Prólogo
-¿Para que me mandaste a llamar?- preguntó con ansiedad mientras ingresaba al recinto, para después cerrar la puerta tras de si y sacar su varita. Con rapidez colocó todos los hechizos protectores que conocía y se permitió respirar con tranquilidad por un instante, antes de posar sus ojos sobre su acompañante y aguantar otra vez la respiración. Su acompañante le sonrió tristemente y con un movimiento de la varita, y sin pronunciar palabra alguna, colocó un hechizo de insonorización.
Cuando cayó en cuenta que estaba completamente aislada del mundo en ese instante, recorrió la distancia que los separaba y se aferró al cuerpo varonil de su acompañante. Sus ojos se aguaron y lentamente las lágrimas comenzaron a escapar de ellos. Había escondido instintivamente su rostro en el pecho de el, mojando su camisa negra con sus lágrimas, pero no le importaba y sabía que a él tampoco. Con lentitud separó su rostro y subió sus ojos para encontrarse con la mirada de él posada sobre ella. Con lentitud se acercó a sus labios, empinándose un poco para poder alcanzarlos, y comenzó a besarlos lentamente, mientras el sabor de sus lágrimas se colaba en medio del beso.
-Yo también te extrañé.- susurró el joven en tono socarrón, entre los besos que se daban. Sus manos estaban alrededor de la cintura de ella y la aprisionaba contra su cuerpo, tratando de retenerla lo más posible consigo. Ella sonrió levemente y le dio un golpecito en el pecho aparentando indignación. Con esa simple frase, la tensión que había en el aire se había esfumado.
-Eres un idiota.- dijo mientras acariciaba la espalda de él con sus dedos. -Semanas sin saber absolutamente nada de ti. Noches enteras pensando en ti y en como estarías, imaginándome lo peor. Semanas pidiéndole a cualquier ente divina que te protegiera y te cuidara.- continuó susurrando con voz quebraba por el llanto y con la mirada pérdida en la nada, mientras su mejilla estaba apoyada en el pecho de él.
-Ni siquiera una carta. Una mísera carta diciéndome que estabas bien. Que estabas vivo. Y yo muriéndome de preocupación y desesperación por ti. Extrañándote todos los días y volviéndome loca porque a ti, no se te ocurrió que una carta sería suficiente como para tranquilizarme.- le espetó con rabia y con dolor acumulado por la larga espera. Se aferró más a su cuerpo y se abrazó más fuerte al cuerpo de él.
-Amor.- la llamó él con suavidad. -Yo también te extrañé demasiado. Pero no podía hacer nada, ya que aunque quisiera me era imposible escribirte. Te pondría en peligro y eso jamás me lo perdonaría si llegara a suceder.- continuó hablando mientras acariciaba el cabello largo de ella. Jugueteó un rato con un mechón de pelo que se enredaba entre sus dedos y luego lo soltó para concentrarse en recorrer la espalda de ella con suavidad.
Permanecieron un rato en silencio. Complementándose y diciéndose tantas cosas sin mediar palabra alguna. Sólo sintiendo y disfrutando de ese paréntesis en la guerra. De ese único momento de libertad, ese único momento que les pertenecía solamente a ellos. Pero nada es eterno en el mundo, por lo que pronto se vieron interrumpidos por el sonido de una explosión en el piso de abajo. Con rapidez sacaron sus varitas y se colocaron en guardia.
-Amor.- la volvió a llamar él, haciendo que ella dejara de observar la puerta y centrar su mirada en él. -Hice algo estúpidamente heroico, supongo que el andar tanto contigo me tenía que contagiar algo de ti.- comenzó a decir, arrancándole una sonrisa a ella.
-Pero eso me costará la vida. Te llamé para poder despedirme de ti antes de que me encontraran, pero no conté con que lo hicieran tan pronto. Amor, necesito que te vallas. Necesito que te desaparezcas y regreses al lugar donde estás escondida.- continuó diciendo con una mirada triste y una sonrisa llena del mismo sentimiento.
-Quiero que tengas una larga vida. Quiero que tengas una familia y un par de hijos. Quiero que seas feliz por ti y por mí. Quiero que seas la misma de siempre y sigas mostrando esa hermosa sonrisa que aprendí fácilmente a amar.- siguió con su monologo, ignorando la mirada significativa que ella le mandaba.
-Porque yo ya no tengo futuro alguno. Yo ya no podré ayudarte a formarlo y por eso quiero que luches por el. Es más, quiero que hagas uno completamente nuevo.- terminó de decir, mientras buscaba algo en uno de los bolsillos de su pantalón y se acercaba a ella. Se colocó detrás de ella, levantó con cuidado su cabello y le colocó algo en el cuello.
Inmediatamente acercó su mano a su cuello y tomó entre sus dedos lo que colgaba de él. Era un giratiempo. Se sorprendió al verlo, sobretodo al notar que era distinto a todos los demás. Este tenía unas extrañas inscripciones grabadas en el, además de ser ligeramente más pequeño y liviano. Se giró para encararlo y lo miró con desesperación.
-Yo no me puedo ir sin ti.- comenzó a decir, recibiendo como respuesta una silenciosa negación por parte de él.
-No amor. Yo ya no puedo escapar. Pero necesito que tu si lo hagas. Solo tú puedes cambiar esta realidad. Solo tú puedes cambiar el presente.- dijo con voz susurrante. -Sé que sabrás como hacerlo. Confío en ti y en tu buen juicio.- terminó de decir mientras colocaba sus manos sobre las de ella y comenzaba a hacer girar el giratiempo. En susurros incomprensibles para ella, él comenzó a recitar un hechizo en lengua muerta, mientras hacia girar en diferentes direcciones al objeto. Al terminar, soltó el giratiempo y deposito un beso en sus labios. La besó lentamente, y sin prisas. La besó mientras sus ojos dejaban escapar dos lágrimas traicioneras y se mezclaban con su saliva. Allí, la besó por última vez, dejándola con un beso lleno de dolor y esperanza. Un beso de despedida. Se separó lentamente al sentir pasos detrás de la puerta y le regaló una pequeña sonrisa a ella, mientras rozaba su mejilla con las yemas de sus dedos.
-Tranquila. Ya va a comenzar a surtir efecto.- le susurró el mientras se separaba de ella, dando pasos hacia atrás, pero sin perder el contacto visual. Ella comenzó a sentir algo que rodeaba por completo su cuerpo, y como este se hacia más liviano. En ese momento vio como la puerta se abría de par en par y varios hechizos atravesaban la puerta.
Intentó detenerlos, pero él se lo impidió con una mirada, para luego regalarle una última sonrisa.
-Adiós, Hermione.- le dijo el antes de girarse y encarar a los Mortifagos que entraban a la habitación.
-Adiós, Draco.- susurró ella, mientras se apretaba el pecho con una mano y miles de lágrimas salían de sus ojos. Dándole como última visión, la sádica sonrisa de Bellatrix al entrar a esa olvidada habitación de Malfoy Manor.