. Pero no pudo conciliar el sueño. Inconscientemente, esperaba que la chica regresara antes de la mañana, tal era su ansiedad, pero a medida que sus esperanzas se iban desvaneciendo, los ojos se le iban cerrando involuntariamente.

Y no se dio cuenta cuando estuvo absolutamente dormido…

Tampoco sintió el golpecillo que, un par de horas más tarde, resonó en su ventana.

Desde hace tiempo ya que Rukia era un miembro oficial de la casa Kurosaki, y por eso ahora tenía su propio juego de llaves… aunque evitaba usarlo cada vez que podía.

De modo que, aprovechando que la noche estaba bastante entrada, se apeó a la ventana del chico para ingresar a la vivienda.

Sus planes originales eran volver al día siguiente por la tarde, pero le sentaba de pena estar enojada de verdad con Ichigo. La discusión de la tarde no fue ni por asomo divertida, se sintió horrible marcharse con esa sensación, y si él iba a extrañarla tanto, ella más de lo mismo. Quería verlo y decirle que ya no estaba enojada, y que podían olvidarlo.

Dejó su mochila, ahora vacía, en el suelo, y se acercó cautelosa a la cama donde dormía el pelinaranja, con el ceño absolutamente relajado y la espalda descubierta, producto del calor.

No quería despertarlo, sólo iba a revolverle un poco el cabello y dejarle un beso en el hombro. Ya hablarían mañana, de todos modos…

Sin quererlo, notó que la espesa mata de pelo color mandarina estaba húmeda, y que la piel del chico se crispaba al tacto de ella, seguramente de frío. Era un bobo, una cosa es que hiciera calor un rato, y la otra era dormir toda la noche destapado… estaba arropándole un poco para evitarle el catarro del día siguiente, cuando vio con sorpresa que los ojos almendrados de Ichigo se abrían, y la enfocaban con una sonrisa de oreja a oreja.

—Rukia… —susurró en un inconfundible tono de alegría. —Llegaste…

Y sin darle tiempo a la chica siquiera de respirar, se incorporó y la estrechó en un apretado abrazo.

—Lo siento tanto… —sopló entre su cabello azabache —sé que fue culpa mía, pero…

—Ya no te lamentes como un crío, Ichigo… —ella le devolvió el abrazo un poco torpemente, riendo entre dientes.

Esa era la sensación que le gustaba. Esa, y ninguna pelea estúpida le hacía el peso.

—No fue entretenido discutir así. —terció él, mientras acomodaba su naranja cabecita en las piernas de la chica, obligándola a sentarse en la cama. —No quiero que vuelva a pasar.

—A ver si ya dejas de ser tan bobo de sentir celos de nii-chan…

Ahora sí que la noche estaba digna de ser disfrutada.

—Quiero preguntarte algo, Ichigo. —él emitió un ronroneo, muestra de que la estaba escuchando. —¿Qué es eso que Byakuya te hizo como para que le tengas tanta bronca?

El shinigami sustituto no estaba preparado para contestar eso. Así que a cambio, rió socarronamente e intentó salirse por la tangente.

—No quieres saberlo.

—¡Claro que quiero! —insistió ella. —Por algo te pregunto. No me gusta tener que debatirme entre los dos…

—A mi tampoco me gusta sentir que él siempre está entre nosotros dos… —un suspiro resignado le hizo recordar a Ichigo una de las cosas que pensaba a medida que iba peleando con Rukia.

"Sinceridad ante todo".

—¿Tienes idea de lo que ese pijo idiota, egoísta y cara de nada me hizo prometerle? —inquirió, recuperando la forma natural de su ceño. La negativa de Rukia le hizo continuar.—¡Que no iba a tocarte nunca! ¿Entiendes lo absurdo del asunto? ¡No tengo derecho a ponerte un solo dedo encima, o…!

—¿O? —escuchaba la chica, muy atenta, con cara de panoli.

—¡¡O iba a castrarme, poco menos!!

Un minuto de silencio.

Y una risotada descomunal de Rukia, ignorando las altas horas de la noche.

—¡Hey! —se quejó el muchacho, oyendo reverberar ese molesto sonido de burla en el estómago de la chica. —¡No te rías, ya bastante me cuesta…!

Y hubiera seguido quejándose de nada, si no fuera porque la repentina cercanía de Rukia, y su boca contra la de él, le habían dejado momentáneamente estupidizado.

—Lo dijo por molestarte —aclaró ella, acariciando los naranjos cabellos en el proceso. —A mi me hizo prometer algo parecido, pero no fui tan estúpida de tomármelo a pecho…

—Oye… —se volvió a quejar.

