JUGANDO AL PÓQUER


Levantó la vista hacia el ser que tenía delante suyo. Con la misma determinación que siempre guiaba sus pasos, apuntó con la punta de la espada hacia el hollow, desafiándole a un duelo que ya había perdido. El monstruo avanzó, pero sus pasos fueron detenidos por la zampakutou del shinigami. De un mandoble, había cortado ambas piernas, y ahora volvió a dirigir la hoja de la katana hacia él. De un salto, se colocó a su altura, y con más fuerza de la necesaria contra alguien como él, descargó la enorme espada contra su cuerpo. Cuando sus pies tocaron el suelo, el hollow ya casi había desaparecido por completo.

-¡Malditos hollows¡No paran de aparecer!- llevó la espada a su espalda, donde una tela blanca la envolvió. Miró a la shinigami que tenía detrás suya. - ¡Y tú¡Si ya has recuperado tus poderes de shinigami, podrías hacer algo!

-Yo estoy aquí como tu supervisora¡Y nada más!- el chico, nada conforme con su respuesta, se acercó a ella hecho una furia.

-¡Pues entonces no hace falta que vengas! -de nuevo otra pelea, era irremediable en ellos.

Después de unos diez minutos dejándose los pulmones y la voz, por fin decidieron dejarlo en una especie de empate, porque Rukia jamás retrocedería, e Ichigo sabía que contra ella, siempre perdía. Lo mejor era retirarse a tiempo, antes de que las cosas fuesen a más. Aunque había veces, que su cabezonería era aún mayor...

No tardaron mucho en llegar a casa, el lugar donde había aparecido el hollow no estaba lejos. Entraron a la casa por la ventana del cuarto de Ichigo, habían dejado sus cuerpos en esa habitación. Haciendo el menor ruido posible, se introdujeron en sus cuerpos inertes hasta ese momento.

-Creo que me iré ya al cuarto de tus herma...-la frase de Rukia quedó inacabada. Un peluche parlante se había abalanzado contra ella con los brazos de tela extendidos.

-¡Ne-san, te he echado de menooooos!- unos lagrimones de alegría salían de los botones negros que tenía por ojos. Las cosas nunca cambiaban. De un manotazo, la shinigami envió al peluche de vuelta al armario. Pero jamás se daría por vencido, no hasta hacer suya a ne-san, objetivo que jamás se cumpliría. - ¡Ne-san, yo sé lo que te pasa! A pesar de ser una chica, no me puedes aceptar como peluche, para quererme de verdad, necesitas que sea de carne y hueso pero¡no te preocupes!- ya se había emocionado. - ¡Usaré el cuerpo de Ichigo-baka y haremos todo lo que tu quieras! Pero primero...- su rostro se ensombreció dramáticamente.-¡Primero de todo, jugaremos al...- es su cara de tela, esta vez apareció una expresión de perversión total.- STRIP POKER!

Antes de que el último sonido fuese emitido por su boca, ya había sido golpeado su toda la furia que le era posible a Kurosaki Ichigo. Estaba tan furioso, que apenas podía articular palabra alguna. Aunque por sus mejilla había aparecido un tímido color rojo, seguramente al imaginarse a su cuerpo jugando a ESO con Rukia.

-¡Idiota! - le señalaba con el índice, intentado buscar las palabras apropiadas.

-¡Oh¡Pero si Kurosaki-kun se ha sonrojado!- Rukia había vuelto a poner aquella vocecita de niña buena que el pelirrojo tanto odiaba. - Es que Kurosaki-kun es tan inocente.- se rió de él. A veces Ichigo se comportaba de una manera muy infantil.

-¡¿Pero de qué coño hablas?!

-¿No es obvio? Kurosaki-kun es demasiado inocente como para jugar a esas cosas. ¿Ves? Te has puesto aún más rojo.

-¡Cállate idiota¡No sabes de lo que estás hablando¡Y deja de poner esa voz tan odiosa!- era verdad, se había puesto aún más rojo. ¿Pero por qué le venía con esas cosas ahora?

-Oh, Kurosaki-kun parece que se ha enfadado.

-¡¿Quieres dejar de hablar así¡Y por supuesto que me he enfadado¡Cómo si me gustase que Kon utilizase mi cuerpo para... Para... Ah!-no podía decirlo. ¿De verdad era tan... Inocente¡No lo soportaba. ¡Él no era así¿O sí?- ¡Idiota!

