Disclaimers: Como dije en el prólogo, la historia, el juego y los personaje no me pertenecen…

Capítulo 4

El viaje a Parmecia fue más duro de lo que habían esperado, pero qué se le va a hacer, es el precio de la libertad(¿?) y de la vida. Si hubieran zarpado en un barco mercante, con un recio velamen y las bodegas repletas de provisiones, no habría sido más que un viaje de placer, ya que la abultada experiencia del capitán y el empeño de sus decididos lobos de mar habrían sido más que suficientes para realizar la travesía. Sin embargo, al tratarse de una miserable patera de mierda donde estaban todos apiñados, con cuatro latas de anchoas y un paquete de pistachos caducados en un doble fondo como único sustento, la cosa distaba mucho de ser un crucero.

El hecho de que el capitán nunca hubiera estado al mando de un barco más grande que una canoa y que la mitad de los marineros no supiera distinguir la proa de la quilla aportaba su puntillo de emoción y de peligro a la situación. Ninguno de los ciudadanos de Granseal olvidaría jamás los días que duró la odisea, sobre todo los que habían sido elegidos, por el clásico y democrático método del palito más corto, para servir de almuerzo al resto.

—Tíos... me siento muy mal... —dijo Jaha una mañana, sintiendo cómo se ponía verde por momentos.

—Normal, te has zampado la pierna del dueño de la tienda de elementos casi sin respirar, animal —regañó nuestro rubio protagonista mientras intentaba derribar alguna gaviota con uno de los zapatos de la cena del día anterior.

—Creo que voy a vomituARGGgg! —respondió el patilludo, abalanzándose sobre la borda de tal forma que, si Chester no le hubiera cogido a tiempo, habría acabado más lejos de la patera que sus vómitos.

—¡Cuidado, Jaha! ¡No te caigas! —avisó el medio equino con preocupación.

—Oh, Chester —consiguió balbucear Jaha, emocionado tras reponerse del heroico rescate de su compañero—. Qué buen amigo eres.

—Ya puedes decirlo, muchacho —apuntó Sir Astral, que no había perdido detalle de lo sucedido, mientras se acercaba a la pareja de muchachos y alzaba un poco la voz para que le oyeran—. Chester ha evitado que seamos uno menos la próxima vez que toque sacar el palo... —continuó el anciano, pronunciando las últimas palabras despacio, con temor y reverencia, lo que arrancó murmullos de aprobación de entre los supervivientes.

—¡¡Tierra a la vista!! —gritó, de pronto, una voz desde lo alto de un palo a modo de mástil que se alzaba en el centro de la patera.

—¿Dónde, dónde? —exclamaban esperanzados los ciudadanos, asomándose por la borda.

—¡Es mentira, jajajaja! —gritó de nuevo, fuera de sí— Vamos a morir todos en esta mi... —intentó continuar antes de que empezara a apalearle una turba furibunda que, sin embargo, agradecía profundamente tener resuelto el asunto de la cena esa noche.

—No le peguéis tanto, que tenía razón el pobre desgraciado... mirad hacia allí —dijo Bowie, mientras señalaba hacia la lejanía donde, poco a poco, iba definiéndose tierra firme.

Nada más pronunciar esas palabras, el capitán se hizo cargo de la situación. Ordenó a sus hombres que se colocaran en sus puestos, se dirigió con firmeza al timón y se encomendó a los dioses del río donde pescaba truchas desde joven. Al principio todo iba bien, ya que las palabras de Bowie habían dado muchos ánimos tanto a la tripulación como a sus vecinos, sin embargo, tras el segundo golpe contra los arrecifes en el que cayeron al agua varios de ellos, un sentimiento de histeria animal se hizo con el control de la mayoría, incluyendo al capitán que, recordemos, tenía entre sus manos el timón de la patera. Volcaron dos veces aunque algunos aseguran que fueron más de tres. Sea como fuere, todos acabaron tendidos sobre la arena de una playa desierta junto a los restos destrozados de la embarcación.

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Un año después, las trabajadoras gentes de Granseal (las que quedaban) habían levantado de la nada un nuevo poblado aprovechando los restos de la patera. Desde lo alto de una colina cercana, Bowie y Sarah se batían en duelo mortal contra un terrible enemigo de su raza desde tiempos inmemoriales: El aburrimiento.

