Este fic es un Harry-Draco que respeta los sucesos de DH a excepción del epílogo. He subido el primer capi a modo de trailer, y no subiré el resto hasta que tenga todo el fic terminado, en cinco o seis semanas como mucho. Bueno, si puedo subiré el segundo capi entre medias, pero todo depende de cómo vaya el tema.

Los personajes de este fic y el quidditch son propiedad de J.K Rowling. No obtengo beneficio económico alguno por él. No obstante, los comentarios siempre son bienvenidos.

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CAPÍTULO 1 El sorteo

Aunque Draco Malfoy fuera el Buscador de los Chevaliers de Lyon vivía en una pequeña finca a las afueras de París, protegida de los ojos de los muggles por media docena de hechizos. La finca, tradicional por fuera, estaba decorada con una mezcla de estilos mágicos y muggles, con muebles de líneas limpias y cuadros con fotografías panorámicas de París. En su dormitorio había un Monet original del que el mundo no tenía noticia; lo había encontrado por sorpresa en uno de los áticos de Malfoy manor. Al parecer lo había comprado una bisabuela suya de la que el resto de sus antepasados hablaba con cierta desaprobación.

Una chimenea conectada a la red Flú permitía que Draco llegara a las dependencias de los Chevaliers en cuestión de segundos. Por lo general, se despertaba a las siete y media, con tiempo para desayunar abundantemente, darse una ducha y leerse tranquilamente El Profeta y Le Sorcière, y a las nueve menos cinco llegaba al campo, listo para empezar el entrenamiento. Pero aquella mañana pasaba de la hora y Draco aún seguía profundamente dormido en su cama. Estaba soñando con el día en el que se había presentado a las pruebas de admisión de un equipo de quidditch búlgaro de Segunda División. El dueño, Luka Kanievska, lo había mandado llamar a su despacho y le había dicho en tono severo que él no empleaba a Mortífagos.

-Yo nunca fui un Mortífago-había replicado Draco, escondiendo su decepción bajo su arrogancia.

-¿No, Malfoy?-había dicho Kanievska, enfatizando el apellido-. Súbete las mangas.

Draco había apretado los labios para aguantar la humillación y no salir de esa oficina dando un portazo y se había subido las mangas de su suéter con expresión desafiante, revelando una piel sin marcar.

-¿Satisfecho?

Kanievska no había ocultado antes su desaprobación y en ese momento tampoco ocultó su sorpresa.

-Tú serviste a Voldemort.

Incluso en el sueño, Draco se había sentido cansado de las explicaciones.

-Voldemort consideraba la Marca Tenebrosa como un honor que concedía a sus seguidores más cercanos. Yo era un chico de dieciséis años con una misión suicida y una amenaza de muerte sobre mí y mis padres. Voldemort no me consideraba lo bastante valioso como para honrarme con su cochino tatuaje.

En la vida real, Kanievska lo había pensado un poco y había terminado por contratarle. Dos años después, con sólo veinte años, había fichado por un equipo de primera división. A los ventidos había entrado a jugar con los Chevaliers de Lyon y a los veinticinco, varios miembros influyentes de la Confederación Francesa de Quidditch le habían sugerido que consiguiera la doble nacionalidad para poder jugar en la selección francesa. Sabiendo que jamás sería seleccionado para Inglaterra –no sólo por su pasado, sino porque el maldito Harry Potter ocupaba sistemáticamente esa posición desde su primer año como profesional-, Draco había aceptado. Al fin y al cabo, los Malfoy tenían tanta sangre francesa como inglesa. Y en cuestión de meses iba a enfrentarse a su primer Mundial como Buscador de la selección gala.

Pero en el sueño, Kanievska había empezado a gritar su nombre una y otra vez, como si no oyera su contestación. Y entonces Draco se despertó, algo agitado por tanto grito, y comprendió que la voz que sonaba era la de uno de sus compañeros. Sólo un segundo después se dio cuenta de lo tarde que era y comprendió que le habían llamado para saber la causa de su retraso.

-¡Mierda!