-¿Y ahora porqué me insultas?

-¡Por que sí!

-¡Serás imbécil! -le tiró el objeto que tenía más cercano a la cabeza, que de las prisas ni se detuvo en averiguar lo que era.- Tsk... No eres más que un crío. Y los críos no pueden jugar a cosas de adultos. -más le habría valido no haber dicho eso, sobretodo si supiese lo que iba a pasar a continuación.

-¿Un crío?- se tocó la zona que tenía dolorida en la cabeza a causa del impacto que había ocasionado la muchacha.- ¡La única cría que hay aquí eres tú, enana¡Y tú si que jamás podrás jugar a eso!

-¿Qué te apuestas¡Si tanto te lo tienes creído juguemos tú y yo, mocoso!

-¡Acepto, medio metro!¡Mañana por la noche ven aquí!- se miraron furiosos, lanzando maldiciones por los ojos al que tenían enfrente. Con la cabeza bien alta, la shinigami se dirigió a la puerta y salió dando un portazo. Se fue a la habitación de las hermanas de Ichigo y se tumbó en su cama, arropándose entre las sábanas. El muchacho, por su parte hizo lo mismo. No esperó mucho y se metió en su cama, todavía enfadado con Rukia. Tan solo cuando se relajaron y volvieron a ser conscientes de sus actos se dieron cuanta de lo que habían hecho. ¡¿Pero cómo se les había ocurrido semejante estupidez¿En qué demonios estaban pensando cuando aceptaron? En nada. Simplemente se dejaron llevar por su enfado. ¿Y ahora... Qué?

Rukia no podía creer lo que había hecho. ¡No podía jugar al strip póker con Ichigo¡Por favor, era una locura! Tenía que decirle...¡no, no podía decírselo¡Él también había aceptado, y ella no podía echarse atrás! Quería golpearse la cabeza contra la pared, a ver si de esa manera sus neuronas comenzaban a funcionar en medio de sus rabietas. Quizá... Lo mejor fuese decirle que todo fue por culpa de su enfado, sí, sería una buena excusa, pero... ¡no¡Había sido ella quién había picado a Ichigo! Si le decía eso al chico, ya se podía imaginar como actuaría, como si hubiese ganado una gran batalla...contra Kuchiki Rukia. ¡Pero no podía perder sin luchar! Sabía perfectamente que Ichigo sí que era muy inocente en esos temas, aunque lo quisiese ocultar, quizás él se retirase antes... ¿Pero qué estaba diciendo? Desde que conocía a Ichigo, este jamás se había echado atrás en nada, y esto no sería una excepción. No podía contar con eso. Entonces... ¿qué hacer¡¿En qué se había metido?!

A escasos metros de la morena, un chico tenía el mismo dilema mental, y exactamente había llegado a la misma conclusión que la shinigami. ¡Tendría que jugar¿Pero cómo se les había ocurrido? Tan solo de pensar en lo que iba a pasar la noche siguiente se le aceleraba el corazón y notaba como el color venía a sus mejillas. ¡Ya estaba de nuevo¿De verdad era tan infantil en esos temas? Pero aún estaba a tiempo... ¡No! No podía perder contra la shinigami. Su orgullo era demasiado grande cómo para aceptarlo. ¿Por qué demonios tenían que ser los dos tan orgullosos¡Así habían acabado!

Cansado ya de pensar en lo que ocurriría al día siguiente, miró el reloj para saber la hora. ¡Eran ya las dos de la madrugada! Al día siguiente tenían instituto, más horas de sueño perdidas.

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Un ruido atroz que él lo relacionaba con el despertador que había en su escritorio lo despertó. Era muy pronto, pero quería ducharse antes de ir al instituto, así que lentamente y con problemas para mantener los ojos abiertos fue cogiendo sus cosas y se dirigió al baño.

