Fase 6: La súpermega Organización S&S

¡Ah! El Caribe. El lugar ideal de magos y muggles para pasar sus vacaciones, sean del país que sean. Aguas cristalinas, playas de arena blanca, palmeras… Y es justo aquí donde se sitúa nuestro nuevo personaje original, más concretamente en una pequeña isla de las Bahamas. ¿Que qué hace aquí? En un principio, nuestro joven y atractivo amigo debería estar buscando el principal causante de una supuesta fiebre aviar gigante.

En una pequeña y prácticamente desierta playa, nuestro –por el momento- protagonista, se haya metido en las salinas aguas hasta la cintura. Con su rubia y sedosa melena al viento, pega un pequeño saltito, y se sumerge por completo en el agua, con camisa y todo. No muy lejos de él, sobre la arena y con los pantalones remangados, mostrando sus peludas canillas, un hombre enorme, con las manos del tamaño de dos tapacubos, observaba al joven que buceaba mar adentro. Minutos después, cuando el señor Stu hubo salido del agua, se acercó al semi gigante con una sonrisilla.

- Oh, vaya, aún no puedo creer que hables pezunio.- Exclamó el hombre, emocionado.- ¿Qué te han dicho los peces, Gary?

- Que no existe ningún tucán gigante. Lo que sospechaba.

Hagrid bufó, disgustado.

- ¡Y he venido hasta aquí, dejando solos a Fang y a Aragog! – Se lamentó, llevándose una manaza a la frente.

- No te olvides de la lechuza de Cuatro Ojos.- Comentó despectivamente el muchacho, quitándose la camisa mojada y mostrando un torso firme y dorado por el sol.

- No, la lechuza se la dejé a Snape. Pensé que estaría mejor con él.

- ¿Y te parece lógico dejar a un pobre e indefenso animal en manos del señor grasas?

- ¡No, qué va! – Dijo Hagrid, sacudiendo una mano.- ¡Si estaba encantado de quedarse con la pequeña Hedwig! – Gary levantó las cejas, incrédulo.

- ¿Seguro?

- ¡Seguro! – Asintió el grandullón enérgicamente.- ¡Se llevarán de maravilla!

- ¡Pajarraco insolente!



Snape daba saltos por toda la habitación, enfurecido. Por lo visto, Hedwig había conseguido birlarle la varita al profesor de pociones, y había levantado el vuelo intentando huir. Snape se sentía ridículo. No podía creer que, habiendo estado entre las tropas del mismísimo señor oscuro, habiéndose enfrentado a los más horrendos y oscuros peligros, una simple y escuchimizada ave de mensajería le estuviera haciendo sudar de aquella manera, haciendo ver su rostro más brillante de lo normal. Esquivaba muebles, sillas y calderos vacíos, y con los brazos extendidos hacia el techo intentaba atrapar la blanca lechuza; se le hacía ver totalmente patético en aquella situación.

Cansado, decidió intentar con otra cosa. Buscó en el armario de las pociones los filtros desilusionadores que había mandado a su clase de séptimo aquella mañana. Odiaba pensarlo, pero –para variar- Granger había sido la única que lo había elaborado correctamente, así que, con un gruñido de fastidio, agarró el pequeño frasco con su nombre y vertió unas gotas en uno de los calderos. Al instante, éste se volvió del color y textura de la mesa que lo sostenía.

Snape se subió a la mesa y levantó el caldero sobre su cabeza. Cuando Hedwig estuvo lo suficientemente cerca, saltó sobre ella y la atrapó con el caldero, sujetándolo contra el suelo para evitar que volviera a escapar. Snape rió de forma malévola.

- ¡Te tengo, cerebro de pollo!

Con cierto esfuerzo, y llevándose algún que otro picotazo, el profesor metió la mano bajo el caldero y sacó su varita, que Hedwig había soltado tras el golpe. Con un movimiento de varita, la lechuza quedó inmovilizada, a excepción del pico y los ojos, que buscaban desesperados la forma de huir de aquella situación.

Llevó la lechuza hasta su escritorio y la observó durante unos segundos. Con una desagradable sonrisa, sacó unas galletas de canario de "Sortilegios Weasley" de uno de sus cajones, partió una por la mitad y se la dio a Hedwig.

