Llamadas telefónicas II
Por JojoTraducido por Amidala
Los ensordecedores chillidos de los niños empezaron a debilitarse lentamente a medida que la tarde avanzaba. La mayoría de los estudiantes se habían ido a casa y muchos profesores habían seguido su ejemplo. El clima era muy agradable, por lo que no era ninguna sorpresa que todos los profesores y estudiantes tuvieran entusiasmo en volver a sus casas cuanto antes.
Afortunados aquellos que podían irse, y desafortunados los que tenían que quedarse por la tarde dando clases o corrigiendo exámenes. Uno de esos desafortunados profesores, una joven para ser más precisos, estaba sentada en un rincón de la sala de profesores mirando a través de una pila de redacciones que sus alumnos le habían escrito y que se alzaban imponentes en la mesa frente a ella. Después de estar leyendo las mismas cosas de doce estudiantes diferentes suspiró y giró la cabeza hacia la ventana que tenía al lado.
Miró largamente hacia fuera y suspiró de nuevo. Cómo odiaba esas interminables tardes con las aburridas y también interminables redacciones que tenía que leer y corregir. De nuevo, Kazuha se preguntó por qué había elegido ser profesora. Sólo se alegraba de tener clases de Aikido por la noche. Era el mejor modo de descargar su frustración.
Venga, ¡sólo dieciséis más y me puedo ir a casa! Intentó animarse Kazuha. Lentamente, alzó la cabeza y se obligó a sentarse bien de nuevo. Puedo hacerlo, puedo hacerlo.
—Oh, no, ¿otra vez las redacciones de japonés? —una voz dulce y femenina hizo que se girara en su asiento. Kazuha sonrió a la simpática mujer que ya rondaba por los treinta y pico.
—Sí, ya sabes cómo va esto. Es la época.
—Sí, de sobras. ¿Cuántas te quedan?
—Unas dieciséis.
—Dios mío. Bueno, mejor date prisa si quieres aprovechar algo del día. Yo me voy ya, que todavía tengo que hacer la comida. Los niños estarán a punto de volver de la escuela en cualquier momento —Mientras decía esas palabras, empezó a sonar el móvil de Kazuha.
—De acuerdo, pásatelo bien entonces. Nos vemos mañana, y salúdales de mi parte —le contestó Kazuha mientras buscaba el teléfono por el bolso.
—Sí, y tú saluda de mi parte a tu querido marido —contestó su colega con una sonrisa.
—¿Qué te hace pensar que es él? —preguntó la joven sorprendida.
—Intuición femenina —esbozó de nuevo esa conocida sonrisa. Kazuha se sonrojó en contra de su voluntad.
—Oh, bueno, probablemente no pueda encontrar sus calcetines otra vez.
Su amiga se despidió y se fue mientras Kazuha encontraba su teléfono y lo descolgaba.
—¿Hola?
—Oye, tú.
—Heiji, qué sorpresa —Kazuha casi soltó una risita tonta. Empezó a corregir una de las redacciones.
—¡Pensaba que a estas horas ya estarías en casa! ¡¿Qué ha pasado? —sonaba más como un hombre hambriento. De modo que su problema debía de ser o su estómago o que realmente necesitaba encontrar sus calcetines. Nada que ella no hubiera visto antes.
—Bueno, los niños han escrito más de lo normal. Todavía me quedan por corregir algunas redacciones —se disculpó mientras buscaba en su bolso un libro que necesitaba para consultar algo.
—¿Y dónde estás ahora?
—Aún en la escuela, por supuesto. Pero dime, ¿qué puedo hacer por ti? —le preguntó a Heiji con una voz respetuosa y relajada mientras le hacía un gesto con la mano a un profesor que se despedía a lo lejos. La gran habitación estaba ahora prácticamente vacía, a excepción de otros tres profesores que estaban enfrascados en su trabajo y Kazuha, quien estaba sentada al lado de la ventana con su propia pila de trabajo y el teléfono en la mano.
—Bueno, nada en especial. Simplemente necesitaba tu ayuda, eso es todo.
Kazuha corrigió algunas faltas subrayándolas en rojo mientras suspiraba para sus adentros y contestaba:
—Heiji, tus calcetines están en el mismo lugar de siempre: en el cajón.
Sacudió la cabeza ante el papel frente a ella. ¿Es que esta chica no ha aprendido nada de gramática en este curso? Y de nuevo subrayó y subrayó.