Salió de su cuarto y cruzó el pasillo hasta llegar a la puerta del fondo. Alargó una mano, tomó el pomo de la puerta, y lo giró lentamente hasta que la puerta cedió. Nada más abrir le recibió una luz proveniente del interior. ¿Había alguien dentro? Su mano seguía empujando la puerta automáticamente, sin control alguno. Un segundo después descubrió quién era la que estaba en el baño. Era Rukia, que al parecer había tenido la misma idea que él y se había ido a duchar. Ya lo único que la cubría era una toalla con la que secaba su húmedo cuerpo. ¡¿Era Rukia?! Si antes de abrir la puerta estaba medio embobado por el sueño, aquello lo despertó del todo. Y más aún el grito que se escuchó por parte de Rukia, que después de eso le tiró al chico toda una serie de objetos típicos del baño. De un portazo la shinigami cerró la puerta, quedándose dentro terriblemente nerviosa por el encuentro. Ichigo aún mantenía aquella imagen en su mente, y notó como una parte de su cuerpo se ponía muy... activa. Inmediatamente se tapó con la ropa que llevaba con él y se marchó corriendo a su cuarto. ¿Por qué¡Sólo era Rukia¡Sólo era un tía plana y enana! Pero si pensaba en cómo la había visto... Prácticamente desnuda, con tan solo una pequeña toalla que llamaba aún más a la provocación, toda su piel húmeda y cubierta por pequeñas gotitas que iba deslizándose por su cuerpo, su pelo negro y mojado adhiriéndose a su piel. ¡¡¡No¡Tenía que tranquilizarse! Había que admitir que cuando la vio así se veía muy... ¡nada! Tenía que borrar esa imagen de su mente, sino seguiría igual, y no podía salir de esa manera.

Fuera de la habitación se oyeron unos pasos. Al parecer, el grito de Rukia había despertado a todos. Inmediatamente, se metió en su cama y se tapó hasta el cuello, haciéndose un ovillo con su cuerpo. Se haría el dormido, era la mejor solución, así se relajaría y podría hacer como si no hubiese pasado nada.

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Una media hora más tarde, ya vestido y listo para irse, bajó a la cocina para desayunar.

-¡Menos mal que ya has bajado oni-chan, que iba a subir a despertarte!- su hermana pequeña siempre preocupándose por él. Le sonrió a modo de respuesta y entró en la sala para tomar el desayuno, pero cuando llegó se paró en seco; allí estaba Rukia. Ya se lo había esperado, hasta había pensado en cómo tenía que actuar delante de ella, pero no había servido de nada. Se había quedado paralizado, y podía ver como ella también le miraba de la misma manera. Cuando ambos notaron que estaban llamando demasiado la atención desviaron sus miradas e intentaron continuar con lo suyo, pero les era muy difícil. De camino al instituto ni siquiera se dirigieron la palabra, ni se miraron.

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El timbre sonó, indicando que había comenzado la hora del almuerzo. Cada uno se iba con sus amistades con su comida mientras hablaban tranquilamente. Eran unos minutos de relax, pero Kuchiki Rukia tenía pensado gastarlos en otras cosas.

-¡Kuchiki-san¿te vienes con nosotras?! - Inoue la había llamado, de nuevo con aquella sonrisa tan característica de ella.

-Lo siento Inoue-san, pero tengo cosas que hacer. Nos vemos luego¿de acuerdo?- la muchacha asintió algo apenada, pero eso no borró por completo su sonrisa. No le gustaba hacerle eso a su amiga, pero tenía algo muy importante que hacer. Salió del aula y se dirigió a los baños, donde sabía que estaba Matsumoto. Se pasaba allí la mayoría de las clases. Cuando llegó, la mujer ya estaba por salir.

-¡Oh¡Pero si es Rukia-chan!- le saludó alegremente.- ¡Vayamos con las chicas, que me tienen que decir donde está esa nueva tienda de cosméticos!

-¡No!

-¿Eh?- ¿por qué le respondía así ahora?

-¡Matsumoto-san, vas a enseñarme a jugar al póquer!- aunque durante todo el día lo había ocultado, estaba furiosa. ¡Ichigo la había visto casi desnuda¡Y no pensaba dejar eso así! Aprovechando la partida que tendrían que jugar esa noche, le ganaría y le haría desnudarse por completo. ¡Venganza!

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-No sé la razón exacta que te ha traído hasta mí, la maestra del póquer, para querer con tanta rapidez que te enseñe este magnífico juego, pero...- la miró con seriedad. Para ella no era solo un juego, era un estilo de vida. Alcohol, juego, su mundo.- ¡Haré de ti la mejor jugadora de la familia Kuchiki!

Habían ido a un lugar un tanto alejado de los demás. Las clases de Matsumoto tenían que ser absolutamente secretas, sino, el secreto de su técnica sería revelado.

