La adolescencia es sinónimo de locura, aun que la adolescencia es mucho más. Son hormonas locas, ganas de vivir y mucha, mucha ilusión. De eso, les sobra a estos adolescentes, a los que, tras la edad del pavo, les ha llegado la locura.

Disclaimer: No estoy forrada, no escribí Harry Potter, por ende, no soy Rowling, y cualquier intento de confundirme con ella, se verá seriamente truncado. Escribo esto solo con afán de divertirme, y determinados personajes (Lily Evans, James Potter, Remus Lupin, Peter Pettigrew, Sirius Black, Regulus Black, Hestia Jones, Frank Longbottom, Alice Daniels, Mary Macdonald, Severus snape, Amelia y Edgar Bones) pertenecen a Rowling; otros(Destiny Taylor) pertenece a una muy buena amiga mía, Isilme Lupin, y los demás, son míos, íntegramente.

La idea de este fic, no me pertenece a mí, si no a mi novio, que me la cedió (y más le valía). Se basa en publicar los capítulos el día en el que transcurren. Es decir: Publico este hoy, uno de septiembre, porque en el fic, es el uno de septiembre, y su pasa una semana en el fic, también pasará para nosotras. Me pareció una idea divertida, y que espero, aceptéis.

Como siempre, esperar que lo dsifrutéis lo máximo posible.

Ahora, APB Productions se complace de traeros una nueva paranoya de Thaly, Catufa (mi musa) y, como aporte a la esencia, mi Sirius Black particular xD

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1 Septiembre 1976

1. Prisas y atrancos

Aquel verano, que tocaba a su fin, había sido un verano de cambios, muchos cambios, en la vida de James Potter. El mejor, y más grato de todos ellos, había sido el convivir con Sirius. Sirius Black, su mejor amigo, que había huído de su casa.

Pero aquello había sido a principios del verano, y en aquellos momentos, en los que estaban preparando sus baúles para empezar su sexto año en Hogwarts, no había nada que deseasen más que volver al colegio, uno a ver a su pelirroja del alma, y el otro a ver a todas las chicas que pasarían por su cama.

Eran las dos personas más completamente inseparables que nadie pudiese hallar. De hecho, si no fuese porque ambos eran heterosexuales, estarían juntos.

-Cornamenta, pásame los ingredientes de pociones que tengo debajo de tu cama-dijo el moreno más alto de los dos.

-Está bien, Canuto-respondió el de gafas, reprimiendo un bostezo.-Pero yo me meto en cama ya, que son las dos y media, y tenemos que levantarnos a las nueve, para llegar a Londres a una hora prudente.

-Así que esta noche nada de salir a despedirnos de las preciosas francesitas que viven en lo alto de la colina-murmuro Sirius con resignación.

-Joder, Canuto, ¿es que tú sólo piensas en follar?-preguntó James con sueño, dando unos golpecitos en la almohada, para acomodarla.

-La mayor parte del tiempo si-reconoció el chico de ojos grises, sin pizca de vergüenza, con su desparpajo natural.

James se echó a reír, negando con la cabeza, pero, secretamente aliviado. Porque, desde que había huído de su casa, Sirius había cambiado mucho, y se había pasado dos semanas enteras sin querer siquiera saber a cerca de las chicas. Y, de no ser por las francesitas muggles que vivían en lo alto de la colina del pueblo de James, el chico de gafas, se habría empezado a preocupar por la vida sexual de su amigo.

Porque la verdad, es que esas francesas...

Sirius se metió en cama también, cerrando su baúl con un desganado golpe de pie.

-Necesito hacer los diecisiete de una buena vez... en serio-gruñó.-Necesito hacer las cosas con magia, porque es que esto... es estresante...

-Aquí lo único estresante que hay eres tú, Canuto-espetó James apagando las luces.

-Buenas noches mi amor... sueña conmigo-le canturreó Sirius desde su cama.

-Como ahora tenga problemas para soñar con Lily, porque un baboso perro negro se me mete en la cama, te caparé-juró James antes de darse la vuelta nuevamente, y quedarse dormido.

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Aquel verano, su vida había dado un giro de ciento ochenta grados, y todo, porque a su "querido" hermano mayor, se le había pasado pro la cabeza escaparse de casa, qeudando, por consiguiente, desheredado, y haciendo que todas sus responsabilidades para con el linaje de los Black, cayesen sobre él, sobre Regulus, que jamás había tenido otra preocupación que vivir la vida sin preocupaciones, y que se encontró, de un momento a otro, con las responsabilidades que habían sido de Sirius, y que, por poco, no lo ahogaban.

A veces, entendía, o al menos, creía entender los motivos que habían llevado a su hermano a huír, o al menos, eso creía, cuando su madre le hablaba de su futuro compromiso con alguna chiquilla de Sangre Limpia, es decir, cuando le hablaba del fin de su libertad.

Y el resultado de todo eso, era que no dormía bien, no, desde que su hermano se fue, dejándolo al borde de un abismo.

Se despertó de golpe, encontrándose con que la luz que se filtraba a través de las gruesas cortinas de terciopelo verde, era grisacea, la luz del amanecer. Se levantó de la cama, y se encontró, a los pies de esta, el baul que Kreacher, el elfo doméstico, había estado preparando la noche anterior.

Estaba a punto de empezar su quinto año en Hogwarts: el año de los TIMO, donde su hermano había sacado las mejores cualificaciones. Y eso, a pesar de que, teoricamente su hermano había muerto para los Black, era, como todas las hazañas de su hermano, un reto a superar.

Se metió en la ducha, dejando que los pensamientos funestos que recorrían su mente desde que Sirius se había fugado, se fuesen de su cabeza.

El no podía pensar en aquellas cosas. Él era un Black. Era el Black.

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Se podía decir, que Jeyne era diferente. O al menos, ella quería ser diferente. Diferente de todos, o bueno, de todas... De hecho, sus anhelos de ser diferente, la llevaban a cambiarse de color de pelo y de ojos todos los días, como ritual riguroso de buena mañana.

Y eso era lo que la había llevado aquella mañana, en la que empezaba Howarts, a sentarse ante el espejo, con una caja de zapatos llena de botes de pociones para cambiar el color del pelo, y otra con gotitas para cambiarse el color de los ojos. Así que, en cuanto se decidió, se aplicó, las gotas y la poción, antes de levantarse, mientras hacían efecto, y empezar a vestirse.

Sabía que su padre no aceptaba esas cosas, y eso le encantaba, porque, lo que tenía en común con su madre, era la tirria hacia su padre, y el gusto por las cosas extrañas para el ornamento corporal. De hecho, se puso unos vaqueros deshilachados y una camiseta azul eléctrico, a conjunto con el pelo, y los ojos, antes de salir de su habitación a despertar a su hermano, que todavía debía estar durmiendo, en su cuarto de niño bueno.

