Disclaimer: todo lo que reconozcáis, los personajes y demás pertenecen a Stephenie Meyer y su editorial. Nada de esto nace con ánimo de lucro, así que no me sacará de pobre.

Aquí traigo el segundo fic que escribo sobre "Twilight" y este a diferencia del anterior será más largo. Tanto en extensión ahora como en capítulos, ya que no será un one-shot. Será más bien un mini fic, que constará de exactamente cinco capítulos. Aunque no descarto la posibilidad de escribir un par más, desde la perspectiva del resto de los Cullen.

Todos los Spoilers posibles de "Luna Nueva" y alguno también de "Eclipse".

Se encuentran localizados en el tiempo durante la marcha de los Cullen de Forks durante "Luna Nueva"; concretamente desde que Alice tiene la visión en la que ve a Bella saltando del acantilado y ahogándose, hasta que ambas salvan a Edward en Volterra. Este primer capítulo es desde el POV de Alice.

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"Benditos sean los olvidadizos, pues superan incluso sus propios errores."

"Blessed are the forgetful, for they get the better even of their blunders."

Friedrich Nietzsche.

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I. VISIÓN

Habíamos regresado a Denali hacía un par de días para visitar a Tanya y su familia durante las vacaciones de Pascua. Escogimos esa fecha porque era cuando todos estábamos libres de lo que nos había mantenido ocupados durante aquellos meses infernales: Carlisle había estado pluriempleándose, era evidente que necesitaba cualquier tipo de distracción posible, la situación le superaba más cada día que pasaba. Y con total seguridad, no sería únicamente por la tristeza que él mismo podía sentir, sino por la que los demás desprendíamos. Mi madre, Esme, era la que peor lo estaba pasando. Trataba de disimular, guardándose siempre ese tipo de sentimientos para sí, pero acababa siendo imposible no verlo.

Los momentos más duros por los que pasaban eran las llamadas de Edward. Aunque no solían ser demasiado frecuentes, pues esperaba varias semanas para dar señales de vida y únicamente lo hacía para que los demás no se preocuparan. Cualquiera en su lugar se alegraría de poder hablar con un hijo del que hace tiempo estás separado, pero ella no lo veía así. Esme era experta en percatarse de lo negativo de todo aquello, que su pequeño –en realidad, Edward tenía únicamente seis años menos que Esme- no estaba con ella y que además, sufría. Eso era, precisamente, lo que peor llevaba; el sufrimiento de Edward. Quizá yo había sido demasiado entusiasta e ingenua cuando todo esto comenzó aquella caótica tarde de septiembre y no debería haberme aventurado a pensar que las cosas se arreglarían pronto. Habían pasado demasiados meses y todo continuaba exactamente igual que el día que nos marchamos de Forks, si bien hacía ya unos días que veía cómo podría cambiar la decisión de Edward; parecía estar entrando en razón, eso me alegraba.

Había momentos en los que no podía dejar de pensar en cómo estaría Bella, en si realmente Edward tenía razón y ella se encontraría bien, contenta y sobrellevándolo. Me gustaba pensar que era así, que estaba en perfectas condiciones y que llegaría el día en el que podría regresar a verla de nuevo. Me costaba creerlo, pero era lo que deseaba de corazón. Aunque las cosas no estaban como para escabullirse a Forks y visitar a Bella Swan. Edward trataría de atacarme si lo hiciera, lo había visto un par de veces. A veces, cuando me aburría y no tenía nada más que ojear, me ponía a tomar ese tipo de decisiones. Pero eso ya no surtía efecto, mi don no es algo tan fácil de engañar y supongo que acabó por acostumbrarse a mis mentiras.

Me miré en el espejo de la habitación que compartía con Jasper durante nuestra estancia en Alaska.

Mis ojos estaban demasiado oscuros, la sed me invadía por momentos pero no me sería difícil aguantar hasta que pudiéramos salir de caza. Me repasé un poco el pelo, colocándolo como solía llevarlo habitualmente: cada punta para un lado pero con estilo; tampoco había mucho más que pudiera hacer con él.

Alguien llamó a la puerta.

—¿Puedo pasar? —escuché la suave voz de mi hermana.

