Dualidad.

Capitulo 3: Transición.

Touya caminó de un lado a otro de la estancia con notable desesperación. Yukito, por otro lado, le miraba sonriente desde donde estaba, en medio del sillón. La chiquilla a su lado, sentada lo más educadamente posible, también miraba como es que el pelinegro andaba de aquí allá, sosteniendo entre sus delicados brazos ese gracioso conejo que no paraba de cantar sobre globos de agua que giraban y giraban con el viento.

Y aunque no quisiera aceptarlo, de quien realmente sentía pena era por el avergonzado jovencito de melena castaña que estaba tan rígido, que colocarlo en el sillón era como intentar sentar a una tabla.

-Bien –gruñó Touya de pronto, dejando de andar en círculos, diagonales, espirales, transversales y posible forma de paralelepípedo por la estancia -, repitamos nuevamente la pregunta: ¿Quiénes son ustedes?– la pregunta de ¿Qué son ustedes? le tentó la boca, viendo nuevamente con espanto al animal.

-Somos viajeros, Touya-Ou.-

Y nuevamente el ademan de soltar la risa quiso apoderarse del apacible peligrís que luchaba por no hacer enojar más al, ya de por si, muy enojado Kinomoto. No era para menos, el chiquillo parecía atragantarse con su propia lengua cada vez que Touya le miraba. No era secreto para ningún presente que al moreno parecía no agradarle en absoluto ese chico de piel canela.

La chica…por otro lado...

Touya no dejaba de hacerle caras, si bien no amables, sí bastante candidas, como si recordara a alguien vagamente familiar. Y, siendo sincero, eso comenzaba a molestarle un poco. No por la niña, claro estaba, sino la reacción de To-ya, ella parecía ser un inocente pan de Dios y centeno, relleno de deliciosa mermelada de fresa, cubierto de chantilly y deliciosa fruta fresca cortada en rebanadas, cubierta de yogurt y granola…

Negó con la cabeza, ya era tarde y comenzaba a darle hambre.

-Prepararé un poco de té.-Le sonrió a los presentes, levantándose de su cómoda posición. Touya le miró con los ojos entrecerrados con un sentimiento que Tsukishiro no pudo, ni quiso interpretar. El pobre Syaoran, por su parte, le miró de la manera más suplicante que jamás había visto. Le dio lastima. Se sintió como salir de una tienda de mascotas mirando al cachorrito con el que jugó hasta encariñarlo, sin ninguna intención de comprarle. Sintiéndose así, resolvió volver a sentarse. No era como si dejara al cordero para que el lobo le devorase.

Entonces, para su buena fortuna, el golpe de la puerta sonó dos veces antes de que se abriera por sí sola, siendo el picaporte tomado por una curtida mano morena a la que le seguía un brazo robusto y esculturar, terminado por un cuerpo fuerte y trabajado, cargando en el otro brazo, un porta bebé.

No fue secreto ni sorpresa ver a Kurgane entrar con toda la calma del mundo a la morada, tal como si de la suya se tratase.

Touya y Kurogane se miraron y ambos gruñeron al mismo tiempo como si de un habitual saludo se tratara. Yukito sonrió aún más. Eran esos sonidos guturales y masculinos que significaban elaboradas frases como "Buenos Días" "¿Cómo estás?" "¿Quieres jugar un partido de football?" o "A Fai se le ha acabado el orégano, vengo a tomar un poco, también me llevaré una manzana, porque se ven realmente frescas en ese frutero y quiero comer algo saludable antes de la cena".

Fue entonces que otro gruñido se escuchó y Touya lo respondió casi por inercia. Algo no cuadró ahí.

Tras de Kurogane, una vez que hubo traspasado completamente por el umbral de la puerta, otro Kurogane entró de mala gana seguido de dos muy sonrientes Fai cargando con bandejas.

Kinomoto se hizo para atrás, notoriamente sorprendido.

-¿Qué es esto? –su expresión de sorpresa casi le reventó la cara. Ambos Fai se miraron entre sí, parpadeando como si no comprendiesen nada.

-Es sólo té y galletas, supusimos que no han comido nada.-

-¡Oh! Muchas gracias, realmente moría de hambre. – Antes de que Touya pudiera decir nada, Yukito se adelantó pasando entre ellos para tomar una galleta que cargaba el Fai con ropas extrañas, ignorando completamente el hecho de que Touya no se había referido en absoluto a las galletas. – ¿Tú las hiciste? Siempre te salen muy sabrosas.-

-En realidad no he sido yo, fue él. –el mago señaló con un ademan de cabeza al Fai de esa dimensión, quien miraba sonriente hacia Yukito. –El té si he sido yo.-

-Mil perdones- el peligrís miró hacia su rubio vecino. –Siempre te he pedido la receta y siempre olvidas dármela, eres muy malo. –Y volviendo la mirada al pálido extranjero, le sonrió nuevamente –Ahora mismo probaré el té. Huele muy bien ¿de que es?-

Antes de que siquiera pensara en responder, el carraspeo nada disimulado de una garganta les hizo mirar alrededor.