Draco iba en calzoncillos y se puso una camiseta de tirantes antes de salir casi a trompicones de su dormitorio e ir al comedor. Allí, en la chimenea, estaba la cara de uno de sus mejores amigos, Gérard LaMotte, el Guardián suplente de los Chevaliers.

-¿La cama estaba demasiado calentita, Malfoy?

-Joder, mierda.

Gérard era un chico de veintiocho años de cara agradable, pelo casi rapado y un piercing en la ceja.

-La entrenadora dice que tienes diez minutos para mover tu culo de sangre pura hasta aquí.

-Sí, mierda, coño...-dijo Draco, volviendo a toda prisa al dormitorio.

-Tienes una conversación encantadora cuando acabas de despertarte, Draco¿te lo habían comentado antes?-le comentó Gérard a gritos, desde la chimenea.

Draco ya no le hizo caso; estaba ocupado buscando a toda prisa algo de ropa con la que vestirse; la ducha tendría que esperar hasta después del entrenamiento. La idea de haber cabreado a su entrenadora, madame Pellegrine, le inquietaba bastante. Los Chevaliers eran líderes en solitario en la Liga, lo bastante distanciados de los segundos como para que Pellegrine se planteara la posibilidad de sentarlo en el banquillo y sacar al Buscador suplente. Lo último que Draco quería era empezar a aparecer como un jugador poco diciplinado cuando el mundial estaba tan cerca.

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Once minutos después, Draco estaba ya en el campo, deshaciéndose en disculpas de un modo que habría sorprendido a muchas de las personas que lo habían conocido en Hogwarts. Por suerte, Pellegrine estaba más pendiente del inminente sorteo que formaría los grupos de selecciones que competirían en el mundial, y sólo le dedicó un par de cáusticos comentarios sobre las perezosas costumbres de los miembros de la clase alta.

El entrenamiento fue un tanto duro, considerando que estaba en ayunas, pero terminó al fin. Entonces, un delegado del equipo le avisó de que los periodistas habían pedido que compareciera en la habitual rueda de prensa para comentar el sorteo.

-¿Quién nos ha tocado?

-Argentina, Marruecos, el Congo... e Inglaterra.

La mayoría de sus compañeros se había ido ya a las duchas, pero los pocos que quedaban en el campo soltaron varias exclamaciones de desaliento en las que la palabra "Potter" tenía un papel importante. Draco sintió cómo el corazón le latía más rápido ante la idea de batirse con su rival en Hogwarts. Harry Potter, que no sólo había derrotado a Voldemort, sino que además atrapaba la maldita snitch todas y cada una de las veces que jugaba.

Draco no dijo nada, sólo asintió y entró en los vestuarios. Sus sentimientos eran confusos, pero siempre lo eran cuando pensaba en Potter, especialmente tras la guerra. Había una renuente admiración por haber sido capaz de deshacerse de ese monstruo asqueroso de Voldemort, un agradecimiento aún mucho más renuente por haberle salvado la vida y el viejo resentimiento de saber que Potter no lo consideraba digno de su amistad y prefería la compañía de los lameculos de sus amigos. Pero además, Draco estaba involuntariamente al día de sus andanzas gracias al Profeta y le asqueaba más que nunca toda esa veneración nauseabunda hacia él. La mitad de los magos nacidos después de la guerra se llamaban Harry, habían inventado medallas expresamente para concedérselas a él y había estatuas suyas en el callejón Diagón, en Hogsmeade y en Hogwarts. Draco supuso que había que darle gracias a Merlín por que no le hubieran nombrado Ministro de Magia. Posiblemente estaban esperando a que se retirara del quidditch.

Asqueroso.

Draco jamás había podido atrapar la snitch jugando contra él, pero ante la idea de otro enfrentamiento entre ellos, en su corazón no había lugar para la derrota. Algún día, Potter tenía que perder, y ese día bien podía ser contra él.

