Capítulo 3: El cumpleaños peludo de Remus Lupin.

Se supone que el día en el que se cumplen 30 años es importante. "Una etapa nueva", dirían, o "el comienzo de la flor de la vida". Pero Remus Lupin se encontraba solo, en su casa de soltero de Tottenham Road, mientras sus amigos se estaban por ahí escondiendo en algún lugar. No de él, desde luego, y sabía que era importante el mantener a salvo el lugar donde se encontraban los Potter, pero eso no le hacía sentir mejor, es más, le hacía sentirse egoísta y culpable de no pensar en el pequeño Harry con su sonrisita tierna y amable. En Lily, con sus grandes ojos vivaces, y en James y su tono despreocupado ante cualquier situación.

Y es que eran las cuatro de la tarde y ni siquiera había recibido una lechuza. Eso al menos sí se lo merecía¿no? Pero ni por parte de Sirius recibió eso, y encima que sabía que estaría cerca de la ciudad. No, él estaba condenado a estar solo por el mundo, temiendo pasarle su maldición a otro. Pero no se esperaba estar sin sus amigos el día de su cumpleaños. Nunca, desde los once años, había pasado un solo año sin que Sirius, James y Peter le felicitaran y le regalaran una locura. A los doce, una sustancia extraña, que resultó ser veritaserum robado a Snape. A los trece, una snitch, pero no las del juego, sino el pájaro que se utilizaba antiguamente. A los catorce, una máquina enorme que resultó ser un videojuego muggle llamado comecocos que le tuvo viciado alrededor de cuarenta días… y así sucesivamente a lo largo de los años.

Tenía que reconocer que ese año tenía más ilusión que nunca, al saber que habría alguien más en su mesa ese día: Harry, con diez meses, ya podía andar, cayéndose cada tres pasos. Se sentía orgulloso, sabiendo que aunque no tenía familia en cuestión de sangre, la tenía en sentimientos, y así, iba creciendo.

Pero ahí estaba, solo en el sillón, con un gorrito blanco en forma de cono, bastante ridículo, y con un montón de comida que resultaría un desperdicio en cuanto pasaran un par de horas más.

Flashback… justo un año antes…

-¡Felicidades!

-¿Qué?¿Por qué?

-¿Acaso ya no te acuerdas de tu cumpleaños, Remi Lupiliiii? –Lily puso una voz aflautada que hizo reír al cumpleañero.

-Claro, pero… ¿no teníais que estar en alguna misión? Bueno, Lily, tú no, pero…-Lily, con su tripa casi a punto de explotar, empezó a mirarle mal.- esto… ya sabes, porque es peligroso por el bebé, no porque estuvieras gord…

-¡Felicidades Moony¡Veintinueve años¡Y seguimos tan guapos como siempre! Bueno, he de decir que la madurez te sienta un poco mal, no como a mí…

-Padfoot, pero si tú no has madurado nunca…

-¿Dónde está la comida?

-James, pareces un muerto de hambre, ni que no te diera de comer en casa…

-Pero tú no haces los pasteles como Remus.

-¿Dónde dejo los regalos?

-Ahí, Peter, donde mesa pequeña.

-¡Pero no cabe!

-¿Qué me habéis comprado?

-¡Es una sorpresa!

-¡Tengo hambre!

-James,¿por qué no te callas de una vez?

-Fin del flashback-

El barullo de las fiestas era lo que más añoraba. Las discusiones banales por la comida, la satisfacción de haber hecho algo bien por una vez, o los estornudos de Lily porque tenía alergia a las plantas de la entrada. No le hacían falta ni regalos, ni grandes fiestas, solo preparaba la comida sabiendo que era lo que más le gustaba a los merodeadores (junto a las chicas y las bromas, claro, y no por ese orden necesariamente.)

Entonces sonó un débil picoteo en la ventana. Una pequeña lechucita blanca, casi una cría, llevaba un sobre enorme, que parecía ser un howler. Dejándola entrar, la dio un poco de agua, y tocó el sobre:

-No me extraña que haya tardado tanto, es un howler muy pesado para ti, pequeña. Espera¿howler¿Por qué coño tienen que enviarme un howler a mí, encima que tardan?

Pero el howler se abrió, y no salieron gritos, solo una vocecita, la de Harry, amplificada, diciendo:

-Paaaaaaaaaaa ¡no me acuerdooooo! –murmullos- vaaaaale… ¡Felicidadeeeeexxx Tío RRRRemusssssssssssssh!¿Lo he hedcho ben?¡De verdad! Ahhhh…¿cómoooo?¡Aaah!¡toca el shobre y pide tu desheoooo!¡Te Quero tío Remushh!