—Mi respuesta casi le dio un infarto… pero al final entendió que esas cosas tenían que pasar.

Maldición, él siempre tuvo razón con eso de que Rukia iba un paso por delante de él en todo. Era más inteligente, más decidida, más…

Hey, entonces ¿podía tocarla sin perder ninguna parte importante de su anatomía?

¿Y Rukia también lo quería? De ser así, no lo habría afrontado a la primera…

—¿Qué… qué le dijiste? —preguntó, casi temeroso de la respuesta. No quería pensar en que, de nuevo, lo había malinterpretado todo, y empezar desde cero con eso del cortejo, que se le daba TAN mal…

—Le dije que… —ella volvió a acercarse peligrosamente, y él retrocedió por seguridad… como si lo estuviera acechando desde esas rendijas violeta, que le estaban provocando mucho calor. —…que, desde el momento en que decidiéramos estar juntos, te pertenecía, de algún modo…

Ichigo pasó saliva dolorosamente ante la evidencia. Rukia estaba dispuesta a ir un poco más allá en la relación.

—… y que podías ponerme tus asquerosas manos encima cuando tú quisieras.

Intentó no entusiasmarse más de lo debido, pero le fue imposible. Sufrió un recalentamiento del cerebro cuando sintió las manos de Rukia sobre su pecho, haciéndole ascender por la cama hasta quedar recostado. Tampoco estaba preparado para la maravillosa visión del cuerpo de su chica reptando sobre el suyo propio, sonriéndole con tal picardía, que él se sintió agobiado.

Ahí estaba el momento con el que había estado soñando… por fin tenía a Rukia para él solito, y ella estaba dispuesta… Ansiaba tanto tocarla, tanto… que no pudo controlar el temblor de sus manos, rogando por que no fuera un sueño, saboreando la incertidumbre, sintiéndose un jodido ganador de la lotería.

Con un delicado movimiento, posó su mano tras la nuca de ella, atrayéndola sutilmente hacia sí. Quería conocerla, memorizar su aroma, evaluar sus sensaciones. La esencia floral que emanaba el cabello de la chica le estaba nublando los sentidos, y la única cosa coherente en la que podía pensar, era en las ganas de tatuar a fuego ese dulce aroma en las sábanas de su cama.

Le acarició las mejillas, el cuello, llegó hasta su oreja… lugares simples, sólo con su nariz, provocándole cosquillas a la shinigami, quién sonrió divertida con aquél incitante preámbulo.

—¿Acaso también tengo que darte el primer beso? —suspiró ella con un tono pretendidamente socarrón.

Era una clara afrenta al orgullo personal del chico. Y él aceptó el reto encantado, una vez más.

—Sólo si estás lo suficientemente desesperada por que me arroje sobre ti, y comience a desvestirte… —le susurró en el oído, como si fuera un secreto.

Y Rukia iba a contestar, palabra que sí… pero su capacidad de hilar palabras se atrofió seriamente cuando sintió los dientes del pelinaranja presionar suavemente su lóbulo, succionando de vez en cuando… su habilidad para respirar también comenzaba a malograrse al sentir cierta lengua traviesa trabajando dulcemente en el hueco bajo su barbilla, desplazándose cuello abajo, dejando marcas húmedas a su paso…

Un fuerte suspiro abandonó la boca de ella, prueba de que el aire comenzaba a escasear.

Y entonces como si la hubieran poseído, Kuchiki Rukia, la estricta shinigami noble de la Soul Society paró de reprimirse, su autocontrol se fue de vacaciones a la mierda, enredó las manos en el cabello naranja de Ichigo y reclamó su boca con furia, en el beso más descarado y delicioso que se hubieran dado jamás en la vida. Sus labios enredados nunca conocieron la timidez, desde el primer momento la pasión desbordó por todos los rincones, sus lenguas se entrelazaron y reconocieron con una fuerza casi animal sin ceder ni un milímetro de terreno al otro. Parecía una competencia por ver quién se quedaba sin aliento primero.

De puro entusiasmo, cambiaron mil veces de posición: rodaron sobre el colchón, se enredaron con las sábanas, se acorralaron mutuamente contra la pared…

…hasta que se cayeron de la cama.

—¡OUCH!... —dos gritos de dolor…

Y dos sonrisas de idiota resonaron en la habitación.

—¿Por qué no me dijiste antes… que querías hacer esto conmigo? —preguntó Rukia, mientras intentaba recuperar el ritmo normal de su respiración.

