Declaratoria: La comun y eterna: beyblade no es mio, ni sus personajes, bla, bla, la historia mas o menos, me inspire en una pelicula.

Dedicatoria: a ZhenaHik, y...a mi XD!

Genero: Yaoi, Parejas: Varias, principalmente los rusos (Yuriy, Kai, Boris (Bryan), otras) Lemon, Misterio, "Romance", algo de violencia, y de mas XP

Los personajes tienen la mayoria (a conveniencia) nombres originales:

Tala: Yuriy, Bryan: Boris, Boris: Volcoff (son los principales, los demas no interesan jaja)


DURMIENDO

El auto iba a velocidad moderada, recargó la cabeza en el vidrio, haciendo que sus rojizos cabellos se aplastaran contra la ventanilla quitándole visión parcial del exterior. Sintió como se recargaban en su hombro, al girar la vista miró la tonalidad de rojo menos brillante que la suya.

Empujó levemente con el codo, el otro joven se reincorporó, regalándole una sonrisa sencilla, pero significativa, como solo él sabía darlas.

-Papá¿la escuela de Yuriy es buena?

-Dicen que es la mejor, hijo.

-¿Pero por qué lo mandan allí? Él esta muy bien conmigo¿Cierto hermano?

Yuriy no contestó, pero giró la mirada hacia el parabrisas frontal, donde del retrovisor colgaba un gracioso muñeco de felpa. Un lobo que su padre le había regalado. El hombre miró al muchacho, él tampoco quería que fuera a ese colegio, pero era una desición ya tomada.

-Siempre es mejor que las personas avancen, Brooklyn—interrumpió la madre, que era quien iba al volante—si Yuriy no puede obtener buenas notas como tú, y mejorar su conducta, lo mejor es que cambie de colegio.

Brooklyn lanzó un muy leve suspiro, volvió a recargar la cabeza en el hombro de Yuriy

-No puedes decir que no hice el intento—susurró solo para que él lo escuchara. La verdad era que de no ser porque era él, quien se tomaba esas libertades, ya hubiera mandado muy lejos la cabeza que osara recargarse en su hombro. En la escuela le habían dicho un sinfín de veces que era un lobo solitario.

Se removió otra vez consiguiendo que el otro muchacho se alejara de nuevo. Para no verlo directamente lo observó por el retrovisor. La única cabeza no pelirroja en el auto era la de su madre. Lo raro era que el único lazo sanguíneo que poseía, era exactamente con ella.

A su madre le gustaban los rusos pelirrojos, de eso no había duda. Sara Masefield conoció a su padre -del cual Yuriy a la fecha no sabía mas que era ruso- en su país de origen, Estados Unidos, y terminó yéndose con él a Moscú, donde luego de, sin saberlo, concebir a Yuriy, terminaron viviendo en una pequeña población llamada Kotek, provincia algo alejada de la capital.

Yuriy no conoció a su padre, se enteró que nunca se casaron, de hecho cuando tuvo conocimiento de que estaba embarazada la había abandonado. Cuando nació mintió a todos, diciendo que su esposo trabajaba en el extranjero, enviándole dinero, que en realidad ella ganaba, y algún día regresaría.

Con la excusa de alcanzar al marido, pero la realidad encima de que no soportaba más rumores, viajaron de Kotek, al país natal de su madre, en Nueva York, donde conoció al señor Dimitri Ivanov, otro hombre pelirrojo, de nacionalidad nuevamente rusa, que trabajaba como exportador de alcohol etílico, robusto, pero extremadamente bonachón, divorciado, adinerado y un hijo pequeño. No dudo ni un segundo en seducirlo.

Yuriy con sus seis años, se quedaba solo en el sucio apartamento, cuando salía ella con Dimitri, e Ivanov no se enteró de que él existía, a pesar de tener ocho meses saliendo juntos, hasta que Sara tenía la argolla de matrimonio puesta. Y es que ella simplemente, luego de tantos meses saliendo juntos, terminando la velada de esa noche en que se comprometió, hizo que pasara a su departamento, donde sin más entraron en plan de romance, tocándose hasta la sombra, Yuriy se quedó simplemente mirando el televisor, acostumbrado ya a los "amigos" de su madre.

Cuando cayeron el en la alfombra de la sala, fue cuando Ivanov reparó en el niño, que le lanzaba una mirada de molestia por interferir en su campo visual hacia la televisión. Se separó de ella rápidamente, arreglándose lo más posible la ropa.

