25. Tú y yo, juntos para siempre.

Secándose las manos distraídamente en sus, a simple vista, desgastados pantalones vaqueros, Khay cruzó la puerta del baño hacia el exterior con un caminar despreocupado pese a que acababan de anunciar por segunda vez que los pasajeros de su vuelo debían embarcar. No tenía prisa. Le había gustado Hong Kong y lamentaba no poder quedarse más tiempo.

Compuso una mueca despectiva mientras la imagen de Eriol se formaba en su cabeza. Dichoso Hiiragizawa, pensó, a sabiendas de que eran las ganas de Tomoyo de volver a estar con su novio la causa de que se encontrasen en esos instantes en el aeropuerto. Con gusto él hubiese pospuesto el regreso, tal y como la pareja de castaños pensaba hacer, pero le había prometido a Eriol que no se separaría de las chicas, y puesto que Sakura ya tenía a un guardaespaldas sin intención de dejarla ni a sol ni a sombra, era su obligación acompañar a Tomoyo de vuelta a casa.

De repente y sacándole abruptamente de sus pensamientos, vio por el rabillo del ojo como una figura borrosa se abalanzaba sobre él, empujándole hacia el interior del servicio contiguo al suyo: el de señoras. Extrañamente, el cubículo estaba desocupado y cuando Khay logró situarse y dar sentido al momento, sólo se topó con los ávidos ojos de Meiling, quien estaba apoyada en la puerta con esa sonrisa ladina que desbocaba su corazón con más frecuencia de la que al chico le gustaría.

—Tengo algo que decirte.

—¿Y tiene que ser precisamente en los baños de mujeres?—Inquirió Khay, frunciendo el ceño con cierto reparo mientras escrutaba cada rincón del lugar—La última vez que me pillaron en uno no tuve una muy buena experiencia. Claro que estos están más limpios que los de hombres.

—Es que vosotros sois unos guarros.

—Solo algunos—Apuntó el chico, clavando nuevamente su mirada en ella—¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres decirme? Date prisa o perderé el vuelo.

—¿Y si te digo que quiero que lo pierdas?

Meiling se mordió el labio inferior y él abrió los ojos con sorpresa.

—¿Me estás secuestrando?

—¿Me crees capaz?

—A ti te creo capaz de cualquier cosa—Replicó él, bufando tan exageradamente que un mechón de su cabello, que caía despreocupadamente por su frente, se agitó sutilmente—Eres la tía más loca que he conocido jamás.

—Vaya… gracias.

Meiling no sabía si había sido o no un cumplido, pero le dio igual. Después de todo, Khay tenía razón en algo: ella era capaz de cualquier cosa, especialmente cuando algo le gustaba mucho, Khay la tenía obnubilada desde el mismo instante en el que le conoció.

Con la mirada fija en su objetivo, Meiling abandonó el apoyo de la puerta y se acercó a él, contoneando sutilmente las caderas.

La voz chillona de la mujer que anunciaba los avisos, volvió a sonar, advirtiendo a ambos que el vuelo a Japón estaba a punto de despegar y que, como no se diese prisa, Khay no formaría parte de él. Sin embargo, y por la mirada intensa y penetrante que el chico le estaba dirigiendo a Meiling, no era algo que le preocupase demasiado.

—Y, además, siempre consigo lo que quiero—Añadió con voz sibilina una vez estuvo frente a él—Así que déjame advertirte algo: puedes subir a ese avión, pero no te librarás de mí.

—¿Y ahora me amenazas?

—Sólo constato un hecho—Se limitó a decir ella, hundiendo los hombros—Me gustas, Khay, y ahora eres mi próximo objetivo. No me importa si aún sientes algo por Tomoyo o no, si nos separan decenas de países o si te vas a vivir a la Luna—Tanteó el firme pecho del chico con un dedo—, lograré que te enamores de mí tarde o temprano.

Durante unos instantes, un destello de perplejidad surcó los ojos de Khay, pero no tardó en extinguirse para dar paso a la satisfacción. La determinación de la chica, su descaro y el pronunciado escote que ese día llevaba, lo estaban volviendo loco.

Tomándose unos instantes para saborear el momento, curvó sus labios en una sonrisa arrogante y se pasó una mano por el cabello, alborotándolo un poco más.

—Vale, hazlo—Concedió, intentando ocultar la agitación que le embargaba—Estoy deseando saber que estrategias estás dispuesta a emplear.

—Todas las posibles—Replicó Meiling, señalándose el escote con los dedos índices de ambas manos—Aunque, al parecer, ya no necesito comprobar si te atraigo físicamente. Con ésta, ya son doce veces las que has mirado a mis gemelas y diecisiete las que te ha hipnotizado mi culo.

—¿Llevas la cuenta?

—Cuando estás elaborando una estrategia de ataque es preciso recabar datos—Se excusó, divertida, volviéndose hacia la puerta—Y como estás advertido… será mejor que salgamos de aquí o perderás el avión.

—Lo cual sería una pena.

Meiling rio y, abriendo la puerta, abandonó el baño, otra vez contoneando las caderas.

Dieciocho veces, pensó Khay, divertido, convencido de que Meiling lograría hacer lo que el resto de chicas no habían logrado: que olvidase a Tomoyo Daidôji; algo que, sin saberlo, ya había empezado a conseguir. Y es que los Li, eran mucho Li.

oOoOoOo

Con el rostro pegado al enorme cristal que daba a las pistas de despegue, Sakura presenció como el avión en el cual iban sus dos amigos tomaba altura con el morro del avión ascendiendo cada vez más. La gratitud que ya había anidado en ella desde el instante en el cual Tomoyo y Khay al acceder acompañarla a Hong Kong se acentuó en su pecho, haciéndola sentir la persona más afortunada en toda la tierra; y es que lo era, estaba segura. Tenía amigos maravillosos, una familia unida y….

Miró a su derecha cuando una mano se entrelazó con la suya.

… y un novio con el que quería estar para siempre.

Un chico arrogante, maleducado y descaradamente guapo que había convertido su vida en un infierno antes de hacerle un viaje guiado por el cielo.

—Pobre Khay—Comentó Shaoran, señalando a su prima con la cabeza—No sabe de la que se ha librado.

Sakura se giró y sonrió al ver como Meiling seguía agitando la mano, despidiéndose del avión que cada vez se hacía más y más pequeño en el cielo.

—No creo que se haya librado—Objetó Sakura, riendo suavemente—Y si Tomoyo tiene razón, que suele tenerla, tampoco creo que Khay quiera hacerlo.

—Bueno, supongo que hay chicos que son masoquistas—Replicó él, encogiéndose de hombros; luego alzó las comisuras de sus labios en una sonrisa—Como yo.

—¡Eh!

—¿Qué? Sólo un masoquista se habría enamorado de una fierecilla como tú.

