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Notas de la autora: Una nueva historia ! Espero que la disfruten tanto como yo disfruto escribiéndola. Es un nuevo proyecto y veremos qué tal. Ustedes me dirán si vale la pena continuarla. Ahora, con las dos historias, será más difícil actualizar ambas a tiempo, pero voy a tratar de hacerlo lo mejor posible. Este capítulo está dedicado a Felipe, que hasta donde sé anda un poco deprimido, así que a ver si le damos una alegría.

A través del vidrio

Vacaciones de Navidad… para Lily Evans siempre significaban lo mismo: vacaciones con su familia. Esto la alegraba, nunca veía a sus padres y las Navidades eran una gran oportunidad para hacerlo. Pero por primera vez eso era distinto, por primera vez quería quedarse en Hogwarts, y esto se debía a tres cosas. En primer lugar, se encontraba en su séptimo año, y era la última vez que tendría vacaciones de Navidad en Hogwarts; en segundo lugar, las ganas de volver a ver a su hermana Petunia eran nulas; y en tercer lugar, esas vacaciones serían especiales, porque James Potter no se quedaría en el castillo. Potter era, según Lily, un chico inmaduro, inútil y, sobre todo, la persona más egocéntrica que había en el planeta, él y su mejor amigo, Sirius Black. Que James no estuviera en el colegio para las Navidades le abría a Lily la puerta hacia el paraíso. Era lo que siempre había querido: Hogwarts sin Potter. Aunque muy en el fondo de su ser, le tenía a James un cariño muy especial, claro que ni ella se había dado cuenta, o no quería admitirlo.

Pero no había podido zafarse, y allí se encontraba la pelirroja, con expresión aburrida, mirando el paisaje a través de la ventana del auto de sus padres. Un mechón rojo le caía sobre la cara, y ella lo soplaba fastidiada, demasiado resignada como para moverlo. Como ya había cumplido los diecisiete años, estaba autorizada para realizar magia fuera del colegio, pero sus padres se lo habían prohibido porque en Mar Francés, el lugar vacacional elegido, se encontrarían con el hermano de su madre y su familia, y como todos ellos eran muggles, la magia de Lily debía pasar inadvertida. Petunia estaba encantada con eso, siempre había estado celosa de lo que Lily podía hacer, y de que fuera especial de esa manera tan particular, digamos que las hermanas Evans no se llevaban especialmente bien, y ambas, en privado, lo lamentaban mucho, sabiendo que era una batalla perdida.

La mujer de Johnny, el hermano de su madre, se llamaba Kate. Tenían trillizos: dos niños y una niña. Los niños tenían tan sólo cinco años, de modo que Lily y Petunia sabían que estaban destinadas a cumplir el papel de niñeras.

- ¿Cuándo llegamos¡No aguanto más!- se quejó Petunia.

- Estaremos en veinte minutos.- contestó su padre. Petunia suspiró irritada, llevaban cuatro horas viajando.

Media hora más tarde, los Evans conocían su habitación en el hotel ''Costa Azul''. Era lúgubre, demás estaba decirlo. Las paredes eran grises, las luces blancas y la única ventana daba a una pared enfrente, también gris. Inmediatamente, el señor Evans presentó una queja, que consiguió que los cambiaran a una habitación mucho más alegre y de igual precio. Lily y Petunia compartían un ambiente, y los señores Evans, otro. En la habitación de al lado se hospedarían los trillizos y sus padres.

- La habitación 401.- Dijo su padre, conforme. Aunque Petunia tenía una obsesión con la limpieza, no era una chica malcriada, incluso ella estaba conforme con la habitación que tenían: era limpia y básica, con eso estarían bien.

