"Confesión"

Por: Kurama Sohma

Cap.2: El Conde

En un par de minutos, Albert y Franz estaban de camino a la casa del Conde. Ambos jóvenes no intercambiaron palabra alguna hasta llegar al castillo. Uno de los sirvientes del Conde los recibió y guió hasta uno de las salas de estar. Los dos se sentaron en un sillón y esperaron.

-Bienvenido Albert- dijo el Conde apenas entró al cuarto.

-Buenos días Conde.- Ambos jóvenes se pusieron de pie tal como las reglas de aquella sociedad lo exigían.- Espero no le moleste, traje a mi amigo Franz conmigo lo recuerda ¿verdad?- dijo con una sonrisa un poco inquieto.

-Por supuesto que me acuerdo de él. Bienvenido a usted también Barón.- dijo con su característico tono formal. Franz le devolvió el saludo de igual forma, aunque el cruce de sus miradas decía otra cosa.

"Esta vez no te saldrás con la tuya" pensó Franz.

"Eso lo veremos" le contestó con la mirada como si supiera exactamente lo que estaba pensado aquel joven frente a él.

-Síganme por favor- el Conde comenzó a caminar hacia una de las puertas. Albert y Franz lo siguieron.

El castillo principal del Conde era de lo más lujoso, muebles importados de los lugares más famosos de la galaxia, telas que cubrían las ventanas de una seda jamás vista y candelabros y jarrones por demás costosos. Franz y Albert trataban de no prestarle atención a todas aquellas maravillas, pero a pesar de que ya habían visitado la casa un par de veces, siempre encontraban algo que les llamaba la atención.

-Llegamos. Por favor, tomen asiento.- dijo el Conde al detenerse frente a un enorme invernadero. No eran las plantas lo que más llamaba la atención, sino la estructura que las rodeaba. Era enorme y hecha de un cristal que parecía invisible.

Albert no pudo evitar quedar encantado ante tal espectáculo: la lluvia parecía caer dentro del lugar pero sin embargo ellos no se mojaban.

Los tres comenzaron a hablar de temas variados, mientras esperaban que la lluvia terminase. El mayordomo les trajo al cabo de un par de minutos tres tazas de te para que disfrutaran.

Franz las miró con desconfianza. De seguro la suya tenía algo para que se durmiera. Tenía que hacer algo. Viendo como el Conde y Albert charlaban animadamente, aprovechó el momento para, con un ágil movimiento, cambiar de lugar su taza y la de Albert, quien estaba al lado suyo.

-Toma Franz.- Albert le alcanzó el azúcar a su amigo.

-Gracias.- Franz llenó la cuchara con azúcar y la mezcló con el té.

Los tres tomaron de sus tazas al mismo tiempo. Franz estaba atento a las expresiones de su amigo, y no tardó tiempo en ver cómo Albert se quedaba dormido.

-Tenía razón. Sabía que algo tramaba.- le dijo al Conde enfrentándose con él cara a cara.

El hombre rió.

-Pero que descuidado he sido. Creo que la próxima vez tendré que cambiar de táctica.- rió nuevamente, como si de una broma se tratase.

-Ahora que Albert está dormido, podré decirle lo que me plazca.- Franz se puso de pie, victorioso. -Creo que no es más que un tramposo. Ya déjese de jueguitos. Disfruta manejándonos como piezas de ajedrez ¿verdad? Métase con quien quiera, menos con Albert pues él es…- Pero se detuvo abruptamente. ¿Acaso iba a confiarle aquel secreto a su enemigo?

-Vamos Barón, no se detenga. Iba a decir que él es la persona que más ama en el mundo ¿o me equivoco?- El Conde se mantuvo sentado con extrema calma.

-Yo…- titubeó. A aquel maldito Conde no se le escapaba nada.- Eso a usted no le incumbe. Solo le diré que deje de jugar con él. Albert…- no quería decirlo, odiaba admitirlo, pero…- Albert está enamorándose de usted.-

El Conde volvió a reír disimuladamente.

-Pero entonces… ¿por qué no hace algo para evitarlo?- su mirada se volvió oscura.

-Yo…- Franz se sentó, confundido. Aquella era la pregunta que siempre se hacía- No puedo… lo haría sufrir. Lo único que quiero es su felicidad.

-¿Pero me equivoco al afirmar que usted cree firmemente en que la felicidad no se haya dentro de este mundo, de nuestro mundo?- El Conde cruzó ambas manos sobre la mesa. -Si cree que dejarlo casarse con aquella joven a la que no ama va a hacerlo feliz… está equivocado.

Franz estaba cada vez más confundido. Odiaba enormemente tener que admitirlo, pero aquel hombre tenía razón. ¿Qué debería hacer entonces?

-Él… es muy enamoradizo, de seguro se enamorará de su prometida.

-Pero él… lo quiere a usted…- susurró.

-¡¿Qué está diciendo¡Eso es una estupidez¡Deje de inventar cosas!- Franz estalló nuevamente.

-Franz… vamos a jugar…- El grito de Franz había traspasado la barrera de los sueños de Albert quien hablaba dormido.

