Los personajes de esta historia no me pertenecen.

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y será slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas y punto, comprendo perfectamente esa postura. Es un Aiolia/Máscara de Muerte.

Capítulo 12. Unidos

Tiempo atrás...

- Este es tu templo.

Máscara enarcó las cejas extrañado, ya lo sabía, era el lugar al que le habían llevado el primer día que le habían traído al Santuario, desde entonces había entrenado con Saga y los demás muchachos para, algún día, vestir una armadura de oro y proteger aquel templo, la casa de Cáncer. Tenía ocho años, pero al igual que los otros aprendices, había madurado pronto y se había fortalecido. Estaba marcado por las estrellas que su destino era ser un guerrero de Athena, era una infancia dura y exigente, pero no le molestaba especialmente, la vida en el mundo exterior ya era dura y cruel, y aquí tenía alimento, refugio, y sus tutores, Saga y Aiolos, eran caballeros justos.

Aquella mañana algo había estado... mal. Máscara había estado entrenando con Saga su habilidad de Ondas del Hades, un poder en el que este había hecho mucho hincapié, y algo le había intranquilizado. Saga había sido particularmente exigente, incluso había parecido nervioso. Y ahora, cuando faltaba poco para la cena, le llevaba hasta las puertas de su futuro templo.

- Ya sabes que tu armadura está marcada por la luna, Selene.

Claro que lo sabía, siempre se había sentido animal nocturno, además su cosmos se fortalecía en las noches de luna llena y decrecía en las de luna nueva, siguiendo las fases de su protectora. A veces Máscara podía sentirse él mas poderoso de los aprendices y otras veces apenas podía mantener el ritmo, como hoy, que era luna nueva.

- La luna es una protectora, una luz en la oscuridad.- Saga le hablaba, pero su mirada estaba fija en las puertas, cerradas a cal y canto, del templo de Cáncer.

- Aja.- Máscara empezaba a aburrirse. La teoría siempre le aburría.

- Esto es importante, Máscara. Hay... hay algo muy importante que debes saber.

Saga puso una mano sobre las puertas, estas llevaban años cerradas a cal y canto, y un cosmos extraño y débil surgió de estas. Máscara se percató de que se sentía algo extraño tras aquellas puertas... frío, ira, tristeza, hambre... un hambre sin fondo... una sed insaciable... algo estaba tras aquellas puertas... algo que le sentía a él, y le miraba...

- ¿Qué...?.- Máscara intentó retroceder, atemorizado, pero Saga le detuvo con una mano sobre su hombro, reteniéndole con firmeza.

- Esta es una amenaza que los caballeros de Cáncer han combatido desde el inicio de los tiempos.

- Pero... ¿qué es?.- Máscara se tenía por un chico duro, pero nada le había preparado para lo que sentía tras ese portón.

- Es la Oscuridad, un aspecto de Hades. La luna es una guardiana, una puerta que cierra el paso a las fuerzas del mal durante la noche desde el principio de los tiempos. Desde siempre los caballeros de Cáncer han cumplido la labor de Cancerberos del templo de Cáncer.

Y Saga le había hablado del pacto entre Selene y Athena, como las dos diosas habían acordado proteger al mundo de Hades y la Oscuridad, la diosa Lunar se había comprometido a ser la guardiana nocturna y Athena había prometido ayudarla en este cometido, pues Selene no era lo suficientemente poderosa para enfrentarse a Hades ella sola.

Y para ello había sido forjada la armadura de Cáncer, bendecida por el astro lunar para sellar el pacto. Un pacto que establecía que una vez al mes la defensa contra la Oscuridad de Hades estaría en manos del caballero de Athena.

Una vez al mes la luna descansaría, recobraría fuerzas. Y durante ese periodo, cuando la Oscuridad tratara de escapar al mundo a través del templo de Cáncer, el caballero de dicho templo tendría la responsabilidad de detenerla.

Máscara había escuchado con atención mientras el frío alrededor del templo de Cáncer crecía, las sombras se hacían más opacas y empezaba a oír susurros, gruñidos, risas... cacofonías de susurros maliciosos que le helaban la sangre.

- Desde que falleció tu predecesor Selene ha mantenido su protección incluso en las noches de luna llena... pero su poder se ha debilitado año tras año, ya no puede prescindir de su aliado en el Santuario de Athena. El sello se debilita.