Lleno de resolución, Draco entró en los vestuarios. Sus compañeros seguían allí, algunos duchándose, otros terminando de vestirse. Como los equipos de quidditch solían ser mixtos, las duchas de mujeres estaban a un lado y las de hombres, a otros y había un espacio mixto en el centro. Draco se dio cuenta de las caras largas de los demás y alzó una ceja.

-¿Qué pasa?

-Tú jugaste contra Potter en Hogwarts¿verdad?-dijo uno de las Cazadores.

Draco asintió, pero entonces intervino Colette Ardant, que era la Guardiana de los Chevaliers y solía ser convocada como suplente para la selección.

-Al menos vamos a enfrentarnos a él en la primera fase. Podríamos pasar a octavos aunque perdamos.

Draco respiró hondo para no perder los nervios.

-¿Y por qué coño íbamos a perder, Colette?

-Vamos, Draco, tú eres muy bueno-dijo otro compañero-. Pero él es Harry Potter.

La experiencia de la guerra le había demostrado a Draco que, contrariamente a lo que esperaba de pequeño, no disfrutaba nada torturando a la gente, pero en aquel momento tuvo la tentación de volver a probarlo, por si acaso.

-¿Y qué pasa porque sea el jodido Harry Potter?

Algunos jugadores parecieron ligeramente incómodos ante su irrespetuosa manera de llamar al Salvador del mundo mágico.

-Sólo ha perdido tres partidos en toda su carrera, uno porque voló con cuarenta de fiebre y dos más porque la snitch apareció a dos palmos del Buscador contrario.

-Oh, entonces podemos irnos todos a lloriquear a casa y darle a Inglaterra la Copa¿no es verdad¿Por qué molestarse en competir siquiera con el maravilloso Harry Potter?-Meneó la cabeza, clavando unos ojos grises y fríos en sus compañeros-. Me dais asco. ¿Qué pasará si el año que viene nos toca jugar contra los Cannons en la Euroquidditch¿Os meteréis debajo de la cama y os echaréis a llorar¿Y tú, Ardant¿Vas a ir a pedirle un hijito antes de que empiece el partido¡Joder, no puedo creerlo!

Draco era lo bastante competitivo como para que sus compañeros estuvieran acostumbrados a sus arranques de mal genio. Algunos tuvieron la decencia de parecer algo avergonzados, conscientes de que, en parte, tenía razón. Entonces, Draco abrió su taquilla, sacó su bolsa y se metió en uno de los cubículos de las duchas. Mientras se desnudaba, estaba rabiando, pero intentó serenarse de cara a la rueda de prensa que le esperaba. No quería que los periodistas malinterpretaran su enfado y creyeran que le preocupaba saber que iba a enfrentarse a Potter.

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Aunque uno de los periodistas tuvo el mal gusto de preguntarle si era verdad que en el colegio jamás había podido ganarle, Draco consiguió mantener la calma durante toda la entrevista. Más adelante, se felicitó a sí mismo por no haber caído en el sarcasmo ni una sola vez. Cuando la rueda de prensa terminó, Draco fue a hablar con el segundo entrenador, que aún estaba en su despacho, y le preguntó si podía conseguirle grabaciones de los partidos que Potter había disputado en los dos últimos años.

-Sí, dame un par de días.

Draco había quedado para almorzar con unos amigos y no regresó a su casa hasta las dos de la tarde. Tumbado en el sofá, se dispuso a leer un libro de Pociones que había comprado recientemente; aunque no tenía ocasión de usar su laboratorio del sótano tan a menudo como le gustaría, intentaba al menos estar al día de las novedades en ese campo. Absorto como estaba en su lectura, no se dio cuenta de que la chimenea había empezado a brillar.

-Draco...

Él levantó la vista del libro y sonrió al ver a su madre.

-Hola, mamá.-Draco se levantó del sofá y se arrodilló frente a la chimenea-. ¿Cómo estáis?

-Como siempre.