Entró en la habitación, que permanecía en penumbra, y, como un fogonazo azul, pues parecía relumbrar en la oscuridad, saltó encima de su hermano, haciendo que se despertase de golpe, pegando un grito, que ella identificó de dolor, cuando le piso, lo que ella supuso, que sería un tesoro.

-Siento haber matado a mis sobrinos-dijo soltando una carcajada, mientas se colocaba a horcajadas sobre el abdomen de su hermano.

-Enana, bájate-le dijo Justin mirándola con rabia.

-¿Por qué? Sólo quiero jugar-murmuró ella con una traviesa sonrisita.

-¿Le llamas jugar a aplastarme los huevos?-ironizó su hermano, apartándose el pelo dorado de delante de unos ojos azules como el cielo.

-Si a ti te gusta que te los aplaste no es mi problema-dijo su hermana con una carcajada, antes de levantarse, poniendo empeño en pisarle los genitales a su hermano con la rodilla, antes de salir de la habitación, carcajeándose, y dejándolo medio moribundo, con las manos en sus partes nobles, y maldiciéndola en arameo, entre sollozos.

De repente, una voz la hizo paralizarse y girarse.

-Jeyne Darcy. Que sea la última vez que golpeas a tu hermano de esa manera-dijo su padre con firmeza.-De él depende la continuidad de nuestra estirpe. No se te ocurra volver a hacer peligrar nuestra histórica continuidad.

La chica soltó una carcajada.

-Papá, por el amor de Merlín, no digas tonterías-dijo ella con una amplia sonrisa.-Por mucho que le machaque los huevos a mi hermano, no sucederá nada, porque, al menos de momento, no tiene a nadie con quien usarlos-dijo con una risita

Y sin decir más, salió al balcón, para que el frío aire del final del verano de Cornualles le bañase la piel una última vez antes de partir hacia Hogwarts.

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Se había pasado la mayor parte del verano encerrada en casa, básicamente porque quería evitar, a toda costa, encontrarse con él, después de que le hubiese llamado Sangre Sucia la tarde después de los TIMO's, cuando ella había acudido a defenderlo de los ataques del grupito de Potter. La verdad era que estaba muy disgustada con él. No por el hecho de que le hubiese llamado Sangre Sucia, ya que a eso, al menos, estaba acostumbrada, porque parecía ser la palabra favorita de la mayor parte de los Slytherin a la hora de referirse a ella. Lo que verdaderamente había molestado a Lily, fue que él no le agradeciera su ayuda; es más, que la despreciase.

De modo que, ese verano, lo había pasado con Mary, a la que había llevado a su casa, y con la que había pasado la mayor parte del tiempo, saliendo al cine, de compras, o a tomar algo, ya que, debido a la condición de hijas de muggles, que ambas compartían, podían divertirse juntas en un lugar tan lejano al hogar de la pelirroja. Porque la amiga de Lily, Mary Macdonald, era una escocesa de pura cepa, que compartía con Lily otras cosas a parte de la condición de hijas de muggles. Mary era pelirroja. Desde luego, no tanto como Lily, pero tenía el cabello de un color rojizo anaranjado, muy especial, y unos ojazos azules, que la hacían aparentar fragilidad, cuando ella, en realidad, de frágil, tenía más bien poco. Al menos, desde que los Slytherin la habían atacado, por ser hija de muggles, y había sacado un carácter al que más valía temer.

Y allí estaban, ambas, sentadas ante un suculento desayuno, cocinado expresamente por Laura Evans, la madre de Lily, y una mujer maravillosa en muchos sentidos, por ejemplo, en el sentido de que cocinaba como los ángeles.

-¿Tu crees que podremos llegar a Londres sin que Snape se nos cruce en el camino?-preguntó Mary con la boca llena de cereales.

-Supongo, Mary, desde luego, si hemos logrado evitarlo todo el verano, no creo que nos vaya a importunar ahora, que quedan cuatro horas para tomar el tren-razonó la pelirroja untándose una tostada con miel.

-De todas formas, como se atreva a acercarse, lo convierto en el sapo lleno de verrugas que es por dentro...

-No te pases, Mary...

-¿Que no me pase? Lils, te llamó Sangre Sucia cuando fuiste a ayudarlo porque Potter y sus cabestros, quiero decir... amigos, se metieron con él...

-De todas formas, Mary, no es cuestión de que hagas magia y te expulsen-dijo la pelirroja con suavidad.

-Mira que a veces eres prefecta, eh-le recriminó Mary cariñosamente.-Por hacer magia accidental, no expulsan a nadie, y la magia accidental, a veces, puede controlarse...

Lily soltó una carcajada, mientras su amiga se recogía el pelo en un moño con palillos chinos, y atacaba a una nueva taza de cereales.

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Aquello había sido lo más parecido a una luna de miel, que Alice se había imaginado nunca, pero que sus padres le hubiesen dejado irse con Frank todo el mes de agosto a Douglas, en la ilsa de Manx, a una casa que los Longbottom tenían allí, había sido un sueño recién cumplido para la rubia. Pero ambos, ella y Frank, sabían que sus familias estaba encantadas con su noviazgo, básicamente, porque eran dos familias de Sangre Limpia que se habían enlazado de modo natural, sin intermediarios ni imposiciones.

Y ambos habían sido felices aquellas cuatro semanas, devorando chocolate y piel en su nidito de amor, aun que llegase el momento de volver, y de no estar tan juntos como les gustaría a ambos.

-Alice, princesa, despierta, que nos vamos a Londres, al Caldero Chorreante, a recoger lo que le hemos encargado a Tom para empezar el curso.

La rubia lo miró con sus dulces ojos color miel, mientras se desperezaba lentamente, y se levantaba de la cama, sin poder evitar sonrojarse ante Frank, a pesar de que el chico la hubiese visto desnuda docenas de veces con anterioridad. Ella sabía que no era una diosa de la belleza, pero él se la comía con la mirada, la mayoría de ocasiones en las que, como en ese instante,estaban a solas.

Ambos eran callados, pero esa era una de las bazas fuertes de su relación, básicamente porque se entendían sin palabras, con amor.

-Frank, cielo, ¿vamos a aparecernos?-preguntó con suavidad, acariciándole la mejilla, ya vestida.

El chico tomó, con suavidad, la mano de su novia entre las suyas, y se la acarició, antes de besársela, y abrazarla.

-Si, mi niña, vamos a aparecernos.

Y, cuando todavía no había acabado de pronunciar esas palabras, la rubia ya estaba sintiendo como era embutida en una presión mágica. Acababan de desaparecerse.

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Habían estado juntos todo el verano. Como una pareja joven, recién consolidada en junio, y, sinceramente, a Remus le importaba más bien poco que ella fuese un año más pequeña que él, porque era todo lo que necesitaba, lo que le faltaba. Era alta, aun que no tanto como él, y delgadita. A él le encantaban las chicas delgaditas. Y estaba como una completa cabra. Y eso, era lo que más le gustaba de ella.

