Disclaimer: Para nada me pertenecen este par de fabulosas personas, ni sus familiares… Bueno excepto a Sean y Allegra… Mejor lean. ¡Besos!
Dedicado a Coop. ¡Feliz Cumple con un mes de retraso! Te dije que te lo tendría listo. ¡Te quiero, friend!
Pasta
Sí, efectivamente. Hermione Granger era buena en muchísimas cosas, pero la cocina no era precisamente su fuerte… Pero la excepción hace la regla, y Hermione Granger cocinando pasta era bastante mejor que en Aritmancia. Y eso era decir mucho.
Sólo había dos cosas de Hermione Granger que hacían que a Harry Potter se rindiera a sus pies: su blanca, profunda y franca sonrisa y la deliciosa Pasta Alfredo que preparaba…
Bueno, eso era lo que él creía, hasta que por algo que él desconocía, Hermione comenzó a actuar de una manera extraña, como si no fuera ella.
Además, a Harry Potter le gustaban los retos y los misterios…
…Y justo ese era el día preciso en que iba a conocer tales secretos de su mejor amiga.
Todo por una apuesta. El mejor amigo de ambos, Ron Weasley jugaba por fin en los Chuddley Cannons como guardián después de haber pasado por varios equipos de quidditch en Inglaterra. Y fue el día de su estreno como el guardián del equipo que iba quinto en la liga, cuando sus mejores amigos decidieron apostar.
-Flashback-
-A que a Ron le van a meter unos siete goles- murmuró Harry más para sí mismo que para su mejor amiga.
-No le van a meter ningún gol- le respondió Hermione- ni uno solo.
-¿Quieres apostar?- contestó Harry desafiante.
-Lo que tú quieras- dijo Hermione sin dejar de mirar el campo de quidditch.
-¿Lo que yo quiera?- preguntó Harry y Hermione asintió- Bien, si tú ganas, yo te invito a cenar a La Trattoria. Si yo gano- hizo una pausa- Estás a tiempo de arrepentirte.
Luna Lovegood, Ginny Weasley y Sean Wickham, novia, hermana y cuñado respectivamente del jugador, estaban expectantes a la apuesta que harían los mejores amigos del mismo.
-No me arrepiento, puedo apostar lo que quieras, Potter- susurró Hermione sonriendo.
-Mmmm, más te vale que no te retractes, Hermione Granger… Si yo gano, me enseñarás a hacer tu Pasta Alfredo.
Hermione dejó de ver el campo de quidditch para mirar escandalizada a Harry.
-¡Eso sí que no, Harry!- contestó la castaña quitándose los enormes lentes de sol que llevaba esa mañana- ¿Sabes lo que haría mi abuela si se enterara que te di la receta?
-A tu abuela le caigo bien- respondió Harry sencillamente- además ya lo apostaste.
-Está bien- Hermione volvió a su mirada desafiante- yo sí confío en Ron.
-Yo soy realista, Herms- finalizó Harry
Justo en ese momento, el silbatazo de inició hizo que ambos centraran su vista en el partido de quidditch que acababa de iniciar.
-Fin Flashback-
Y sí, efectivamente, aunque los Chuddley Cannons ganaron el partido, el realismo de Harry le ganó a la confianza de Hermione.
Los Chuddley Cannons ganaron 250 a 70.
Y ese viernes como cada uno en los últimos siete años (desde que habían salido de la escuela), Harry llegó a casa de Hermione. Sólo que un par de horas antes.
Harry tocó el timbre del departamento de su mejor amiga y ésta le abrió.
-Hola Herms- dijo Harry sonriente en la puerta.
-Hola Harry- dijo Hermione pesadamente y volviéndose sobre sus pies.
-Sí, Hermione, yo también estoy muy bien, gracias por el abrazo y por el beso en la mejilla.
Fue ése el momento en el que Harry la contempló. Vestía un sencillo pantalón de mezclilla. Unos bonitos zapatos blancos… Y una blusa sin tirantes, de rayas rojas con blanco, estrecha, muy estrecha. Hermione no tenía ni idea de lo que esa blusa tan estrecha estaba provocando en Harry…
-¿De verdad quieres que lo haga?- preguntó Hermione entrecerrando sus mieles ojos.
-Sí, digo, soy tu mejor amigo. Por lo menos salúdame como es debido- contestó Harry.
-Me refiero a la pasta de mi abuela, Harry- respondió la castaña.
-Herms, las apuestas son sagradas. Tienes que cumplirla. Si no lo haces, harías que- Harry pensó un momento- los dioses de los juegos casi ilegales y poco productivos se enojaran con nosotros… Y eso no es bueno. Suelen ser muy malos con los que no cumplen lo que apuestan, y no queremos que te pase nada malo¿verdad?
-Harry, eres imposible- y por toda respuesta, Hermione lo abrazó y le dio un sonoro beso en la mejilla.
-Por eso me adoras- le contestó el ojiverde. Y le respondió el abrazo.
