El piano
Por: Tiff
La nieve no había dejado de caer en todo el mes, y la ciudad, caracterizada generalmente por sus largas y limpias calles de asfalto, se veía cubierta por una ancha capa de reluciente blanco. La tormenta que se había venido dando desde hacía dos noches, había cesado al fin, y las personas, felices por el súbito cambio, salían de nuevo a la calle a admirar los pálidos rayos del sol y los vagos vestigios que éste dejaba a su paso.
La preparatoria White Star High School, no era la excepción. Después de un arduo trabajo de parte del personal de limpieza; la nieve había despejado por fin las entradas y los sistemas de calefacción habían sido sustituidos por otros nuevos de mayor tecnología. Claro, lo mejor para los jóvenes herederos del futuro de Japón. Después de todo, era de las escuelas más caras y de mayor prestigio en todo el país. Todo aquel que asistía, debía pertenecer a la elite de la sociedad y no sólo de fachada, sino también de fondos económicos; o en su defecto, debía poseer un talento o inteligencia sobresalientes, lo que les otorgaba una jugosa beca en el lugar.
El sitio era enorme. Parecía más bien un lujoso hotel con todas las comodidades que se podían pedir. Además de contar con canchas propias de todos los deportes, contaba también con un pequeño campo de golf, una alberca olímpica techada y una al aire libre, un teatro, una sala de conciertos, gimnasio equipado, un edificio destinado a habitaciones para ciertos estudiantes y un estacionamiento de cuatro plantas para albergar todos los autos deportivos o de lujo de cada estudiante del campus. Que, por cierto, volvía a estar a su máxima capacidad.
Después de casi una semana de ausencia, los alumnos regresaban a clases ese día. Y, aunque no era del agrado de muchos salir de casa abrigados a enfrentarse al duro frío de invierno, no dejaban de asistir a clases.
De nuevo los pasillos de la gran preparatoria se vieron abarrotados con el escándalo de la juventud. Jóvenes que hablaban, reían, gritaban y se saludaban con gran entusiasmo, dejaban olvidado el frío y el olor a humedad de las instalaciones de los que tanto se habían quejado las semanas anteriores. Los profesores se quedaban en sus cubículos platicando y tomando tazas de café y bocadillos especiales, privilegios de los que ningún alumno podía gozar, sin aventurarse a salir a los pasillos a ser acosados por los cerebritos que pedían la reposición de sus clases, y de otros tantos que los atiborraban de preguntas sobre sus tareas no acabadas.
Yue Tsukishiro, profesor de música del colegio, se sirvió una taza de café caliente y se acercó a la ventanilla de la puerta que daba al pasillo principal. Se asomó sin disimulo, y observó cómo pasaban frente a él los rostros agitados y alegres de unos, y ceñudos y somnolientos de otros. Observó las bromas pesadas que hacían los gemelos Weasley a uno de los de cuarto año, los cotilleos incesantes de las del club de porristas, los coqueteos inocentes de las chicas más pequeñas, y los rostros preocupados de algunos alumnos de último año, conocedores de su próxima época de exámenes. Todos ignorándose mutuamente como sucede en el mundo adolescente, sino se está en el mismo círculo de amigos o en el mundo de los populares, a los que todos conocen y voltean a ver.
Yue sabía varios de los nombres de los jóvenes que transitaban frente a sus ojos, y los repetía constantemente en su cabeza para reforzar su memoria. Sin embargo, al parecer, ésta no era tan buena. Los rostros de varios chicos y chicas le parecían vagamente familiares, sin que pudiera ubicarlos por completo. Pero otros, de aquellos con las mejores aptitudes en su clase, ya habían quedado grabados permanentemente.
