Me he saltado la cronología, de forma que los merodeadores coincidan con Bellatrix en Hogwarts. Ella tendría un año, o dos más.

Cosas.

Hay cosas que Lily no soporta. No cosas como que Remus le copie los deberes de pociones, o que James –Potter, se recuerda mentalmente- y Black siempre se libren de sus castigos.

No. Cosas que directamente la revientan. Que tienen nombre y cara y que –por desgracia- no son tan fáciles de eliminar de su vida como ese borrón de tinta de su trabajo de transformaciones.

Cosas como Bellatrix Black, o su prepotencia ante el mundo. No soporta esa manera suya de entrar en el Gran Comedor, como si se creyera la reina del castillo –Lily está segura de que ni la reina Victoria entraba así en el salón de su casa-. Pelo revuelto, despeinado a propósito, andar resuelto, postura arrogante. Y esa mirada desafiante, predadora, perfilada en khôl. Cuando pasa por delante de Malfoy le roba un mordisco a su tostada y luego la deja de nuevo sobre su plato. Malfoy la mira airado y mastica un comentario despectivo por lo bajo mientras desprecia la tostada, apartándola.

Lily, desde su sitio, bufa y hace sonreír a Remus cuando aplasta con demasiada saña sus huevos revueltos.

-Es que no la soporta –murmura.

-No eres la única –contesta, mirando algún punto al otro lado del comedor.

Sirius llega en ese momento, cruzando las puertas a grandes zancadas. Alto, guapo, pose de gamberro profesional. Mochila al hombro y corbata desanudada. Pasa por delante de la mesa de los Slytherin y le dice algo a Snape que sigue leyendo como si no lo hubiera escuchado. Bellatrix y él son primos, pero ni le dirige la mirada. Ella también lo ignora.

Las pocas veces que se hablan terminan con las varitas alto y apunto de maldecirse el uno al otro. Como el otro día en la biblioteca. James y Sirius susurraban, planeando algo contra los Slytherin de la mesa de al lado. Bellatrix los calló con un sonoro Shhhh y Sirius empezó a hablar más alto, mirándola de reojo, provocándola. A ver cuanto aguantaba antes de saltar como una tigresa. Podrían haber llegado más allá de simples insultos y un par de maldiciones pero James intervino y con un ¡Canuto, viene alguien! Sirius se detuvo. Recogió sus cosas –y las de James- y le murmuró algo a Bellatrix que Lily no consiguió escuchar. Bellatrix no movió un músculo de la cara, pero partió la pluma en dos en cuanto los dos chicos ya no podían verla.

La risa helada de Bellatrix hace que vuelva a mirar de nuevo hacia la mesa de las serpientes. Se echa cereales en la taza y se lame los dedos –uno a uno, lentamente- cuando se le manchan con el café. El pequeño de los Lestrange –que le estaba contando esta historia tan divertida- se atraganta con su tostada.

-No. La. Aguanto. –se levanta de su asiento y saluda a Sirius con un gesto, que llega a la mesa justo cuando ella se va.

Bellatrix supone todo lo que Lily más desprecia en el mundo -Es arrogante, mentirosa y fascista- pero también tiene todo lo que ella quisiera tener. Es inteligente –en su primer año en Hogwarts fue la mejor de la promoción- segura de si misma y porqué negarlo, también guapa. Tiene pechos grandes y firmes, y piernas interminables. Ella por el contrario está demasiado delgada, tiene la cara llena de pecas y el pelo de color rojo.

Hay veces que a Lily le gustaría ser como Bellatrix.

-¿Adonde vas con tanta prisa, sangresucia? –dice Bellatrix por encima de las voces del comedor.

Y se odia por ello.

-¿Cómo coño la has llamado, puta serpiente de mierda?

James aparece como por arte de magia y replica antes de que ella pueda contestar.

Pero el resto del tiempo, prefiere ser como es.