Capítulo 8

Gracias a la impaciencia…

Una fila de ventanas estilo masrabiya adornaban la habitación estilo oriental del hotel y la luz resplandeciente del sol africano pasaba a través de las mismas, formando diseños geométricos en el suave suelo de baldosas. Draco caminó de un lado para otro cerca de las ventanas, recorriendo sus dedos por la intricada madera tallada. El sonido suave de sus pies descalzos sobre las baldosas aminoraba los nervios de punta que comenzaban a aparecer en su estómago por tantas horas de espera.

Odiaba esperar.

Quería estrangular a esos Weasleys y sacudir a Hermione hasta que se diera cuenta de una vez y por todas que él la deseaba, que no había trama alguna en su mente.

Detuvo su andar por un segundo, mientras recorría sus manos cansadas por su cabello y se quitaba el sudor de su frente que el aire húmedo y caliente había proporcionado. «Por dios, pensó él huraño, ¿qué poder tiene esta mujer para reducirme a un chico enamorado?»

El domingo, después de usar la aparición desde el apartamento de Hermione hasta el suyo, había andado enfurecido de un lado a otro por su sala de estar, dándole vueltas al asunto, e intentado desesperadamente de suprimir el impulso de agarrar lo primero que encontrase para hacerlo añicos contra la pared.

¿No tenía ni una pizca de confianza para con él? Las últimas semanas, la conversaciones apasionadas, el deseo estremecedor cuando se tocaban o besaban, el sentimiento instantáneo de que cada momento sin ella era un anticipo de la próxima cita; ¿de veras que ella no sentía nada de esto? ¿Era tan fácil abandonarlo todo por unos comentarios venenosos de un clan inexorable de Weasleys?

Después de casi un hora andando de aquí para allá, y un momento de debilidad cuando agarró un jarrón de porcelana y lo mandó a volar hacia la pared más cercana donde se partió en pedacitos con un estrépito gratificante, Draco se sirvió una bebida, se bañó, y se volvió a servir otra bebida, entonces apareció en su oficina. Envió una oleada de mensajes, y le dejó a su secretaria una lista de citas para cancelar o cambiar. Desde la oficina se fue directamente a la oficina internacional de trasladores y compró el destinado a Marrakech (ciudad en Marruecos) para la mañana siguiente.

Había sido una noche sin sueño, de giros y vueltas, de extraños sueños aislados que lo dejaban en sudor y enredado en las sábanas de la cama. Por la mañana, se tomó varias tazas de café fuerte y se fue a esperar a la oficina de los trasladores.

Al llegar a Marrakech, se registró en un hotel y pasó varias horas buscando a Granger, con la ayuda de varios cheques que apresuraban el flujo de la información. Por la tarde, ya Draco había localizado el hotel en que se hospedaba, y con el intercambio de varios billetes había conseguido entrar en su habitación, resuelto a confrontarla si estaba ahí o esperar cuanto fuese necesario si andaba afuera.

Había esperado a que volviese por casi cuatro horas.

«Es una bella habitación» pensó Draco, al resumir su andar. Las paredes estaban decoradas con complicados mosaicos de cristal y toda la mobiliaria cubierta de almohadones de lino y bordados preciosos. La pared occidental de ventanas mashrabiya daba a la calle y al echarle un vistazo al cuarto de dormir, encontró un balcón privado que se abría al exuberante patio interior del hotel. Hacía calor, pero eso era de esperarse, y con la briza cálida que se filtraba por las ventanas y las baldosas frescas bajo los pies, uno no podía quejarse.

No se comparaba con la habitual decoración inglesa de cinco estrellas reservada para él siempre que viajaba. Quizás mandaría a su secretaria a aprender algunas cosas de la gente de Hermione.

Merlín, apenas sabía lo que diría una vez que ella arribara.

Draco caminaba de aquí para allá hacía ya media hora, mirando los diseños de luz que se arrastraban por las baldosas, cuando escuchó unos pasos cerca de la puerta y después una llave en la cerradura. Se detuvo instantáneamente, con su cuerpo tenso, sin atreverse a respirar mientras miraba fijamente la puerta.

Hermione entró por la puerta sin levantar la mirada, dejando su bolsa cerca de una mesita al lado de la puerta e inspeccionando el correo que se encontraba encima de la misma. Llevaba un largo caftán blanco por encima de los pantalones, una bufanda atada con esmero alrededor de su cabello y anudada al cuello, dejando los rasgos finos de su cara y la curva delgada de su cuello expuestas a la mirada de Draco. Era preciosa, y él sintió una ola de deseo juntarse a la mezcla de ansiedad, frustración y cariño que enturbiaba su estómago.