Un ejemplo claro, era el del joven Eriol Hiragizawa. Un chico de dieciocho años con excelentes aptitudes para la música, que le habían hecho destacar por encima de todo el grupo de mediocres y no tanto desde su primer año en la preparatoria. Él había sido su profesor tres años seguidos, y siempre le había dado resultados excelentes. Era el que siempre era escogido en los festivales del colegio, y el que había tenido más solos en el piano en toda la historia de la institución. Si tuviera que poetizarlo, ese chico era una leyenda en el lugar. Una leyenda que se pavoneaba por los pasillos, altivo y orgulloso, saludando a todo el que se le pusiera en el camino o le dirigiera la palabra, aunque no conociera su nombre.
En verdad le caía mal ese muchacho. Tenía ciertos aires de grandeza que ningún profesor alcanzaba a percibir, debido a la ceguera que les producía su halagadora plática y su estatus social. Ya que, a pesar del casi desaparecido linaje Inglés, este chico era descendiente de un Lord, y por lo tanto, su familia era poseedora de bastas hectáreas de terrenos y una inmensa fortuna amasada en el negocio de las prestaciones.
Pero esas no eran las únicas razones por las cuales ese altivo joven era conocido en la escuela, su pasatiempo, para deleite de algunas extrañas féminas, consistía en coleccionar trofeos esculturales como novias. Se creía el dueño de la escuela entera y de toda chica linda que se le atravesara en el camino. Y, si había que aceptarlo, sí había tenido a todas las que había querido, y de la misma forma las había dejado enamoradas para cambiarlas por la próxima. Sin embargo, tenía cierto encanto con todas sus ex novias. A pesar de haberlas dejado sin explicaciones, siempre podía disponer de ellas a sus anchas. Debía tener una gran... personalidad, y fortuna y un carro muy caro. Cosas por las que las jóvenes se dejan impresionar con facilidad. No había chica linda o popular que no hubiera pasado ya por él.
Su novia en turno, era una bonita joven llamada Sakura Kinomoto. Una jovencita de su mismo año que le había negado sus placeres por mucho tiempo, pero que al final había caído como todas las demás. Era una chica muy linda en realidad. No muy alta, pero de buen cuerpo y capitana del club de porristas. Era una persona entusiasta y carismática con sus amistades, pero era una arpía con chicos y chicas que no entraban en su 'status social'. Ella era hija de un famoso arqueólogo internacional, que había amasado grandes fortunas debido a sus atinados hallazgos y a múltiples asociaciones con museos de diferentes países, con los que negociaba, a través de la empresa con la que trabajaba, los artículos encontrados en las excavaciones. Al estar su padre casi siempre fuera del país, quedaba a cargo de su hermano mayor, que tenía la obligación de administrar los negocios familiares dentro de Tokio.
Sin embargo, no necesitaba del dinero o la reputación de su padre para ser la joven más popular en toda la escuela. Era un fenómeno que no se debía sólo a sus célebres ojos esmeraldas, y esa típica vuelta en falda corta que dejaba ver su ropa interior a los jóvenes, que la admiraban encantados; sino también a su fama de chica fácil. Cualquier joven que tuviera dinero para despilfarrar en sus caprichos y un carro lujoso para llevarla y traerla, era merecedor de su maravillosa presencia. Así que, cuando llegaba un candidato mejor al novio en turno, simplemente les daba como disculpa una sonrisa dulce, y se iba por el pez más gordo.
Y en ese momento, no había pez más gordo que Eriol Hiragizawa.
Los dos habían empezado a estar juntos hacía un mes más o menos. Después de su última ruptura con una linda e inocente chica de cuarto año, Hiragizawa se había lanzado en busca del premio mayor: la flor de cerezo. Se había llevado un par de cachetadas bien merecidas y una ronda de citas no realizadas, pero al final había logrado su objetivo. Claro, todo después de llegar al colegio en su nuevo carro deportivo, mucho más caro que el de cualquiera en el lugar. Entonces, la chica Kinomoto había dejado a su novio en turno, y por fin había aceptado al ojiazul.
