Solamente una escena.

Bueno, ni eso, son los pensamientos de una Hermione mosqueada después de Navidad. La situo en la Navidad después del séptimo libro. Sin nada más que añadir.

De acuerdo. No era la más bonita. Ni la más bien hecha. Era un regalo típico, y lo sabía. Pero que él hubiera recibido regalos caseros toda su vida no le daba derecho a no apreciar su regalo. Porqué se había estado esforzando mucho para tejer esa bufanda (a mano¡sin nada de magia!). Pero Ron no apreciaba (ni siquiera imaginaba) todo tiempo que se había pasado tejiendo aquella pieza. Ni tampoco se daba cuenta de lo que significaban para ella los colores elegidos: escarlata y amarillo. Después de todo lo ocurrido el año anterior, después de todo por lo que pasaron en su busqueda de los Horrorcruxes... para ella él era su Gryffindor. Para ella él era el niño que vomitó babosas al intentar defenderla. Con el que se había peleado día sí día también durante años. Con quien había peleado en el ministerio. El que había luchado con ella cuerpo con cuerpo contra mortífagos. Quien la había mirado a los ojos, y con la orejas completamente rojas le había dicho que la quería, que llevaba años queriéndola. El único para ella. Ron Weasley. Y se encargaría de que llevara esa bufanda hasta el último de sus días. O almenos hasta que se decidiera a tejerle otra.


Un beso (se aceptan las críticas con los brazos abiertos).