Orgullo & Prejuicio.


Capítulo 1.

- ¡Maldita sea, Sirius¡Podría haber muerto!

- No lo hizo ¿vale? Así que deja de darle más vueltas.

- ¿No se te ocurrió pensar en Remus?

- ¿Quieres dejar de gritar antes de que se entere todo Hogwarts?

- Un poco tarde para eso.

Los dos se giraron hacia las escaleras que daban a los dormitorios. Una ola de pánico pareció cruzar sus juveniles y encantadoras facciones y por un segundo tuvo la sensación de que eran mucho más mayores de lo que en realidad eran. Entonces James Potter se relajó y sonrió. Sirius Black bajó la mirada y apretó los puños.

Lily bajó el resto de los escalones y se acercó a ellos con los brazos cruzados sobre el pecho.

- No quiero saber por qué demonios estabais discutiendo, pero gritar a las tres de la mañana en la Sala Común no es la mejor idea.

Hablaba más la alumna a la cual le esperaba una larga jornada al día siguiente que la prefecta.

- Tranquila, Evans. Sirius y yo nos iremos ahora mismo a la cama.

Ella no dijo nada. Le irritó el tono condescendiente que utilizó Potter. Echó una última mirada a Black y pensó en que aunque se fuese a la cama, aquella pelea no había hecho más que empezar. Le pareció que Potter estaba impaciente porque les dejase solos y ella estaba demasiado cansada como para discutir con ninguno de los dos a esas horas. Se giró y subió las escaleras.

- Evans –se paró al oír a James llamarle.- Supongo que no hace falta que McGonagall se entere…

- A McGonagall no la importará que me hayáis despertado, Potter.

Por supuesto que no iba a decirle a la jefa de la Casa Gryffindor que dos compañeros habían estado discutiendo a altas horas de la madrugada. Aunque fueran dos de las personas que más la crispaban y los únicos que conseguían que su humor cambiase con solo estar delante de ellos.

--------

James y Sirius esperaron a oír como la puerta de la habitación de Lily se cerraba con un suave clic. Se miraron durante un breve instante y los dos cayeron rendidos en el sofá frente a la chimenea ahora apagada.

James se quitó las gafas y se frotó los ojos con la mano derecha. Había sido una noche demasiado larga. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. No creía que aquella noche pudiese dormir.

- Lo siento, James.

Sirius no había dejado de repetir esas tres palabras desde que dejaron a Peter y Remus. De entre todas las ideas que había tenido su mejor amigo desde que le conocía, aquella había sido la peor de todas.

- No sé como se enteró de lo de Remus. Estaba seguro de que sospechaba algo y que se lo diría a todo el mundo. No todos pensarán lo mismo que nosotros, James. No todo el mundo aceptará la condición de Remus.

- Ya lo sé ¿vale¿Pero llevarle hasta el Sauce Boxeador¿Es que no pensaste en las consecuencias? Remus podría haberle matado y jamás nos habría perdonado. Eso es peor, mucho peor.

Sirius se inclinó hacia delante. Apoyó los codos en las rodillas y sujetó su cabeza entre sus manos. James sabía que estaba arrepentido desde el mismo momento en que Snape estuvo frente al escondite de Remus y que su genial idea había sido el peor plan que había tenido en toda su vida, pero no estaba dispuesto a dejarle que solo su conciencia le castigase por ello. Al menos no durante esas horas en las que ninguno descansaría hasta que Remus estuviese todo lo sano y salvo que cabía esperar después de la luna llena en la enfermería.

- Bueno, al menos ahora podemos estar seguros de que Snape no abrirá la boca. Menuda cara ha puesto cuando has aparecido. Ahora te debe una. Una bien grande.

- No creo que Snape vaya a hacer nada por mí nunca –contestó James riendo amargamente.

--------

Odiaba la clase de Transformaciones. De todas las asignaturas que cursaba ese año, era sin duda la que más frustración la provocaba. Como si eso no bastase, tenía que aguantar la genialidad y brillantez que demostraban James Potter y Sirius Black. Ni siquiera se esforzaban en ello, en nada de hecho, pero especialmente en Transformaciones. Y en el fondo sentía envidia y admiración por ellos, porque aunque no fuese su mayor fan, no podía negar que eran inteligentes y que sabían utilizar su cerebro en algo más que bromas absurdas que solo tenían gracia para ellos y todos los que les adoraban.

Guardó el resto de sus libros en la mochila y se levantó de su silla. Al darse la vuelta se encontró de frente con Potter. Miró a su alrededor y vio que ya no quedaba nadie en la clase. Solo él y ella. Ladeó la cabeza y esperó el típico discurso al que le había acostumbrado en lo últimos años. Como si cambiase de opinión de una semana a otra.