—Claro, Rose —le contesté, alejándome del espejo. A veces era demasiado aburrido ver cómo Rosalie se pasaba el tiempo mirándose, orgullosa, en cualquier objeto que fuera capaz de reflejar su exquisita perfección física.

—He pensado que quizá te interesaría saber que Irina y Kate van de caza —me dijo una vez entró en la habitación.

—Gracias, pero prefiero ir cuando vaya Jasper —le expliqué. Era la verdad, prefería esperar a que Jasper necesitara alimentarse para así pasar más tiempo con él. Además, eso iba a ser al día siguiente.

—Como quieras —se encogió de hombros y se giró un poco. Vio mi armario abierto y se acercó—. Vaya, veo que sigues teniendo tan buen gusto como siempre —lo decía en serio, yo siempre había tenido buen gusto para la moda. Era mi pasión, solo faltaría que encima se quejara.

—Puedes ponértelo si quieres —le dije, con una sonrisa. Ella había cogido mi abrigo nuevo, un precioso y maravilloso abrigo largo de color violeta oscuro.

—No creo que me valga —comentó, con fastidio. Era bastante evidente, no se podía comparar el cuerpo de Rosalie con el mío, ella habría necesitado dos como ese para caber en él -dicho desde el buen sentido- ya que su cuerpo estaba lleno de curvas y el mío era algo más normal.

—No te preocupes, ya te compraré uno —le dije, guiñándole un ojo. Ella me dedicó una de sus enormes sonrisas.

Hacía pocas semanas que Emmett y ella habían regresado de darse una vuelta por Europa. Solían hacerlo a menudo, celebrar continuas lunas de miel visitando todo tipo de países. Y más ahora, que no tenían que fingir que eran estudiantes de instituto. Eran precisamente ellos dos los que peor llevaban eso de aparentar ser adolescentes, aunque les encantaba tener que volver a casarse públicamente cada cierto tiempo. Pero no solían dejarme preparar sus bodas, eso me cabreaba, con lo bien que se me daba a mí preparar todo tipo de fiestas -si exceptuábamos la última que vivimos en Forks-. Sin embargo, no sentía rencor.

—¿Cómo va Emmett? —le pregunté. Sabía que Emmett también lo estaba pasando mal porque Jasper me lo había dicho.

—Sigue igual —me contestó ella—. Y cada día va a peor, él cree que no me doy cuenta. Pero sí lo hago —me insistió, vehemente.

—No tienes que darme explicaciones, Rose —le dije, tranquila. No hacía falta que tratara de excusarse por eso, puede que Rosalie Hale habitualmente sacara a relucir su cara frívola y egocéntrica, pero también tenía sentimientos. Y más si hacían referencia a Emmett.

—Edward debería darse cuenta de una vez de lo egoísta de sus actos —dijo, un poco furiosa.

—Sabes cómo es Edward, no es consciente de que esté haciendo daño con su marcha —le expliqué. Mi hermano no había querido hacerle daño a nadie yéndose por toda América buscando a Victoria y huyendo de todo. Él también lo estaba pasando mal. Demasiado mal.

—Entonces debería dejarse ya de tonterías y volver —añadió Rosalie—. Y no me refiero específicamente a Forks.

—Rose…

—No, Alice —me cortó—. Nada de esto habría pasado si Isabella Swan no se hubiese entrometido en nuestras vidas. Éramos felices antes de que ella llegara —me gritó. No estaba sorda, y encima aquello me molestó.

—Ah, ¿sí? ¿Eso crees? —le pregunté, irónica. Edward no era feliz antes de que Bella llegara. Por lo menos, no del modo en que lo era cuando estaba con ella—. ¿En serio piensas eso? —le volví a preguntar, frunciendo el ceño hasta lo humanamente posible.

—Bueno… —que dudara me pareció algo insólito—. Ya sabes a lo que me refiero, no quieras tergiversar mis palabras.

—Yo no tergiverso nada, Rosalie. Y tus palabras han hablado por sí solas.

—Puede que esa humana haya hecho feliz a Edward, vale, no lo niego. Pero no me negarás tú que el dolor que ha invadido a nuestra familia no es inversamente proporcional a esa felicidad —me explicó de carrerilla.

