Disclaimer: La mayor parte de los personajes, lugares, hechizos, y, en resumidas cuentas, ese mundo mágico, pertenecen a J.K. Rowling, y no a mí, que tan sólo los cojo prestados.

Prólogo

Biarritz, 1838

Caía una lluvia fina. De esas que persisten, y que a lo largo de las horas terminan por calar en todas partes. Cerca, demasiado cerca, el mar bramaba, como esperando cambios. Las olas se estrellaban contra el acantilado sin cesar, una y otra vez. Todo mi vestido estaba empapado, y mi pelo también. Aquel recogido que llevaba siempre era ya una maraña. Podía haber realizado algún hechizo para secarme, pero ya no tenía ni ganas ni fuerzas para seguir. La ropa, se adhería a mi cuerpo, y me hacía temblar, cada vez con mayor frecuencia, de frío. Los zapatos ya los había dejado a un lado. Jugueteé con mi anillo de nuevo. Estaba amaneciendo cuando me asomé por la pequeña ventana que desembocaba al mar, y una brisa azotó mi rostro, secando una lágrima rebelde, que resbalaba por mi mejilla. Él seguía durmiendo o al menos eso parecía, dentro de aquel cuarto, tan pequeño y mugriento, que no me sorprendería encontrándome alguna rata huidiza. A lo lejos, los veleros partían a la mar. Haber encontrado aquel faro, en la pequeña ciudad de Biarritz, había sido una verdadera suerte. ¿Suerte? Imposible de utilizar ese término, en realidad. Las cosas se habían complicado tanto desde aquel sencillo plan inicial, que ahora solamente quedaba improvisar. Debíamos ir a buscarle primero a él. Apreté el puño, con rabia. Maldita sea. Todo por su culpa. Las palabras del poderoso hechicero resonaron en mi mente de nuevo. Hacía ya meses, no sabía con certeza cuántos, que las había escuchado por primera vez. "Un rubio, un moreno y un pelirrojo; ángel, fantasma y demonio; pasado, presente y futuro…" Las palabras se perdieron en mi mente. Hacía ya varios meses que la locura había empezado para dar paso a la traición. Dirigí de nuevo mi mirada al mar. Arrugué el ceño, notando como se secaba un poco más mi pelo castaño y enmarañado. Toda historia tiene un principio. ¿Cuál es el principio de todo esto? ¿Cuál es el principio de mi perdición? Cerré los ojos.

Recuerdo… recuerdo… que todo empezó con… una… tarde… otoñal…

Capítulo 1: El chantaje

Preciosa tarde otoñal, al lado de mi árbol favorito, justo al lado del lago cristalino de Hogwarts. Por qué he elegido esta vez este lugar para estudiar es algo que todavía no me explico. Pero la soledad de este álamo, como apartado del mundo, me ha llamado la atención siempre. Suspiro, tranquila, mientras miro el cielo y esas tonalidades tan diversas y cambiantes. Harry, Ron y Ginny están entrenando, como cada jueves. Seguro que terminan tan cansados como siempre y con un humor insoportable. No es que los critique, pero tener como objetivo próximo machacar a los Slytherin en el siguiente partido, me parece del todo un sin sentido, un objetivo demasiado simple. Me encojo de hombros. Ellos sabrán. Dónde estén el olor de libros, de tinta y de pergaminos, que se quite todo lo demás.

Yo estoy repasando por enésima vez los deberes de Aritmancia, que poco a poco se está convirtiendo en mi asignatura favorita. Todos esos símbolos por desvelar… Es algo totalmente apasionante. Contemplo con orgullo mi trabajo. Sonrío. Ni un solo fallo, en esta traducción. Al menos, eso espero. Ahora realizaré el toque final, y por el que espero, me concedan la máxima nota. Adornaré los cantos del papel, con una bonita cenefa, que no sea muy recargada, pero que le dé un toque distinguido. Una suave brisa, ya algo fresca, agita mi cabello y me revuelve los pergaminos. Los recojo con torpeza.