El joven aprendiz tragó saliva, él era el futuro caballero de Cáncer, él tendría que ejercer esa labor. Luchar contra... aquello, fuera lo que fuera.

- Dentro de poco, tú tendrás el deber de entrar en el templo de Cáncer y cerrar el paso a la Oscuridad.

La sola idea de entrar, de mirar cara a cara a aquello, hacía que Máscara temblara. Saga le tomó una mano y la apoyó sobre la puerta, y Máscara sintió en todo su cuerpo un horror que no tenía nombre, algo se apretaba contra la puerta, algo que tenía hambre, no de su carne y su sangre, sino de su espíritu. Quería consumir su alma.

Intentó apartar la mano, pero Saga se la sostuvo, el niño se revolvió ferozmente, pero Saga se mantuvo firme, sin dejarle alejarse.

- Lo siento mucho.- La voz de Saga estaba cargada de tristeza.- No hay elección, debes... es mejor que empieces a comprenderlo... pronto tendrás que entrar.

- ¡NO!.- Máscara gritó aterrorizado.- ¡No entraré!. ¡No!

Pasaron horas allí, a las puertas del templo de Cáncer. Saga no le obligó a estar toda la noche... pero si lo hizo el mes siguiente, y el siguiente, y así hasta que un año después llegó la noche en que las puertas del templo de Cáncer se abrieron, y un aprendiz fue llevado al interior del templo de Cáncer de la mano de aquel en quien había confiado, de aquel que había creído que siempre le cuidaría.


El presente...

Aiolia había escuchado en silencio, sin hacer preguntas, aquello era algo que Máscara le contaba con dificultad, si le interrumpía bien podía decidir callar y poner fin al monologo. Ahora comprendía muchas cosas, como un aprendiz se había ido amargando hasta convertirse en el cruel caballero de Cáncer, comprendía el rencor hacia Saga y Aiolios, y la siniestra estampa del cuarto templo.

- Saga era quien se ocupaba de llevarme allí y sellar las puertas... pero a veces era Aiolos.

- Pensaste que él no te obligaría.- Susurró Aiolia, cerrando los ojos.

- Si... fui un ingenuo... no sé lo que pensaba... sabía que debía entrar pero...

Aiolia lo entendía. No se trataba de entrar o no entrar en aquel templo, sino de sentir que tenía elección. Era cierto que era su deber, que si no entraba a proteger el templo condenaría al Santuario pero... Aiolia comprendía que Máscara había deseado sentir al menos que entraba porque él así lo decidía, que era un sacrificio personal... no una condena impuesta e inevitable. Como si estuviese siendo castigado, y por aquellos que habían actuado como protectores y mentores.

- Ssssh, no digas más.

Saga les había encontrado tendidos en el suelo del templo del templo, no estaban heridos, ni física ni espiritualmente. Unidos en combate, luz y luna, la oscuridad no había tenido ninguna oportunidad contra ellos, tan solo acusaban el agotamiento natural de una noche en vela combatiendo.

Ahora estaban tumbados en el sofá del templo de Leo, donde se habían desplomado el uno en brazos del otro, disfrutando de un merecido descanso.

- Parece mentira que todos los meses...- Aiolia suspiró.- ¿Cómo pudimos no enterarnos?

Máscara se encogió de hombros y se acurrucó mas contra Aiolia.

- Saga y Aiolos se avergonzaban... y yo no quería la compasión de nadie. Así que quedó en secreto.

Así de fácil. Aiolia hundió la nariz en el pelo cano de Máscara y aspiró. Habían sobrevivido a aquella oscuridad, y estaban bien, estaban juntos. Lo habían superado.

- No me compadezcas.- Murmuró Máscara ocultando el rostro, pero su cuerpo estaba en tensión.

- He estado allí dentro, contigo.

No necesitaba decir más. Máscara se relajó y volvió a abrazarle, ambos estaban cansados, agotados. Aiolia cerró los ojos, tras estar en el templo de Cáncer había pensado que nunca más volvería a dormir tranquilo, pero le alegraba comprobar que no era así. Podía dormir tranquilo.