Sin embargo no le pasó inadvertida la ausencia de esa galantería que el chico siempre mostraba con todas las chicas y en especial con ella. Lily sabía que él era consciente de lo mucho que la fastidiaba y que el único motivo por el que lo utilizaba era por ello. Ya eran famosos por sus peleas infantiles, que según ella, siempre empezaba él.

- Solo quería darte las gracias por lo de ayer.

James le miró directamente a los ojos y por un instante le sorprendió su seriedad. Lily soltó el aire que estaba aguantando sin darse cuenta y echó a andar hacia la puerta. Él caminó a su lado.

- Solo estabais discutiendo, Potter. Como si mereciese la pena informar a McGonagall que sus alumnos estrella estaban teniendo una pelea a las tres de la mañana. Soy prefecta, no idiota.

- No lo dudo –rió James.

Lily notó como James movía los brazos al andar. Con el tiempo se dio cuenta de que no era un gesto de arrogancia y orgullo, simplemente era algo natural.

- ¿No dudas el qué?

- Las dos cosas, Evans.

Lily rodó los ojos y siguió en silencio. Él metió las manos en los bolsillos del pantalón gris y dedicó un par de sonrisas a varias alumnas de cuarto con las que se cruzaron. A pesar de todo no podía esperar otra cosa de James Potter.

En ese instante se dio cuenta en lo mucho que le debía preocupar el hecho de que Lily informase sobre su conversación a gritos con Black. ¿Por qué estaban discutiendo? Y pensó en otra cosa. Remus Lupin volvía a estar ausente.

- ¿Dónde está Remus? –preguntó sin pensarlo.

James la miró arqueando las cejas, con cierta indiferencia a lo que escondía su cuestión. No eran amigos, pero Lily conocía ciertos gestos sobre James Potter que había ido calificando con el tiempo. Aquel era el típico que utilizaba cuando escondía algo mucho más importante de lo que la gente podía esperar de un Merodeador.

- En la enfermería.

El tono desenfadado con el que contestó confirmó sus sospechas.

- Remus pasa mucho tiempo en la enfermería.

- Vaya, Evans, si no fuese porque os conozco a los dos pensaría que te gusta Remus.

Y ahora optaba por la pose despreocupada y traviesa. Lily pensó que tal vez no debía seguir presionando, pero no era capaz de controlarse.

- En serio, Potter. ¿Todo está bien? Con Remus…

- No te preocupes tanto por él. Remus es un poco debilucho. En unos días tendrás a tu prefecto haciendo rondas contigo por los pasillos.

James le guiñó un ojo y ella sintió un impulso de golpearle contra la pared.

- Le he dicho mil veces que debería jugar a Quidditch, para fortalecerse, ya sabes.

- Te parecerá sorprendente, pero el Quidditch no es la solución para todo.

- Subestimas el poder del Quidditch.

- Estás babeando, Potter.

Los dos se pararon frente al retrato de la Señora Gorda y ella le puso la mano en el brazo. James miró a su mano como si le hubiese clavado mil alfileres en ella y luego a la cara. Estaba claro que había llamado su atención.

- Cuando veas a Remus dile que espero que se recupere pronto.

- Claro, Evans.

Una sonrisa juguetona se dibujó en la cara de James. Lily se llevó la mano que le sujetaba por el brazo a la frente en un acto de frustración.

- No tienes remedio.

- Pronto lo considerarás uno de mis encantos, Evans.

- Avísame cuando esté locamente enamorada de ti, Potter –contestó ella cansada.- Draco Dormiens.

El retrato de la Señora Gorda se hizo a un lado y Lily entró. Aún cerrándose pudo oír la risa estridente y casi contagiosa de James al otro lado del pasillo. Ella sacudió la cabeza y pensó en lo mucho que había cambiado su relación con James Potter en los últimos meses. Él había dejado de insistir continuamente en preguntarle que saliera con él, aunque de vez en cuando trataba de flirtear con ella de la forma más sutil o descarada. Todo dependía del día y del humor del momento. Había descubierto que se había relajado en su presencia y que sus enfrentamientos ya no eran tan incómodos sino más bien un juego en el que parecían retarse por ver quién aguantaba más el contraataque de frases irónicas y segundos sentidos.

Se sentó en una de las mesas y sacó los informes para la reunión de prefectos que tendrían al final de la semana. Pensó en Remus. James debía pensar que era demasiado tonta si se iba a creer la barata excusa de que su amigo era un debilucho. A veces pensaba que el propio James sabía que ella sospechaba y que estaba demasiado cerca de la verdad sin preguntarlo directamente. Aunque ellos no sabían que se había dado cuenta del hecho más importante y detonador de la verdad que Lily esperaba confirmar algún día.

Remus siempre desaparecía durante unos días cuando había luna llena.