Eso me desesperaba. Sabía la hostilidad y resquemor que giraba en torno a Rosalie cada vez que Bella aparecía en escena, y ese sentimiento no había hecho sino acrecentarse durante estos últimos meses. De manera inconsciente eché la cabeza un poco hacia atrás, cerrando los ojos.

—Quiero tomar el aire, Rose —le dije dando por zanjado el tema. Ella rodó los ojos, pero no se interpuso.

Salimos de mi habitación y bajamos al primer piso. Esme estaba sentada en un pequeño sofá mirando lo que parecía ser un catálogo de una galería de arte. Durante el tiempo que llevábamos viviendo en Cornell se había encargado de restaurar una pequeña casa del siglo XVII, y de vez en cuando se dejaba caer por las pequeñas salas de exposiciones de la ciudad. Nos sonrió en cuanto nos vio.

—Jasper quería verte, cielo —me dijo. Aunque yo ya sabía para qué; lo había visto hacía un rato. Mañana nos íbamos de caza.

—Lo sé —le dije, y una pequeña risita se me escapó. Al menos conseguí que ella me devolviera el gesto. Necesitaba verla así más a menudo. Ojalá.

Para mí, Esme Cullen era mi madre. Quizá no era mi madre en un sentido estrictamente biológico, pero era la única madre que había conocido. Yo no recordaba absolutamente nada de mi vida como humana y eso incluía a mis progenitores. Durante esos meses en los que estuvimos alejados de Washington yo había estado indagando sobre mi pasado, a partir de lo que James el rastreador le había contado a Bella antes de tratar de matarla –se había encontrado ya varias veces ante la muerte y cabía aclarar que más de las necesarias-. Mi familia humana había sido los Brandon, quienes ante mis visiones del futuro, don que supuestamente tuve incluso siendo humana, me internaron en un manicomio y "tiraron la llave", es decir, me hicieron pasar por muerta ante la opinión pública. El único resquicio que todavía perduraba de esa vida era mi sobrina, hija de mi hermana Cynthia. Me costaba demasiado decir su nombre. Ignoraba el porqué pero podría deberse, quizá, a la nostalgia. Ni siquiera lo recordaba, pero vivía allí, en Mississippi.

Muchos años hacía que mi familia eran los Cullen. Desde el primer momento que les presencié en una de mis visiones, en la que pude descubrir todo sobre ellos y sobre nuestra convivencia, la de Jasper y mía con los Cullen. Nos comportamos desde el principio como eso, como una familia más aunque con ciertas peculiaridades, por supuesto, y el sentimiento fraternal estaba muy arraigado en todos nosotros. Si bien habíamos pasado por varias dificultades últimamente.

—Hola, preciosa —dijo alguien cerca de nosotras. Era Emmett. Se acercó hasta Rosalie y la abrazó fuertemente por la cintura. Ella puso una media sonrisa y le agarró de los hombros.

Vale, ése era el momento de marcharse. Ya estaba acostumbrada pero seguía siendo empalagoso verles, además, aunque a ellos les daba igual yo solía saber cuándo sobraba. Me apetecía salir un poco al bosque, de todas formas. Y eso fue lo que hice. Salí de casa de Tanya, rodeada de un impresionante y frondoso bosque, y comprobé que ya oscurecía. Carlisle, Eleazar y Jasper llegaron justo en esos momentos.

—Alice —me saludó mi padre que no tardó en entrar a la casa.

—Chicos, os dejo. Voy a ver dónde está Carmen —nos comentó Eleazar. Carmen era su pareja, desde hacía muchísimos años, incluso antes de incorporarse a la familia de Tanya. Todos compartían nuestra dieta, tampoco tomaban sangre humana.

—¿Te apetece que salgamos mañana? —me preguntó Jasper. Sonreí con segundas intenciones puesto que ya lo había previsto.

—Claro —le contesté alegremente.

—Si tenías ganas de salir a cazar, sólo tenías que haberlo dicho, Alice —¿se sentía culpable? ¿De qué? Quizá estábamos consiguiendo alterar demasiado sus emociones. Odiaba hacerle sentirse mal. Me dolía.

—No me importa. Además, me apetece ir contigo, Jazz —le cogí la mano y empecé a juguetear con ella. Él me sonrió.