1.-No estaban solos.

2.-Lo menos importante ahora, era la receta de unas galletas (por muy sabrosas que estuvieran).

3.- ¡Por Dios! ¡Estaban parado frente a frente con criaturas interdimensionales y se ponían a platicar como se de un encuentro casual de supermercado se tratase!

-Yuki, amor.

-¿Sí? – el chico, quien se encontraba en ese momento haciéndole gestos a una adormilada Tomoyo, volteó el rostro hacia donde el pelinegro le llamaba, parpadeando un par de veces con ese ademán inocente tan característico en él. Yukito era tan tierno haciendo esas caras, que nadie prestó la menor atención al horrorizado rostro que Kurogane (el que era ninja) puso al escuchar como es que el muchacho se refería al otro.

-Ahora mismo hay otras cosas más urgentes que atender. –La calma de Touya menguaba por momentos, así mismo crecía también a ratos. La pasividad y la cordura al parecer era un don a medias heredado de su padre.

Yukito se movió entonces para darles libre acceso a la sala evitando estorbar, también se aseguró de llevarse consigo un par o dos de galletas, fue a la cocina por unas cuantas tazas, colocó varias galletas de caja en un plato, hurgó en la alacena en busca de la azucarera, buscó en el trastero, colocó a la mano un recipiente con leche preparada para bebé y puso a calentar agua a fuego lento para que tardara en hervir. Luego regresó a la sala, encontrándose con todo el elenco de la obra acomodado ya para el drama.

Touya le miró inquisitivamente, como reprendiéndole por haber abandonado la escena de un crimen, cosa que pareció no importarle en absoluto a Tsukishiro, quien demostró su indiferencia sirviendo cómodamente el té que su vecino se había encargado de traer. Una vez todos con taza en mano, miró a Touya y a ambos Kurogane de a uno a la vez. –Bien, cariño, ya pueden continuar.-

Touya se sonrojó incomodó ante el apelativo demasiado cariñoso de su pareja, pero lo disimuló muy bien colocando en su expresión un gesto de molestia.

-¿Qué está pasando aquí?-

Si bien ambos hubieron pensando en mentir, tanto Kurogane como Fai se resistieron a la idea, dado el obvio hecho de que ya le habían dicho la verdad a sus versiones de esa dimensión, siendo lo suficientemente rutilante la aparición de dos Fai y dos Kurogane. Aunque, siendo cautos, no sabían hasta que grado de la historia Sakura y Syaoran les habían mencionado, así qué, con precaución, Fai disimuladamente aventuró.

-Somos viajeros.-

-Eso ya lo sé. – Kinomoto interrumpió a malos modos. El ninja se molestó. No por la interrupción, sino por la forma agresiva en la que interrumpió al estúpido mago. A final de cuentas se dijo a sí mismo que era todo una tontería.

-…dimensionales.- terminó Fai su enunciado. De los presentes, los únicos sorprendidos fueron Kinomoto y Tsukishiro, extrañamente, esa explicación entraba completamente en los parámetros de lo lógico.

-Nosotros venimos de mundos completamente diferentes al suyo. Estamos buscando algo. –Syaoran habló con toda la convicción que no había mostrado desde que hubieron llegado a aquel lugar, ahora que estaban todos, se sintió más confiado, casi inmune al gesto de notable de desprecio con el que Touya le miraba.

-¿Qué buscan? -Yukito, con una galleta a medio comer en la boca, fue el que se aventuró a preguntar.

-Mis plumas.-

La aterciopelada y pasiva voz de la princesa se escuchó apenas en un murmuro, sintiéndose quedamente culpable. Sentía pena de meter a todos en esa situación, a pesar de que todos estaban de acuerdo en ayudarle, el sentimiento de molestarlos siempre le ganaba sin que pudiera hacer realmente nada. El castaño, como cada instante desde que había comenzado el viaje, se colocó junto a ella, instalando la mano en su hombro, como un apoyo incondicional.

-Hemos viajado de dimensión en dimensión, en busca de los recuerdos de Sakura-Hime, que están en forma de plumas. –Fai explicó.

-Supongo entonces que -Touya miró a ambos Kurogane y ambos Fai, con cierta desconfianza aunque, diciendo eso de las dimensiones, el pensamiento podría ser obvio.- hay más de una misma persona desperdigada por cada dimensión.-

Los cinco viajaron asintieron con la cabeza. La versión plebeya del Rey de Clow se rascó la mejilla mirando hacia otro lado.

Yukito adivinó el pensamiento de su pareja, exteriorizando la duda que éste tenia.

- ¿Ya se han encontrado con nosotros en otras dimensiones?-

Fai rió de manera vivaz, casi burlona.

-En el País de Clow, de donde viene Sakura-Hime, Touya-San es su hermano mayor. Es por eso que Syaoran-Kun no para de decirte Touya-Ou.-

El peligrís comenzó a reír, sonoramente divertido, cual si le hubieran contado el mejor chiste del mundo.