-Con mis enseñanzas, no solo te será fácil ganar, sino que dejarás al enemigo postrado ante tus pies.- a Rukia esa idea le encantaba. Ichigo, completamente rendido, derrotado por ella. Una sonrisa malévola apareció en su rostro.- Parece que tienes verdaderas ganas de vencer. Bien¡empecemos!

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Había estado jugando con Matsumoto durante más de tres horas, y había aprendido desde lo más básico hasta aparentar tener una buena mano. Estaba preparada y segura de si misma. Con mirada triunfal, entró en la habitación del muchacho, que ya la esperaba. Se le veía nervioso. Perfecto. No iba a dejar que le venciese ni una sola vez. Así se podría vengar por el incidente del baño. Con paso decidido se acercó a él, aún con esa sonrisa de superioridad pintada en la cara. Con elegancia, se sentó a su lado, en el suelo, y espero a que él sacase la baraja para jugar. Parecía que estuviese esperando algo. Quizás... ¿qué ella se retirase¡Jamás! Pasaron unos segundos, y como vio que Ichigo no decía nada, habló ella.

-¿Empezamos¿O es que pretendes retirarte?- quería picarle aún más para que estuviese más nervioso, quitarle toda la concentración que pudiese tener.

-Claro, empecemos.- la miró. Ahora era él el que sonreía de aquella manera. Si se pensaba que iba a ponerle nervioso solo con eso es que no lo conocía bien.- Tan solo estaba pensando que lo de esta mañana fue como un adelanto. Será divertido.

¡¿Cómo se atrevía?! Los músculos de su brazo se tensaron, intentando contener las ganas de tirarle el escritorio a la cabeza. Notó como la sangre se le subía a la cabeza haciendo que sus mejillas se colorasen. ¡Ya vería él quién era Kuchiki Rukia!

El joven, viendo que sus palabras habían tenido el efecto deseado, sacó la baraja que guardaba en uno de los cajones y se la pasó a la shinigami.

-Baraja tú.

La muchacha le envió una mirada furiosa, pero cogió la baraja que le tendía y sacó las cartas del cartón. Mientras las barajaba, tanto Ichigo como Rukia se mandaban miradas asesinas

-¡Ya está¡Ahora ya...!

-¡Se me olvidaba!- a Rukia se le hinchó la vena de la sien. ¿Cómo osaba interrumpirla? La mano en la que tenía las cartas le temblaba de la ira. ¿Qué coño se le había olvidado? El chico se levantó y se acercó a la puerta, poniendo el pestillo y asegurando que nadie entrase.- Si entra alguien sería muy comprometedor¿no?- Rukia le miró. ¿Comprometedor? Pues sí... Bastante. Bajó la mirada y la depositó de nuevo en las cartas, que las tenía en la mano derecha. Sin volver a alzar la mirada, vio como el chico se volvía a acercar y se sentaba en el sitio que antes ocupaba.- ¿Empezamos¿O acaso piensas retirarte?- usó exactamente las mismas palabras que ella había usado simplemente por fastidiarla, pero no resultó como había esperado... Esa vez. Tan solo le dieron más fuerza.

-¡Empecemos!- Rukia comenzó a repartir las cartas, cinco a cada uno. Antes de que ambos las descubriesen, Ichigo volvió a interrumpir la partida.

-Espera... ¿No ponemos nada de apuesta?

-Dinero, por supuesto.

-Bien, pero... ¿tú de dónde sacas el dinero?

-¿De dónde va a ser¡Es tuyo!- ahora al que se le hinchó la vena de la sien fue a Ichigo.

-¡¡Y que sentido tiene apostar si todo el dinero es mío!!

-Para darle más emoción al asunto.- la chica sonrió. Se había vuelto a cabrear. Bien para ella.- Bueno, si Kurosaki-kun no tiene ninguna otra excusa para interrumpir¿podríamos continuar?

-Maldita...- sin decir nada más, cogió las cartas que había bocabajo en el suelo y las miró. Las ordenó por número, color, de mil formas distintas, pero... ¡¿Qué mierda de cartas le había repartido?! Miró a Rukia y vio que sonreía, aunque también podía ser un farol, pero peor que sus cartas no podía tener. ¿Nada más comenzar y perdiendo¡Vaya mierda!

