Tema 2.1: Sobre Caminar o Andar.
Nunca había sido una mujer muy perezosa, desde pequeña le habían enseñado a ser trabajadora, en su infancia todas las mañana se paraba muy temprano, tomaba su desayuno a velocidad normal, mientras su madre le recogía el largo cabello esponjado en una coleta alta, en donde no había cavidad para el cabello mal acomodado o abultado, todo tenía que estar completamente estirado y los más pegado al cuero cabelludo, aunque el resto del día sufriera de un terrible dolor de cabeza, con el tiempo su cabello creció, así como ella y los peinados se hicieron más complicados, ya no era suficiente una alta coleta, llegaron las trenzas cruelmente apretadas, los chongos en exceso rígidos para que nada se saliera de su lugar. En Hogwarts también había seguido la misma rutina, sólo que sin ayuda de su madre, el cabello de una señorita siempre debía estar bien recogido, tampoco se lo podía cortar por arriba de la cintura y ningún hombre debía tocarlo. A varios años de aquellas tradiciones que pertenecían más a las tradiciones de su madre que de ella, cuando una chica podía elegir entre llevar un corte de cabello como el de un chico, Lily seguía atándose el cabello como su madre le indicó un día.
Se puso una bata azul con gatos deslavados como adorno, entraría a preparar un baño rápido, bajaría por los elementos necesarios para hacer el desayuno, lo prepararía, limpiaría la casa, si le daba tiempo iría al huerto para recolectar algunas frutas, sino prepararía la clase del día de hoy, después iría al huerto, regresaría para limpiar alguna parte de la casa; una casa siempre estaba sucia, sacaría su material hacer punto, tal vez iría a tomar el té con las damas de la región mientras practicaban su puntada, regresaría a las ocho a casa para asegurarse que James se encontraba en el lugar y preferiblemente en la cama, saldría a dar un paseo y luego se iría a más tardar a las diez a la cama, quizás a las nueve; si James se lo permitía.
La ventana de su cuarto fue golpeada por algún extraño objeto, Lily pensó que tal vez era producto de su imaginación, cuando un segundo golpe se produjo. La mujer avanzó hasta su ventana y la abrió de par en par.
—No usas gorro para dormir —el chico ladeó la cabeza como si la información lo desconcertara—, me hubiera sorprendido menos que lo usaras.
—Deberías estar con los chicos en los prados, cuidando ovejas.
James le sonrió antes de darle una palmadita a su caballo. —No sabía que los muggles aún usaran a los caballos para esto, creía que ya habían inventado esos geniales artefactos magnánimos…parecen funcionar con magia.
—¿Es eso lo que querías decirme?
—Cielos mujer, eres terrible ¿sabías? Claro que lo sabías —continuó el chico con su perorata—, pero tengo algo importante que enseñarte, ven.
El chico estaba demente, eran las cinco de la mañana, ella sólo vestía un camisón del siglo pasado, con una bata aun más horripilante que sus cortinas violetas de flores amarillas con encaje rosado. Ni por todo el oro del Congo saldría con ese demente.
—Vamos, no hay tiempo, mujer necesitamos tu ayuda —esta vez era una verdadera petición, nada de juegos.
—No estoy lista, James.
El chico puso los ojos en blanco. —Llevas puesto el vestido de mi abuela, por supuesto que estás apropiadamente vestida.
Lily se sintió aliviada de no estar nada cerca de James, así él no notaría lo tremendamente colorada que se había puesto con tan despectivo comentario. El chico le dirigió una nueva mirada de exasperación y la mujer se resigno a bajar.
En ese entonces debió darse cuenta que su rutina estaba cambiando, no se había atado el cabello en un rígido peinado, como lo desde hacía más de quince años.
—¿Estoy aquí, ahora qué? —bramó la mujer de mala gana, cruzándose de brazos al llegar a lado de James.
El caballo del chico era un precioso semental pinto de color champagne, Lily observó al animal y no pudo reprimir una sonrisa, era Dash; uno de los caballos favoritos de Míster Rockefeller, el animal era grandioso, de esos que se exhibían en las ferias; pero hasta donde sabía el caballo era demasiado temperamental, voluble y salvaje, para que alguien lo montara. Tal vez era porque era un chiquillo mimado como su jinete, después de todo entre especie se entendían.