—Entonces es que eres un masoquista muy listo—Masculló Sakura, picada, cruzándose de brazos como si estuviese enfurruñada.

—Eso seguro.

La ceja derecha de la chica se enarcó con escepticismo y Shaoran le guió un ojo con la altivez de sus primeros días de convivencia. Ese chico no cambiaría en la vida. Pero aunque Sakura respondió rodando los ojos, en su fuero interno dio gracias por ello. Aunque la sacase de quicio muchas veces, adorabala arrogancia de su novio.

Sin embargo, una voz conocida puso fin al ambiente distendido entre la pareja. Los dos se giraron con la sorpresa patente en sus rostros, pero sólo Shaoran se tensó al toparse frente aquél que lo había llamado por su nombre Chino.

—¿Podemos hablar?

Sabiendo que tanto Meiling como Sakura contemplaban a uno y a otro con expectación, Shaoran asintió con la cabeza, deslizando su brazo de la cintura de su novia cuando comenzó a seguir a Ren lejos de allí.

Shaoran no sabía qué quería el hermano de Minami ni cómo se había enterado de que estaban en el aeropuerto pero, fuera cual fuere la razón, Shang estaba allí y, por su tono de voz modulado y la aparente calma, no había ido con intención de partirle la cara ahora que su madre no estaba presente.

Salieron del edificio haciéndose paso entre una multitud que entraba en tropa al interior, esquivando carritos con equipaje que en más de una ocasión estuvieron a punto de arrollarles, pero una vez estuvieron en el exterior no se sintieron más seguros.

Se detuvieron a unos metros de la puerta de entrada y Shaoran aguardó, con las manos en los bolsillos, a que Ren se volviese a mirarle, pues todavía le daba la espalda. Finalmente, tras unos instantes de silencio entre ellos , el hermano de Minami se volvió para extenderle algo que había llevado todo el rato en la mano.

—Esto es para ti.

—¿Para mi? —Se sorprendió el chico, dudando de si debía sacar la mano del bolsillo para cogerlo—¿Por qué…?

—Es de Minami.

Las palabras de Ren resonaron en su cabeza repetidas veces hasta convertirse en un eco que detuvo su corazón y que le llevó a contener la respiración, perplejo. Demasiado conmocionado como para buscar si quiera una explicación, sólo pudo plantearse la posibilidad de que hubiese oído mal o que el chico le estuviese jugando una mala pasada, vengándose de una forma mucho más cruel y dañina que una patada en el estómago.

Sin embargo, la mirada de Ren era firme y su brazo seguía extendido hacia él, ofreciéndole el sobre blanco cuyas puntas estaban estropeadas por el paso del tiempo.

—¿Cuándo…?

—En el hospital, unas horas antes de morir—Contestó Ren, adelantándose a la pregunta del chico—Sabía que iba a morir, pero aun así no quiso dejar este mundo sin haberte dicho todo lo que tenía en la cabeza… y en el corazón. No es muy larga, apenas tenía fuerzas para hablar, pero es lo bastante extensa para que te hagas una idea de lo mucho que te quería mi hermana—Los labios de Shaoran se entreabrieron, pero Ren volvió a adelantarse—Lo sé porque me hizo a mi escribirla. Yo no quería, y ni si quiera estaba de acuerdo con lo que estaba poniendo, pero era su última voluntad y no quería defraudarla. Me hizo prometer que te la entregaría en mano aunque tuviera que ir a buscarte. Como ves, no me he tomado muchas molestias en ese aspecto.

—¿Y por qué lo haces ahora?

Ren dudó pero, al final, le dedicó una media sonrisa de medio lado. La primera sonrisa que le dirigía desde que se habían conocido.

—Porque si has logrado poner de tu parte a dos chicas tan increíbles es que, o eres un gran actor, o no eres tan mala persona como me gustaba pensar.

—¿Dos chicas?

—La japonesa del pelo castaño—Explicó, señalando con la cabeza el interior del edificio—Tu nueva novia, ¿supongo?

Shaoran asintió.

—Mi madre quiere que me disculpe por lo que pasó en la ceremonia, pero no pienso hacerlo—Le advirtió, retándole de forma silenciosa con la mirada—Quizás no seas un mal tío o sólo has cometido un error, pero te lo merecías, que lo sepas.

—Estoy de acuerdo.

Ren escrutó el rostro de su acompañante, calibrando hasta que punto había verdad en su corroboración; luego, satisfecho con el resultado, esbozó una segunda sonrisa.

—Será mejor que me vaya, tengo que volver a casa. Ya he hecho todas mis buenas acciones del día: le he dado las gracias a tu madre por haber acarreado con los gastos médicos de la mía desde la muerte de mi hermana, te he dado la carta como le prometí a Minami y, aunque no sé si te importa, he empezado a perdonarte.

Esta vez fue el turno de Shaoran de sonreír.

—Me importa, y mucho. Después de todo, eres el hermano de mi primer amor.

Ren enarcó una ceja, escéptico.

—Tío, eres muy cursi, ¿lo sabías?

—Me acabo de dar cuenta—reconoció, esbozando una muca—Me temo que son los efectos secundarios de enamorarse. Ya te tocará.

—Lo dudo—Replicó, dejando entrever el brillo de la ambición en sus ojos—Pienso convertirme en el mejor policía de Hong Kong, en un tipo duro, y los tipos duros ni se enamoran ni dicen cursiladas.

—¿Me estás llamando nenaza?

—No, sólo cursi.

Shaoran rió, reprimiendo las ganas apostar con el chico cuanto tiempo tardaría en cambiar de opinión. Claro que, quizás, tardaría algo más que él. No todos tenían la suerte de encontrar a la chica adecuada antes de los dieciocho años.

—¿Cuento contigo para la ceremonia del próximo año? —Le preguntó Ren, volviéndose, nada más comenzar a alejarse de allí.

El joven Li, sorprendido por la pregunta, tardó en responder, pero finalmente asintió.

—Y tráete a la japonesa contigo—Le pidió, desviando la mirada para que no se percatase del sonrojo de sus mejillas—Me cae bien.

—A mí también.

Divertido por el brillo que había alcanzado a atisbar en sus ojos, Shaoran observó como Ren se subía a un taxi y se alejaba.

Shaoran siguió al taxi con la mirada hasta verle desaparecer, adivinando el sentimiento que Sakura había sembrado en Ren en tan sólo unos minutos, de la misma forma que lo había hecho en él meses atrás.

Sin embargo, por mucho que siempre estuviera en deuda con el hermano de Minami, Sakura Kinomoto era suya y no se la daría a nadie. Jamás.

oOoOoOo

Casi se vio forzada a sonreír cuando constato de reojo que la sonrisa de Khay seguía sin desaparecer de su atractivo semblante. Con la mirada fija en la mesita plegada en el respaldo del asiento de delante, el chico ya ni si quiera parecía reparar en las guapas asistentes de vuelo que, tras el despegue, iban y venían por el pasillo a toda prisa. Algo le había pasado antes de subir al avión —probablemente relacionado con la explicación a su demora— para que sus ojos brillasen de aquella manera, y Tomoyo sospechó quién era la causante de todo.