Un par de horas después llegaron Johnny, Kate y sus hijos: Marissa, Seth y Jake. A pesar de que aún sostenía que hubiese preferido quedarse en Hogwarts, Lily estaba contenta de estar de vacaciones con su familia. Era invierno, así que no podían meterse en el mar, pero, vestidos con guantes, gorros, camisas de manga larga, chalecos y camperas, paseaban por las orillas, caminando, hablando, recorriendo, riendo. Mar Francés era un lugar particular, además de sus espectaculares playas que inevitablemente atraían las miradas hacia el mar curiosamente azul platinado, tenía una linda ciudad, llena de casas pintorescas, algunos prolijos edificios, actividades destinadas al turismo, y muchos lugares de comida que se veían acogedores y corteses. Lily adoraba el mar, esos reflejos plateados que tenía el agua llamaban su atención continuamente, estaba salpicado por puntos blancos, que resultaron ser gaviotas, y líneas blancas, olas juguetonas, demasiado tímidas como para acercarse a la orilla. El cielo estaba celeste, vivo, surcado de nubes blancas y esponjosas.

El aire estaba helado, y el frío les congelaba hasta la punta de la nariz, de manera que todos acudieron deseosos a la confitería que vendía las mejores medialunas de la ciudad: Boston. Era una típica confitería inglesa, a pesar de que Boston fuese una ciudad estadounidense. Las luces estaban bajas, y todo era de una madera oscura pero brillante, al entrar se sintieron reconfortados por la inmediata calidez del lugar. Había gente de muchos lugares del mundo, ya que escucharon hablar el idioma francés, el inglés, el portugués, el español… Todo estaba radiante, los empleados vestían uniformes que consistían en faldas negras y camisas blancas, en el caso de las señoritas, y pantalones negros, camisas blancas, y chalecos negros en el caso de los muchachos. Rápidamente los condujeron hasta una gran mesa que estaba contra la ventana, empañada. Se sentaron, se quitaron los abrigos y pidieron medialunas y tazas de chocolate caliente. El pedido llegó enseguida, y el chocolate caliente los hizo sentir como cada parte de ellos se reconfortaba. Las medialunas eran deliciosas.

- Seth, suéltale el cabello a tu hermana.

- No te escucho mamá.- fingió Seth.

- Seth, suéltale el cabello a Marissa.- Ordenó su padre.

Lily los miraba divertida, recordando su niñez. Petunia y ella solían hacer las travesuras juntas, eran un par de traviesas incontrolables. Se divertían cambiando de lugar los objetos de su padre, o pintando paredes. Se ganaban unos retos considerables, pero no les importaba porque cuando las castigaban juntas siempre encontraban la manera de divertirse. Sonrió con nostalgia y miró a Petunia. Por un momento, al cruzarse con la mirada de su hermana, los ojos esmeraldas de Lily creyeron ver una sonrisa, y se contentó con la idea de que realmente le había sonreído.

- ¿Cómo es que se llama el colegio al que vas, Lily?

- Hogwarts.- respondió ella. Habían decidido decirles a sus familiares el verdadero nombre del colegio, pero no mencionar qué era lo que verdaderamente aprendía allí.

- ¿Dónde está ubicado?- preguntó Kate. Lily miró a sus padres nerviosa, eso de mentir no se le daba especialmente bien… Petunia sonreía con malicia.

- En las afueras de Londres.- determinó su padre.

- ¿Y por qué eligieron un colegio tan lejano y en el que Lily debe pasar la mayor parte del año?

- Porque… le habían ofrecido una beca.

Lily estaba perdida en sus pensamientos, estaba colgada, escuchaba la conversación pero sin entender muy bien qué decían, tenía la mirada perdida, a través de los círculos que Marissa había estado dibujando con el dedo en la ventana empañada. Y entonces algo la devolvió bruscamente a la realidad… no podía ser… seguramente se lo había imaginado… no podía tener tanta mala suerte…

- No…- susurró Lily.

- ¿Qué dices Lily?

No, no se lo había imaginado… allí estaba, mirándola a través de uno de los círculos… un chico moreno, de pelo revuelto, negro azabache, con anteojos… del otro lado del vidrio, sonriendo magníficamente, estaba la persona que menos quería encontrarse, James Potter.

Notas de la Autora: Espero lindos, largos, y sobre todo muchos REVIEWS, que son el mejor regalo. Ojalá la hayan disfrutado, hasta la próxima!

Male.