'Tal para cual.' Había pensado Yue al verlos juntos, desbordando belleza y orgullo por cada poro de su ser, mientras caminaban tomados de la mano por el pasillo. Demasiado para una sola pareja, en su opinión. Era desmedido el orgullo y la petulancia reunidos en tan poco espacio, mucho el escándalo con sus dos grupos de amigos unidos, y demasiado el silencio cuando estaban solos. Claro, debes de estar callado cuando tus manos y tu boca están ocupadas al mismo tiempo... De verdad que en todo el tiempo que llevaba en ese colegio, jamás había visto a pareja más... ¿cómo decirlo? Apasionada, por ponerles un adjetivo. No podían estar juntos sin estar pegados el uno al otro en un concurso perpetuo de ver quien se devora primero la cara de quien, o de quien encuentra primero quien sabe que cosa en la ropa del otro... Seguro encontraban de todo ya sin la camisa puesta... Nunca les había puesto una reprimenda, pero sí alguien más les llegara a encontrar, entonces sí no le gustaría estar cerca...
Ah, y hablando del demonio y su distinguida escolta y compañía, ahí pasaba la afortunada pareja. La institución Hiragizawa y la Kinomoto unidas por las manos. Los dos con sus sonrisas fingidas, caminando con altivez en el pasillo principal. Uno de ellos saludando a todos los presentes, y la otra lanzando miradas asesinas a cualquiera que le pusiera los ojos encima a su novio, simplemente por el derecho de propiedad. Los dos admirados y respetados, los dos más populares, los que tenían el control del colegio por medio de sus subordinados.
Detrás de ellos, medio dispersos a lo largo del pasillo, caminaba el grupo de cada uno, formado más o menos por doce o quince personas. Chicos y chicas que se consideraban de la realeza. Que, en su mayoría, lanzaban miradas déspotas y apartaban del camino a cualquiera que se les pusiera enfrente.
Según lo que Yue sabía, de acuerdo a una plática ya algo lejana que había tenido con una de las ex integrantes de uno de los grupos (en este caso en el de Hiragizawa, antes de que se uniera al de Kinomoto), todos los integrantes eran escogidos con minuciosidad. Primero que nada, tenían que ser bien parecidos. Pero no una belleza normal, sino una superior o exótica. Una que destacara de entre todas las otras por sí misma y no solamente por pertenecer al grupo. Después, debía tener alguna habilidad especial. Por ejemplo, Eriol era el maestro compositor de la escuela, Sakura era la capitana de las porristas... otros eran los capitanes de los equipos de baloncesto, los de fútbol, los de americano, las jefas de clase, la voz principal del coro... cualquier cosa que los hiciera sobresalir. Y, por último, tenían que jurar lealtad indiscutible a los líderes.
Pero claro, salir de él, era mil veces más fácil que entrar. Por ejemplo, si llegaba una chica atractiva que le gustara al líder, salía otra u otro que ya no destacara por su bonita cara. Y si bajabas del puesto por el que habías entrado al grupo, era expulsión inmediata.
Las chicas y chicos expulsados se volvían parias en la escuela. Haber pertenecido al grupo para después ser relegado, era peor que nunca haber pertenecido a él. No sólo se enfrentaban a las miradas lastimeras del resto del alumnado, sino que tenían que aguantar las pesadas bromas y comentarios sarcásticos de su antigua hermandad. Muchos dejaban el colegio, lloraban desconsoladamente en los rincones o se escondían lo mejor que podían cuando pasaba la interminable comitiva, esperanzados de ser borrados pronto de la lista negra o a ser olvidados por su antiguo líder. Otros, en cambio, hacían lo posible para volver a subir el status. Los chicos pasaban los días en los gimnasios o en los entrenamientos, y las chicas se mataban de hambre y se sometían a costosos tratamientos para mejorar su físico, lográndolo unos cuantos, y fracasando la mayoría.
Era algo de verdad enfermizo.