—Vaya, te veo extrañamente feliz esta mañana. Mucho más de cómo estabas antes de abandonar la casa de los Li—Matizó, apoyando el codo en el reposabrazos y su barbilla en la misma palma—¿Tiene Meiling algo que ver?

Khay se volvió hacia ella, ampliando la sonrisa.

—La tengo loquita—Contestó hinchando el pecho con orgullo; era como un pavo real exhibiendo su plumaje—Dice que está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de conseguir lo que quiere y esta vez lo que quiere…

—Eres tú—Le interrumpió, entrecerrando los ojos con cierta malicia—Claro que, por lo que veo, no le va a costar demasiado, ¿no? Me parece que ella no es la única que está loquita por los huesos de alguien. Es recíproco, ¿eh?

El chico encogió los hombros, aunque sus mejillas se habían teñido de un suave color carmesí. Quizás por eso se apresuró en desviar la conversación hacia otro tema, por lo que, cuando se volvió a mirarla de nuevo, sus ojos la interrogaban con cierta curiosidad.

—Tú, por el contrario, no pareces demasiado feliz—Observó, empleando un tono más burlón a la hora de proseguir—¿Qué pasa? ¿Ya no te apetece tanto ver a tu noviete?

—Claro que me apetece ver a Eriol—Replicó ella, fulminándole con la mirada por el retintín que había percibido en su voz—No tiene nada que ver con eso.

—¿Entonces?

Tomoyo calló mientras reflexionaba sobre la causa real de por qué se sentía tan extraña. Miró hacia delante, topándose con el respaldo del asiento delantero, aún con la barbilla apoyada en su palma.

—Pensaba en Mao Minami y… en Shaoran—Reconoció, dejando escapar un ligero suspiro—Todo lo que le ha pasado a Li, todo lo que hemos vivido en Hong Kong, me ha hecho reflexionar sobre una cosa.

El ceño de Khay se frunció, atento.

—La mañana del día que Sakura vino a casa de Eriol para decirnos que volaba hacia Hong Kong, fui a despertarle. Me dijo que le encantaría despertarse cada mañana a mi lado, siendo mi rostro lo primero que viera al abrir los ojos. —Su voz se apagó un poco, pero continuó—Me lo dijo de una forma… no sé, me daba la sensación de que hablaba más en serio de lo que parecía. No era un simple halago era…

Sacudió la cabeza, intentando despejar su mente y ordenar sus ideas.

—Me impactó tanto que, sencillamente, no supe que decir y ahora me arrepiento.

—Vale, no le dijiste nada, ¿y qué? —Khay rodó los ojos, incapaz de comprender cómo las chicas se complicaban tanto la vida por nimiedades—No es que no tenga solución. Cuando llegues a Tomoeda, se lo dices y punto.

Haciéndole pegar un respingo por la brusquedad de su movimiento, Tomoyo se giró hacia él, con la angustia dibujada en sus ojos amatistas.

—¿Pero y si nunca puedo hacerlo? —Replicó, alzando inconscientemente la voz—¿Y si tenemos un accidente y nunca puedo decirle que yo también quiero que él sea lo primero que vea cada mañana?

Khay, un poco incómodo por las miradas que estaban atrayendo y los reproches que había en ellas, rió suavemente, bajando un poco el tono de voz.

—No digas eso aquí, ¿quieres?

—¡Pero podía pasar! El avión podría estrellarse contra el suelo, arder, convertirnos en papilla o caer al mar y ser pasto de los tiburones.

Las miradas del resto de los turistas eran cada vez menos halagüeñas, al igual que las expectativas que la joven Daidôji parecía tener sobre el viaje.

—Tomoyo… estás poniendo a la gente un poquito nerviosa.

—Y yo jamás le habría dicho eso a Eriol—Continuó la joven, ignorando tanto las réplicas de su amigo como el resto de miradas—Khay, la vida es muy muy corta. Piensa en Mao Minami, tan joven… —Una amplia sonrisa apareció de repente—Quiero vivirla al máximo, y quiero abrir los ojos y encontrarme con los de Eriol devolviéndome la mirada.

—Bueno, pues… ¡díselo! —La animó, puesto que no sabía qué otra cosa decir—No es que te entienda… vamos, que con sólo pensar en abrir los ojos y encontrarme con Hiiraguizawa… —Fingió vomitar—, pero si a ti te hace tanta ilusión, adelante.

Tomoyo le dio un codazo amistoso y, sumamente feliz, se irguió en el asiento, con la mirada clavada de nuevo en el frente.

Khay no entendió nada, menos el cambio tan abrupto de la chica, pero se arrellanó en el asiento e hizo el intento de dormir, cada vez más convencido que nunca, jamás, entendería al cien por cien a las mujeres.

oOoOoOo

Con las manos entrelazadas como las llevaban prácticamente toda la mañana, la pareja de castaños llegó hasta el frondoso parque en torno al medio día. Sin poder apartar sus ojos verdes de él, Sakura se dejó arrastrar a través del césped, espantando a un grupo de palomas que echaron el vuelo al percatarse de su presencia.

Habían dejado a Meiling en la casa de los Li dos horas atrás y, siguiendo la propuesta de la morena, Shaoran había continuado ejerciendo de guía turístico por la ciudad, de la misma forma que su prima lo había hecho con los tres japoneses durante la estancia de Tomoyo y Khay en su país.

Y ahora se encontraban ahí, sentados en un banco de mármol blanco y bajo la protección de un árbol robusto, que filtraba sólo los rayos de sol más tenues y cálidos. Un suave soplo de viento agitó el cabello castaño de Sakura y ella lo apartó con la mano, escrutando el rostro de Shaoran, intentando adivinar en qué diantres llevaba pensando todo el camino.

¿En su encuentro con Ren?

Era probable.

Shaoran había sido escueto con los detalles, pero por su expresión al encontrarse nuevamente con él en la terminal, dedujo que no había ido tan mal como cabía esperar.

—¿Estás bien?

Shaoran salió del trance en el que se había adentrado sin pretenderlo, volviéndose hacia ella mientras formaba una media sonrisa en los labios.

—Sí, lo siento; hoy estoy algo despistado.

—¿Pensando en los hermanos Mao? —Inquirió, mordiéndose el labio con cierta reserva; no quería hacer sufrir más al chico con su curiosidad.

—Podría decirse—Coincidió, sacando algo del bolsillo de su pantalón—Me la dio Ren en el aeropuerto.