—De hecho, ese no era mi problema —fue la respuesta casual de Heiji. Kazuha alzó una ceja.
—Oh, si te refieres a la comida, bueno, ahora mismo no puedo…
—No —la interrumpió—. No me refería a eso.
—¿A qué te refieres, entonces? —preguntó Kazuha mientras tomaba la siguiente redacción en sus manos y sujetaba el teléfono entre su oreja y su hombro.
—Bueno, tú ya sabes el calor que hace hoy —La joven se limitó a hacer un ruido dando a entender que estaba de acuerdo mientras empezaba a leer la nueva redacción—. Tuvimos una laarga persecución de un criminal. Éste estaba corriendo por el parque, por donde nuestros coches no le podían seguir. Y puesto que Otaki no es precisamente el policía más rápido del equipo, tuve que encargarme yo de ir tras él.
—Eso es estupendo cariño, pero ¿dónde entro yo en todo eso? —Kazuha se estaba impacientando, ya que su cuello le empezaba a doler por la postura. Además, eso se lo podía contar más tarde. Confusa, le oyó soltar una risita divertida.
—Estoy llegando a ello. Finalmente le atrapé, como todos sabíamos que haría…
—Por supuesto —suspiró con fuerza, pero sonrió para sus adentros.
—Sí, y acabé sudado. Y con sudado quiero decir muy sudado —el bolígrafo de Kazuha dejó de escribir el comentario al margen de la página al tiempo que ella se sentaba derecha y tomaba el teléfono con la mano otra vez.
— ¿Qué? —Heiji continuó rápidamente.
—Afortunadamente, no tenía nada más que hacer y pude volver a casa a tomar una ducha. Y ahí es donde está mi problema.
La aturdida mujer se deslizó en su silla observando alrededor para asegurarse de que nadie le prestaba atención. Afortunadamente, todos estaban muy ocupados con sus propios trabajos.
—¿Justo ahora? ¡Heiji, no entiendo! ¿Qué es lo que intentas…?
—Mientras enjabonaba mi cuerpo tan terriblemente sudado con el gel de baño que tiene esa fragancia que tanto te gusta, pensé de repente en ti y en lo mucho que disfrutaría si estuvieras aquí ayudándome con el jabón, la ducha… restregando esas manchas que me son tan difíciles de alcanzar… —su voz se fue apagando a sabiendas de que ya había logrado el efecto que deseaba.
Kazuha abrió la boca y la notó totalmente seca. Rápidamente la cerró y humedeció sus labios. Miró de reojo al resto de los profesores y sujetó el teléfono con las dos manos mientras hablaba en el tono más bajo que podía.
—¡Heiji! ¡¿Qué diablos estás hac…? —de nuevo, éste no la dejó terminar.
—Mientras pensaba en ti, aparecieron en mi mente nuevos recuerdos de lo que ocurrió ayer por la noche. ¿Lo recuerdas? Cómo "limpié" tu cuerpo con mis calientes besos, dejando que te retorcieras de placer en la cama porque me tomé mi tiempo y no te daba lo que querías inmediatamente… —Estaba usando su voz más erótica, algo muy raro viniendo de él, y que era de agradecer porque conseguía que el vello de los brazos se le erizara y provocaba un extraño retortijón en el estómago que hacía que le resultara imposible concentrarse.
—Eso es un golpe bajo… —las palabras escaparon de sus labios antes de que lo pudiera evitar.
—Sí… —una sonrisa empezaba a asomarse por la comisura de sus labios— ¡Pero lo disfrutaste! Especialmente cuando te desnudé por completo e hice aquello tan inesperado con mi len…
—¡HEIJI! —gritó de repente Kazuha, sentándose derecha. Todas las cabezas se giraron hacia ella y la miraron sorprendidas y alarmadas. Kazuha se sonrojó fuertemente y les sonrió con torpeza—. ¡No puedes lavar la ropa blanca y la de color junta, y mucho menos a 90 grados! ¿Es que no has aprendido nada?
Aliviada, observó cómo los demás profesores volvían a centrar la atención en sus cosas. Sólo deseaba que su maldito sonrojo desapareciera pronto.
—Eso no es cierto. Ayer aprendí un montón de cosas. Mi favorita fue saber lo fuerte que puedes gemir si yo…
—¡Heiji! —le interrumpió de nuevo, siseando su nombre en un tono más bajo—. ¿No puedes esperar a que llegue a casa?