-Bien, comenzaré apostando yo...- dicho esto cogió un par de billetes que tenía en el bolsillo de la falda y los dejó sobre el suelo. ¿Desde cuándo tenía ese dinero? Esa tarde se lo habría quitado... La maldijo mentalmente de nuevo. Ahora había otro problema. Ella había apostado demasiado, y ahora él tan solo podía igualar la apuesta, aunque si de él dependiera no apostaría ni un yen. Maldiciéndola de nuevo, sacó su cartera y sacó dos billetes, lo mismo que la chica.-¡Es hora de mostrar las cartas!

Ella mostró las suyas. Doble pareja. Nada mal. Mejor que lo suyo lo era cualquier cosa. Resignado, mostró las suyas. Nada.

Sin esperar a que ella le dijese nada, se comenzó a desabotonar la camisa, dejando su torso al descubierto. Había perdido esa vez, pero aún le quedaban dos piezas más de ropa. Vio como Rukia cogió el dinero sonriente, burlándose de él. Eso le enfurecía. No pensaba perder ante ella. Dejó la camisa a un lado hecha un revoltijo y cogió las cartas. Este vez barajaría él, a ver si le tocaban mejores cartas. Las mezcló unos segundos y comenzó a repartir. Todas las cartas ya en el suelo, las cogieron y las miraron. Al mirarlas, Ichigo suspiró para sus adentros. Eran mucho mejores que la anterior mano, de eso no cabía duda. ¿No sería que Rukia las hubiese puesto así aposta? No, él vio como las barajaba y las repartía, y no había tenido tiempo de hacerlo. Ahora tenía tres nueves y dos cartas que no tenían anda entre si. Miró a la muchacha; parecía un poco preocupada, estaba absorta en sus cartas y no se daba cuenta de que estaba siendo observada. No pudo evitarlo y sonrió. Esta vez ganaría él. Pero por si acaso, cambiaría una de sus cartas, puede que con suerte consiguiera un full. Dejó la que había decidido desechar y la dejó en el suelo, luego cogió una de la baraja. Mala suerte, no había sacado nada útil. Rukia había dejado dos cartas. Eso significaba que estaba en peor situación que él.

-Hora de apostar. -Aunque era su dinero, lo usaría para intimidarla. Si apostaba una gran cantidad, ella tenía que dar por sentado que tenía gran confianza en ganar. Dejó los billetes en el suelo y mostró una gran sonrisa en el rostro. Rukia los miró, como menospreciando esa cantidad. ¿Qué ocurría¿Le parecía poco? La muchacha cogió más dinero de su bolsillo y lo comenzó a contar, hasta que igualó, y luego superó la cantidad que ya había allí. Eso le hizo dudar, pero... Puede que eso es lo que quería ella. Bueno, ya no se podía echar atrás, él no. Mostró sus cartas. Al verlas, la muchacha sonrió abiertamente. No podía ser. ¿Tenía de nuevo mejores cartas que las suyas? Haciéndole sufrir, guardaba sus cartas sin enseñarlas, sonriéndole pícaramente.

-¡¿Quieres enseñarlas de una vez?!- ya no podía más. ¿Otra vez había perdido?

Lentamente, enseñó sus cartas dejándolas sobre el suelo. Escalera. Tenía una escalera. Antes doble pareja y ahora escalera.

-¡¡Estás haciendo trampas!!- le dijo mientras le señalaba con un dedo. Se había puesto de pié de un bote. Tanta buena suerte no era normal.

-¡Yo no hago trampas¡Tú me has visto barajar, y además, ahora has barajado tú!- ella no se iba a quedar atrás¡ni mucho menos!- ¡Has perdido, así que ya te estás quitando los pantalones!- segundos después, pudo notar como el rubor aparecía en sus mejillas por lo que había dicho, pero lo intentó ocultar como buenamente pudo, aunque era muy tarde, el chico ya lo había visto, pero no supo cómo reaccionar. Simplemente apartó la mirada algo molesto y se empezó a quitar los vaqueros, dejando a la vista más de lo que de normal quería mostrar. Cuando se los quitó se sentó de nuevo sin mirar a la shinigami, que también se había vuelto a sentar en el suelo. Cada vez se estaba poniendo más nervioso. Si perdía otra vez... ¡ni siquiera quería pensarlo!