—Algo me dice que no quiero saber la razón de esa maligna sonrisa —murmuró James extendiéndole una mano, era una invitación para montar junto a él.
—No me voy a montar en esa bestia.
James frunció el ceño, como si lo hubiera insultado a él. —Vas a lastimar los sentimientos de Dash, no la tomes en cuenta, hermano —dijo el chico palmeado al caballo que movió sus orejas—, la verdad es que está loco por ti, pero no quiere decir sus sentimientos, ya sabes cómo son las mujeres…¡ey! Manos quietas, señora.
—¿Qué quieres?
—Quieren que vayas a los campos —contestó el chico sobándose la pierna que la mujer le había golpeado—, y yo me ofrecí a llevarte —habló como si fuera todo un caballero.
—Indícame en donde están para ir.
James rodó los ojos, espoleó a Dash; Lily dio un paso hacia atrás al ver a Dash acercarse tan peligrosamente a ella, es por eso que comenzó a gritar segundos después, cuando se dio cuenta que estaba sobre el animal, con la silla de montar clavándosele en el estómago y sosteniéndose de una de las piernas de James para no caerse.
James reía como un loco maniaco, sin importarle las terribles amenazas de Lily y quien juraba por su vida que cumpliría si no paraba en ese instante a la terrible bestia, la bajaba de ella y le ofrecía disculpas. Lo que la mujer olvidaba es que James Potter no le tenía miedo a ninguna amenaza, él era el peligro en sí, James Potter hacía lo que quería, él era el poder, James Potter no le temía a ella, pues sabía que a través de todo ese amargo veneno que la consumía, existía una mujer dulce y bondadosa; claro que nunca se lo diría.
El mundo pasaba demasiado rápido para la estabilidad de su estómago, aquello que había cenado comenzaba a aglutinársele en la garganta, y el idiota barbárico de su pupilo no detenía al estúpido animal, por el contrario; él seguía espoleándolo con mayor fuerza, en cuanto se bajara y se recuperara le daría una buena tunda al mocoso. Ni siquiera se había puesto a pensar que la mano de James se encontraba en su cadera y resbalaba peligrosamente hacia su trasero, fue cuando el paseo terminó y los dos bajaron, aunque James fue el único que beso el suelo literalmente.
—Muestra mayor respeto —le regañó duramente—, puedo ser tu profesora que no es tan gruñona, pero no soy tu amiga, ni tu hermana. La próxima vez que hagas una cosa como está te costara caro ¿lo has entendido?
James dejó de sonreír, Lily no bromeaba estaba sumamente molesta por los actos de James, esa mujer se lo tomaba todo a pecho.
—Urge tu presencia, no quería combatir tu tozudez, es más rápido viajar a caballo que a pie.
—No lo vuelvas a hacer.
James puso los ojos en blanco. —Que montes a caballo conmigo no es malo, no voy a violarte ¿sabes?
Lily negó con la cabeza como si ella hablara en un idioma demasiado avanzando y James siendo un completo idiota no lo pudiera entender. El joven se levantó del suelo, dirigiéndole una mirada suspicaz.
—Creo que exageras, Lily.
Los labios de ella se fruncieron, podría hacerle competencia a Minerva McGonagall. —Eres tú quien no entiende las cosas, James.
La tensión afloró en el lugar, James sólo quería tratar a Lily como una compañera más, incluso una amiga, sin embargo ella insistía en poner la línea entre alumno y profesor, esa infranqueable barda de estatus, edad y sexo.
—¡James! Vamos a jugar —Lily soltó un gran resoplido cargado de fastidio al ver a Eileen, la primera vez que James vio un encuentro entre ellas supo que sentía el mismo aprecio la una por la otra.
—¿Qué problema tienen, James?
—Tengo que llevarla con los muchachos, nos vemos después, Eileen —se despidió el chico de la joven quien corrió hasta ellos.
—No tengo nada que hacer, así que les ayudaré.