La despertó, y la miró, somnolienta, con aquel simpático pijama de mariposas, antes de dedicarle una sonrisa cargada de cariño. Sabía que su relación avanzaba despacio, a pesar de que a él le gustaba ir sobre seguro, y tomarse las cosas con calma.

Pero se habían pasado todo el verano juntos, y habían adquirido un grado de confianza insuperable.

-Erika, preciosa, tenemos que irnos-susurró levantándose.

-¿A donde?-preguntó ella parpadeando débilmente.

-A Kings Cross, al tren, a Hogwarts...-dijo él empezando a vestirse.- Y date prisa, que falta a penas una hora-añadió luego empezando a guardar cosas en su baúl.

-Joder, Remus, y me despiertas ahora-protestó ella, saltando de la cama y empezando a vestirse a toda velocidad, hablando a toda mecha.-Todavía tenemos que desayunar, y llegar a la otra punta de la ciudad, y después ver a mis niñas-dijo con una sonrisa-Y tu tienes que ver a los capullos de tus amigos.

Remus esbozó una sonrisa, cuando la chica, que intentaba ponerse un pantalón al tiempo que caminaba, se caía sobre el trasero.Se acercó a ella y la levantó en el aire, antes de darle un pequeño beso en la mejilla.

-Venga, preciosa, date prisa. Yo ya estoy listo.-dijo antes de cerrar su baúl con una llave mágica, y guardarla en su bolsillo.

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El trayecto en el coche del Ministerio de Magia se hacía largo, muy, muy largo. Habían salido de Bedford a las cinco de la mañana, porque su madre, Susan, se había empeñado. Se notaba que no estaba acostumbrada a viajar en trasportes muggles, pero su padre, Anthony Bones, se había agenciado un Cadillac negro del Ministerio, para disimular ante los muggles, porque no era muy normal que un ejecutivo no tuviese coche.

Amy jugueteaba con la cola de su gato, Binby, mientras avanzaban con lentitud; y se preguntaba si llegaría a tiempo al Expreso de Hogwarts.

-Papá, ¿podrías pisarle un poco más?-preguntó con suavidad, rascando el pelaje negro de Binby, tras las orejas del gato.

-Hija, no puedo forzarlo, no es mío-dijo su padre sin apartar los ojos de la carretera.

-Papá, por Merlín, tenemos que llegar antes de las once.-protestó ella.

-Amy, cállate un rato-dijo su hermano, Edd.

-No me callo, enano, es que no lo entiendes-dijo con disgusto.-Tenemos que llegar antes de las once, porque tengo que encontrarme con Lyanna, para preguntarle un par de cosas-dijo con suavidad.

-¿Lyanna?-preguntó Edd con interés.

-No le gustas, Eddie-canturreó Amy con suavidad.

-¿Y tú que sabes?-espetó él con el cuello enrojecido.

-Lo sé, y punto-dijo ella poniéndose un rizo rubio tras la oreja.

-Mientes-gruñó Edd.

-Si eres feliz pensando eso-le espetó ella.

-Amelia y Edgar, quiero silencio. Ahora.-dijo su padre, imponiendo el respeto necesario.

Amy se calló, tranquila. Acababan de entrar en Londres. Y, por mucho que le jodiese a su hermano, Lyanna, su mejor amiga, no estaba por él. Por otro chico de ojos grises si, pero con el pelo ligeramente más negro que Edd.

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Su mirada vagaba desesperada por el jardín de la chica. Necesitaba verla, y lo peor de todo, es que era consciente de que ella lo había estado evitando. Así que, sabiendo que no la vería cara a cara hasta que estuviesen en el tren, se encogió de hombros y se encaminó hacia su casa.

Podía ir a llamar a la puerta, pero, si ella no quería verlo, no valía de nada forzar un encuentro, básicamente, porque creía que no estaba preparado para ver la furia, la decepción y el desprecio en sus ojos color esmeralda.

Severus entró en su casa y preparó su baúl, antes de tomar un pellizco de polvos Flu.

-Madre, me voy.

No recibió respuesta, pero tampoco la aguardaba. Oyó un ronquido, procedente del sofá, que le indicó que su padre todavía dormía la borrachera de coñac con poción de dormir.

Apartó la vista del rostro de su madre, que no podía hablar, debido a los huesos descolocados de su mandíbula, recién descolocados por su padre.

Eileen Prince... una mujer brillante, reducida a un amasijo de lágrimas.

Severus se acercó a ella y le acarició el suave pelo negro.

-Sé fuerte, madre.-murmuró con suavidad.-Algún día... algún día...

-Te quiero, hijo-dijo su madre, con todo el esfuerzo que le supuso.

Snape asintió, echó los polvos Flu en la chimenea, y se desapareció hacia el Caldero Chorreante.

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Destiny salió corriendo de la habitación de su hermana, con una camiseta verde, sin mangas, recién robada. La verdad era que su hermana le dejaba la ropa, siempre que se la pidiese, pero la emoción de robarla, no la cambiaba por nada del mundo.

Se vistió apresurada, ante el espejo, y se volvió hacia su hermana, que en aquel momento salía de la ducha, ya vestida.

Siempre quiso ser como su hermana, pero, por mucho que lo intentase, y se vistiese con su ropa, no lo lograba. No era capaz de, aun siendo bajita, desprender toda la seguridad que ella desprendía. Seguridad en sí misma, a pesar de, con diecisiete años medir un metro cincuenta y cinco. Si, Lyanna medía lo mismo que Destiny, a pesar de ser dos años mayor.

Destiny veía a su hermana como una especie de mejor amiga, porque se lo contaban todo la una a la otra, a pesar de estar en casas diferentes. Lyanna tenía lo que le faltaba a Destiny, seguridad y firmeza en sus propósitos. Y Destiny tenía lo que le faltaba a Lyanna, inocencia y dulzura.

Si no fuese porque los ojos de la mayor atesoraban más sabiduría, de esa que aportan los años, podrían pasar perfectamente por gemelas.

Ambas castañas, de ojos verdosos, y narices respingonas. Casi gemelas.

-Dest, nena, la próxima vez que quieras pillar una camiseta, me avisas-dijo la mayor cerrando su baúl con un movimiento de la varita.

-Está bien, lo haré-prometió, como siempre, la menor, con una sonrisa de diablilla, antes de atarse el pelo.

En aquel momento, la voz de su madre, muggle, las llamó desde la cocina.

-Niñas, vuestro padre os va a llevar a la estación, no podéis llegar tarde el primer día.-gritó.

-Todos los años lo mismo-se quejó Lyanna acabando de alistar el baúl de su hermana.-mamá, no hace falta que hagas venir a papá desde el Ministerio, yo me puedo aparecer con Dest.

