DISCLAIMER: ya saben, nada es mío, todo es de Daisuke (como amo ese nombre )

Dedicatoria: a Saint Cutters, con gratitud, por devolverme la inspiración.

Remedio

Todo el día recorriendo farmacias con la odiosa de Satella criticándola. Todo el bendito día, soportando locos que vendían bichos vivos y enanos con batas blancas y aspecto de chiflados, y no había conseguido nada.

-¿Eres estúpida?-había dicho Satella-. No puedes preguntar si tienen un remedio para la fiebre que sirva para los demonios.

-¿Y qué puedo hacer?-replicó Rosette-. No puedo darle cualquier cosa a Chrno, y tampoco tengo dinero para malgastar.

Satella resopló con fastidio y accedió a acompañarla, pero al final del día, no hubo resultados muy positivos para la monja.

Antes de darse por vencida, había visitado a una adivina...se le erizaba el vello de la nuca al recordar su consejo. Pero no había otra opción. Chrno no podía empeorar, ¿cierto?

Así que esa noche, sintiéndose mejor de su propia fiebre, Rosette se deslizó de puntillas a través del pasillo. Abrió la puerta con sigilo y se arrodilló junto a la cama. Allí estaba su fiel acompañante, sonrojado como cualquier niño con temperatura elevada. Era una escena extraña a más no poder: jamás había escuchado que los demonios se enfermasen. Pero, al mismo tiempo, era tierno verlo tan pacíficamente dormido.

Rosette se inclinó. El rubor que cubría sus propias mejillas era producto de la vergüenza más que de la enfermedad que se había intentado ensañar con ella también.

-¿Chrno?-llamó, para asegurarse de que estaba dormido. No recibió otra respuesta que el silencio. Así que procedió: se acercó lentamente. Parecía enorme la distancia que separaba a ambos compañeros. Tal vez por eso, Rosette se estremeció cuando sus labios hicieron contacto tan pronto. Se quedó paralizada, sin respirar y sin pestañear, con sus ojos fijos en los párpados cerrados de Chrno.

Al fin, se separó para buscar un poco de oxígeno. Fue en ese preciso momento en el que el sueño aprovechó para hacerla caer rendida sobre la cama. Fue, también, el momento en que Chrno creyó oportuno despertarse. Sonrió, acariciando la cabeza de su pactante, mientras sentía como la fiebre se evaporaba, poco a poco.

FIN