Sakura bajó la mirada hasta la mano que el chico le extendía, frunciendo el ceño al encontrar una carta, todavía sin abrir. La cogió. No había remite; tampoco destinatario. Era un sobre blanco, pero era obvio que llevaba algo en su interior.

—Es una carta de Minami.

La joven Kinomoto alzó la mirada con brusquedad, perpleja.

—La escribió en el hospital, después del accidente; poco antes de morir. Bueno…—Precisó, ladeando la cabeza—, técnicamente fue Ren quien la escribió, pero la dictó Minami, que es lo que importa.

—No está abierta—Dijo, interrogándole con la mirada—¿No vas a leerla?

Shaoran dudó, pero finalmente asintió. En cierta forma tenía miedo de lo que pudiera contener ese sobre, de los estragos que pudiera causar en su pecho, pero sabía que iba a acabar leyéndola y no tenía intención de posponerla aún más tiempo del que se había visto forzado a hacerlo mientras Ren la tuvo en su poder. Además, los pensamientos y sentimientos de Minami estaban en ese sobre, y era lo mínimo que podía hacer por ella; también por él. Por fin iba a poder hablar con Minami cara a cara.

—Pero quiero que la leas conmigo.

Sakura abrió los ojos desmesuradamente, muy sorprendida. Shaoran la observaba con cariño, con un brillo en su mirada que la hizo comprender que el joven Li no tenía intención de mantenerla al margen de su vida nunca más; y, entonces, Sakura sonrió.

—¿Quieres que la abra?

Shaoran asintió otra vez. Con dedos trémulos, la chica rasgó el sobre para luego sacar la carta mal doblada de él. La extendió y la puso entre ambos antes de iniciar la lectura.

Xiao Lang… lo siento.

Siento no haber llegado a la cita. Seguro que me has estado esperando durante horas y que ahora crees que nunca voy a perdonarte, pero ya lo he hecho.

Sé que los médicos no pueden hacer más por mí y ahora, más que antes, lamento el tiempo que hemos estado enfadados.

Tu amigo, el tal Shang, vino y me lo contó todo. Me dijo que te engañó y que hasta el último momento has intentado no hacerme daño.

Podía no haberle creído, pero le creí. No porque confiara en él, eso jamás pasará, pero confío en ti y sé que me dijo la verdad.

Xiao Lang… te quiero.

Eres lo mejor que me ha pasado nunca y quiero que sepas que no te culpo de nada y que espero, por favor, que tú tampoco te culpes.

Quiero que seas feliz, por ti, por mí… o sencillamente porque te lo mereces.

Espero que encuentres a una buena chica que sepa valorarte tanto como yo y, aunque no te quiera tanto, que se acerque al menos un poco.

Xiao Lang, no te culpes, ¿vale? Y así yo también seré feliz desde donde esté.

Sakura sintió como una lágrima caía en una de las manos que sostenía la carta. Al principio pensó que era suya, pues sus ojos no habían tardado en aguarse, pero no tardó en comprobar que la que temblaba no era ella, como tampoco era suya la segunda lágrima que cayó sobre el papel haciendo que una de las palabras de difuminase.

—Shaoran…

—Esa chica… —La sonrisa que bailaba trémula en los labios contuvo una carcajada nerviosa pero también un sollozo—He sido un idiota. Me he pasado años intentando ignorarla, olvidarme de ella, de lo que pasó… pero la realidad es que no quiero olvidarla, que tengo que superar esto como sea, sí, pero no a costa de olvidar a Mao Minami. No se lo merece y tampoco es algo que quiera hacer.

Con el antebrazo desnudo, se frotó los ojos, enjugándoselos antes de volverse hacia Sakura.

—Lo entiendes, ¿verdad? —Sus ojos, además de comprensión, suplicaban por ello—Minami ha sido alguien muy importante en mi vida, mi primer amor, y ahora sé que si la olvido sería como olvidarme de una parte de mí.

—No lo hagas entonces—Murmuró Sakura, dejando la carta sobre la fría piedra del banco, girándose hacia él—Porque yo te quiero tal y como eres, y si Minami forma parte de ti, entonces también la quiero a ella.

Shaoran, conmovido por la respuesta, alzó sus manos y la cogió de la cara, acercándola lo suficiente a él como para que sus frentes entrasen en contacto.

—Definitivamente, eres la persona más increíble que conozco—Le dijo, riendo suavemente antes de besar sus labios—Y pienso hacer hasta lo indecible para que tú y yo estemos siempre juntos.

—Te voy a tomar la palabra, aunque…—Bromeó ella, riendo también, antes de fruncir los labios con gracia—, hay algo que tengo que decirte.

El chico, en su lugar, frunció el ceño, separándose lo suficiente de ella como para contemplarla.

—Hay una cosa en la cual no estoy de acuerdo con Minami: si no te quiero más, estoy segura que te quiero tanto como ella, porque Shaoran, si no fueras tan egocéntrico y te quisieses tanto a ti mismo, estoy convencida que nadie te querría más que yo.

Perplejo por la ocurrente contestación de Sakura, el joven Li dejó escapar una estruendosa carcajada a la que su novia no tardó en apuntarse.

Por fin las cosas comenzaban a irles bien.

oOoOoOo

—Te he echado tanto de menos…

En cuanto Khay bajó del taxi y éste volvió a ponerse en marcha, Tomoyo se abalanzó sobre Eriol, deseando establecer contacto. Sabía que el taxista les observaba por el retrovisor, pero a la chica no le importó; al parecer a Eriol tampoco, pues no tardó en estrecharla más contra él antes de besar sus labios con anhelo.

—No más que yo, créeme.

Tomoyo respondió a un último beso antes de distanciarse lo suficiente para observar su rostro, consintiendo que sus ojos dejasen traslucir el recelo que, quisiese o no, la había condicionado durante toda su estancia en Hong Kong.

—¿De verdad? —Su voz sonó con un peliagudo retintín—¿Y qué pasa con Kaho?

—¿Qué quieres decir?

—No te hagas el tonto, Hiiragizawa—Replicó, tanteando varias veces el pecho del chico de forma acusatoria—Conozco a las de su calaña y me sorprendería más descubrir que no ha intentado meterse en tu cama que lo contrario.

Eriol la miró y sonrió, con esa sonrisa tan suya y que lograba dejar a la chica sin oxígeno alguno en sus pulmones.

—Las mujeres dais miedo. ¿Lo sabías?

—¿Eso es que he acertado?

—Básicamente—Reconoció, hundiendo los hombros con desinterés—Pero olvídate de ella. Ya no va a ser más un problema.

—¿La has matado?

El chico río y ella enarcó una ceja. No encontraba la situación para nada divertida. Después de todo, a ella misma, la idea se le había pasado por la cabeza en numerosas ocasiones.