Narcissa había quedado en libertad sin cargos tras la guerra, pero a Lucius le habían roto la varita y tenía prohibido hacer magia bajo pena de acabar en Azkaban. Su padre seguía resentido por ese castigo y, a su modo, estaba haciendo todo lo posible para que el ministerio le devolviera su varita. Una parte de Draco comprendía que lo hubieran castigado, pero otra consideraba que Voldemort ya se había encargado de ello durante todo un año y lo encontraba injusto. Además, por culpa de esa medida, Narcissa debía acompañar a Lucius cada vez que este necesitaba salir de Malfoy manor para poderlo proteger si alguno de sus antiguos enemigos intentaba aprovecharse de su indefensión. Lucius no se fiaba de nadie más y, en opinión de Draco, hacía bien. Por suerte, Narcissa no necesitaba recurrir a hechizos de magia negra para inspirar un saludable terror en sus oponentes: si Voldemort hubiera estado al corriente de su habilidad para convertir casi cualquier hechizo en algo sumamente desagradable y doloroso habría insistido muchísimo más en hacerla tomar la Marca Tenebrosa.

-¿Os habéis enterado? Juego contra Inglaterra.

Su madre asintió.

-Hemos oído el sorteo por la radio.-Entonces giró la cabeza hacia un lado y Draco imaginó que estaba escuchando a alguien-. Tu padre dice que hará todo lo posible por conseguir que le den permiso para viajar a Francia y verte jugar al menos uno de los partidos.

Esa era otra restricción; Lucius no podía salir de Inglaterra sin permiso y el ministerio rara vez se lo concedía.

-Dile que espero que lo consiga.-Se pasó la mano por el pelo, pensando súbitamente en algo-. Aunque no creo que sea muy bueno para nuestra causa que le patee el culo a la selección inglesa.

Narcissa frunció levemente las cejas.

-Ni siquiera pienses en eso, Draco.

Entonces tuvo que explicarle lo que pasaba a Lucius y Draco se encontró hablando cara a cara con su padre.

-Espero que no estés planteándote perder adrede ese partido, Draco.

-No, si no quieres.

-Por supuesto que no quiero. Nada me alegraría más que verte ganar a ese insufrible de Potter.

A Draco no le sorprendió que sus padres prefirieran la victoria de Francia sobre Inglaterra, del mismo modo que a ellos no les sorprendía que él fuera capaz de tirar el partido por no perjudicar a su padre. Los Malfoy sólo sentían lealtad hacia ellos mismos.

-De acuerdo. Haré todo lo que pueda.

Lucius le preguntó por los otros equipos de su grupo, uno de los más fuertes. Marruecos había quedado en tercer lugar en la Copa de Africa y su juego en la fase clasificatoria había sido maravilloso. Argentina y el Congo eran, a priori, los equipos más débiles, pero podían dar una sorpresa.

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Un par de días más tarde, Draco consiguió las grabaciones que había pedido. En realidad, más que grabaciones eran recuerdos, y funcionaban con una especie de prismáticos que hacían las veces de Pensadero. Draco pasó toda la tarde viendo partido tras partido, victoria tras victoria de Potter. Tenía la intención de memorizar cada uno de sus trucos y movimientos, de aprender todo lo que pudiera sobre él. Pero después de los primeros partidos, su atención empezó a fijarse en otras cosas. Potter volaba muy, muy bien-Draco había madurado lo bastante como para poder admitirlo incluso en voz alta-, pero había algo que no cuadraba, y cuando vio el partido contra los Quiberon Quafflepunchers, comprendió qué era. Draco había jugado contra ellos varias veces en la Liga francesa y su Buscadora, Amelie Tresvite, era francamente buena, tanto que solía ser convocada como suplente suyo en la selección. Pero en aquel partido contra los Cannons de Potter había volado sin su habitual temeridad y energía. Draco se dio cuenta de que había notado lo mismo mientras visionaba otros partidos: Buscadores de calibre internacional parecían aquejados de una súbita torpeza cuando se enfrentaban a Potter. Nada exagerado, por supuesto, pero lo suficiente como para perder.