Cuando dirijo de nuevo la pluma hacia mi trabajo me percato de algo… Hay un algo o alguien que me está haciendo sombra y se interpone entre los escasos rayos del sol de la tarde que me llegan y mi pergamino. Maldita sea. ¿Se ha detenido delante de mí? Ridículo. No recuerdo haber dicho a nadie que había venido aquí. Genial, han descubierto mi pequeño escondite. Arrugo el entrecejo, cada vez de peor humor. Pero de pronto me llega el olor a perfume caro. Demasiado recargado para mi gusto, demasiado… empalagoso. Me armo de paciencia.

- Granger. – ¿Malfoy? No puede ser. Cómo no sea para insultarme otra vez, no entiendo para que está aquí. Lo mismo desde que estoy aquí, el mundo gira al revés y todo el mundo se ha vuelto idiota. Una vez le pegué una sonora bofetada, y por su bien debería saber que volvería a hacerlo. Que no tiente su suerte. Un momento… ¿Va sólo? ¿Malfoy sin sus Crabbe y Goyle? No haré más elucubraciones. Me andaré con ojo a ver qué es lo que demonios quiere. Contaré hasta diez, como me enseñaron hace tiempo, y no perderé la calma…

- ¿Dónde has dejado a tus perros guardianes, Malfoy? – Malfoy torció el gesto, pareció él también estar reprimiéndose. Alcé una ceja y miré alrededor, nerviosa. Malfoy, de toda la vida, han significado problemas.

- Granger – repitió otra vez, arrastrando las palabras como de costumbre.- No sabes lo que me cuesta esto. – hizo una pausa dramática. ¿Qué le cuesta qué? Yo creo que le han envenenado o algo para que haga el ridículo delante de mí y me desternille de risa un rato, porque no entiendo nada. Alzando ahora las dos cejas, lo miré de arriba abajo, mientras él esbozaba una mueca. Oh, sí, era tremendamente guapo y a la mitad del alumnado femenino le encantaría estar en este preciso instante en mi cuerpo. Vamos, que está muy bien. Pero es un cabrón. Y yo sólo deseaba que el tonto este desaparezca de mi campo de visión, porque si no voy a estallar como una bomba atómica, y me llevaré a este engendro por delante.

- Oh, vamos… Suéltalo, sea lo que sea. Sabes de sobra que cualquier pregunta que formules tendrá de respuesta un claro y rotundo no. Y como tardes mucho más me iré. Tengo mucha, muchísima prisa. – Y lo volví a mirar, ceñuda. Me crucé de brazos. Jamás había observado esos dos ojos de hielo que luce tras esa máscara de odio y de repugnancia. Mejor será que mire hacia otro lado.

- Necesito ayuda. – se le veía verdaderamente apurado. Tenía mis motivos fundamentados para pensar que estaba fingiendo. Pero, no sé, lo mismo quedaba un algo de bondad detrás de toda esa chatarra superficial. No, Draco Malfoy sólo merecía que le dieran una gran patada en su culo.

- ¿Y necesitas MÍ ayuda, Malfoy? – Oh, vamos, hay que reconocer que no soy la popularidad en persona, sino todo lo contrario. ¿Es qué no había nadie más? ¿Es que era a mí a quién había decidido amargar la tarde?

- Es que, verás… - dudó, y yo lo volví a mirar, críticamente- necesito ayuda para Aritmancia. Esa condenada asignatura. Con unas clases particulares en secreto…

- ¿Clases particulares? ¿En secreto? – Me reí exageradamente. – Malfoy. NO. Ahora, si me perdonas, empieza a hacer algo de frío aquí fuera. – En mi cabeza, sólo tenía un solitario pensamiento que se repetía con insistencia: "Sal de ahí, sal de ahí, sal de ahí…"

- Te pagaré…- Mis ojos se agrandaron al máximo.

- No soy sobornable.