La cocina de Hermione era el lugar más pulcro de su amplio departamento. Las paredes, los azulejos, el piso y los electrodomésticos eran blancos. Todo lo demás era de madera oscura. Aunque sonara extraño, se sentía un lugar bastante acogedor, más que nada, por el contraste que existía con el resto del lugar, que era casi todo en sepias y marrones.
-Ron y Luna van a llegar a las siete y media, y Sean y Gin como a las ocho. Gin tiene cirugía.- Le informó Hermione mirando el reloj. Eran las seis.
-Bien¿qué lleva mi pasta?- preguntó Harry.
Hermione comenzó a sacar de diferentes lugares brillantes sartenes de aluminio, especias, crema, mantequilla, bolsitas de pasta, en fin, todo lo que iba a utilizar.
-Sólo quiero que recuerdes que lo hago contra mi voluntad y que a Allegra Trovatelli, viuda de Jack Granger, no le va a gustar para nada la idea- repuso Hermione.
Y sí, era verdad. Desde que salieron de Hogwarts, Harry y Ron comenzaron a convivir con los Granger, y a decir verdad, les había gustado. Más que nada por Allegra, la abuela paterna de Hermione, quien era una fanática de Harry Potter desde que su nieta le contaba todas sus aventuras en el colegio, y que para colmo de Hermione, se llevaba MUY bien con Ron. Además que preparaba la mejor Pasta Alfredo que había probado en su vida, y su nieta, no la hacía para nada mal.
-Allegra Trovatelli, sabe también quién es mi persona favorita… Y tú sabes quién es su persona favorita- dijo Harry con una sonrisa.
-Reafirmo lo antes dicho, Harry. Eres imposible- le respondió Hermione poniendo los ojos en blanco.- ¿Empezamos?
-Cuando tú quieras, Herms- contestó un Harry muy sonriente.
-Bien, primero- le dijo Hermione mostrándole una cazuela- pones la mantequilla, una cucharadita de aceite de oliva y un vaso de nata…
-¿No es crema?- preguntó Harry curioso viendo como Hermione mezclaba los ingredientes.
-No, Harry es nata.- dijo Hermione algo fastidiada, a lo que Harry mantuvo las ganas de carcajearse- Mantenla sólo un minuto aquí en el fuego, mientras voy a poner a hervir la pasta.
Harry no supo en qué momento Hermione había puesto a hervir el agua, pero al lado de su cazuela con nata, mantequilla y aceite de oliva, había una olla algo grande con unas especias y algo que parecía cebolla. La muchacha colocó una pasta gruesa y alargada delicadamente dentro del recipiente.
-¿Y eso es…?- preguntó Harry, queriendo que a Hermione no se le olvidara decirle ningún detalle.
-¿Agua hirviendo?- cuestionó Hermione irónica.
-No, señorita Granger, no me conteste con preguntas- dijo Harry moviendo el dedo índice en forma negativa- ¿qué le pusiste al agua hirviendo?
-Ah- respondió Hermione haciéndose la desentendida- hojas de laurel, orégano, cebolla, ajo y sal. Tagliatelle, no uses fetuccini, hace que quede muy denso y no sepa tan bien- finalizó Hermione cortante.
-Se me hace que no me quieres decir algo…- murmuró Harry en su oído y rodeando, por detrás, la cintura de la joven con su brazo. Hermione se estremeció. Harry comenzaba a confirmar sus sospechas iniciales, y eso, le gustaba.
Lo que Harry Potter sí había confirmado algunas semanas atrás era, que de Hermione, no sólo amaba la Pasta Alfredo, sino el contenido completo: las suaves manos que la preparaban, la pequeña nariz que la olía, pero sobre todo, la boca rosados que la cataba con tal deguste e ímpetu, que de verdad le daba ganas de estar cubierto de especias y crema… No, corrección, nata.
Pero de lo que Harry Potter no tenía idea, era si su mejor amiga sentía por lo menos un poquito de lo que él estaba experimentando en esos momentos… Está bien, sí tenía idea. Si no¿cuál sería la razón de su repentino alejamiento¿Por qué Hermione Granger no era la persona que él conoció¿Por qué actuaba tan extraña?
La interrogante más grande que Harry tenía, era si Hermione estaba concibiendo en esos instantes ese calor tan sugestivo, esa exaltación que hacía que se le entrecortara la respiración… Pero sobretodo, ese estremecimiento que sentía, era tan necesario para seguir viviendo… Y Harry hubiera seguido pensando, si Hermione no lo hubiera sacado de sus cavilaciones.
-Harry…- susurró Hermione tragando saliva y tratando de mantenerse en pie- apaga la nata, se va a quemar.
-La… ¡la nata!- como respuesta Harry se volteó hacia la perilla de la blanca estufa y le dio vuelta hasta apagar el fuego, eso sí, sin soltar la cintura de Hermione.
-Ha… Harry- dijo Hermione casi inaudiblemente y tartamudeando- ¿A… a dónde quieres llegar?