Y sin embargo, todos querían pertenecer a ellos. Todos querían ser parte de alguno de esos grupos. Tres o cuatro en total en toda la escuela. Era como pertenecer a la realeza, una realeza que te colmaba de atención, admiración y uno que otro beneficio escolar.
El profesor de música observó la larga comitiva sin ponerle mucha atención, mientas los chicos del pasillo se abrían para darle paso. Un pobre jovencito de cuarto muy desafortunado, no se percató de que obstruía el paso de uno de ellos, y fue empujado a un lado, cayendo al suelo él y todos sus libros, mientras el rubio grandulón se burlaba y pasaba de largo con el resto del grupo.
-Oye Krueger¿Por qué no regresas aquí y le pides disculpas al chico?-
Ah, ahí estaba la única persona con valor humano de todo ese grupo de ególatras. Shaoran Li. Un joven de unos 19 años que tenía gran conciencia humanitaria, sobre todo en aquellos actos que realizaba algún jactancioso de su propio grupo. Era el mejor amigo de Eriol Hiragizawa y el único que se atrevía a decirle sin ningún temor todas las cosas que quería. Era como un miembro con inmunidad en ese grupo. Si hacía enojar al líder, no salía; si llegaba alguien más apuesto, tampoco. Y no tenía que preocuparse por dejar el puesto en el que estaba, porque era el único poseedor de una banda fuera de la escuela. Tocaba la guitarra y cantaba perfectamente, y sus presentaciones estaban siempre llenas en un bar de categoría.
A pesar de su pertenencia a una conocida dinastía proveniente de Hong Kong, famosa por sus artes marciales tradicionales y suma disciplina, estaba en ese colegio por medio de una beca, merecida gracias a su extraordinaria inteligencia.
Por ello, él era muy diferente a todas las personas que conformaban su grupo. Nunca hacía menos a ninguna persona estuviera o no en su equipo, y era el que imponía cierto orden humanitario entre ellos. Era una persona amable y de trato sencillo, algo callado, pero siempre dispuesto a brindar ayuda. No tenía todavía una novia, pero no había falta de candidatas tampoco, ya que era todo menos mal parecido.
-Hazte a un lado.-
Pero en esa escuela había de todo. Si Sakura Kinomoto era la hermosa joven popular con millones de amigos, también existía su contraparte. Era una chica de diecisiete años y medio, de carácter duro y huraño. Popular hasta los extremos, pero no por sobresalir de entre el grupo de Eriol, sino por su mutismo inquebrantable al menos en términos de cortesía. Eso sí, lo poco que dejaba ver de su físico, resultaba encantador de una forma bastante bizarra, o eso creía Yue. Vestía siempre de manera holgada y despilfarrada, dándole un aspecto de vago, sobre todo con esa fea y vieja gorra roja que siempre llevaba sobre la cabeza, quitándole cualquier posible porte femenino.
Llevaba buenas notas en la escuela, y se distinguía en sus clases de filosofía, ya que, en cuanto a argumentos raros y fundamentados, nadie se le comparaba nunca. Eso sí, era muy mala para algunas de las artes manuales más simples. La cocina, por lo que había sabido de su profesora de quinto grado, no era su fuerte de ningún modo. Había tenido que pagar reparaciones ya varias veces por sus descuidos en ese arte. La carpintería, tampoco le hacía mérito. Muchas veces se había lastimado con los martillos, y una que otra ocasión casi se había quedado sin dedos haciendo uso descuidado de la maquinaria filosa. No le sorprendía, por lo tanto, que no hubiera asistido a ninguna audición para su clase en los tres años que llevaba en ese lugar. Si así se llevaba con las máquinas¿Cómo lo haría con un delicado instrumento?
Tomoyo Daidouji era su nombre. Sí, ese era.