Ahora le tocaba barajar de nuevo a Rukia. Esta vez no perdería detalle de sus movimientos y se aseguraría de que no hacía trampas. La estuvo observando todo el rato, sin darse cuenta de que eso incomodaba a la muchacha, sobretodo por la ausencia de ropa de Ichigo. Cuando finalmente acabó, tuvo que admitirlo, no había hecho trampas, pero aun así no se podía quitar el nerviosismo de encima. ¡Tenía que ganar, al menos una vez¡No podía perder contra Rukia de esa manera! Cogió las castas y las miró. Una, dos, tres veces, y seguía sin poderse creer su suerte. Suspiró aliviado, seguramente con esta mano podría ganar esta vez.

La suerte no le había acompañado esta vez a la pequeña Kuchiki, esta vez sus cartas eran desastrosas, no tenían remedio. Miró al chico, pero no supo descifrar en su rostro si llevaba las de ganar o no. Pero tampoco le estuvo mirando mucho rato, porque aunque ella, o mejor dicho, su mente, no quería, sus ojos no solo se contentaban con mirar su rostro.

El muchacho mostró sus cartas sonriente, viendo clara su victoria. La shinigami las miró, furiosa. ¡Había perdido¡Aunque sólo había sido una vez, pero había perdido! Y eso que se había prometido a si misma que no iba a perder ni una sola vez. Y ahora tenía que...

-Decide.

-¿Qué?- Rukia estaba absorta en sus pensamientos, y no encontraba lógica alguna en lo que había dicho el chico.

-Que elijas. - sonreía con malicia. Él ya sabía el resultado.- La camisa o la falda.

Aquello no le gustó nada a Rukia. ¡Ya estaba de nuevo él y su grandioso orgullo! Indignada, dejó las inútiles cartas en el suelo sin cuidado alguno y comenzó a desabotonarse la camisa.

Aunque sus palabras habían tenido gran seguridad en su fuerza, en realidad él estaba un tanto... Nervioso. ¿Y si ocurría lo mismo que esa mañana¡No podía pasarle, y menos en presencia de Rukia! Por eso apartó su mirada, obligando a su cuerpo a mantenerse tranquilo. Para que la tentación no le pudiese, cogió las cartas y las comenzó a barajar, después de todo era su turno. Las repartió y dejó las sobrantes en el suelo, solo entonces se atrevió a mirar. Lo que vio le hizo sonrojarse aún más. Era Rukia, la misma de siempre, pero en esos momentos estaba haciendo que el chico perdiese el control. La shinigami ya se había quitado la blusa y la había dejado apartada en el suelo. No le miraba, mantenía la vista fija en sus cartas, ocultando su rostro tras una fina cortina de pelo, pero aun así, pudo ver como ella también estaba completamente roja. Se la veía encantadora, y no podía apartar su mirada de ella, de su cuerpo ahora mucho más visible. Cuando se fijó en la parte que había sido descubierta, se dio cuenta de que algo fallaba. ¿A Rukia le seguían quedando tres prendas¡¿Cómo no se le había ocurrido antes?!

-Rukia...- ¿cómo decirlo? El no tenía mucho tacto para esas cosas...- ¿Para qué coño llevas sujetador?

La chica casi se atraganta con su propia saliva. El corazón le iba a mil por hora. ¿Qué clase de pregunta era esa?

-¿Y a ti qué te importa¡Subnormal¡¿Acaso es que querías verme?!

-¡No... No lo digo por eso!- mierda. No era eso lo que quería hacerle entender. Era casi peor. - Pensaba que no llevabas por falta de utilidad.

Uno, dos, tres, y así hasta veinte angustiosos segundos de silencio en los que Ichigo tuvo tiempo de ver su muerte y de lamentarse de no haber hecho muchas cosas en su vida. Con una mirada ya no solo asesina, se lanzó contra él y comenzó a estrangularlo.

-¡Ru...-la muchacha había sacado toda su fuerza y el chico no podía apenas respirar.- Ruki... A...!

-¿Esas son tus últimas palabras?

-Tus cartas... Las has descubierto.

-¡No intentes...!- se paró es seco y miró hacia atrás. Era cierto. Cuando se había lanzado contra Ichigo se había olvidado por completo todo lo demás. Sin darse cuenta, disminuyó la presión que sus manos hacían sobre el cuello del chico y este pudo recuperar el aliento. Ni siquiera había podido cambiarlas, y esas cartas no eran muy favorecedoras que dijera. Tan solo tenía una pareja.

-Lo que yo quería decir...- Rukia se giró como movida por un resorte en posición y lista para entrar de nuevo en combate, pero esperó a las palabras de Ichigo.- Es que a ti te siguen quedando tres prendas. ¡Tu tenías cuatro desde un principio!