—Es triste ver que llevamos un año aquí y sólo hemos podido hacer tres o cuatro casuchas y una iglesia... —comentaba el protagonista a nadie en especial—. Pero creo que es más triste afirmar que, si no fuera por nuestro viejo castillo, ahora tiene mejor aspecto...

—Yo más bien diría que, conociendo a nuestros vecinos, es un milagro —musitó Sarah—. En fin, ¿qué hacemos hoy? Porque no estoy dispuesta a pasarme otro día más viendo crecer la hierba y jugando a la petanca...

De pronto, algo pasó por encima de sus cabezas en dirección al poblado. No era más grande que un hombre y se movía de forma irregular, casi ridícula, hasta que uno de los edificios de madera ayudó a este objeto volador no identificado a detenerse. Acto seguido, una sirena empezó a sonar por todo el poblado y se produjo un gran alboroto entre los tranquilos habitantes.

—Parece que alguien ha escuchado tus plegarias, Sarah —dijo jovial el rubio—. Vayamos a ver de qué se trata, antes de que termine la diversión.

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—Es un periquito —dijo una voz, sin mucho convencimiento.

—Hombre, está claro que no es un jilguero —respondió otra voz—. Pero de ahí a decir que es un periquito...

—Es pequeño para ser un periquito, pero... ¿Estáis seguros de que no es un pelícano? —preguntó una tercera voz.

—¿Africano o europeo? —preguntó una voz con malicia.

—¿Y eso qué más da? —cortó de forma seca Sir Astral, que ya empezaba a estar hasta las narices de las preguntas de la gente— ¿Acaso no veis que está muerto? No había sido fuerte el porrazo que se ha metido contra la pared que encima ha tenido que caer sobre el erizo disecado que guardamos de mascota.

—¿Qué ha pasado, qué ha pasado? —preguntó Sarah, que acababa de llegar junto a Bowie.

—Nada, que un pato se ha estampado contra la tienda de elementos —restó importancia Chester, mientras señalaba con el dedo a un guiñapo sanguinolento lleno de plumas—. Nada que deba quitarnos el sue...

Una música celestial empezó a sonar desde los restos del ser volador que, de pronto, empezaron a arder. La música se intensificó y de entre las llamas surgió el ave que, momentos antes, se había plasmado, literalmente, sobre el pueblo. El pájaro en cuestión parecía una patata asada y tenía el culo pelado del que asomaban un puñado de plumas largas. Tras sacudir la cabeza un par de veces, miró a su alrededor con curiosidad.

—¡Oooh! —exclamaron con sorpresa todos los allí reunidos.

—¡Mierda! ¡¿Qué es esto?! —preguntó horrorizado el párroco—. ¡Es una abominación!

—¡Es un muerto viviente! —confirmó Sir Astral en voz alta para que todos le oyeran mientras intentaba recordar entre todas las revistas que había leído y su colección de cromos cualquier cosa que le fuera útil en esa situación.

—Ehm... Perdonad... —dijo el pájaro, que no entendía lo que sucedía.

—¡Ah! ¡El zombie sabe hablar! —dijo uno de los vecinos y, al instante, todos dieron un paso atrás.

—Os equivocáis, no soy un zombie, soy un fénix —aclaró el emplumado personaje—. Podéis llamarme Pe...

—¿Un fénix? —interrumpió Jaha.

—¿Esos no son los pájaros que, cuando mueren, pueden renacer de sus cenizas? —narró lo ocurrido breves instantes antes Sir Astral en dirección al animal— Sin tener que pagar a un párroco por la resurrección, quiero decir.

—Efectiv... —quiso confirmar el forastero alado.

—Comprobémoslo —dijo Bowie, quitando de las manos de uno de sus vecinos una recortada (¿?) y disparando al pájaro-patata, el cual cayó al suelo hecho cisco debido a la cercanía.

Tras el disparo reinó el silencio pero, unos instantes después, desde el cuerpo ensangrentado del pájaro volvió a oírse la misma musiquita celestial y el cadáver volvió a prenderse fuego. Momentos después, el pájaro regresó con ellos.

