Esta es la continuación de mi otra historia, Harry Potter y el secreto de la antorcha, así que si no la han leido les aconsejo que lo hagan para que puedan entender ésta. El mundo de Harry Potter no me pertenece ni tampoco ninguno de sus personajes (aunque me encantaría que Sirius fuera mio). Espero les guste.


1

Siempre juntos

Recorría los pasillos que daban a los amplios jardines de Hogwarts. Tenía la cabeza agachada, provocando que su largo y negro cabello le cubriera la cara y no permitiera ver sus grises y melancólicos ojos que estaban clavados al suelo. Caminaba sin rumbo desde hace algún tiempo. Se sentía inusitadamente triste, tal vez fuera por el hecho de que ese sería su último día en ese que había sido su hogar, Hogwarts. Ahí vivió los mejores años de su vida, forjo amistades que con seguridad durarían eternamente y la había conocido a ella… Una sonrisa se dibujo en su rostro con tan solo pensar en ella. Levanto la mirada, había llegado al final del pasillo. Se recargo en la columna más cercana y vio con cierta fascinación esos increíbles jardines. La mayoría de los alumnos se encontraban ahí paseando y platicando lo que harían durante sus vacaciones. A lo lejos, cerca del lago, pudo vislumbrar a una pareja muy cariñosa. Se trataba de su gran amigo, James Potter, y su novia, Lily Evans. Si regresará en el tiempo y se contara a si mismo que esos dos terminarían siendo novios definitivamente no lo hubiera creído. Continuo observando al resto de sus compañeros y su mirada se detuvo en una peculiar pareja. Una muchacha de cabello rojo que resplandecía y se hacia notar platicaba animadamente con un pequeño y regordete muchacho algunos centímetros más bajo que ella. Muchos se habían preguntado ya si Peter Pettigrew y Alexi Lestrange tenían algún tipo de relación pero ellos siempre lo negaban. Simplemente eran amigos. Un muchacho que paso corriendo cerca de ahí llamo su atención. Era pálido, de cabello castaño y con ropa muy raída. Se dio cuenta de que iba perseguido por una joven de largo cabello café ondulado. Con seguridad a Arabella Fig se le había ocurrido de nuevo alguna loca idea relacionada con su actual novio Remus Lupin y como siempre, éste seguramente se negó. Sus ojos volvieron a viajar a través del patio y se quedaron clavados en un grupo de Slytherin en cuya cabeza iban Bellatrix Black, que caminaba cual reina seguida por sus vasallos, Rodolphus y Rabastan Lestrange, cada uno a cada lado de Bellatrix; y al final, casi excluido del grupo, iba Severus Snape.

- ¿Me escribes en mi anuario? – pregunto una dulce voz detrás de él llamando por completo su atención. Giro la cabeza y la encontró ahí, parada atrás de él, con esa hermosa sonrisa que simplemente lo descontrolaba y ese brillo en los ojos que parecía la luz al final de un oscuro y tenebroso túnel. Le estaba ofreciendo un grueso libro.

- Por supuesto – respondió con una gran sonrisa cogiendo el anuario de manos de la muchacha.

- ¿Y el tuyo? – inquirió buscando con la mirada al objeto en cuestión.

- Lo tiene James, quería ser el primero en escribirme – explicó. En seguida noto cierta desilusión en la cara de su amiga y añadió – No ha de tardar en regresármelo.

- Yo creo que si – opinó señalando al lago. Voltio para encontrarse con la romántica escena de su amigo besando a Lily – Pero no importa – aseguro recuperando la atención del muchacho – te escribiré después de él.

La joven se recargo en la columna siguiente quedando frente a él y guió su mirada a los jardines. El silencio reino. Ya estaba acostumbrado, siempre que se quedaban solos ocurría eso, en algún momento el silencio se apoderaba de ambos. Le parecía que esos silencios no existirían si fuera capaz de decirle todo lo que sentía por ella. Siete años habían pasado ya y nunca tuvo el valor para decírselo. Él, el gran Sirius Black, tenía miedo a que lo rechazara, más que a eso, le temía a la posibilidad de perderla, de perder su amistad, su sonrisa, sus ojos.

- Ahora todo va a cambiar – soltó ella rompiendo el silencio. Sus ojos ahora veían los suyos.