-¿Estás segura?-preguntó su madre entrando en la habitación.

-Claro-dijo la chica con desparpajo.-Soy la mejor de mi curso, ¿recuerdas?-dijo con una sonrisa, antes de reducir los baúles de ella y su hermana para transportarlos en los bolsillos.-A ver, nena, ven que nos vamos a aparecer.

-¿Donde?-preguntó Destiny con desconfianza. Nunca se había aparecido, y no era que no se fiase de su hermana. Era simplemente que...

-En el Caldero Chorreante, queda prácticamente al lado de Kings Cross-explicó.-Venga, acércate.

-Niñas, le diré a vuestro padre que os escriba con la lechuza-dijo su madre con una sonrisa.

-Vale, mamá. Cuídate-dijo la chica de quince años.

-Y vosotras, sed buenas, y estudiar.

-Todos los años lo mismo-protestó Lyanna nuevamente.

Y sin decir nada más, se desapareció con su hermana hacia el Caldero Chorreante.

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Su madre lo levantó temprano aquella mañana, en comparación a cómo lo levantaba normalmente.

-Peter, cielo mío, es el primero de septiembre-dijo con dulzura.

El chico se levantó de la cama, con una sonrisa. Por fin, después de dos meses, volvería a Hogwarts, con sus amigos, y con ella. Porque si, Peter Pettigrew estaba enamorado, aterradoramente enamorado. De una chica de su curso, muy guapa, que se había sentado delante de él en los examenes del TIMO.

Todavía recordaba su olor a coco, su pelo dorado y sus ojos del color de la hierba fresca.Y la mirada de preocupación que le había dedicado cuando entregó el examen, como queriendo asegurarse de que lo entregaba correctamente. Si, Peter entendió, mientras devoraba las tostadas que su madre le había preparado, que había encontrado a la mujer de sus sueños.

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Se despertó, con el sol golpeándole el rostro, y notando un brazo sobre su torso desnudo. Se incorporó levemente, y se encontró con una cabellera castaña rojiza, rizada y revuelta, y con unos labios rojos, como grana. Al su otro lado, una chica menuda, rubia, dormía. Ambas desnudas.

Y entonces recordó. Borrachera, dos chicas para él, una de las mejores experiencias de su vida. Las dos vírgenes, y solitas, para él.

Se levantó de la cama, y empezó a vestirse a toda velocidad.

-Donny, ¿Qué haces?-preguntó una de ellas, con voz de gatita desvalida.

Se giró. La rubia.

-Me tengo que ir, Kath-dijo con una sonrisa, mientras se ponía una camiseta.

-Es verdad-asintió ella-Los ejecutivos tenéis asuntos importantes que atender-dijo empezando a vestirse.-Amber-murmuró, despertando a su compañera.-Donny tiene que irse.

La castaña se levantó apresurada, y empezó a vestirse. Cuando estuvieron listas, Don las acompañó a la puerta, y las despidió con sendos besos en los labios.

Una vez solo, puso orden al pequeño apartamento de su primo, que le dejaba cuando necesitaba usarlo de picadero.

Era insultantemente sencillo tirarse a quinceañeras, fingiendo que se era un ejecutivo de veintipocos. La verdad, demasiado fácil para su gusto. Y aun encima, una vez en Hogwarts, tenía que rivalizar con Redford y Black, para conseguir llevarse a la cama al mayor número de ellas posible. Y lo peor de todo, era que Black, a pesar de ser un año más pequeño, era un máquina.

Puso un poco más de orden, antes de desaparecerse hacia el Caldero Chorreante.

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La chica llevaba lista más de dos horas, sentada ante la televisión, esperando a que su hermano, el gran capullo de los magos mestizos, bajase de dormir, porque en menos de quince minutos, tenían que tomar el tren que los llevaría a Hogwarts, y lo peor era que el anormal de su hermano Jack no se levantaba.

Beth suspiró, cansada, antes de mirarse otra vez al espejo. El pelo rubio y ondulado estaba casi perfecto, y sus ojos brillaban con la ilusión de un primer día. No sabía a quien pretendía impresionar, porque, desde luego, a ella no le interesaban los chicos. Al menos, no de momento.

Subió las escaleras a toda velocidad, y entró en la habitación de Jack,a tiempo para ahogar un grito, que, de haber estado su madre viva, le habría provocado una parada cardíaca.

Su hermano con tres chicas en la cama. Los cuatro desnudos.

-JACOB REDFORD, ¿QUE COJONES SE SUPONE QUE ESTÁS HACIENDO?

Los cuatro durmientes se despertaron, y miraron a la rubia de un metro cincuenta, que estaba apostada ante la puerta, convertida en una especie de basilisco de ojos verdes.

-¿Esta es tu hermanita?-preguntó una chica, mirándola con curiosidad. Era morena, y bastante mona, todo debe decirse.

-Si, ¿Que pasó, Beth?-preguntó su hermano mirándola detenidamente.-¿Y por qué cojones estás tan arreglada?

-Estoy así de arreglada, Jack, porque no sé si lo sabías, pero nos quedan menos de quince minutos para tomar el tren.

-Ah... bueno, ve tú, yo me apareceré luego-dijo él estirándose plácidamente.-No voy a ser descortés con mis amigas, ¿no crees?

Bethany miró a su hermano, tan parecido a ella, con los ojos verdes, idénticos a los suyos, entrecerrados.

-No, claro que no-dijo ella con suavidad.-Yo lo seré por tí-dijo antes de, sin saber de donde sacó las fuerzas, tomar a las tres amiguitas de su hermano y arrancarlas, literalmente, de la cama.-Y más te vale que cuando suba estés listo-dijo, mientras las arrastraba, desnudas, por las escaleras abajo.

Jack sacudió la cabeza molesto. No le gustaba despertarse con gritos. Y menos los de su hermana. La verdad era que se llevaban bastante mal, pero por cosas de la edad, debe suponerse. El caso, es que se vistió y cerró su baúl con un hechizo, al tiempo que Beth entraba de nuevo en su cuarto.

-Si mamá estuviese viva la matarías del disgusto-musitó ella con tristeza.

-Venga, princesita, te prometo que no haré nunca más nada así-prometió abrazándola. -¿Me perdonas?

Ella asintió, abrazándolo, antes de sentir como los embutían.

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Salió de casa, con su prima. Hestia caminaba por Londres, arrastrando su baúl, con su prima Sophie, que arrastraba el suyo, comentando sobre los culos de los chicos que se cruzaban.

-Joder, Soph, ¿No te parece que el rubito ese está para un polvazo?-preguntó con una sonrisa, mientras cruzaban la acera hacia Kings Cross.

-Si... murmuró la morena con suavidad, mientras entraban en la estación.

-Joder, este año... me voy a poner las botas-dijo la chica de ojos azules.

-Hestia, tenemos los TIMO's este año-le recordó Sophie.