—No sé —fue todo lo que dijo Ichigo antes de ocupar su boca de nuevo en morder el pálido cuello de la shinigami.

Y sin pensarlo dos veces, decidió usar un poco de fuerza bruta, levantando a Rukia del suelo y prácticamente arrojándola sobre la cama. Ella dio un alarido de puro gusto, hace tiempo que se moría por ver ese lado salvaje de su chico.

Y ya no podía esperar más.

Se acomodó y le dirigió una clara invitación con la mirada, al tiempo que ella misma empezaba a desabotonarse el vestido azul, mordiéndose los labios de pura impaciencia. Y el pelinaranja no se hizo de rogar demasiado, de hecho, trepó sobre la morena en velocidad de combate, reemplazó sus pequeñas manos en el vestido sin preocupación alguna por los botones, rasgándolo desde el escote hasta la basta. Era un simple trapo que estorbaba.

—Hey… —ronroneó ella, eufórica. —Más cuidado con la dama…

Ichigo sonrió con una malicia sabrosa, que le hacía parecer la más exótica de las deidades del mundo.

—Hm —se acercó a su boca lentamente, disfrutando cada segundo que demoraba en llegar a ella. —Dentro de poco, la dama va a estar rogando menos cuidado… y más violencia.

Y atacó sus labios de nuevo, como si sus besos fueran un pasaje directo a la gloria.

Rukia le envolvió con sus brazos y desplazó sus uñas suavemente por la amplia superficie de la espalda del chico, gimiendo entusiasmada. El sensual tono de la voz de Ichigo derritió algo en su interior que empezaba a escurrir hacia abajo, siempre hacia abajo, y con cada atención del pelinaranja sobre ella, temía que aquello fuera a escaparse de pronto, y demasiado pronto.

Sintió las manos del muchacho rozar sus muslos con fervor al tiempo que subía y bajaba a lo largo de toda su pierna. Eso le hizo romper el beso y echar la cabeza hacia atrás en busca de aire. No quería ponerse a gritar como una loca todavía.

Ichigo adoró esa reacción… y la tentación fue demasiada, sería un tonto si no volviera a lamer ese cuello glorioso, arrancando el primer gemido de veras de los labios de la shinigami.

Ella susurró su nombre un par de veces, absolutamente ahogada en sensaciones que le eran desconocidas hasta ese momento. Y él respondió con la misma voz entrecortada, grave, entre suspiros, mientras sus manos vacilaron una última vez en sus piernas y se estacionaron en sus caderas, jugueteando con la ropa interior de la morena.

Abandonó el cuello femenino de repente, con ansias de explorar. Su otra mano viajó hasta la espalda de ella, dispuesta a luchar con el broche de aquello que le impedía continuar su viaje, mientras una seguidilla de suspiros le alentaban. Rukia decidió cooperar; trabajosamente se llevó una mano hacia atrás, y con un fluido movimiento, su sostén se abrió.

Empujó al pelinaranja hasta separarlo dos centímetros de ella.

—Quiero verte la cara cuando veas esto… —le susurró, mientras su prenda íntima superior resbalaba por sus brazos, dejando desprotegido y expuesto su pecho.

Por supuesto, Ichigo jamás se habría imaginado que Rukia fuera tan descarada y desinhibida… y la visión de un par de redondos, cremosos y turgentes pechos le congelaron la hiel.

—Pues… —posó la mano que no tenía enredada en las bragas de la morena, en uno de aquellos senos que parecía que le rogaban atención. —…lamento que no veas mi cara por mucho rato…

Y se lanzó al ataque de esas colinas perfectas con lentitud endiablada, saboreando en el aire la impaciencia de ella, y ahogándose en la suya propia.

No estaba preparado para la increíble sensación que se propagó desde su garganta hasta su bajo vientre. Tampoco estaba preparado para el sensual grito de gloria que lanzó la shinigami, mientras él se entretenía lamiendo y mordiendo uno de sus pezones, embriagado con sus sonidos, a medio morir con su sabor. Apenas fue consciente de que las manos de Rukia volvían a enredarse en su cabello, presionándolo aún más contra ella, incitándolo a continuar. Quitó la boca del botón ya erecto y la reemplazó con su pulgar, dibujando formas sin sentido, obteniendo más suspiros candentes a cambio. Atendió el otro seno con especial cuidado, mientras sentía su mente derretirse a razón de los gemidos que brotaban sin control alguno desde la garganta de Rukia. Era una sensación impresionante, cada una de esas eróticas notas parecían viajar a través de su espina dorsal y acumularse en cierto lugar bajo el ombligo, uno tras otro…

Y de pronto, todo cobró sentido. Fue absolutamente consciente de la realidad…

Abandonó toda acción que estuviese realizando y se aferró al cuerpo menudo de la chica en un abrazo, alucinado.