James escuchó de Lily un sonido cargado de ironía, como si no creyera que Eileen fuera capaz de hacer algo útil. El chico ignoró a su enojada profesora y comenzó a platicar con Eileen alegremente; la chica era muy divertida, además de bonita. Era la hija única de un gran empresario que contaba con muchos viñedos, así como su propia casa para destilar. Estudiaba en la escuela superior más famosa de toda Inglaterra y pensaba estudiar administración de empresas en la Universidad de Oxford. De acuerdo con la información que Lily le proporcionó la joven estudiaba en ese momento una especie de equivalente a la escuela de Hogwarts, Universidad era la palabra empleada para los estudios que los muggles tenía después de la escuela superior; ahí se les preparaba para hacer lo que quisieran ser en la vida, James lo imaginaba como un lugar en donde se reunían diversas carreras mágicas. Y eso de administración de empresas, era saber cómo administrar los bienes que se tenía; James creía que eso podía servirle, después de todo él era el heredero de toda la fortuna Potter. Aunque según Lily esa carrera duraba cuatro años y eso le quitaría tiempo para volverse Auror; que era lo que él quería ser, además necesitaba avalar sus estudios en el mundo muggle, lo que incluía estudiar cosas como: química, física, biología, y otro fin de materias en las que él no estaba muy interesado, demasiado liado estaba con lo que llevaba.
—El día de mañana haré una reunión en mi casa en la tarde, todos ustedes están invitados. Es una velada sólo para jóvenes.
Al principio a James se le hizo un poco chocante el hecho de que mostrara una autentica aberración por Lily, pero quitando ese hecho Eileen era genial.
—Tal vez podremos asistir —murmuró James—, aquí estamos, Lily.
Pero su maestra ya se encontraba caminando hacia los hombres que llevaban a pastar las ovejas y algunas vaquillas. Claramente todos estaban impresionados de verla llegar con el cabello revuelto y ropas para dormir bastante feas, de esas que eliminan la libido de cualquiera.
—¿Acaso no te enseñaron como tratar a un dama?
James rechinó los dientes al escuchar esa voz detrás de él.
—James siempre me ha tratado como tal, no veo porque ese comentario, Ian.
Ian y Eileen guerreaban silenciosamente entre las sombras con provocaciones bastante sutiles y comentarios francamente ácidos.
—Es porque tú eres una mocosa. En tu mundo puede que las reglas sean diferentes, pero aquí se tiene sumo respeto por el cuerpo de una mujer. ¿Acaso quieres ponerla en ridículo?
James se guardó el torrente de palabras que pasaban por su cabeza, entre ellas estaba las de: "a chapado a la antigua, modernízate, no seas idiota".
Ian avanzó hasta ponerse a lado de Lily y le colocó su gabardina deshilachada encima de los hombros, ella la retiró de su cuerpo con delicadeza ignorando las protestas de Ian y de los demás, simplemente los calló con una sola frase que los puso sobre el tema a discutir. Ella tenía nervio, mucho nervio se paraba enfrente de una bola de hombres rancheros cuyas ideas eran del siglo pasado y les hacía respetarla como una igual, era su héroe; de un modo rematadamente torcido.
James se cruzó de brazos observando como Lily mantenía a todos los hombres a raya, a pesar de llevar ropas inapropiadas; terribles pero inapropiadas, ser más pequeña que todos ellos, ser más delgada, sin embargo más tozuda y ágil mentalmente. Seguro que si ella y McGonagall se conociera serían las mejores amigas, tal vez lo eran ¿Hace cuantos años que Lily había asistido a Hogwarts? No pudo evitar dedicarle a Ian una sonrisa sardónica, también quería gritarle: lo vez idiota, tus rigurosas y apestosas etiquetas son basura, ella es respetada por quien es, no por cómo va vestida. Tal vez se lo escribiría, debería hacerle un tratado: Cómo es que la mujer es respetada y no es porque sigue las idiotas tendencias de la sociedad. Prometía ser un ensayo bastante profundo.
—Se ve ridícula ¿verdad?
Eileen comprendió de inmediato que James no estaba pensando en la ropa de Lily, y sobre el comentario hecho, para él fue de pésimo gusto. La joven suspiró antes de iniciar una plática sobre algo que no incluyera a la señorita Lily Evans.
—¿A qué escuela asistes, James?
El chico abrió la boca para contestar, sin embargo recordó que la joven podría hacerle preguntas bastante peligrosas, ergo, el chico se limitó a hacer como que no le había escuchado, aquello tendría que platicarlo con Lily seriamente.