- Si – afirmo Sirius¿A qué se refería con eso?

- Gracias – agradeció la muchacha.

- ¿Por qué? – pregunto él desconcertado.

- Por salvarme, si no fuera por ti seguramente hubiera pasado más tiempo bajo la maldición durmicus – respondió con un leve tono rosado en sus mejillas, el cual la hacia ver más hermosa.

- No fue nada - aseguro Sirius con una sonrisa – lo hice porque no podía permitir que te hicieran daño.

La sonrisa de Melisa se acentuó más y volvió a ver a los jardines. Esa pregunta le había recordado a Sirius lo que hace algunos momentos atormentaba a su mente.

- ¿Qué crees que suceda ahora? – pregunto Sirius. Melisa fijo su mirada de nuevo en sus ojos.

- Lo que sea no será fácil – respondió con total honestidad Melisa. Sirius suspiro ante esa respuesta.

- Solo espero que cuando todo esto termine todos sigamos vivos – señaló Sirius con tristeza.

- Mi papá dice que las personas mueren cuando han cumplido su misión en esta tierra – dijo Melisa – así que no te preocupes, nadie morirá hasta que no haya cumplido su misión – volteo a ver el cielo – además, pase lo que pase, siempre estaremos juntos, todos.

Melisa se despego de la columna.

- Ya vi a Alexi, voy con ella – informó Melisa – hace un rato me pidió que le escribiera en su anuario pero como estaba escribiendo en el de Eduard no pude – se acerco a Sirius y le dio un beso en la mejilla – Escríbeme algo lindo.

Y después salió corriendo rumbo a donde se encontraban Alexi y Peter. Sirius la siguió con la mirada hasta que llego a su destino. Abrió el anuario en la sección en la que debía escribir. Con enojo vio que no era el primero en escribirle a Melisa, Eduard McFord ya lo había hecho antes y escribiendo una sarta de cursilerías que le provocaban nauseas. Cerró el anuario y lo abrió en la última página. No sabía que escribirle. Lo pensó por un instante hasta que la inspiración le llego. Saco una pluma de su bolsillo y escribió en la hoja. Dos palabras, dos simples palabras con las que sellaba su destino y el de ella. Adorno la hoja y casi al borde escribió su nombre. Cerró el anuario y sus ojos enfocaron de nuevo a esa dulce niña, que con una simple mirada, hace ya siete años, se había robado su corazón.

Abrió los ojos y miró con melancolía el estrellado cielo de esa noche. De nuevo se había quedado dormido en el jardín. Después de tantos años de tener que dormir donde fuera, dormir encima de ese pasto tan suave era genial.

- Sirius – lo llamo una voz conocida. Giró la cabeza a la derecha y vio a Melisa acercándosele a paso lento – Si tienes sueño por qué no te vas a dormir a tu cuarto, si sigues durmiéndote aquí te vas a enfermar – lo regaño. Sirius sonrió. A pesar de los años, esa dulce niña no había cambiado en nada, exceptuando el hecho de que ahora era toda una mujer.

- No voy a enfermarme, he dormido en peores lugares – aseguró Sirius poniéndose de pie.

- Eso no importa, no puedo irme dejándote enfermo – expreso Melisa.

- En ese caso me enfermare para que no te vayas – bromeo Sirius provocando una sonrisa en Melisa.

- No digas tonterías – dijo Melisa dándose la media vuelta – además, si no te apuras Dung se va a acabar todas las galletas.

- ¿Galletas? – pregunto sin entender.

- Arabella hizo las famosas galletas de su mamá – explico Melisa. Al oír eso Sirius echo a correr con rumbo al comedor de la Cascada, dejando a una sonriente Melisa que en seguida corrió detrás su amigo.

En el comedor se encontraban sentados a la mesa Remus, Arabella y Mundungus. Al centro había un plato repleto de galletas con chispas de chocolate y alrededor de este un sin número de artefactos de aspecto sospechoso cubrían gran parte de la superficie de la mesa.

- Vaya, el bello durmiente despertó – se burlo Arabella en cuanto Sirius y Melisa entraron en el comedor.

- Gracias por lo de bello – agradeció arrogantemente Sirius cogiendo una galleta del plato provocando el enojo de Arabella – sé que soy irresistible, pero no era necesario que lo aceptarás Ara, no ves que Remus se va a poner celoso.