Entonces, pasó.

Una de mis visiones se cruzó en mi camino: una de esas que yo no buscaba y una que jamás me habría gustado tener.

Me quedé totalmente rígida con los ojos fijos en la nada mientras las imágenes me avasallaban. Era un sentimiento difícil de explicar, a veces sólo eran flashes que pasaban a mucha velocidad, pero en otras, como en esta ocasión, era como una película que se proyectaba ante mis ojos. Pero, evidentemente, se trataba de un preestreno al que sólo yo acudía. La angustia llenó mi interior desde el primer segundo. Aunque normalmente las visiones no solían afectarme de esa forma, independientemente de lo que trataran, sencillamente formaban parte de mi vida. No era habitual que me alteraran tanto.

El lugar era al aire libre, una playa o algo parecido. Lo sabía porque se veía el mar, cuyas aguas comenzaban a embravecerse. Las olas chocaban contra un grupo de rocas dispersas por la mayor parte del terreno y había tormenta. Bella estaba allí. En un principio no sabía qué estaba haciendo, pero pronto me di cuenta. Se encontraba al borde de un enorme acantilado, el más alto, cuya altura rozaría los veinticinco metros y apuntando hacia abajo. El viento le azotaba el pelo y yo ya no podía verle la cara. No sabía cuál era la expresión de su rostro ante aquello, pero sí la vi avanzar hasta el borde de la superficie rocosa, a paso lento, indeciso. Se agachó un poco y saltó. La vi caer durante los inacabables metros que la separaban del agua hasta que chocó con la superficie del mar y se hundió. Yo misma me habría caído al suelo de rodillas de no ser porque Jasper se había dado cuenta y me había sujetado fuertemente entre sus brazos antes.

A lo lejos era capaz de escuchar su voz llamándome, "Alice. Alice", repetía todo el tiempo, asustado. Sin embargo, no le hacía caso. Seguía dentro de mi visión, esperando a que Bella saliese del agua. No podía dejar de mirar, no hasta ver a Bella a salvo. Pero no salía a flote.

Pasaron varios minutos hasta que lo comprendí –en realidad, hasta que lo acepté-: Bella se iba a suicidar, iba a morir ahogada tras haberse lanzado desde un acantilado. Miré directamente a Jasper.

—Bella… —fue lo único que fui capaz de articular en esos momentos. La mueca de mi rostro era una mezcla de espanto y dolor, lo vi en los ojos de Jasper, cuyas pupilas se dilataron al instante. Lo comprendió enseguida y su cuerpo se tensó. Él estaba sintiendo toda mi angustia, no era necesario que le dijera lo que había visto, él lo sabía.

—Vamos, te llevaré dentro —me dijo. Acto seguido me cogió en brazos y entramos en la casa.

Edward me había prometido que eso jamás pasaría. Que Bella estaría sana y salva en Forks en cuanto nosotros nos alejáramos de allí, mas no había sido así. Claramente, ella no lo había superado. Le quería, de una forma muy intensa, y seguramente no habría sido capaz de sobreponerse a su marcha. Y todo aquello le había llevado a tomar la peor de las decisiones: quitarse la vida. No. No podía ser, ¿cómo era capaz de hacerle eso a Charlie y a Renée? Y ¡a Edward! Él la quería, no sería capaz de superar su pérdida, por muy lejos de ella que se encontrara.

Enseguida noté que nos habíamos detenido, Jasper había llegado hasta el salón y, sentándose en uno de los amplios sofás, me acostó junto a él. Me sentí como si estuviera en la consulta de un psicólogo, tumbada en un diván y lista para ser interrogada.

—¿Qué le ha pasado? —preguntó Esme, horrorizada. Se lanzó sobre mí para ver qué me ocurría.

—Ha tenido una visión —contestó Jasper todavía sin soltarme.

—¿De quién? —volvió a preguntar mi madre.

—Bella —musitó él.

Yo tenía los ojos entreabiertos ya que no me veía capaz de lograr otra cosa, sin embargo, fui capaz de atisbar la expresión de Esme: la boca semiabierta, el ceño fruncido en un gesto de dolor, los ojos ausentes y una mano en el pecho. Carlisle llegó a la habitación al escuchar el alboroto, se acercó hasta ella y la abrazó. Yo traté de incorporarme, pero los brazos de Jasper me lo impedían.