"Es mi hijo, se llama Yuriy" se limitó a decir la descarada mujer. Dimitri sintió un leve mareo por el golpe de la noticia que se sumaba a la situación. Yuriy frunció el seño y giró con una graciosa indignación la cabeza. Dimitri se carcajeó, Yuriy abrió de más los ojos cuando se sintió en el aire para terminar en los brazos del hombre. "Bueno, me temo pequeño, que habrás de enterarte que desde ya soy tu padre".

No dijo nada, simplemente estiró sus brazos para hacer más espacio entre el cuerpo del hombre y el suyo, comprendiendo él, lo bajó, sin quitar la sonrisa de sus labios, revolvió el cabello del niño. Dimitri sintió, como con casi con todos los niños que veía, una ternura infinita hacia esa criatura, pero al voltear a su alrededor, y ver el abandono en el que vivía, repensó el hecho de mandar al diablo a esa mujer, que le había ocultado la existencia del niño. Nunca le gustaron los mentirosos. Para colmo la mirada de Yuriy era como tener en frente a un adulto encerrado en una pequeña criatura. Fue cuando lo tomó en brazos, y se decidió tajantemente a que ese niño en realidad tuviera a alguien que lo amara.

Por eso se casó con ella, y Sara jamás recibió de Dimitri una sola queja, ni siquiera el mínimo reclamo entre líneas, de la gran mentira. Ella, por supuesto, con su enorme ego se lo había achacado a su buena labor como seductora.

-"Mi madre también es una loba… come hombres, pero loba al fin y al cabo"—pensó Yuriy mientras recordaba.

A pesar de los intentos, Sara había hecho bien su trabajo como madre y padre, creó un muro de insensibilidad en el muchacho hacia el que sería su padre, a pesar de los esfuerzos de Dimitri por lo contrario.

Lo que Sara no sabía es que en lo más profundo de su corazón, Yuriy quería como tales a su hermano y padre. Pero eso, como muchos otros sentimientos y pensamientos, no serían manifestados, con el único fin de dar gusto a su madre, quien también se encargo de inculcarle la obsesión del hecho de que todo se lo debía a ella. Con el tiempo, se dio cuenta que deseaba su amor, pero ante la poca atención simplemente acabó por desear al menos, una mirada, aunque fuera de desaprobación de ella. He ahí por lo que reprobaba las materias, peleaba en el colegio a golpes, y se convirtió en lo que llamaban rebelde sin causa.

-"Madre, mamá, siempre ella... de no ser por ella no me largaría ahora mismo de casa..."

-¿En que piensas Yura?—Brooklin estaba acostumbrado a ganar. Conseguir lo que deseaba era tan típico en él. La verdad si se hubiera empeñado más en hacer que dejasen a Yuriy lo hubiera conseguido. Fue por enésima vez ignorado por Yuriy, quien entreabrió la ventana, un par de mechones rojizos golpetearon la cara, cerró sus ojos.

-Miren niños, estamos por pasar el puente del deseo

-¿Cual¿Es que en serio existe papá?

-Si Brook, es... como si fuera un enorme pozo—el hombre sonrió bellamente, sonrisa heredada por Brooklin—pero lo que se requiere es una especie de "sacrificio de vida" en vez de una moneda

Ahora si, Yuriy se interesó un poco... solo un poco, aunque fingió bien apatía.

-Los seres humanos necesitamos de aire para vivir, no es que vayas a sacrificar tu vida, pero si un poco del aire que respiras. Si aguantas el largo tramo del puente mientras pasamos por sobre el mar, al final tu deseo será escuchado por los espíritus del fuego y se darán a la tarea de cumplirlo.

-Te equivocaste—dijo la mujer al volante—serían los espíritus del agua

-No, Sara, lo he dicho bien—le replicó el hombre seriamente, al voltear de nuevo hacia sus hijos regresó la sonrisa—sucede que, una vez que un espíritu de agua toma en sus brazos a cualquier ente de tierra, como un humano, lo da a los espíritus de fuego, para que lo purifique y vaya al aire, una vez ahí regresa a la tierra, es un bello ciclo infinito.

Yuriy resopló, solo para fingir hastío, la verdad es que hubiera querido que también su mirada se encendiera como las orbes verdes de su hermano, pero el azul ártico de sus ojos no mostraría lo mismo. El señor Ivanov, que gustoso un día le dio su apellido, no había podido inculcarle el amor por las historias míticas, por la vida misma, que le otorgó a su hijo de sangre.