—¡Oooh! —exclamaron todos de nuevo.

—Hay que ver lo graciosos que sois en este pueblo —recriminó el pájaro—. En fin, quería pediros un poco de ayuda.

—No digas más, te llevaremos ante nuestro rey —respondió Sir Astral, mientras señalaba a la choza más grande del pueblo.

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—Y dices que pasabas por aquí de camino a... ¿dónde decías? —preguntó el Ministro, que no se enteraba de nada— Bueno, donde sea... Y que el camino se ha vuelto peligroso y necesitas que te acompañen, ¿no es eso?

—Efectivamente, ese es el problema —respondió el fénix, contento de encontrar por fin a alguien cuerdo.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el Ministro, mientras se alisaba la túnica verde-pepino que le cubría el cuerpo.

—Me llamo Peter —respondió el aludido, luego tras una pausa repitió por soponésima vez—. Y me dirijo al Monte Volcanon, que es donde vive el dios Volcanon, protector de estas tierras.

—Y ese... Dios Volcanon del que hablas... ¿Sabe muchas cosas? —continuó el Rey, en cuya mente había empezado a forjarse una idea.

—Pero por supuesto, es el GRAN dios Volcanon —respondió Peter poniendo énfasis en la palabra "gran"—. Él lo sabe todo.

—Ministro, ha llegado la hora de retomar la búsqueda de la Princesa Elis en el punto en que la dejamos —anunció el Rey, satisfecho.

—¿Eh? Pero si ni siquiera la hemos buscado todavía —respondió el calvo, sorprendido.

—Razón de más. Vosotros —siguió el Rey, señalando a Bowie y sus amigos—, que habéis conocido a este viajero y trabado amistad con él, le acompañaréis en el camino de vuelta a casa y buscaréis a la Princesa.

—¿¡Cómo dice!? —corearon todos los presentes.

—En lugar de mandar niños, ¿no sería mejor mandar a los soldados? —preguntó Bowie— Al fin y al cabo, ellos tienen entrenamiento militar...

—Los soldados tienen que proteger la ciudad —contestó el rey—. Además, hicisteis un gran trabajo el año pasado cuando fuisteis a buscar al viejo ese...

—¡Sir Hawel! —corrigió Kazin con una mirada de reproche.

—Ese. Venga, no os pongáis así que esta vez vamos a ordeñar los fondos públicos para dotaros con todo lo que necesitaréis durante el viaje. Sir Astral, necesitaremos de vuestros sabios consejos, me temo que no podréis partir con los muchachos —explicó el rey al anciano, que ya estaba planeando en qué se gastaría su parte.

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—Así que "Ordeñar los fondos públicos"—murmuraba Bowie, que se sentía estafado, mientras caminaban todos en pos del Monte Volcanon—. ¿Será rata el tío?

—¡Eh, sin faltar! —saltó, molesto, Slade.

—Habríamos sacado más dinero si nos hubiéramos puesto a pedir delante de la parroquia —continuó Bowie, ignorando al ladrón.

—Mirad, ese poblado que veis allí es Ribble —explicó Peter, con la esperanza de que dejaran de quejarse todos de una vez, señalando un poblado que acababa de aparecer al girar una curva del camino—. Pronto llegaremos allí y podremos descansar antes de continuar.

Entraron en el poblado cansados y se dirigieron a la primera taberna que encontraron donde se apalancaron para descansar.

—Agua para todos, por favor —pidió Bowie al tabernero ya que la fortuna que le había hecho entrega el rey no daba para más.

—Aquí tienen —respondió el tabernero, poniendo los vasos ante ellos—. ¿Vienen de muy lejos? —preguntó, tras unos momentos de incómodo silencio.

—No... de un pueblo junto al mar que hay al oeste de aquí, a unas horas de camino —contestó Bowie, que no tenía muchas ganas de hablar. Sin embargo, era evidente que el tabernero esperaba más conversación a cambio del agua por el que no iba a recibir ningún pago, así que miró a su alrededor de forma disimulada para ver si veía algo que le llamara la atención sobre lo que comentar alguna tontería—. Tienen un poblado muy... bonito. Sobre todo aquel árbol enorme que hay en el parque —dijo distraídamente refiriéndose al árbol más grande que había visto en su vida.