Horas mas tarde Aiolia había despertado, al comprobar que Máscara seguía profundamente dormido le había dejado así y había salido a las puertas de su templo a contemplar a su signo guardián, el sol. Aquel había sido un día muy agitado, por llamarlo de alguna manera. Y sin embargo sentía que había dado carpetazo a muchas situaciones, podía continuar hacia delante.

Aiolos no era perfecto, había sido humano, un hombre recto que había sido consumido por el deber pese a todas sus buenas intenciones, entre su humanidad y su deber a la diosa había elegido su deber. Y Saga era parecido, pero estaba vivo, y podía cambiar.

En cuanto a Máscara y él... de pronto sentía que aquella relación había sido predestinada, y aunque no lo hubiera sido sin duda ahora lo era. Durante aquella noche, mientras luchaba contra el cansancio para mantener encendido su cosmos, había sentido una conexión como nunca la había sentido con otro ser vivo.

En medio de la Oscuridad, como un único faro de luz, había sentido que en ningún otro lugar sería tan importante como allí. No había sido lo suficientemente importante para su hermano, ni para sus padres, ni para Athena... pero allí, en aquel lugar, había sabido que era la persona mas importante en el corazón de la otra persona allí presente, Máscara. Y para él mismo, tampoco había existido nada mas importante, aquella persona por la cual había bajado todas sus defensas para ser solo luz, confiando en que Máscara le protegería del daño.

Volvería a hacerlo. Volvería a hacerlo mil veces. Mes a mes, estar junto a Máscara en aquella fatídica noche, uno atacando, otro defendiendo, estaría junto a él. No iba a abandonarle, no iba a fallarle.

Como si hubiese dicho sus pensamientos en voz alta, unos musculosos brazos le rodearon los hombros por la espalda y un rostro conocido y amado se apoyó en la curva de su cuello.

- Me he dado cuenta.

- ¿De qué?.- Aiolia semisonrió al sentir un suave beso en la nuca.

- Antes de salir aquí has hecho café, dos tazas.

- Aja...

- Eso es que me quieres de verdad.

Aiolia soltó una carcajada y Máscara le mordió juguetonamente.

- Si hubiera sabido que en vez de enfrentarme a Saga, entrar en tu templo y luchar contra la oscuridad bastaba con hacerte una taza de café...- Bromeó Aiolia.

- Bastaba con eso.- Máscara volvió a besarle.- Yo también a tí.

Aiolia hubiera saltado de alegría, pero en lugar de eso giró la cabeza y reclamó los labios de Máscara de Muerte en un beso. Máscara se veía extraordinariamente docil, era delicioso sentirle tan relajado contra él.

- Eres mio.- Prometió Aiolia.- Cada luna llena, y cada luna nueva, mio y de nadie más.

- Espero que eso sea recíproco.

- Lo és.

Máscara se sentó tras Aiolia, abrazándolo, apoyó la cabeza contra su espalda, escuchando los latidos de su corazón. El sol les iluminaba, prestándoles su calor, pero a Máscara le parecía insignificante comparado con el calor del hombre que tenía a su lado. Su sol. Todo suyo. Incluso en las noches en que la luna no estuviera, seguiría teniendo luz.


Nota de la autora: Un capítulo final un poco corto, pero es que no se me ocurría nada mejor, no quería alargar demasiado el drama después del capítulo anterior y tampoco quería ser pastelota, y este es el término medio en que me quedo. No queda absolutamente todo resuelto, pero no creo que deba resolver absolutamente todo en este fanfic, no todo va a ser miel sobre hojuelas. Saga seguirá siendo un pesado, pero le ignorarán y punto, al final acabará aceptando la situación como algo positivo (y se deprimirá, por supuesto.).

Ahora si que descansaré y haré un par de sacrificios a los dioses griegos para que me manden mejor inspiración. Cuando tenga una idea de próximos fanfics subiré en mi blog una entrada, pero no creo que lo haga hasta dentro de unas semanas.

Ha sido maravilloso compartir mi fanfic con todos, mis saludos, una despedida de punto y aparte y mis mejores deseos para todos.

PD: Mientras tanto hay muchos mas fanfic que leer por ahi, tanto en esta web como en otras que ya he recomendado anteriormente, como los foros de Saint Seiya en Miarroba.