Diclaimer: Harry Potter le pertenece a J.K Rowling.

Advertencias: Spoilers de Deathly Hallows.

Pareja: Albus Severus/Scorpius.

Palabras: 1606

Aclaración: Serie de viñetas ó drabbles independientes sobre Albus Severus y Scorpius. Momentos en la vida de ambos, y en su relación. Orgullo Slytherin, corazón de serpiente. Rompiendo el odio y la tradición.

Notas: ¡Última viñeta! Y más larga de lo habitual Espero que les guste, mil gracias a todos lo que han seguido Momentos y han dejado sus comentarios. No saben cuánto aprecio a cada uno de ellos x33

Por cierto, he subido otro fic As/S llamado Travesía Oscura, sólo tendrá dos capítulos y ya lo tengo escrito por completo, si se dan una pasadita por él, yo les estaría muy agradecida :3

Belleza

El objeto que tenía en la mano se lo había dado su madre en su niñez. Aparte de las propiedades mágicas defensivas que tenía, el sólo gesto de ella hacía que fuera especial. Lo mantenía guardado en una cajita de madera, con una M cuidadosamente tallada en la tapa. Pero, pasado tres días desde la última salida a Hogmeade, se decía que sería un buen gesto para Albus Potter. Se lo merecía después de todo lo que habían pasado juntos. Si alguna vez Scorpius pensó en darle ese valioso obsequio a alguien, ya sabía que esa persona era él.

Decidido, guardó el delicado objeto en su cajita y vaciló en meterla en el bolsillo de su túnica, prefirió llevarlo a mano a buen resguardo. Salió de la Sala Común rumbo a los jardines, ese día tenían dos horas libres en la mañana y seguramente Albus y los demás estarían afuera en su lugar favorito, cerca del lago. No erró, a lo lejos pudo divisarlos. Pero, antes de que pudiera aproximarse a ellos, dos chicos de un curso superior le cerraron el paso.

Eran dos Hufflepuff, el primero corpulento y bajito y el segundo delgado y alto. Apenas los reconocía como parte del grupo que se dedicaban a molestarlo en ocasiones. "Maldición, ahora no…" Inconscientemente, apretó la cajita a su pecho y deseó que se aburrieran rápido.

—Vaya, la rata que nos hemos conseguido, Michael —dijo el primero, sonriendo desagradablemente—. Con razón el aire había comenzado apestar hace unos segundos —El otro se rió.

—¿Seguro que no te percataste de tu propio olor? —preguntó Scorpius, sin poderse contener, a pesar de saber que lo mejor era no hacerles caso.

—La rata habla, eso es nuevo —fingió sorprenderse Michael—. Generalmente se queda callado a espera de que otros vengan a defenderlo.

Scorpius se mordió los labios. El Hufflepuff no mentía, Scorpius no podía evitar que Albus, Cassiopeia ó incluso una vez el imbécil de James Potter intervinieran por él. Era humillante.

—¿No dirás más nada? —se burló Michael ante el silencio de él. Se acercó a Scorpius, quien trató de retroceder pero chocó contra el pecho del otro—. Hey, tiene algo en las manos, Bart.

Ni siquiera había terminado de decirlo cuando el otro ya se lo había quitado a la fuerza, ignorando el quejido de protesta de Scorpius. Bart le tiró la caja a Michael, éste abrió bruscamente la tapa de la caja, sacando igual de rudo lo que contenía adentro. "¡Más cuidado, imbécil!" le gritó Scorpius, ahogadamente. Bart lo había inmovilizado por atrás. Michael le ignoró, bufando al observar bien el regalo para Albus.

—Debe de valer una millonada si es tuyo —aventuró, alzando el objeto: una higa de plata.

Algunos alumnos los habían rodeado, curiosos por la escena. Michael comenzó a girar la cadena rápidamente, Scorpius soltó un ahogado grito que ocasionó que Bart le apresara más fuerte.

—¿Qué pasaría si la pierdo por accidente? —preguntó Michael, sonriendo abiertamente—. ¿Llorarías, como estás a punto de hacer, pequeña escoria?

Algunos rieron, otros los miraban con desaprobación. Pero, nadie hacía nada para detenerlos. Scorpius trataba de que las lágrimas no salieran, sería más humillante si así ocurría. Sólo quería que se cansaran. "Si al menos pudiera alcanzar mi varita…" Pero el agarre del otro se lo impedía, le lastimaba. Y lo que siguió después le pareció que ocurrió demasiado rápido, tanto que no supo qué pasó primero: si la perdida de su higa de plata, al salir volando de las manos de Michael, o a los hechizos que impactaron en ambos chicos al mismo tiempo.

Bart ocasionó que ambos cayeran, Scorpius se incorporó dificultosamente por el peso del chico. Se sorprendió, sonrojándose al instante, al encontrarse con James Potter a su lado y a Albus y a Cassiopeia cerca de Michael. Esmeralda y Daniel estaban cerca de ellos, todos con las varitas empuñadas.

—¿Y ustedes qué hacen viendo? —James se dirigió a los demás alumnos—. Si no se van ahora, los hechizo también.

Como si supieran que la amenaza de James sería muy bien cumplida, todos se fueron retirando instantáneamente. Quedaron sólo el grupo de Albus, Scorpius aún en el suelo, James y los dos Hufflepuff.

—¿Qué le hicieron a ése? —preguntó James, con la nariz arrugado viendo el asqueroso gusano que se debatía entre unas cuerdas invisible que lo sujetaban—. Sólo petrifiqué al otro, ustedes lo deformaron.