Hermione tiró el correo sobre la mesa y levantó la mirada. Dio un salto al verlo, elevó una mano hacia el lado izquierdo de su pecho, y partió sus labios por la sorpresa.

-Malfoy… - dijo ella, entonces se detuvo con sus ojos ensanchados, abriendo y cerrando los ojos como sin saber qué decir.

-Querías que te diera tiempo para pensar – dijo Draco en voz baja, metiendo los puños en sus bolsillos para esconder sus nervios -. Lo sé, pero no puedo, lo siento.

Se hizo un silencio mutuo, ninguno de ellos se movió y ambos se miraron ansiosamente.

-Yo … - comenzó de nuevo Draco -. Por Dios, Granger, un maldito día fue suficiente, maldita sea. ¿Suponías que esperara una semana para que pensaras?

-No lo sé, - contestó ella, deteniéndose un minuto para morder su labio inferior -. La verdad que no.. no fue justo de mi parte salir corriendo de esa manera. Es que ellos… es que ellos son mi familia y creen que debería pensar seriam…

-¡No me importa lo que piensen! – gritó Draco, recorriendo sus manos por su cabello a causa de la frustración, antes de cruzar la habitación a largos pasos para pararse frente a ella -. Granger, sé que sientes esto que yo siento. Ambos lo sentimos.

-Ellos se preocupan por mí – suspiró ella, alzando la mano inconscientemente para frotar las pequeñas gotas de sudor cerca de su clavícula. Draco reprimió el deseo de acercársele y lamérselas. Ella mordió su labio inferior un poco más, mientras sus ojos oscuros revoloteaban del suelo hacia él -. Después de todo lo que pasó con Bill, y la historia de nosotros contigo cuando éramos niños… tan sólo se preocupan por mí.

-Deberían confiar en tu juicio – dijo él calmado, acercándosele para rozarle el brazo a través de la fina tela de su caftán, y le complació cuando, a pesar del denso calor en el aire, ella tembló bajo su roce -, si sientes que esto es algo bueno, eso debería ser suficiente razón para ellos.

-Lo sé Malfoy – murmuró ella, mirando hacia debajo – pero…

-Tú eres la que me conoce – le interrumpió, acercándosele más -, no ellos. ¿Qué te dicen tus instintos?. ¿Te dicen que huyas de mí? O le dicen a tu corazón que se apresure… que te acerques a mí… que presiones tu piel contra la mía… «paloma mía… que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes… muéstrame tu rostro… hazme oír tu voz.»

Hermione temblaba toda; pequeños escalofríos se veían en sus hombros, brazos y mandíbula. Sus mejillas se sonrojaron y hasta pareció no poder mirarlo a los ojos.

-«… para que podamos apacentar entre los lirios… » murmuró ella, con una pregunta en su voz.

-«Hasta que apunte el día y huyan las sombras»- le contestó él -. Confía en mí – murmuró, inclinándose y besándole las mejillas con las suyas.

-Tengo miedo de hacerlo – suspiró ella.

Draco colocó su mano en su cuerpo, rozándola por el hombro y hasta el nudo de la bufanda en la nuca de su cuello. Con diestros dedos desató el nudo y jaló la bufanda para dejar libre los rizos brillantes y desenfrenados que surgían del paño. Agarró uno de los rizos en su dedo y lo acarició hasta enterrar ambas manos en aquella cabellera, levantando sus ojos hacia los suyos -. Confía en mí – murmuró, con su respiración resoplando los labios de ella.

La sintió estremecerse y cerrar sus párpados segundos antes de sentirla presionar sus labios contra los suyos.

El sentimiento de alivio que le embriagó fue sustituido por un deseo intenso y las sensaciones de sus besos suaves y el calor de su cuerpo femenino radiando desde su ropa disolvió cualquier pensamiento coherente que quedaba en su mente. Tornó los besos suaves en una exploración lánguida y apasionada de su boca, sus manos entrelazándose con su cuerpo, presionándola fuertemente contra él. Las manos de ella alcanzaron su cuello y por poco él gime dentro de su boca al sentirla menearse contra su cuerpo.

Draco intentó torpemente sujetarla con más fuerza, levantó su pie para pegarle una patada a la mesa cerca de la puerta, empujando a Hermione contra la pared, presionándola hacia él y recorriendo sus manos de arriba abajo por todo su cuerpo. Encontró el dobladillo de su camisa e introdujo sus dedos por debajo, rozando su espalda húmeda.

Le besó la sien, la frente y la nariz antes de chuparle la mandíbula y el cuello, suspirando contra su piel cuando los labios de ella encontraron su oreja.

