Disclaimer: lo que podáis reconocer no me pertenece. No saco beneficio de esto, sólo manejo como puedo los personajes de Tolkien
Indescriptible. A pesar de los años seguía sin identificar a qué olía. Era dulce y suave, como ella. Pero su sólo recuerdo le inundaba los sentidos con fuerza e ímpetu. Como ella, también. A pesar del tiempo, seguía guardando en su interior su encuentro, los pequeños momentos compartidos en Imladris. Sus ojos grises, brillantes, llenos de vida. El pelo oscuro, cayendo grácil sobre la espalda. La piel de marfil, que le daba aspecto de muñeca. Sus labios. Sus labios eran… besables.
Cualquiera que supiera de sus pensamientos creería que estaba enfermo, con mucha, mucha fiebre. Él, el capitán de los montaraces, embobado como un quinceañero. Y hacía mucho que había dejado los quince años atrás. Andó con tranquilidad por los parajes, hasta que un elfo salió a recibirlo. Pasó a través de bosques, habló con la dama Galadriel, pero todo parecía irreal.
Porque sabía que ella había estado allí. Pisando el mismo suelo, viendo el mismo cielo. Se puso las ropas que le ofrecieron y caminó a través de los árboles. No fue consciente de nada, sólo de verla. Seguía igual. Seguía oliendo igual. Cada vez más intensamente, acercándose, enturbiándole los sentidos. Y con el pasar de los días, cuando había decidido que Arwen Undómiel olía sencillamente a Arwen Undómiel, un nuevo interrogante se formó en él.
Su sabor. El sabor de Arwen en su boca era indescriptible. Quizás también en ese caso, tan sólo le quedaba pensar que sabía a Arwen Undómiel.
Por si acaso, seguiría probando.
Probándola.
Pequeña viñeta de Aragorn.
No lo toméis mucho en cuenta, delirios de medianoche. Porque Aragorn también es humano y en algún momento tuvo que sentir algo parecido a esto. O no, quien sabe.
Para piropos, tomatazos y lo que queráis, dejad un review. Agradezco mucho las críticas, es mi primera historia de El Señor de los Anillos.
Un besazo,
Laia