Estaba a punto de hacer el amor con ella… y no era una fantasía. Era real, tan real como que la amaba locamente, y tenía ganas de gritar de felicidad.

—Rukia… —susurró apasionadamente junto a su oído. Tenía que hacer esto para estar tranquilo consigo mismo, porque ella se lo merecía. —Sabes que te quiero, ¿cierto?

Ella asintió suspirando, aún acariciándole el cabello con lentitud.

Una sonrisa boba la embargó. Debería ser ilegal sentir tantas cosas al mismo tiempo.

—Lo sé. Siempre lo supe…

Él resopló aliviado, esparciendo su dulce aliento entre el cabello azabache que lo cegaba.

—Siempre supe que terminaríamos así —Rukia hizo descender sus manos a través del pecho del pelinaranja, haciendo un camino entre su perfecta musculatura, delineando la superficie con sus uñas. Se relamió de tan sólo pensar que todo lo que estaba pasando era real. —Y creo que desde el primer día lo deseé…

Sus dedos se detuvieron únicamente cuando el borde de los pantalones de Ichigo les impidió avanzar. Entonces, agarró el elástico decididamente y tiró hacia abajo, despojando al muchacho de la prenda. Él la ayudó, por supuesto, terminando la tarea de lanzar la prenda lo más lejos posible a través de la habitación, regalándole una sonrisa mágica a su chica.

—Yo también… —fue su última confesión antes de volver a besarla con fuerza.

Y aprovechando el impulso, se montó sobre ella una vez más y eliminó de un tirón la última barrera que lo separaba del contacto íntimo. De sólo pensarlo a Ichigo se le hizo agua la boca… Rukia yacía bajo él absolutamente desnuda. No había nada que le impidiera contemplarla en su más absoluto esplendor… Algo dentro de él se revolvió como en un espasmo, y sin querer sus caderas descendieron sobre las de la shinigami. Al instante, una corriente eléctrica los azotó a ambos. La incipiente erección del pelinaranja y la intimidad de la morena habían hecho contacto por primera vez… y fue una sensación que los desbarató por completo. Un gemido al unísono llenó la habitación.

Ichigo abrió los ojos antes de perder por completo la cordura, y el cuadro que se encontró era LEJOS, el más perturbador que había visto en su vida. Si lo que provocaba Rukia en polera de Chappy desordenaba sus ideas, pues esto simplemente impedía que sus neuronas hicieran sinapsis.

Deslizó la mano izquierda por su mejilla sonrosada, convencido de que no había imagen más adorable y sensual que aquella; Rukia ruborizada, jadeando y buscando su boca con desesperación, ojos entrecerrados nublados por el placer, llamándolo con la misma intensidad con la que él necesitó besarla en aquel momento.

Al tiempo que volvía a atrapar sus labios descendió, marcando un camino de fuego por su hombro, su pecho, su vientre… hasta que sus manos se alojaron en el glorioso final de su espalda. Le apretó las nalgas con lascivia y ella se revolvió, demasiado inquieta y sin poder controlar sus quejidos. Ichigo apenas había traspasado el límite de su intimidad cuando notó que todo el calor que se había estado acumulando en su bajo vientre se derretía y empezaba a abandonarla, fluyendo entre sus piernas. La envolvente sensación de aquella humedad tórrida le hizo anhelar con fuerza una sola cosa:

Que el chico que estaba sobre ella… su chico… la hiciera suya de la manera más salvaje posible. Y tenía que ser pronto…

Como aquella noche sus deseos y los de Ichigo eran una sola cosa que se respiraba en el ambiente, su ruego fue escuchado. Aferró las sábanas con fuerza y se mordió los labios, reprimiendo el gemido que pugnaba por salir, cuando sintió uno de los dedos del pelinaranja adentrarse en su intimidad, rozándola tan lentamente que lo mismo era una tortura que una caricia.

Suspiró el nombre del chico, ahogada por la excitación y el calor. E hizo algo que jamás pensó hacer.

Le rogó.

—Ichigo… por favor… —ronroneó.

En respuesta, él también tuvo que morderse la boca para no gritar. ¿De cuántas maneras podía sonar su nombre, si era Rukia quién lo pronunciaba?