Su familia, por lo que él sabía, tenía amasada una basta fortuna. El apellido Daidouji no le era desconocido. Eran los fundadores y poseedores de una gran empresa juguetera internacional, famosa por sus maravillosos espectáculos en la época navideña. Y la joven, a pesar de su frialdad y aislamiento, no dejaba de mostrar su ostentoso origen. Sí, toda la ropa que llevaba parecía desgarbada, pero era diseñada por ella misma, y no con los materiales más baratos del mercado. Además, siempre había sorprendido a más de un joven al llegar en un carro deportivo del año seguida de sus guardaespaldas, que antes y después de la escuela, nunca la dejaban sola.
Yue se preparó para salir enseguida de la habitación, en caso de que la cosa se pusiera fea. Era bien sabido que Shaoran Li, a pesar de su carácter generalmente amistoso, odiaba a muerte a esa joven, y que él no era objeto de su adoración. Quien sabe que conflicto extraño llevaban esos dos chicos, pero cuando se encontraban en los pasillos, siempre eran centro de atención debido a sus constantes peleas o concursos de miradas a muerte. Y cuando la cosa en verdad iba en serio, había que detenerlos a los dos, para que no se fueran uno encima del otro. Porque Daidouji era todo menos delicada. Seguramente practicaba algún deporte o arte marcial fuera de la escuela, ya que daba sus golpes muy bien acomodados. Claro que Shaoran Li nunca había perdido la cabeza y siempre se había dedicado a defenderse nada más.
Pero parecía que los ánimos de la joven Daidouji no estaban para presentar pelea. Sus enormes ojos amatistas mostraban cierto matiz de tristeza, imponiéndose a su dureza habitual, pero sin dejarse anteponer ante su descortesía. Shaoran Li pareció notarlo también, ya que, sin decir nada, se hizo a un lado y la dejó pasar sin ningún reclamo. Yue notó como se dibujaba una leve mueca de preocupación en la cara del castaño... se odiarían a muerte los dos, pero seguramente se preocupaban el uno del otro cuando no entraban en una pelea inmediata.
La joven Daidouji atravesó el pasillo sin mirar a nadie, y entró a uno de los salones de maestros, en donde se daban asesorias privadas. Shaoran miró la puerta cerrada por unos momentos, y después prosiguió con su camino, siguiendo la comitiva de Hiragizawa y uniéndose a él al poco rato al frente de ella.
La campana sonó con estruendo, anunciando el inicio de las clases. Yue suspiró con desgano y dejó su taza de café a la mitad a un lado de los bocadillos, tomando su portafolio relleno de partituras y una vieja guitarra apoyada en un rincón, y salió del salón junto a una estampida de los demás profesores. Cada uno se enfiló con rapidez a un aula diferente, lanzándole miradas derrotadas a sus compañeros antes de ingresar, pero recuperando la compostura al abrir y cerrar la puerta detrás de ellos.
Yue hizo lo mismo. Observó el alboroto que se armaba en su salón a través de la pequeña ventanilla de la puerta, y, con cierto recelo ante los escandalosos adolescentes, entró en ella mostrando la mirada gélida que casi siempre exponía ante los demás y que provocaba un silencio sepulcral cada vez que daba clase. Esa técnica le había funcionado bastante bien, ya que gracias a ella, los lamebotas se quedaban calentando asiento, y los que realmente querían obtener un poco de conocimiento, mantenían su atención centrada en sus instrumentos.
El aula que le había sido designada desde el primer año en ese colegio, era un lugar espacioso, dándole ese efecto el escaso mobiliario (consistente sólo en unos cuantos bancos altos, un librero sin muchas cosas encima y un armario donde se guardaban algunos instrumentos) y el solitario pizarrón colocado en la pared del fondo. El profesor no contaba con un escritorio, pero gozaba el privilegio de utilizar el pequeño taburete colocado frente al piano.
Esa era la cosa más majestuosa del salón. Un piano negro y reluciente de cola larga, colocado sobre una plataforma que le daba una altura especial sobre el resto de las cabezas del alumnado.
