El estridente sonido me despierta, y gruño; una vez más, he olvidado de apagar mi despertador. Con desolación, me percato de que sólo son las nueve de la mañana. De todos modos, no tengo sueño. No he dormido de toda la noche, porque he estado pensado todo ese rato en ti.

Desayuno rápidamente, y salgo tomar algo de aire afuera. Hoy es un día especial, hace exactamente un año. Mis pasos me dirigen hacia la floristería de los Yamanaka. ¿A lo mejor es porque me estás intentando decir que quieres flores? Y como siempre, te obedezco. Abro la puerta e Ino no tarda en llegar, sonriendo.

- ¡Hola Naruto!

- Hola, Ino.

- ¿Te puedo ayudar?

Encojo los hombros y merodeo un poco en esa verdadera caverna de Alí Baba, repleta de flores que, algunas, jamás había visto, ni siquiera en foto. Pero por muy bonitas que sean todas, mis ojos se paran sobre unos lirios naranjas; tus preferidas. Nunca he comprendido mucho de flores, pero sé perfectamente que para que seas feliz, son perfectas. Lo supe el día mismo en el que me confesaste tus sentimientos por mí, los pómulos algo enrojecidos por la vergüenza y sosteniendo en tus finas manos un ramo de lirios. Y el día siguiente, poco segundos antes de que te besara por primera vez, te había regalado uno, cediendo a tus encantos de princesa, por el cual te habías enamorado a primera vista.

Formulo mi demanda a Ino, y no tarda a coger las más bonitas, atónita. Parece un poco avergonzada.

- ¿Es para Sakura? Me pregunta sin dejar de mirar al ramo que está confeccionando.

- Sí.

Veo las comisuras de sus labios curvarse débilmente, y me da las flores. Me pongo a buscar en mis bolsillos mi monedero, cuando deposita su mano sobre mi hombro. "Regalo de la casa. Salúdala también de mi parte¿vale?"

Finalmente, salgo de la tienda sonriéndole, tu regalo en mano. Deambulo en las calles hacia ti, sólo para estar un rato contigo a solas.

Entonces me pongo a pensar en el día en el que te conocí. ¿Quién podía haberse imaginado que iba a ser el flechazo? A partir de ese día, sólo tenía ojos para ti, casi vivía únicamente para ti. Y , sólo le veías a él. Pero no me importaba. Mientras estuvieses cerca de mí…

Y un día, me hiciste probar la felicidad, a tu universo, mundo colorado, mágico e infantil, como . Tu voz, tu risa, hasta tu forma de gritarme encima me gustaba. Y esa atracción más que desmesurada nunca paró de crecer.

El viento canta una dulce melodía y se pierde entre los espesos follajes de los robles, escondiendo el sol entre sus ramos. Algunos rayos consiguen a escapar de esa prisión vegetal, acabando cayéndose sobre el suelo, algunos incluso sobre mi piel. Me siento un poco extranjero entre este decorado magnífico. Ansioso y solo. Porque aunque intento acercarme de ti, cada paso, cada día hacen que me alejo considerablemente. Pero sé, que a fuerza de alejamiento, finalmente, todo volverá a ser como antes, tan unidos como el primer día. Sólo y yo. ¿Paradoja? Sin ninguna duda.

Paso delante de nuestro lugar de cita habitual, pero continuo de avanzar. No hay tiempo, tengo que verte, lo más rápido posible. Cada vez aprieto un poco más mis dedos alrededor de los lirios, pero los desaprieto, consciente que puedo romperlos.

Llego delante de la entrada y me paro. ¿Será una buena idea, finalmente, venir a visitarte? Sé pertinazmente que si lo hago, ideas mezquinas vendrán llenar mi espíritu. Qué más da, me arriesgo. Porque amarte no puede tener sólo puntos positivos.

Abro el pórtico y avanzo, hasta llegar delante de tu cara sonriente, como siempre. Sonríes, sin cesar, hasta los días de lluvias, y eso, desde un año hoy. Lagrimas pícaras se escapan, se escuren, y terminan su carera no sé dónde. Te miro, fascinado por tu belleza yerta.

- Siempre me ha encantado esa foto.

Me acuclillo y deposito delicadamente el ramo sobre tu tumba.