Disclaimer: Nada me pertenece. Yo sólo escribo lo que a JK se le olvidó contarnos.
Aviso: Este fic contiene SLASH. Si el tema no es de tu agrado, por favor, ahórrate un disgusto y vuelve a la página anterior.
NdA: La historia se encuentra casi terminada y está compuesta por dos capítulos. Espero que os guste y disfrutéis leyendo tanto como yo escribiéndola. Puppies Love forever!
——
Aburrimiento
Primera Parte
El aburrimiento. Un estado vegetativo, ciertamente desagradable, que produce efectos aún más desagradables. Malestar, irritación... cabreo. Como ahora. No por nada en especial ni contra nadie en particular, o quizá contra todo lo contrario.
Cabreado. Con el estúpido sábado del estúpido fin de semana de un estúpido mes de abril. Con los irritantes rayos de luz que le pegan en los ojos, obligándole a moverse en la cama para esquivarlos, cosa en sí molesta porque él NO quiere moverse. Cabreado con el gafotas de su mejor amigo, que ha desaparecido en busca de terremoto Evans, plantándole con un descarado nos vemos, Canuto y una tonta sonrisa en la cara. Cabreado con Peter... porque sí. Pero sobre todo y muy especialmente, cabreado con el empollón, flacucho, lobito de medio pelo, estirado prefecto de Lupin.
Estúpido Lupin. Gruñe y se revuelve y se indigna por enésima vez. Porque, en serio, a nadie al que le parezca tan interesante estudiar un sábado, en vacaciones, puede considerársele persona. No. Quizás fuera un gusarajo en otra vida. Quizás sea un gusarajo camuflado de lobo. Sí. Eso es, seguro. Estúpido gusarajo.
No hay derecho. Más aún, es inconcebible. Porque es él, Sirius Black, el alma de la diversión, el conquistador de Hogwarts, el ser más rematadamente guapo, perfecto e inteligente –resumiendo, la octava maravilla del mundo-, quien está aburrido. ¿Cómo puede ser que todo el mundo tenga planes menos él?. ¡Si hasta Peter tiene un plan! Tan poco interesante como él, pero eso no viene al caso. O quizá sí, porque la indignación está dando paso a un leve estado de pánico. ¡Necesita un plan y lo necesita ya!
Y ya sabe dónde buscarlo.
¿Quién dijo que Sirius Black no pisa la biblioteca?
Oh, bueno, no es que no sea cierto. Pero en este momento, su plan se encuentra allí, empollando para no variar sus malas costumbres. Estúpido Lupin.
---
Está a gusto. Ahí. Sentado a la mesa de desgastada madera rojiza, rodeado de libros, plumas y pergaminos. En silencio y en paz. Respirando ese olor a viejo que desprende la biblioteca, escarbando entre manuscritos milenarios en busca de algún nuevo dato que añadir a su trabajo, flotando entre guerras de duendes y rebeliones de gigantes, perdido en su mundo. Siente que ese es su sitio.
Remus Lupin, prefecto de Gryffindor, empollón declarado, hombre lobo en sus ratos libres, está feliz. De acuerdo, quizá la biblioteca sea un sitio demasiado tranquilo algunas veces, especialmente para un perro hiperactivo con sobredosis de hormonas como Sirius, pero no le importa. Al diablo Sirius y sus bromas. ¿Quién se tomaría en serio a un tío que compite en la convención anual de devoradores de bollitos de coco, y que para colmo es el campeón indiscutible?
Suspira vencido y rueda los ojos. Sirius es idiota.
Sirius es pesado, caprichoso, presumido, un seductor barato con el ego del tamaño de Gales —cuando duerme, claro, porque despierto abarca sin problemas toda Gran Bretaña—. Sirius es una pesadilla para los Slytherin o, en su defecto, para cualquiera cuya presencia no le agrade lo bastante como para permitirle compartir el mundo con él. Porque Sirius es un regalo divino a todos su congéneres, según palabras textuales, y no todos cuentan con su aprobación para respirar, ya que, obviamente, él siempre tiene algo que decir al respecto. Sirius es bocazas, impulsivo, fácil de cabrear pero también fácil de calmar cuando se es Remus Lupin.