Yue atravesó el salón en poco tiempo, debido a sus largas zancadas, y puso su roído portafolio sobre la pulida tapa del piano, sentándose en el pequeño taburete marrón y colocando su experimentada guitarra a su lado.
Un silencio profundo siguió a su llegada. Los alumnos, esparcidos al azar en los bancos de madera, con su instrumento preferido frente a cada uno de ellos, esperaron pacientemente a que el profesor terminara de acomodarse y les dirigiera la palabra.
-Buenos días clase.- la siempre moderada voz se dejó esparcir por todo el recinto, produciendo un pequeño eco casi imperceptible. –Espero que hallan disfrutado de su descanso obligado, y que hallan practicado mucho para el festival de navidad, como habíamos acordado.-
Un murmullo de aprobación se dejó oír por el salón, hasta que una profunda y sosegada voz se levantó sobre las demás sin ningún esfuerzo.
-No creo que el festival sea muy importante ya. He escuchado que se está programando un recital para el fin de cursos, y que asistirán algunos cazatalentos.- dijo Eriol Hiragizawa muy seguro ante su afirmación, siendo seguido por un coro de murmullos entusiasmados y una que otra pregunta escéptica.
-Yo decidiré cuando dejar de ensayar para los recitales Señor Hiragizawa, pero parece que está usted muy bien informado. Ya que lo menciona, sí, habrá un recital poco antes del final de cursos, destinado únicamente a los alumnos de último grado.-
-¿Y asistirán estos cazatalentos que dice Eriol?- preguntó Shaoran Li, al parecer emocionado con esa revelación.
-Pues no deberían de estar enterados, pero ya que nuestro señor sabelotodo lo ha revelado, sí, también habrá cazatalentos invitados, y de los mejores.-
-¿Y todos podemos participar?- preguntó el extrovertido Shinishi Tsukiyono, el más joven de la clase, una persona perteneciente al selectivo grupo de Sakura Kinomoto, y de los únicos con valor humano en él, como Shaoran Li en el suyo. Era hijo único de un magnate adinerado en quien sabe que industria (a veces se hablaba de negocios nada limpios) que había quedado sin madre en un accidente a muy temprana edad. Su padre estaba de viaje casi siempre, lo que lo dejaba solo en una casa enorme y solitaria.
-Pues... no.- y un largo y tedioso tumulto de quejas se manifestó enseguida entre todos los presentes. Lanzando todos miradas de desacuerdo en contra del profesor. –No es mí decisión, jóvenes. Esta medida fue tomada por la institución a petición de la Gran escuela de música de Tokio. Esto es para hacer la competencia algo más selectiva. Yo y otros docentes, escogeremos a los mejores para que compitan entre ellos en este recital, después de escuchar las interpretaciones de cada uno en lo que resta de este año escolar.-
-No hay problema con eso.- dijo Hiragizawa en voz alta, volteando a ver a algunos de sus compañeros de manera despectiva.
-Una de las reglas de este concurso es tener una composición original, algo para tocar en cualquier instrumento como sólo una melodía, o para ser acompañada por un solista.- y, antes de que cualquier otro chico pudiera levantar su protesta, Yue prosiguió con voz firme. –Pero eso no es discusión que nos importe ahora. Las reglas serán expuestas en el pizarrón de avisos de música, y ahí podrán consultar las bases e ir a quejarse con la dirección si quieren, y no conmigo. Hoy ensayaremos para el recital de navidad.-
Y así, la clase transcurrió con rapidez, cada cual inmiscuido en la armonía y el sonido de su propio instrumento, sin fijarse mucho en los demás. Eriol Hiragizawa, como siempre, acaparó la atención con sus hermosos y perfectos acordes en el piano, haciendo que aquella pieza, aún con sus pequeñas fallas de parte de los demás, fuera digna de escucharse.