Con cuidado, introdujo otro dedo, haciendo que la morena jadee, sin poder contenerse esta vez. Guardó el recuerdo minucioso de la deliciosa estrechez a la que sus dedos fueron sometidos, combinado con el abrumante aroma, y la desquiciante humedad… Pasó saliva con urgencia cuando terminó de archivar. Impulsado por un resorte maquiavélico, comenzó a mover sus dedos dentro de la chica, al principio lentamente, para obtener reacciones cada vez más salidas de control. Luego más rápido, más rápido… Más, y más… El coro de sonidos insinuantes que provenían de la boca de ella le hacía volverse de gelatina.

Hasta que al fin, en un acto casi cruel, se retiró de improviso, oyendo la decepción de la shinigami en su último suspiro.

Ella abrió los ojos que había cerrado en su lenta procesión hacia el éxtasis. Cuando pudo enfocar la mirada, se topó de lleno con las orbes achocolatadas de Ichigo nubladas por una sensación animal que le asustaba. Estaba poniendo mucho de su parte para hacer durar esto, mucho para que todo no acabase en tan sólo un segundo… Y le gustó la apreciación.

Pero para ella no era suficiente… así que cogió la mano que el pelinaranja acababa de retirar de su acuosa intimidad. En ella yacían aún los restos evidentes de su placer, y con un ronroneo casi risueño, acogió su propia humedad con la boca, limpiando dedo a dedo la palma traviesa que le había hecho llegar hasta ese punto de desinhibición máxima.

El corazón de Ichigo se saltó involuntariamente un par de latidos, cuando sus ojos chocaron con los de Rukia, mientras su lengua felina enviaba descargas eléctricas a través de sus dedos. Ella quería más, era evidente que lo estaba castigando por haberla llevado al límite y regresarla de un tirón a la Tierra. Estaba siendo brutalmente castigado, y le excitaba.

Pero si ella quería más, él no era quién para negárselo.

Sonrió, maquiavélico, deslizando su palma hacia el sur de su anatomía… y volvió a hundir los dedos en ella.

El gemido de Rukia fue de culto.

—Por… favor… —volvió a rogar ella, envuelta en una nebulosa de placer que parecía drogarla.

La boca de él comenzó a vagar por su vientre, mordió el hueso de su cadera, lamió su estómago… requirió un esfuerzo enorme hacer trabajar su lengua en hilar palabras.

—¿Por favor… qué? —cuestionó incorporándose para leer la urgente respuesta en sus ojos violeta, primero. En ese momento recién recordó que aún llevaba los bóxers encima, pues comenzaron a molestarle. La dureza de su entrepierna ya empezaba a ser dolorosa, pero iba a aguantar un poco más. En cualquier momento se desataría el volcán, e iba a explotar con tanta fuerza que de seguro iba a valer la pena la tortura. —¿Qué…? —repitió.

—Lo sabes, maldito… —le espetó ella, sonriendo con el ceño fruncido. —No puedo esperar más.

Se incorporó levemente, lo bastante como para alcanzar las caderas de Ichigo con las manos, y tironearle la prenda interior que todavía lo cubría.

—Te quiero aquí, dentro… —susurró, frotando con fuerza sus ojos en los de él hasta que salieran chispas, si era necesario. Nadie hacía esperar así a Kuchiki Rukia.

Ichigo sonrió, por toda respuesta.

—Un día vas a matarme, ¿sabes?...

Dejó a la shinigami trabajar en ese molesto obstáculo a la completación de sus almas que representaban los bóxers, suspirando audiblemente cada vez que esos fríos y minúsculos dedos rozaban alguna parte de su piel caliente. Delineó con su lengua los labios de Rukia una última vez, y se aferró de sus pechos para asegurarse de que no iba a perder su centro. No quería perderse ni un segundo de la gloriosa experiencia que estaba por vivir…

Ella sopló su aliento fresco sobre su cuello, inspirando con fuerza para atenerse a las consecuencias de ese arrollador deseo que la embargaba…

Y espiró con violencia, en un gruñido tremendo, cuando la virilidad del shinigami sustituto la atravesó de lado a lado, tan lentamente que parecía que no iba a acabar nunca.

Se aferró a la espalda del chico con uñas y dientes mientras le oía jadear, intentando ser dulce, manteniendo a raya la urgencia y la bestialidad que emanaba desde cada poro de su piel… Le brillaron los ojos a Rukia cuando vio que Ichigo echaba el cuello hacia atrás, claramente buscando despejar sus ideas, mientras se asentaba cada vez más dentro de ella. Le mordió el cuello al tiempo que un gemido desesperado se le escapó. Dolía tremendamente.