—Será mejor que vuelvas al trabajo, James y no des problemas —James hizo una mueca de desinterés y caminó hacia sus compañeros de trabajo. Eran en total cinco incluyéndolo a él, a la cabeza estaba Míster Rockefeller, quien era el que comandaba al grupo: les decía donde ir a pasar, donde descansar y todas esas cosas, también contaba historias de batallas sangrientas que se dieron por los campos de Inglaterra y en las que su familia se había visto envuelta. El ambiente ayudaba a James para dejar que su imaginación volara y podía imaginarse a los hombres metidos en esas pesadas armaduras, batallando entre el lodo, la sangre y el sudor, haciendo chocar sus espadas continuamente, mientras soñaban con un castillo, una esposa y vino.
Luego estaban los hermanos Chittenden, Ro y Ray, quienes tenían el cabello de color rubio, ojos castaños, y cuando sonreían se les hacían unos hoyuelos muy profundos, Ro tenía veinticinco años y Ray veintitrés, además tenían una hermana que se había casado con el medio tío de Miss Pikering que era…James no recordaba, pero era familia de Míster Rockefeller y era cuando se hacía la pelota porque los tres eran familia de Míster Rockefeller por parte su esposa y eran sus sobrinos de la quinta rama. Uniones demasiado
complejas para James, con ellos también iba George a secas, Ray le comento que el chico era el bastardo de Van de Castle Señor, quien era el más poderoso del pueblo, sin embargo el chiquillo vivía en la miseria, pidiendo posada aquí y allá, George tenía catorce años, era delgaducho, bajo para su edad, de cabello castaño oscuro, ojos negros y tez blanca, de quien había aprendido a leer, escribir y las matemáticas había sido de Lily; jamás le había pedido nada a cambio.
—Míster Rockefeller, manténgalo ocupado y nada de ideas sobre la guerra. Más les vale contener sus ideas sobre casas rojas, cuidado con lo dicen Ro y Ray, tampoco pienses en inmiscuirlo en tus asuntos, George.
Los cuatro hombres pusieron los ojos en blanco, James se sintió sumamente ofendido, él podía cuidarse solito.
—Mira mami —comenzó a decir James—, se que te preocupas mucho por mí, pero sabes algo, por si no lo has notado, tengo mi propia cabeza y la uso para pensar…
—Lily ¿puedo pedirte que me prestes a tu muchacho? —preguntó repentinamente Ian, ignorando el soliloquio de James—. Tengo un trabajo que lo mantendrá ocupado, hasta el momento de ir a clases.
—Irás con Ian, James.
La bestia interna despertó, James entrecerró los ojos, esa mujer sabía ganarse las venganzas a plomo, estaba a punto de protestar pero su mente evaluó la situación rápidamente, una misteriosa sonrisa coronó su faz. —Vale —contestó el chico, tranquilamente.
Lily parpadeó desconcertada, había esperado que le replicara o le armara un drama; como era su costumbre, aquella docilidad le espantaba horrores, claramente creía haber cometido un terrible error.
—¿Pasarás a ver a Sirius? —le cuestionó el joven repentinamente, Lily asintió—, podrías decirle que: lo juro solemnemente.
Lily frunció el ceño, era una especie de clave entre ellos, estarían tramando algo, James solo era suficiente para armar líos en grande, ahora que si los cuatro se veían involucrados no sabía qué clase de catástrofe podrían lograr. —¿Y si no lo hago?
James alzó la cabeza y sonrió mostrando sus blancos dientes. —Se lo diré yo mismo —aquella promesa sonaba demasiado escalofriante, Lily asintió con una mano, comenzando a alejarse de los hombres.
—¡Eh, Lily! —gritó el chico ya cuando ella se encontraba bastante lejos, la mujer se volvió sin darse cuenta de que su cabello se desparramaba hacia un lado, dándole un aspecto bastante desordenado, como si se hubiese ido a revolcar en algún sitio—, ¿Conoces el significado de la palabra merodeador?
La pelirroja bufó, todo el mundo sabía lo que eso significaba, esta vez las palabras de James se le hacían con confusas que comenzó a dudar de la salud mental de su alumno.
—Es un tipo que ronda por todos los lugares, sin nada que hacer.
James soltó una carcajada echando la cabeza hacia atrás. —Yo te enseñare su significado —susurró el chico, antes de avanzar hacia Ian quien lo miraba de mala gana. James le dedicó una sonrisa traviesa a Ian.
OOOhhh sí, les enseñaría el significado de merodeador.