La mano de Draco se movía desde su cadera hacia los senos a través de la ropa, cuando la sintió mover sus dedos por su pecho para poder abrirle la camisa. Él apretó sus dientes al repentino dolor en su ingle y se forzó a alejarse para mirarla a los ojos. En ellos vislumbró una claridad y determinación, y por un instante presionó su frente sudada contra la de ella antes de inclinarse y besarla apasionadamente.

Con dedos temblorosos ambos manejaron los botones y los cierres, deshaciéndose torpemente de la ropa hasta que ambos, desnudos y sonrojados, se presionaron el uno contra el otro. Draco casi jadeaba de deseo al sentir los pezones rígidos contra su pecho. Empujó su muslo entre esas piernas blancas para sentir la calidez de su sexo contra su piel. Hermione comenzó a gemir cuando él rozó su pierna contra su cálido centro, y se movió un poco para colocar una de sus piernas sobre la cadera de él, usando la nueva posición para tocarle la ingle.

Draco respiró profundamente sobre su cuello, rozando los muslos de ella antes de mover la mano hacia su trasero para sostenerla y usar la otra mano para levantarle la otra pierna sobre su cadera. Ella entrelazó sus manos alrededor de su cuello y se movió hacía él, que tembló al primer contacto con aquellos mojados labios mayores contra su fuerte erección.

-Oh – gimió ella jadeando contra los labios de él - … más… por favor.

Draco la besó, suave y despacio, antes de mover sus caderas y presionarse a sí mismo dentro de la calidez de su cuerpo femenino. Se movió con lentitud, entrando y saliendo de su cuerpo, escuchándola gemir suavemente, dentro de su ser, con placer. Pero Hermione comenzó a moverse con desesperación y él pronto incrementó sus movimientos, uniendo sus caderas con las de ella.

Él maniobró sus brazos sobre sus caderas para ayudarla a acostumbrarse a un ritmo fijo mientras ella se empujaba a sí misma sobre su pene. Unos diseños geométricos de luz le bailaban sobre el cuerpo mientras se movía sobre él, con su cabeza hacia detrás, su piel brillante por el sudor y la luz. Draco estaba seguro que nunca había visto algo más hermoso.

Draco se apoyó en el codo para lamerle uno de sus senos, chupando sus pezones con sus dientes y su lengua. Ella gimió por la sensación e incrementó su movimiento. Draco se acostó en el piso, colocando sus manos sobre sus caderas y mirando sus senos saltar mientras ella lo montaba con más rapidez.

De pronto, Hermione gritó y él sintió las corrientes palpitantes de su orgasmo alrededor de su pene. La atrajo hacia sí, besándole la nariz y la frente, entonces la viró sobre su espalda con cuidado y comenzó a impelerse dentro de ella con fervor. Dentro de poco, él se perdió en aquella calidez, en sus caricias, en la mirada tranquila de su rostro, y se vino con fuerza, con sus frentes unidas mientras culminaba su orgasmo dentro de su cuerpo.

Ambos colapsaron ahí mismo, en el piso, sudados y enredados el uno con el otro, agarrándose mutuamente. Draco se halló con su cabeza entre sus senos, escuchando el rápido palpitar de su corazón y saboreando el sentir de sus dedos entrelazados, rozándole la piel de su espalda y sus brazos.

Cuando ambos calmaron su respiración, Draco la cargó en sus brazos y la llevó a la larga cama de la habitación continua. La colocó con cuidado sobre las sábanas de algodón y avanzó lentamente hacia ella, cubriéndole el cuerpo con el suyo y deleitándose al sentir su piel mojada. Empezó a besarle el rostro, el cuello, la piel suave de su mano, y cada parte de su cuerpo, murmurándole acerca de granadas, azafrán, miel y tiras de escarlata, mientras veneraba cada centímetro de su cuerpo.

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Notas del autor:

*Las citas de « paloma mía… que estás en los agujeros de la peña…» y las referencias al final acerca de las granadas y el azafrán, etc., pertenecen a los Cantares o "Song of Solomon"

Notas del traductor:

La vida es una cajita de sorpresas; ésa, queridos lectores, es mi excusa por la tardía. Mas espero no demorarme tanto de ahora en adelante, aunque no puedo prometerles nada. La autora de esta historia no actualiza hace ya dos años, por lo que traduciré los dos capítulos que faltan y esperaré a ver qué pasa… Les deseo lo mejor. ¡Cuídense mucho y disfruten! Ah, por poco se me olvida… Si alguno de ustedes está leyendo mi otra traducción El precio del amor, les anuncio que dejé de traducirla hace mucho tiempo, pero la buena noticia es que se quedó en las manos capaces de Meletea, que en mi opinión es una excelente traductora. ¡Saludos!