Cuando hubo terminado de hacer su entrada triunfal, el pelinaranja se quedó quieto un momento, acostumbrándose a la estrechez de ella, y dándole a Rukia el minuto necesario para que se acomodara a la intrusión. Le miró el rostro contrariado, donde una sonrisa infinita hacía juego en una visión maravillosa con su ceño fruncido y su mueca de dolor. No pudo evitar ni preocuparse, ni sonreírse bobamente.

Y es que lo que acababa de pasar era tremendo, modestia aparte.

—¿Estás bien? —preguntó en su oído, rogando por que el dolor fuese soportable para ella. Él estaba en un nivel en el que ya no había vuelta atrás, pero si Rukia no pudiese soportarlo… y si ella se lo pidiera… él vería la manera de enfriarse, y dejarlo todo hasta allí.

La idea le cayó pésimo. Pero para su chica siempre existiría un caballero dispuesta a complacerla en todo.

—Nunca en mi vida… ni en mi muerte… —le costaba expresarse con coherencia. Estúpido Ichigo, que le preguntaba cosas cuando estaba hablando con Dios, literalmente —Nunca había estado mejor que ahora…

Una sonrisa franca los inundó a ambos. Y no tardaron mucho en hacerla una.

Con un beso en la frente, y enlazando las manos para aguantarse mutuamente, empezaron un movimiento pequeño, desatando la locura. Era una cosa no ensayada, un poco torpe… tropezaron un montón de veces, y el choque de sus caderas parecía engancharlas cada vez que se movían al mismo tiempo… pero pronto todas esas irregularidades quedaron cubiertas por un manto de satisfacción, de alegría…

Podía haber toda la torpeza del mundo en ello, pero estaban aprendiendo juntos.

Y aquello era impagable.

La agitación del momento se volvió vertiginosa, y una vez que cogieron el ritmo, el instinto animal les guiaba. La íntima fricción entre ambos resultaba enloquecedora, parecía que habían nacido para hacer el amor con el otro, en algún momento de la historia y el tiempo.

Llegó el momento de empezar a empujar, porque el cuerpo no se conformaba con el palmear húmedo que los entretenía, ni con la sensación de abandono cada vez que los gemidos rasgaban sus gargantas escandalosamente…

Ichigo comenzó un movimiento más violento, y las embestidas que le propinó al bien sujeto cuerpo de Rukia le desorientaron. Apretó los dientes e hizo añicos la sábana entre sus manos, que parecían garras, mientras sentía los dedos helados de la shinigami dibujar formas surrealistas en su espalda, como si estuviera pintando un cuadro con su sudor. Se apoyó en su rostro cuando ella escondió la cabeza en el hueco de su hombro, resoplando su aliento caliente en su cuello, iniciando un movimiento que acompañaba los de él cuando se sintió en condiciones.

Las embestidas de Ichigo complementadas con el suave y sensual movimiento de la morena les abrieron un nuevo nivel de éxtasis a sus mentes, el goce infinito amenazaba con hacer llegar todo al final… El pelinaranja golpeó con sus últimas fuerzas, intentando llegar lo más al fondo posible de ella, mientras Rukia no paraba de jadear en su oído… el torrente de sensaciones les bloqueó los sentidos un minuto, y la necesidad fue más fuerte. Se buscaron la boca al mismo tiempo, con ansiedad abrumadora, el calor ya era insoportable, las embestidas cada vez menos gentiles, los gemidos cada vez más indecentes…

Rukia ya no respiraba. Era consciente de su propia estrechez, y sabía que el cosquilleo que sentía en aquella zona de su interior que rozaba con el miembro de Ichigo, eran señales claras de que su mundo se iría a blanco en cualquier momento. Y él era otro tanto más de lo mismo. La presa que los músculos de la shinigami conformaban alrededor de su masculinidad enviaba pulsaciones furiosas a través de su espalda. Le hacía temblar por completo, mientras la sangre no paraba de circular a velocidad de rayo. Aceleró el empuje un poco más, provocando un último chillido desaforado en su chica. Un espasmo violento le separó la consciencia del resto del mundo, se abandonó en un último gemido que tiró más para rugido, sólo comparable a la victoria de un león sobre la caza…

Y algo que no pudo detener se escapó de control. Con una vibración eléctrica, Ichigo rozó con sus dedos el momento del clímax, derramándose devastadoramente en el interior de Rukia. Al mismo tiempo, ella sintió un ardor emfermizo dentro de ella. No podía dar más de sí misma, y cuando sintió el dulce líquido proveniente del placer de Ichigo inundarla por completo, un tórrido orgasmo la sacudió con brutalidad, provocándole el colapso más delicioso de los que haya experimentado en su vida.