-¿Quieres saberlo?- preguntó Harry siguiendo el juego de los murmullos.
-Sí- respondió Hermione en un tono muy bajo, pero decidido.
-Hasta donde tú quieras- finalizó Harry tomando con su mano libre la mejilla de Hermione.
Los ámbares encontraron cierto par de esmeraldas y siguieron contemplándose por varios minutos, como tratando de descifrar el misterio que ambos guardaban. Fue Harry quien rompió con el sosiego.
-Hermione,- se acercó a su oído- apaga la pasta.
Hermione fue ahora la que no se inmutó. Al parecer había recobrado su confianza habitual, aquélla que solo recuperaba cuando se sentía segura… Y en esos momentos se veía bastante segura. Así que sólo se limitó a sonreírle y al ver que Harry comenzaba a temblar, confidentemente cerró la perilla.
-¿A dónde quieres llegar?- repitió una Hermione más desprendida y menos asustada.
-¿Quieres que te lo repita?- cuestionó Harry tomándola de las manos y alejándola ligeramente de él. Hermione asintió- Hasta donde tú quieras.
Se volvió a acercar a ella, y pudo distinguir que no traía ni una gota de maquillaje. Se veía preciosa, para él siempre se veía preciosa. También se dio cuenta de que traía el pendiente plateado con una "H" con brillantes, que le había regalado en su vigésimo quinto cumpleaños. Y se le veía hermoso. Todo en ella se veía hermoso.
Harry se decidió a romper la quietud y la volvió a acercar a sí. Distinguió el olor del orégano, y que al acercarse a Hermione fue imperceptible por el olor a canela que ella emanaba.
Y fue así. Como poco a poco comenzó a recorrer las suaves facciones de Hermione con el dorso de su mano. Le dio un beso en la frente. Hermione intentó no mirarlo.
-Dime por qué te has estado comportando tan extraña… Necesito saberlo- suplicó Harry con sus verdes orbes.
-Creí que ya lo sabías.- murmuró Hermione mirándolo a los ojos.
-Yo también creí saberlo…- contestó Harry juntando su frente con la de ella.- Pero si te sirve de algo, déjame decirte que amo tu Pasta Alfredo.
Hermione soltó una carcajada rompiendo la resistencia del momento y dedicándole a Harry una hermosa sonrisa.
-Aunque aparte de la pasta… Amo tus ojos, amo cada peca que tienen tus mejillas y tus hombros, y créeme que podía pasarme la vida contándolas… Amo tu forma de ser, algo neurótica, sí.- Hermione sonrió- Amo incluso cuando me reprendes, cuando me dices palabras de aliento. Seguiré amando cada instante que he pasado contigo, ya sea dándole la vuelta al lago comiendo tostadas o incluso derrotando a Voldemort. Porque hasta en esos momentos espantosos has estado a mi lado.
-Harry…- susurró Hermione recargando su cabeza en el pecho de Harry y rodeando su cuello con sus brazos.- Yo… Te amo.
-Lo sé- respondió Harry besando su cabello- de alguna manera siempre lo supe, y sé que tú también- Hermione asintió.
Hermione acarició el cuello de Harry. Lo miró pacientemente pidiendo a gritos que acortara el trecho que había entre sus labios. Harry, como siempre, entendió lo que ella quería decirle con esas candilejas doradas. Y obedeciendo su mandato desapareció esa endemoniada distancia que no les permitía fundirse.
Y se besaron. Tan tierna y entrañablemente. Como tratando de expresar con ese beso, todo el cariño, la dulzura y el amor que se habían reservado durante tanto tiempo… Y porque la vida no siempre es justa, se tuvieron que separar. Si la vida fuera tantito más ecuánime, les hubiera permitido vivir sin oxígeno. Pero no lo era.
Harry abrió los ojos antes que Hermione. Y contempló la paz que veía en su rostro. Esa paz que sólo ella sabía transmitirle. Y antes de que la joven pudiera reaccionar, Harry estaba dosificando pequeños besos en su cara.
-Te amo- murmuró Harry en el oído de Hermione arrancando un suspiro de ella.
-Y yo a ti, Harry- respondió Hermione mirándole a los ojos.- Pero sé que Ron se va a enojar mucho si no le preparas su pasta… Después de todo, ganaste la apuesta¿no?
-Sí, y creo que los dioses de los juegos casi ilegales y poco productivos, ya no son tan pocos productivos¿verdad?
-¿Quieres que te diga la verdad?- Harry asintió jalándola más hacia sí- De hecho son bastante fructíferos.
Fin
¡Muchas gracias por leer! Porfis, tomatazos, regaños o incluso felicitaciones, las acepto con muchísimo gusto en un review… pero en fin, si no lo dejas, te agradezco mucho, mucho por haber llegado hasta el final de la historia y no botarla a la mitad.
Gracias como siempre a mi Lilifer.
¡Feliz cumple Coop!
¡100 Delusional!
¡Besos!
Carlita.