—¿Pudiste esperar tú la semana pasada cuando yo estaba en mi oficina y me llamaste con TU trabajo urgente?
Kazuha abrió la boca sorprendida. ¡No podía creer que ahora estuviera utilizando eso contra ella! Vale, quizá tuviera razón, pero seguía siendo injusto. Sin embargo, no pudo evitar la sonrisa que de manera involuntaria apareció en sus labios.
—Bueno, entonces no te quejaste.
—Puede que sea denso algunas veces, pero no soy estúpido —Heiji sonó casi ofendido. Sí, vale, de acuerdo, tenía que admitir que había verdad tras sus palabras—. Pero me estoy quejando ahora —continuó—. Todos esos pensamientos sobre la pasión de anoche, cómo me correspondías con tus enormes orgasmos… y de nuevo… dos veces… me calenté estando en la ducha.
Tragó saliva. Su garganta volvía a estar terriblemente seca. Los latidos de su corazón habían aumentado hasta llegar a ser doloroso, así como la temperatura de la habitación. Se debatía entre colgar y terminar su trabajo puesto que la situación podía llegar a ser muy embarazosa, o entregarse a su excitado marido y seguir escuchándole. Escondiéndose tras la pila de redacciones lo mejor que pudo, su lengua humedeció sus labios de manera inconsciente.
—¿Y qué hiciste entonces? —susurró.
—Intenté que este dolor se fuera, por supuesto —Kazuha se preguntó honestamente cómo era capaz de decir eso como si fuera un niño inocente, sabiendo que ni siquiera se estaba sonrojando—. Seguí lavándome y limpiándome e intenté quitar a base de restregones esa necesidad, siempre pensando, por supuesto, en tu precioso cuerpo desnudo revolviéndose bajo el mío de puro éxtasis, como ayer… —hizo una pausa dramática antes de continuar en ese tono de voz que sabía que calentaba a Kazuha—. O como muchas de las noches que hemos pasado desde que nos casamos… —otra pausa dramática— o de antes de casarnos… —sonrió para sí mismo satisfecho cuando la escuchó tragar saliva. Se apoyó contra la pared de la ducha relajado.
—H…Heiji —Kazuha no sabía qué decir. Odiaba cómo le manipulaba y cómo le atormentaba cruelmente, pero al mismo tiempo se sentía intrigada por la situación en sí. Su voz seductora, el edificio de la escuela y el peligro de que les escuchen. Tenía algo atractivo y peligroso al mismo tiempo. No le sorprendió ver cómo su cuerpo respondía a esa obvia necesidad.
—Oh, sí, te lo puedo asegurar, señorita profesora traviesa.
Kazuha se quedó sin habla. Miró de nuevo a las personas que había en la habitación, quienes afortunadamente ya no le prestaban atención. Se sobresaltó ligeramente en su asiento cuando oyó un suave gemido al otro lado de la línea.
—Así que intenté hacerlo lo mejor que pude, pero no se sentía tan bien como cuando lo hacías tú y no se iba. ¡De hecho empeoró! —fingió un gemido al mismo tiempo que sonreía porque sabía que ella no podría decir nada, ya que su mente se estaba imaginando lo que él le estaba diciendo. Y, siendo lo considerado que es él, decidió ayudarla en esa visualización—. Ahora estoy de pie en la ducha con este gran problema que no se va sin importar lo mucho que lo intente. Ya sabes que puede ser muy insistente —se detuvo para dejar que sus palabras penetraran en la mente de Kazuha por un momento, pero rápidamente continuó:
"Y mi pelo está húmedo, goteando de vez en cuando… TODO mi pelo —sonrió traviesamente ante la repentina idea e intentó por todos los medios no romper a reír mientras se imaginaba su rostro completamente sonrojado—… y el agua me está goteando por todas partes. Mi nariz, mis hombros y brazos, baja por mi pecho, mi tripa… y acumulándose AHÍ, en el centro de mi deseo hacia ti, permitiendo que unas pocas gotas resbalen por mis muslos y piernas.
—H…Heiji… —intentó de nuevo, pero era incapaz de decir nada más.
—Ya ves, es muy injusto que yo tenga que estar aquí, con riesgo de coger un resfriado, porque no puedo terminar mi ducha así. ¡Y es por tu culpa!
Kazuha juntó las piernas con firmeza mientras trataba de ignorar los mensajes que su cuerpo no dejaba de mandarle.
—¿Qué sugieres que haga? —ronroneó.