-Anda, niña, no me seas amargada-la reprendió Hestia con una sonrisa, que se borró de su cara casi al instante.-Anda, mira, si es Sanders, la guarra esa...

-Hest, te estás pasando-dijo Sophie con suavidad, pero sin poder evitar sonrojarse.

-Nena, no es por nada, pero la chica que esté con el amor de la vida de mi prima favorita, será una zorra, pese a quien le pese-le dijo Hestia.

Sophie se volvió tan rápido que casi se cae, para ver como Remus Lupin... Su Remus Lupin, entraba en la estación con su novia, con la que había empezado en junio. Notó como los ojos se le llenaban de lágrimas.

-Eh, nena, no, no se te ocurra llorar, y menos por un chico.-le dijo su prima con suavidad, tomándola de la mano.

-Hestia... no lo entiendes... tengo motivos... motivos para quererlo...-susurró Sophie secándose las lágrimas con acritud.-Motivos, que, me da la sensación, Erika Sanders, no conoce...

-Pues, cuando llegue el momento, úsalos, pero hasta ahora, cielo, sonrisa y pecho fuera-dijo Hestia, logrando arrancar una sonrisa de los labios de su prima.

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Se despertó de golpe. El reloj de Londres acababa de dar las diez y media. Tenía que llegar a la estación, y no le quedaba más remedio que correr, y mucho, si quería llegar a tiempo. Saltó de la cama y se puso lo primero que encontró, antes de meter a Jimbow en su jaula y agarrar el asa del baúl antes de empezar a correr, escaleras abajo, tras dejarle una nota de despedida a su padre, que roncaba en el sofá, durmiendo la mona.

Si, su padre, Ian Rushmore, bebía, bebía mucho, hasta perder el sentido, y luego le pegaba, e intentaba... bueno, lo que intentaba o dejase de intentar se quedaba tras la puerta de su casa, mientras ella bajaba corriendo las escaleras, con su baúl rebotando a sus espaldas.

Echó a correr por la calle, y derrapó en un par de aceras, al doblar la esquina, porque le quedaban, al menos, quince calles, llenas de tráfico, antes de llegar a Kings Cross, y el asma estaba empezando a hacer aparición.

Siguió corriendo, esquivando ancianas lentas que caminaban con sus perros, esquivando jóvenes repartidores de... de todo, y justo estaba cruzando un paso de peatones, cuando un coche frenó en seco, justo delante de ella.

-¡DIANE!-se volvió hacia el coche, y esbozó una enorme sonrisa.-Ven, te llevamos a la estación.

Y ella, sin dudar, entró.

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En el Caldero Chorreante reinabauna apacible tranquilidad, hasta que, de pronto, dos adolescentes de unos dieciséis años, salieron de la chimenea, todos ellos, pelo negro y ropas llenas de ceniza.

-Canuto, la próxima vez que viajemos con polvos Flu, intenta darme margen-se quejó el de gafas, con el pelo revuelto más de lo normal en él.

-Vale, vale... será que no soñaste con Lily, como era tu deseo, colega, pero, ya te vale, el del humor de perros soy yo, no tú.-dijo Sirius con una sonrisa.

Parecía que James iba a replicar algo, pero de repente, un fogonazo de llamas verdes, que casi los alcanza, escupió a dos adolescentes bastante peculiares. Él, alto y desgarbado, se sentó en una silla, mientras que ella, bajita, y estrafalaria, con el pelo azul eléctrico, y los ojos a juego, los saludó con una sonrisa.

-¡Hey! Jeyne, ¿Que tal el verano?-preguntó James con una sonrisa.

-El verano, caluroso, como siempre-dijo ella con una pequeña carcajada.-Y vosotros dos, por lo que veo, tán buenos como de costumbre-añadió con una pícara sonrisilla.

-Jeyne, preciosa, de verdad, no me hagas hablar, porque esos rizos azules te quedan de maravilla, y un hombre tiene necesidades-dijo Sirius con una sonrisa perruna.

La chica soltó una carcajada, justo antes de volverse hacia donde dos personas acababan de aparecerse.

Y como si de un rayo azulado se tratase, saltó hacia la chica que se había soltado de su novio, y la abrazó con todas y cada una de sus fuerzas.

-Alice, mi niña, por Merlín, te juro que te he hechado un montón de menos...

-Y yo, nena, y yo...-dijo Alice acariciándole el pelo, azul, a su amiga.-Por cierto, me gustaba más cuando lo llevabas verde fosforito-añadió con una sonrisa.

-Si, pero un imbécil me dijo que parecía que usase mocos en lugar de gomina-dijo mirando mal a su hermano, que hablaba con Frank, su mejor amigo.

-¿Qué pasa?-se defendió el rubio con una sonrisa.-Si parecía que te hubiese estornudado un dragón, no es mi problema-le dijo con una carcajada general.

De repente, las llamas volvieron a alzarse verdes, y en esa ocasión, escupieron a una figura solitaria, que cargaba con un baúl desvencijado. Severus Snape.

Alice lo saludó con una sonrisa, a la que él respondió con un movimiento de cabeza, y Jeyne le hizo un saludo con la mano, pero Sirius y James lo miraron, uno con asco y el otro rallando al odio, casi.

Pero antes de que nadie más pudiese mover un músculo, dos cosas pasaron al mismo tiempo. Es decir, dos personas quisieron aparecerse al mismo tiempo, en el mismo sitio, y se produjo una pequeña explosión, haciendo que todos cayesen al suelo, mientras el reloj de Londres empezaba a dar las once de la mañana.

Cuando lograron levantarse, se encontraron con que había cuatro personas más en el bar. Cuatro estudiantes de Hogwarts, para ser más exactos.

Jack Redford, rival de Sirius en el arte de la conquista, y rival de James en el campo de juego. Su hermana, Bethany Redford, una de las mejores amigas de Jeyne, y también muy buena amiga de Alice.

Destiny Taylor, a la que Jeyne y Beth no podían ver ni en pintura, a pesar de que Beth y ella perteneciesen a la misma casa. Y su hermana, Lyanna Taylor, chiquitita pero matona, sobre todo con los hombres.

Se creó una conmoción a la hora de salir del Caldero Chorreante, porque, el reloj de Londres seguía tocando, para anunciar que eran las once de la mañana, y todos los estudiantes de Hogwarts se precipitaron hacia la puerta al mismo tiempo, creando un tapón del que, nadie se explica, como lograron salir.

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Peter llegó a la estación y se encontró con su mejor amigo, Remus Lupin, y la chica tan guapa que tenía como novia. Aun que el amor de su vida, aquella chica tan absolutamente preciosa, era mucho, mucho más guapa.

-Remus, ¿qué tal las vacaciones?-preguntó con una sonrisa.

-Bien, Pet, ¿y las tuyas?-preguntó el castaño con una afable sonrisa.-¿Lograste algo con la chica de la que me hablaste?-preguntó con curiosidad.