—Jasper, hijo, déjala que se levante —le pidió Carlisle sin entender qué era lo que pasaba.

Jasper dudó un instante pero me libró de la presión que estaba ejerciendo sobre mi cuerpo si bien no me soltó del todo. Fui capaz de sentarme.

Al rato, también llegaron Emmett y Rosalie. Les expliqué todo lo que había visto, hasta el último detalle, incluyendo el final. El final de Bella Swan.

—¿Cuándo ocurrirá eso, Alice? —me preguntó Carlisle sentado al lado de Esme que no había vuelto a mediar palabra. Se la veía ausente. Mi padre hablaba con la total certeza de alguien que sabe lo que va a ocurrir en un futuro muy cercano. Ese fue nuestro mayor error.

—No estoy segura, pero es posible que mañana al alba —musité. Eso significaba que no podría hacer nada por salvar a Bella, ni siquiera sabía el lugar del incidente. Yo no había estado nunca allí, eso era lo único de lo que estaba segura. Jamás llegaría a tiempo de impedirle que saltara.

Carlisle también lo sabía, lo veía en sus ojos. Pero no sería él quien lo dijera en alto, no. Además, a mí no me importaba si era posible o no salvarla, tenía que ir a Forks. Debía hacerlo. Era más que probable que fuera incapaz de salvar a Bella –por no disponer de tiempo suficiente para llegar ni tampoco para encontrarla- pero tenía que hacer algo. Al menos por Charlie.

La decisión estaba tomada, no iba a darle más vueltas al asunto.

—Quiero ir a Forks.

—Eso es imposible —dijo mi padre. Su expresión era seria, pero me daba igual.

Tengo que ir —expliqué, aparentemente ya más tranquila.

—Alice… —comenzó Carlisle, pero le corté alzando una de mis manos.

—Se trata de Bella, y de Charlie —les dije.

—No vas a llegar a tiempo —dijo Esme reaccionando de nuevo—. No podrás llegar a Forks para poder detenerla, y tampoco sabes dónde es —sus palabras estaban llenas de dolor, tanto por Bella como por Edward.

No quería seguir discutiendo. Ninguno queríamos y no estábamos con ánimo para hacerlo. Emmett se alejó de los brazos de Rosalie y salió de la habitación, seguramente se habría ido a recorrer el enorme pasillo. Ella trató de seguirle, pero la detuvo. Si tuviésemos la capacidad de llorar, estaba segura de que Emmett ya lo estaría haciendo. Incluso yo. Pero tampoco serviría de nada, eso no iba a salvarla.

Pasaron varios minutos hasta que volvimos a articular palabra. Fue cuando Tanya entró en el salón. A mí no me interesaba demasiado contarle lo que había sucedido, pero Rosalie no fue capaz de estar callada más tiempo y se lo contó. Parecía nerviosa. La expresión de Tanya era bastante desconcertante, pero parecía terriblemente afligida. La última vez que ambos se vieron, ella ya intuía que había alguna mujer inmiscuida en la vida de Edward.

Fue entonces cuando comenzó la discusión.

—Deberíamos decírselo a Edward —sugirió Rosalie de repente. Todos dirigimos la mirada hacia ella, incluso Emmett regresó.

—No —gritamos Esme y yo.

—No creo que sea lo más apropiado, Rose —le explicó Carlisle.

—Eso no es buena idea —le dijo Emmett con voz grave. Seguramente pensaría como nosotros, no quería producirle ese nivel de dolor y tristeza a Edward. Sabíamos perfectamente en qué estado se sumiría mi hermano de saber que la única persona a la que había amado en cien años, había muerto o iba a hacerlo.

—Y ¿qué preferís, mentirle? —preguntó ella entrecerrando los ojos.

—No se trata de mentirle, Rosie —empezó a explicarle Emmett, casi en un susurro—. Él decidió alejarse de ella, no le ayudará en nada saber eso. No serviría de nada. Y es mejor que continúe creyendo que está bien, que siga en su pequeño mundo de fantasía.

