Destino y desatino

Por Nyssel.

Capítulo 1: Air hostess

Sarah sonreía. Le encantaba hacer las tonterías aquellas de indicar a los pasajeros dónde estaba la salida de emergencia y esas cosas. Cerca de la cabina del piloto, Lily Evans daba cabezadas, mientras esperaba que la cafetera diese un pitido, avisando de que la cafeína estaba lista para ser ingerida.

Sarah volvió.

-¿Qué pasa, Lily?

-Que no he dormido nada. De Londres a Nueva York, sin dormir, por los pesados adolescentes que me llamaban cada vez.

-¿Y te has subido al avión de vuelta sin dormir?

Ella asintió.

-Bueno… -continuó Sarah- he visto un chico muy mono en el asiento 43c, creo que te gustará… Si no, me lo quedo yo.-dijo mientras guiñaba un ojo.

Lily asomó uno de sus ojos por el pasillo. El chico que Sarah indicaba no estaba nada mal. Rubio, ojos verdes, tatuaje en el que ponía "Juliette" en el brazo… Esto¿qué?

-No, creo que no, mira su brazo.

-Uh… que mal rollo. ¿Será Juliette la que está a su lado?

-Ni idea.

-¿Entonces no lo quieres?

-No, Sarah. Todo tuyo.

Y el santo proceso de coqueteo apenas duró diez minutos. Acto seguido, la rubia Sarah Chester se dirigía a una de las cabinas que correspondían a los baños. Quince minutos después ella salía, despeinada, sonriente, seguida de un hombre de veinticinco años, más contento que unas pascuas.

-¿Qué tal?

-Alucinante. Este viaje de siete horas se me va a hacer corto.

-A mí, creo que se me hará largo. –dijo la pelirroja mirando las nubes por su ventana.

-Anda ya, venga, date prisa, que pronto tenemos que servir la comida.

-Voy.

A pesar de dar una imagen un tanto depresiva, Lilianne Evans no era así. Le encantaba su vida en ese momento. Ser azafata le permitía viajar y ver otros países, y le encantaba sentir la presión en su cabeza, impidiéndola pensar. Pensar en todo, sobre todo en él. Por eso se fue del mundo mágico. No quería ser otra perdedora de la lista de James Potter, y sabiendo que sería mucho más doloroso si compartía su trabajo de aurora, se fue. Sin decir nada a nadie, presentando simplemente la carta de dimisión en el despacho del jefe, y metiendo en una maleta su ropa, su varita, y su album de fotos.

Ahora era un alma libre, encerrada en una jaula de hierro que volaba, pero libre, al fin y al cabo. Los magos apenas utilizaban los inventos muggles para viajar, a excepción del tren. Eran más de aparecerse, y meterse en chimeneas ajenas, así que, cuando vio en el periódico el anuncio de cursos de azafata, se metió de lleno, y salió sonriendo.

Claro que todo podía ser mejor. Y lo era. Conoció en uno de los vuelos a Charles Deumont, de los Deumont de París, una familia rica y de alta sociedad. A Lily le encantaba Charles, aunque fuera como amigo. Le quería. Y se dejaba querer. Charles era buena persona. Y dijo que invertiría todo el tiempo de su vida en esperar a Lily. En esperar a que le quisiera. Mientras tanto, era libre.

De hecho, alguna que otra vez, Sarah y ella se llevaron una buena bronca por parte de la agencia por ser "de fácil acceso", sobre todo Sarah, que no tenía ninguna vergüenza en reconocer sus verdades. Por ello, se oía el rumor de las "dos azafatas macizas de la compañía de Londres. Si tienes suerte, te elegirán".

Así era la vida de Lily ahora. Libertad, altos vuelos, y chicos guapos, a cambio de servir comidas y atender a la gente. Le compensaba, y se alegraba de tener una vida así. Se alegraba de no ver la cara a James Potter.

Pero el destino es algo incierto, y ni siquiera él mismo, los astros, o la suerte sabrán que va a pasar. Asimismo, es caprichoso, por lo que se dijo a sí mismo, que Lily Evans hacía demasiado buena pareja con James Potter como para desperdiciarlo. No había muchas almas gemelas en el siglo XX. Y precisamente por lo caprichoso que es el destino, ahora estoy contando esta historia.