—Bueno, ese árbol es especial. Según dicen es la entrada a unas ruinas subterráneas que guardan grandes tesoros —aseguró convencido el tabernero—. Aunque no son más que cuentos de viejas... Seguro que si fuera verdad, ya habrían talado ese árbol hace años —dijo con más convencimiento todavía—. Si queréis saber algo más sobre eso, podéis ir a preguntar al viejo que vive cerca del árbol... Se llama Godofredo.

—Vaya, gracias, iremos ahora mismo —agradeció el rubio, haciendo una señal al resto del grupo para que le siguieran a la casa que le habían indicado.

—Hola, ¿es usted Godofredo? —preguntó Bowie a un viejo sentado en la puerta de la casa que había dicho el tabernero, que estaba leyendo un libro voluminoso.

—En efecto, e'e 'oy yo —respondió el interpelado, que parecía tener algunos problemas de dicción.

—Ya veo... ¿Y sabe usted lo que dicen de ese árbol que tiene al lado de su casa? —probó suerte el rubio.

—'í, que hay una' ruina' con te'oro'... Pero no 'on má' que tontería' —negó categóricamente el anciano—. Debajo del árbol no hay nada.

—No le importará si echamos un vistazo, ¿verdad? —quiso confirmar Bowie.

—No, no. 'i ya le he dicho que no hay nada de nada... —replicó el anciano, volviendo a su lectura.

—Por cierto, ¿qué lee? —preguntó Sarah, que no podía resistir la curiosidad.

—E' una novela ro'a... —comenzó el anciano.

—Ah, las novelas rosas eran lo que más le gustaba a Sir Hawel... —dijo Kazin, tras un suspiro.

—Cuenta la' aventura' y de'ventura' de un 'acerdote de Volcanon y una 'acerdoti'a de Mitula que 'e enamoran perdidamente... —continuó el viejo para placer de la joven de pelo azul— Y luego de'cubren que 'on hermano'... gemelo'.

—Oh, vaya... —respondió la joven, apenada pero satisfecha.

—Bueno chicos —llamó Bowie a sus amigos, mientras se dirigía hacia el árbol y empezaba a arremangarse los brazos—. A ver si encontramos la entrada a las ruinas antes de cenar.

—Pero, ¿no nos acaban de decir dos habitantes del pueblo que debajo del árbol no hay nada? —preguntó Jaha.

—Qué poco mundo tienes, Jaha —contestó el rubio mientras se acercaba al tronco del árbol y empezaba a buscar—. Todos los árboles que hay cerca del pueblo son exactamente iguales menos éste, que además es gigantesco. Eso es prueba suficiente de que aquí debajo hay algo.

—Mmm, mirad esto —llamó Slade a los demás, tras media hora de búsqueda—. Parece un agujero en el que se pueda poner algo.

—Sí... Es verdad —dijo el prota, meditabundo—. Tiene forma de cuadrado... Habrá que meter algo ahí, supongo. Pero no parece una llave.

—¿Metemos una piedra? —preguntó Chester.

—No, Chester —negó Sarah—. Hace un rato he visto algo que nos podría servir —continuó, mientras se acercaba de nuevo al amable anciano—. Por favor, señor Godofredo, ¿podría dejarme un momento su libro?

—Claro que 'í, jovencita —respondió el anciano—. Cuidado con él, que e' muy delicado.

—No se preocupe, señor, se lo devolveremos enseguida —dijo la chica con una sonrisa mientras volvía a donde estaban sus amigos.

Sarah se acercó al agujero del árbol e intentó colocar el libro en el agujero pero no encajaba por muy poquito. Al ver que estaba casi dentro, Jaha soltó un fuerte puñetazo que destrozó el libro, pero que hizo sonar un fuerte crujido en el interior del árbol. Al momento, una puerta se abrió en el tronco a través de la cual se veían unas escaleras que bajaban.

—¡Caracole'! —exclamó el viejo que parecía no importarle lo que le había pasado al libro, teniendo en cuenta lo que acababa de pasar—. ¿Qué o' parece? Re'ulta que 'í hay algo bajo el 'uelo de'pué' de todo.