- Granger…

- No. No tengo la culpa de que hayas elegido una asignatura que te supere para este año… - bajé la mirada, y cuándo iba a marcharme me agarra del brazo… ¿Pero qué le pasa a este? Sin duda le han debido de dar una droga muy fuerte, para que me toque a mí. A lo que él considera un engendro de la naturaleza por no ser sangre limpia y todo eso.

- Voy a suspender.

- ¿Y? ¿Ahora le pides ayuda a la sangresucia? – dije, con retintín. – Déjame en paz. – he hice un movimiento brusco para liberarme de su agarre. Pero él me sujetaba con fuerza. Me miró a los ojos. ¡A los ojos! No soy una persona que cae en los encantos de otra con una mira intensa, si era eso lo que pretendía. No puedo evitar pensar si no estará drogado o algo. Eso sí, sus ojos son… Mejor aparto mi mirada de esos ojos.

Cualquiera que pasara por allí en ese instante pensaría mal, y con razón. Su cara estaba a punto de rozar la mía. ¿Acaso estaba soñando? Esto era surrealista puro y duro. Si era un sueño, por favor que alguien me despierte. Lo miré, ya con algo de miedo.

- Malfoy, suéltame. – Dije con voz segura y autómata – No voy a darte clases de nada en toda mi vida. – Al fin logré liberarme de su aprisionamiento. Recogí mis cosas rápidamente, que estaban esparcidas por el césped y me fui derechita a la entrada principal. Cuanto se lo cuente a Ron y a Harry no se lo van a creer.

- Granger, no me estás dejando otra salida – noté cómo me seguía, así que apreté el paso, para ir más deprisa. ¿De qué otra salida habla? Loco, está loco de remate. – Haré correr el rumor de que estás preñada del Weasley y… - Me paré en seco, y se chocó conmigo. Me di la vuelta lentamente. – Que al bebé lo llamaréis Harry o Henry. A los pocos días todos te mirarán mal. La empollona del siglo no es capaz de ser responsable en todos y cada uno de los ámbitos. Ya me entiendes. – Y miró hacia el cielo con aire despreocupado. Hermione, será mejor que cuentes de nuevo hasta diez. Uno… Dos…

- Eres malévolo, ¿lo sabías? ¿Crees que voy a caer tan bajo de sucumbir a tu vulgar y triste chantaje? – Lo miré, todavía incrédula. - Además no eres capaz de hacer algo así… Por Merlín, sí eres capaz. – dije, cayendo en mi error. Arrugué el ceño. Estúpido Malfoy drogado. – Sí, eres malévolo. – dije, aunque alcé la cabeza intentando recuperar la poca dignidad que me quedaba.

- Eso dicen. – Lo miré con repugnancia. Además esa fragancia suya me estaba poniendo de los nervios. Seguiré contando hasta diez para calmarme y no dejarlo inconsciente aquí mismo. Tres… cuatro…

- Me das asco. A ver… - Tengo que deshacerme de él, sea como sea. Después me reiré con mis amigos, y será algo de lo que nos estaremos riendo durante décadas. Sí, eso es…- ¿Por qué no le pides ayuda a otro o… a la profesora si tantos problemas tienes con Aritmancia? Ella sabe mucho más que yo, aunque parezca mentira. – dije, intentado liberar tensiones sonriendo, sin mostrar mi tensión.

Hizo cómo si no me hubiera escuchado.

- ¿Mañana a las siete? – Increíble.

- Malfoy. NO. – Más claro, agua, guapo.

- Y si es chica la llamaréis Clarisa. – siguió diciendo, como si fuera lo más normal del mundo. Cuatro, cinco, seis… – Además Harry también va detrás de ti desde que sabe lo del embarazo. –siete, ocho,…Menuda imaginación malgastada. Pero la gente se lo creería. Cualquier chisme es bueno para acabar con la reputación de alguien que se lo ha estado ganado durante varios años. Y eso sí que no.