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—Bala, bala cabrita, camina y canta que al monte iremos, la, la, la —cantaba el chico—, al monte de olalá, en donde jugaremos entre nubes de azúcar, hacia donde nuestros sueños se harán realidad. Bala, bala…
—¡Repites la canción y te ahogo en el pesebre! —gruñó Sirius fuera de sí.
Peter farfulló un par de cosas, por suerte Sirius no le alcanzó a oír, el chico pensaba que su amigo tenía un temperamento muy voluble, hacía unos cuantos minutos atrás había estado muy alegre y enloquecidamente interesado sobre las acciones a llevar a cabo en un lugar tan rustico como ese.
Sirius salió de la construcción que resguardaba a los becerros, la actitud de Peter le ponía los nervios de punta, parecía una campesina enamorada cantándole a su amado, para colmo de males en un pésimo tono, el joven suspiró y se apresuró a llegar con Rob.
El hombre acomodaba unos pesados costales de trigo, se secó el sudor de la frente con una franela de color purpura. Rob le vio llegar a través de la tela, silbó y hecho la espalda hacia atrás. —Has llegado en el momento justo, muchacho, échame una mano llevando estos costales al camión. —Golpeó dos pilas de diez costales cada uno.
El granero no era muy grande, era una construcción bastante vieja, la madera crujía del peso de los años, el viento que se colaba por ahí hacia un sonido dando a entender que con un poco más de fuerza aquello se derrumbaría. Sirius tomó el primer costal y se lo acomodó en la espalda como Rob le había enseñado, si continuaba con esa rutina, no necesitaría hacer mucho ejercicio en Hogwarts, estaría en una excelente condición física. Salió del granero, buscando con la vista la camioneta, la encontró a unas cuatro yardas. Soltó el bulto sobre el lugar de forma brusca, haciendo bambolear todo el cacharro de metal pintado de café ya bastante descarapelado. Repitió el ritual varias veces, Rob se alejó de ahí con la promesa de que al termino del trabajo en el granero y un poco de limpieza en el restaurante de su posada, el chico tendría dos grandes tarros de cerveza muy fría.
Sirius estaba a punto de cargar el último costal, cuando la voz de su profesora le interrumpió.
—Cuando termines de barrer el Fireaye vuelve a casa, tienen lección, no te tardes mucho.
Sirius resopló de mala gana. —¿Ni siquiera podré darme un baño?
Ella torció los labios, se caían mal, era diferente a la aversión que existió en un principio entre James y ella, puesto que éste sentía una incomodidad por sus reglas, además de su forma de ser. Sirius Black parecía tener animosidad hacia su persona en general, nada que hiciera la parecía bien. Tal vez pensaba que controlaba en exceso a James, bueno no era la impresión de Sirius, así sucedía y no tenía derecho a interponerse o reprocharle por ello.
—Si te apuras, por supuesto —acotó girando sobre sus talones.
—Oye, no me gusta ir todo sudado a mis clases, además no creo que te sea cómodo.
Ella rió de forma irritante. —Convivo todo el tiempo con campesinos cuya higiene no toman mucho en cuenta, aquí se preocupan de cosas más importantes; verás una imagen glamurosa no les da de comer o recoge los frutos de la tierra.
La nariz del chico se frunció, como un perro preparándose para gruñir ante el peligro o la cosa que le es hostil.
—Pues quizás a ellos no les importe, pero a mí, sí —bramó, a Lily se le figuró el primer ladrido en forma de ataque.
—No me grites. —Ella no alzo un sólo decibel su voz, pero la entonación fue firme y demandante, se parecía mucho a la actitud de McGonagall, pero su profesora de transformaciones era más agradable—. Sólo vine a decirte que tienes el tiempo contado, no te agradará en lo absoluto faltar a mis lecciones.
El chico resopló. —Como si enseñaras algo interesante.
Ella parpadeó confundida varias veces, tal vez no había entendido las palabras de su alumno. —¿Qué?
—Mira, a James se le complicará todo esto, pero a mí no. A decir verdad tus clases son tan aburridas como las Binns. —Sirius cayó en la cuenta de que probablemente ella no conociera a su profesor fantasma—. ¿Le conoces? ¿O eso sucedió años después de ti?