Al final, el pelinaranja se desplomó sobre el brillante cuerpo de la morena, agotado, y ella le acunó entre sus brazos torpemente, sintiendo que no podía coordinar bien ni siquiera los movimientos de sus brazos. Le parecían dos mangueras de goma, vacías y lacias. Todo su cuerpo temblaba, presa de los espasmos del orgasmo que quedaron en ella. Cualquier acción física le era imposible ahora.

Cuando ambos abrieron los ojos a la realidad otra vez, se contemplaron consternados.

Ahora se pertenecían uno al otro, y ningún hermano noble ni ninguna ley de mierda de otro mundo, podría volver a separarles jamás.

—Te ves preciosa… —susurró Ichigo, con la respiración a tope, mientras acomodaba con su mano el rebelde mechón de cabello que cruzaba el rostro de Rukia, ahora desparramado en toda su cara y pegado por el sudor.

La shinigami no dijo nada. Una sonrisa que era como el amanecer de un nuevo día adornó su expresión cansada, pero satisfecha.

El silencio dominó la habitación por unos minutos, mientras afuera la noche cerrada que se seguía colando a través de la ventana, brillaba más que nunca, con sus centenares de estrellas y su paisaje en calma.

El pelinaranja desarmó el rompecabezas que formaba su cuerpo con el de Rukia, aún unidos íntimamente, saliendo de ella con un suspiro ronco que no llegó a escaparse de su tráquea seca. Ella le recompensó con un beso, sujetando la cara del chico con sus manos.

—Fue la mejor noche de mis ciento y tantos años… —confesó, demasiado feliz como para darse cuenta de que había dicho una cursilería que rozaba el cliché. —Gracias, Ichigo…

—No hay de qué —él también pasó por alto la melosidad del momento, sumido en la misma alegría loca. —Pero debo decir que…

Sus manos parecían fuera de control, pero no sintió vergüenza alguna de volver a tocar el cuerpo de Rukia, regalándole más de aquellas caricias por sus piernas, su cadera, sus brazos, que iniciaron todo. Depositó un beso breve en su pecho y otro en su boca, antes de sonreír arrebatadora y sensualmente.

—…no fue la mejor, tan sólo fue la primera.

Eso quería decir que ahora venían menos peleas estúpidas y más noches entretenidas. Y quería decir que él la amaba sinceramente, y que estaba contento de que todo haya terminado de una manera saludable para su organismo, que ya estaba explotando de necesidad por Rukia. Y que ella correspondía ese amor desenfrenado, tanto, que habría de vérselas con quien sea antes de permitir que la saquen a tirones de la cama de Ichigo, que de allí ella no se movía por nada del mundo…

Y quería decir de sobra… que siete días de amor no eran suficientes.

Que hacía falta mucho más. Siete meses tal vez, o siete años…

O siete vidas, uno nunca sabe.

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EPÍLOGO

La tarde estaba cayendo lentamente en el Seireitei, y él seguía allí, recluido, llenando odiosos papeles de gente que ni puta idea quienes eran…

"Oh. ¿Esa grosería paso por MI mente?" se dijo, con una sonrisa en los labios.

Después de todo, Kuchiki Byakuya sí que había pasado mucho tiempo en contacto con el bobo Kurosaki y su familia, y una que otra costumbre se le había quedado pegada.

Se acomodó un poco mejor en la silla de su escritorio, en el despacho de la Sexta División.

Hace una semana que había dejado Karakura, y ya estaba pensando en volver. ¿Cuándo podría tomar vacaciones de nuevo? Lo que si era cierto, era que se había vuelto un poco más flojo desde esa semana de relajo. Ahora no le gustaba mucho llenar papeleo, y Rukia no se encontraba en Soul Society como para obligarla a ayudarlo. Qué lástima… de seguro ella debía de estar pasándola filete con su nuevo novio…

"Filete… estoy seguro que esa palabra no salía de la boca de Kurosaki… ¿De dónde la habré sacado?"

"Ah, sí… Karin".

Como sea, estaba la mar de aburrido, y tenía hambre, mucha hambre. Para qué vamos a decir que con las exquisiteces de Yuzu, el noble había subido un par de kilitos… si después de todo, no lo notaba nadie…

Se le ocurrieron un par de cosas para calmar su aburrimiento.