Durante unos segundos, Draco contempló la posibilidad de que los partidos estuvieran amañados de algún modo. No le costaba nada imaginarse al ministerio haciendo cualquier cosa con tal de mantener el buen nombre de su niño bonito. Pero entonces recordó la actitud que habían tenido sus compañeros al oir que Francia debía enfrentarse a Inglaterra y empezó a sospechar que se trataba de algo distinto: aquellos idiotas se sentían tan impresionados por jugar contra el Chico-que-vivió, el Destructor de Voldemort, que ni siquiera soñaban en ganarle. No se atrevían. Y, sin darse cuenta, se boicoteaban a ellos mismos, presas del nerviosismo o de una absurda reverencia.

Draco visionó un par de partidos más para asegurarse de que su teoría era correcta y después dejó los prismáticos a un lado, con su mente trabajando a toda velocidad. Tanto si Potter sabía lo que estaba pasando o no, había una posibilidad muy alta de que se hubiera acostumbrado a no jugar al cien por cien. Y ese era un error que Draco pretendía aprovechar. En Hogwarts, Potter nunca había dado señales de valorarlo como rival, pero quizás daba por sentado que Draco, dado su historial, no se lo pondría fácil. Tendría que disimular un poco, dar ligeras señales de que se sentía tan impresionado como el resto de Buscadores del mundo. Si Potter empezaba el partido ignorando que se encontraba cara a cara con el único jugador que no iba a entregarle el partido, Draco aprovecharía el factor sorpresa para robarle la snitch bajo sus narices.

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Animado por la perspectiva, Draco decidió salir a tomar algo después de cenar. Un poco de diversión le vendría bien. Vestido con unos vaqueros negros, una camiseta blanca y una chaqueta de dragón, usó la Aparición para ir a un pub que solían frecuentar famosos y gente anónima y atractiva con ganas de acostarse con esos famosos. Draco saludó a un par de conocidos y fue a la barra para pedir un vaso de zumo de calabaza con un chorrito de brandy, la bebida de moda aquellos días. Su mirada paseó lentamente por la clientela masculina, buscando algún chico que le pareciera atractivo. Había algunos con los que ya se había acostado: a esos los evitó para no dar lugar a malos entendidos. No quería que ninguno empezara a pensar que tenían alguna relación. Pero al cabo de un rato vio a un chico de unos veinte años con el pelo negro y ojos oscuros lo bastante guapo como para llamar su atención. Draco se acercó hacia donde él estaba y empezó a bailar mientras lanzaba miradas poco disimuladas en su dirección. El chico terminó viéndole y dándose cuenta de quién era, y Draco comprendió, satisfecho, que acababa de conseguir lo que quería.

En pocos segundos, los dos bailaban juntos, sus caderas rozándose de vez en cuando. El chico, que se llamaba Danton, parecía no creer su buena suerte y Draco se preguntó cuánto tardaría en contarle a sus amigos que había follado con el famoso Buscador de los Chevaliers de Lyon. Su homosexualidad no era ningún secreto; los franceses se fijaban en esas cosas aún menos que los ingleses. Y Draco sabía que mientras hablaran sobre sus relaciones sexuales y sus habilidades en el campo, otros temas más delicados permanecerían en el olvido.

El baile empezó a convertirse lentamente en un restregón descarado y Draco acarició la nuca del chico y lo atrajo hacia sí mismo para besarlo. Danton sabía a cerveza de mantequilla y besaba bien.

-Vámonos al cuarto oscuro-sugirió Draco, ya impaciente.

Danton lo miró con ojos casi angustiados.

-Por favor, ahí no.-Draco arqueó interrogativamente una ceja-. Es que me parece asqueroso, está tan sucio...

Normalmente, Draco tenía muy poca consideración con los gustos ajenos, pero aquella obsesión por la limpieza le hizo gracia. Al fin y al cabo, él también tenía que hacer algunos esfuerzos para no pensar en por qué el suelo estaba pegajoso.

-Está bien, vamos a mi casa. Pero después de follar, te vas¿de acuerdo?

-Claro, no hay problema.