Las mejillas de Lily se incendiaron por la furia. —Si no llegas a tiempo estarás castigado, y será algo muy desagradable. —Ella dio media vuelta con los brazos estirados por completo a lado de sus costados y los puños firmemente cerrados, dio un paso y se volvió—. James dijo algo de: lo juro solemnemente, no sé, merodeador, tú le entenderás. —Con eso último siguió su camino.
Sirius se cruzó de brazos, recargándose en el dintel de la puerta, tenía su vanidad la mujer, por muy desarreglada que le gustara andar, sonrió con malicia. Sus pensamientos malignos se intensificaron al recordar las últimas palabras de la mujer, ya era hora de que el cuatro ojos despertara, los merodeadores había llegado para sacudir los cimientos de Bowsden.
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Remus golpeó a Sirius con el libro suavemente, el chico le hizo una mueca desagradable, volviendo su atención a la libreta muggle y escribiendo aquello que el licántropo le susurraba.
—Mira, Moony, se que a ti te gusta esto de estar con una tía similar a la bibliotecaria de Hogwarts. —Un escalofrió recorrió el cuerpo de Sirius, o al menos fingió sentirlo—. En ese aspecto tienes un pésimo gusto, pero ya sabes que a mí, no, y es molesta, no puedes negarme en ningún sentido eso.
Remus puso los ojos en blanco. —Me cae muy bien —sentenció el joven, esperando algún especie de drama por parte de Sirius, no tuvo que esperar para ver sus ojos de cachorro abandonado—, le tienes inquina porque James le hace caso, además parece ser feliz con ello.
Parecía que al chico le habían dado dos grandes bofetadas y escupido sobre su motocicleta.
El muchacho de cabello castaño sonrió. —Tiene una forma magnífica de tratar con la gente, al menos puede medio controlar a Prongs, sin ser un ogro y cualquier persona que lo logre de ese modo, se gana mi respeto. Agregaría también su personalidad, así como su intelecto.
Sirius pateó al joven por debajo de la mesa en la que trabajaban. —No me digas chorradas, licántropo.
Remus le dirigió una mirada severa, Sirius se encogió de hombros continuando con el supuesto ensayo que debían entregar entre los dos. Remus negó con la cabeza, se levantó de su lugar para sentarse a lado de la profesora, quien leía un libro tan grueso; como si de dos biblias se tratasen.
—Tengo unas preguntas. —Ella le sonrió, ambos había notado esa conexión desde el inicio, ya sabes de esas personas a quienes conoces y de inmediato sabes que te llevarás de maravilla con ella. Independientemente de ello, Remus había platicado con ella varias veces, su conocimiento era tan amplio como el mar mismo, aunque desconocía algunos temas referentes al mundo mágico; tenía un sentido del humor agradable, a veces rozando la ironía, eso sí, no tenía ni jota idea sobre los gustos actuales de los adolescente en cuanto a moda, música o cosas similares, vivía en un eterno viejo mundo, aun demasiado viejo para la edad que pudiera tener.
James recargó su espalda en el respaldo de la silla, Sirius escribía en el cuaderno mientras con el pie izquierdo seguía el ritmo de una canción que tarareaba mentalmente, Peter se encontraba muy emocionado detallando algunas partes del ensayo a entregarle a Lily. Su profesora estaba enfrascada en una de esas conversaciones en las que se envolvía en su propio mundo, porque había momentos mientras les enseñaba historia muggle, en donde
parecía estar viviendo la escena, recreándola para ella misma, como si evadiera la realidad. James no sabía si estar molesto por ello o no, es decir la forma de platicarte un suceso de antaño era fascinante, su voz recorría los diferentes matices, las expresiones de su rostro te atrapaban, sus movimientos te invitaba a recorrer la historia y cuando se detenía un poco, tú te encontrabas al borde de la silla queriendo saber más y culpándote por no haber leído más la noche anterior; pero seguía siendo ella en su mundo, seguía hablando sólo para ella.
Remus rió y los ojos de ella se iluminaron, sí podía verlo, podía sentirlo; Remus era su alumno favorito, no sólo porque pillaba las cosas con una rapidez pasmosa, sino por sus excelentes ensayos, su fervor por saber más y con el agrado de las mentes que han leído demasiado, teniendo la oportunidad para poder contrastar diversas ideas.
Bueno, ciertamente a James no le importaba.