—Digamos… que no le ha sentado muy bien que la haya dejado en la calle en plena noche y en camisón de seda y encaje.

—¿Hiciste eso? —No había reproche en su voz, más bien sorpresa—No es propio de ti, de alguien con tus modales. Lo que hubiese pagado por verle la cara...—murmuró, casi ronroneando de placer—. Pero me alegra que te sepa tan sumamente mal que una mujer atractiva se cuele en tu cama, me deja más tranquila. No creo que el tono naranja del mono de la prisión me favoreciera demasiado.

—Pues yo creo que estarías muy sexy.

—Tonto...

Saboreando las palabras del chico, Tomoyo se arrellanó en el asiento, apoyando la cabeza en el reposacabezas. Cerró los ojos e inspiró y suspiró con tranquilidad, disfrutando de la cercanía de su novio y del sosiego que la confianza en el otro acarreaba consigo.

Eriol la observó, escrutando cada centímetro de su rostro, y luego sonrió. Nadie podía imaginar las ganas que sentía de volver a capturar sus labios y de hacerla suya incluso sobre ese asiento tapizado que olía a tabaco rancio.

Aunque desde luego Tomoyo era sobradamente atractiva, lo que Kaho nunca llegaría a comprender de Eriol era que su deseo por la joven Daidôji sobrepasaba cualquier barrera física. No era las curvas de la morena, su generosa talla de sujetador o su rostro de fina porcelana lo que encendía su piel —claro que ayudaba bastante, debía reconocerlo—sino la propia chica en sí. Lo que ocultaban sus ojos, lo que decían sus labios y lo que guardaba en silencio; como en ese momento.

—¿No vas a decirme por qué estás tan segura de que te digo la verdad, de que no me acosté con Kaho?

Tomoyo abrió los ojos lentamente y, sin mostrar la menor turbación, los clavó en él, impasible.

—¿Lo hiciste acaso?

—No.

—Entonces ya está—Convino Tomoyo, volviendo a echar la cabeza hacia atrás y a cerrar los ojos.

El chico continuó observándola, recordando lo poco que le hubiese costado ceder a las artimañas de Kaho para hacer realidad su recurrente y libidinoso sueño de adolescente. Sin embargo a Tomoyo eso no pareció importarle y Eriol se preguntó por qué. Tomoyo, como si adivinase lo que su novio estaba pensando en ese momento, le contestó:

—Confío en ti, Eriol.

Y en ese instante Eriol la deseó con fuerza; no porque fuera preciosa, sino porque era la primera persona que tenía confianza ciega en él, y eso, para alguien como el joven Hiiragizawa, lo era todo y más.

—En realidad sí hay algo que tengo que decirte...—Reconoció el chico, poniendo en alerta a su novia—: le pagué el taxi hacia el hotel.

Tomoyo sonrió y burlona dijo:

—Después de todo, quién es un caballero siempre será un caballero.

oOoOoOo

La ayudó a subir por la escalera que daba a la casa del árbol intentando no fijarse demasiado en el magnético trasero de la chica, que se contoneaba inocentemente a cada peldaño que subía.

La joven Kinomoto le estaba narrando la última conversación que había tenido con su padre —hacía poco más de media hora— y Shaoran no mostró el mayor interés hasta que el nombre de Tôya apareció intercalado en su último comentario.

—Definitivamente tu hermano tiene un problema de dependencia, ¿eh? —Bromeó el chico, cuando Sakura le manifestó los deseos del joven Kinomoto de coger un avión y volar hasta Hong Kong.

—No, si no quiere venir por mi; sino por ti—Le corrigió, volviéndose con una sonrisa divertida en los labios—Dice que quiere matarte por haberme echo cruzar el océano por ti.

Shaoran tragó saliva, preguntándose a si mismo por qué tenía tan mala suerte con los hermanos de sus novias. Nunca congeniaban y eso que él era un encanto.

—Mi padre, sin embargo, te manda saludos—Añadió Sakura, haciendo un último esfuerzo para entrar a la casita a través de la trampilla; era una suerte que fuera tan buena en los deportes y estuviese unos brazos capaces de soportar su peso—Dice que estará encantado de tenerte allí hasta que acabes la universidad. Claro que…

Pero la chica se quedó repentinamente sin palabras. Si dar crédito a lo que veían sus ojos, Sakura se llevó una mano a la boca, cubriéndosela como si pretendiese contener la exclamación de sorpresa que amenazaba con escapar de su garganta.

Frente a ella y perfectamente preparado se encontraba un mantel extendió, dos platos con sus respectivos cubiertos, dos copas, servilletas de tela y una cubitera. Se percató de la cesta de mimbre que había apartado, en un extremo de la cabaña, gracias al candelabro que iluminaba la cabaña con una luz dorada que confería al momento la calidez e intimidad que Shaoran había buscado desde el principio.

—¿Sorprendida? —Preguntó el chico, ya a su lado.

Sakura asintió repetidas veces y, sin dejar de sonreír, se dejó guiar por Shaoran hasta un cojín aterciopelado donde el chico la instó a sentarse.

—¿Un poco de champán para la dama? —Le ofreció Li, mostrándole una botella de litro y medio de coca-cola; sabía que Sakura odiaba el sabor del champán.

—Por favor—Sakura rió e inclinó su copa, siguiéndole la broma—Y dime, ¿has cocinado tú?

Shaoran le guiñó un ojo, explicando con ello la razón por la cual el chico había estado desaparecido buena parte de la tarde. Había echado a casi todo el mundo de la casa—a sus hermanas y prima las primeras, por supuesto—y aunque la cocinera se había ofrecido a ayudarle, él había rehusado con amabilidad.

Quería darle las gracias a Sakura, demostrarle lo importante que era para él, y no tenía intención de hacer trampas o tomar atajos. Esa noche Shaoran se iba a mostrar tal cual era, por primera vez. No es que antes hubiese mentido sobre su personalidad, en ese nunca la había engañado, pero esa noche era la primera en la que no habían secretos entre los dos, no había pasados ocultos, y quería disfrutarla.

—Sobre lo que me estabas diciendo de tu padre… —Sakura alzó la mirada, instantes antes clavada en los raviolis—, agradezco enormemente su hospitalidad, pero si tú te vas a Tokio a estudiar, no hay razón para que yo esté en tu casa.

Sakura frunció el ceño.

—He hablado con Khay. Sus padres van a separarse y está cansado de ser el títere de uno y de otro—Explicó, sorprendiendo a la chica con la noticia—Va a alquilar un apartamento en Tokio, como tú, y le he dicho que, si coge uno contiguo al tuyo, ya no hace falta que busque compañero de piso.

Una sonrisa pícara se formó en el rostro de Shaoran cuando su novia comenzó a abrir y a cerrar la boca sin proferir palabra alguna. La había sorprendido y eso casi le hizo ronronear de placer.