-¿Qué pediste?—rompió la melodiosa voz de su madre sus pensamientos, dirigiéndose a Brooklyn, quien hacía lo posible por regresar el aire a sus pulmones luego de por largo rato haberlo aguantado, y fue cuando Yuriy se percató; era como si él no fuera en el automóvil. Brooklin con el cuerpo echado hacia enfrente, los codos recargados en cada asiento de sus padres, el padre aún con la sonrisa de satisfacción y orgullo viendo a su hijo, y la madre, con la vista hacia enfrente, pero mirando de reojo por el retrovisor al primogénito... de su marido.

-"Es por eso que quieren encerrarme"—tensó los músculos del brazo, con el enorme deseo de golpear el vidrio, hacerlo añicos, y dañar con su sangre, la piel importada que recubría los asientos "Nunca les he importado, desean que desaparezca"

-Es un secreto, no les diré hasta que Yuriy se vaya

-"Es el colmo, y yo que creí que al menos tú..."

-Como sea llegaremos muy pronto

-¿Cómo es la escuela de Yura mamá? Escuché que enseña gente religiosa

-Si, es un internado muy renombrado, tu hermano aprenderá ahí a ser no solo un hombre, sino un caballero, tienen buen nivel de educación, pronto tendrá una mejor conducta y notas.

No pensar, no sentir. Saber que respiras sin importarte nada. Para que no odies, para que no te lastimes, para que no duela. Es así como se fue el resto del camino. Al ver que no conseguían nada si llegasen a hablarle, los tres acompañantes hablaban sin tomar en cuenta al bulto de piel sin pensamientos ni emociones, en el que se había convertido Yuriy.

Una mano violentó su cuerpo, al jalarlo del brazo agresivamente, fue cuando regresó de su cómoda irrealidad.

-Sara no tienes que hacer eso

-Me cansó su actitud, te pido que no te metas cuando llame la atención de mi hijo

Dimitri apretó los labios¡cuánto odiaba que se refiriera al muchacho como si solo ella lo hubiera criado y amado como tal! Era título a conveniencia, no había duda, si deseaba apoyo, era de ambos, si deseaba dominarlo ella, era sólo suyo.

-Carga tus maletas, es hora de que te presentes con el director—ordenó la madre.

Brooklin amplió la sonrisa, para reprimir las ganas de insultar a su madre. Su única defensa contra el mundo, contra su propio enfado, era esa enigmática sonrisa. Abrazó a Yuriy.

-No quiero que te quedes—dijo Brooklyn al oído de su hermano menor, después lo soltó, sin quitar la sonrisa que sus padres miraron

-"Mentiroso"—Pensó Yuriy mordiendo su lengua para no decirlo en voz alta.

-Deberías aprender de tu hermano, con esa fortaleza y sonrisa habrías de despedirte—dijo la madre, entregó una bolsa pequeña, Dimitri le puso en la mano la única maleta que traía.

-"Si, claro, aprender de falsedades para ser como tú algún día"

-Le puse nombre con tinta indeleble a todas tus cosas—Lo que Dimitri deseaba emanar como fortaleza y buena vibra, para que Yuriy se fuera tranquilo, el joven pelirrojo lo interpretó como felicidad de su partida, y se le antojo ese hombre más malvado y patético que nunca.

-"Tipejo Falso con esa sonrisa tan ridículamente bonachona"

Caminaron los cuatro, con Sara y Yuriy al frente, en el portón había un hombre vestido como abad. El atractivo físico era innegable, aunque ya mostraba el rostro una edad madura. Una sonrisa que Yuriy no supo si era de burla, que a los padres se le antojo amable, representaba la primera pantomima del día.

-Pero que gusto tenerles aquí, señores Ivanov—el hombre de cabellos violáceos se acercó a Yuriy, acariciando con el dorso de los dedos su rostro, y tomó la barbilla de un sonriente Brooklyn, con dos dedos de la otra mano—permítanme halagar el trabajo de dios, otorgado en la Tierra a través de ustedes—miró fijamente a Yuriy

Dimitri frunció el seño, pero no dijo nada, Sara expandió la sonrisa, sabiendo que alababa de extraña manera la belleza del muchacho, obviamente heredada de ella, sobre todo porque era reconocido por un "hombre de dios", que veía supuestamente más que la belleza del muchacho, la hermosa creación divina.