- Para tu información solo una tonta se fijaría en ti – saltó Arabella enfurecida y al instante volteo a ver a Remus, el cual inspeccionaba muy interesado uno de los tantos artefactos – Y no hay nadie que sea más guapo que Remus – el comentario provoco que Remus se pusiera completamente rojo.

- Si tú lo dices – dijo Sirius encogiéndose de hombros mientras se sentaba a la mesa al mismo tiempo que Melisa y viendo los artefactos añadió – Me dormí un rato y todavía siguen con eso.

- Quiero recordarte que tenemos que inspeccionar cada uno de estos instrumentos antes de que el Ministerio comience a buscarlos – expresó Remus como si ya hubiera dicho eso miles de veces.

- ¿Y por qué no lo hace el Ministerio? – pregunto Mundungus llenándose la boca de galletas ante la mirada de asco de Arabella.

- Por qué hay mortifagos infiltrados en el Ministerio que le regresarían esto a Voldemort – explico exasperado Remus – nuestro trabajo es deshacernos de las cosas extremadamente peligrosas para que no vuelvan a las manos de Voldemort.

- Sea lo que sea, yo ya me canse – confeso Sirius comenzando a balancearse sobre las patas traseras de la silla – Desde que llegamos de King's Cross en la mañana no hemos parado.

- Nosotros no, tú si – corrigió Arabella cogiendo uno de los tantos objetos que yacían sobre la mesa y sacando su varita.

- Y lo dice la señorita que se detuvo para hacer unas ricas galletitas – dijo Sirius señalando el plato de galletas.

- Mira, Black, si lo que estás buscando es que me lance enojada contra ti olvídalo – señaló Arabella mostrándole la mano derecha a Sirius dejando ver un hermoso anillo – Hoy nada puede empañar mi felicidad – una sonrisa de orgullo se dibujo en su cara – Al fin, después de 26 años detrás de él, Remus me ha propuesto matrimonio.

La noticia aún era nueva para todos los presentes; tan solo hace algunas horas se habían enterado de la pequeña hazaña que Remus Lupin había cometido la noche anterior mientras la Orden ajustaba algunos detalles de la seguridad con respecto al regreso de los alumnos de Hogwarts a sus casas. El hecho, con detalles, se había encargado de contarlo Arabella, siempre sonriendo. Se encontraban en King's Cross asegurándose de que todo en el anden 9 ¾ marchara bien para el día siguiente cuando, sin previo aviso, se quedaron solos, oportunidad que Remus aprovecho para hacerle la pregunta y entregarle ese increíble anillo. La respuesta de Arabella fue un grito que llamo la atención de todos los aurores y miembros de la Orden que enseguida acudieron al lugar con sus varitas en alto. Tras explicar que nada malo había sucedido ambos quedaron solos de nuevo. Al escuchar la noticia, Sirius simplemente se había lanzado sobre su amigo felicitándolo por al fin haberse atrevido a encadenarse de por vida con el monstruo de Arabella, comentario que provoco cierto enojo en la aludida, pero sorprendentemente no paso de ahí. Al parecer la boda estaba planeada para Navidad, si es que nada malo pasaba.

- Y no sabes como me alegro por ti, por Remus no, pero por ti si – dijo Sirius a lo que Arabella le lanzo el instrumento que tenía en las manos.

- ¡Eres insoportable, Black! – grito Arabella poniéndose de pie y después lo señalo – Lo que sucede es que te sientes humillado de que Remus tuvo más valor para pedirme matrimonio que el que tú nunca tendrás para hacer lo mismo.

- ¿De qué rayos hablas? Yo no me quiero casar contigo, ni siquiera me interesas – indicó Sirius extrañado ante la acusación de Arabella.

- No me refiero a mí y tú lo sabes muy bien – espeto Arabella sentándose de nuevo. Sirius capto de inmediato que a la que se refería era a Melisa. La miro de reojo pero ésta estaba completamente entretenida con uno de los artefactos tenebrosos y parecía no haber escuchado el comentario de Arabella.

- Para que te lo sepas… - comenzó Sirius

- Hablando hipotéticamente¿qué pasaría si les dijera que tengo en mis manos una bomba que explotara en menos de 15 segundos? – pregunto Mundungus viendo con preocupación el objeto que tenía en sus manos. Todos lo voltearon a ver, incluso Remus y Melisa que parecían no haber escuchado nada de la discusión entre Sirius y Arabella.