La puerta principal de la casa se abrió dando un tremendo portazo, James sonrió socarronamente, apostaba su escoba a que era Ian, quien venía a despotricar en su contra armando un terrible jaleó.
Lily se levantó de su lugar, dejando su libro sobre el sillón en donde estaba, se sacudió la ropa quitando cualquier arruga en esta. Avanzó a la puerta que conectaba el estudio con el pasillo cuando esta se abrió con el mismo estruendo que la primera.
No era Ian, sino una señora vestida de forma en exceso recatada, sus vestidos daban la impresión de no contener ni una sola arruga, tenía una cara larga, una nariz muy ancha, expresión adusta y ojos flemáticos, todo eso enmarcado por un gran sobrero demasiado adornado con plumas y flores horripilantes. James recordó vagamente a la señora que hacía unos días le había mirado con desprecio antes de salir de la casa de su profesora.
Tras de ese esperpento muy añejado y amargado, salió una mujer rechoncha con un vestido de color violeta algo remendado, zapatos cuadrados, y medias de color rosa pardo. Su rostro se encontraba teñido de un encendido rosa, no se sabía si por el esfuerzo de haber caminado, quizás corrido o era por la ira contenida; sus ojos eran de color castaño opaco, poseía una frente muy ancha y marcada, tenía el labio de abajo más grueso que el de arriba, por algún raro motivo, James se acordó de Tina, la vaca más gorda y fea de Rob.
—Buenas tardes, Señora Van de Castle, Miss Pickering —saludo Lily tranquilamente.
La Señora Van de Castle hizo un ruido cargado de ironía. —¿Desde cuándo permites que tu estatus baje?
Incluso Sirius sintió que la quijada se le caía al suelo por semejante ofensa injustificada.
—¿Disculpe? —exclamó sorprendida la aludida.
Miss Pickering salió detrás de la Señora, inflando el pecho, colocando sus puños en sus caderas. —Resguardas a vándalos en tu casa. —O el agravio era para los chicos, James sonrió maliciosamente.
—Cuide su lenguaje Miss Pickering, no querrá pecar por levantar falsos testimonios.
Sirius puso los ojos en blanco, como si a esa vieja gallina le importara irrumpir con las reglas de un supuesto dios, naturalmente, esa no creía en nada.
—¡Me han robado! —chilló la mujer.
Un silencio acaeció en el lugar. —¿Y?
—¡Fueron ellos!
Remus hizo un sonido declarando lo hilarante e idiota del comentario.
Lily iba a replicar, cuando alguien más entró al lugar, por supuesto, Míster Ian tenía que hacer su magnánima entrada, James rodó los ojos. Ignoró a las mujeres y fue directamente hacia él. Tras sus lentes, le miraba con un brillo travieso, retándole a hacerle algo.
—Esto es serio, Lily, así que me lo llevaré a la comisaría. ¡Levántate!
James miró hacia los lados, como si no fuera el único sentado en aquel lugar, observó el techo, para finalmente volver a sonreír.
—No estamos jugando. —Ian alargó su mano hacia el brazo del joven.
Lily se plantó en medio de Ian y James. —¡¡Esto es ridículo!! Aléjate de él, Ian ¡o de cualquiera de mis muchachos!
Sirius sintió cierta simpatía por su profesora, había sonado tan monísima.
—Podrán ser forasteros, pero nadie escapa de la justicia, señorita Evans. —Esta vez quien había hablado, era la Señora Van de Castle.
—Las pruebas —replicó—. Debe haber pruebas de que alguno de ellos, lo hizo.
La Señora Van de Castle miró furtivamente a Miss Pickering, quien dio unos cuantos pasos hacia atrás, jugueteó con sus manos. —Son los únicos sospechosos.
Incluso Peter supo que el argumento caía por debajo de los límites de lo estúpido.
Lily puso los ojos en blanco. —¿A qué se debe semejante brillante deducción?
—¿Crees acaso que entre nosotros hay rateros? —exclamó Miss Pickering, con un tono indignado.
Lily rió. —Tal vez no se los robaron, sólo se perdieron, debería buscar mejor entre sus cosas…
—¡Insolente! —bramó Miss Pickering, como si se estuviera dirigiendo a una niña de tres años—. Eres tú quien ardera en el infierno, mi palabra es suficiente ¿acaso crees que mentiría?