-Que curioso, porque en esta dimensión parece ser que Sakura-Hime, fue la abuela de To-ya. ¿Tu abuelo no se llamaba Syaoran también?-

Kinomoto abrió los ojos como si estos intentaran salir de sus cuencas, demostrando lo despistado que muy pocas veces (excesivamente pocas) era. Con razón esos rostros y nombres le sonaban de algo ¿Cómo pudo ser tan tonto? Se reprendió cansinamente, echándole la culpa de su desgaste mental al estrés que conlleva el que alguien te caiga del cielo mientras tiendes la ropa en el jardín de manera acostumbrada.

Sakura y Syaoran se sonrojaron notoriamente, cosa que Mokona, quien se había mantenido relativamente quieta comiendo galletas y arrullando a la ya dormida Tomoyo, aprovecho para burlarles.

-Puuuuuuu…Sakura y Syaoran aquí tienen hijitos.-

-¡Moko-Chan!- Sakura gimió apenada, aunque su rostro rojo no era nada comparable con el carmín de Syaoran.

-Pu, pu, pu. Sakura y Syaoran, sentados en un árbol, dándose besitos, teniendo hijitos, pu, pu, pu. –Canturreó el bollo blanco, saltando en su lugar. Por desgracia, mientras cantaba el resto de su canción, topó con el portabebé y la durmiente Tomoyo, se convirtió en un montón de berridos y lloriqueos.

Todo ese ruido estresó a Touya. ¿Cómo rayos, del enojo de tener a esos intrusos en casa, enterarse de que no era tan de ficción eso de que otras dimensiones existiesen, que hubiera gente que podía viajar a través de ellas, saberse Rey en algún mundo lejano, que la chiquilla y el mocoso que estaban frente a ellos eran la versión juvenil de los padres de su padre; pasó, sin poder terminar de asimilar todo, a un asilo de locos? Con esa cosa blanca cantando canciones infantiles para burlar enamorados, la chica y el mocoso (le era imposible decirle de otra manera) sonrojados, intentando negar o callar lo que el animalejo parlanchín pregonaba, los dos rubios hablando sin parar sobre sabía Dios que cosas, sin prestar la menor atención a un alterado Kurogane de jeans cantando desastrosas canciones de cuna a una bebé que no paraba de llorar a lagrima viva y con todo el poder sónico de sus pulmones en desarrollo mientras Yukito rebuscaba en el librero de la sala leyendo en voz alta los títulos de cada libro.

El único en todo ese alboroto que se mantenía impávido, como si realmente fuera inmune, era ese Kurogane de ropa extraña que tenia un hilillo de sangre resbalando por su rostro.

-¿Cómo es que no te vuelves loco?-le preguntó, su mueca luchando por no distorsionarse.

Kurogane, recargado en la pared con los brazos cruzados, se encogió de hombros.

-Te acostumbras. –Murmuró, aunque realmente, la sangre se encargaba de cubrir muy bien la vena que comenzaba a palpitar en su frente.

De pronto, tan repentinamente como el ruido de manicomio hubo comenzado, se detuvo. Mokona se cansó de burlar a los chiquillos, Tomoyo volvió a dormirse, los Fai se decidieron a tomar una taza de té y de las olvidadas galletas en la bandeja y Yukito se acercaba triunfante a donde todos se encontraban. Se sentó en la sala y colocó un libro de gruesas páginas sobre la mesita ratona en medio de la estancia, dejando a descubierto una fotografía concreta en el álbum que arrancó a todos un suspiro, ya sea de sorpresa, admiración, nostalgia o vergüenza.

Una hermosa Sakura, unos años mayor que la adolescente presente en esa sala, con el cabello largo y quebrado en ondas cayendo sobre su espalda y hombros, ataviada con un hermoso vestido de novia, sonreía risueñamente a la cámara. A su lado, un Syaoran de la misma edad que esa Sakura, con el cabello peinado hacia atrás vistiendo un elegante traje negro miraba a la lente de forma apenada.

Touya se golpeó la cabeza azotándola contra la pared al tiempo que la tetera silbaba en la cocina, anunciando que el agua que Yukito había puesto a calentar para hacer más té, estaba lista, aceptando con pereza que de ahora en adelante tendría que olvidarse de la vida tranquila a la que estaba acostumbrado. Sólo esperaba encontrar una manera sencilla y fácilmente digerible de decirle a su madre todo lo que estaba aconteciendo ahora mismo, sin dañar su estropeado corazón la siguiente vez que ella y su padre se comunicaran por teléfono.

Afortunadamente para él, a Nadeshiko le gustaban las historias completamente carentes de sentido.

· · ·

Ambos Kurogane fueron curados de sus golpes dados el choque y el atropellamiento, quejándose cada dos por tres por el ardor del alcohol y la falta de reparo en ellos, pues nadie se dio cuenta de sus heridas a pesar de tener el rostro embadurnado de sangre.

Un par de horas más tarde, habiendo todos acordado comer en la casa Kinomoto, se sentaron a discutir la situación. Afortunadamente todo ya estaba en una calma neutral, y aunque el estrés aun seguía presente, era ya menos…estresante.