—Por mucho que aprecie a Tôya y a tu padre… bueno, por mucho que aprecie a tu padre—se corrigió, aunque ambos sabían que, muy en el fondo, también apreciaba un poco a su cuñado—vuelvo a Japón para estar contigo, y no tiene sentido si tú estás lejos y sólo puedo verte cada dos fines de semana.

—¿Vas a estudiar en Tokio… por mi?

—Bueno, también porque esa universidad es mejor que la más cercana a Tomoeda—Reconoció, haciendo una mueca que concluyó con una ligera carcajada al verla fulminarle con la mirada—, pero sobre todo por ti, por supuesto.

—Eso está mucho mejor. Además, seguro que a mi compañera de piso le encantará la idea.

Esta vez fue el turno de Shaoran de fruncir el ceño, extrañado, y el turno de Sakura de disfrutar de ello.

—Meiling me ha confesado antes de marcharse que le ha pedido permiso a sus padres para estudiar la carrera en Japón—Explicó, llevándose el último ravioli a la boca—Ha llamado a Khay 'mejorar el idioma' frente a su padre, pero el contenido es el mismo: ya no vas a ser el único Li en Japón.

—Genial—Gruñó Shaoran, sarcástico—Estoy comenzando a replanteármelo que lo sepas.

—¡Eh! —Protestó Sakura, lanzándole el tapón de la Coca-Cola antes de echarse el gaseoso líquido en la copa.

Shaoran lo pilló al vuelo y, extendiendo el brazo hacia la cesta, sacó el elemento sorpresa de la noche.

—En fin, si vamos a seguir hablando de malas noticias, será mejor hacerlo mientras comemos algo bueno.

—¿Tarta de limón? —Se sorprendió Sakura, rodando los ojos con resignación—Definitivamente tiene que ser tu mayor obsesión.

Shaoran, que en esos momentos cortaba un trozo de tarta y lo ponía en el plato de Sakura, alzó la mirada y sonrió. A la luz de las velas el chico estaba guapísimo y Sakura se derritió de la misma forma que lo estaban haciendo los cubitos de hielo de su bebida.

—En eso te equivocas—Replicó él, con una voz apagada que a Sakura le resultó de lo más seductora—Mi mayor obsesión eres tú.

Y el agua que había pasado a ser la castaña se evaporó por completo.

oOoOoOo

Cuando entraron a la habitación de Eriol, la enorme cama de matrimonio captó la atención de la morena casi directamente. Varias escenas de lo quehubiera podido pasar en ese colchón durante su ausencia, se elaboraron en su malintencionada mente y Tomoyo tuvo que sacudir la cabeza para disiparlas.

Eriol no le había contado detalles y ella, sinceramente, no quería saberlos. Para imaginar cómo iba la modelo esa noche le bastaba con ver alguno de los catálogos de lencería que había hecho y para adivinar como había intentado seducirle no necesitaba más que un poco de ardiente imaginación femenina o una buena película americana.

Al parecer, Eriol también había evocado ese mismo momento —probablemente con más precisión—pues sus ojos se detuvieron en la cama más tiempo de lo que solía considerarse habitual.

Dispuesta a evitar que Kaho Mizuki ocupase un segundo más la mente de su novio, Tomoyo comenzó a quitarse la camiseta de camino a la cama, quedando únicamente con un sujetador negro y lila que recogía perfectamente sus pechos y que ahora Eriol parecía considerar mucho más interesante que la imagen de Kaho proyectada en su mente.

—¿Vienes? —Le incitó, deslizando de forma seductora el tirante de su sujetador por su hombro—¿O tengo que ir yo a por ti?

Eriol, desorientado en un primer momento, rió suavemente mientras se pasaba una mano por su cabello oscuro, echándoselo hacia atrás.

—Se supone que yo soy el osado en esta relación—Replicó, dirigiéndose hacia la cama; se detuvo cuando sus rodillas dieron con el colchón.

—Yo hubiese dicho pervertido, cariño—La joven gateó hasta él para luego erguirse y rodearle el cuello con sus brazos—Pero estoy tan necesitada de ti que no me voy a entretener en matices.

Como si quisiese dar fe de su necesidad, Tomoyo se arrimó más a su novio, incitándole cuando sus pechos toparon con los firmes bíceps de él.

Eriol tragó saliva. Estaba comenzando a perder la cabeza y el deseo que había comenzado a arder en el taxi se hizo paso en su interior, recordándole que tenía una deuda pendiente y que en esta ocasión no se la iba a dejar pasar.

Sin embargo, Eriol se recordó que, antes de hacerle el amor, debía hablar con ella con urgencia, tal y como el e-mail que había recibido esa mañana le exigía. No por nada habían subido a la habitación. Claro que, ahora que lo pensaba, no era el mejor sitio para hablar después de tantos días sin tocarse.

—Un momento, Tomoyo—Le pidió, apartándose sutilmente cuando su novia comenzó a desabotonarle la camisa; ella alzó la mirada, extrañada—Antes quiero hablar contigo sobre algo.

La chica se apartó, sentándose sobre sus pantorrillas mientras le escuchaba con atención.

—Necesito que concluyamos con la conversación que dejamos pendiente cuando vino Sakura.

El rostro de la joven Daidôji se iluminó y una amplia sonrisa apareció en su rostro.

—Sí, tienes razón—Coincidió ella, mordiéndose el labio inferior con impaciencia—Siento no haberte respondido ese día, pero quiero que sepas que yo también; que yo también quiero despertarme contigo cada mañana, que me encantaría que fueras lo primero en ver todos los días. Yo también quiero vivir contigo, algún día.

—El próximo curso.

La jovialidad en el rostro de la joven Daidôji se esfumó de pronto. Parpadeó, intentando comprobar si lo que había oído era fiable o no.

—¿Cómo dices?

—Que yo quiero que ese 'algún día' sea el próximo curso—Explicó, atrapando el rostro de ella entre sus manos—Tomoyo, me han aceptado en un prestigioso conservatorio de Londres y quiero que vengas conmigo.

—¿Pero cómo…? ¿Cuándo…?

—Hace unos meses les mandé un vídeo tocando el piano, más por curiosidad por saber que opinaban que por otra cosa, y dos días antes de que te fueras me llegó un e-mail con su petición de que iniciase mi formación como pianista allí.

Aún turbada pero lo bastante consciente como para comprender lo que le estaba diciendo su novio, Tomoyo se zafó de las manos de él, bajando de la cama para poder ponerse a su altura. Le miró, furiosa.

—¿Hace una semana? ¿Y cuándo pensabas decírmelo?

—Esa mañana, después de tantear el terreno.

—¿Qué terreno? —Le espetó, dándose la vuelta y encaminándose hacia la ventana; ya no le importaba lo más mínimo que estuviera en sujetador.