-Es usted muy amable señor...

-Vladimir Volcoff—completó a Sara

Yuriy anotó el nombre en su memoria, teniendo la extraña sensación de que jamás lo sacaría de sus recuerdos. El hombre tomó la mano de Sara, llevándola en un elegante gesto a sus labios.

-Les pido que permanezcan en este lugar, para terminar de cerrar el trato, le mostraré al joven su habitación.

-"¡Mi futuro, mi vida, es un trato con este pobre diablo!"—Pensó indignado Yuriy—"eso siempre he sido, un contrato obligatorio para alguien"

-Sígame por favor, joven Ivanov.

Dimitri asió el brazo de Yuriy, sorprendido, de un jalón se vio envuelto en los brazos de su padre; un abrazo ansioso, sintió temblar el fornido cuerpo del alto hombre, que por la rapidez Yuriy no tuvo tiempo de interpretar. El abad lo había separado con falsa apariencia de amabilidad, y halado hacia las escaleras.

-No. Es lo mejor para el muchacho, desde ya su educación será reservada.

Lo último que vio fue los acuosos ojos del padre, la sonrisa eterna y amable, pero peculiarmente sus labios temblaban como papel. No entendió, y no le interesó hacerlo. Su madre no le había enseñado a interesarse en ese tipo de asuntos. Yuriy jaló fuertemente su brazo para liberarse, habían salido del campo de visión de los padres.

Volcoff sonrió otra vez, pero ya no era algo amable, sino frío, casi satánico. El pelirrojo se sintió de pronto, más pequeño que de sus quince años.

-¿Lo alcanzas a ver?

-Sólo tú, no, chaparro

-Con esos cabellos se vería aunque estuviera hasta la otra esquina de la calle.

-¿Cómo es?

-¡Baja la voz! Es pelirrojo, medio flaco, pero esta bueno—uno se relamió el labio superior

-Uy si… todo un bombón—dijo el otro burlón

Los tres muchachos casi se carcajearon. Pero recordando que era Volcoff e que estaba abajo también, a cambio solo taparon su boca y sus hombros temblaron al soltar la sonrisa muda.

Yuriy giró levemente la cabeza hacia arriba, mientras ascendía siguiendo la rígida espalda del abad director. Notó antes que ninguna una penetrante mirada verde, algunos cabellos de un exótico color lavanda caían sobre ellos, dando una apariencia casi salvaje.

-"Ese tipo parece halcón a punto de lanzarse a la presa"—Yuriy tragó saliva, pero no demostró el mínimo temor ante esa mirada retadora, que lo veía desde las alturas, como único objetivo. Fue después que notó otra cabeza rubia, una más... o más bien solo una cabellera morada, porque la cabeza no alcanzó a notarla. Casi sonrió, porque la morada cabellera aparecía y desaparecía, como si saltara para ver sobre el alto barandal que tapaba por completo su cuerpo; supo así que era alguien de estatura muy baja, en contraste con los dos muchachos altos que le observaban.

Volcoff volteó hacia arriba, los tres observadores se dejaron caer al piso milésimas de segundo antes, percatándose del movimiento.

-Casi nos ve—Suspiró el alto rubio

-No empujes Sergei ¿Qué haremos Boris?—preguntó con voz chillona el más bajito, haciendo a un lado el cabello rubio de su compañero, para observar a su líder, ya que no podía quitar el enorme cuerpo que se había dejado caer encima de él.

-Observaremos primero, cazaremos al nuevo luego. —dijo al final el muchacho de cabello lavanda.

-Esta será tu habitación

Yuriy casi grita improperios. Ante él se extendía una enorme habitación, con tres filas largas y bien alineadas de camas, caminaron hasta el final de la fila de en medio, donde observó una cama de madera vieja, con un colchón en extremo delgado, al costado de la cama había barrotes de metal, cual si fuera una cuna baja. Sin embargo las mantas que la cubrían eran totalmente blancas, demasiado limpias, increíblemente para el lugar, igual que en todas las otras camas.

-Puedes dejar tus cosas aquí

-"¿A dónde se fue el tono salamero y amable?"—se preguntó Yuriy, ante esa cara de gesto serio, casi enfadado, y esa voz que ordenaba de forma tan fría.