Ya que Rukia no estaba… Renji podría suplirla. Hoy no había tenido misiones en el Rukongai y ha de estar muy descansadito, bebiendo con los de la Once. Vaya irresponsable, y pensar que lo dejó como Capitán por una semana…

Pero debía reconocer que el pelirrojo lo había hecho de maravilla. Cosa que le daba más confianza para arrancarse con los tarros otra vez…

"Y dale con las vacaciones…"

Concentró su reiatsu en un punto específico de la atmósfera, y provocó una pequeña explosión con él. Era una señal que Renji no podía pasar por alto, borracho y todo. El reiatsu de Byakuya era demasiado especial como para confundirlo, era más potente… como que infundía respeto aunque él se encontrase a kilómetros de allí.

Y como arte de magia, el Teniente dueño de Zabimaru ya había llegado al despacho de su Taicho, atento y dispuesto.

—¿Mandó llamar? —dijo, con un vaso vacío de sake en la mano. Cuando Byakuya asintió, lanzó dicho vasito lejos por la ventana hacia afuera.

—Quiero que me ayudes con el papeleo —dijo el noble, sin perder su seria cara de nada. Porque una cosa es el estado de constante diversión en que se encontraba ahora, pero de ahí a demostrarlo a todo mundo, para que le pierdan el respeto y la reverencia… eso sí que no.

—P-Pero Taicho, yo ahora me encontraba descansando… Es mi día libre después de la semana como Capitán, ¿sabe?

La mirada de Byakuya se afiló, y un halo de molestia se extendió en la habitación. Renji tembló.

—Me parece que no es de buen gusto —comenzó él, con la voz fría que constituía su marca registrada —que contradigas una orden directa mía, Renji…

—Y-Yo lo siento mucho, Kuchiki-Taicho, pero…

—Me alegro que lo hayas entendido. Tengo un puesto y un alto de papeles listo para ti.

Renji maldijo para sus adentros, sentándose en el escritorio frente a su mandamás. Estaba HARTO de llenar papeles, que era lo que más había hecho en su estadía como Capitán…

Como que ahora entendía lo duro que era ser Kuchiki Byakuya, el cabecilla del clan Kuchiki y Capitán de la Sexta División. Era lo más aburrido de la muerte.

En fin, empezó a llenar formularios con una mueca agria en los labios. No debió beber tanto…

"¿En cual línea debo firmar?" Pensaba, arrugando el ceño a ver si con eso se aclaraba su vista. "¿En la de arriba o la de abajo?"

Mientras tanto, el noble volvió a reclinarse hacia atrás en su silla, al tiempo que sacaba una cajita plateada de debajo de su escritorio, y cogía algo de allí. Al abrirla, unos cuantos panqueques brillaron como si estuvieran benditos.

Feliz y casi ronroneando, puso algunos (que provenían directamente de mano de Yuzu, evidentemente) en un plato, ordenándolos maniáticamente antes de comérselos.

De la gaveta del escritorio sacó un par de servilletas. Y tomando una cuidadosamente, envolvió el primer panqueque de la noche. Cuidando de no mancharse los dedos con el rebosante y dulce manjar, comenzó a engullirlos con especial gusto.

No miento cuando digo que Byakuya ronroneaba como gatito feliz, degustando tamaña maravilla culinaria… de modo que su Teniente tuvo que alzar la vista, curioso, sorprendiéndose estrafalariamente en el camino.

¿DESDE CUÁNDO SU TAICHO COMÍA MIENTRAS LLENABA EL PAPELEO?

—Ehm, taicho…

—Estoy ocupado, Renji. Tú sigue con lo tuyo.

—Al menos convide… —dijo él, alargando la mano para coger un rollito del plato…

Pero la punta de una espada le detuvo en el camino.

Abrió mucho los ojos…

¡¿Kuchiki Byakuya estaba defendiendo unos panqueques con Senbonzakura en la mano?!

—Hay algo nuevo que debes aprender como sea, Renji…

—¿Ah?

—Nunca… pero NUNCA… te atrevas a tocar mis panqueques. Es una orden directa, ¿comprendes?

Y para hacer más real su amenaza, clavo la punta de la zampakutoh sin mucho daño, en el dorso de aquella mano traviesa que estuvo a punto de robarle el bocado más preciado que se había llevado desde Karakura.

—E-Entendido, Taicho.

—Bueno. Ahora sigue con tus papeles.

—V-Vale…

El noble siguió comiendo y mirando, sin hacer nada.

Nunca se había percatado de lo cómoda que era esa silla…

.·oOo·.

"7 Days of Love"

MODE: OFF