Por ello, entre trivialidades simples como "¿Puedes pasarme el pan?", "La sopa está deliciosa", "Hmmjp" y demás gruñidos en el elaborado idioma que Kurogane y Touya compartían, tan cotidiano en la rutina, volaron preguntas como "¿Cómo es Clow?", "¿A través de cuantas dimensiones han pasado?", "¿Cómo es esa pluma que buscan?".

Y aunque era genial verse con sus otros yo, o al menos eso le pareció al Fai sin magia; se habían olvidado de lo primordial en cada aterrizaje, siendo este destino mucho más ajetreado de lo que había sido ningún otro. Raro, habiendo aterrizado en mundos en guerra, pobreza y demás problemas existenciales.

-Moko-Chan.- La tímida voz de Sakura apenas se escuchó entre los presentes. La pequeña Mokona Modoki dejó de comer para poder escucharla, intentando prestarle la atención debida. -¿Hay alguna pluma en este mundo?-

El grupo de extranjeros se quedaron callados, tontamente sorprendidos. Todo ese tiempo en ese mundo y se habían olvidado de lo más importante.

Syaoran se sonrojó sintiéndose estúpido.

Mokona apretó sus ya de por sí cerrados ojos, concentrándose. Kurogane levantó una ceja mirándole detenidamente, aun si su alumno era quien le miraba con mayor atención, Fai le alentaba con una sonrisa, despeinando los cabellos de una tensa Sakura.

-¡Mekyo!- La azulada mirada de Modoki se mostró, hablado finalmente, haciendo que sus compañeros de viaje recuperaran la respiración que inconcientemente habían perdido. – Hay una en este mundo, y se mueve lentamente. Parece estar lejos.-

-¿Qué tanto? – Syaoran preguntó de manera apresurada.

Justo cuando Mokona iba a contestar, volvió a abrir los ojos.

–¡Mekyo!-

-¿Hay más de una, Manju?-

-No, pero siento rastros de su presencia.-

El arqueólogo le tomo en brazos, pidiendo una callada explicación.

-¿Cómo? ¿En los alrededores?-

Mokona volvió a negar.

-Aquí mismo, en esta casa.–Levantó las orejas y entre abrió los ojos, dejando ver una pequeña rendija de sus azuladas pupilas nuevamente.- Hay rastros de ella en aquella dirección también. – Su pequeña manita sin dedos apuntó hacia la ventana, donde lo único visible era el jardín y la casa de Kurogane.

-¿Dónde? –Syaoran, tan serio como era referente al tema, se levantó de su asiento, tomando amablemente a Mokona en brazos, sin dejarla terminar de comer.

-Por ahí.- El chiquillo y el manju blanco salieron del comedor, ante la mirada expectante de todos. Sakura iba a levantarse, pero Touya, sentado a su lado, dio un manotazo en la mesa que alteró a todos, visiblemente enojado.

-¡Mocoso!– murmuró con rabia, yendo tras del castaño, quien con ayuda de Mokona, habían llegado a las escaleras que daban al sótano.

-¿Una biblioteca? – apenas pudo decir el arqueólogo en un susurró ahogado. Ante él había una pequeña biblioteca particular, repleta de estantes y libros de gruesas tapas. Bastantes de ellos, recubiertos de cuero.

-Sal de aquí.-

A su espalda, Touya parado con todo el porte que le caracterizaba, le hablaba pétreamente. Por un momento a Syaoran se le juntaron las imágenes confundiéndole, más que nunca, con el imponente Rey de Clow.

-Syaoran-Kun, la pluma estuvo aquí por mucho tiempo.-

El trance en el que el muchacho se mantuvo preso se desvaneció con la chillona voz del animalito, quien señalaba un escritorio situado a unos metros de la escalera. Justo en la pared donde se apoyaba ese mueble carecía completamente libreros, siendo, en su lugar, situadas sendas estanterías llenas de herramientas. Syaoran pudo distinguir rápidamente sobre el escritorio, un bote lleno de brochas y pinceles de distintos grosores.

-Esto es…-

-…El estudio de mi padre.- Kinomoto interrumpió la oración de Syaoran para poder completarla. –Ahora, mocoso, sal de aquí.-

Syaoran así lo hizo.

· · ·

-Cómo pudieron constatar, mi padre es arqueólogo.-

Después del incidente en el sótano, luego de que Syaoran saliera haciéndose apenas paso entre la barricada de curiosos que se había aglomerado en el marco de la puerta, el ambiente se hizo pesado. O al menos todo lo pesado que no se había puesto gracias al esfuerzo sobrehumano que había hecho Touya al controlarse a sí mismo.

De todas formas, mientras el silencio llenaba el comedor ahora que todos habían dispuesto volver para terminar de comer, el aire comenzó a ablandarse lentamente. Aún así nadie movió dedo alguno ni hizo intento por seguir con su alimento. Incluso Yukito, que si bien aún moría de hambre, pese al acuerdo de seguir con normalidad, permaneció mirando a su novio, quien veía serio a Syaoran.