-No, no, es que ni siquiera sé su nombre. Me suena de haberla visto en Hogwarts muchas veces, pero no la conozco personalmente-explicó el chico, apartándose de un imponente coche negro que acababa de aparcar delante de la estación.

De él salió, ni más ni menos, que Regulus Black, el hermano de otro de sus mejores amigos. Sirius Black.

-¿Te ha contado Sirius lo de este verano?-preguntó luego el chico rubio a su amigo licántropo, en voz muy, muy baja.

-Si, la verdad es que lo entiendo, hasta cierto punto. Sirius no los soportaba, ni a sus ideales, ni a la forma de coartar su libertad; de hecho, lo que me sorprende, es que haya aguantado tanto allí-dijo con suavidad, al tiempo que Erika se separaba de él y corría hacia su mejor amiga, Amy, que acababa de bajarse de un coche.-Yo, de haber estado en su lugar, lo habría hecho antes-reconoció Remus en voz baja.

-Si, Remus, pero Sirius estaba asustado. Aguantó hasta que no pudo más. Él no es de los que se rinden y huyen si no de los que luchan-dijo Peter orgulloso de Sirius.

-Lo sé, Peter, lo sé... por cierto, ¿no son ellos los que encabezan esa marabuta de gente que corre hacia nosotros?-preguntó de pronto apartando a Peter de en medio.

Justo en aquel momento, llegaron en un coche, Lily, Mary y Diane. Tres chicas que, si bien no eran amigas de Remus, estaban muy cerca de serlo, ya que, Lily compartía con él el puesto de prefecta, y se llevaban muy bien. Y Diane, podía ver él, era una chica que había sufrido mucho, aun que, así, de buenas a primeras, no se le notase. y Mary, era un encanto de chica, al menos, eso demostraban sus sonrisas y gestos de ayuda a todo el mundo.

Todos estaban charlando en grupos, amigos con amigos, contándose sus hazañas veraniegas, cuando se escuchó un pitido procedente del Expreso de Hogwarts, que los hizo reaccionar a todos al mismo tiempo.

Lily, con su baúl en una mano, y con la otra aferrándo las manos de Mary y Diane, entró en el tren, dejando sus cosas en un compartimento libre, antes de salir a ayudar a Jeyne y Beth a subir el suyo, al igual que Hestia y Sophie, que habían llegado con tiempo de sobra, y se disponían a ayudar a sus amigas.

En otra puerta, Lyanna se apresuraba en ayudarle a Destiny a subir su baúl, mientras Amy hacía lo propio con Erika, cuyo novio parecía haberse olvidado de ella al encontrarse con sus amigos.

Y en otra puerta, los Merodeadores se afanaban por subir sus cosas al tren antes de que se cerrasen las puertas, al igual que Frank, Justin y Edd un poco más hacia el final del tren. Y, cómo no, Jack y don se paseaban por el andén con sus andares de gigoló en celo, intentando que las jovencitas picasen su anzuelo, para ser desvirgadas en los baños del Expreso.

Finalmente, el tren partió, y quien más y quien menos, todos lograron estar a bordo en ese momento.

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En un compartimento, cuatro chicas se reencontraban entre ellas, después de dos meses sin verse, excepto dos de ellas, que los habían pasado juntas.

-Chicas, de verdad, me alegro un montonazo de estar otra vez con vosotras-dijo Lily con una sonrisa.

-Y yo, nenas, os he echado muchísimo de menos-corroboró Diane, con una dulce sonrisa.

-Pues, de la forma en que estás vestida... cualquiera diría que no-le dijo Mary mordaz, pero con cariño.

Y Diane, desde que salió de su casa, se fijó por primera vez en cómo iba vestida. Y no se ruborizó porque ella estaba por encima de esas cosas.

Tenía una escueta, muy, muy escueta mini falda vaquera, tan corta que casi se le veía el culo al caminar, y una camiseta con un encaje, únicamente, para tapar el sujetador.

-Es que pillé lo primero que encontré, porque me levanté y media-explicó con una sonrisa.

-Ya, cielo, te creemos-dijo Alice, dando a entender lo contrario.

-Es la verdad... además, yo no me pasé un mes desaparecida con un chicarrón de séptimo, en una isla casi desierta, haciendo Merlín sabe qué-dijo con una sonrisa, desviando la atención hacia Alice.

La rubia se puso del mismo color que el pelo de Lily, y Mary soltó una carcajada.

-¡Anda ya! ¿Te lo tiraste?-preguntó con una sonrisa ávida de noticias.

-Fijo que si, ¿no ves como se pone roja?-dijo Diane con una sonrisa.

Alice miró a Lily, en busca de ayuda, que la pelirroja prestó con rapidez.

-Dejadla en paz, si no quiere decir nada, está en su derecho, al fin y al cabo, es algo entre ella y Frank-expuso la pelirroja, con la presteza de quien explica para qué sirve la sangre de dragón.-Aun que, claro, si nos lo quieres contar...-añadió, tentativa.

Diane y Mary estallaron en carcajadas.

-La verdad, me parecería más productivo que tú nos contases por qué has estado evitando a Snape durante todo el verano-dijo la rubia, saliendo del paso con elegancia.

La pelirroja lo meditó unos instantes, antes de contestar.

-Le ofrecí mi ayuda cuando estaba en apuros, y la rechazó-dijo con suavidad.

-Y te insultó-secundó Mary.

-Ese no es el punto-replicó Lily con firmeza. -El caso es que me rechazó y me humilló, a mi, que lo consideraba mi amigo. Y desde entonces, se acabó para mi-dijo tajante.-Fin de la historia.

-Bien, bien-dijo Diane entusiasmada, antes de volverse hacia Alice.-¿Estás segura de que no nos lo vas a contar?-preguntó luego con una traviesa sonrisista.

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No muy lejos de allí, en un compartimento, se encontraban otras cuatro chicas, dos de ellas, prácticamente idénticas, que comentaban su verano con otras dos.

-Lyanna, cuéntame qué pasó con Black-pidió Amy con una sonrisa, al tiempo que acariciaba la cabeza de su gato.

-La verdad, no hay mucho que contar-reconoció la castaña con disgusto.-Cuando nos íbamos en el tren, a casa, en junio, me arrinconó en un pasillo y me habló al oído.-explicó con suavidad.

-¿Y que te dijo?-preguntó Destiny con avidez.-¿Y por qué no me contaste nada?-increpó luego.

-No te dije nada, porque yo no le doy importancia... y decir... simplemente me preguntó si quería ir a pasar un rato con él, en el baño-añadió soltando una risita.

-¿Que no tiene importancia?-soltó Erika-¡Por Merlín! Es el tío que te gusta, y te ha propuesto... un polvo en los baños del Expreso... ¿Por qué a mi no me pasan esas cosas?-añadió luego con un suspiro.