—Emmett —le dijo ella un poco indignada.

No solía ocurrir a menudo que mi hermano Emmett llevara la contraria a su Rosalie. Lo normal era que la apoyara en todas las decisiones que tomaba, buenas o malas, y Rose no se lo tomó excesivamente bien. Le dirigió una mirada furiosa, pero Emmett seguía en sus trece. Estaba claro que no cedería.

—Entonces ¿qué pretendéis hacer? —nos preguntó Rosalie cruzándose de brazos—. ¿No pensáis decirle nunca la verdad? ¿Preferís que viva una mentira? ¿Debo recordaros que es capaz de leernos la mente?

—No veo porqué deberíamos hacer otra cosa —comentó Esme—. No quiero que sufra más, y saber de la muerte de Bella solo le causaría más dolor.

—Vuestra madre tiene razón —corroboró Carlisle—. Así que asunto zanjado, es lo mejor. Edward no tiene que enterarse, no se puede hacer nada por Bella así que es mejor que no lo sepa.

—Pero…

—No, Rose. Por favor —le pedí, mi voz ya se había tranquilizado por completo. Sonaba como siempre, era lo que la determinación hacía conmigo. Me preparaba para cualquier cosa, pero tenía las cosas claras por mucho que dijeran.

Rosalie no siguió insistiendo en el tema, tenía las de perder ya que todos estábamos en contra de su idea. Ninguno queríamos contarle a Edward la verdad, bastante tenía ya con toda la pena que sentía desde que nos marchamos de Forks para encima rematarlo con la noticia. Ni siquiera yo podía decirlo en alto, era incapaz. Me resultaba difícil de creer que no fuera a volver a ver a Bella, más aún cuando hubo un tiempo en el que tuve visiones con respecto a su transformación en uno de nosotros.

Todavía me resultaba demasiado raro todo, pero estaba decidida. Me daba igual lo que dijeran, iba a largarme a Forks en cuanto pudiera.

Carlisle llevó a Esme a su habitación después de que Jasper la tranquilizara un poco. Todos estábamos demasiado tensos. Yo me quedé allí, sentada, frente a la televisión apagada. Me habría dado exactamente igual tenerla encendida ya que le habría prestado nula atención. Pasaron los minutos y Jasper continuaba sentado a mi lado, inmóvil. No hablaba, sólo me miraba. Seguramente trataría de escudriñar el porqué de mis sentimientos. No pensaba mentirle, en cuanto pudiera marcharme lo haría pero evidentemente a él se lo diría. A él no podía mentirle; odiaba hacerlo.

—Chicos —dijo alguien. Era Carlisle, había regresado—. Esme y yo nos vamos de caza.

—¿Ahora? —le pregunté. Quizá esa sería mi oportunidad—. ¿No es un poco tarde?

—No importa. Además, así podremos volver en un par de días. Esme necesita distracción.

—De acuerdo —dije, encogiéndome de hombros. Esme bajó las escaleras, se acercó a nosotros y nos dio un pequeño beso en la mejilla a cada uno.

—Emmett —le llamó mi padre—, ¿te importa si nos llevamos tu Jeep? A tu madre no le parece bien que le pidamos el suyo a Tanya.

—Claro —contestó mi hermano lanzándole las llaves de su impresionante Wrangler. El único coche que nos habíamos llevado hasta Denali y el único que nos habíamos llevado de Forks —junto al BMW de Rosalie, claro.

Así fue como dio comienzo la segunda parte de la discusión. Una vez Carlisle y Esme se marcharon yo ya no tenía impedimento alguno en salir pitando hacia Forks, a pesar de haber pasado ya la medianoche. Cada vez quedaba menos tiempo, lo sabía, por eso quería darme prisa.

Me levanté del sofá y subí las escaleras hasta el primer piso donde estaba mi habitación. Pero la puerta no se cerró detrás de mí.

—¿Qué estás pensando? —me interrogó Jasper desde detrás. Yo estaba empezando a hacer la maleta aunque no sabía muy bien para qué.

—Lo sabes muy bien —le contesté escuetamente.

—No lo dices en serio.

—Totalmente en serio —corroboré. Estaba metiendo unas cuantas camisetas en una pequeña maleta.