-¡Eso es culpa tuya por no haberte dado cuenta de que las mujeres solemos llevar una más!- el chico estaba a punto de dar una respuesta, pero viendo claro su futuro si lo hacía, prefirió mantenerse callado.

-¡Entonces la ropa interior vale por una!

-¡¿Qué?! Tan solo estás rabioso porque vas perdiendo y quieres ganar de cualquier modo. ¡Idiota!

-¡De eso nada¿O es que la pequeña Kuchiki quiere ganar con ventaja? Supongo que para ser una enana, es todo a lo que puede aspirar. - en realidad iba a decir otra cosa más hiriente, pero supo que no viviría si lo decía.- Y además... -enseñó sus cartas. Doble pareja.- Vamos empatados.

Rukia le miró, primero a él, luego a sus cartas, y mientras notaba como se estaba poniendo más y más roja. ¡¿Y ahora se tenía que quitar la falda?! Sin muchos miramientos, se puso de pié y bajó la cremallera de la prenda, que inmediatamente cayó al suelo por la fuerza de la gravedad.

A Ichigo cada vez le costaba más tranquilizarse. Aquellas emociones eran demasiado fuertes para él. Si era él el que perdía, tendría que desnudarse delante de Rukia. ¡De Rukia! No quería ni pensar en lo que le pasaría. Pero si la que perdía era Rukia... Se tendría que desnudar por completo delante de él. La vería desnuda, sin un centímetro de tela que entorpeciera la vista. La tendría en su habitación, desnuda, solos los dos - porque de Kon se había encargado con antelación - y sabía que entonces no podría controlarse. Solo de pensarlo, al chico le entraba cada vez más y más calor. Miró a la ventana, deseando abrirla, pero pensó que sería mejor dejarla como estaba. Si descorría la cortina los vecinos de la casa de al lado podría mirar, y no era plan.

La situación de la morena no era muy distinta. Simplemente de estar así ya se moría de vergüenza, pero el hecho de ver a Ichigo casi igual que ella llevaba la situación a otro nivel. Sentía como su pecho ardía expandiendo el calor a todo su cuerpo, pero no lo mostraba en el exterior. No podía.

La chica cogió la baraja. Era la última partida, la que lo decidiría todo. La barajó, las cortó, las volvió a barajar, y así hasta que creyó que ya era suficiente. Las retuvo en su mano unos segundos antes de repartirlas. Aspiró profundamente. La hora había llegado. Las repartió, una por una, la suerte estaba echada. Ninguno de los dos se atrevía a mirarlas, pero menos aún se atrevían mirar al otro. Finalmente, Rukia alargó el brazo y cogió las suyas. Ichigo no tardó mucho en hacerlo.

Silencio. Nadie decía nada. Tan solo se podían oír las respiraciones de ambos jóvenes. Pasados unos minutos, fue Ichigo quién decidió continuar. Dejó una carta en el suelo y cogió otra del montón. Exteriormente, parecía enfadado, aquel ceño fruncido no favorecía mucho. Por dentro, estaba eufórico. Incluso se mordía la lengua para reprimir una sonrisa que le delataría. Había ganado, lo tenía claro. Sería casi imposible que Rukia sacase una combinación mejor que la suya. La miró. Había ganado, y su premio... Faltaba poco por ser descubierto.

Rukia cogió una de sus cartas y la dejó en el suelo. Seguidamente, cogió una del pequeño montón que había en el centro. La miró detenidamente durante unos segundos y después la colocó entre dos de las que tenía en la mano.

Había llegado el momento. Estaban nerviosos, los dos, sabían que aquella jugada era la definitiva.

Ichigo enseñó sus cartas con una sonrisa enmarcando su rostro. La miró a los ojos. Pudo ver como brillaban al ver las cartas y como sus mejillas iban enrojeciendo a una velocidad pasmosa. Definitivamente había ganado.

-Vaya Kurosaki-kun...- le dijo con aquella voz de niña buena que tanto le enfermaba, pero que aquella vez le sonó completamente distinta. ¿Cómo se le ocurría hablarle así en una situación como esa¿Es que acaso quería excitarlo aún más? - me parece que...- fue bajando la mano en la que tenía las cartas, enseñándoselas al ahora atónito shinigami.- Me lo vas a tener que enseñar TODO...