Capitulo 7

Mis hechos demuestran lo que mis labios no saben decirte

La cara de Vegeta me estaba haciendo sentir muy mala persona. Me había pasado... lo reconocía. Yo había jugado muy sucio y él estaría con un enfado monumental durante las próximas décadas.

No le culpaba. Pero es que sus contínuos desplantes, sus celos, sus faltas de atención, sus impulsos primitivos (que a veces sí que me gustaban ) me estaban llevando al límite de mi paciencia y de lo que mi estado mental podría soportar.

Pensé en mis baches con Yamcha, el cual me sacaba de quicio y me ponía negra con sus contínuos coqueteos con otras mujeres y parecía un juego de niños al lado de mi actual... "relación". Que esa es otra, nunca sabía como presentar a Vegeta. ¿Mi novio? no. ¿Mi marido? No nos habíamos casado. ¿El padre de mi hijo? ¿El hombre con el que vivía y teníamos un hijo en común? Todo era raro, como nuestra relación lo ha sido desde un principio. De hecho aún recuerdo las caras de nuestros amigos cuando les dije que estaba embarazada de Vegeta. "¿Te has vuelto loca? Es el enemigo.".

Enemigo o no siempre he tenido una gran facilidad para enamorarme de quien no me convenía y esta vez había dado además con la horma de mi zapato. Vegeta y yo siempre hemos chocado mucho, pues tenemos un carácter similar. Además que sea un arrogante, orgulloso y prepotente no facilita la relación, o lo que tengamos, con él.

Desde que se fue la noche anterior tras mencionar a Marian no había vuelto a saber nada de él. Normalmente siempre venía por las mañanas a verme, más bien a exigirme, que le hiciera el desayuno, pero hoy no había aparecido. Y además me extrañó que Trunks no se oyera en toda la mañana. Salí de la cama y fuí hasta la habitación de mi hijo donde vi a un Vegeta de pie mirando la cama vacía de Trunks.

Estaba muy callado.

Lo llamé pero me ignoró y de brazos cruzados se dirigío a la ventana y salió de allí.

Bajé hasta el salón donde Trunks estaba jugando con algunos juguetes y me fui hasta la cocina, cogí el teléfono y llamé rápidamente a Marian.

- Creo que me he pasado. - Dije después de contarle lo sucedido anoche.

- Es que eres un tanto exagerada, hija. Esta bien que se merecía un escarmiento, y lo estabamos haciendo muy bien hasta que te pusiste a mencionarme en mitad de un orgasmo. - Se rió sin parar.

- ¡No te rías! - Le regañé. - Ahora no sé como arreglarlo.

- Es Vegeta... es un hombre muy complicado, pero sin embargo puedes aprovechar su debilidad.

- ¿Debilidad?

- Hay que decirtelo todo, con lo lista que eres. - Resopló. - Su debilidad eres tú.

- No sé, Marian... esta vez creo que no habrá manera de arreglar esto.

En eso llevaba razón. Yo siempre he sido la debilidad de Vegeta, pese a su manera fría y orgullosa de ser siempre he terminado sacando su parte humana. Pero esta vez era diferente, Había dañado su orgullo haciéndole creer que prefería a una mujer antes que a él, y su arrogancia puede con él.

Fui a buscarle a la cámara de gravedad y cuando entré él no estaba, sin embargo vi algunas cosas que me dejaron pensativa. Tenía un par de cajas de comida, otra con varios uniformes y estaban apiladas en una esquina.

Vegeta apareció por detrás y me sacó de mis pensamientos.

- ¿Qué es esto, Vegeta?

- ¿Se te ha olvidado que me has echado de tu casa? - Entró de brazos cruzados y se sentó en la cama que tenía allí.

- ¿Te vas?

- Necesito entrenar seriamente y aquí hay demasiadas tonterías que me entorpecen en ello.

- ¿Y tu hijo?

- Trunks es listo, entenderá perfectamente que sus padres se separen. - Me escupió mis propias palabras en la cara. - Solo te advierto una cosa.

- ¿Qué?

- Cuando esto acabe, los androides mueran y la amenaza esté desaparecida vendré por mi hijo y me lo llevaré conmigo. Un guerrero de su clase no puede vivir entre humanos inferiores.