Planteé mis opciones. Maldito Malfoy. Sigo contando hasta diez… Nueve… diez… Vale, ¿Alguien sabe que se hace cuando se llega a diez y no te has calmado, nada de nada? Miré de nuevo a Malfoy, que seguía a la espera de la respuesta al veredicto.

- Puedo inventarme muchas más historias – sugirió él – en las que salgas tú con… ¿Snape?

Le dirigí otra mirada, cargada de odio. Al final cedí.

- Está bien, está bien. – Y en sus ojos apareció la mirada del triunfo. Al fin y al cabo… sólo era ayudarle con los deberes y eso…No tenía nada de malo, ¿no? Y lo mismo para mañana ya se le había pasado el efecto de la droga esa que debía de llevar para haber perdido todo juicio lógico y racional.

- Mañana a las siete te espero en la entrada a las mazmorras.

Y se fue sin dirigirse a mí para despedirse. Mal educado. Mal educado y chantajista. Jamás me ha importado lo que opine la gente de mí… Pero debido a las tensiones recientes entre Ron y yo, el rumor del embarazo hubiera sido del todo creíble.

Estaba cayendo bajo. Y lo sabía. Arrugué el ceño, y subí las escaleras con pesadez.

Cuando llegué a la sala común de Griffindor, descubrí que estaba repleta de gente. Espero que nadie me haya visto con el Slytherin. Sería cómo una traición a la casa. En realidad es una tontería, pero una tontería que se puede convertir en tu tortura si alguien de tu casa se entera.

Sin prestarle mucha atención a la gente, y con un notable cabreo, me dirigí a la habitación, aunque alguien me tiró de la manga. Genial… ¿Quién sería esta vez?

- Hermione…

- Ron. Ahora no. – le corté, quizás con demasiada dureza. Habrían acabado ya los entrenamientos. Ron era muy, muy pesado cuándo se lo proponía. El por qué últimamente estaba así conmigo era algo incomprensible. Bueno, quizás no era incomprensible del todo.

- Mañana es viernes. – me dijo en un susurro, mientras se interponía entre yo y las escaleras que conducían a la habitación de las chicas.

- Muy bien, Ron… ¡Al fin aprendiste los días de la semana! – dije, descargando mi sarcasmo y mi mal humor en él.

A Ron pareció molestarle aquello. A ver si por una vez en su vida me dejaba respirar, me dejaba espacio. Necesito pensar.

- Hermione… Mañana hay salida a Hosmeade… - Oh, no, no y no. ¿Esto era una especie de… cita?

- Ron, lo de mi gato no se va a arreglar con un paseo a Hosmeade. Deberías estar más ocupado pensando cómo devolverlo a su forma gatuna. – A esto me refería a las "conocidas tensiones" entre Ron y yo.

- ¡El gato se convirtió sólo! – Ya empezamos. Este tipo de conversaciones me sacan de quicio. Pérdida de tiempo, no llegar a ninguna conclusión… Vamos, lo que querría cualquier persona normal con la mente debidamente ocupada en cosas más transcendentales.

- ¿En ratón? Dudo que pueda hacer eso.

- Si hubieras aceptado la vez que te lo pedí, nada de eso hubiera pasado.

- Ron, eso está más que hablado. – dije, cansinamente. Paciencia.

- Ya sé que no soy lo suficientemente guapo, o inteligente para ti.

- Ron… - otra vez ¡No! Cada vez había más cotillas deseando escucharnos, y nuestras voces sobresalían de las de la multitud. No quería volver a ser el centro de atención por su maldita culpa.

- ¡Quizá Harry te parezca mejor que yo! – Dijo alzando la voz de una manera desproporcionada. Esto ya era el colmo. Ya teníamos la escenita otra vez montada, la gente cotorreando, y yo a punto de pegarle una bofetada. Y ya era la segunda vez que había estado tentada a hacer esto en un mismo día. ¿No dicen que a la tercera va la vencida?