—Bajemos a explorar enseguida —propuso Slade frotándose las manos, como siempre hacía ante la expectativa de conseguir un tesoro, mientras empezaba a bajar las escaleras seguido por el resto.

—Id vosotros, que a mí no me interesa un lugar que seguramente esté sucio, sea oscuro y apeste a humedad —declaró Peter, aunque todos habían bajado ya.

—Es un sótano sucio, oscuro y húmedo —enumeró Chester, poco acostumbrado a sitios como ese, nada más llegar abajo.

—Y vacío... No parece haber nada de valor —dijo Slade después de hacer una rápida evaluación del lugar—. No, ¡espera! ¡Allí al fondo hay un cofre! —gritó poco antes de abalanzarse sobre el objeto, con las manos temblorosas por la emoción.

Tras una hora de esfuerzo y tres ganzúas rotas, la rata consiguió abrir la cerradura.

—¡Tanto esfuerzo para nada! —dijo, muy decepcionado, mientras el resto se acercaba con curiosidad— Sólo hay una mugrienta espada oxidada.

—De esto no podremos sacar ni para pagar unos vasos de agua —confirmó Sarah, que también estaba decepcionada.

—«No lo entiendo... Aquí debería haber algo importante. No puede ser que se hayan molestado en diseñar estas ruinas para nada. ¿Habrá que venir aquí en otro momento de la historia?» —pensaba el protagonista, mientras el grupo empezaba a salir a por un poco de aire fresco— «La guardaré de momento... De todos modos seguro que hago más daño con ella que con la mierda que tengo en la funda...»

—Bueno, ¿habéi' encontrado algo intere'ante allí abajo? —inquirió el anciano, una vez que salieron de las ruinas.

—La verdad es que nada que nos interese mucho... De hecho, lo único que hemos encontrado allí abajo es esto —respondió Bowie, mostrando al viejo la espada oxidada.

—¡Dio' mío! —exclamó Godofredo que, o bien parecía haber reconocido la espada o bien no se creía que alguien se molestara en cavar tanto para tan poca cosa— 'i e' la legendaria e'pada de Aquile'.

—¿Está seguro? —quiso saber Slade, que de pronto veía una oportunidad de conseguir beneficios.

—'egún cuentan, e'ta e'pada e' la única manera de derrotar a Taro' el guardián de la Caravana de lo' Antiguo' —contestó el viejo con solemnidad.

—Y esa caravana de la que habla... ¿Tiene mucho valor? —continuó la rata con el interrogatorio.

—'upongo, 'iempre 'e ha dicho que lo' Antiguo' hicieron maravilla' —confirmó el viejo—. Pero el lugar donde 'e encuentra no lo 'abe nadie... 'e habla de un antiguo templo, hacia el 'ur...

—Quizá podamos encontrar algo de información cuando lleguemos al Monte Volcanon —aventuró Peter.

—Sí, claro, claro... Esteeee... Muchas gracias por su ayuda, buen hombre —dijo finalmente el prota—. Ahora nos iremos a la posada a pasar la noche, que mañana nos espera otro largo día de caminata. Que vaya bien —se despidió, dirigiéndose, como había dicho, a la posada, seguido por los demás.

—Qué despedida más fría —le dijo Sarah por lo bajo mientras se alejaban a paso rápido, mirando de tanto en tanto por encima del hombro.

—Lo sé, pero hay que alejarse antes de que recuerde lo que le hemos hecho al libro... —respondió el líder del grupo.

Comentarios:

Bueno, si conocéis el juego habréis visto que he cambiado un poco las cosas... pero eso es lo divertido, ¿no? Espero que no tengáis personaje preferidos porque algunos lo van a pasar mal... muy mal xD

Contestando reviews:

Ayumi Warui: ohayo! Sí, después de que me lo comentaras me di cuenta de que esa parte necesitaba un toquecito. Con lo de Jaha me has pillado xD Se me coló cuando lo estaba pasando a limpio xD No creas que eres la única a la que desconcierta ese 25... Yo tampoco sé lo que es xD ¿Será que me espían? Weno, veamos que número me sale ésta vez xD Muchas gracias por leer mi fic, espero que te haga sonreír :-)

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