—Meter una mano en tu blusa y otra en tus bragas para que yo pueda oler lo húmeda que estás.
Kazuha casi se cayó de la silla. Fue capaz de asirse a la mesa a tiempo y se empujó a sí misma hasta quedar derecha de nuevo. Abrió la boca para gritarle cuando se percató de que el profesor que más cerca quedaba de ella la estaba mirando de manera extraña otra vez.
—Eh… Heiji, no creo que eso ayude mucho ahora mismo —dijo lentamente. Sonrió con dulzura a su colega.
—Tienes razón. Si vienes aquí no ayudaría a mi condición —hizo una pausa, pretendiendo hacerle creer que estaba considerando una respuesta. Por supuesto, ella lentamente entendió que él sólo bromeaba con su último comentario—… Aunque sería DIVERTIDO —Sofocó una fuerte risa.
—¡Heiji! —le advirtió en voz baja, pronunciando su nombre lo más peligrosamente que pudo.
—¡Oh, ya sé! —exclamó feliz— ¡Vendrás a casa ahora mismo y me ayudarás con esto! Si te das prisa podrás estar aquí en diez minutos y entonces podremos hablar sobre la "llegada" otra vez.
Kazuha sonrió al teléfono y, sonrojada, miró a través de la ventana. Así no tendría que mirar a la cara a sus colegas, quienes la miraban cada vez más irritados.
—Así que esa es tu opinión sobre lo que debería hacer, ¿no? —dijo coquetamente y sonrió para sí—. Pero aún tengo trabajo que hacer, ya sabes.
—¡Como si me importara! —el tono que empleó Heiji le hizo ver que REALMENTE no le importaba el trabajo que ella tuviera en ese momento—. Si no vienes a casa ahora mismo, iré yo en persona y te obligaré a venir. Sabes que soy capaz. Y créeme, no quieres que lo haga, no prometo que no pase nada en la sala de profesores o donde sea que estés en ese momento.
Kazuha se rió entre dientes y sonrió dulcemente a un profesor de matemáticas que se despedía del resto y abandonaba la habitación. Debía admitir que la idea era divertida, a pesar de todo. Oyó una risita de Heiji.
—Por no mencionar que sería… digamos… "molesto" si yo apareciera en tu escuela totalmente empapado con sólo una toalla que ni siquiera necesita un nudo para atarse.
—Sí… —Kazuha empezó a ordenar sus papeles en su bolso con calma, sonriendo a una amiga que observaba lo que hacía con interés— Ya puedo ver el problema.
—¿Vendrás a casa y me ayudarás? ¿O tengo que ir yo y traerte por mi cuenta? —intentó que sonara como una amenaza y se ganó una risita sofocada.
Kazuha esperó un buen rato, disfrutando del electrizante silencio que se había instalado entre ambos.
—¿Cómo puedo rechazar una propuesta tan agradable? Sé de sobras que no sabes hacer nada por ti mismo.
Heiji sonrió y rió traviesamente.
—Dame diez minutos.
—¡No puedo esperar!
—Yo tampoco.
—Eso lo puedo ver —Ambos sonrieron con picardía—. ¡Date prisa! —le ordenó con ternura.
—Descuida, la tendré.
Colgaron y Kazuha no pudo borrar la sonrisa pícara de su rostro mientras recogía sus cosas y las metía en el bolso. Tomó su chaqueta y se despidió de las personas que había en la habitación.
—¿Problemas con el marido trabajador? —le sonrió a sabiendas su amiga.
—¿A… a qué te refieres? —Kazuha intentó lucir inocente y tragó saliva, no tan obviamente como pensó.
—¿Echó a perder tu ropa sucia?
—¿Mi ropa…? ¡Ah, sí, sí! Eso es lo que ha hecho —Kazuha se las apañó para mantener una expresión de ambigüedad ante la pregunta de su amiga. Heiji estropeando la "ropa sucia" era lo que les había dicho, después de todo. No era como si su ruidosa amiga necesitara saber toda la verdad—. Voy a ver lo que puedo salvar.
—Ya veo. Buena suerte, entonces —Kazuha se hubiera reído, pero permaneció impasible y le dedicó una sonrisa amable.
—Adiós, nos vemos mañana.
Rápidamente salió y corrió hacia su coche. Las imágenes de un Heiji desnudo esperándola en la ducha, caliente y desesperado por ella, la estaban matando. Sonrió durante todo el camino, contenta de que su casa no estuviera muy lejos de la escuela donde trabajaba.