Una sonrisa en sus dorados ojos, opacada tras de sus lentes, le dijeron a Touya que le daba su apoyo, pero su blanca mano sobre la de curtidos y morenos dedos, fue el gesto que lo demostró.

No es que fuera difícil hablar sobre el tema, aunque tampoco significaba que comentarlo no fuera como tocar la llaga con el dedo.

Kurogane, mientras cargaba a Tomoyo, le miró comprensivamente, al igual que lo hizo Fai a su lado. Obviamente comprendían la situación, aunque ya hubiera pasado tiempo de que no se hablara de ello ni en esa casa ni en la otra.

-Papá me pidió que cuidara de su estudio, que es un lugar valioso. No pueden imaginar cuantas invaluables reliquias hay en los cajones de esas estanterías, esperando a ser estudiadas.-

Syaoran tragó un grueso nudo que se le formó en la garganta, comprendiendo a la perfección el sentimiento de conservación, cuidado y respeto para con las reliquias, vestigios agónicos del pasado. Su padre mismo le había inculcado ese amor por las rusticas y desgastadas ruinas de lo que una vez fue.

-Durante la expedición donde fue encontrada lo que ahora sabemos es su pluma, hubo un derrumbe. Mucha gente murió aplastada o enterrada vida, incluso, aún ahora, no todos los cuerpos han podido ser hallados.-

Un manto de sobriedad se posó sobre el rostro de los presentes, ennegreciendo más la de por sí muy dolida mirada de los pertenecientes a aquella dimensión. No era difícil intuir que les había tocado sufrir de aquella misma situación.

A Syaoran se le encogió el pecho recordando a su padre, quien, pese a todo, había dado su vida por las ruinas de Clow. Descubrir sus misterios hasta develar la verdad oculta bajo toda esa enigmática y obcecada muralla de murallas que era el pasado de ese aun más enigmático país en el desierto, había sido el anhelo bien habido que lo había llevado a la muerte.

Su padre apostaba por algo grande y no se había equivocado en ello. Aquello era tan grande, qué, abarcar una sola dimensión era como enfrascarle en un recipiente demasiado pequeño.

Guardó un pésame silencioso en memoria de su padre y del padre de Kinomoto, si es que había muerto en la expedición.

Su mirada se paseo entre los presentes cuando se hubo dado cuenta que, aun si las palabras habían cesado y el silencio profundo era lo menos que podía esperarse, las reacciones fueron un tanto extrañas.

Sus compañeros, por supuesto, guardaban el luto con la mirada entristecida, siendo su Sensei el único que miró todo como lo haría un completo extraño encasillado dentro de un funeral de otro desconocido, respetando el dolor ajeno.

Los residentes, por otra parte, mantenían la mirada baja si no es que con los ojos cerrados, posiblemente recordando tragedias inhumanas de aquellas que nadie debe vivir.

Parecía que algo terrible había ocurrido, era tonto inquirir que no. Aunque, para su completo asombro, las miradas más tristes con intención de dar consuelo no fueron a dar en Kinomoto, sino que todas fueron a caer pesadas sobre el pequeño y menudo cuerpo de Fai, la propia mano del fornido hombre de esa dimensión apretó la del rubio sobre la mesa, de manera firme. El rubio sólo negó con la cabeza y Yukito continuó con la historia.

-El padre de To-ya, aunque muy mal herido, salió con vida de ello, teniendo la suerte de haber sido enterrado vivo en la cámara que encerraba lo que buscaban, más la pluma.-

-Mi padre permaneció ahí cerca de tres semanas, hasta que pudieron rescatarle. Tenía fracturados un brazo y una pierna, además de un golpe severo en el cráneo. Fue increíble que haya sobrevivido en tan pésimas condiciones sin tener necesidad de comida ni agua. Al salir de ahí, no le contó a nadie sobre el hallazgo de la pluma, guardándola para él.-

Touya se detuvo en su relato, mirando a su rubio vecino, quien volvió a negar con la cabeza, como una callada petición. Fue entonces que Touya guardó silencio. Yukito fue quien retomó nuevamente el hilo de la narración.

-Lamentablemente, aquí, al enterarnos de la noticia de que Kinomoto-San estaba en calidad de desaparecido, se nos vino abajo el mundo. Más para Nadeshiko-San, quien…-

El pelinegro frunció el ceño, tomando de la mano a Yukito, haciéndole callar, esa parte de la historia era sólo suya.

-Mamá siempre ha sido una persona…delicada. Al enterarnos de que mi padre estaba entre los desaparecidos y no había mucha posibilidad de encontrarlo vivo, mi madre tuvo un infarto que la mantuvo en coma un par de días. Gracias a eso nos enteramos que las ligeras decaídas, que asumimos al calor, no eran otra cosa sino un embarazo. De no haber sufrido de aquel infarto, según el medico, habría sido un embarazo normal, común y corriente, lamentablemente después de ello se convirtió en un embarazo de alto riesgo.-

Todos permanecieron en silencio mientras Touya, con la voz temblando a ratos, relataba lo acontecido. No pareció un secreto el que el chico realmente amaba a sus padres.