—Tu terreno—Contestó Eriol, sosegado, siguiéndola con la mirada—Quería saber que te parecía la idea antes de tomar una decisión.

—¿La idea de vivir juntos? —Tomoyo se volvió hacia él, echando chispas por los ojos—Por Dios, Eriol, que yo pensaba que te estabas refiriendo a vivir aquí, no en el extranjero. No es lo mismo.

—Seguimos siendo tú y yo, aquí, en Londres y en cualquier otro planeta.

Tomoyo calló, dirigiendo la mirada nuevamente hacia los bonitos jardines que se contemplaban desde el ventanal de la habitación. Sin pretenderlo, cerró los ojos y se estremeció cuando sintió como los brazos de Eriol rodeaban su cintura desnuda.

—Sólo quiero que estemos juntos y no me importa dónde—Le susurró, apoyando la barbilla en su hombro—Allí tú puedes estudiar arte y hacer cursos de fotografía. Hay una escuela muy buena que está interesada en tus diseños y dos más en tus fotografías.

—También has pensado en mi, ¿eh?

—Siempre lo hago—Le dijo, apoyando su mejilla contra la de ella—Además, no se me pasaría por la cabeza aceptar si no hubiese posibilidad de que tú te vinieses conmigo.

—Eriol yo no…

Todavía con los ojos cerrados, la chica meditó las palabras de su novio, dejando escapar, finalmente, un largo suspiro. Su novio se había vuelto loco

—¿Y qué vas a hacer si te digo que no?

Tomoyo sintió como el chico encogía los hombros tras ella.

—Nada. Les daré las gracias y rechazaré su oferta con amabilidad. Si tú no vienes, me quedaré aquí, en Tomoeda.

—Y estudiarás administración de empresas como quiere tu madre—Dedujo la chica, abriendo lentamente los ojos.

Eriol no confirmó las sospechas de Tomoyo, pero no fue necesario. Su silencio ya era de por si una respuesta más que elocuente.

—Ya te lo he dicho, princesa: no me importa dónde estemos, siempre que estemos juntos.

Sintiendo como su corazón se oprimía al oírle llamarla de esa forma, recitó en su cabeza el mensaje que aún, después de meses de relación, todavía seguía llegando a su móvil cada noche: Buenas noches, princesa. Te quiero; y entonces comprendió que Eriol tenía razón.

Pensó en Minami, fallecida tan joven; pensó en Shaoran, que por fin comenzaba a disfrutar de la vida; y, finalmente, pensó en su querida Sakura. La imagen de la chica, con sus ojos verdes y su radiante sonrisa, se formó durante unos instantes en su mente. Dudó, pero no tardó en recordar que la joven Kinomoto ya no era la niña con la que había comenzado el curso meses atrás. Sakura había madurado, se había hecho más fuerte, y ya no la necesitaba tanto a su lado.

Y, además, tiene a Li, se recordó.

Tomando una bocanada de aire y aún entre sus brazos, Tomoyo se volvió hacia él. Los ojos azules de su novio la observaban con expectación, pero no la apremiaban. Él nunca la apremiaba por nada. Siempre esperaba, paciente, de la misma forma que había esperado a que se aclarase para salir de una vez por todas con ella.

Eriol siempre había estado ahí para ella y era hora que ella estuviese ahí para él. Ya pensaría cómo iba a convencer a su madre. Pero la vida era demasiado corta y Tomoyo se había empeñado en disfrutarla, ¿y qué mejor forma de hacerlo que contribuyendo a que alguien a quien quería fuera feliz?

—Hiiragizawa, estás loco y, lo peor, es que no me importa en absoluto.

Eriol abrió los ojos desmesuradamente, sorprendido por lo que la sonrisa divertida de su novia dejaba entrever.

—Entonces…

—Pues que será mejor que vayas encendiendo el ordenador y contestando al e-mail, porque quiero que nos reciban en Londres con alfombra roja.

Eriol, todavía incrédulo, parpadeó repetidas veces para luego reír de puro júbilo. Deslizando sus manos desde la cintura hasta su trasero, la cogió por debajo de las nalgas y la alzó en peso. Tomoyo contuvo una exclamación de sorpresa mientras se agarraba como podía a los hombros del chico.

—El e-mail puede esperar un par de horas más—Replicó, llevándola hasta la cama—Yo no puedo esperar tanto.

Tomoyo también rió, echando la cabeza hacia atrás. Su cabello oscuro como la noche se balanceó en el aire antes de quedar esparcido por el colchón cuando Eriol la lanzó sobre la cama.

—Definitivamente eres muy osado, Hiiragizawa.

—Eso tenlo por seguro—Convino, situándose sobre ella para besarla con anhelo en los labios—En cuanto pasen unos meses y ya estemos instalados, tengo intención de pedirte matrimonio.

Tomoyo se detuvo para observarle y él le sostuvo la mirada. Durante unos instantes estuvieron calibrándose mutuamente hasta que, finalmente, Eriol rió ligeramente y Tomoyo le golpeó en el pecho con un manotazo. Ya le estaba tomando el pelo.

Sin embargo, minutos más tarde, justo cuando estaban a punto de llegar al climax, la joven Daidôji creyó escuchar junto a su oído la jadeante voz de Eriol susurrándole:

—No estaba bromeando.

Y Tomoyo tuvo que reconocer para sus adentros que, si Eriol se lo proponía, acabaría aceptando; porque Eriol Hiiragizawa estaba loco y ella lo estaba por él.

oOoOoOo

Las velas que sostenía el candelabro apenas se habían derretido durante la cena, sin embargo Shaoran las había apagado después del postre. Con las ráfagas de luz de las farolas que entraban por la ventana, provenientes del jardín, era suficiente para iluminar la casita del árbol, pero concedían la penumbra justa para aportar la intimidad que necesitaban.

Con el sabor del limón todavía impregnando sus bocas, las dos jóvenes permanecían abrazados sobre el mantel, del cual habían recogido platos y demás hacía casi una hora. Simplemente estaban así, entrelazados el uno con el otro, disfrutando de la cercanía, de la respiración del otro y del latir de sus corazones que parecían estar casi compenetrados.

Shaoran le contó el origen de la casita, le habló de los momentos que había pasado con Shang en ese lugar y la razón por la cual la había llevado allí: quería que ella también formase parte de esa cabaña y mejorase los recuerdos que tenía de sus últimas visitas.

El crujido del plástico al desenvolver el caramelo hizo que Sakura alzase un poco la cabeza. Como era habitual, mientras hacía la digestión, Shaoran se llevó uno de los caramelos de limón que siempre llevaba en el bolsillo. Se lo había visto hacer durante meses y nunca le había preguntado ni la razón ni cuando había empezado a ello.

—No hay razón—Admitió, hundiendo los hombros—Simplemente es una costumbre. Minami siempre lo hacía y al final me enganchó; aunque, en realidad, odio los caramelos.