- ¡Ron! ¡Sabes que tú no me gustas, ni tú, ni nadie! – y le pegué un empujón para poder pasar hacia el cuarto de las chicas. Pero él no se apartó. Me sacaba ya por lo menos medio metro de altura. Era imposible pasar sin que se apartara por propia voluntad.

- Mañana a las siete te espero bajo. Si no vienes lo comprenderé… - Ahora dice que lo comprenderá. ¿Cuándo madurará? Cuando llegue ese día, organizo una macrofiesta - Ron, de verdad, no creo que pueda. Déjame pasar.

Al final me franqueó el paso. Al fin. Pero cuando llegué a la habitación, descubrí que no estaba vacía, para mi desgracia. Primero, tratos con un medio mortífago (Si es que no lo era ya), después un pelirrojo pecoso y pesado, y ahora… ¿Qué? Alucinante. Ni en mi propia habitación podía encontrar un poco de tranquilidad para desconectar de todo. Mis ojos se quedaron cómo platos cuándo descubrí que había una pareja besándose apasionadamente en un rincón.

Genial. Ginny y Harry.

Carraspeé una o dos veces, pero para mí fastidio, no me oyeron.

- Siento ser inoportuna, pero… digamos que quiero descansar. – Dije suavemente.

- ¡Hermione! – saltaron los dos a la vez. Sonreí, patéticamente.

- Sí, así me llamo – puse los ojos en blanco.

- Creí que estabas en la bibliotec…

- Claro, porque siempre estoy en la biblioteca. – dije con pesadez. Mi enfado iba en aumento.- Pues no, hoy no estoy en la biblioteca, estoy aquí. Y necesito descansar aquí. Lo siento. – tiré los libros a un lado, encima de mi cama.

Se miraron entre ellos, ¿Acaso se creían que no me daba cuenta?

- Hermione, deberías reconciliarte con Ron. - ¿Desde cuándo Harry hacía de padre? – Lo está pasando mal, y está insoportable.

- Eso ya lo he notado. Está insoportable.

- Deberías ir mañana con él… sólo para hablar. –Aclaró, a mi otro lado Ginny.

Estos se han tenido que poner de acuerdo a mis espaldas. Para planificarme la vida. Claro, la pobre y desvalida chica, que no tiene citas con chicos, que no se divierte, que no sale a la puerta de la calle. Que no tiene muchos amigos, pero que creía que los pocos que tenía eran de los buenos.

- No quiero hablar, de verdad. Quiero quedarme aquí y terminar de estudiar el tema de pociones.- ¿Tan difícil de comprender era eso?

- Nosotros también vamos a Hosmeade, antes de que empiece el invierno. – Y se miraron de forma que parecía que iban a empezar a besarse otra vez. Me mordí el labio. Imposible: No les podría contar el chantaje de Draco. No lo debía hacer. ¿Acaso lo comprenderían? ¿Comprenderían todo lo que me había costado… aceptar?

- Además mañana tengo muchas cosas que hacer. Los exámenes están ahí ahora mismo.

- Hermione…. Te queda todo el fin de semana… Relájate por una vez en tu vida. – Y Harry me empezó a hacer un pequeño masaje en la espalda. – Deberías salir más a menudo. Sal con Ron.

Estuvieron a punto de salirme unas lágrimas de frustración. Sal con Ron, sal con Ron… ¿Cómo quitármelos de encima? Ya lo tengo.

- Mañana no puedo salir, simplemente. He quedado con otra persona. – Al parecer eso les pareció mucho más interesante para iniciar otra conversación. Y yo estaba a punto de gritar algo incoherente. Pero no me suelo dejar llevar por los nervios tan fácilmente.

- ¿Con quién? – preguntó mi mejor amiga, Ginny, alargando notablemente la "e", y acompañando el gesto con unos codazos en las costillas.

- ¿Lo conocemos? – Sí, Harry, es un chico que te cae muy bien, estarías encantado de que te lo presentase. Uf. La idea era tan absolutamente absurda, que me entraron ganas de reír, por primera en vez en todo lo que llevaba de tarde.