La mirada castaña de Syaoran se percató de algo de lo que no había tomado atención, extraño en él, que era una persona meticulosa pendiente de los detalles. A lo lejos, en una cómoda en la sala, la figura de Fujitaka se encontraba enmarcada y tras un cristal, en un retrato. Remembrando el terreno recorrido a lo largo de esa casa se dio cuenta de haber visto vagamente dos o tres fotografías más de Fujitaka, el resto, en su mayoría, eran de una hermosa mujer de cabellos negros, semi verduzcos, posando en mil y un formas haciéndole un favor a su inocente belleza. Quiso sorprenderse al enterarse que en aquella dimensión los papeles se habían invertido en una cómica jugarreta del destino, colocándolo a él como el padre y al padre como el hijo, pero, siendo franco, no pudo sorprenderse ni un poco. Después de todo, el mantra que recitaba la bruja de las dimensiones se había convertido en la verdad más absoluta de su universo.

En este mundo no existen las coincidencias, sólo lo inevitable.

· · ·

Kurogane abrió la puerta de su propia casa y se mantuvo parado, sosteniendo el pomo de la misma para que los demás pudieran entrar. Después del ajetreado primer día en aquel lugar, lo que más querían era descansar. Afortunadamente para él, el chiquillo, la chiquilla y la pelota blanca con orejas se habían quedado en la casa de los Kinomoto, en un acuerdo de hospedaje.

Parecía no ser de extrañar, después de todo, Sakura parecía curiosa en relación con Touya y Yukito. Supuso que era porque después de todo, según habían dicho, en otra dimensión eran hermanos y el peligrís un cercano conocido. El mocoso parecía estar muy pendiente de ella renegando para separarse de no ser necesario. Agradecía que el manju blanco se hubiera quedado en la otra casa, ahorrándole el soportar canticos y burlas que había estado recitando durante el resto de la tarde. Le bastaba con Tomoyo.

Y hablando de eso.

La pequeña permaneció tranquila, en un estado de somnolencia, desde después de la comida, pareciendo cansada, más no dormida. La levantó un momento jalando del asa del porta bebé y olisqueando con cuidado, se dio cuenta de lo que sabía, era obvio.

-¡Fai! –Llamó, a lo que los dos Fai que se instalaban en la cocina, salieron hablando a coro.

-¿Sí?-

-Tomoyo necesita un cambio de pañales.-

El mago volvió a la cocina tal cual salió, dejando ese trabajo a su otro yo. Ciertamente, su habilidad de ama de casa no cubría el ámbito de los pañales.

-Me meteré a bañar, -anunció el rubio a Kurogane, cargando con la bebé –y aprovecharé para meterla conmigo ¿Quieres venir?-

Kurogane tenía que aceptar que aquello era una propuesta tentadora, pero la rechazó. Aún si Tomoyo fuera apenas un bebé sin real entendimiento de las cosas, le daba un poco de pena el asunto. Verla desnuda (y que ésta lo viera a él) fuera del morbo e insanidad, le daba una indescifrable vergüenza. Así que, calmadamente, dijo que no.

Fai no se lo tomó a mal y, encogiéndose de hombros, se retiró. Los balbuceos con los que entretenía a la niña no dejaron de escucharse hasta que desapareció escalera arriba, directo al cuarto de baño de la segunda planta.

El pelinegro suspiró, caminado lentamente hasta la sala. Ahora que estaba más tranquilo, con la cabeza mucho más despejada y sin la adrenalina recorriendo por su cuerpo, pudo sentir el dolor, creyendo escuchar un momento el sonido de sus propios huesos crujiendo como si amenazaran con romperse en cualquier momento. De mala gana se dejo caer sobre el sillón, justo a un lado del otro Kurogane.

Ambos se miraron a los ojos, sobándose el mismo lado de la cabeza, lo que se les antojo como un horrible reflejo de espejo.

-Y…¿me enseñaras todos esos mangas que me presumiste esta mañana?-

-Sólo si prometes reparar mi auto.-

Como toda respuesta, el ninja movió su cuello de forma circular, esperando mitigar un poco sus músculos. Realmente no le ayudaba en nada, pero la fuerza de la costumbre era más fuerte que el dolor.

-Si…bueno…respecto a eso…-balbuceó, aunque era algo ilógico pensar que podría reparar algo como un auto. Más aun, acabando de llegar a esa extraña tierra.

-Era broma.- Se excusó el otro. –Aunque realmente hablo en serio.-

Una bolsa de hielo sobre sus cuellos y una extraña pero placentera sensación de alivio interrumpió la tranquila plática entre los clónicos sujetos, siendo el mago lo suficientemente considerado como para intentar mitigar su molestia.