--------

Dejó caer la cabeza sobre el libro de Runas Antiguas y se propuso contar hasta diez, inspirar y espirar. Contó hasta cinco y creyó que le iba dar un infarto. Cerró los ojos y suspiró pesadamente. James y Sirius cruzaron una mirada preocupada. Peter simplemente observaba en silencio.

Por fin levantó la vista hacia sus amigos, con la barbilla apoyada en el libro. James se inclinó sobre la mesa para acercarse a él. Sirius tamborileó con los dedos nerviosamente.

- Todo está arreglado y olvidado, Remus –dijo James.

- ¿Olvidado? –preguntó con la voz estrangulada.- Snape sabe que soy un hombre lobo, James, dudo que vaya a olvidarlo.

Éste le miró con impaciencia.

- Está bien, lo sabe. Pero no va a decir nada. No puede hacerlo.

- James le salvó la vida y por mucho que le reviente, eso significa algo –afirmó Sirius.

- No se pondría delante de mí si me lanzasen una maldición asesina pero podemos confiar en que mantendrá su sucia boca cerrada –añadió James.

Remus respiró profundamente y por fin levantó la cabeza y miró seriamente a sus amigos. Su condición era un secreto que conocían muy poco en Hogwarts y aunque les quedasen dos años para terminar sus estudios y albergaba la esperanza de que no todos reaccionasen mal ante su condición, entendía que en los tiempos en los que vivían no todo el mundo comprendería y aceptaría lo que era. Al menos el hecho de que James hubiese salvado la vida de Snape les ayudaba a seguir guardando el secreto.

- Por cierto, Evans me ha preguntado varias veces por ti –dijo James con un tono que no escondía tanto como quería su molestia.

Remus frunció las cejas y Sirius se reclinó en su asiento.

- Vaya, Lunático ¿quién diría que le ibas a robar la chica a uno de tus mejores amigos? –preguntó el joven Black con aire divertido.

- Primero, yo no lo he robado nada a nadie. Y segundo, Lily no es la chica de James.

- Qué cruel, no hace falta que se lo recuerdes –bromeó Sirius.

- Estoy aquí ¿sabéis? –interrumpió James.- Creo que Evans sospecha algo.

Sirius volvió a su posición sobre la mesa y acercó su cara lo más posible a la de James y Remus.

- ¿Sobre qué sospecha? –preguntó Peter de pronto.

Remus cerró los ojos haciendo un esfuerzo para relajarse y no contestar de mala manera a Peter. Él no tenía la culpa de sus problemas y mucho menos de que alguien, Lily Evans, pudiese haber averiguado cuáles eran. Sin embargo James y Sirius no tenían la misma paciencia.

- Joder, Peter. ¿Has estado prestándonos atención? –preguntó Sirius irritado.

- ¿Por qué debería sospechar? –cuestionó Remus directamente a James y cortó una posible riña entre sus otros amigos.

James se pasó una mano por el pelo y recorrió la biblioteca con la mirada para asegurarse de que nadie había aparecido por allí en los últimos minutos.

- Porque me preguntó que dónde estabas y si estabas bien. Y no lo digo porque me guste –añadió mirando a Sirius,- pero Evans no es tonta y juraría que solo necesita que alguno le digamos que lo que piensa es cierto.

- Mierda –musitó Remus.

--------

Ver a Remus en la biblioteca no era una novedad. Tampoco es que fuese extraño verle rodeado del resto de sus amigos, pero normalmente el resto de los Merodeadores no solían visitarla a menudo. Intuyó que debían estar maquinando algo. Se acercó sigilosamente hacia ellos. No quería espiarles pero no iba a hacer ruido anunciándose desde la otra punta.

De todos modos tenía que ir en su dirección porque el libro que buscaba estaba en las estanterías que les rodeaban.

Remus la vio primero y la sonrió. Ella saludó con su mano. Quiso preguntarle qué tal se encontraba. Su rostro pálido y a pesar de que hacía solo un par de días que había vuelto a las clases, aún le veía débil. Bien pensado, Remus siempre tenía ese aspecto débil y vulnerable que escondía una persona fuerte y serena. Vio como Potter giró la cabeza bruscamente cuando Sirius Black arqueó las cejas ante su presencia. No la sorprendería si se hubiese roto el cuello.

Mientras Black se mostró impasible, él la sonrió como la noche que les encontró discutiendo en la Sala Común. Sintió como le hervía la sangre y con gusto le hubiese abofeteado. Si volvía a mirarla como una niña de diez años a la que había que proteger de la verdad porque era demasiado para ella, le pegaría los labios para que no sonriese más el resto de su vida.

- ¿Qué te trae por aquí, Evans? –preguntó James.

- Estaba dando mi paseo diario cuando me han dicho que estabas en la biblioteca, Potter. Es un acontecimiento que no podía perderme.