No podían enjuiciar a nadie sólo por la palabra de una mujer como Miss Pickering, quien tenía la manía de tergiversar las cosas, los de la comisaría lo sabía muy bien. Sin embargo, sería una lata ir hasta allá para aclarar el asunto.
—Aléjate de Remus, Ian —proclamó Lily firmemente. La mujer le dedicó al hombre una fría mirada, el licántropo se levantó de su asiento apresurándose a colocarse atrás de Peter, quien estaba a lado de la silla donde James descansaba indiferente a todo aquel ajetreo—. No se llevaran a mis estudiantes, sólo porque usted cree que alguien le ha robado, Miss Pickering. Si no hay pruebas, no voy a permitir que los toquen, el simple hecho de señalarlos únicamente porque son forasteros, es un agravio terrible y no lo voy a consentir.
Por la puerta entraron Rob e Isobel estrepitosamente. —Nos acabamos de enterar —dijo Rob tratando de recuperar el aliento, llevándose una mano al pecho—, no puede creer ni una sola palabra, Lady Ellionore.
—Han estado trabajando con los muchachos y nosotros, luego vinieron directamente a la casa de Lily, yo los vi —exclamó Isobel.
—¡Eso es una mentira! Los están encubriendo, yo lo vi a…a él. —Miss Pickering apuntó a Sirius con su dedo.
—¿Eso es suficiente? —preguntó Ian.
—¡Imposible! —gritó Lily llena de rabia—. Sirius sería incapaz.
Ian alzó una ceja lleno de incredulidad. —Entonces no hay problema si lo llevamos a la comisaría.
Lily rodó los ojos. —De ninguna manera voy a permitir, que saques a ninguno de ellos de aquí Ian.
El hombre bufó, sin mas estiró una mano para tomar a Sirius por un brazo, antes de alcanzarlo Lily le detuvo. Sirius captó la mirada de Lily y se fue a reunir con sus amigos, Ian forcejeó con Lily intentando que entendiera la situación, mas la mujer se mantuvo firme en su posición.
Sirius parpadeó varias veces al ver a su profesora plantarse delante de él—. Primero tendrás que pasar sobre de mí.
Ian frunció el ceño ante la férrea posición de Lily. —Por favor, no me obligues…
—¿A qué? —bramó Lily—, se los advierto, NO les tocarán.
Ian intentó hacer a un lado a Lily, pero esta no se dejo, hubo un forcejeo entre los dos antes de que la mano pesada de la pelirroja cayera con toda su fuerza sobre la mejilla de Ian, el rostro del hombre sufrió de un doloroso revés. El hombre gruñó con exasperación.
—Iremos a la comisaría entonces —farfulló.
—Vayan entonces —sentenció Lily, señalando la puerta.
Ian le lanzó una última mirada a Lily, pero esta no se doblegó por el contrario se irguió nuevamente. Él negó con la cabeza y se topó con la mirada altiva y socarrona de James, el chico estaba sentado con un aire de tranquilidad absoluta, al tiempo que exudaba una posición de arrogancia y superioridad, como de costumbre le dedicó una mirada de desdén, pero James le sonrió con una enorme malicia.
Las confesiones de Kirsche
¡Alá! Es ENORME, con un crj que hace años que no podía terminar el bendito capítulo, me costó muuucho, no es nada fascinante y si no recibo reviews me lo tengo MUY bien merecido, por descuidar tanto esta historia. Pues bien, será el último capítulo meme, eso se los puedo prometer, de aquí en adelante: agárrense mis muchachos, que la verdadera historia, comienza (muajaja).
Por otro lado, sé que quieren explicaciones, no es que no haya hecho nada estos meses, sucede que tengo otras actividades, y en realidad he publicado varios drabbles, no en ff . net, pero si quieren enterarse del chisme, vayan a mi profile y ya sabrán.
Reviews: Wynn.91, Biakita Black, Xaphania17, Annie Parker, Mi-x-LuBrE-x-CaLa, CaRmEn EvAnS, DarkSlytherin, Kitsune, Tomoe, Prongs, Kaori Potter: respondidos vía reply o e-mail, algo soso lo sé pero ¿querían capítulo no? Bueno, pues tal, cualquier reclamo saben donde hacerlo llegar.
Atte: Kirsche Himitsu Fyrof.
M.O.M
M.O.J.
M.O.S.
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