Y el sobre cayó al suelo.

Como si fuera una tarta, tocó el sobre, y deseando que sus amigos estuvieran con él, sopló. En ese momento algo se encogió en su estómago y un remolino de colores se amontonaba a su alrededor, mezclándose y formando una estela psicodélica de colores que ya estaba pensando Remus si se había fumado algo en los últimos minutos. Cuando notó que ya había suelo firme debajo de sus pies (y de su culo, ya de paso), abrió los ojos, pero aún estaba sobre él esa masa de colores uniformes. Luego empezó a oír voces:

-Joder, James… no tenías que haberlo hecho así.

-¡Bueno, pidió un deseo y supuse que sería estar con nosotros!

-¿En serio? Yo hubiese pedido estar con una tía en una playa, o algo así

-Dentro de lo posible, Sirius. Si Remus hubiera pedido que nosotros estuviéramos a salvo, obviamente no se podría realizar.

-Venga, Prongs, que pronto es mi cumple…

-¿Y ahora qué quieres, pesado?

-Regálame algo, andaaaaa… que ya he visto lo que le habéis regalado a Remus… jooo…

-Mira,¿qué es eso?

-Parece Remus, pero está borroso

-¿Seguro que el traslador funcionaba bien?

-No era un traslador… solo si deseaba estar con nosotros se convertiría en un traslador, así que no sé cómo habrá viajado hasta aquí… vamos, si es uno de esos torbellinos normales que te agarran del estómago y te hacen girar, o un teretranpote de esos que dicen en la Telelisión.

Pero el pequeño Harry, a gatas, ya se había adelantado para examinar ese gran bulto que supuestamente era Remus. Con sus deditos impregnados de algo que parecía ser compota de manzana, le dio unos toquecitos en la cara de Remus, embadurnándolo entero.

Cuando Remus recobró el conocimiento, se encontró con la escena que había deseado: sus amigos, con regalos en la mano, y gritando: "¡Felicidades!"

En pocos minutos, y sin darse cuenta, estaba sentado en un sillón, y Lily le dio un plato… poco después ya estaba comiendo un trozo de pastel que sabía a rayos y tenía un aspecto aún peor, mientras Harry gateaba de un lado a otro, escapando de un Sirius que quería ponerle una chaquetita de cuero a juego con la suya.

-¡Ahora los regalos!

-¿Pero esto no es un sueño?

-¡Remus?¿Todavía sigues grogui o qué?

-Pero… ¡es que es surrealista!¡Vi muchos colorines y torbellinos multicolores!

-Bueno, la magia no es del todo exacta… mientras no te hayas dejado atrás el estómago o un pulmón…

-¿Qué?

-No, nada… ¡regalos!

Como siempre, Sirius fue el primero. Era… ¿un libro? Remus, extrañado, le miró.

-¿Qué….?

-¡Ábrelo, ábrelo!

Cuando las tapas fueron abiertas, una tarta salió disparada a la cara de Remus, que se quedó más sorprendido que enfadado, mientras los demás se reían de él.

-Qué truco más viejos… parecéis más niños que Harry… -desaprobaba Lily.

-¡Venga Remus, pasa a la siguiente!

Con miedo, Remus pasó la página. Pero esta vez no había tarta ni broma. Había fotos. Fotos de él y sus amigos, de su familia. Volvió a mirar a Sirius, que le respondió, comprendiendo el significado. Eran tiempos peligrosos, y podía ser el último cumpleaños que celebraban… todos juntos.

El regalo de la familia Potter fue algo más práctico, una bufanda hecha de una piel extraña, que seguramente tendría más propiedades que la de abrigarse del frío.

Cuando ya pasó la excitación del momento, y la familia del licántropo se encontraba disfrutando de un momento agradable que nunca repetirían, el pequeño Harry entró gateando, empujando un pequeño paquete con la cabeza, y seguido por Lily que sonreía.

Curioso, cogió el paquete:

-¿Es para mí, Harry?

Como si fuese la pregunta más graciosa del mundo, Harry rió, gritando un "chiiiiiiii" que se oyó en una manzana, y agitando los bracitos, como si creyera que pudiese volar.

Cuando lo abrió, vio una tarjeta enorme, que leyó en voz alta:

-"Espero que esto no te dé tantos problemas peludos".

Por supuesto, era una cría de conejo blanco, con un enorme lazo azul en el cuello, que Harry bautizaría más tarde como "Conedjito".

Desde fuera, nadie podía oír nada, ya que el encantamiento Fidelio funcionaba muy bien. Pero si alguien lo oyera, el sonido que podría oír sería el de una familia feliz.