- Veremos si son tan inteligentes esos Weasley.- Murmuró.- A ver si eres capaz de sobrevivir a una galleta de estas, pichón.

Mientras la lechuza tragaba, Snape la observó con atención. Llevaba meses analizando todos esos productos comestibles que fabricaban los gemelos Weasley y, en caso de encontrar algún fallo o, para mejor, algún tóxico, podría darles una buena patada en su pecoso trasero. Tenía que reconocerlo, le podía la envidia. La magia de todas aquellas bromas era increíble, y estaba claro que los comestibles estaban hechos con algún tipo de poción, a saber, inventada por ellos mismos.

- ¿Qué hacemos ahora, pues? – Preguntó Hagrid con un suspiro.- Si no hay epidemia, no hay misión.



- Volver a Hogwarts, grandullón.- Contestó Gary con obviedad.

- ¿Por qué? Aquí se está muy bien, son como unas vacaciones.

- ¿Por qué crees que empecé buscando aquí? – Inquirió el joven. Hagrid se encogió de hombros.- Además, ¿no decías que querías volver por Aragog y Fang?

El semi gigante juntó las yemas de sus dedos y miró hacia abajo con expresión avergonzada y tímida, y murmuró algo así como "es que la playa es tan bonita…"

Al instante, el rostro de Gary se ensombreció teatralmente.

- Estaba claro que era una trampa. Una trampa para alejarme de mi querida Mary y así dejarla desprotegida.- Puso los brazos en jarras, adoptando una postura de superhéroe.

- Creo que te… - Empezó Hagrid.

- ¡No, no! Estoy seguro.- Lo interrumpió Gary levantando una mano en señal de silencio.- Ese maldito Voldie se las verá conmigo.

- Vo… Vo… Voldemort, Gary.- Tartamudeó, temeroso de pronunciar el nombre.

- Como sea.

Nada. Durante unos minutos no ocurrió nada, y Snape siguió allí, observando a la lechuza intensamente, mientras las gotas de sudor que nacían en la raíz de su grasiento cabello le recorrían la cara e iban a estamparse al escritorio.

Pero algo hizo a Hedwig empezara a retorcerse y a emitir pitidos, casi como agudas quejas que alegraron y en cierto modo alarmaron a Snape. Si el pajarraco moría, se le caía el pelo. Sin embargo, la lechuza empezó a hincharse lentamente, y cuando su tamaño superó el de la mesa de Snape, éste empezó a asustarse de verdad. Si seguía creciendo de esa manera, o explotaba, o hacía explotar la mazmorra. Como fuera, él prefería no quedarse a contemplar, pero estaba tan paralizado por la conmoción que sus pies no respondían.

"No sigas creciendo, no sigas creciendo" Pensaba desesperado, pero cuando el animal alcanzó el tamaño de una tercera parte de la clase, el crecimiento cesó. Snape profirió un exagerado suspiro de alivio y se secó el sudor acumulado en su frente con la manga de la túnica.



- Pero Harry está con ella, ¿no se supone que eso era una especie de garantía para ti? – Masculló Hagrid mientras caminaban por las destartaladas calles de un agradable pueblo caribeño.

- Yo no me fío de Cuatro Ojos. La S&S me dijo que no me preocupara, pero ese chaval es un maldito torpe. No distinguiría el verdadero peligro aunque le diese un guantazo.

- Como tú digas…- Murmuró el guardabosques.

Tras un silencio que a Hagrid se le antojó algo tenso, una pequeña duda asaltó su cabecita repleta de amor animal.

- Oye Gary…

- ¿Qué?

- ¿Qué significa exactamente "S&S"? – Preguntó, mesándose la enmarañada barba.

Gary rió.

- "La Organización Stu & Sue".

Hagrid siguió dudando. ¿"Stu & Sue"? Sonaba poético, pero…

- ¿Por qué llamar "Organización" a un grupo que forman menos de cuatro personas?

Gary se detuvo bruscamente y Hagrid chocó con él. El joven se tambaleó, y al recobrar el equilibrio sonrió al guardabosques con una extraña expresión de suficiencia y sabiduría.

- ¡Cielos, Hagrid! ¿Quién te dijo a ti que somos menos de cuatro? – Rió entre dientes.