-Hablen de eso mañana. –Les sonrió lo más anchamente que pudo, colocando cada mano en el hombro más lejano de cada uno de los chicos, juntándolos el uno al otro hasta pegar sus cuerpos.-Ahora sólo deben descansar. No se ven muy graves las heridas, y Kuro-Pu puede soportar mucho más que un golpe como ese.-

-¡Coño! ¡Qué dejes de llamarme así, jodido mago de cuarta!-

-¿Kuro-rin entonces? Ya te he dicho muchos otros, elige. Kuro-Chan, Kuro-Kuro, Kurito, Kuro-Sama.-

Al Kurogane de esa dimensión esa discusión que se estaba formado entre sus huéspedes, le supo tan cotidiana como el café de la mañana. Vagamente se preguntó, viendo el parecido de ese Fai con su Fai, qué tan parecidos serían él y el ninja. También se preguntó –un poco menos vagamente- si ese Fai estaba también enamorado de ese Kurogane. Lo más probable es que así fuera, el rubio se comportaba como el que ahora se estaba bañando, en su etapa de coqueteo.

Negó con la cabeza, aunque esta le dolió más con ello, y de manera calmada les pidió a ambos que fueran a la cocina; les ofreció cereal para la cena y después les mostraría el cuarto donde dormirían.

El rubio aceptó gustoso, probando ese extraño (¿O se había referido a "exótico"?) comestible, hablando del cereal. El otro Kurogane siquiera probó su plato, alegando que no quería comer tal alimento de dulce olor. Fai sonrió alegre, claro estaba que el moreno no quería admitir que era intolerante a la lactosa.

···

Acomodando uno de sus negruscos mechones tras de su oreja, respirando todo lo tranquilamente posible –al menos en apariencia, intentado que sus piernas no flaquearan de los nervios y la emoción-,acomodándose la falda, Souma miró con determinación el panorama frente a ella.

Claro estaba, delante de sí no había más que un gentío yendo y viniendo sin parar, de aquí a allá, y de allá para vaya a saber donde, siendo el escenario un común y corriente aeropuerto concurrido. Más, para ella, era como haber escalado-Con zapatos de tacón, cabe aclarar- hasta la primera saliente de la enorme montaña que amenazaba con engullirla entera en una avalancha.

Empezó su andar, desconociendo cual era el real motivo del temblar de sus piernas -bien podían ser los nervios o las zapatillas a las que tan poco estaba acostumbrada- sintiéndose grande y pequeña en intervalos de seguridad. Resolviendo que lo primero que tenía que hacer era ir a la aduana, supervisando que todo su equipaje fuera tratado con cuidado. Las valiosas reliquias eran cosa delicada, y sabía que podía haber más de un bruto entre el personal del aeropuerto.

-Nada quieta de que haya un Kurogane entre todos ellos.- Se dijo en son de broma, aquel no le hizo gracia ni a sí misma. -¿Qué estarán haciendo ese par de cabezas huecas? – Miró su reloj de pulsera, calculando la diferencia horaria que ahora tenía con Japón.- ¿Habrá dormido ya Tomoyo?

Suspiró con aires de tristeza antes de que su rostro se descompusiera en una gesto altivo y de autosuficiencia. Acarició su bolsa con su delicada mano y su porte se volvió más altivo y elegante, sacando fuerzas de su reciente momento de flaqueza.

Dentro de su bolso sólo pudo sentir el calor que irradió de la pluma que tan amablemente le había dado Fujitaka-San para que la estudiara. Sonrió tiernamente recordando a su maestro y colega, aunque el recuerdo de alguien más le hizo tener un mohín de tristeza más profundo.

Se sonrió. Ese recuerdo no pudo más que darle más determinación y firmeza.

···

-Que día más loco, ¿No lo crees, Kuro-Chan?-

-Sí. -Aunque el mote le molestó, no dijo nada al respecto, estaba cansado y sin ánimos de discutir.

Ahora mismo, charlando antes de dormir, las cosas no tenían mayor importancia. Lo único que existía para el guerrero en ese instante, era la oscuridad del cuarto que compartía con el hechicero y el futón perfectamente tendido a un lado de la cama que el rubio se había apropiado. Poco le importaba, ese futón era casi tan como los que había en Palacio.

-¿Sabes? Me agrada mucho esta familia. Los Kinomoto también ¿A ti no? ¿No te sientes feliz de ver como es de tranquila la vida para estos otros nosotros dimensionales?

Kurogane no contestó al momento, ocupándose lo mejor posible por darle la espalda a la cama de Fai, cubriéndose hasta las orejas con las mantas. No dijo nada por un buen rato, intentando apretar los parpados para que sus ojos se resistieran a la insistente mirada del mago, que, desde su cama, le mantenía en escrupulosa vigilancia, esperando claramente una respuesta.

A final de cuentas no pudo resistirse, volviendo a colocar cómodamente la espalda contra la colchoneta y acomodar los brazos bajo su cabeza. Mirando al techo, suspiró. No pudo evitar que aquel vaho sonara del todo enternecido.