-¿Lo ve?- El Conde pensó que aquel joven no podría ser más oportuno.

Franz no supo qué decir.

-:-:-:-:-:-:-:-

Ya era de noche cuando regresaron a casa. Lamentablemente no había dejado de llover aún por lo que Albert estaba un poco desilusionado por no haber podido ver el arco iris del que el Conde le había mencionado. Franz por su parte, no podía sacarse de la mente aquella conversación que había sostenido con el hombre. ¿Qué Albert realmente estaba enamorado de él? Que tontería.

-Que raro que me haya desmayado… mi salud normalmente es buena, me estoy alimentando bien y…-

-Albert-

-¿Acaso sucede algo?- preguntó un poco preocupado.

-Yo…- comenzó, pero al instante se detuvo.- No, no es nada.-

-¿Quieres quedarte a dormir en casa?- Cambió bruscamente de tema.

-¿Eh?-

-Cuándo éramos pequeños, tú siempre me invitabas a la tuya. Algún día me toca a mí.- Dijo sonriendo ampliamente.

-¿sería algo así como por los viejos tiempos?- quiso saber.

-Ajá- asintió con la cabeza.

-Si Tú quieres…-

Luego de cenar con la familia, ambos subieron a sus respectivos cuartos.

Albert tocó la puerta del cuarto de Franz y luego pasó. Ya tenía puesto el pijama y por alguna extraña razón llevaba una almohada en su mano.

"Se ve tan tierno" pensó Franz.

-¿Vienes?- preguntó el castaño.

-¿A dónde?- quiso saber el rubio.

-Cuando éramos pequeños, dormíamos en la misma cama ¿lo recuerdas?-

-Claro que sí, pero…- ¿Por qué le estaba diciendo todo eso? Suspiró.- De acuerdo.- Que importaba.

Franz siguió a Albert un par de cuartos más adelante y entraron el suyo. Luego de intercambiar un par de palabras ambos se metieron en la cama.

-Albert…- comenzó, dándose vuelta hacia donde estaba su amigo. -¿Qué se te dio por hacer todo esto?-

-¿Esto…?- repitió Albert un poco confundido.- ¿Te refieres a…? ah, es que, parecerá tonto, pero cuando me desmayé en la casa del Conde, tuve un sueño de cuando éramos niños… y me dio… un poco de nostalgia.-sonrió tristemente. -Siento que a medida que vamos creciendo, se forman barreras a nuestro alrededor que hacen que nuestras acciones se limiten enormemente. La mayoría de las cosas que queremos hacer o decir, no podemos debido a nuestro estatus.-

-Albert…- él pensaba lo mismo.

-Se que es imposible, pero quisiera volver a cuando éramos pequeños y no sabíamos de matrimonios, ni alianzas ventajosas, ni nada que se le parezca.- Cerró los ojos.- Tal vez por una noche, podamos hacerlo…-

Franz comenzó a reír. Albert abrió los ojos como preguntándole.

-Es que, estaba pensando exactamente lo mismo.- dejó de reír y le dedicó una hermosa sonrisa al joven que tenía delante.

Albert se acercó y sin previó aviso besó los labios del rubio.

-¿Lo recuerdas?- le preguntó luego.

Franz aún no podía creer lo que acababa de suceder. Entonces, vino a su mente aquel recuerdo de la infancia, cuando ellos no tenían más de 13 años, una noche de lluvia, cuando Albert estaba dormido, Franz se atrevió por primera vez a besar sus labios, confirmando así sus sentimientos.

-¿Estabas… despierto aquella vez?- preguntó sin poder creerlo.

-Así es.- sonrió nuevamente extendiendo una mano y acariciando el rostro del rubio. -Lo recuerdo perfectamente.-

El temor a la reacción de Albert cuando se diera cuenta de sus sentimientos, se desvaneció. Esta vez fue él el que se acercó a su compañero y lo besó. Lentamente sus manos fueron deslizándose a la espalda de Albert, quien lo besaba con gran intensidad.

Aquella noche sería la primera y tal vez la única en la que ellos dos unirían sus cuerpos junto con sus almas sin miedo a nada.

Pero lo que Franz no se imaginaba, era que una persona los estaba observando atentamente…


Na: "Cuando éramos pequeños" que buena excusa jajajaja. Lamento no haber incluido lemon para todas aquellas/os que lo quisieran, no acostumbro a hacerlos, soy una chica shonen-ai [estrellitas alrededor de ella por lo menos por ahora.Gracias por haber leído el segundo capi, espero actualizar pronto.

Reviews: Gracias a las tres personitas que me dejaron sus comentarios. Creo que contesté le primero vía e-mail (como se hace en está página), lo cual no me gusta mucho, por lo que los responderé en forma general (para no meter la pata XP):

Hay dos cosas que son seguras: Franz es un amor y Albert es 100 uke. Por ahora el fic es shonen-ai, no se luego. Muchas gracias a Atenea-cortis, Andrómeda no Sainto y Kenia-chan por los mensajes. Espero saber qué les pareció el segundo capi.

Nos leemos!