Los dos sacaron la varita y Draco lo sujetó del brazo para llevarlo a su casa con la Aparición conjunta. Danton miró a su alrededor con inequívoca curiosidad, sin duda grabándolo todo en su memoria para poder dar detalles también. Draco no le dio demasiado tiempo para que se fijara en la decoración y le dio un empujoncito hacia su dormitorio. No le importaba tomar la iniciativa; rara vez la cedía con amantes ocasionales. Sus manos desnudaron expertamente a Danton, acariciando su piel naturalmente bronceada, y él se quitó toda la ropa, excepto la camiseta. Después se colocó entre sus piernas y le penetró con un movimiento experto y seguro. El chico echó la cabeza hacia atrás y gimió con la boca entreabierta. Draco empezó a entrar y salir rítmicamente de él, sintiendo cómo un placer creciente recorría su cuerpo. Entonces, Danton deslizó las manos por debajo de la camiseta; Draco se tensó ligeramente y reaccionó en cuanto se dio cuenta de que pretendía quitársela.

-Deja la camiseta en su sitio-dijo, dándole un manotazo.

Como sus embestidas no habían perdido su energía, Danton tampoco estuvo en condiciones de insistir. Draco aumentó la velocidad, con los dientes apretados, y cuando le pareció que su joven amante estaba cerca del orgasmo se dejó llevar también. Después salió de él y se dejó caer a un lado, respirando pesadamente. Le encantaban esos momentos, cuando la realidad parecía algo lejano e inofensivo. Pero, por desgracia, sólo duraba unos minutos.

Draco le dio una palmadita amistosa en la cadera a Danton.

-Venga, vete a tu casa.

Algunos chicos insistían en quedarse o se ponían un poco pesados. Danton, sin embargo, se incorporó y empezó a buscar su ropa.

-¿Te importa si uso la red Flú? Estoy demasiado cansado para Aparecerme y nunca se me ha dado bien.

-Sin problemas.-Aún tumbado en la cama, observó sin demasiado interés cómo se vestía, y de pronto le vino una cosa a la cabeza-. Oye, Danton... ¿tú dirías que soy un buen Buscador?

Al chico le sorprendió la pregunta.

-Joder, Draco, eres el mejor Buscador de Francia.

Él tomó buena nota de su admiración.

-¿Crees que en el Mundial podría atrapar la snitch antes que Potter?

Y también se fijó en cómo toda su admiración se teñía de incertidumbre.

-Oh, sí... Claro.

-Di la verdad, hombre-dijo, impaciente-. No voy a enfadarme porque pienses que él tiene más posibilidades que yo.

Danton dudó un poco más.

-Tú eres muy, muy bueno, Draco. Pero... ya sabes... él es Harry Potter.-Pronunció el nombre con el habitual matiz de veneración-. Jamás ha dejado escapar la snitch. Aunque... bueno, supongo que si alguien puede ganarle eres tú.

Pero en aquella ocasión a Draco no le interesaban las alabanzas. Aquello sólo confirmaba una vez más su teoría de que todos los Buscadores que se enfrentaban a Potter estaban convencidos de que no podían ganarle. En una ocasión, Lucius había amenazado con una venganza implacable a un socio que le había hecho una jugarreta. Todo lo que había hecho había sido sonreir de un modo peculiar cada vez que se lo encontraba. Lo último que Draco había oído de él era que se había marchado a vivir con una tribu perdida en algún lugar remoto de África. Lucius le había explicado a su hijo que, en ocasiones, no hacía falta nada más excepto dejar trabajar la imaginación ajena. Draco, que además había visto a varios compañeros suyos temblando por una mirada de Severus Snape, el jefe de su casa en Hogwarts, entendía muy bien lo que quería decir.

Cuando el chico se marchó por fin, Draco salió de la cama, se quitó la camiseta y se metió en el cuarto de baño para darse una ducha, evitando cuidadosa y automáticamente, ver el reflejo de su espalda en el espejo. Y mientras el agua caía en su cuerpo, eliminando el olor a bar y sexo, se dijo que le demostraría a todo el mundo que Harry Potter era humano, después de todo.