Yue supervisó todo el tiempo. A veces acompañaba a los alumnos con algún instrumento (la guitarra, el piano o el violín) ayudando a embellecer la melodía, y a veces se dedicaba simplemente a corregir estilos y a dar pequeños consejos. Y, como se acercaba el día de navidad y él no iba a estar ahí para ayudarlos, era mejor empezar a corregir fallas.
La clase terminó al toque de la campana, apurando a los alumnos a su siguiente materia. Los jóvenes recogieron sus instrumentos, los guardaron con delicadeza en caros estuches de cubierta de piel, y se los echaron al hombro con rapidez, para alcanzar cada uno su auto antes de ingresar de nuevo a las aulas.
El ruido del salón se apagó completamente al cerrarse la puerta, y Yue se quedó solo en el lugar... o eso pensaba. Eriol Hiragizawa se había quedado al fondo del salón, guardando quien sabe que cosa en el armario.
-¿Sabe profesor?- comenzó el joven, a sabiendas de que Yue estaba ahí, y que se encontraban solos. –Mi pasión ha sido siempre la música, y desde que entré a esta escuela, he venido esperando el momento en que algún crítico o cazatalentos se acercara a mí a ofrecerme algún puesto en alguna orquesta, o la oferta para grabar algún disco... Sé que ha llegado mi oportunidad.-
-Bueno Hiragizawa, componga su melodía, y ya decidiremos sí participa o no en nuestro concurso.- le contestó Yue, aburrido y deseoso porque ese intruso saliera de su santuario.
-No profesor, creo que no me entendió.- y el chico por fin volvió la cabeza, mostrando en sus profundos ojos azules una mirada penetrante y cierto tono amenazante en la voz. -No permitiré que nadie se interponga en mi camino. Y eso incluye a docentes sobre pagados.-
Y, justo cuando Yue abría la boca para soltar una respuesta, la puerta se abrió sin previo aviso. Los dos voltearon a ver de quien se trataba.
Un chico de ropas holgadas y gorra roja permanecía parado en la puerta, mirándolos a los dos con interrogación.
-¿Puedo ayudarte en algo...? –dijo Yue cortésmente, relegando a Hiragizawa al fondo del salón con la intención de ignorarlo.
-¿Es usted el profesor Yue Tsukishiro?- y, contrario a lo que los dos esperaban, la voz de aquel "chico" resultó ser una linda y firme voz femenina. Por la ropa y la gorra roja, debieron haber sabido desde un principio que se trataba de la joven Daidouji.
-Sí.- La joven entró con paso imponente, sin mirar en ningún momento al otro chico presente.
-Bueno profesor, con permiso.- y Hiragizawa se dirigió a la puerta con decisión, sin importarle mucho la mirada asesina del profesor.
-Lo veo al terminar las clases Hiragizawa, necesitamos hablar.-
Y, al pasar al lado de Yue y de la joven que acababa de llegar, notó con claridad, como se dibujaba una mueca de burla en aquel rostro de porcelana.
Ah, nadie se burlaba de Eriol Hiragizawa, y mujer o no, no sería ella la primera sin irse sin su merecido...
Continuara...
Hola! Aqui comenzando nuevamente con un fic je. Algo que había traido en la cabeza desde que iba en la prepa, cuando asistí a ver una obra de teatro (musical), y hasta ahora me anime a subirla, porque de hecha ya tenía algo de tiempo. Este es un ET, claro, con sus toques de SS y algo con Yue, ya saben que me eso encanta. No estoy dejando mis otros escritos, pero ultimamente he tenido demasiado tiempo libre y pocas cosas que hacer, así que, si la inspiración lo permite, continuaré pronto con todos mis proyectos. Espero puedan pasar a dejar un comentario si gustan. Muchas gracias a las personas que me han apoyado tanto mandando mails, es gracias a ustedes que me animo a continuar con nuevas cosas y a seguir con las anteriores. (Sobre todo a reencarnación de Nadeshiko nn gracias amiga!) Dejen un review! jiji
Nos leemos luego!
Tiff