- No creo. – Quizás contestando con monosílabos lograba que me dejaran.

- ¿De qué casa es?

- ¿Edad?

- Chicos, me estáis agobiando. – Omití decir: Chicos, me estáis atosigando mucho, ¡demasiado! Les cuento algo sobre chicos, y ya parece que todas sus preocupaciones con Hermione se disipen. Oh, muy bien, Granger al fin decide dejar atrás su soltería. Totalmente ridículo. Soy totalmente dueña de mis decisiones. Suspiré. -Ya os contaré. Escondeos, creo que viene alguien. –Los dos se escondieron en el aseo. Se oyeron pisadas y abrieron la puerta de inmediato.

- ¡Hermione! Al fin te encuentro – Un momento… ¿Lavender se alegra de verme? Desde luego hoy no es mi mejor tarde. Si no fuera porque es imposible, diría que hoy han repartido una sustancia prohibida en el vestíbulo del colegio. ¿Qué pasaba hoy?

- ¿Qué quieres? – Cómo detesto a esta chica. Va de ¡Miradme todos! Soy la más guay.

- Resulta que hay un extraño rumor. – arrugué el entrecejo, y ella pareció asustarse de la mirada asesina que le eché.

- ¿Un rumor? Qué raro… - dije sarcásticamente. Espero que no sea sobre mi "embarazo".

- Sí. – sin esperar a que yo diera señales de vida, comenzó a hablar, muy interesada. - Resulta que Pansy asegura que intentas quitarle el novio, porque esta tarde has estado con él. – ¿Propuestas? ¿Me río o lloro?

- ¿Yo? ¿Y vosotras os habéis creído que he estado con Malfoy? Él y yo somos cómo el agua y el aceite. Desde luego, la gente ya no sabe lo que inventar, ¿No crees?

- Sí, eso les he dicho, que era imposible. Bueno, me voy. – Será falsa y cotilla… La muy…

Cuando cerró la puerta, Harry y Ginny aparecieron de nuevo en la habitación.

- Ginny péinate un poco antes de salir, y arréglate la ropa… - Se sonrojó un poco.

- ¿Quién era? – pregunta, sin mucho interés.

- Lavender y sus cotilleos.

- He oído algo de Malfoy y tú… -dijo Ginny. Me miró perspicaz. ¿Malfoy y yo? Que alguien me despierte, por favor.

- Necesito terminar de estudiar. Así que por favor… - A ver si se largaban de allí de una vez.

- Sí, ya nos vamos… - concluyó Harry, cogiendo a Ginny de la mano y poniéndose la capa de invisibilidad. – ¡Ah! No te preocupes… Averiguaremos por quién has dejado tirado a Ron. – Y dieron un portazo.

¡Ja! Tirado a Ron. Yo a Ron nunca le di esperanzas. Ron es Ron. Simplemente. ¿Por qué todo el mundo tenía la manía que Ron y yo acabaríamos felizmente casados con cuatro o cinco hijos en una granja perdida de la mano de Dios? ¿Acaso porque discutíamos mucho?

Bueno, ahora mis pensamientos debían centrarse en mañana. Desde luego mañana sería un día duro.

Me pregunto para qué quiere Malfoy clases… Puede sobornar a la profesora nueva. Y no chantajearme a mí. Hay algo oscuro, algo más, estoy segura… Me intriga y me repugna a la vez. No podía tratarse de nada bueno, en todo caso. Me puse ropa cómoda y me puse a leer, evadiéndome de todo lo demás, sola en la habitación, mientras se oían las risotadas de la sala común. Atardecía, como una tarde más de Hogwarts. ¿Una tarde más? Bueno, quizás esta había sido del todo sacada de un cuento de terror. Suspiré.

Sin lugar a dudas, mañana sería un día duro.

***.

¡Felíz 2008 a todos!

Nada, aquí estoy con un nuevo fanfic. Espero que os haya gustado y queráis seguir leyendo.

Maghika