—Alice, no —me dijo, serio. Se acercó hasta donde estaba sacando ropa de unos cajones—. ¿Quieres parar de una vez? Por favor.

—No tengo tiempo, Jazz.

—Alice, recapacita por un momento —me pidió, colocándose delante de mí impidiéndome momentáneamente el paso. Si hubiese querido habría podido empujarle y le habría quitado de en medio—. Escúchame.

—No lo hagas —le pedí. No quería que me tranquilizara hasta el extremo de no recordar por qué estaba haciendo una maleta. En un humano le habría afectado sumiéndole en un profundo sueño, no obstante, nosotros no dormíamos. Es decir, que no nos afectaba del mismo modo.

Me miró a los ojos, su expresión era una mezcla de enfado y pesar. Cesó en su empeño al no querer verme enfadada, pero no se había terminado ahí el asunto. Era evidente que yo estaba cien por cien segura, no iba a hacerme entrar en razón —y si él no podía, nadie podría—, ya había tomado mi propia decisión. Iba a hacerlo.

—Se lo prometimos a Edward —me recriminó, tratando de convencerme—. Se lo prometiste.

—¡Yo no pensaba que esto fuera a llegar tan lejos! —grité, aunque no quería hacerlo. No me gustaba gritarle a Jasper. Quizá me estaba poniendo un poco nerviosa. Él cerró los ojos y se colocó los dedos índice y corazón en las sienes—. Lo siento, Jazz. No quería gritarte —me disculpé. Lo dejé todo, la maleta, la ropa y lo demás que había tratado de preparar a pesar de no tener sentido que me lo llevara.

—Te entiendo. Entiendo lo que quieres hacer, pero no estoy de acuerdo con ello —me dijo—, y no lo apruebo.

—Lo sé.

—Y espero que lo pienses dos veces y te quedes aquí, conmigo —me pidió, ya se había relajado. Seguramente todo esto estaba siendo muy duro para él, con nuestro dolor a su alrededor.

—Jasper, esta vez no puede ser —negué, vehemente. A pesar de no querer abandonarle de ese modo.

Salí rápidamente de la habitación. Abajo estaban Rosalie y Emmett, en plena discusión pacífica. Sonreí un poco al verles, no quería que estuviesen enfadados. En realidad, nunca estaban demasiado tiempo disgustados, siempre terminaban reconciliándose a los pocos minutos de haber discutido. Además, siempre era mejor tener a Rosalie contenta, de mal humor se ponía un poco insoportable. Y Emmett necesitaba un poco de tranquilidad, incluso yo había notado que no estaba en su mejor momento.

—¿Dónde están las llaves del coche de Tanya? —pregunté cuando llegué junto a ellos.

—¿Cómo? —dijo Rosalie. No sabía muy bien si sorprendida por pedir las llaves de un coche o indignada por no haberle dicho la marca del mismo. No estaba como para pararme a pensar en eso.

—¿El coche? ¿Para qué las quieres? —me preguntó Emmett alzando una ceja.

—Me voy a Forks —contesté, sincera. Jasper apareció justo en ese momento.

—¡¿Qué?! —exclamó mi hermana. La noticia no parecía haberle gustado demasiado. Me la repateaba.

—Alice…

—No, Emmett. Quiero las llaves, no un sermón —especifiqué por si había dudas todavía.

—¿Pretendes ir hasta Washington en coche? —me preguntó Rosalie con bastante ironía. Yo tan sólo pensaba ir en coche hasta el aeropuerto—. ¿Para qué te molestas? Si ya no se puede hacer nada.

—Déjame en paz, Rose —le espeté. Jasper se había vuelto a ir. A veces podía resultar un poco desconcertante su comportamiento, aunque no para mí. Además, siempre acababa regresando a mi lado. En menos de un minuto las llaves del Commander estaban en mi mano derecha, él me las había traído.

A pesar de los intentos por parte de Rosalie y Emmett por retenerme allí, no hice ni caso. Salí de la casa y me acerqué hasta el amplio garaje donde me esperaba ese impresionante Jeep Commander de color negro. Respiré hondo, sabía lo que debía hacer. Jasper había estado conmigo en todo momento, no se había alejado ni un metro de mí. Estábamos los dos solos.