Sirius bufó y se tapó la boca con la mano. Remus no dijo nada y Peter parecía emocionado. Lily jamás entendería por qué Peter actuaba como todas las chicas de Hogwarts cuando James Potter o Sirius Black las prestaban dos minutos de atención.

- Ouch, Evans –dijo James y se llevó una mano al corazón en un acto teatrero- eso ha dolido. La biblioteca es un lugar para estudiar y aprender, y yo siempre estoy dispuesto a ello.

- Veo que tu cabeza es así de grande porque lo guardas todo en tu memoria.

Lily señaló con la mirada el espacio vacío de libros que había. Era evidente que el único que había ido allí con intención de estudiar era Remus, pero como siempre, eso no le sorprendía.

- Es lo que tiene ser tan brillante.

- ¿Alguna vez te cansas de halagarte a ti mismo? Sé que es importante mantener una buena autoestima, pero déjame darte un consejo, Potter. Es un problema cuando se convierte en narcisismo.

Ni siquiera Remus pudo evitar echar una risita. James fulminó a sus amigos con la mirada y posó sus ojos de nuevo en Lily.

- Ese es otro de mis encantos, Evans.

- Dios, si esos son tus encantos no quiero saber cuáles son tus defectos –contestó ella con tono burlón.

- Tiempo al tiempo.

- Lo que tú digas –hizo un gesto airado con la mano y se dirigió a Remus.- ¿Te veré esta noche en la reunión, Remus?

- Por supuesto –contestó él.

- Hasta luego, entonces –caminó hacia la estantería donde estaba el libro que buscaba y añadió en voz baja:- procura que no te crezca más la cabeza o no podrás salir de aquí, Potter.

--------

Jamás se había sentido tan inseguro y asustado en una reunión. Ni siquiera su primera reunión como prefecto fue tan incómoda. Había estado demasiado contento porque Dumbledore confiara en él teniendo en cuenta que era un licántropo y que muchas de sus tareas no serían realizadas al cien por cien. Alegre porque su compañera como prefecta era Lily Evans y de todos los Gryffindor de su año con los que se llevaba realmente bien y no eran sus amigos directos y más íntimos, ella era uno de ellos. Por no decir de los pocos con los que se sentía a gusto y seguro.

Esa misma persona ahora actuaba de forma completamente natural, pero en el fondo persistía la sensación de que ella lo sabía. No sospechaba. Porque como había declarado James, Lily no era ninguna idiota.

Cuando terminó la reunión charlaron durante algunos minutos con los prefectos de Ravenclaw y después se encaminaron hacia la torre donde estaban los dormitorios de Gryffindor. Lily habló sobre los problemas que estaba teniendo con el último trabajo de Transfiguración y sobre algún que otro desacuerdo con los prefectos de Slytherin al respecto de un pequeño enfrentamiento entre unos estudiantes de cuarto año de las dos casas rivales.

Luego caminaron en un incómodo silencio. Hasta que Lily preguntó.

- ¿Todo bien?

- Sí, Lily.

Contestó demasiado rápido y demasiado escuetamente. Ella le paró mientras subían las escaleras frente al retrato de una bruja que dormitaba.

- Remus, no quiero que pienses que estoy metiéndome en lo que no me llaman, y si es así entenderé que no quieras hablarme más –dijo Lily con voz suave y segura.- Te considero mi amigo y no me debes nada, ninguna explicación, pero quiero que sepas que me preocupo por ti.

- Lo sé.

Ella estaba divagando y él conocía demasiado bien esa actitud. Más tarde o más temprano haría la pregunta que él más temía y que por otra parte más necesitaba contestar. Era el único modo de que ella no se sintiese más preocupada de lo necesario por él. Y por otro lado, él ya no se sentiría tan angustiado al pensar que ella lo sabía pero que nunca podrían hablar sobre ello. Aunque no quisiese hablarlo realmente.

- Dios, esto es más difícil de lo que pensaba –comentó Lily apartándose un mechón de pelo de la cara.

- Lo que piensas, Lily –dijo él mirándola fijamente a lo ojos,- todo, es cierto.

Tuvo la sensación de que el tiempo se había parado. Siempre ocurría cuando confesaba su mayor y único secreto. Solía pensar en una fracción de segundo que la persona que había escuchado la confesión gritaría despavorida y le abofetearía. Le haría daño físico por convertirse una vez al mes en un ser casi diabólico.

Lily abrió y cerró la boca varias veces durante esos segundos. Mantenía la mirada fija en los ojos de él. Entonces suspiró profundamente.

- Pero… pero, pero tú estás bien ¿verdad? –preguntó con auténtica preocupación.

Remus notó como de pronto su cuerpo pesaba menos y puso su mano en el hombro de Lily. Lo apretó suavemente y sonrió.

- Claro que estoy bien, Lily.

- Eso es lo que cuenta –dijo ella en un susurro.

Y los dos subieron el resto de las escaleras hasta la Sala Común.