—Atacar con maldiciones distintas a alguien no es buena idea —observó Cassiopeia, aunque por su tono de voz parecía pensar lo contrario.

Albus se acercó a Scorpius y le tendió la mano, éste la aceptó medio vacilante. Agachó la cabeza, aún aguantando las ganas de llorar.

—¿Estás bien? —le dijo Albus, bien bajito. Scorpius asintió pero Albus no le creyó. James le miraba de reojo.

—¿Qué es esta caja? —preguntó Esmeralda, acariciando la M con la yema de sus dedos—. Es muy bonita.

—Es mía, allí guardaba… —pero no pudo terminar, el recuerdo de la higa perdida le dolía—. Quería dártelo —se dirigió a Albus.

—… gracias —Albus le pasó un brazo por la espalda, estrechándolo hacia él—. Er, ¿qué tiene de especial?

—¡Lo que había adentro! Era una higa de plata.

Sintió que unas lágrimas se deslizaban por su rostro, sin poder contenerse más, después de todo había sido un obsequio de su madre. Se las limpió de inmediato y evitó mirar a Albus. En cambio, se volvió hacia los dos hufflepuff tirados en el suelo. No sintió ni una mínima consideración, podían quedarse así para siempre aunque sabía que no sería así. Resistió las ganas de maldecirlos él mismo, acabaría por complicarlo todo y buscarse más problemas. Aparte, debía de controlarse, suficiente humillación había tenido al llorar frente a Albus y Potter. También trató de detener en vano el rubor que le acudió a las mejillas.

Observó como James levitaba los dos cuerpos y los escondía detrás de unos arbustos, tampoco era que esa acción fuera a disimular su culpabilidad. Probablemente, ya algún profesor se habría enterado y se apresuraba hacia ellos. Les esperaba una detención segura, quizás. Estaba seguro que ninguno de ellos se lamentaría, pero lo que habían hecho por él y cómo habían acabado le molestaba en su orgullo. Pudo haberse defendido solo, o al menos se hubiera conformado con que nadie se entrometiera. Al mismo tiempo, no parecía tan molesto de que tantos hubieran intercedido por él. Era contradictorio.

Esmeralda le pasó la cajita y él la tomó, soltando suspiro ante su higa perdida. Pero, al tomarla, Albus se separó de él y levantó su varita, convocó un accio y en menos del tiempo que hubieran esperado encontrarla, la higa de plata se aproximaba hacia él.

—Gracias, no esperaba esto. —Albus ya la tenía en sus manos.

—Llorica, era así de fácil —le recordó James, con un matiz burlón y extremadamente desagradable.

Le ignoró completamente, como cada vez que James abría la boca. Se fueron hacia la punta del lago, después de todo, esconderse del profesor no serviría de nada. Esmeralda y Cassiopeia admiraban la higa, un "que hermosa" salió de los labios de ambas, la última mirando con cierto resentimiento hacia Albus.

—Es una auténtica belleza —les siguió Daniel, quitándose a Albus para verla mejor.

Lo que siguió a continuación fue un gran misterio. Los brazos de Daniel comenzaron a moverse como locos, hasta al punto de soltar la higa y dejarla caer al suelo, sólo que jamás llego hacia allí sino que alzó vuelo y salió disparada hacia el lago, como si una fuerza invisible y sobrenatural la hubiera lanzando. Todos vieron estupefactos cómo la higa se hundía sin dejar rastro.

—¡No ha sido mi culpa…! —exclamó Daniel.

Scorpius empalideció, pero justo cuando se disponía a convocar otro accio, un grito los ensordeció. El profesor de aritmancia los llamaba, claramente enfadado. James fue hacia él al instante, con el aspecto resignado de alguien que le ha estado en situaciones semejantes incontables de veces, Esmeralda y Cassiopeia le siguieron con el mismo ánimo (pero sin una reputación que tenía una lista grande de castigos).

Scorpius miró tentativamente al lago y al profesor, esperaba que el hechizo no le tomara mucho tiempo. Pero, como una cruel broma, observó cómo el calamar gigante levantaba uno de sus tentáculos y agitaba las tranquilas aguas, pero lo desconcertante fue que pareció tomar la higa.

—Es imposible… —murmuró Albus.

—¡Insólito! —Daniel estaba emocionado.

—Magia negra —concluyó Scorpius, aunque apenas le salían las palabras de la boca.

Más tarde, James lo refutaría con un "sólo estás salado" al que lo secundaría Albus, encogiéndose de hombros, e irremediablemente Daniel trataría de descubrir, sin éxito, quién había provocado el incidente. El autor no dejó ni rastro, por mucho que Scorpius señalara al mayor de los Potter y Albus a la chica Black sólo porque sí. Mientras tanto, a expensas de un acalorado profesor y un James impertinente cuando dio a entender que los afectados no serían castigados si Scorpius no los acusaba, Albus se giró hacia Scorpius y le dedicó una leve sonrisa.

—Lo que importa es el gesto —le dijo, siguiéndole un rápido beso que lo agarró por sorpresa.

Aún le dolía la pérdida del regalo de su madre, pero tras separarse creyó haber ganado un tesoro mayor. Albus le tomó de la mano, y ambos se digirieron hacia el profesor, dispuestos a enfrentar las consecuencias y, en palabras de Daniel, conseguir justicia para Scorpius. Con algo de suerte, sólo perderían los viernes por la tarde al tener que pasarlas castigados, si no… Bueno, al menos estarían juntos y siempre podía hacer que sus padres interfirieran y minorizaran el castigo.

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