Ocho días de Noviembre
Eight Days in November
Escrito por:
Emma Grant
Traducido por: PerlaNegra
Ocho.
—Lo siento.
Draco levantó la vista, dejando sin atención su intento de cocinar avena… las instrucciones le habían parecido suficientemente sencillas, pero el resultado hasta el momento había sido sólo una pegajosa mezcolanza. Había confiado en tener algo razonablemente listo para desayunar antes de que Potter se presentara. —¿Qué es lo que sientes?
Potter se inclinó contra la barra y suspiró. –Anoche dijiste que yo quería que vendieras el alma a cambio de tu libertad. Siento mucho haber permitido que creyeras que las cosas eran así.
Draco se giró alejándose del fuego y lo encaró. —¿Entonces cómo son?
Potter bajó la mirada al suelo. –El otro día me preguntaste que quiénes eran de los que estábamos huyendo. Y tenías razón… No estoy escondiéndote bajo los auspicios del Ministerio. He estado escondiéndote en sus casas seguras sin su conocimiento. Por lo que, cuando ellos esconden a otro ahí, yo tengo que sacarte primero. Usualmente con muy poco tiempo de anticipación.
—Me di cuenta de eso. Pero; ¿por qué no estás trabajando con el Ministerio?
—Sí estoy trabajando para ellos, pero… Tengo una misión por mi propia cuenta, algo de lo que no saben nada. Algo de lo que nadie sabe nada.
Draco sólo pudo mirarlo con fijeza e incredulidad. No tenía idea de porqué Potter le estaba confiando algo así. Ni siquiera estaba seguro si era bueno para Potter que se lo compartiera.
—Y necesito la ayuda de Snape. Creo que él es el único que puede ayudarme a… acabar con esto.
—Pensé que Snape estaba de tu lado. –Draco nunca lo había preguntado, pero todas las personas que conocía tenían sus sospechas acerca de él.
Potter negó con la cabeza. —No está del lado de nadie.
—En eso no es tan diferente a ti.
—Quizá. Pero quiero que sepas que no estoy buscándolo para poder entregarlo al Ministerio. Ésas nunca fueron mis intenciones. Ellos ni siquiera saben que lo estoy buscando. –Levantó la mirada de nuevo.
Draco asintió, comprendiéndolo todo. Potter no estaba seguro de poder confiar en él, pero lo que le había dicho era suficiente como para otorgarle algo de dónde apalancarse. Eso, sumado a lo que había sucedido entre ellos la noche anterior, les daba a cada uno la seguridad suficiente como para poder confiar el uno del otro.
Y tal vez fuera por el sexo, o tal vez fuera por la desesperación que había sentido los últimos ocho días, pero Draco se encontró deseando poder confiar en Potter. Deseaba ser capaz de volver a confiar en alguien y demonios… ¿por qué no en Potter? Después de todo ese tiempo, después de todo lo que había sucedido entre ellos esos años y especialmente después de lo de la noche anterior, Draco necesitaba confiar en él.
—Te ayudaré a encontrarlo —le dijo al fin—, pero bajo dos condiciones. Quiero acercarme a él yo primero y asegurarme de que está de acuerdo con esto. No te llevaré con él sin haber hecho eso antes.
—De acuerdo –dijo Potter—. Justo lo que suponía. ¿Y la otra condición?
—Me ayudarás a limpiar mi nombre y a recuperar mi vida. No puedo ni quiero continuar viviendo así.
Potter sonrió. —Yo iba a hacer eso de todas maneras; ¿sabes?
Draco rodó los ojos. —Pudiste habérmelo dicho antes.
—Lo hice. Pero no puedo lograr mucho hasta que la guerra termine. Mientras tanto, puedo ofrecerte protección bajo la Orden del Fénix. Podemos establecerte una falsa identidad y podrás vivir como muggle hasta que todo esté seguro.
Draco frunció los labios. —¿Podré tener televisión?
—Claro. Y con cable. E Internet de alta velocidad, si gustas.
—¿Internet?
Potter se rió. –Creo que ser muggle te va a gustar, Draco.
—No sabría decirte. También necesito una nueva varita.
Potter hizo muecas mientras miraba la olla con avena. –Sí, porque de otra manera te morirás de hambre.
Draco tomó una profunda bocanada de aire. —¿Debemos hablar acerca de…? —Meneó una mano entre los dos.
Las mejillas de Potter se tiñeron de rosa, situación que Draco encontró extrañamente encantadora. —Claro. Pero… ¿podemos esperar?
—¿A qué?
Potter hizo una pausa como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. —A que yo sepa exactamente qué es lo que quiero decir.
Draco sonrió. —Gracias a Dios. Pensé que sólo era yo.
Potter le correspondió la sonrisa y se quedaron ahí durante algunos segundos, sólo mirándose el uno al otro. Era embarazoso pero no desagradable. Era un comienzo, sin duda.
—¿Quieres salir a buscar un desayuno de verdad? —preguntó Potter al fin.
Draco le lanzó una última mirada al pegote de avena que había en la olla y de inmediato regresó sus ojos hacia él. —Desde luego.
fin
Bueno, eso fue todo guapos! Les agradezco sus comentarios y lecturas :-) Hasta la próxima!