—¿En serio?

—Sí, salvo los de limón. Supongo que son los únicos que van conmigo, como las chicas.

—¿Qué quieres decir con eso? —Sakura entrecerró los ojos, recelosa—¿Cómo que como las chicas?

Shaoran rió.

—Pues eso que, como las chicas, ignoraba todo tipo de caramelos hasta que me tropecé con el único sabor que va conmigo—Apoyando el codo en el suelo y sosteniendo la cabeza con la mano, se giró hacia ella—Ahora tú eres mi caramelo de limón.

Desde su posición, todavía tumbada en el suelo y nuevamente con la cabeza sobre el mantel, Sakura comprobó hipnotizada el brillo de los ojos del chico, lo penetrante que era su mirada, profunda y cautivadora.

La joven Kinomoto había comenzado viendo su rostro, el ángulo de su mandíbula, sus atrayentes labios, su recta nariz… pero ya sólo podía mirar sus ojos. El entorno se fue difuminando poco a poco hasta desaparecer por completo. No había luz, no se oía el sonido del agua de la fuente, tampoco el ladrido del perro del vecino… No había nada salvo ellos dos en ese momento, en ese lugar.

Y ninguno de los dos tuvo que preguntar o poner sus pensamientos en palabras, simplemente se dejaron llevar, sin saber cual de los dos se había abalanzado sobre el otro primero.

Shaoran la despojó de la camisa; ella le ayudó a sacarse la suya por la cabeza, demasiado impacientes como para tomarse las molestias en desabotonarlas. Ella se quitó sus propios pantalones vaqueros; él, un poco más nervioso, tubo que forcejear con su propio cinturón antes de relegarlos de mala manera junto a los de la chica, enrollados en un rincón.

No se detuvieron ningún momento para observarse. Ya tendrían mucho tiempo para ello. Ahora querían sentir y demostrar, así que acariciaron cada recoveco del otro, ya fuera por encima o por debajo de la ropa interior.

Besaron cada centímetro de piel, rozaron cada extremidad… y, entre jadeos, imploraban al otro terminar con ello cuanto antes.

Habían aguardado mucho tiempo en dejarse sucumbir al deseo, mucho más en encontrar la persona idónea para el otro y, mientras minutos después comprobaban que en cuanto a física también encajaban a la perfección, los dos talismanes del amor que un domingo compraron a una mujer en un puesto, sobresalían de los bolsillos de los pantalones de Shaoran y Sakura, brillando bajo la tenue luz de las farolas.

The End

oOoOoOoO oOoOoOoO oOoOoOoO

Hola a todos, ¿cómo estáis? Aunque después de tanto tiempo, creo que la pregunta más adecuada sería: ¿Qué es de vuestras vidas?

La verdad es que no sé muy bien qué decir, qué hacer o cómo disculparme por tal demora que sobrepasa con creces las semanas; sinceramente, creo que no la hay. Estoy avergonzada, entristecida y, en cierta forma, ahora también un poco liberada al subir por fin los últimos capítulos de esta historia. Desde el mismo instante en el que me vi forzada a dejar de subirla, siempre he tenido ese pechizquito en el corazón al pensar en la faena que os estaba haciendo. Sé que una historia no es algo de vida o muerte, pero como lectora, soy consciente de la rabia que da el quedarse ahí con el ¿y cómo terminará? y sólo hipotetizar sin confirmar nada.

Como algunos sabéis y otros tantos os habréis imaginado por los últimos comentarios que hice, mi situación familiar se complicó bastante y, aunque muchas veces hice el intento de sentarme a continuar escribiendo, incluso el hobby que tanto me gustaba me resultaba casi insufrible. Por mucho que lo intentaba, no conseguía escribir nada y todo era pesimista. En realidad, si hubiese continuado escribiendo en ese momento, creo que habría dejado a cada personaje de la historia en un punto del planeta o los habría matado a todos xD

Por ello, tras unos meses de infructuosos intentos donde cada capítulo era peor que la anterior intentona, opté por darme un respiro, intentar centrarme en lo que debía hacer en ese momento y retomar las cosas más adelante. Desafortunadamente, entre unas cosas y otras, el respiro se hizo más largo de lo esperado y cuando quise darme cuenta, volvía a estar involucrada en otro follón y, encima, no me acordaba apenas de cómo quería terminar la historia. Así que el año pasado me senté frente al ordenador, comencé a leerla con calma y a intentar recabar cualquier detalle que me pudiese ayudar a concluir con el menor número de lagunas posibles.

Sin embargo, tenía claro que no iba a volver a arriesgarme a subir un capítulo y volver a dejarla inconclusa: hasta que no estuviesen los últimos dejaría las cosas como estaban. Finalmente, terminé el capítulo a finales del año pasado y, con la intención de revisar la historia nuevamente para ver si recordaba más detalles y hacer un posible epílogo, decidí que me tomaría la época de exámenes universitarios como un descanso, en febrero la revisaría y en marzo la subiría al fin con o sin epílogo. Al final ha sido sin, pero es que el prólogo no tenía mucha sustancia y no quería haceros esperar más.

Lo cierto es que, por mucho que desde un principio intenté no prolongar esta situación demasiado, tuve que anteponer mi vida real a mi hobby y lamento enormemente haberos perjudicado, en mayor o menor medida; realmente lo lamento muchísimo.

Ahora, con unos años más de experiencia, madurez e intentando ser sincera con vosotros, creo que cometí tres fallos:

El primero, no poner una explicación más formal en el profile, además del "Pausado temporalmente". En ese momento estaba tan absorta en mis problemas que no reparé en ello, pero he aprendido la lección.

El segundo, subir una historia sin tenerla terminada: JAMÁS volveré a hacerlo, ya que nunca sabes como pueden irte las cosas y perjudicar con ello a otros.

Y el tercero… hacerme un guion para asegurarme que no se me olvidan los detalles. Esto ya es algo más personal, pero también lo he aprendido.

En fin, creo que ya sólo puedo deciros que espero que me perdonéis, que espero que pese a todo tengáis un buen recuerdo de la historia en sí y que, algún día, os animéis a volver a leerla de principio a fin, sin interrupción alguna.

Quiero, sobretodo, dar las gracias a todas las personas que me han apoyado todo este tiempo, que no han olvidado la historia y que me han animado a continuar desde la comprensión por mi situación, para no hacerme sentir más culpable de lo que ya me sentía. Siempre he tenido claro que la terminaría, ya que había dado mi palabra, pero el no saber cuando me angustiaba tanto que lo que menos necesitaba era que, encima, me hiciesen sentir peor; así que ¡MILLONES DE GRACIAS por vuestra paciencia y apoyo! Y que sepáis que esta historia nunca habría existido sin vosotros.

Un beso.