-Porque tu novio es demasiado políticamente correcto para ello-dijo Destiny con una sonrisa-Y políticamente capullo también. ¿Dónde se supone que está?-preguntó con un gruñido.

-Está con sus amigos, porque hace dos meses que no los ve... -dijo Erika con suavidad. La verdad, le había jodido que Remus la dejase así tirada, sin ningún tipo de explicación, pero al fin y al cabo, ella había dormido durante dos meses, pegada a él como una lapa. No se molestaría por una tontería.-A todo esto, Lyanna, ¿Que le contestaste a Black?-preguntó avidamente.

La castaña enarcó una ceja, antes de soltar una risita.

-Es obvio, creo-dijo ella, muy complacida consigo misma.

-¿Te tiraste a Sirius Black?-preguntó Amy con un gritito emocionado.

-Amy, me da la sensación de que la ancianita sorda de Bressay no te ha escuchado-ironizó Destiny.

-Si, me tiré a Sirius Black-reconoció Lyanna con una carcajada.

-Y después dice que no hay mucho que contar-masculló Destiny.

-Bueno, es que fue solo eso. Un polvo-replicó su hermana.-No tuvo la mayor importancia.

-Ya, pero a ti te gusta Black.-puntualizó Amy.

-¿Y que?-dijo Lyanna alzando una ceja.

-Que te has tirado al tío que te mola-dijo Erika emocionada.

-La verdad... bueno... si. Pero sé lo que puedo esperar de él y lo que no-explicó a sus amigas.-Y sé que para él fue un polvo más, y que no va a haber nada más entre nosotros-dijo.

-Eso es lo que tu piensas-dijo Amy emocionada. Destiny la secundó asintiendo con la cabeza, totalmente convencida.

-Es lo que yo quiero-dijo Lyanna con firmeza.

-Pero no lo que queremos nosotras-dijo Erika con una sonrisa.-Y, créeme, cuando te aseguro que Sirius Black se morirá por tus huesos antes de que termine el curso.

-Es una promesa-asintieron Amy y Destiny con sendas sonrisas.

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En un compartimento en el que el sol entraba a raudales, cuatro chicas charlaban animadamente, al menos tres de ellas, porque una cuarta tenía expresión de funeral, a pesar de que sus amigas intentasen desesperadamente, animarla.

-Vamos, cielo... si en el fondo, Lupin no la quiere-dijo Jeyne con una sonrisa, intentando animar a Sophie.

-Entonces, eso significa que está con ella, incluso sin quererla. Lo que es peor-dijo la morena en voz baja, con tristeza.

-Si, pero cabría la posibilidad de que te quisiese a ti-dijo su prima, Hestia, con una carcajada juguetona.-Además, tu sabes algo sobre él... eso que no quieres contarle a nadie, y cuando llegue el momento, debes jugar todas tus bazas.

-Pero Hest, no lo entiendes-dijo la chica apesadumbrada.-Quiero que él sea feliz.-dijo con suavidad.-Y si su felicidad está al lado de Sanders, tendré que aceptarlo y joderme-musitó.

-Sophie, lo último que se pierde es la esperanza. Eso te lo garantizo-dijo Beth con una sonrisa.-Aun que eso, niñas mías, os pasa por interesaros por los chicos.-añadió.-Si fuéseis como yo, y no os preocupaseis por ellos, no lo pasaríais tan mal-explicó.

-Beth, que tu hermano sea una de las criaturas que más follan y menos cumplen de este mundo, no quiere decir que todos los tíos sean iguales-replicó Hestia con una sonrisa-Los hay fieles, y también cariñosos.-te lo garantizo-añadió la morena.

-Bueno, tal vez sea porque tengo muy presente el mal ejemplo de mi hermano, pero a mi, desde luego, no me interesan los chicos-dijo la rubia con una sonrisa.

-Ya llegará el momento-dijo Sophie-En el que te enamores tanto que hasta te duela, y entonces, tendrás que aceptar que los tíos, por mucho que nos jodan, Beth, son necesarios.

La chica de ojos verdes hizo un movimiento con los hombros, dando a entender que le daba igual.

-Chicas, me voy al compartimento de las Gryffindor-dijo con una sonrisa, antes de salir del compartimento que había ocupado con sus amigas.

La verdad, era que a ella, Bethany Redford, no le interesaban los chicos, porque, si todos eran la mitad de gilipollas que su hermano, estaba segura de que acabaría pasándolo muy, muy mal. Y ella no quería aquello. No cuando su madre había muerto de pena por las continuas infidelidades de su padre.

De repente, alguien la arrinconó, con la cara contra la pared, y se pegó completamente a ella, abrasándola de calor, haciendo que pegase el rostro contra la ventanilla del pasillo, sin intentar soltarse. No quería soltarse, porque una grata sensación, provocada por unos labios en su nuca, y unas manos en su cintura.

De alguna parte de su cerebro, le llegó el convencimiento de que aquello no estaba bien, pero de pronto, un aliento cálido no, caliente, bañó su oído.

-Te apetece venir a pasar un ratito al baño, conmigo-preguntó la voz de Sirius Black, uno de los rivales, e inexplicablemente, amigos de su hermano.

-No, suéltame-dijo ella intentando debatirse, cosa complicada, puesto que él había vuelto a la carga, besándole la nuca.

-Venga, preciosa...-susurró contra su oído.

Ella se volvió hacia él, entre sus brazos. Sirius Black, era, para con las chicas, mil veces peor que su hermano, y le parecía peligroso. Muy peligroso, sentir aquellas sensaciones, procedentes de él.

Se encontró con sus ojos grises, que la miraban, incitantes. Ella cerró los ojos, negó con la cabeza, y volvió a abrirlos.

-Por favor, déjame irme, Black-dijo con suavidad.

-Redford... tranquilizate-dijo él, poniéndose serio.-Sólo estaba jugando-añadió con suavidad.-nunca he violado a nadie, y no voy a empezar por ti-añadió con una sonrisa.

-Bueno es saberlo-dijo ella correspondiéndole a la sonrisa.

Él le acarició una mejilla, con una suavidad inesperada, y se alejó por el pasillo, en busca de otra víctima.

Beth se alejó, hacia el compartimento de Lily y las demás, asustada. Si. Asustada porque, de no interesalre los tíos, había pasado a derretirse, casi literalmente, por un par de besos, muy bien dados, de Sirius Black. Vale. Estaba perdida.

Caminó, como en un sueño, hasta el comartimento de Lily y las demás, antes de dejarse caer en un asiento, entre Mary y Diane, pálida, como deben estarlo los muertos.

-Beth, cielo... ¿Te encuentras bien?-preguntó Alice acercándose a ella.

Ella la enfocó y esbozó una débil sonrisa.

-¿Qué te ha pasado?-preguntó Diane con suavidad.-Estás muy pálida.