- Nunca te llevarás a mi hijo. - Me asusté, pero sabía en el fondo que estaba mintiendo para hacerme sentir mal.

- Exterminaré este planeta yo mismo, contigo y con esa mujer dentro.

Ahí estaba. Su debilidad. Los celos le cegaban y el orgullo aumentaban su ceguera.

- Vegeta...

- Nada de lo que digas cambiará mis planes.

- Te quiero.

Contuvo la respiración un instante mientras sus ojos petrificados se clavaron en los míos y no era capaz de articular palabra alguna. No podía continuar con esto, era un camino absurdo de venganza y fuego que nos estaba deteriorando innecesariamente. Tenía mi orgullo pero sabía aceptar cuando yo metía la pata. Tenía que aceptar que Vegeta era así, sin mas medias tintas.

- ¿Es otra cosa nueva que quieres probar?

- Estúpido, estaba enfadada contigo, siempre me tratas como un mero objeto que tiene que ser poseído por ti, como si fueses mas que nadie y fuese de tu propiedad.

- Tenemos un hijo. Eres mía desde que llegué aquí.

- Y eso no me convierte en un objeto de tu almacén.

- O estás conmigo o estás con otro, pero no comparto lo que es mio.

- Es que no confías en mi, nunca lo haces.

- Por que vas siendo simpática con todo el mundo.

- ¿Y qué quieres? ¿Qué sea mas seca que una pasa como lo eres tu? Lo siento Vegeta, no me sale.

- Hmmmm

- Que sea amable con la gente no quiere decir que me quiera acostar con ellos. Sólo te quiero a ti.

- Y a esa mujer.

- Esa mujer es como una hermana para mi, no hay nada entre nosotras.

- ¡Os vi! - Apretó los puños. - Encima embustera.

- Estabamos fingiendo porque sabía que nos mirabas.

- ¿Qué?

- Llevaba el detector de KI en el bolso...

Vegeta me estaba desconcertando. Relajaba su postura pero su cara estaba tornando a un tono más rojo y le faltaba echar humo, en plan cacerola antigua.

- ¿Te estás riendo de mi? ¿ Os estáis burlando de mi? - Gritó fuera de si. - ¿Pero cómo os atrevéis?

- Sólo quería darte un poco de escarmiento por...

- Escarmiento dices...- Se acercó a mi despacio. Tragué saliva. - ¿Y lo de mencionarla cuando anoche te tocaba?

- Era fingido...

- ¿Fingiste conmigo? - Juraría que su pelo se estaba tornando a dorado ligeramente. - ¿Cuánto te has reído de mi, mujer?

- No, contigo no. - Retrocedí hasta la pared. - Quiero decir que fingí cuando mencioné su nombre. Contigo nunca fingiría.

Y aquí aproveché la debilidad que mencionaba Marian y hice acopio de todos mis encantos.

- Contigo nunca necesito fingir. - Me acerqué con cautela a un Vegeta alterarado. - Siempre sabes hacer que disfrute por completo.

Puse la mano en su pecho y empecé acariciarlo despacio, mientras me acercaba a su boca.

- Tenías razón en lo que dijiste, Vegeta.

- ¿Eh? - Respondió mientras noté su pulso acelerarse y su compostura se relajaba un poco.

- Nadie puede darme lo que tu me das.

Atrapé su boca con la mía y le besé, sin recibir respuesta. Siempre se hacía de rogar el muy pedante.

- Te quiero. - Dije cuando me aparté para mirarle. Acaricié su cara y volví a besar sus labios.

Poco a poco sentí como me correspondía y como sus manos empezaban a rodear mi cintura.

- ¿Y esa terrícola?

- Es mi amiga. No me gustan las mujeres – Me reí por la sola idea de dudar eso de mi. - me gustan demasiado los hombres.

- ¿Los?

- Ay, Vegeta... - Meneé la cabeza. - Tú. Me gustas demasiado tú.

Y por un momento se dejó llevar y susurró en mi oído algo cuando se apartó de mi boca. "mis hechos demuestran, lo que con palabras no puedo decirte".

Y supe a lo que se refería.

FIN.