Aún a pesar de que en esa dimensión Fai también se encontraba, haciéndole la vida imposible a ese Kurogane y de los locos que tenía de vecinos, a pesar de lo llorona que era Tomoyo-hime y que esta fuera apenas una bebé y que su versión de ese plano dimensional no fuera más que un quejumbroso muchacho cobarde que gustaba de tomar leche - ¡grasa animal! ¡Qué repugnante!- estaba realmente feliz de haber podido hacer la vida que secretamente (Y más de una vez) deseó. Pacifica, tranquila, con una casa grande, un jardín cuidado y una familia que si bien no ahora, estaba seguro que esperaba gustosa su vuelta al hogar después de una ardua jornada.

Fai continuaba mirándole inquisidoramente, aun a pesar de la oscuridad que reinaba la habitación. Kurogane sabía que el rubio tenía una escrutarte mirada felina, esperando por sus palabras para así poder dormir. Finalmente, resignándose con las mejillas coloreadas de rosa (que adjudicó al calor ¡jamás a la vergüenza!), habló:

-Estoy contento.- Puntualizó, pero una burbuja de palabras le raspó la garganta, luchando por salir – Aquí tengo tantas cosas que deseé en la desesperación de un campo de batalla… Una enorme casa, esposa e incluso una hija. –su posición cambio nuevamente, regresando a darle la espalda al mago. El calor en esa habitación era realmente abrasador, se dijo, pues lo más probable era que tuviera toda la cara roja. Sin ánimo de decir más, cerró los ojos para poder dormir, Fai tenía su respuesta.

Una carcajada limpia y suave se escuchó en el silencio, reconociéndola Kurogane como una risa zorruna y socarrona, de tintes burlescos y lascivos. Referente a las risas del rubio, ya sabía diferenciarlas las unas de las otras, a pesar de que todas sonaran igual. Aunque eso no impidió que se sintiera malamente herido. Él había abierto, aunque sea un poco, la sinceridad de su corazón, mucho más de lo que podía decir del rubio.

-De que carajos te ríes, idiota. –gruñó bastante enojado, pero la risa no cesó, incluso, para el mal de su ira, esta se intensificó, haciendo que el larguirucho se destornillara des espasmódicas carcajadas.

Finalmente, acomodándose boca abajo sobre la cama, cruzando y doblando las piernas casi hasta tocar su espalda y acunado su níveo rostro entre sus blancas palmas, sonriendo lo más largamente que jamás osó pensar, Fai centró sus azulados zafiros en esos rústicos rubíes enfrentando su mirada.

-¿En verdad quieres saber que es lo que me causa tanta gracia?-

Esa pregunta, odiosamente, sonaba tanto a las que hacía constantemente la bruja. La sensación de que saberlo tenía un precio, le recorrió lentamente la espina.

-Sí. –Aunque tampoco, siendo él, iba a flaquear.

-Tomoyo-Chan es hija de Souma-San. –Kurogane giró los ojos, no era como si ese hecho no lo supiera.- Pero no es hija de Kurogane.-

-¿Qué?-

-Eso. Tomoyo-Chan es hija de Souma-San y sobrina del Kuro-rin de este país.-

A Kurogane se le hizo un hueco en el estomago, viendo rota la fantasía de familia que se había formado. Aún así, con un ligero brillo en su mirada reconoció que la esperanza no estaba tan perdida, pues la palabra Familia aún los unía como lazo.

-Felicidades.- Murmuró en la oscuridad, de manera burlona –Entonces podemos asegurar que al menos en este mundo, eres un feliz y responsable padre, mago simplón.-

Ahora, quien tenía las azoradas mejillas era Fai, mirando hacia otro lado, aunque no por eso la sonrisa sardónica dejó de recorrer sus rasgos.

-Te equivocas. Si las cosas siguen así, ni tú ni yo podremos tener hijos en este mundo, Kuro-chucho. Así como Touya-San y Yukito-San, en este universo Kurogane y Fai son pareja.-

Como era de esperarse, a Kurogane esto le cayó más frío que un cubo de agua ártica.

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Bueno, he aquí el tercer capitulo. Realmente siento mucho la demora y no tengo escusa para ello, por eso, lo único que puedo hacer es suplicar por su perdón.

Este capitulo se lo dedico a mi preciosa Beta, por hacerme el favor a pesar de la hora que es (por eso y porque la quiero mucho) ¡Hally, vales mil y un millón más!

Les agradezco mucho a todas por leer este fic, espero que este capitulo haya sifo de su agrado, me esforcé mucho por poner las cosas claras, intentando dejar un poquito del misterio que se supone debe tener. Con suerte y un poquito polvo de hadas, pueda poner quien es el padre de Tomoyo, lo que si puedo prometer es que comenzara a haber más escenas yaoi, al menos entre los Kurogane y Fai de esa dimensión, lo de nuestros reales protagonistas tendrá que ir dándose poco a poco.

Lamento mucho el no poder responder los reviews pero el tiempo no me lo ha permitido, ahora estoy a punto de salir del trabajo, así que debo darme prisa. De todas formas por favor manden review sobre si les ha agradado el capítulo o no, y que esperan para la historia, prometo responderlos al menos en Reply.

Muchos besos. Nos vemos en el siguiente capitulo.