Porque Sirius no piensa lo que hace. Primero actúa y luego, si tiene tiempo y no hay nada mejor que hacer, lo piensa. Y tampoco mucho, porque sostiene la firme teoría de que pensar no es sano. O eso dice él. En realidad, Remus sabe que sí lo piensa y que a veces incluso se arrepiente de las tonterías que hace, pero como es Sirius Black, jamás de los jamases lo reconoce. La sola idea le produce urticaria.
Un idiota. Sin duda.
A menudo, Sirius es también un dolor de cabeza. Una jaqueca persistente. Un pitido molesto en su oído que no desaparece por más que huya de él, ya que le persigue como un auténtico perro de presa. Y nunca le pierde el rastro. Como si hubiera meado a su alrededor para tenerle siempre ubicado. Como si fuera un hueso que entierra en un escondite secreto para que nadie más lo olisquee y al que vuelve a buscar cuando se aburre. Entonces lo desentierra y juega con él. Lo arrastra, babea y mordisquea sin importarle lo que el hueso opine del asunto. A Remus no le entusiasma ser hueso, pero en lo más profundo de su ser, reconoce que es divertido.
Y es que Sirius Black, chucho insufrible y apestoso, es un maldito encanto cuando se lo propone. Cuando le abraza por detrás y le llama "flacucho empollón" soplándole por encima de la nuca. Cuando le mira con los ojos brillando de malicia y a él le entran tremendas ganas de huir para no saber nada sobre el macabro plan que ronda esa maquiavélica mente. Cuando, poco antes de salir la luna llena, le contempla con esa seriedad inusitada, hablándole sin hablar, mostrándole su tácito aunque incondicional apoyo. Cuando amenaza a todo Slytherin, con Malfoy a la cabeza, sólo por haberse atrevido a meterse con él. Porque Black es un perro más allá de su forma física y tiene la inevitable manía de comportarse de una forma hostigante y sobre protectora.
Y entonces Remus bufa, gruñe, se queja y trata de explicarle por millonésima vez que NO necesita un esbirro que amargue la vida a los demás en su nombre. Y Sirius se sienta sobre el sofá de la sala común, planta sus botazas sobre la mesa más cercana con todo el descaro que le caracteriza y pone esa cara. Esa maldita cara angelical que podría engañar a un santo, pero que a él le irrita, porque viene a decir "ni te estoy escuchando pero me encanta verte enfadado". A veces le suelta incluso alguno de sus famosos tienes razón, deberías aprender a defenderte solo, Lunático, yo no puedo estar siempre para guardarte las espaldas. Lo dice porque le conoce y sabe que eso a Remus le irrita. Sólo por eso. Porque disfruta molestando, el muy cabrón.
Remus sabe que debería enfadarse. Sabe que es la única forma de dejarle claro que no puede andar por la vida en ese plan insoportable. Sabe incluso cuál es la manera perfecta de hacer que Sirius se arrepienta: ignorándole. Porque hay muchas cosas que a Sirius le resbalan por su perfecta cara, pero un Remus Lupin dispuesto a pasar de él nunca ha sido de ésas. Tal vez sea de las pocas situaciones en las que el crío mimado e incorregible adopta una actitud mínimamente seria. Entonces baja las orejas y se acerca despacio, tanteando el terreno, antes de abordarle con una delicadeza impensable en él. Y a Remus le entran ganas de comérselo.
Pensándolo bien, ahí tiene la respuesta. Suspira y sonríe a su pesar. Ahí está la razón por la que prefiere no enfadarse. Porque, en ocasiones, el idiota de Sirius Black puede resultar demasiado peligrosamente encantador para su salud mental.
Maldito Sirius. Se pregunta quién manipula a quién. Todo Hogwarts tiene claro que es Remus el que domina a "huracán Black". Todos menos Remus, que no es tan tonto y conoce bien sus propios puntos débiles.
---
Le huele antes de verle. Demasiado ha tardado en aparecerse, de todos modos.
—Me aburro.
Remus hace gala de su mejor expresión indiferente y ni se digna a alzar la mirada. No es como si eso fuera a hacer desistir a Sirius de su propósito, por supuesto, pero es parte del ritual entre los dos.
—Me aburro, Lupin.
—Ajá.
—Qué elocuencia. Te estoy diciendo que me aburro, necesito un plan.
—Pues busca a James.