-Nadie se encargará de ti, aquí siempre obedecerás órdenes, de no hacerlo, serás castigado. Te levantas temprano, te bañas, y sigues la rutina. La rompes, eres castigado. Tendrás horas libres, cuando sea conveniente. Esta será tu cama, tus objetos aquí—señaló un pequeño mueble de madera a los pies de la cama—si no te caben, tendrás que tirar las sobrantes. El baño está al final.

-Ya lo huelo—dijo creyendo que solo lo pensó el pelirrojo.

-¿Que dijiste?—silencio por parte de Yuriy—tienes permitido ir también de noche, es la única luz que verás a esa hora.

-"Perfecto... yo que sufro de insomnio y para colmo, me dejan a cinco camas de distancia del maldito baño que apesta, y esta toda la noche abierto con luz prendida... !lo que me faltaba¡"

-Sobre todas las cosas, te mantendrás callado de lo que sucede—continuó Volcoff –tus padres si no se olvidan de ti—Yuriy apretó los puños—te llamaran una sola vez por semana, alguien más estará en la misma habitación que tú cuando hables, no pedirás que te saquen de aquí hasta que yo diga que estas graduado, ni dirás lo que veas aquí que te incomode o creas que no debe ser, lo mejor para ti es que no hables de más.

Su cabeza comenzó a punzar, fue cuando se dio cuenta, que al ser arrojado a la cama, se golpeó con el tubo que formaba la cabecera del mueble.

-Porque si lo haces—comenzó a gatear sobre la cama para quedar sobre su cuerpo—me encargaré de hacerte parecer como único culpable y mentiroso.

No sabía exactamente qué hacer, su corazón golpeaba ensordeciéndolo. Centímetros antes de tocar sus labios, luego de sentir la respiración agitada de Yuriy, Volcoff se retiró sonriente de encima del cuerpo del menor. Había dado la primera impresión deseada. Miedo.

Pronto lo tendría como quisiera, pronto, como todos en el lugar, sería suyo. Dominaría sus sentimientos primero, luego su mente, después aplastaría su espíritu. Tendría un muñeco más para servirle.

-Tienes que presentarte con tus compañeros a clase. Apresúrate —dijo serio al retirarse, con el porte nuevamente frío, nada parecido a la mirada lasciva que mostró segundos antes cuando estaba sobre de él.

Confundido, sin replicar, se levantó, acomodó sus ropas, porque se dio cuenta que le habían metido mano bajo su playera. Ni siquiera se percató en que momento ante la impresión. Cuando llegó al pasillo, otro abad le indicó seguirle, llevándolo hasta el salón de clases.

Los pasillos eran largos, fríos, los tabiques enormes sin cubrir al menos por pintura. ¡Tan distinto de la fachada, donde los padres dejaban a los hijos! Sus ojos estuvieron a punto de acuarse.

-"Mis padres ni siquiera se molestaron en recorrer las instalaciones para saber donde me abandonan"

La maestra le indicó entrar, la primera mujer que veía. No... No era mujer, Yuriy evitaba mirar hacia enfrente, por eso se percató del extraño bulto que se formó entre las piernas de "la maestra". Yuriy giró la mirada hacia su rostro, era por él.

-"Todo por culpa de mi maldita madre"—Maldijo su belleza física. No era la primera vez que le traería problemas—"al menos si este sucio travestido fuera en serio mujer..."

Una vez de haberlo presentado le pidió que fuera a su asiento. Casi al final del salón. Era igualmente gigantesco, con pupitres individuales, calculó alrededor de cien en el salón. Y había más salones.

-"¿Cuántos alumnos abra?"—intentando hacer cálculos mentales, no notó las miradas que atraía, al pasar hasta el fondo, lentamente cada alumno al pasar a la distancia que estaba, giraban su cabeza con el fin de seguir sus pasos.

Un brillo en el salón llamó su atención, no pudo evitar voltear hacia allá, al menos la mirada. Vio esos ojos verdes, con el rabillo del ojo.

-"Otra vez el cara de halcón…"

Yuriy pasó al lado de Sergei, quien luego de quitarle la vista de encima, fijo los ojos con el seño fruncido hacia Boris. El joven de cabellos lavanda sonrió de medio lado, estiró el dedo índice colocándolo debajo de su oído, sin despegar de la piel lo pasó lentamente por debajo de la barbilla hasta el lóbulo del otro oído.

Sergei sonrió, mirando hacia el otro lado del salón, donde Iván, el muchacho bajito de cabellos morados sonreía malicioso por igual.


Continúa.