—Volveré pronto —le dije. No sabía muy bien cuánto tiempo iba a estar en Forks, ni tan siquiera sabía qué era lo que iba a hacer allí, pero necesitaba hacerlo.

—No vayas —me volvió a pedir.

—Jazz… Sabes que si no voy no me sentiré bien. Necesito ir allí.

—Pero Rosalie tiene razón, no hay nada que puedas hacer. Y estarías rompiendo tu promesa.

Él no me había dicho nada, aunque a decir verdad no habíamos hablado más sobre aquella tarde de septiembre, pero notaba lo culpable que se sentía todo el tiempo. Culpable por haber sido el único de nosotros que trató de atacar a Bella, culpable por ser el que menos autocontrol tenía ante la sangre todavía, culpable por haber causado aquel alboroto, culpable por habernos marchado de Forks. Aunque él no había sido el causante de todo aquello, no tenía poder sobre los problemillas que se le presentaban a la hora de convivir con humanos. Al menos lo intentaba. Jasper tenía mucha fuerza de voluntad y casi siempre lo lograba. Todos teníamos momentos de debilidad y debería saber que no le reprendíamos, que yo no me enfadaba por ello. Jamás lo haría. Del mismo modo que tampoco había tenido nada que ver cuando Edward quiso abandonar a Bella Swan a su suerte y marcharnos del Estado de Washington.

—Sí hay algo que puedo hacer. Charlie estará allí, necesitará a alguien – dije. Si mi visión se cumplía, Charlie Swan se quedaría solo en el mundo y no sería capaz de superar la pérdida de su hija. No me habría sentido bien si hubiera dejado que él sobrellevara solo aquella situación.

—No tienes que consolar a todo el mundo, Alice. Ése no es tu trabajo.

—Lo sé, pero quiero hacerlo —le acaricié la mejilla con mi mano. Noté que forzaba la mandíbula.

—Te quiero —me dijo. A lo que sólo pude responder besándole. Sabía que sino acabaría quedándome, y tenía que ir a Forks. No pensaba echarme atrás ahora.

Abrí la puerta del coche y me introduje en él. En esos momentos no sabía que iban a existir demasiadas probabilidades de no volver a ver nunca más a Jasper. Metí la llave en el contacto y la radio se encendió. Ni me fijé en lo que se escuchaba. Aquel trasto era enorme. Arranqué el motor y salí del garaje. Al pasar frente al porche de la casa vi sentada en las escaleras de la entrada a Rosalie y toqué el claxon como despedida. Se me quedó mirando, pero continué hasta la primera salida. Cogería un avión en Anchorage, el primero que saliera. Rumbo a Washington.

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N/A: De nuevo mil gracias a Sango, por revisarme esto y darme tu opinión que, como siempre, me encanta saberla. Reconocerás una frase que la he dejado en tu honor xD. ¡Un besazo!

Repasé alrededor de 1000 veces toda la parte del libro sobre el acantilado, tanto antes como después, para asegurarme del momento exacto en el que Alice habría tenido la visión. Considero que fue justo cuando Jacob le dice a Bella que la llevará al día siguiente, aunque en realidad de ser así en teoría no la habría visto. La única explicación plausible que encuentro es que Bella habría ido al día siguiente con o sin él –de hecho, al final fue sin él- así que eso no le involucraba a él de manera directa, y por tanto, no influenciaba en la visión de Alice. Esto para mí tiene sentido porque sin Jacob, Bella se ahogaba –ésa es la visión que tiene Alice, en la que Bella no sale a flote- y en el último momento esto cambió, pero no a la hora de tomar la decisión.

Y la ciudad que menciona Alice para coger el vuelo es Anchorage, una de las más grandes de Alaska y la más cercana a Denali (la otra sería Juneau, pero quedaba mucho más alejada).

Por si os interesa, el Jeep Commander de Tanya lo podéis ver aquí: www . jeep . es / catalogo . html (sin espacios). Es el que aparece justo debajo del Wrangler, es decir, el de Emmett.

En unos días subiré el segundo capítulo. Espero que os haya gustado y, ya sabéis, no cuesta nada hacerme feliz... :)