Sirius sólo gruñe "Evans" y no hace falta más para que Remus entienda que Cornamenta está fuera de combate. Aún no le ha mirado, pero sabe cómo acabará aquello. Siempre acaba igual. Él cede, Sirius gana. Pero con todo, habrá que ponérselo un poco difícil ¿no?
—¿Peter?
—Estoy aquí, Lupin —señala el moreno como si con eso bastara para explicarlo todo—. ¿Crees que estaría en la Biblioteca, yo, si tuviera alguna otra mínima alternativa?
—De modo que soy la última alternativa —deduce Remus, ligeramente dolido, si bien su voz suena indiferente—. Qué bonito.
—Bueno —se medio excusa Sirius—, no es como si fueras un alma de la fiesta.
—Cierto —confirma el otro sin prestarle atención—. Entonces ¿qué haces aquí?
—Me aburro.
—Acabamos de acordar unanánimamente que yo soy un ser aburrido. ¿No es tu comportamiento un poco incoherente?
—A mí no me vengas con argumentaciones baratas, Lupin. Estoy aburrido y quiero un plan. Ahora.
Remus suspira exasperado. Lanza una mirada alrededor de su mesa como si buscara algo.
—¿Es que no quedan chicas en el castillo en vacaciones?
Sirius alza las cejas, levemente sorprendido.
—No sabía que te gustaran los tríos, Lunático —exclama divertido—. Pero seguro que puedo arreglar algo —agrega al instante con aspecto malicioso.
—Sirius, joder.
—Sí, sí, ya sé que las tías no te van, pero piensa que también estaré yo y si soy el sueño húmedo de la mitad femenina de Hogwarts, puedo serlo también para los lobos maricas ¿no?
El susodicho "lobo marica" le fulmina con una mirada llameante y llena de algo complicado de definir. Es decir, complicado porque es Remus Lupin de quien estamos hablando. Si fuera otro, podría definirse como lujuria sin muchas dudas.
—Tal vez. Pero desgraciadamente para ti, eres un caza-faldas aburrido. De ser un perro marica como es debido, este lobo te enseñaría algunas cosas con las que podrías entretenerte.
A Sirius le encanta pinchar y picarse con Remus es divertido, pero cuando algunas veces, como ésta, el licántropo le deja planchado y sin nada que se le ocurra decir, resulta perturbador y algo irritante. Le mira y una sonrisita victoriosa se burla de él desde los labios de Lupin. Le gustaría borrarla pero no tiene un contraataque para hacerlo, así que opta por algo distinto.
—Me halaga la propuesta, pero creo que tú eres más de teoría que de práctica, señor empollón. Dudo que sepas algo que yo no sepa.
—Sirius, si vas a retarme, sé un poco más sutil, por favor.
—Lo apuntaré para la próxima —le sonríe.
Remus respira hondo y se da por vencido. Cierra el libro y aparta los pergaminos (ante la victoriosa mirada de su compañero) antes de enfrentarle como debe hacerse en un duelo en toda regla.
—Vale. ¿Y cómo se supone que debo demostrar mis "habilidades prácticas", señor Canuto? Porque supongo que no estarás pensando en espiarme mientras desarrollo mis técnicas con algún otro "ser marica".
Sin denotar ni un ápice de agitación, Sirius se lo piensa. Esa no había sido exactamente su idea, claro que su idea no era idea ni era nada. Era una estupidez.
—¿No conoces a nadie que se preste a una demostración? —inquiere con curiosidad. Nunca se había planteado si Lunático tendría una vida sexual activa, la verdad. Él no lo imagina, desde luego.
—¿Contigo mirando?. ¡No!
Ligeramente confundido, el animago aclara.
—No tengo que estar visible, joder. Puedo usar la capa o…
—¿Pero tú estás tarado? No pienso hacer eso, no me gustan los mirones, gracias.
—Entonces te bates en retirada ¿no? —sentencia Sirius con voz arrogante. Sabe que ese tono enfurece a cualquier ser humano viviente, y Lupin, aunque sea un lobo marica, también tiene su lado humano.
El efecto deseado se produce según lo previsto. El licántropo gruñe en amenaza y alza la cabeza desafiante.
—Espérame en el pasillo sur de la cuarta planta en quince minutos. Con la capa.
——
NdA: Que levante la mano (léase: deje review) el que quiera la continuación. Sí, lo sé, soy un asco. xD