- Que pregunta más estúpida, Fletcher – exclamo Arabella – nos pondríamos como locos.

- Pues comiencen – dijo Mundungus mostrando el frente del aparato donde se podía ver una cuenta regresiva.

Sirius, Remus y Arabella se pusieron de pie automáticamente. Sirius cogió del brazo a Melisa y la jaló al jardín con una velocidad impresionante, seguido de cerca por Remus y Arabella. Tan solo estaban a pocos pasos del comedor cuando la explosión sucedió. Remus y Arabella salieron despedidos por la ráfaga de aire cayendo a metros de ahí. Sirius, que iba mucho más adelante que ellos, alcanzo a abrazar a Melisa para protegerla y se agacharon. Después de unos segundos todo parecía completamente tranquilo. Sirius se despego de Melisa y la miro con preocupación.

- ¿Estás bien? – pregunto Sirius. Melisa, que se había abrazado a Sirius con todas sus fuerzas y tenía escondida la cabeza en el pecho de éste, levanto la mirada para encontrarse con los ojos de Sirius.

- Si – respondió temerosa.

- ¡Oh por Dios! – exclamo una voz detrás de ellos. Sirius y Melisa voltearon para ver a Arabella y Remus abrazados unos cuantos metros de ahí. Ambos veían horrorizados al frente. Sirius y Melisa giraron sus cabezas al frente y quedaron petrificados. La cocina, el comedor, el vestíbulo y parte de la sala habían sido reducidas a escombros.

- No puede ser – negó Sirius con la cabeza poniéndose de pie y ayudando a Melisa para que hiciera lo mismo.

- ¿¡Qué sucedió!? – pregunto una voz muy aguada y agitada. Todos miraron a Jacome que llegaba a la escena. La elfina no dijo nada más, simplemente se quedo viendo consternada la destrucción que el pequeño objeto misterioso había ocasionado – Mi… mi… mi… casa – se lamento y al instante callo inconsciente al suelo. Todos fueron hacia ella.

- ¿Está bien? – pregunto Arabella a Remus que trataba de encontrarle el pulso a Jacome.

- Si, solo se desmayo – respondió Remus después de encontrarle el pulso y verificar que estaba normal.

- Muy bien, Ara, lleva a Jacome a su cuarto, Melisa, llama a San Mungo, Remus, avisa a la Orden, Dung… - dijo Sirius pero se detuvo al no encontrar a Mundungus con la mirada - ¿Dónde está Mundungus?

Todos buscaron con la mirada a Mundungus pero al no encontrarlo llegaron a una misma conclusión. Los cuatro salieron corriendo rumbo a donde, tan solo hace unos minutos, se encontraba el comedor.

- ¡MUNDUNGUS! – grito Sirius viendo para todos lados.

- ¿RATA ESTAFADORA, DONDE ESTÁS? – grito Arabella.

- ¿Y crees que te va a responder así? – pregunto Sirius viéndola con exasperación.

- ¡Aquí está! – aviso Melisa mientras trataba de levantar lo que parecía ser los restos de la mesa. Todos se acercaron de inmediato y ayudaron a Melisa a levantar la mesa. Debajo de ella se encontraba un mal herido y quemado Mundungus Fletcher. Sirius lo zarandeo llamándolo hasta que comenzó a abrir los ojos pesadamente.

- Dung¿estás bien? – pregunto Sirius.

- Alguna vez te han dicho lo guapa y exótica que eres, Narcisa – dijo Mundungus con una voz parecida a como si hubiera tomado cerveza hasta embriagarse.

- Si, está bien – dijo Sirius poniéndose de pie.

- ¿Y ahora qué hacemos? – pregunto Remus quitando sus ojos de Mundungus para ver a Sirius.

- Por lo mientras hagan lo que les dije, yo avisaré a Mcgonagall – respondió Sirius.

- ¿Y después? – pregunto Melisa que estaba haciendo un torniquete en el brazo derecho de Mundungus el cual tenía una larga y profunda herida de la cual fluía mucha sangre.

- No lo sé – respondió Sirius con preocupación echándose para atrás el largo cabello con la mano.