-Sirius Black-musitó ella.

-¿Que te hizo?-preguntó Lily con un tono acerado en la voz.

-Nada... nada...-se apresuró a replicar ella.

-Pero lo intentó, ¿verdad?-preguntó Diane, con un tono suave, inusitado en ella.

La rubia agitó la cabeza.

-No, no lo sé. Vino, y me dijo si quería "pasar el rato"-dijo subrayando su ironía con un movimiento de sus dedos, imitanto comillas.

-Entonces... ¿Si no te forzó a nada, por qué estás así?-preguntó Mary acariciándole el pelo, poniéndoselo tras la oreja.

-Porque... porque me ha hecho darme cuenta de que... puede que llegue a gustarme...-musitó Beth.-O él o cualquier otro. Pero me ha demostrado que no soy invulnerable a sus encantos...

-Eso no es tan malo-dijo Alice acariciándole la mejilla.-Sólo tienes que saber elegir...

-Si, como Alice, que estaba a punto de contarnos lo bien que se lo pasó tirándose a Frank durante todo agosto-dijo Mary con una carcajada.

Lily negó con la cabeza. Eran, verdaderamente, incorregibles.

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Se sentó delante de Peter y James, que jugaban una partida al Snap Explosivo, al lado de Remus, que leía un libro de unos quince centímetros de grosor.

-Chicos...-soltó un suspiro.-Estoy enamorado.

Los tres merodeadores restantes lo miraron con cara de póker, antes de que James estallase en carcajadas.

-¿Quien es la pobre víctima?-preguntó el chico de gafas entre carcajadas.

-Chicos, que esta vez va en serio-se defendió el chico de ojos grises.

-También iba en serio cuando te tiraste a la Taylor de Slytherin, en junio, en los baños.-le recordó Remus muy amablemente.

-Lunático, no me jodas-espetó Sirius con acritud.

-No pensaba hacerlo, descuida-le dijo el castaño con una sonrisa.

-Además, tú no eres el más indicado para decirme nada, porque has abandonado a tu noviecita nada más llegar al tresn. ¿Tan mal polvo tiene que no quieres saber nada de ella?-preguntó con una divertida sonrisa.

-No ha visto a sus amigas en todo el verano. Y, aun que no es de tu incumbencia, todavía no me he acostado con ella-le espetó con una sonrisa.

-Chicos, yo tengo que ir, a ver si veo a mi princesa-dijo Peter con una ilusionada sonrisa.

-Pues para eso, Colagusano, has elegido mal al animago, o al menos, el animal te ha elegido mal a tí-djo Sirius pasándole un brazo por los hombros.-A las chicas les gustan más los conejitos que las ratas-dijo con voz afable.-Aun que a mi me guste más Colagusano que Colapompón.-añadió con una carcajada perruna.

-Cornamenta, ¿No vas a ir a ver a tu pelirroja?-preguntó Peter con voz tentativa.

-No.-replicó el moreno de gafas tajante.

Los otros tres Merodeadores se miraron, sorprendidos, porque aquello era completamente nuevo. Y no parecía tentador, que la primera señal del fin del mundo se manifestase en su compartimento del tren del colegio.

-¿Puedo preguntar por qué?-dijo Remus tentativamente.

-Porque ella me lo dijo el Junio, antes saldría con el calamar gigante que conmigo. Y estoy cansado de sus desplantes, de sus miradas de desprecio, cuando yo la quiero.-dijo el chico con tristeza.-Así que, he decidido que este año, será mi año. El año de olvidar a Lily Evans, con todo bicho viviente que tenga los agujeros suficientes.

Sirius estalló en carcajadas, y Peter soltó una risita nerviosa. Remus, simplemente, negó con la cabeza.

James Potter intentaría olvidarse de Lily Evans, pero lograr arrancarse un amor de cinco años, con movimientos de meter y sacar, no era producente. No.

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Cuando llegó el momento de salir del tren y tomar los carruajes, un aguacero tormentoso, caía sin piedad sobre las cabezas de los estudiantes, que aguardaban impacientes a que remitiese un poco, aun que todos se quedaron sorprendidos, cuando una chica, con un reluciente pelo azul, saltó del tren, arrastrando su baúl. Casi al instante, dos morenas, una bajita y la otra lata, salieron, arrastrando sus baúles, y después, dos rubias, dos pelirrojas y una chica de pelo negro, con una jaula.

Ellas fueron las más valientes, y salieron a la lluvia, antes que los demás, consiguiendo así, el carruaje más amplio, para las ocho.

Jeyne, Hestia, Sophie, Bethany, Alice, Lily, Mary y Diane se echaron a reír al ver a la marabunta de alumnos correr hacia los demás carruajes, y al ver a los de primero, asustados, acompañar a Hagrid hasta el embarcadero.

-Chicas-dijo Lily.-Este va a ser nuestro año-susurró solemne.

-Si, y vamos a arrasar-secundaron Mary, Diane, Hestia y Jeyne.

Sophie alzó una ceja, escéptica, y Beth soltó un suspiro. Alice, simplemente, negó con la cabeza, esbozando una sonrisa.

-Si, y vosotras-dijo Lily a las tres más tímidas.-Vais a olvidaros la timidez bajo la cama, cada mañana. Porque este es nuestro año, ¿Queda claro?

-Si, mamá-respondieron las tres, Beth, Sophie y Alice al unísono.

-Y vamos a arrasar-replicaron, nuevamente Mary, Diane, Hestia y Jeyne.

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Hola a todos!!! Espero que os haya gustado el primer capítulo de este nuevo fic, que será la paranoya más grande jamás contada xD...

Avisar, antes de nada, que no tengo nada preparado para la trama, de modo que, si alguien quiere que algo suceda, que avise, y eso sucederá. De todas formas, algo de trama, tiene, pero poquita, poquita... ¿Que sabe Sophie de Remus? ¿Quien es la rubia de la que Peter está enamorado? ¿Conseguirá James olvidar a Lily? ¿Por qué hay tan poco amor de pareja entre Erika y Remus? ¿Conseguirá las amigas de Lyanna liarla con Sirius? ¿Verá Snape a Lily por fin? ¿Encontrará Justin alguien con quien usar sus genitales? ¿Quien ganará la competencia de desvirgar a más chicas, Don, Jack o Sirius? ¿Logrará Edd que Lyanna se fije en él? ¿Está a salvo Bethany de Sirius? ¿Está Sirius verdaderamente enamorado de Beth?...La respuesta a todas esas preguntas, en el próximo capítulo.

De todas formas, cualquier cosa que queráis que suceda, me avisáis. Pero no tardéis con los reviews, por favor, o se me hará más complicado de seguir el ritmo del fic.

Muchísimas gracias por leerme.

Besitos con sabor a Merodeador!!!

Se os kiere!!!

.:Thaly:.